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Refuerzos

Lucy no se tardó mucho en conseguir todo tipo de juguetes para proteger su hogar: sintiendo un desagradable deja vu, su mente viajó al día del asedio, cuando escapó de casa para ir a pelear a La Ciudad. Ella todavía ayudó a armar varias trampas aunque llegó algo tarde comparada con los demás.

Sintió algo de nostalgia. Odiaba reconocerlo, pero a veces, extrañaba esos momentos donde lo más emocionante en su vida no era ayudar a parir a una vaca. Sin embargo, era más que consciente de que seguir por ese camino la iba a terminar matando. Lucy no hacía esto por madurez, sino por sentido de autopreservación. Alguien tenía que hacerse cargo del rancho. No podía estar jugando a la agente secreto por siempre.

Kris Ta le llegó a contar su propio punto de vista del día del asedio. Ella estaba con Kai cuando ocurrió, de todos modos. Escaparon juntos del colegio usando una salida trasera y desde ahí, ella, Kai, Tom y otro chico salieron a pelear a las calles. En ese entonces, Kris Ta no sabía lo importante que era Kai, aunque eventualmente lo descubrió.

Kai. Era él la razón por la que Lucy veía lo peligroso que era pertenecer a Alba Dorada. En los dos años que duró activa la organización hasta el asedio, Lucy no vio un día en el que Kai estuviese en paz. El chico se la vivía metido en problemas, algunos ocasionados por él, había que decirlo. A veces, incluso arrastraba a otros consigo y aunque Lucy intentó mantenerse al margen, no siempre le era posible.

Estúpidamente, no confrontó a Kai hasta que fue demasiado tarde. Al menos, eso le dejó una lección muy importante a Lucy: alejarse de las personas problemáticas siempre era prioridad. Nunca sabes cuándo te van a involucrar en alguna mierda peligrosa.

Irónicamente, Lenny había acabado uniéndose al Alba Dorada. A él le gustaba mucho su trabajo como alguacil autoproclamado de Última Frontera. Vaya idiota, poniendo su vida en riesgo constantemente, pensó Lucy.

Tras instalar el aparato de descargas eléctricas al interior de una de las estacas de la alambrada, Lucy sonrió, pensando en que el próximo imbécil que se acercara la iba a pagar. Las descargas no eran letales, pero sí lo suficientemente dolorosas como para disuadir a cualquier estúpido de poner las manos sobre el alambrado.

Las minas de sonido tampoco eran poca cosa, haciendo volar por los aires a quien las aplastase: no eran letales y a lo mucho, te arrojarían un metro o dos, produciendo un atronador ruido. Hacía falta cierto peso para activarlas, pero no sería problema. Entre aparatos eléctricos, minas terrestres y otros juguetes por el estilo, Lucy pasó media mañana y todavía un rato después de la comida blindando cada centímetro de la alambrada que rodeaba su terreno.

No la iban a agarrar desprevenida como la vez pasada.

Por un momento, pensó que estaba siendo un poco exagerada, pero la idea de ser sorprendida por desconocidos colándose en su propiedad no le era nada agradable: además, no siempre estaría acompañada y con la escopeta a la mano. Si se llegaban a colar cuando ella durmiese, sería su fin. Sin embargo, Lucy se dio cuenta de que no le quitaba el sueño pensar que alguien quisiera ir tras ella (otra vez). Malamente, estaba ya tan acostumbrada que ni siquiera le movía el suelo: era una mala señal el ni siquiera alterarse al escuchar amenazas de muerte contra su persona.

Sin embargo, Lucy sabía que no era nada nuevo: desde antes, la gente del pueblo hablaba mal de ella. Como la hija que quedó a cargo de muchas propiedades de los Maza tras la muerte de su padre, mucha gente la juzgó, insinuando que no era posible que una mujer se hiciera cargo de todo eso. La veían como una especie de paria y no había chisme que no le hubiesen inventado.

Con lo que le importaba.

Lucy se sentó en la mesa de piedra que había afuera de su casa, en el patio, colina abajo. Tom estaba ahí, trenzando una corona de flores. Ese chico sí que daba la impresión de no matar ni a un mosquito.

— ¿Cómo te fue blindando la alambrada? - Preguntó Tom, sin quitar la mirada de las flores que estaba amarrando una con otra.

— Pues acabé - Resopló Lucy, agotada - Espero que nadie entre en un buen rato o tendré que reemplazar las trampas demasiado pronto.

Tom sonrió.

— ¿Te puedo hacer una pregunta? Es decir, aparte de esta.

Lucy se encogió de hombros. No importaba mucho.

— ¿Eras muy amiga de Kai?

— ¿A qué viene eso? - Contestó Lucy, poniéndose en guardia automáticamente.

— Lo conocí cuando se cambió de escuela a la mía en los meses de antes del asedio - Se explicó Tom - Ya lo conocía de antes, pero fue ahí que nos hicimos realmente amigos. A veces solía mencionarte.

Lucy recordó esos días en los que no supieron nada de él. Ella había peleado con Kai antes de que repentinamente desapareciera de la faz de la tierra de un día para el otro. Entonces, se dio cuenta. No odiaba Alba Dorada por Kai. Odiaba Alba Dorada porque Keith se había sacrificado peleando por su causa.

— Sí, éramos muy amigos - Aceptó Lucy - Pero hace tiempo que no sé de él.

— Casi nadie sabe de él - Secundó Tom - Aunque, creo que está bien. Después de todo lo que pasó, creo que merece vivir en paz por un buen rato.

"¿Y qué hay de mí", pensó Lucy. "¿Qué yo no merezco vivir en paz?".

— La cosa es así - Explicó Lenny a su cuñado (o algo así). Se veía bastante serio, así que Lalo asumió que planeaba pedirle un favor. De lo contrario, Lenny no sería tan respetuoso y lindo con él, invitándole un café tan de repente.

Decidió escucharlo: nunca estaba de más ganar puntos con la familia de tu pareja, después de todo.

— Me llegó la solicitud de Alba Dorada para ir a pelear a Ciudad del Carmen - Explicó Lenny - Al parecer, no quieren perder varios enclaves importantes en la costa del sureste y eso incluye esa isla. Aún no le digo a Lucy, y probablemente no le guste la idea, pero si hago un mes de servicio, me pagarán muy bien.

"A cambio de quizás morirte", pensó Lalo, pero decidió no interrumpirlo.

— Pero antes de irme, quiero casarme con mi morra - Soltó la bomba Lenny - Y quiero la bendición de Lu. Ya sabes que para mí, más que mi prima es una hermana. El problema es...

— Está enojada contigo - Acortó la charla el chico, viendo a dónde iba todo esto - Y quieres que vaya a pedirle que te dé la bendición, ¿no?

— Gracias por ofrecerte voluntario - Contestó Lenny, poniéndose de pie de la mesa, dejando a Lalo mirándolo con cara de incredulidad. Sí que era un sinvergüenza después de todo.

Tragándose sus propias preocupaciones respecto a Lucy y lo furiosa que estaría, Lalo caminó hacia su casa, consciente de que había llegado ya hace un par de días y aún no iba a verla, consciente de que ella tampoco lo había contactado, molesta como debería de estarlo luego de descubrir que él, aunque un poco en contra de su voluntad, había colaborado en ocultarle lo de Keith.

Tras bajar la colina y subir la siguiente, Lalo se encontraba ya de pie frente a la casa de Lucy, pero pudo observar que la chica estaba sentada en la mesa de piedra del patio con otro chico, que dócilmente trenzaba una corona de flores. Decidido a acercarse a su novia, Lalo bajó la colina en dirección a Lucy, quien se veía algo agotada tras las tareas del día.

"Debí haber venido antes a ayudarla", pensó Lalo. Sin duda, no era el ambiente adecuado para decirle: "oye, tu novio se quiere casar antes de irse a la guerra y quiere que digas que lo apruebas". Hablando de eso, Lalo se asombraba de no haber sido convocado él mismo a algún emplazamiento, ya que Alba Dorada andaba tan tensa enviando agentes a todas partes para resistir los ataques del crimen organizado.

Lucy lo vio llegar gracias a que el chico que estaba con ella volteó a verlo, poniéndola sobre alerta de que había alguien acercándose a sus espaldas. Volteó y, al verlo, estuvo a punto de levantarse a abrazarlo, a juzgar por su lenguaje corporal, pero no lo hizo, quedándose en su sitio para verlo fijo.

Era ahora cuando él empezaba a hablar.

— Verás... Lenny me envía.

Lucy alzó una ceja, muy atenta a lo que sea que fuese a decirle el chico.

— Alba Dorada lo convocó a Ciudad del Carmen a pelear en unos días y... bueno, ya sabes que tiene novia y eso. Pues, bueno... es que quiere casarse antes de irse y... bueno, quiere tu bendición, ¿no? Así que se pregunta...

Era la peor línea de diálogo para una pareja que se veía por primera vez en semanas.

— ¿Y eso es todo? ¿Vienes a verme dos días después de llegar y eso es lo primero que me tienes que decir? Ni un "hola amor, ¿cómo estás?", ni "por cierto, tu mejor amigo sigue vivo"... ¿nada?

Ah sí. Por eso es que Lalo había estado aplazando este momento.

— Bueno, yo...

— Ahórratelo - Lo calló Lucy - Y dile a Lenny que se meta sus bendiciones por el culo.

— Pero...

— Lo sabías, ¿no? Sabías que Keith seguía con vida y me lo ocultaste por dos años. ¿Y se supone que tenemos una relación? ¿Cuánto tiempo más pensabas ocultármelo?

Lalo seguía sin decir nada, recibiendo de lleno las palabras de Lucy, llenas de tristeza y enojo. No podía entender cómo es que Lalo había decidido ocultárselo, sobre todo sabiendo lo que sufrió ella al verlo ahí tendido sobre el asfalto, inerte y sangrando.

— Yo...

Y no dijo nada más. Simplemente se dio media vuelta, en dirección a casa de Lenny, y se fue.

En cuanto se le pasó el enojo a Lucy, empezó a sentir que se había excedido. ¿Qué significaba eso? Simplemente se había marchado.

— Creo que tal vez te pasaste un poco - Dijo de repente Tom, al tiempo que terminaba de trenzar su corona de flores.

En otros tiempos, Lucy le habría respondido con un "a ti qué te importa", pero no fue el caso. Quizá, tan sólo quizá, se había excedido.

Además, no podía enojarse con Tom.

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