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Mentiroso

Lucy Maza estaba harta.

Para ser justos, ella siempre estaba harta, pero a diario, la gente a su alrededor se esmeraba en demostrarle que podían colmarle la paciencia a un nivel todavía mayor que el día anterior. Por eso, cuando se enteró de que el primo Lenny era un mentiroso (y peor aún, que su propio novio colaboró en ocultarle la verdad), hizo una rabieta tan grande que habría sido igual que si Lenny moría pateado por una vaca.

A decir verdad, no era una reacción exagerada. Imagina enterarte que tu mejor amigo, aquél a quien ya dabas por muerto, en realidad no lo estaba y tu primo, casi un hermano para ti, lo estuvo ocultando por poco más de año y medio. Lo matarías, ¿no?

Pero nos estamos adelantando. Todo empezó aquella mañana en la que La última frontera quedó en silencio al ver pasar a aquella pareja: una chica morena con trenzas en su largo cabello lacio, complementando su morena piel y sus rasgos indígenas, acompañada de un chico de apariencia andrógina, tez blancuzca y cabello como si se hubiese descuidado el corte militar.

Desde que se detuvieron en la tienda de autoservicio del pueblo, los rumores comenzaron a correr y el párroco de aquella nueva iglesia, erigida sobre las ruinas de la vieja casona que alguna vez había albergado a la matriarca de los Roldán, empezó a hacer correr los rumores, pero de eso, Lucy se enteraría hasta después. Mientras tanto, su primo Lenny fue el primero en recibir a aquellas peculiares visitas.

"No compramos queso", fue lo que Lenny Maza le dijo a aquella chica indígena, a la que probablemente confundió con menonita (no sabemos cómo: Lucy asume que su primo es idiota, es todo). Lenny intentó cerrarles la puerta en la cara, pero la morena lo detuvo, parando la puerta con las manos antes de contestar tajantemente con un:

— Venimos a ver a Lucy.

— ¿Y quiénes son ustedes? - Preguntó Lenny, atento a cualquier señal de que debería volarles la cabeza a las visitantes.

Minutos después, el mismo Lenny estaba considerando volarse la cabeza en un tributo a Kurt Cobain. Anticipando que le cortarían la cabeza, parecía hundirse en su asiento cada vez más, hasta que su impresionante estatura, rozando el metro con noventa, dejó de ser notoria en el comedor de casa de Lucy.

Al menos ahora era su casa: lo bueno de ser la familia más rica de toda Última Frontera era que había espacio de sobra para levantar nuevas casas y ahora que Lucy tenía tierras que trabajar, también se había ganado el derecho a levantar su propia casa: Lalo la había estado ayudando, junto a un par de albañiles de confianza que habían trabajado con el padre de Lucy desde hacía décadas.

Lalo vendría al día siguiente y con él, Gavin, un amigo de Lucy: cada cierto tiempo, se daban el lujo de viajar hasta aquél rancho en el fin del mundo a visitarla, cada vez con menos frecuencia desde que Lucy se volvió terrateniente y Lalo empezó a acercarse a la titulación en su carrera universitaria, cursada en mucho menos tiempo del recomendado por su universidad. Por mientras, el comedor, con una bonita mesa de madera y vidrio al frente, tenía cuatro personas en la mesa, sin contar a la señora del aseo.

Claro, Lucy tenía una señora del aseo, pues no pensaba ponerse a trapear y hacer de comer cuando tenía que palpar vacas un día sí y al otro también.

Pero eso no era lo importante.

Kris Ta había venido vestida casual, con una playera holgada y pantalones de mezclilla con las rodillas descosidas. Tom, por otro lado, venía vestido de tienda departamental cara. ¿En qué momento esos dos se habían conocido? La Kris Ta que Lucy conocía era la definición de "mujer de barrio": fiestera, grosera y con tremenda habilidad para subirse encima de la mesa y bailar aunque no haya música.

Y, más importante, cuando Kris Ta le dejó ver la identificación que la acreditaba como miembro de Alba Dorada, Lucy supo que no iban a ser días tranquilos: desde que mataron a Fanya Roldán y a María la Sangrienta, hacía tiempo ya, Alba Dorada la había dejado tranquila. Al parecer, eso no duraría para siempre. Con todo y la impresión, Lucy no pudo evitar preguntarse cómo es que Alba Dorada había decidido que era buena idea fichar a alguien como Kris Ta entre sus filas. ¿Cómo había sido esa entrevista? ¿Kris Ta le habría escupido en la cara al entrevistador en algún momento? ¿Lo había amenazado con navaja o algo así? Lucy no podía imaginárselo.

— Quisiera haber venido antes y en plan de fiesta, pero no traigo buenas noticias - Le explicó Kris Ta, llevándose a la boca otro taco de alguna parte de la vaca que Lucy no se habría comido en el lugar de su amiga.

Lenny andaba algo tenso e intentó hacer conversación con Tom: en circunstancias normales, no lo habría hecho, por considerar al chico demasiado afeminado, incluso aburrido. Eso le hizo saber a Lucy que algo andaba mal y tenía que ver con la visita de Kris Ta.

— Es bueno saber que te volviste rica estos últimos años - Sonrió la morena, aludiendo el nuevo trabajo de Lucy como propietaria de una que otra hectárea de terreno - Alba Dorada me reclutó hace apenas unos meses - Le contó - Me llevaron a Chihuahua a su academia y todo eso, parece que andaban buscando a quien sea para reclutarlos... sobre eso...

Por más que se desviara del tema, Kris Ta terminaba volviendo una y otra vez a él, sin terminar de soltar la sopa. A Lucy empezaba a impacientarle aquél asunto, pero en ese momento, la curiosidad podía más que la desesperación.

— El jefe Saucedo me manda a informarte que el país se está yendo a la mierda.

— Nada nuevo - Se burló Lucy. No era estúpida y había visto las noticias: el crimen organizado estaba atacando ciudades a lo largo y ancho del golfo, pero la violencia aún no llegaba a pequeños rincones del país como lo era Última Frontera. Lucy esperaba que siguiera siendo el caso, aunque a juzgar por el tono con el que su vieja amiga hablaba, no sería posible.

— Es decir, ¿recuerdas a los malasangres? Pues resulta que cuando se marcharon de La Ciudad, se movieron a través de Veracruz y ahora mismo, los altos mandos están viendo cuántos soldados envían a defender Mina y Coatza - Le hizo saber Kris Ta a Lucy, quien no podía adivinar aún qué tenía eso que ver con ella y por qué habían mandado gente a decirle cosas que Lenny podría haberle contado tranquilamente en una carne asada dominguera.

Pero era verdad: en sus escasos viajes a La Ciudad estos últimos días, Lucy había visto cómo movilizaban agentes por todos lados: las concesiones con el gobierno federal ahora les permitían sustituir en gran medida a la policía y entrometerse en los cuarteles del ejército: lo que en sexenios enteros no habían logrado muchos gobiernos, Alba Dorada lo estaba manejando de manera aceptable: limpiar las calles de delincuentes.

Lucy se cuidaba de no acercarse a Base Uno, el bastión de Alba Dorada en el estado, pero era más que consciente de que el lugar estaba cada vez más vacío: cada agente que caía ahí era distribuido a cualquier otra zona. Kris Ta no mentía: el ambiente olía cada vez más a chamusquina y pronto el incendio sería más que evidente.

— Van a mandar a un regimiento de militares y agentes de Alba Dorada a Campeche pronto - Explicó Kris Ta - Y Keith May piensa pasar a verte antes. Pensé que querrías saberlo: llegará en una semana, a lo mucho. Esperan pasar a través de Coatzacoalcos antes de que ocurra otra gran balacera, pero no prometen mucho - Siguió contándole, mientras Lucy procesaba lo que había dicho la chica.

¿Keith May? El mismo al que ella vio ser acribillado durante el asedio a La Ciudad, hace dos años?

"Váyanse", fue lo último que dijo. El intercambio de disparos comenzó. Keith se acercó a la puerta para cerrarla, pero un disparo le dio en el torso primero. Lucy gritó e intentó correr con él, pero Jonny abrazó su vientre para sujetarla. Lalo tomó su mano pero ella la soltó. Cuando el cuerpo de Keith May cayó al suelo de la calle, bañado en sangre, Lucy dejó de reaccionar.

Y ahora resultaba que el malnacido estaba vivo. Ni una llamada. Nada. Simplemente...

— Y tú lo supiste todo este tiempo - Volteó inmediatamente a ver a Lenny, quien estaba considerando seriamente atascarse con un hueso para morir asfixiado - Lo sabías y me lo ocultaste. Me lo ocultaron. De seguro, Lalo y Gavin también sabían, ¿no? ¿Hay alguien que no lo supiera? ¿¡Eh!?

Kris Ta se atrevió a echarle aún más leña al fuego.

— Si bien, su condición fue secreto institucional durante algunos meses, su reaparición se hizo pública en cuanto empezó a participar en misiones que no fueran entrenar cadetes en la Academia - Mencionó Kris Ta - Pensaba que Lenny ya te habría...

— ¡Por supuesto que se lo estuvo guardando el malnacido! - Vociferó Lucy, a punto de tirar la casa abajo - ¡Lárgate, tú, maldita alimaña asquerosa!

Kris Ta y Tom ni siquiera se movieron de sus asientos y por un instante, parecía que Lenny tampoco lo haría, pero entonces, el primogénito de los Maza se puso de pie y abandonó la estancia, saliendo por la puerta rumbo a su propia casa. A Lucy le enfadó todavía más que se fuera como si nada, sin decir ni una palabra... 

— ¿Quieren otro plato? - Preguntó Lucy, dirigiéndose a la cocina al ver que tanto Tomo como Kris Ta habían acabado ya sus cuencos de caldo.

— Creo que así estoy bien - Intentó zafarse Tom.

— Insisto.

Iba a matarlo. Algún día, iba a matarlo.

Esa frase no aplicaba sólo para Lenny. Aplicaba para todos ellos, pensó Lucy.

Pobre del becerro que tuviese que recibirla más tarde.

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