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Cultistas

A la mañana siguiente, Lucy se levantó temprano y, subida a lomos de Marcelo, su caballo, recorrió su terreno para hacer una inspección de rutina: la alambrada al final de su parcela estaba algo dañada, como si hubiesen intentado cortarla con pinzas en una sección, pero no lo habían conseguido. Ya mandaría a sus empleados a repararla más de tarde.

Al volver a casa, llegó a tiempo para entregar a su sobrina con su madre, quien había llegado con algo de resaca a recibir a su cría. Tom tomó la mochila con las cosas de la niña y se la entregó a Lucy, quien sonrió, suplicándole a dios que aquello no se repitiera dentro de un buen rato: ya estaba lo suficientemente ocupada como para andar criando hijos ajenos, por bien que le cayera su sobrina en realidad.

— ¿Algo nuevo? - Quiso saber Kris Ta, sin sus característicos lentes redondos puestos.

— La alambrada estaba algo dañada, pero nadie se robó nada. Aún así, no quiero correr riesgos.

Kris Ta en realidad se refería a si sabía algo sobre Lalo o sus otros amigos, pero decidió no insistir al respecto: Lucy se veía algo estresada, a decir verdad.

Tras desayunar, cada uno se dedicó a sus propias tareas: Tom acompañó a Lucy al gallinero para ayudarla a reparar el techo y mientras tanto, Kris Ta encendió la tableta que Alba Dorada le había dado y, tras averiguar la contraseña de internet de casa de Lucy, empezó a redactar un informe que debería haber entregado la semana pasada: a decir verdad, Kris Ta no se había vuelto más responsable por entrar a la organización, pero sabía que si no entregaba aquél informe, le iban a descontar parte de su salario.

Kris Ta leyó los reportes de noticias del canal de Alba Dorada exclusivo para miembros: cientos de campesinos armados con distintivos rojos sobre sus camisas. Se hacían llamar "Armada Carmesí" y marchaban rumbo a Coatzacoalcos. Se estimaba un enfrentamiento durante los próximos días. Kris Ta cerró los ojos, negando con la cabeza por un breve instante. Si las cosas iban tan mal, entonces la ola de violencia que se propagaría por el resto del sureste (y del país, ya que estábamos), probablemente alcanzase Última Frontera.

¿Debería decirle a Lucy? Se veía ya demasiado estresada como para, además, cargarla con más cosas de qué preocuparse. Con que Keith May llegara a tiempo para reunirse con ella, sería más que suficiente. Decirle a Lucy que ella y Tom habían sido enviados para cuidar de Última Frontera junto a Lenny también era parte del cometido de Kris Ta, pero tanto ella como su tímido novio habían estado evitando esa parte de la encomienda que Ezra Saucedo les hizo en persona.

Kris Ta decidió despejar su cabeza de aquellos pensamientos y, de manera casi mecánica, redactó el informe que debía entregar: algo sobre una misión lateral antes de llegar a Última Frontera. Ella y Tom se habían encargado de un par de asaltantes que estaban asaltando los camiones de la ruta entre el pueblo y la ciudad.

Al cabo de un rato, Lucy y Tom entraron a la sala de la casa, donde Kris Ta seguía sentada. Si bien, se había encargado ya del informe, seguía curioseando en el boletín informativo de Alba Dorada: hoy se habían graduado más de doscientos cadetes de la Academia Alba Dorada y la mitad de ellos serían destinados directamente a Coatzacoalcos para reforzar a los que se encontraban ya ahí. El resto fueron enviados a Ciudad de México. Kris Ta no tenía acceso a los mapas de batalla de Alba Dorada: ella no era ninguna directiva ni agente de élite, pero al menos pudo revisar en las listas de cadetes asignados para ver si algún conocido se encontraba entre los que fueron enviados al frente: afortunadamente, no había ningún conocido entre ellos.

— ¿Quieren venir al pueblo un rato? - Preguntó Lucy - Quiero hacer unas compras pero mis empleados están ocupados.

Kris Ta asintió, bloqueando la pantalla de su tableta. Demasiadas noticias preocupantes por hoy.

Lenny estaría haciendo rondas ese día, así que Gavin y Lalo consiguieron una ocupación que no involucraba ir a confrontar a Lucy por el asunto sobre Keith: harían algo útil entrando a la misa del padre Aquino. Solo tenían que quedarse callados, escuchar y no llamar la atención. Si se sentaban en las últimas bancas del recinto, quizá orillados en una esquina, nadie los voltearía a ver siquiera.

Al formarse en la fila que se hacía en la entrada, el propio padre Aquino les ofreció un volante a cada uno. Ambos los tomaron: eran los mismos de siempre, anunciando que las brujas habían arribado a Última Frontera y que el pueblo debía unirse para rechazarlas antes de que fuera demasiado tarde.

Como niños despistados, Lalo y Gavin se sentaron en una de las últimas bancas de la iglesia mientras el padre Aquino caminaba desde la entrada hasta el frente, donde solemnemente, tomó aire antes de comenzar a hablarle a sus feligreses, aproximadamente treinta o cuarenta personas. Parecía poco, pero sin duda eran más que los días anteriores.

— ¡Hermanos! ¡Hermanas! ¡Las brujas están entre nosotros!

Un proyector se encendió desde la parte superior de la capilla, proyectando sobre una zona vacía en la pared detrás de él. Era la fotografía de una niña con ojos relucientes de pie en la parte superior de un cerro.

— ¡Las brujas se encuentran entre nosotros! ¡Cuiden a sus niños! ¡No los dejen salir!

Una segunda imagen, de tan mala calidad como la primera, mostró a una segunda persona junto a la primera, que dejó ver una trenza. La segunda, más alta que ella, era una sombra totalmente oscura y plana, que permanecía de pie junto a ella. Tras una tercera imagen, ambas desaparecían. Las fotografías tenían impresa la hora exacta en la que fueron tomadas, con apenas segundos de diferencia. Para Lalo habría sido muy sencillo editar aquellas imágenes, pero pudo observar que la gente alrededor estaba algo ansiosa, creyéndose por completo lo que el padre Aquino les decía.

— ¡Tres han sido vistas por ahora! La primera, la líder, la que mató a mi hermana hace años... ¡Las brujas volvieron loca a María Roldán en el pasado y ahora vendrán por nuestro pueblo, pero no lo permitiremos! ¡Vamos a quemarlas!

Una cuarta imagen fue muestrada y Lalo tragó saliva al reconocer a Tom, uno de los amigos que habían llegado a ver a Lucy hace unos días.

— Esta es una aberración de la naturaleza. ¿Es un hombre? ¿Una mujer? Esta quimera es una de esas brujas. Además, puedo jurarles que hay entre ellas una nahuala - Acusó el padre Aquino - ¡La hemos visto entrar donde las vacas y hablar con ellas! ¡Una de las vacas de los Maza tenía carcomida la pezuña al día después! - Acusó Aquino.

Lalo ya estaba más que tenso: habían metido en la sopa a la familia de Lucy y, si no se equivocaba, la parte siguiente del discurso sería...

— ¡Los Maza! ¡Se han adueñado poco a poco de los terrenos de las afueras! Su perro ha enloquecido y recién consiguieron niños para trabajar bajo las garras de la primera bruja! ¡Lucy Maza es la verdadera amenaza que rodea a este pueblo! ¡Mató a los Roldán y ahora, está reuniendo un aquelarre con ella! - Acusó el padre Aquino, pasando el proyector una imagen de Lucy hablando con un caballo.

"Esto es estúpido", pensó Lalo. "No hay manera de que se crean estas mentiras".

Y sin embargo, la gran mayoría estaba pendiente de las palabras del padre Aquino, creyéndoselas sin titubear.

Sin duda, tenían un problema.

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