Aberraciones
Tras la escena de la iglesia, Lalo caminó derecho a casa de Lenny, recorriendo el largo camino a pie que representaba subir la loma hasta llegar a las casa de los Maza, algo alejadas de la entrada a su rancho, junto a un camino de tierra. Lalo caminó durante al menos diez minutos, yendo cuesta arriba cada vez más, hasta que llegó a casa de Lenny.
El primo de Lucy estaba algo ocupado sacándole filo a un par de estacas de madera, pero en cuanto lo vio pararse frente a la casa, le hizo una seña para que lo siguiera al interior del edificio. En una esquina, cubiertos por una sábana verde, seguían almacenadas las provisiones que le había traído Keith hacía año y medio: era un arsenal algo preocupante, con el potencial suficiente para hacer explotar medio pueblo.
— Bueno, pues mi vieja no estará en casa estos días, así que tendremos espacio para hacer nuestras cosas sin que nos molesten - Explicó Lenny - ¿Viste algo interesante?
Lalo asintió y decidió contarle sobre la iglesia en terrenos de los Roldán: Lenny ya estaba enterado, claro, pero escuchar sobre "más brujas reuniéndose a las afueras del pueblo" le dio qué pensar. Para ambos, era evidente que el padre Aquino se refería a Kris Ta y a Tom, que habían llegado a ver a Lucy
— ¿Cuál es la obsesión con matarla? - Preguntó Lalo al aire: no era la primera (ni la segunda) vez que algo sí ocurría. Desde antes, cuando iban en preparatoria, Lucy tenía ese magnetismo que hacía que algunas personas le tuviesen envidia y la odiaran. Pasaba a menudo.
Alguien tocó a la puerta y la abrió sin esperar respuesta: era Gavin, quien por fin había llegado. Lenny tan sólo le hizo un ademán con la cabeza para que se sentara con ellos y Gavin obedeció. Solo faltaba Keith y entonces, Lalo se sentiría como hacía año y medio, juntándose todos a espaldas de Lucy para evitar que alguien le diera un tiro.
— Es que las cosas se pusieron algo feas - Reconoció Gavin - Están bloqueando todas las salidas de Veracruz y el camión se tardó un poco en salir. Se subieron soldados a inspeccionar y se pararon con cada pasajero.
Eso era un buen ejemplo de que las cosas andaban "algo feas". Hacía sentido: Lalo había pedido su licencia vacacional para venir a ver a Lucy tras un montón de trabas. Por lo visto, la organización no quería dejar ir ni a un agente más de los necesarios. Algo muy malo se cocinaba más allá de La Ciudad y Lalo no quería tener nada que ver con ello, aunque parecía ser que la decisión no era realmente suya.
— Pero aquí estoy. ¿Qué haremos?
— Escondernos de Lucy porque probablemente nos odia a todos por haberle ocultado lo de Keith
— Pero eso fue tu idea - Observó Gavin, sin entender bien por qué los tres debían cargar con la culpa.
— Ese no es el punto - Lo calló Lenny, con una actitud de "aquí nos hundimos todos o ninguno" que a Lalo le pareció demasiado conveniente para él y muy poco apropiada para ellos. Sin embargo, no iba a discutir con Lenny: el chico era terco, más o menos al mismo nivel que Lucy, aunque en ella, era atractivo y en Lenny era más bien irritante.
— Pero, ¿qué haremos aquí? Se supone que...
— Yo sé lo que haremos - Interrumpió Lalo, viendo hacia el campo que se extendía por fuera de la casa de Lenny - Tendremos que vigilar al padre Aquino por si intentan hacerle algo a Lucy.
— Como de costumbre.
— ¿Uh?
Al parecer, después de María la Sangrienta y todo lo que pasó en aquella ocasión, Lenny había frustrado más de un par de intentos de dañar a Lucy, esto sin que su prima se diera cuenta. Cuando Lalo preguntó quién podría tenerle tanta saña, Lalo le respondió:
— No es que le tengan saña, es que es bastante peligrosa. Es decir, hubo gente que la vio pelear durante el asedio a La Ciudad. Le tienen miedo a ella y a lo que puede hacer. Por eso se esfuerzan tanto en intentar matarla, y eso - Explicó Lenny - Es penoso, pero resulta que la mitad de mis misiones en este pueblo han sido detener sicarios que intentan matarla.
Sí, era penoso, pensó Lalo. Quizá por eso, Lenny era el único agente de Alba Dorada ahí.
A Lucy no le molestaba hacer de niñera, pero prefería que al menos, le dijeran con algo de tiempo. Cuando una de sus hermanas vino a dejarle a su hija para que la cuidara un rato en lo que ella iba y venía de La Ciudad, Lucy estaba algo ocupada batallando con la pezuña de una vaca cuando llegaron con la criatura de un año y meses, pero Tom ya se había lanzado voluntario para entretener a la bebé en lo que Lucy se desocupaba.
Kris Ta había ido al pueblo a comprar algunas cosas: Lucy, por mientras, había decidido adelantar algunas labores de los próximos días. Si dejaba que se le acumulara el trabajo, iba a salir muriéndose después y, como responsable de que ese par de hectáreas funcionaran a la perfección, no podía permitirse holgazanear.
Al interior de la casa, pudo escuchar la voz de Tom, algo ronca, hablándole a la niña. Lucy apenas y conocía al muchacho, pero no se veía como mala persona, así que no tuvo reparos en dejarlo con su sobrina. Además, si ella iba a atenderla, no iba a acabar nunca.
La vaca resopló.
— Créeme, a mí me gusta tan poco como a ti - Le contestó Lucy - Solo quédate quieta y acabaremos pronto, ¿sí?
El caballo de Lucy: Marcelo, descansaba junto al cercado donde tenían a las vacas. A lo lejos, pudo escuchar a su perra correteando a algún animal en la ladera de la colina. Por extenuante que fuera el trabajo ahí, a Lucy realmente le gustaba vivir así. Quizá por eso se sentía algo conflictuada respecto a Kris Ta y Tom. Es decir, se había esforzado durante dos años por mantenerse alejada de los problemas y concentrarse en tener una vida sencilla, pero los problemas parecían querer seguirla todo el tiempo. Era agobiante.
Al menos, Kris Ta y Tom no ponían mala cara a la hora de ayudarla con las tareas domésticas: a Tom le gustaba meterse al gallinero para sacar los huevos de las gallinas en una canasta y Kris Ta parecía feliz de arrear borregos, aunque sus gritos no eran precisamente la técnica más eficaz que Lucy conocía para conseguir meterlos de vuelta al corral.
Hablando de Kris Ta, la chica se asomó a donde estaba Lucy, recién llegada del pueblo. Primero tosió para llamar la atención de Lucy, quien volteó tras uno o dos segundos. A juzgar por la expresión de Kris Ta, habría problemas, así que Lucy dejó inmediatamente la pezuña de su vaca y, tras amenazarla con un "eso no ha terminado, ¿entendiste?", siguió a su amiga al interior de la casa.
Con Tom cargando en brazos a la bebé, los tres se reunieron alrededor de la mesa, algo grande para la escasa cantidad de invitados que Lucy solía tener. Con doce sillas, una en cada extremo y cinco de cada lado, se veía algo onerosa para un comedor que casi siempre estaba vacío.
— Ya, ¿qué pasó? - Quiso saber Lucy, preguntándose por qué su amiga lucía tan seria.
Kris Ta se sacó un volante del bolsillo y lo puso sobre la mesa para que Lucy lo viera. Ella lo reconoció enseguida: era de la iglesia de aquél viejo loco que se había establecido en el terreno de los Roldán. En el afiche, se leía "Iglesia del Dios Quebrado" y "defendamos Última Frontera de las brujas". Lucy llevaba al menos una semana enterada de aquello, cuando por fin, la capilla del Padre Aquino, algo rústica para el siglo XXI, abrió sus puertas.
— Sí, ya vi. Es el hermano loco de María la Sangrienta, pero no creo que sea un problema - Lo menospreció Lucy - Eso sí, tiene una especie de secta, pero todos son gente loca o sin quehacer.
Razón no le faltaba a Lucy. Sin embargo, eso no quitó la preocupación de los rostros de sus visitantes.
— Vamos, ya se está haciendo tarde así que haré algo de cenar. ¿Quieren quesadillas? - Preguntó Lucy, cambiando de tema.
Tom asintió y, un segundo después, Kris Ta siguió su ejemplo.
— Habrá que acostar temprano a la niña, así que quizá no podamos hacer mucho ruido en la casa - Observó Lucy - Pero supongo que si cerramos la puerta, no habrá problema.
— ¿Querrás ayuda para cambiarle la ropa? - Preguntó Tom.
Lucy asintió: ese chico realmente tenía buena mano con los niños.
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