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Lázaro


El camino a casa fue cansado, pero seguro.

A su lado, Lenny, su primo mayor y acompañante usual la acompañaba, subido en otro caballo. Los días pasaban mucho más tranquilos así, sin problemas... sin Alba Dorada.

Habían pasado varios meses ya desde el caótico asedio a La Ciudad y después de eso, Lucy no había querido saber nada más de Alba Dorada, lo que era difícil teniendo en cuenta que su primo Lenny seguía trabajando ahí como personal de seguridad. A decir verdad, a Lenny le gustaba su trabajo: para lo poco que hacía, cobraba bastante.

Lucy se había chocado con Alba Dorada por muchas razones, entre ellas, el distanciamiento con Kai, su amigo. Claro, también había que tomar en cuenta que su amigo y "casi algo", Keith May, había sido acribillado durante el asedio, mientras intentaba salvarle la vida a un grupo de rehenes. Esas razones, sumadas a varias más de menor importancia, la hicieron decidirlo: no quería tener nada que ver con la organización, pues a sus ojos habían causado tantos problemas como los que resolvieron.

Sin embargo, era difícil no pensar en ellos si Lenny no cerraba el hocico de una vez.

— Ya sabes, algunos sobrevivientes al asedio, los del Triunvirato y el Quincunce, evitaron ir a prisión, se escondieron. A lo que quiero llegar es... desde que las Triunvirato y Zeta fueron encerrados en prisión, han salido muchos jefecitos de entre las piedras. Creo que el jefe Saucedo mencionó algo acerca de un tratante de blancas que les estaba dando problemas, pero...

Lucy ni siquiera estaba prestando atención. Para lo bruto que podía llegar a ser Lenny, también era noble y sólo quería conversar, pero su trabajo no era precisamente el tema favorito de su prima. Ni siquiera se parecían tanto, pensó Lucy: ella era blanca y él, moreno. Él era muy alto y ella apenas tocaba el promedio.

En fin, que lo único que tenían de parecido era el apellido: en el pueblo, los Maza eran una familia más bien respetada, por no decir que eran dueños de todo el campo que rodeaba a la Última Frontera, última parada en la carretera que salía del estado. Ellos eran aquella familia antaño acaudalada que se esforzaba trabajando para conservar sus territorios, cada vez más depredados por hombres sin que hacer, ladrones y pistoleros.

— Y pues, ya sabes que aquí nunca hubo ley, Lu - Se seguía quejando Lenny - Así que en una de esas, podrían aparecerse estos idiotas y no quisiera que se te acerquen cuando estés sola... ¡No digo que no puedas cuidarte sola!, pero entiende que desde que ya no estás en Alba Dorada...

— Lenny, no quiero saber nada de...

— Ellos no tuvieron la culpa de lo de Keith - Espetó él, de golpe. Todo su buen humor parecía haberse disipado.

Inmediatamente, Lucy arreó a su caballo para que acelerara el paso, alejándose a todo galope rumbo a la casa familiar: Lenny había cruzado la raya. No importaba cuánto tiempo pasase, Keith seguía siendo un tema tabú: la imagen de su cuerpo desangrándose mientras la obligaban a abandonarlo ahí, en el suelo, todavía perseguía a Lucy en las noches, cuando dormía. Keith, el idiota que intentó estar con ella a inicios de preparatoria, que se sentaba a su lado en los columpios y le acariciaba la cabeza, cubierta por aquél gorro de lana, ya no estaba ahí.

No importaba cuánto tiempo transcurriera: días, semanas... incluso meses. Lucy no podía escuchar que lo nombraran sin ponerse tensa: con Alba Dorada era lo mismo. El idiota de Lenny no quería entender eso, pero por fortuna, ella no tenía que escucharlo hablar si no quería.

Lenny quiso ir tras ella, pero su floja yegua pareció decidir que nadie tenía permiso de arrearla: siguió caminando tan rápido como antes y en cuanto Lenny vio empequeñecerse la silueta de Lucy, acercándose a la casa de sus padres, decidió que ya no era necesario seguirla. Al menos comería antes de irse a perder a El escondite, refugio que ambos frecuentaban cuando se sentían agobiados de las actividades del rancho.

Poco antes de llegar a casa de sus tíos, padres de Lucy, una llamada pescó por sorpresa a Lenny: era un número desconocido, pero con lada de Puebla: los únicos poblanos con los que Lenny había hecho contacto eran algunos de sus jefes en Alba Dorada, así que esa excusa fue suficiente para contestar la llamada.

— ¿Estás con Lucy? - Preguntó una voz familiar del otro lado del teléfono.

— No, estoy solo - Soltó Lenny - ¿Qué quieres?

— Te veo en los establos detrás de tu casa en diez minutos. Ocurrió una pequeña emergencia, pero no te asustes.

Lenny accedió y colgó la llamada para después picar con la espuela a su yegua, instándola a apretar el paso. De mala gana, el animal apresuró un poco el paso, aunque no tanto como le habría gustado al chico. Así era Canica, holgazana y tragona, pero Lenny la había cuidado desde recién nacida y se había encariñado de aquella gruñona yegua blanca, que lo traía muy a regañadientes de ida a la universidad (llegar en tu propio caballo a la facultad de veterinaria era algo que impresionaba a las chicas).

Cuando por fin llegó, la silueta del malnacido más grande que Lenny había conocido se hizo reconocible, recargado contra las puertas del establo.

— ¿Qué quieres, Keith?

—  Si quieres puedes gritar mi nombre - Recriminó el chico, con lentes rectangulares y su lacio cabello esponjoso de color negro. Lenny no lo había visto en persona desde que (presuntamente) murió durante el asedio, pero habían estado en contacto a lo largo de estas últimas semanas. Ocultarle a su prima la existencia de Keith no había sido fácil y Lenny se cuestionó muchas veces sobre si debería decirle o no, pero se lo había guardado por el bien de Alba Dorada, aunque eso hubiese hecho tomar a Lucy aquella postura tan extremista.

— Mira, tengo poco tiempo - Exclamó Lenny - Dime a qué viniste y luego lárgate. Lo último que queremos es que Lu se entere de que estás aquí... o que estás, en general.

— Me voy a quedar a dormir con tus vacas si es necesario - Espetó Keith - Han estado ocurriendo cosas, ¿sabes? Varios ex-agentes en la periferia de La Ciudad han sido asesinados el último mes y medio por distintos matones menores, pero creemos que esas muertes están relacionadas: creo que alguien les paga por buscar viejos agentes de Alba Dorada y ejecutarlos, pero aún no sé quién, quizás algún viejo miembro de Quincunce que se nos haya escapado. A lo que quiero llegar - Se interrumpió Keith a sí mismo - Es que creo que podrían querer venir tras Lucy en cualquier momento. No es ningún secreto que ya no es de Alba Dorada, ¿cierto?

Lenny asintió, reconociendo de mala gana que su querida prima no había sido discreta al respecto: parecía detestar con toda el alma la organización de Kai.

— No dejaré que me vea ni nada, sólo necesito investigar si alguien de la Última Frontera podría ser la persona que estamos buscando.

— ¿Tú solo? - Se burló Lenny - No es que te menosprecie, pero no creo que puedas tú solo con un asesino de agentes.

— No dije que lo haría yo solo. El jefe Saucedo me dijo que mandaría un par de refuerzos estos días así que no creo que nos pase nada.

Lenny se encogió de hombros.

— Buena suerte durmiendo con Canica.

Lenny se fue a pie hacia la siguiente colina, donde estaba la casa de sus tíos. Si Lucy aún seguía comiendo, quizá sería buena idea disculparse.

Era el segundo día seguido que Lucy se rehusaba a almorzar con Lenny: lo de Keith sí le había dolido bastante (y el bastardo en realidad seguía vivo, que era lo más irritante para Lenny). Sin embargo, hoy quizá sería diferente.

— ¿Cuánto tiempo dices que te quedarás? - Preguntó Lenny, recelando un poco de Gavin, uno de los amiguitos de Lucy, que tenía la mala costumbre de pegársele como chicle cuando iban juntos en preparatoria.

— Unos días, no sé - Contestó vagamente Gavin, con su amplia sonrisa burlona de oreja a oreja - No creo que se den cuenta de que no estoy - Añadió, sin especificar si se refería a su escuela o a su casa.

Al menos Gavin jamás había demostrado querer algo con Lucy.

— De acuerdo, sin fecha de partida. No hay problema  Balbuceó Lenny, caminando junto al chico, subiendo la loma que llevaba a casa de Lucy - Entra tú primero. Creo que se alegrará más de verte a ti que a mí.

Gavin asintió, ignorando las claras señales de irritación de Lenny, quien se fue directo a El escondite. No estaba de humor para comer solo este día. Gavin, por su parte, entró a casa de Lucy como si fuese la suya. Ella al inicio no volteó y después, soltó un mordaz "ya te dije que no te quiero aquí", pero en cuanto alzó la mirada, enmudeció de repente.

— ¿Qué haces aquí? - Se atrevió a decir finalmente, sin poder creer que su amigo estaba con ella.

— Sólo vine a ver cómo andas - Sonrió Gavin. Técnicamente era cierto, aunque tanto Lenny como él sabían que en realidad, había venido por la alerta de asesinatos de ex agentes de la que Lenny y Keith habían hablado dos días atrás. Gavin también estaba preocupado por Lucy, pero si se lo expresaba, ella se ofendería bastante: el sólo insinuar que no era capaz de cuidarse sola era sinónimo de ofensa para ella.

Además, tanto su amiga Toph, como Kai, amigo de ambos, le habían pedido que fuera a verla. No es que no confiaran en que Lucy podía cuidarse sola, sino que no confiaban en que quien estuviera detrás de aquellos asesinatos sistemáticos fuese a escatimar en gastos para matarla.

— Te extrañé mucho - Añadió la chica, estrujando a Gavin con un abrazo - ¿No vino el estúpido de Lenny contigo? Pensé que sí.

— Se fue directo con la Canica a la otra loma - Declaró el gordito, señalando con una mano imaginaria en dirección a El escondite.

— Bien. Ya se me pasará mañana. ¿Quieres comer algo?

Gavin asintió.

Lucy no quería esperanzarse, pero quizá aquella visita fuera indicio de que las cosas iban a mejorar y la sacarían de aquella agobiante monotonía.

Días después, estaría deseando volver a ella y no hacer nada entretenido de nuevo.

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