El escondite
Billy el coyote alzó el brazo en el que sostenía su viejo revólver y apuntó directamente al pecho de Lucy.
— No se muevan o la lindura se muere.
— Como si no quisieras matarla igual - Espetó Lenny, bajando de su caballo de un salto. Billy le apuntó a él inmediatamente después: se veía bastante nervioso para ser el asesino profesional de agentes que se juraba. Sin embargo, no podían bajar la guardia ante nadie que tuviese consigo un arma.
— ¿Qué quieres? - Preguntó Lalo en voz alta, esforzándose por verse intimidante.
— Me pagaron para deshacerme de la lindura - Contestó Billy el coyote, esbozando una sonrisa mientras mostraba su dañada dentadura y se evidenciaba que era más animal salvaje que persona a juzgar por su comportamiento.
Lucy lo analizó con la mirada: vestía una camisa a cuadros con camiseta blanca sin mangas por debajo, fácil de ver gracias a que la camisa no estaba abotonada. Sus pantalones color caqui estaban algo sucios con manchas secas de lo que presumiblemente era cerveza. Todo él apestaba a cerveza derramada. Era repugnante.
— ¿Qué te hace pensar que podrías hacerme algo? - Preguntó Lucy, retadora.
Lenny intentó detenerla, pero ella también se bajó del caballo y caminó hasta ponerse cara a cara frente a Billy el coyote, que no podía creer la suerte que tenía. Antes de que el pistolero pudiese decir algo, Lucy le estampó una cachetada tan fuerte que no se enderezó hasta pasados algunos segundos: ahí fue cuando apuntó directo a la cara de Lucy y jaló el gatillo, justo a tiempo para que la chica le pateara justo en esa mano. Aunque Billy el coyote no soltó el revólver, sí gritó del dolor, sorprendido por aquella reacción: no cualquiera te patea cuando estás a punto de dispararle.
— ¡Lucy! - Vociferó su primo - ¡Detente, ya!
Pero Lucy no pensaba parar ahí, y dando vuelta sobre su propio eje, con un pie aún apoyado en el suelo, tiró otra patada, semejante a la coz de un caballo, tirando de espaldas a Billy.
Lucy le dio la espalda enseguida mientras volteaba a ver a Lalo.
— Estás aquí - Suspiró la chica - ¿Por qué...?
Lalo reaccionó muy distinto a lo que se esperaba Lucy, pues, tomándola con ambas manos, la empujó a un lado y después, recibió el impacto de un proyectil salido del revólver de Billy, cayendo de espaldas contra el suelo. Lucy ahogó un grito, reviviendo el momento en el que acribillaron a Keith frente a sus ojos, pero esta vez, ella sí podría hacer algo al respecto.
Tomó el arma dentro de uno de los bolsillos de la silla de montar de su caballo y extrajo rápidamente otro revólver, menos oxidado que el del sicario que tenía enfrente y, sin pensárselo dos veces, abrió fuego contra Billy, enterrándole tres balas en el mismo brazo (el derecho), impidiéndole juntar fuerzas para seguir usando el arma.
No contenta con eso, Lucy disparó un cuarto tiro directo al arma de Billy, arrebatándola de sus manos de un brinco. Hasta ese momento, Billy se permitió gritar del dolor mientras intentaba no moverse para evitar desangrarse ahí mismo.
— ¡Eddy! - Gritó Lucy, arrodillándose junto a Lalo - ¿Estás bien? Por favor, tienes que...
Lucy lo miró atentamente: no se estaba desangrando y además, el desgraciado no tenía un abdomen tan duro: eso sólo podía significar que traía puesto un chaleco antibalas o algo por el estilo.
— ¡Pensé que te había pasado algo! ¡Idiota!
En cuanto le dio la espalda, Billy intentó incorporarse, pero al darse cuenta, Lucy regresó tan sólo para darle un par de pisotones en la cara y, tras escupir a un lado del terreno, volteó hacia Lenny y Lalo:
— Hay que llevárnoslo. ¿Al escondite? - Preguntó, viendo fijo a su primo, quien tras parpadear un par de veces, asintió, poco acostumbrado a aquellas demostraciones de ira desmedida de parte de su prima Lucy.
— Sí... al escondite - Murmuró Lenny. Súbete conmigo y que Lalo se lo lleve amarrado sobre tu caballo, ¿está bien?
Lucy contaba con ir junto a su novio, pero tampoco estaba dispuesta a discutir con Lenny ahora. Naturalmente, estaría celoso de que Lalo estaba ahí, así que Lucy estaba al menos un poco dispuesta a tolerar sus estupideces. Los tres (y su herido prisionero) recorrieron el camino por dentro de los terrenos de la familia y andaron lentamente a través de los sembradíos. Además, Billy el coyote no parecía dar señales de despertarse todavía, para el alivio de Lalo.
No dijeron una sola palabra durante todo el trayecto, pero, al menos para Lucy, no fue un viaje silencioso: entre el sonido de los cascos de su caballo y la batalla al interior de su cabeza, apenas y podría haber escuchado si los demás hablaban. ¿Por qué de repente había tanto interés por asesinarla? Billy el coyote ni de cerca parecía tan talentoso, así que Lucy asumía que el pistolero había asesinado a los otros ex agentes mientras dormían o estaban descuidados, porque no había manera de que le ganara a Lucy en igualdad de condiciones: de hecho, el sólo enfrentarla le impediría estar en igualdad de condiciones.
Conforme dejaban atrás los sembradíos, llegaron a la ladera de una pequeña colina que recibía el sol del atardecer de uno de sus lados. Del lado opuesto, si alguien se atrevía a mirar, estaba un enorme hueco, que convertía aquella colina en una pequeña cueva, no demasiado profunda aunque sí lo suficiente como para darle sitio a un pequeño refugio. también habían varias piedras situadas de manera estratégica para dejar subir a alguien a la cima de la colina y ver hacia el horizonte.
Cuando era más pequeña, a Lucy le gustaba pensar que aquella colina era la última frontera de Última Frontera: desde ahí, podía ver casi todo el pueblo de un lado y del otro, muy a lo lejos, seguía habiendo nada más que campo: kilómetros y kilómetros de llanura no del todo fértil, pero no del todo árida. A Lucy le encantaba pasar las tarde ahí cuando era apenas una joven adolescente. Ahora que más bien era una joven adulta, lo seguía disfrutando, pero ahora con cierta nostalgia, casi tristeza.
Cuando por fin llegaron, Lenny sacó una cadena que antes solían usar para amarrar sus bicicletas, pero ahora, después del clic de un candado, se aseguraron de que Billy no se les escapara en cuanto recuperase la conciencia: solo entonces, un suspiro salió de las bocas de los tres.
— ¿Y ahora qué? - Preguntó Lenny - ¿Esperamos a que despierte para interrogarlo?
Lucy y Lalo se vieron el uno al otro y asintieron: una, sin querer hablar. El otro, sin saber qué decir. Probablemente tardarían dos o tres días en sacarle algo al sicario, pero no creían que fuese problema. Lucy sabía que podía ser muy convincente cuando tenía un machete consigo y Lenny, por otro lado, pensaba obligar a Keith a sonsacarle la verdad a golpes.
Ambos métodos serían igual de funcionales, pensó Lalo a su vez, sin saber bien cómo actuar: él no era precisamente un guerrero, mucho menos un pistolero. Pese a ser parte de Alba Dorada, él era más bien un técnico. La violencia no era lo suyo.
— ¿Ya me piensas explicar por qué no pensabas decirme que vendrías? - Preguntó Lucy finalmente, después de un buen rato de silencio.
Lalo realmente quería hacerlo, pero no estaba seguro de si el primo Lenny lo aprobaría.
— De repente, sin que nadie me avise, resulta que estás aquí, peleándote con un sicario que me enteré recién que quiere matarme... ¿desde cuándo nos guardamos secretos?
A espaldas de Lucy, Lenny no podía evitar guardarse una sonrisa, pero no parecía tener intenciones de salvar a Lalo. Lucy habría seguido recriminándole cosas a su novio, pero de un segundo al otro, los engranajes de su cabeza hicieron clic y, furiosa, volteó a ver a su primo.
— Ya estaba empezando a perdonarte.
— ¡Lucy! - Reclamó su primo - ¡Ay, por favor! ¿Por qué crees que tuve algo que ver en esto?
— Porque lo tienes - Espetó Lalo: Lenny no podría tomar represalias, porque después de todo, seguía escondiendo cosas: a Keith en el cobertizo de su casa, por ejemplo.
Lenny simplemente alzó ambos brazos, indignado.
— ¿Saben qué? Iré a tomar aire. Los veo en la cena - Bufó el chico, yendo a buscar a su yegua para irse a paseo.
Una vez se fue, y con la única compañía de un mugroso borracho encadenado dentro de la cueva, Lalo y Lucy tuvieron su primer momento a solas en mucho, mucho tiempo.
— Te extrañé muchísimo - Exclamó finalmente Lalo.
— Suena como que Lenny te tenía amenazado - Se burló ella. Sin embargo, al ver que su novio se había puesto serio de repente, se indignó aún más con Lenny - ¿En serio? ¿Te tenía amenazado? Lo voy a matar Ed, te juro que lo voy a matar.
Lalo contestó de una manera más pacífica: sin pensárselo dos veces, se aproximó a ella tan rápido como pudo para darle un abrazo. Para su sorpresa, ella no reaccionó violentamente ni mucho menos: simplemente le regresó el abrazo.
— Ya estoy aquí - Murmuró Lalo al oído de su novia - Y vamos a averiguar quién te tiene tanta saña, ¿sí?
Lucy hundió su cara en él y asintió con la cabeza.
Realmente había extrañado a ese chico.
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