Billy el coyote
El teléfono de Lenny sonó mientras estaba camino a El escondite. Un poco harto, el primo de Lucy rezó porque no fuera Keith pidiéndole más comida o algo por el estilo: sinceramente, ya estaba algo harto de tolerarlo, pero el veterano de Alba Dorada afirmaba que ahí en el pueblo había demasiada actividad sospechosa y por ende, no podía largarse del pueblo todavía: Lenny sabía que tenía razón, pero no por ello se le hacía menos irritante convivir con Keith May.
Sin embargo, el teléfono desde el que marcaban no era precisamente el de Keith.
— ¿Qué?- Preguntó Lenny al contestar la llamada.
— ¿Lenny? Habla Lalo, el...
— El novio de Lucy - Recordó Lenny al moreno de rulos que salía con su prima. "Bien", pensó. Ahora tenía al club de fans de Lucy en casa y no tenía idea de cómo echarlos - ¿Qué quieres?
— Mira, hablo de Alba Dorada - Explicó Lalo - ¿Te suena el nombre de Billy el coyote?
Lenny gruñó en señal de afirmación: Billy el coyote era uno de esos bebedores desempleados que pasaba el día entre las dos cantinas del pueblo. Era un desgraciado y sí que era capaz de dañar a la gente, pero Lenny y su familia no habían tenido que confrontarlo hasta la fecha: sólo se trataba de un pobre diablo.
— Sí, ¿por qué?
— Era un sicario del Quincunce pero hace más de medio año que está sin trabajo. Bueno, estaba - Corrigió Lalo - Creemos que tiene un nuevo empleador.
— ¿Y esto por qué me importa? ¿Tengo órdenes de arrestarlo o algo así? - Contestó Lenny, algo irritado.
— No realmente. Sólo que quizá esté intentando llamar la atención de Alba Dorada y eso podría traer problemas. Dice mi supervisora que podría ser una trampa y no piensan asignar más hombres a la Última Frontera para tratar con un sólo hombre.
— ¿Por qué me dices todo esto?
— Hoy en la tarde llegaré al pueblo. Decidí ir a ayudar con esto. Además, siento que Billy podría intentar írsele encima a Lucy. Ya sabes que ganó fama como agente cercana a Kai hace tiempo y quizá quieran usarla para llegar a él.
Lucy no tenía idea de a dónde había ido Kai cuando se fue de La Ciudad, pero ningún sicario iba a creerse eso. Si se les ocurría ponerle las manos encima... Lenny no quería pensar en ello, pero antes ya habían aparecido cadáveres con marcas de tortura a orillas de la carretera: sinceramente, la Última Frontera no era ni de cerca el pueblo más seguro, aunque Cardenal, la otra gran ciudad en el estado, le ganaba: se rumoraba que después del asedio a La Ciudad, Cardenal se había llenado con los delincuentes que escaparon del penal. Alba Dorada no estaba ni remotamente cerca de estabilizar Cardenal: ni siquiera tenían suficientes efectivos para repartirlos por La Ciudad, menos para enviarlos al resto del territorio del estado.
— Entonces... ¿dónde piensas quedarte? - Preguntó finalmente Lenny, resignado: si era verdad que un sicario del Quincunce podría írsele encima a Lucy, tendría que aceptar toda la ayuda posible, aunque eso significase tener al novio de su prima viviendo con él.
— Dime tú.
— De acuerdo - Soltó Lenny, irritado: Lalo iba a quedarse con él, como Keith. Lo único bueno de que sus padres no estuviesen en casa más que dos o tres días al mes era que podía hacer lo que quisiera: lo malo era que frecuentemente se sentía solo y cuando Lucy se enfadaba con él, no tenía nadie más con quién hablar: Celso y Dink, dos viejos amigos de la preparatoria, estaban muy ocupados aplicando en la Prueba Dorada como para hablar con él.
Su vida social se veía reducida a su prima y no le gustaba cómo se sentía eso.
— Pero Lucy no tiene que saber que estás aquí a menos que sea estrictamente necesario, ¿entiendes? - Condicionó Lenny al que era casi su cuñado.
— Sí, supongo - Contestó Lalo, contrariado. Sin embargo, no tenía tiempo para discutir: la seguridad de Lucy era mucho más importante.
Lucy por fin tenía algo de paz: con la excusa de ir a comprar un par de cosas para la escuela, había salido a la ciudad junto a Gavin (el cargador de bolsas comisionado para aquél viaje). Usualmente, era Lenny quien la acompañaba, pero su enojo hacia él no había pasado del todo, así que Gavin lo estaba sustituyendo.
Mientras se paseaban entre los pasillos del mercado del distrito de Alto Gobierno, Lucy podía escuchar los chismes de las señoras tras los puestos: esta era su parte favorita de ir de compras. Gavin la iba siguiendo, tratando de seguirle el paso a riesgo de atorarse entre la gente.
Ya llevaban consigo las cosas de papelería, tan sólo faltaban una o dos cosas de comer que le había encargado su madre y podrían irse a casa, pero al pasar cerca de una esquina donde vendían grano por kilo, escuchó a un par de hombres hablar entre sí:
— Te lo juro, cada saco es más difícil de traer por culpa de todos esos agentes - Se quejó uno de ellos, refiriéndose a Alba Dorada - Todo el tiempo están queriendo revisar si no transportamos sicarios del Quincunce.
— Malnacidos... no es como que estemos tan llenos de asesinos como ellos creen: en Cardenal hay casi el doble que aquí y no los veo yendo a esa ciudad a ayudar.
— Si vas rumbo a la Última Frontera, vas a encontrar a todos los que no se fueron a Cardenal - aseguró el primero - ¿Ya escuchaste de Billy el coyote, no? Dicen que ya mató a varios ex-agentes.
Lucy se quedó helada. ¿De qué mierda hablaban esos dos cargadores?
— Sí, ese borracho - Exclamó el segundo de aquellos hombres - No creo que sea capaz de matar ni a un sólo Alba Dorada a como estaba la última vez que lo vi.
— Dicen que se la vive en la cantina del centro de Última Frontera - Aseguró al primero - Ese pobre pueblo dejó de ser un sitio seguro hace bastante.
Lucy pretendía acercarse más a ellos para escuchar, pero Gavin la jaló suavemente del brazo, pidiéndole que se fueran de una vez. Sin embargo, fue inútil: Lucy caminó hacia donde estaban aquellos dos hombres, fingiendo querer comprar semillas para escuchar mejor su conversación.
— ¿Y crees que sea cierto?
— ¿Qué cosa? - Preguntó el primero de aquellos dos hombres.
— Que la patrona lo haya vuelto a contratar. Dicen que ayer estaba presumiendo de para la próxima semana, iba a tener suficiente para invitarle una jarra a cada persona en el bar. Ya sabes que la patrona paga bien a quienes hacen sus encargos.
— No voy a trabajar para la patrona - Sentenció tajantemente aquél hombre - Todos sus sicarios acaban muertos o en las rejas.
Lucy había escuchado suficiente: al parecer, un pistolero borracho andaba en su pueblo buscando a quién matar y, sin contarla a ella y a su primo Lenny, no se le ocurría quién más podría ser el objetivo de ese tal Billy el coyote. Detrás de ella, Gavin tecleó rápidamente un mensaje para Lenny: Lucy ya sabía del sicario que andaban buscando.
— ¡Apúrate! - Lo apremió Lucy - ¡Tenemos prisa, Gab!
— Entonces... Billy el coyote - Murmuró Lalo.
Lenny lo había mandado a dar la vuelta por el pueblo para averiguar qué lugares frecuentaba aquél matón. A Lalo no le hacía mucha gracia ser el subordinado de uno de sus empleados, pero la situación lo ameritaba: además, si no lo hacía él, probablemente nadie más se encargaría de ello.
Sin embargo, le pareció ver una silueta recorrer uno de los callejones en la parte más alejada del pueblo. Dejándose llevar por su instinto, echó a correr tras la sombra de aquél hombre anónimo, lamentándose de no traer su arma eléctrica consigo. Si no mal recordaba, al girar a la izquierda después de esa esquina...
Callejón sin salida. De cara contra una de las paredes del pueblo, estaba aquél anónimo hombre, de espaldas a Lalo, pensando en si saltarse aquella barda de dos metros y medio de alto.
— ¡Las manos arriba! - Gritó Lalo - ¡Agente Eduardo Izquierdo, de Alba Dorada! ¡Detente ahí!
— Detente tú - Contestó el desconocido, sin levantar las manos ni un centímetro - Soy el agente Matarife y a menos que... ¿Lalo?
El hombre se dio media vuelta rápidamente y, tras observar detenidamente a Lalo por alrededor de dos o tres segundos, se acercó lentamente a él.
— ¿Estás vivo? - Preguntó Lalo al ver al presuntamente fallecido Keith May caminar hacia él.
— Sólo por fuera - Se burló Keith antes de abrazarlo a modo de saludo - ¿Qué haces aquí?
— Billy el coyote - Soltó Lalo, como si aquello explicase todo. Para su sorpresa, lo hizo.
— Yo también vine a ver si lo encontraba. No pensé que fuera tan peligroso, pero...
Keith le hizo señas para que lo siguiera: Lalo se rascó la cabeza, sin poder creerse del todo que el chico al que todos vieron morir en pleno asedio de La Ciudad, hace ya varias semanas, estaba vivo y coleando. Recorrieron un par de calles más hasta llegar a la otra cantina del pueblo, esta en la periferia y no cerca del centro.
Habían sacado a rastras a un hombre, ya muerto, para tenderlo a plena calle, sobre el empedrado. Una mancha de sangre indicaba que lo habían sacado de la cantina y otra, más abundante, les hizo saber que llevaba ya un rato desangrándose sobre el piso.
— Lo hizo el coyote - Afirmó Keith - Es buen tirador por lo que veo. ¿Sabes si Lucy está a salvo? Lenny no piensa permitir que se entere de que estoy vivo... sinceramente, quizá sea buena idea "mantenerme muerto" un rato, ¿sabes? Es decir, disfruto siendo El Matarife y todo eso.
Lalo sabía de las historias sobre un justiciero que aparentemente iba por ahí matando gente en el norte del país. Jamás se le habría ocurrido que sería un miembro de Alba Dorada y mucho menos que fuera Keith empleando un alias. Sin embargo, ahí estaba junto a él, colaborando para ayudar a atrapar a un pistolero alcohólico y con un patrón aparentemente anónimo.
— Tendremos que ver si le sacamos quién le ha estado pagando. No creo que Lucy sea su primera víctima, ¿sabes? Probablemente ha estado limpiando la zona de ex-agentes de Alba Dorada y quiera ir por Lucy.
— Quizá intente interrogarla - Señaló Lalo - Es decir, pueden creer que sabe cómo llegar a Kai. Recuerda que desapareció poco después del asedio y nadie supo a dónde se fue.
Keith gruñó. Al parecer, la mitad de los héroes del asedio había adquirido la mala práctica de desaparecer de la vista pública, él incluido. Incluso Lucy había optado por dejar totalmente de lado Alba Dorada y rehacer su vida sin involucrarse con ellos.
— Bueno, como sea. Mañana en la mañana buscaremos a Billy el coyote. Prefiero eso antes que se nos adelante y vaya él por Lucy.
Lalo asintió: a eso había venido, después de todo.
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