Capítulo 2- Patrick kim
Esa misma noche me decidí conocer más al señor Kim, cómo se hacía llamar, ya que ahora era mi invitado, pero cada vez que él hablaba me demostraba que era una persona bastante... el término creo que más se apegaba era "sorprendente" ya que conocía la poesía, libros occidentales entre otros y él había sido un estudiante de medicina que apenas logro completar el segundo año en el extranjero, pero en Corea había estudiado letras en su niñez hasta que la presencia japonesa se volvió más fuerte a medida que los años pasaban y se tuvo que ir cuando tenía quince años, debido a que los estudiantes en los colegios exigían más presencia militar y su padre no estaba de acuerdo con todo esto.
Al regresar, hace casi dos años no se imaginó que todo iría de mal en peor. Su rostro hacía ver que era bastante mayor que yo y se notaba, actualmente ya tenía veintidós años casi que ese año cumplía los veintitrés y era una edad donde ya debía estar comprometido para heredar su legado famiiar, pero él era bastante inteligente y proveniente una familia bastante rica Coreana, por sus relatos eran personas acomodadas que vivía al otro extremo de la ciudad y mientras más hablaba de él, más curiosidad me daba conocer su historia y saber todo lo respecto a su vida.
No era un secreto que me sentía curiosa ante tal persona, tal vez posiblemente era la adrenalina de conocerlo... no podía ser otra cosa.
Aunque lo que me contaba no era para nada alegre ya que sus padres habían muerto y su hermana menor había sido raptada por las tropas militares Japonesas, él seguía investigando donde estaba Para rescatarla. ¿No era asombroso? Esto me pareció lo mas noble ya que también ponía en peligro su vida y me hacía sentir completamente cómo en una radionovela prohibida.
Todo por la libertad, por la de su hermana... sintiendo fascinación por todo lo que él contaba a pesar de ser una historia trágica, era algo realmente que sorprendía cómo alguien lo daba todo...
****
Al día siguiente, despierta reflexionado lo ocurrido el día, aún mi corazón latía con fuerza, me sorprendió lo occidental que se comportaba frente a mi, además de ser bastante amable y educado era una forma distinta a cómo conocía a los Coreanos y mucho menos a los japoneses, esa primera noche solo busque una cosas rápidas en los baules que tenía mi padre para darle algo para pasar el tiempo, pero ya hoy iba a buscar más elegí unos pantalones y unas camisas con el puño gastado un poco para que mi padre no se diera cuenta de su falta.
Esa noche habíamos creado una regla y era qué antes de entrar a la habitación, debia tocar la pared varias veces para anunciarme y cada golpe tenia su significado:
"Dos veces:Sola, tres veces: compañía" esa regla importante fue nuestra última conversación antes de despedirnos.
—. Señor Kim — le susurraba mientras tocaba la pared anunciandome, luego de unos minutos Patrick salió del escondite. Recogiendo mis cosas lo observé sonrojada, pero tenía que lucir firme y nunca temblar ante lo desconocido.
—Son las 6 am, si tienes que ir al baño Anda— le señalé la puerta—, acá te dejo comida y a un lado... una botella vacía... Por si tienes que hacer.. Ya sabes— tosi incómoda señalando la borella y sonrió al verla — Yo tengo que ir a clase,ten cuidado cuando papá esté en casa, aunque se la pasa en el estudio, muchas veces viene acompañado de soldados, así que cuídate. Yo vendre en la tarde.
Entregándole todo, él me observó con sus grandes ojos a pesar de tenerlos rasgados, le entregue los pocos insumos y sonrió de lado.
Aseado permitia que se apreciera mucho mejor sus rasgos, El señor Kim era un hombre apuesto, aunque me llevaba unos años la guerra lo había convertido en un hombre maduro y de apariencia mucho mayor de sus veintitrés años. Él tenía una mirada triste y cansada con grandes ojeras debajo y además de su cabello largo y negro de forma ondulada caía por sj frente, pero lo que me perturbada e inquietaba era su barba y su bigote disparejo.
Tenía que hacer algo con eso en un futuro.
Esa barba extraña no era tupida, simplemente eran algunos lugares si y otros no, pero luego me ocuparía de eso. Pero no dejaba de observarlo y que cada vez que lo veía mi mente solo pensaba que era bastante apuesto para ser un asiático, él tenía su toque.
Vamos, no me gustaba cómo esposo, pero no podia negar que sus ojos eran grandes y alargados a la orilla, y que cuando sonreía se le formaban unos hoyuelos a los lados, tampoco negaría qué su cuerpo estaba bastante ejercitado, por lo qué podía decir que era un hombre tanto de intelecto cómo de físico lo que significaba que no era macho común dentro de su circulo social.
Él era una sorpresa, de casi 6 años mayor que yo tanto en conocimientos y en edad pero no me trataba como una niña ni como una mujer, era como si fuera un igual a él, me veía cómo a un muchacho más.
Saliendo del baño secándose su cabello con la camisa algo desabrochada frente a mi se adentro al fondo del escaparate y lo detuve.
-¿ estarás bien?— Pregunte preocupada y sólo sonrió de lado.
- me las he visto peores.— respondio entrando con agilidad por la compuerta de madera.
La puerta se cerró frente a mi y mis labios se fruncieron, " adiós." me despedí en mi mente hacía el colegio.
Camino a clases y era cómo si nada hubiera cambiado en mi vida, solo que esta vez sabía que alguien me esperaba al llegar de mis lecciones de historia japonesa, canto, ingles, francés, en un colegio para señoritas internacional.
En clase solo eramos unas catorce chicas y yo era una de las mayores del grupo, cuando llegue a este lugar; aproximadamente contabas unas cincuentas y en cada salon dentro de la escuela habían más chicas, pero ya nós faltaba dos años para terminar los estudios y dudaba que alguien llegara a esa meta.... no era para ser pesimista, pero incluyéndome seguía dudando.
El grupo de chicas Coreanas mayores ya no existía. , la guerra tocaba la puerta de los extranjeros y los pocos que podían ver clase eran las jovencitas japonesas hijas de altos cargos de gobierno. Solo ocho de mis compañeras en lo menos de dos meses ya se habían casado y había estado en tantas bodas seguidas que ya ni sabia quienes se casaban sin importar la raza o color.
Pero ese dato era igual, tambien me daba cuenta que todas mis compañeras asiáticas compartían el mismo estilo sin importar que sean coreanas o japonesas: Pequeñas y delgadas cómo si fueran dibujadas por un ángel. Ellas caminaban con tanta elegancia cómo si flotarán por las baldosas y frente a ellas me veía torpe usando el cabello salvaje, que si el quería a veces estaba ondulado, mientras que ellas tenían hermosas melenas de negro azabache y peinado con fragancias florales, y en clase sobresaltaban aquellla melena despeinada de rizos color zanahoria.
Mi apariencia diaria lucia descuidada frente a mis compañeras refinadas que solo bordaban y cosian en su tiempo libre, debido a las tareas del hogar se notaba cómo había descuidado mucho el dedicarme a peinarme y arreglar todos los días aquellos rizos rebeldes y simplemente lo tejia o lo dejaba suelto.
Siempre me comparaba con ellas, más que fijarme en mis clases notaba cómo mi piel era rosada y si tenía mucho contacto con el sol aparecían pecas por mi nariz, y en mis hombros pecho estaban presentes acompañandome, a diferencia de mis compañeras o mejor dicho comparandome con mi hermana que había sido la muñeca de toda la familia: con cabello liso y amarillento, con ojos enormes azules y piel pálida donde no sufría de las pecas y su maldición.
Eran los complejos de mi niñez que me hacía compararme con todas las adolescentes o con mi hermana, había sido una niña gorda desde siempre, pero con el conflicto de la tensión politica había adelgazado bastante de peso pero siempre conservaba las caderas un poco gruesas y mas relieve en mis pechos en comparación con mis compañeras o la profesora.
Todo era una rutina, al finalizar la clase de geografía todas nos levantamos y arreglamos nuestras cosas para salir de clase y caminar a casa. Mi día era ese, clases, comprar algunas cosas eran mis tareas diarias, pero muchas veces cómo el día de hoy cambiaba de ruta y me iba con alguna compañera para no caminar a casa. Mi compañera de turno era una chica llamada Adele; una francesa que su padre distribuía entre los japoneses perfumes y últimos artículos de moda en Francia de contrabando, y gracias a eso podian costearse su estilo de vida extranjero. No era que ellos estuvieran en contra de la invasión en éste país, eran más bien conocidos por ser pro- japoneses y aunque nuestra relación no se consideraba como amigas ni eramos cercanas solo era una compañera mas que quedaba en mi salón de mi edad.
- Adele.¿ Alguna vez te ha gustado algún coreano? ¿O japonés?— Pregunte mirándola somrojada.
No sé en qué momento se me ocurrió hacer esa pregunta, pero ella levantó su vista de la lectura y sonrió.
-¿ te gusta un amigo de tu padre?— Pregunto ella con picardía riéndose.
-¡no!— negué nerviosa apenada sacudiendo mi cabeza de lado a lado—, Simplemente te preguntaba... No me gustan los soldados. Son...-
-¿ muy bajitos? —Agregó adele riéndose yo me cubrí los labios para sonreír por eso, ya que ella incluso era mas alta que yo por lo que cualquier ciudadanl promedio seria "muy bajo" para ella—, enserio no me mires asi señorita Walker, lo son y ya ellos están casados.. Y los solteros son patéticos— me dijo llena de vanidad — es mejor estar con los de nuestro ... tú entiendes— respondió con un guiño.
En verdad, ella tenía razón por lo que decía y suspiro.
- Los bebés mestizos son.. Patéticos— se burló y la vi sorprendida.
Yo me reí incómoda por su comentario ella simplemente era asi, clasista desde siempre, sus padres tenían eso en su forma de ser, siendo franceses que vivian en un continente que no era de ellos. Al dejarme luego de esa incomoda charla, observé la fachada de mi casa y mire el jardin del frente y vi el automovil de mi padre.
Siento la sangre congelada y corrí nerviosa hacía la sala de visitas dónde estaba sentado leyendo el periódico sin importancia, por lo que suspiré aliviada.
- ¿me esperabas? —Pregunte sonriendo tratando de disimular la sorpresa de verlo tan temprano en casa, me sonrió ampliamente al verme cómo si sabía que mentía.
- por supuesto mi princesa.. ¿No hiciste muchas travesuras en mi ausencia ?¿ tuviste miedo?
Yo negué, con la cabeza orgullosa y me levanté firme.
- ordené tus cosas, la casa, las sábanas... tienes que comprar más ropa, padre. Todas tus piezas del armario diario estaban gastados, ¿que dirá la gente?—Agregué avergonzada.
- ¿incluido el kimono se encontraba en mal estado?— agregó sorprendido y yo negué.
- uno de ellos está bien, algunas cosas las guarde en mi habitación, porque quiero aprender costura y si lo logró, Puede ser un punto bueno para mi matrimonio— dije sonriendo.
Esa mentira serviría por si veía cosas que faltaban, había pensado en el futuro, por lo que me alababa en mi mente.
"Muy buena mentira daphne, Buena mentira.." pensaba alagandome.
- entiendo mi princesa— me afirmo con una sonrisa—,por cierto Daphne, vendrán el comandante Akita y los demás, seran acompañados por dos anfitrionas. Recuerda ordenar la comida para la cena y acomodar la habitación de las chicas—
Apretando los puños traté de mantener la compostura y sentía mi corazón latir con fuerza y mi boca tembló...
- entiendo, papi... Lo haré— respondí con dificultad.
****
Mi vida en casa era otra rutina, entre calentar la comida que nos dejaba la señora que trabajaba y poner la mesa, después de servirle la cena a mi padre en la mesa, subí a comer a mi parte en la habitación. No tenía mucha hambre, y mi parte se la entregue casi toda al señor Kim, desanimada por todo lo que ocurriria lo observe comer en silencio y yo sólo me fui a dormir.
Me miraba extrañado por mi silencio en comparación a la noche anterior, entrando a su escondite; al otro día lo desperté.
La misma rutina decidí hacerlo mas temprano y con las navajas de afeitar en mi mano, necesitaba distraer mi mente con algo y al menos no cortarle la yugular era una forma de distraerme.
—sabes, en unos dos días...Vendrán unos amigos de mi padre, son japoneses.— confesé mientras lo afeitaba.
- yo puedo hacerlo, te dije que yo puedo hacerlo solo— repitió nuevamente tratando de quitarme la navaja de mis manos y yo le sonreí y negue
—Estoy acostumbrada, cuando mi papá no quiere hacerlo yo lo hago por él... es mejor que ir a un barbero..— dije mientras lo llenaba de crema en el rostro, masajeandolo para que los poros se abrieran sonreí.
Y era cierto, mi padre prefería morir por mis manos inexpertas, qué de un barbero anti-Japones que preferían morir con honor fusilados que atender a un "pro-japones".
- "tal vez si estornudo...", Tú cuello...—aquélla broma no suavizaba tanto el ambiente, le sonreí por el reflejo en el espejo y Patrick levantó la mirada sobresaltado.
- es una broma —dije mientras seguía afeitandolo y golpeando la navaja en el bol para limpiar los restos de vellos—, me sacaba de quicio verte así, odio las barbas desprolijas y tienes un bonito rostro, pienso que deberías ser actor de teatro—le señale con una sonrisa y él arrugó el rostro... — señor Kim, respecto a los japoneses... —me acerqué a su oído sobresaltandolo— Por favor Señor Kim: no salgas, ni hagas alguna locura... Esta vez, hazlo por mi —agregué con firmeza.
Aquella firmeza que por más trataba de sonar con fuerza, mi última frase era con miedo, miedo de no caer de las manos de un soldado japonés.
Observando mi reflejo mientras yo seguía afeitandolo, me sostuvo de la muñeca y apartó mi mano de la navaja de afeitar.
— te veo distinta — confesó preocupado. Sus manos duras sostenían mi muñeca, bajándose y palmeando mi mano. Sin saber que decir, sólo le sonríe incómoda y tragué en seco.
- Estoy bien la verdad, no te preocupes solo deben ser..." mis hormonas"— murmure avergonzada, sonriendo llena de nervios e incomodidad.
Después de terminar de afeitarlo y verlo comer. Él regresó al pequeño refugio; al verlo estar adentro y ya seguro de cualquier infortunio, me dirigí a clases, con mi vestido blanco que danzaba con la brisa de primavera, pero con pensamientos pesados que se repetía aturdiendo mi mente, haciéndo ruidos una y otra vez con aquél agobió que me aturdia.
"Otra vez tendremos visitas", limpiando el sudor de mi rostro con un pañuelo estaba nerviosa por mi futuro y deseando por un momento que mi clase aburrida jamás terminara.
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