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9._Piano


Que Bills tocará el violín era tan raro en público como en privado. Muy pocas veces la gente tenía la oportunidad de escucharlo. Cuando aparecía en esa u otra festividad lograba congregar una gran número de personas que esperaban silentes a que el artesano iniciará su breve y exclusivo concierto. Mary no se acercó demasiado al escenario, pero desde su ubicación pudo observar bastante bien a Bills aparecer, con un traje azul oscuro y camisa blanca, cargando un violín con un color entre el rojo y el café. Parecía antigüo o eso le pareció a la mujer que puso en él toda su atención. Bills la vió, le miró, pero su concentración estaba puesta en su instrumento.

Todo el lugar se silenció. Hasta los vendedores callaron. Las luces bajaron un poco dejando la ilusión de que él flotaba en la oscuridad rodeado de luciérnagas. El violín de Bills sonaba diferente. Él tocaba distinto a lo que se oía en esas tierras. El sonido era misterioso, oscuro, seductor; transportaba a otra tierra. A un sitio lejano en algún lugar del medio oriente. A una noches estrellada en el desierto o a una caravana desplazándose a la luz del alba. Al menos así se sintió Mary que quedó embriagada por aquella melodía, pero también por él que se vio muy diferente a como ella lo venía observando. Más solemne, más sereno y profundo como el fondo del océano. Un poco más atemorizante también.

—¿Cómo produce ese sonido?– se preguntó Merus, en voz baja. Estaba al lado de Mary— El de Whiss se oye diferente...

—Es porque Bills cambió la afinación a las dos primeras cuerdas a re y sol– le explicó Mary viéndole amablemente– También se consigue bajando la afinación de todo el instrumento– agregó volviendo su vista al escenario.

–No sabía eso– murmuró– Aunque en realidad de música no sé mucho– admitió y se quedó viendo el rostro de Mary que no despegó sus ojos del escenario hasta que Bills terminó su presentación.

–Es bueno– admitió Mary con preocupación—Demasiado bueno– reiteró aplaudiendo como todos los demás, pero en su rostro había una ligera aflicción– Estoy segura que cuando me oiga tocar me querrá echar a patadas de su casa, del pueblo y del país.

– No creo que el señor Bills llegué tan lejos– le dijo Merus y ella le miró– No tiene autoridad para expulsarla de la nación.

– No me animes tanto Merus– le dijo Mary cruzando los brazos. Él se sonrió divertido por primera vez desde que ella lo conocía.

Bills se preparaba para tocar la segunda y última pieza que pensaba interpretar esa noche. Y como esa mujer arrogante que se había atrevido a desafiarlo estaba ahí le hizo una seña al maestro de ceremonias para que se acercara. Le habló al oído y un instante después el hombre hacia un anuncio. El célebre artesano de violines le dedicaba esa pieza a la señorita Mary que estaba de visita en el pueblo.

–¿Qué?– exclamó la pobre mujer al oír eso y obtener algunas curiosas miradas.

–Para la señorita Mary...El trino Del Diablo de Giuseppe Tartini interpretado por el señor Bills... Que lo disfrute.

Mary tenía ganas de dos cosas: que se la tragara la tierra y que por favor ese tipo no la estuviera mirando más tiempo. La mirada que Bills posó en ella se torno tan punzante como el extremo agudo de un alfiler, sin embargo, pronto se apartaron de ella y por los casi quince minutos que tomó esa interpretación solo volvieron a mirarla en un par de ocasiones. Mary, un poco arrogante, permaneció oyendo la melodía en el mismo sitio donde recibió el anuncio. Merus se quedó a su lado, muy atento a Bills. Algo en esa dedicatoria no le gustó. Le provocó una sensación de recelo. De haber sido un gato la espalda de Merus se hubiera encorvado y el pelaje erizado. 

–¿Sabias que hay una historia muy peculiar detrás de esa sonata?– le habló Mary a Merus mientras oía a Bills tocar– Se dice que una noche Tartini soñó con el diablo y entre otras cosas el joven compositor le dió su violín para que tocará y para su sorpresa el diablo lo hizo.
La música que Tartini oyó fue tocada con tanto arte e inteligencia que se sintió encantado, transportado, hechizado. Al despertar quiso retener al menos una fracción de lo que había tenido el privilegio de oír. Hoy en día está sonata se considera una obra maestra, pero para Tartini nunca fue más que una mediocridad en comparación a lo que el diablo tocó para él...

– ¿Usted cree que esa historia sea cierta?

–Nunca he podido creer del todo en lo sobrenatural– le respondió Mary.

–Hay muchas cosas misteriosas en el mundo– le habló Merus– Hace veinte años mi hermano Whiss sufrió un grave accidente que dejó su brazo derecho totalmente inmovilizado. Los médicos dijeron que si el deterioro aumentaba sería mejor amputarlo. Entenderá usted que para un músico eso es...— Merus se interrumpió, se frotó el cuello y se quedó pensando un momento– Yo era muy pequeño en ese entonces. Whiss se había ido a la ciudad, volvió muy deprimido después de ese incidente. Recuerdo que se lo pasaba encerrado en su habitación...

La interpretación de Bills había terminado y Mary volvió a él su atención aplaudiendo. Bills que notó ella había estado charlando con Merus se mostró medio indiferente, medio ofendido a lo que ella le respondió sonríendo.

– No le caigo bien– murmuró Mary y luego le propuso a Merus volver con Whiss. El chico estuvo de acuerdo, pero dio una última mirada al artesano antes de que esté dejara el escenario.

Mientras caminaban de vuelta el puesto de comida, Merus le relató la historia completa del accidente de su hermano a la mujer. Cuando Whiss tenía quince años dejó el pueblo para irse a vivir a la ciudad. Siempre había soñado con vivir en la capital y estudiar música en un prestigioso conservatorio. Algo que logró, pero cuando estaba por cumplir dieciocho años tuvo un accidente automovilístico con unos amigos. Él fue el más perjudicado de todos. Su brazo casi se desprendió de su cuerpo y aunque pudieron restaurarlo el daño en los nervios era muy grande y por poco lo perdió unos meses más tarde. Si bien consiguieron salvar su extremidad ese brazo quedó inutilizable por lo que Whiss no podría volver a tocar un instrumento musical en su vida. Deprimido regresó al pueblo y fue por esa época que conoció a Bills que acababa de mudarse allí. Él y el artesano formaron un fuerte vínculo debido a su gusto por la música, imaginaba Merus. Whiss comenzó a ayudar a Bills en el taller y poco a poco comenzó a mostrar una mejoría en la movilidad de su brazo y en menos de un año estaba tocando el piano otra vez.

– ¿El piano? Pensé que el instrumento favorito de Whiss era el violín– comentó Mary.

– Sabe tocar muchos instrumentos, pero el piano siempre fue especial para él. Mamá lo tocaba y Whiss es muy parecido a ella– le explicó Merus.

– Tú no la recuerdas ¿verdad?– le preguntó Mary. Merus la miró intrigado.

–No. Ella falleció poco después de que yo naciera– Mary le dió una sonrisa, él continúo su historia diciendo que la recuperación de Whiss fue un milagro.

– Sí que suena a un milagro. Pero siempre he pensado que todo eso que llamamos milagro, magia o qué sé yo... no es más que parte de nosotros. Una parte de este mundo que todavía no logramos entender.

–Para las personas como usted lo sutil resulta un tanto incomprensible– le dijo Merus.

–¿Personas como yo?

–Personas de pensamiento lógico– explicó Merus– Recuerdo su razonamiento ante el comisario cuando el señor Bills la estaba acusando de apropiarse del violín blanco. Fue... fue un razonamiento muy lógico. Es el tipo de razonamiento que requiere un buen detective o un buen agente de policía.

–Alguna vez me interesé por la criminalística, pero no era para mí– le confesó Mary poco antes de llegar al puesto de comida donde se suponía debía estar Whiss, pero no había nadie ahí.

Un poco extrañados los dos lo buscaron por los alrededores, sin encontrarle por ningún lado.  Whiss con sus dos metros de alto y ese peinado que le echas encima otro medio metro no era difícil de ubicar. Cuando estaban por volver al puesto de comida, una mujer comenzó a gritar que le habían robado y el asaltante paso muy cerca de ellos. Merus partió detrás de él diciendo a Mary que lo esperara allí por lo que la mujer, un poco perdida, regreso al puesto de comida y se pidió un refresco barato, pero el señor le dijo que el joven que andaba con ella le había dejado pagado una bebida grande más unos bocadillos.

–Gracias– le dijo Mary al recibir la comida. Tenía hambre. No iba a rechazar la gentileza de Whiss– ¿De casualidad no le dijo donde fue o a que hora volvería?

–Lo siento. Tu novio no dijo nada. Estaba aquí conversando con unas turistas– dijo eso con una mirada medio maliciosa– Después pagó la comida y se fue.

Mary se sonrió medio incomodada. Supuso que con lo delicado que él era, fácilmente podía ser de esas personas que eran incapaces de usar un baño que no fuera el suyo y estando su casa tan cerca bien pudo ir allí pensando en volver pronto. Sí había dejado apagada la comida y él mismo les había dicho que los estaría esperando allí era muy probable que volviera. Ella solo tenía que aguardar su retorno. En ese momento el que en verdad le preocupaba, a la mujer, era Merus. Ese chico tenía un enorme sentido del deber. Sentada en el taburete, de cara hacia donde estaba el escenario, Mary permaneció largos minutos hasta que oyó una voz familiar a su lado.

–Quiero una porción de papas grande, tres brochetas, media docena de frituras de pollo, cuatro fajitas y una cerveza grande de la oscura– le dijo Bills al vendedor. Mary se giro a él viéndole con curiosidad.

–¿De casualidad sufre de ansiedad?– le preguntó la mujer Bills la miró molesto.

–Eso no es asunto tuyo– le respondió Bills.

–Con lo nervioso que es yo diría que sí– murmuró Mary y puso la pajita de su refresco en su boca.

–Ese no es tu problema– exclamó un poco molesto– Mujer con déficit de atención...

– Escuché su interpretación. Gracias por dedicarmela– le respondió Mary sonriendo– Es usted un excelente concertista de violín.

Bills miró al frente apoyando su rostro en su mano.

–Eso lo hice para que sepas lo exigente que seré contigo cuando vayas a tocar para mí– le dijo cerrando los ojos como para acentuar su desdén.

–Sí recuerda que soy un principiante y que por tanto es imposible que alcance un nivel que se pueda considerar...

–Si no consigues tocar de manera decente ese violín, que por cierto es uno de los que yo hice, no te voy a vender las cuerdas para el otro que tienes en tu poder– le dijo severamente justo al recibir su porción de papas fritas y jarra grande de cerveza.

–Intransigente– murmuró Mary a lo que él no contestó. Estaba feliz con su bebida y comida.

–Ese violín blanco que tienes ...¿En cuanto lo venderías?– le preguntó súbitamente.

–Ya le dije que no es mío– exclamó la mujer.

–Pero estoy seguro lo sera– le dijo girando su cabeza a ella. Tenía un poco de espuma de cerveza alrededor de la boca– Whiss me contó toda la historia– señaló logrando que ella frunciera el ceño– Ese viejo tío tuyo prometió darte el violín una vez muera. Así que ponle un precio.

–¿Qué obsesión tiene con ese violín? Seguro puede hacer otros.

–Cada una de mis piezas es especial y diferente a las demás. No hay dos violines que suenen igual– le explicó– Pero ese tenia un gemelo que se perdió hace mucho tiempo. Se lo vendí a un concertista y el infeliz lo olvidó en un tren. No voy a permitir que este termine igual.

–Bueno... sí tanto le interesa y es tan valioso para usted haga una oferta– le dijo Mary– Yo la consideraré– agregó sonriendo mientras él metía la mano en las papas, viéndola con recelo.

–Cinco millones– le dijo.

Mary quedó con una expresión algo boba. Obviamente los violines que Bills fabricaba valían una fortuna. Había estado investigando y el precio no bajaba de los tres millones hasta los cuatro. Pero jamás se imaginó que le ofreciera cinco con tanta facilidad. No parecía un tipo rico. Su casa se veía modesta y él vestía bien, pero no llevaba ropa de marcas de renombre.

–Nadie te pagará más que yo– añadió con seguridad.

– Estoy segura que no, pero me parece del mal gusto estar haciendo esta negociación mientras mi tío...

Bills se encogió de hombros y volvió su atención a la comida. Ella no volvió a hablar quedándose viendo hacia el cielo. De reojo él le miró los hombros y el muslo que había quedado al descubierto.

– Si quiere me saco el vestido– le dijo Mary al ver donde Bills estaba viendo.

Él le iba a contestar, pero en ese momento subió la mirada por encima de la cabeza de ella. Un instante después Mary sintió unas grandes y ardientes manos sobre sus hombros.

–¿Te hice esperar demasiado?– le preguntó Whiss inclinandose para descansar el mentón en el hombro de Mary– Lo siento tuve que ir a casa un momento ¿Dónde está Merus? Ah, buenas noches Bills...

–Buenas noches– le respondió el artesano viéndolo con frialdad.

Mary le explicó que había sucedido con su hermano, sintiendo una sensación rara al tener a ese tipo encima de ella. Whiss se lamentó porque según él si su hermano atrapaba al asaltante tendría que ir a la comisaría a hacer un reporte y estaría ahi al menos dos horas. Por ello sugirió continuar el paseo solos. Mary aceptó. Todavía era temprano y quería disfrutar del lugar, aunque también se lamentó por la suerte del chico. Despidiéndose de Bills dejaron el lugar. Cuando se habían alejado lo suficiente internándose entre los puestos, Whiss cubrió a la mujer con el abrigo que esta le había dejado a cuidar.

– Debes proteger tu piel. El frío la puede resecar. Eso hace que pierda elasticidad...

– Si, bueno la cuido bastante con productos naturales...

– Se nota. Tu piel está como para llenarla de caricia...– le dijo con un tono muy serio y tomandola de la mano para ir a mostrarle más de ese lugar.

A la mañana siguiente Merus, que había conseguido atrapar al asaltante y se tuvo que quedar en la comisaría un buen rato, se levantó temprano para volver a su labor. El desayuno estaba en la mesa. Whiss había comprado algunos productos en el mercadillo. Él no estaba en la cocina, pero no había dejado la casa. Le habló desde el cuarto de música donde estaba revisando su piano blanco. Con las mangas de la camisa hasta los codos y en la frente cubierta de una delgada capa de sudor, Whiss contemplaba las cuerdas.

–Solo falta una– se dijo y fue hacia la cocina para desayunar con su hermano y disfrutar de los bocadillos que compro la noche anterior.

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