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10._Beso


El último día de la fiesta de la cosecha los policías estaban repartiendo volantes con las fotografías de dos mujeres extraviadas. Se trataba de dos turistas extranjeras que además eran hermanas que fueron vistas la primera noche de la festividad en aquel pueblo y no regresaron a su hotel en una localidad cercana. La mayor tenía cuarenta años y la menor veintiocho. Los lugareños y visitantes recibían los volantes, pero la gran mayoría terminaban en el piso siendo pisoteados o barridos por el viento de estación.

Esa última jornada Mary estaba en el festival en la compañía de Whiss. Esa noche estaba muy helada, por lo que ella vistió pantalón y su delgado abrigo que contrastaba con el de su acompañante que observaba casi embelesado la última etapa del concurso de tarta de calabaza. Merus era parte del contingente de seguridad del festividad y Bills era uno de los jurados del concurso.

–Bills parece alguien muy célebre por aquí– comentó Mary viéndole en la mesa de los jueces. El tipo hacia una cara de desagrado después de probar una tarta.

–Lo es–afirmo Whiss viéndole casi que con envidia– Y estás festividades son el momento ideal para recordarnoslo– agregó.

–Tú y él son amigos ¿Por qué no te acercas y le preguntas si te consigue una buena tarta?

–Porque si es posible conseguir alguna se las dejara para sí. Es un ser muy egoísta– le respondió Whiss e hizo un gesto algo infantil con la boca que hizo reír a Mary.

–Sera mejor que vayamos a otro lado o terminarás por inundar este lugar de lo mucho que se te está haciendo agua la boca– le dijo la mujer y lo tomó del brazo para hacerlo andar.

–No puedes culparme por eso– le respondió Whiss– Esas tartas se ven deliciosas– Mary se sonrió– El señor Bills es tan afortunado... Tiene la oportunidad de probar comida exquisita y de que una linda chica cocine para él.

–¿Eso fue un reproche?– le consultó Mary sin mirarlo a la cara.

–Hubiera sido lindo que te ofrecieras a cocinar para mí– le respondió Whiss.

–Si eso querías solo tenías que pedírmelo– le dijo Mary que por poco es golpeada por un farol que colgaba de la mano de un hombre en zancos que paso junto a ella.

Whiss logró moverla a tiempo y juntos se quedaron viendo a los artistas pasar haciendo malabares y acrobacias. Era la última jornada de la fiesta de la cosecha por lo que todo estaba siendo a lo grande. Whiss le contó que arrojarían fuegos artificiales a la media noche. Mary quería verlos así que habló con la dueña del hostal para no limpiar la cocina en esa oportunidad. A regañadientes la mujer aceptó.

Al retomar su camino Mary recibió uno de los afiches de la policía. Las mujeres en la fotografía se le hicieron un poco familares, pero no le dió importancia guardando el afiche en el bolsillo de su abrigo. Caminó junto a Whiss un rato. Iban charlando animadamente, aunque a veces caían en largos silencios. Silencios que no eran incómodos. Durante esos lapsos no tenían nada que decirse. Vieron a Merus a la distancia, pero no se acercaron para no interrumpir su trabajo.

Unos niños que andaban corriendo por ahí pasaron entre Whiss y Mary haciendo que está última derramara sobre su ropa la bebida que había comprado. La mujer no solo quedó empapada sino también salpicada de trozos de frutas y en vista de eso, Whiss le propuso ir al hostal para que se cambiara a lo que ella respondió que no le quedaba más ropa limpia que esa, pues por estar cocinando para Bills, tomar las clases con él, practicar con el violín y limpiar la cocina de esa casa se veía con el tiempo muy limitado y la lavandería del hostal siempre estaba ocupada.

–De habermelo dicho hubieras solucionado ese problema muy fácilmente– le dijo Whiss.

–Creo que me he beneficiado de tu generosidad lo suficiente. Un poco más y acabaré viviendo en tu casa.

–Si haces la limpieza no me molestaría tenerte ahí, Mary.

La mujer mostró un pequeño interés en la oferta. No tendría que pagar un hostal, pero prefirió no pronunciarse al respecto. Whiss le ofreció ir a su casa de todas formas, para prestarle ropa de su hermano Merus. Hacía frío y andar por ahí con la vestiduras húmedas no era buena idea. Según él tendrían tiempo suficiente para regresar a ver los fuegos artificiales si se daban prisa. Caminaron a paso rápido hasta la morada.

–¿Estás seguro de que a tu hermano no le molestará que me ponga su ropa?– le preguntó Mary al recibir la muda que Whiss había subido a buscar al cuarto del chico.

–Para nada. Espero esto te quede. Puedes cambiarte en el baño– le dijo el albino.

Mary tomó la ropa y fue a cambiarse, pero al entrar al baño la luz se cortó.

–No te alarmes– le pidió Whiss desde el otro lado de la puerta– Hace días que tengo problemas con esto. Bajaré al sótano a revisar.

–Esta bien– contestó Mary para quien la luz que entraba por la ventana del baño era suficiente.

Whiss le dió un pantalón de esos con muchos bolsillos y una camiseta que le apretaba el pecho y no le bajaba más allá del ombligo algo que a ella no le agrado mucho, pero no podía quejarse del préstamo. Cuando se estaba arreglando el cabello, un ruido la hizo ver hacia la puerta. Fue como si se hubieran caído un montón de cosas de metal o algo así. Dejando su ropa mojada en un mueble del baño, Mary salió a averiguar que había pasado. Llamó a Whiss mientras se asomaba a la cocina que fue el primer sitio en que pensó cuando oyó ese estruendo, pero él no estaba ahí.

–¿Whiss?– volvió a llamarlo en esa ocasión viendo hacia el corredor que llevaba al sótano. Las luces parpadearon para quedar encendidas– Whiss– llamó Mary otra vez.

En ese momento la puerta del sótano se abrió y él apareció sangrando del costado de la frente como del hombro derecho. Mary se le quedó viendo un poco sorprendida y tardo unos segundos en ir a ayudarle.

– Tropecé en la la escalera gracias a la oscuridad– le dijo Whiss aceptando apoyarse en ella para ir hacia la sala donde se quedó sentado mientras Mary iba por un botiquín que había visto en el baño.

–Quitate el abrigo y la camisa– le pidió la mujer al regresar con él– La herida en tu hombro parece profunda– agregó y es que lo que tenía allí parecía ser un corte. El abrigo y la camisa se habían desgarrado.

Whiss era algo mojigato en ciertas cosas y eso de medio desvestirse delante de ella le provocó un poco de rubor, pero como no quiso ir a la clínica del pueblo y Mary no aceptó se quedará sin atención, Whiss no pudo más que obedecer. Eso le permitió a la mujer ver la cicatriz del accidente. Mary no pudo evitar mirarla, pero no le prestó atención. La herida que se había hecho quedó justo sobre esa marca que en su piel azulada parecía una beta de cristal.

–Merus te contó la historia de esta cicatriz ¿verdad?– ella lo miro– No hubo sorpresa en tus ojos al mirarla– Mary asintió ligeramente con la cabeza– Ese chico es un tanto imprudente. Pero bueno, me ha ahorrado contar parte de la historia.

–No hace falta que me digas más– le dijo Mary mientras trataba la herida.

–¿No tienes curiosidad?– le preguntó Whiss como si eso fuera insólito.

–No– respondió Mary.

–¿Ni un poco?

–No– reiteró la mujer.

–Es una historia interesante– exclamó Whiss casi ofendido y Mary lo miró conteniendo la sonrisa que la actitud de ese sujeto le provocaba.

–Esta bien... cuéntame.

–Solo lo estás diciendo para no hacerme sentir mal– manifestó Whiss y apartó la mirada de ella girando la cabeza a otro lado.

–Bueno no me cuentes.

–Ay si te cuento, pero solo porque me inspiras mucha confianza– exclamó Whiss y ella acabó por soltar su sonrisa.

Whiss tuvo el accidente de coche que casi le costó el brazo, pero hacían unos años tuvo otro quizá más lamentable. Al recuperarse de la primera tragedia, Whiss no regresó al conservatorio continuando sus prácticas de manera autodidacta por unos cuantos años. Después y por sugerencia de un cercano decidió dar clases de música en un conservatorio público y por tanto con menos prestigio que los que habían en la ciudad. Pese a ello él estaba entusiasmado con impartir clases ahí y lo llevo a cabo por cerca de cinco años, sin embargo, un nuevo accidente lo apartaría de la música para siempre. Whiss ingresó a sus estudiantes a un concurso de filarmónicas. Aquella tarde se dirigían hacia allá cuando el autobús que los transportaba fue investido por un camión de carga de madera. Siete de sus estudiantes fallecieron instantáneamente. Dos de ellos quedaron imposibilitados de tocar música el resto de sus vidas y el resto convivía con aquel trauma de la mejor manera posible. Entre ellos estaba él.

Whiss tenía una tendencia a explicar demasiado y a la hora de contar historias caía un poco en el exceso de detalles, pero Mary lo escuchó respetuosamente. Pudo sentir su pesar pese a la ausencia de emocionalidad que había en su rostro como en su relato.

–Lo lamento– le dijo ella al terminar– Parece que la música solo te ha traído tragedias.

–Eso puede parecer, pero también me ha traído cosas buenas– le respondió viéndola a ella de una manera un poco sugerente.

–Buen intento...

–¿No te gusto? ¿Ni un poco?– le preguntó casi pegando su nariz a la de ella.

–Un poco– admitió Mary poniendo su dedo índice en el centro de la frente de Whiss para apartarlo.

Se entretuvieron demasiado charlando. Los fuegos artificiales estallaron en el cielo en ese momento. Mary miró hacia la ventana viendo las luces de colores a través de las cortinas. Pareció un poco decepcionada y al regresar la vista al frente, para hacer un comentario, se encontró con el rostro de Whiss frente al suyo. Los ojos los tenía cerrados y las largas pestañas que tenía le hicieron pensar a Mary en las alas de una mariposa cuando están juntas. Pero en las alas de una mariposa de escarcha. Al tomar el rostro de Whiss entre sus manos lo sintió helado. Sus labios también lo estaban. Mary correspondió el beso porque si le gustaba un poco, sin embargo, cuando sus bocas se encontraron tuvo una sensación extraña. Algo parecido a esa sensación que nos invade al levantarnos al baño en la noche o al regresar tarde a casa. Fue breve. Al llevar Whiss las manos a la espalda de Mary acabó con todo eso.

Se estuvieron besando un buen rato, pero la concentración de Whiss parecía estar más enfocada en sus manos que buscaban hacerse caminó hacia la piel de Mary. Lo lograron metiéndose bajo la camiseta, por el costado, viajando a su espalda donde pareció querer hundir la punta de sus dedos como en una superficie cremosa encontrando la estructura ósea del dorso. Whiss la apretó contra él de una forma ansiosa y separó su boca de la de ella para buscar su cuello y saborearlo como si estuviera haciendo una degustación...Se le escapó un comentario. Unas palabras melosas destinada a elogiar esa piel que esperaba conocer por completo esa noche.

Bills tenía una hermosa vista de los fuegos artificiales en el balcón de su casa, pero él estaba concentrado en su violín. En ese violín rojo que mantenía escondido a la vista de los curiosos. Tocaba La Campanella sumido en su interpretación hasta que una de las cuerdas se rompió haciéndolo abrir los ojos con un profundo disgusto.

–Era de pésima calidad– dijo en voz baja y bajando el arco como un guerrero baja la espada. Pensaba volver a dentro cuando oyó un grito del otro lado de la calle.

Una pareja que regresaba del festival se encontró con un perro que escarbaba en una bolsa de basura. Al acercarse encontraron los cuerpos de dos mujeres desolladas. En cuestión de minutos la policía llegó allí a acordonar el área. No había duda, pese a que sin la piel no había rostro. Todos supieron se trataba de las turistas extraviadas. No llevaban muertas más de dos días comentó uno de los policías. Merus lo escucho y vio hacia la casa del artesano. Bills seguía en el balcón observando. No parecía impresionado con lo que estaba sucediendo, ni nerviosa o asustado. Contemplaba todo con una expresión serena y una mirada penetrante. De pie sobre su balcón, bajo la luz de las estrellas la silueta de Bills parecía la de la escultura de un guerrero de antaño. Merus no tenía razón para sospechar de él más que su intuición y con la excusa de averiguar si alguien había visto algo se dirigió a la casa del artesano que parecía lo estaba esperando cuando él llegó a tocar su puerta.

Merus llegó muy tarde a casa esa noche. No le extraño su hermano estuviera en su cuarto. No imaginó que no estaba solo allí.
Mary dormía tendida boca abajo sobre las sábanas. Su espalda desnuda era acariciada por Whiss que la sobaba casi con manía. Los dos estaban desnudos ahí y así los encontró la mañana cuando Mary abrió los ojos sintiendo el cuerpo de Whiss pegado a su espalda y sus brazos entorno a ella. Eso la hizo sentirse un poco avergonzada y un tanto confundida, pues de algo estaba segura: entre los dos no había pasado nada. Había iniciado, pero no terminado...

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