21: Bajo agua
Roma, capital del Imperio Romano. Palacio del Emperador, 19 de octubre del año 24 a.C.
Intentó imaginar dónde podría haber ido su hermano tan temprano, pero no se le ocurría nada. Ya era cerca del mediodía y Alejandro había partido a las primeras horas de la mañana, claramente sin decirle y eso la ponía nerviosa. Su hermano tenía secretos que no estaba dispuesto a revelarle para supuestamente protegerla y también, para proteger a sus contactos, ya que era mejor que el Emperador no se enterase que tenían ayuda externa.
Apretó con fuerza la carta en sus manos, Juba le había escrito hace unos días atrás aduciendo que había tenido que enfrentar algunos "inconvenientes" y por eso, se había demorado en contestarle. Sin embargo, nunca mencionó que tipo de "inconvenientes", ella interrogó a Alejandro y él solo le dijo que había escuchado rumores de que en el reino de Numidia las cosas no estaban muy bien, pero que intentaría averiguar más.
Había algo con toda la situación de Juba que la molestaba, no solo era el hecho de tener que casarse, sino algo más. Algo le estaban ocultando y no entendía el por qué. Odiaba el sentimiento de que todos estuvieran manejando su vida y ella no pudiera tener ni un punto de decisión, solo estaba aquí encerrada mientras todos iban de un lado al otro y ella los veía pasar; todos vivían y ella solo era una espectadora.
Frustrada, guardó la carta y se dirigió a la ventana. La lluvia no cesaba y habían aparecido los primeros problemas: las inundaciones. Debido a las semanas de constantes lluvias, el río Tíber se había desbordado y muchas tierras que estaban en sus inmediaciones habían sido cubiertas por el agua. La mitad del Lacio estaba bajo agua y desgraciadamente, justo eran las zonas cultivables, así que toda la cosecha de granos se había perdido. Las personas más pobres comenzaban a tener hambre y los alimentos escaseaban, si no se solucionaba pronto, podrían comenzar las revueltas.
—Selene, ¿estás aquí?
El llamado en la puerta la hizo sonreír y la sacó del aburrimiento en el que se estaba sumiendo.
—Sí Tiberio, adelante —pronunció.
El joven romano sonrió cuando vio a Selene, pero ella notó su rostro cansado y la preocupación en sus ojos.
—¿Qué sucede? —interrogó.
Él suspiró derrotado al no poder engañarla y ella frunció más el ceño.
—¿Puedo? —cuestionó a cambio, mientras señalaba el kline* rojo que se encontraba a un costado de la habitación.
Selene asintió, pero apenas Tiberio se sentó, ella se colocó a su lado; todavía esperando una respuesta.
Él llevó ambas manos a su sien y se masajeó, intentando liberar un poco de estrés.
—Todo está tan mal —dijo de repente—. El trigo estaba a punto de cosecharse, pero todo se perdió con las inundaciones —negó con la cabeza—. Los granos que se hubieran cosechado nos permitirían pasar el invierno, pero ahora no tenemos nada. Y eso es un desastre porque un cuarto de toda la población que vive en la ciudad de Roma depende de los granos que reparte el Emperador. ¿Qué comerá esa gente? —preguntó desesperado—. La respuesta es nada y lo peor es que se terminará muriendo de hambre, ¿y sabés por qué? Todo porque el estúpido Cuestor de Annona no sabe qué hacer —terminó con bronca y dolido.
Selene colocó su mano sobre el hombro de su amigo y él la miró derrotado.
—No eres estúpido —enfatizó—. Eres el mejor Cuestor que la Annona pudo tener —Tiberio rió irónico.
—No precisas mentir para levantarme el ánimo, apesto en esto. Sé que Augusto solo me dio este puesto por mi madre, hubiera preferido continuar como Tribuno militar en Hispania —se lamentó.
—No miento, eres el mejor Cuestor por el simple hecho de que te importan las personas realmente; eres el mejor porque has pasado días angustiado intentando encontrar una solución, no para agradar al Emperador sino para que la gente tenga algo de comer —dijo sin vacilar—. Por eso eres el mejor y estoy segura que encontrarás una solución.
Él sonrió ante su franqueza y apoyo, estaba agradecido por eso, había venido aquí en primer lugar justamente buscando ese aliento que solo ella podía darle; alguien que lo apreciaba sinceramente y no solo por conveniencia. Todo el ambiente político estaba tejido con telarañas de hipócritas que solo buscan poder, odiaba eso, solo quería mantenerse alejado y el ejército le daba esa oportunidad. Sin embargo, el Emperador le había dado este puesto y no pudo rechazarlo.
—Gracias, pero sinceramente no he dormido en días y aun así, sigo sin saber cómo arreglar esto —se lamentó.
—¿Qué sucede con los granos que provienen de Egipto? Tengo entendido que es el provee la mayor cantidad de granos a todo el Imperio, solo solicita que envíen un poco más a Roma —ofreció ella, pero él volvió a negar.
Esa había sido su primera idea, pero era imposible.
—No es una posibilidad, los barcos cargados de granos llegan a los puertos, pero no podemos trasladarlos hasta la ciudad. Todas las carreteras están inundadas o intransitables, estamos literalmente incomunicados en la vía terrestre.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, Tiberio solo intentando descansar y encontrar un poco de paz, solo quería que nadie lo presione por unos segundos.
—No te preocupes, te ayudaré a encontrar una solución —pronunció con seguridad.
Tiberio solo estaba agradecido de haberla conocido. Sin embargo, cuando se marchó de la habitación, casi chocó de frente con Julia, la hija del Emperador.
—¿Acabas de salir de la habitación de Selene? La dudosa moral de esa esclava ya es un hecho. Pero tú Tiberio, me sorprende que te hayas dejado seducir por esa ramera, mi padre te tiene en alta estima y tu madre, es un ejemplo de mujer. ¿Cómo has caído tan bajo? No te preocupes, puedo ayudarte a salir airoso de esta situación, solo necesitas... —dijo, pero fue interrumpida.
—No me interesan tus tonterías Julia, ¿por qué no mejor vas a cuidar a tu marido y dejas de molestar a Selene? Él no está aquí, así que busca a cualquier otra mujer y tal vez puedas encontrarlo entre sus piernas —terminó.
—Insolente... —arremetió enfadada.
Levantó la mano dispuesta a golpearlo en la cara por lo que había dicho de su marido, pero fue detenida por Tiberio. No estaba de ánimos para peleas tontas de una mujer que sufría por un esposo infiel, pero que no era capaz de enfrentarlo y prefería culpar a las demás jóvenes y no al hombre.
—La verdad no ofende Julia —dijo y ella se volvió roja de la furia—. Y deja en paz a Selene, es una advertencia.
Luego soltó su brazo y se marchó sin más. Julia solo gritó de odio, esto le iba a costar muy caro a ese hombre desagradable.
—¿Qué te tiene tan sonriente? —preguntó Selene mientras terminaba de cepillar su cabello.
Alejandro solo sonrió más. Su hermano había llegado hace unas horas, pero se acostó en la cama y permaneció hablando y hablando sobre tonterías, pero nunca mencionó que había hecho cuando salió del palacio.
—Que dentro de poco todo será un caos —comentó con alegría.
—No entiendo —respondió desconcertada.
—No hay comida y sin comida la gente se muere de hambre, y si las personas no están contentas, se desatará el caos —agregó tranquilamente.
Selene volteó a verlo totalmente estupefacta ante los dichos de su hermano.
—¿Y te alegra el sufrimiento ajeno? ¿Qué clase de persona eres? —interrogó dolida.
Ante las palabras de su gemela, Alejandro se sentó derecho y la miró seriamente.
—No me alegra el sufrimiento de personas inocentes, pero sí el de los asesinos —le contestó tajante.
—¿Y crees que son asesinos? No, no lo son, solo son pobres que no tienen forma de defenderse —no se callaría ante las palabras desalmadas de su hermano.
—¿Acaso no eres capaz de verlo? —preguntó comenzando a enfadarse—. El poder lo tiene el pueblo y si se rebela, todo el Imperio va a tambalear. Pueden tener un gran ejército que conquista y anexa territorios, pero eso es porque tienen paz interior. ¿Qué pasaría si no la tuvieran? Tendrían que utilizar al ejército para controlar a sus propios habitantes y los pueblos que están en las fronteras, terminarían invadiendo al no tener soldados que los detengan. Entonces, el gran Imperio romano terminaría cayendo —miró a su hermana con firmeza—. Muchas veces, los más débiles, los que menos tienen, los despreciados son una fuente de poder inimaginable, solo necesitan ser conscientes de eso.
Ambos dejaron que la bronca y el enfado se tranquilizaran un poco.
—Pero no a costa de la vida de tantas personas —objetó Selene.
—No es justo —respondió él, dándole la razón a su gemela—. Pero esta es la vida que nos toca vivir, y nos prefiero a nosotros dos por sobre los demás. Además dime, ¿te importaban todas estas personas cuando eras una princesa egipcia?
Selene abrió y cerró la boca sorprendida.
—No es lo mismo, solo era una niña... —se defendió rápidamente.
—Si los romanos no nos hubieran vencido y al crecer, te hubieras convertido en una Hija de Ra**, ¿te hubieran importado los pobres y los esclavos?
Selene no contestó pero su mirada reflejaba la impotencia, ya que la respuesta era no. No le hubieran importado todas esas personas, solo se percató de las injusticias cuando perdió todo y se convirtió en una esclava más. No hubiera sido mejor que las personas que tanto daño le han hecho, sino que hubiera sido igual.
—¿Qué harás? —preguntó derrotada. Alejandro negó.
—Nada, no puedo meterme en esto. Solo espero que el pueblo despierte —contestó calmado.
—Habrá derramamiento de sangre.
—Seguramente —respondió él—, la misma que también es derramada cuando los romanos invaden otras tierras. ¿Acaso la de algunos vale más que la de otros?
Un silencio revelador y pesado se asentó entre los hermanos, ninguno sabía cómo continuar. Odiaban pelearse entre sí, pero en ciertas ocasiones, las diferentes visiones sobre la vida los enfrentaban.
—¿Averiguaste algo sobre Juba y su reino? —interrogó, no solo para romper el silencio, sino también que el cambio de tema fue una ofrenda de paz entre ellos.
Alejandro negó.
—Te pido un poco de paciencia, me escapo cuando puedo del palacio y burlo la vigilancia de los guardias, pero estoy bastante limitado. Además, tampoco tengo tantos contactos de confianza y suficiente poder para interrogar a cualquiera. No te olvides que sigo siendo una escoria egipcia y el hijo de un traidor, las personas me miran feo —contestó intentando defenderse.
—Podría pedirle ayuda a Tiberio —comenzó ella, pero Alejandro ya estaba por expresar su descontento—, él es el hijastro del Emperador y un Tribuno militar muy reconocido y respetado; estoy segura que nos ayudaría y seguramente, tendrá buenos contactos que le brindarán información.
—No, no me gusta —pronunció su gemelo.
Selene frunció el ceño inmediatamente ante lo testarudo que era su hermano.
—Tiberio ha demostrado que no es como los demás y es un gran amigo mío —Alejandro rodó los ojos ante la defensa de ese romano que estaba escuchando por parte de su hermana.
—No, averiguaré yo —antes de que su hermana lo interrumpa, se apresuró a agregar—. Es mejor que casi nadie sepa esto, no puede llegar a oídos del Emperador sobre nuestro deseo de información sobre el rey Juba, cuantos menos involucrados mejor. Además, Tiberio tiene suficientes problemas siendo Cuestor y teniendo que enfrentar toda esta crisis alimentaria —terminó.
Selene quería protestar, Tiberio nunca diría nada, ella confiaba en él. Sin embargo, también veía el punto de Alejandro, su amigo estaba bajo mucha presión intentando resolver la distribución de granos a los ciudadanos, granos que se habían perdido.
—Y lo de pocos involucrados, también lo mencionas para no decirme qué haces cuando te marchas, ¿no? —pinchó a su hermano.
Él se acercó a ella y la tomó de las manos.
—Solo estoy creando una red de apoyo para nosotros, no podremos estar solos y desprotegidos cuando dejemos Roma, no podré estar separado de ti —pronunció compungido—. Solo paciencia, seremos libres muy pronto.
Selene lo amaba demasiado y odiaba estar como un barco sin rumbo fijo, pero éste era su hermano, su gemelo y su otra mitad. Haría todo por él, aunque esta vez solo asintió y lo abrazó.
Cuando Alejandro se marchó, ella se quedó pensando en su conversación hasta que sus ojos brillaron al recordar un dato importante: ya sabía cómo ayudar a Tiberio.
Roma, capital del Imperio Romano. Palacio del Emperador, 20 de octubre del año 24 a.C.
Alejandro disfrutaba de un tranquilo, tardío y solitario desayuno, cuando Julia hizo su aparición.
—Qué raro es verte comer, siempre te quejas de nuestra comida —pronunció con desdén y burla, mientras se sentaba cerca del egipcio.
Él la miró, al mismo tiempo que tomaba una aceituna y comenzaba a masticarla con la boca abierta, de la forma más desagradable posible y sin apartar su mirada de la mujer. Ella hizo una mueca de asco.
—Es verdad, los productos romanos apestan a podrido, pero escuché que estas sabrosas aceitunas provenían de Hispania —dijo mientras abría su boca y le sacaba la lengua para que viera los trozos masticados—. Mira, se desintegran en mi paladar de una forma muy suave.
Ella apartó los ojos asqueada.
—Eres repugnante e igual o peor que un bárbaro, por eso tu pueblo mugroso fue derrotado —Alejandro solo rió, se acomodó en la silla y siguió comiendo. Al no tener una respuesta de él como quería, siguió buscando molestarlo—. Ayer vi a Tiberio salir de la habitación de tu hermana, se estaba arreglando la toga —insinuó con una connotación sexual y pronunció una mentira para alterarlo, pero Alejandro siguió comiendo como si no la hubiera escuchado—. Vendrá de familia eso de ser una prostituta, igual que tu madre que se acostó con cualquiera y engendró hijos bastardos solo para amarrar hombres —siguió sin respuesta y eso la enojaba—. También escuché que ustedes se casaban entre hermanos para mantener el linaje puro y ayer, tú también saliste de su habitación... —y dejó la frase en el aire—. Te recuerdo que ella está comprometida con un rey, si se produce adulterio, los dos serían castigados, no solo por eso, sino también por incesto.
Alejandro volvió a mirarla, ya con el rostro más serio. Eso la alegró, había conseguido hacerlo pisar el palito.
—Es cierto, en ocasiones mis ancestros se han casado entre hermanos, pero eso es porque todos tenían condición divina —ella sonrió como si hubiera encontrado oro o una prueba para incriminarlo—. Sin embargo, Selene y yo no tenemos ese tipo de vínculo entre hermanos; a diferencia de ti, que te casaste con tu primo de sangre.
Su rostro enrojeció no solo de la ira, sino también de la vergüenza. Se puso de pie y se marchó del salón, pero mientras lo hacía, Alejandro tomó una uva del frutero y la probó. No duró ni dos segundos en su boca que la escupió.
—Definitivamente, la comida romana sigue con gusto a podrido —gritó para que ella lo escuchara.
Luego comenzó a reír a carcajadas porque el que ríe último, ríe mejor.
—Adelante —pronunció Tiberio al terminar de colocarse la bota.
Cuando volteó se sorprendió al encontrarse a Selene ahí parada, se veía radiante y hermosa con ese chitón turquesa, el cual resaltaba su piel morena. Sin contar que tenía una sonrisa demasiado entusiasta en su rostro, algo extraño en ella.
—Tengo la solución a tus problemas —dijo con emoción, él enarcó una ceja—. Ya sé cómo puedes conseguir granos para alimentar a todos los habitantes de la ciudad.
Su desconcierto se transformó en sorpresa y finalmente, en atención.
—Te escucho —respondió.
Mientras tanto, Julia había abandonado a Alejandro totalmente furiosa, pero se sorprendió al divisar a Selene ingresar a la habitación de Tiberio. Eso la tranquilizó, tal vez no sería hoy o mañana, pero esos dos egipcios pagarían todas las humillaciones que le infringieron a ella y a su marido. Y la llave para lograrlo, sería Tiberio.
Es importante nunca olvidar, que la venganza es un plato que se sirve frío para poder disfrutarlo mejor.
*Kline: antiguo mueble utilizado por los griegos y luego los romanos, es una especie de diván
**Hija de Ra: los faraones egipcios eran considerados seres casi divinos (eran deificados tras su muerte), pero mientras vivían se los identificaba con el dios Horus o como los hijos del dios Ra; eran considerados sus representantes en la tierra.
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POR SI LAS MOSCAS, aclaro que no hago apología de nada solo represento una parte de la realidad de ese entonces (esto es una novela histórica después de todo). Para los egipcios no estaba mal visto el incesto (para ellos, es decir, su cultura; eso no significa que yo esté de acuerdo o lo promueva), era algo normal porque como mencionó el protagonista, era una forma de que la sangre real no se contaminara con simples mortales (sirvientes, esclavos u de otro origen). Se casaban entre hermanos, entre padres e hijos..., todo para que su sangre siga siendo pura (recuerden que eran representantes de los dioses en la tierra). Por eso, Alejandro no se escandaliza demasiado cuando Julia lo insinúa, era algo normal para ellos; pero ni él ni Selene sienten algo así el uno por el otro, ellos tiene un amor fraternal como cualquiera de nosotros lo considera desde nuestra cosmovisión eurocéntrica. No hubo, no hay, ni habrá relación sexual entre ellos.
Para los romanos estaba mal visto este tipo de relación y por eso, Julia lo increpa (si bien no eran cristianos todavía, eso sucederá como tres siglos después, el incesto era inmoral para ellos). Sin embargo, Alejandro no niega las relaciones incestuosas en su cultura, pero también le hace ver que casarse con un primo de sangre era algo parecido y medio de doble moral (recuerdo por si están perdidos, Julia es hija de Emperador Augusto y está casada con Marcelo, pero Marcelo es hijo de Claudia -hermana de Augusto-, es decir, sobrino del Emperador y por lo tanto, primo de sangre con su esposa Julia).
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