05: Una boda y un entierro romano
Roma, 24 de junio del año 25 a. C.
Los invitados disfrutaban del banquete, bebían sin moderación ni control y acompañaban felices la música que sonaba por todo el salón del Palacio.
Selene solo quería marcharse y decidió que ya había estado el tiempo suficiente en la celebración del matrimonio, era el segundo día así que técnicamente después del banquete todo terminaría.
Miró una vez más a la novia, vestida con una stola de las matronas que era una especie de vestido/capa y rodeada de su reciente marido y su padre, ella se veía tan feliz. Tal vez lo era, a Selene realmente no le importaba.
Julia, era la única hija del Emperador Augusto*, quien había decidido cambiar su nombre dos años atrás; y ella acababa de casarse con Marco Claudio Marcelo. Solo tenía catorce años, un año menor que Selene, pero su padre había decidido que ya era el momento oportuno para contraer matrimonio o crear alianzas. Aunque en esta ocasión, no había sido por una alianza sino más bien para fortalecer la familia y la dinastía, ya que Marco Claudio Marcelo era el hijo de Octavia la Menor, por lo tanto, sobrino del Emperador Augusto y primo de su actual esposa.
Los rumores que Selene había escuchado por los pasillos sostenían que era una forma clara de favorecer a Marco Claudio Marcelo, ya que el Emperador romano había decidido nombrarlo su sucesor por delante de otros aspirantes como Marco Agripa, Germánico, Cayo César y Lucio César, éstos dos últimos los propios hijos adoptivos del Emperador Augusto. Pero para que el Senado también lo acepte como un digno sucesor debía demostrarlo con hechos a su capacidad para gobernar, y no había mejor forma de comenzar su camino hacia el poder que siendo el propio yerno del actual Emperador.
Cuando notó que la mayoría de los presentes estaban distraídos o concentrados en otras cosas que no sea su persona, Selene se levantó con rapidez y se alejó de la celebración, perdiéndose por los pasillos muchos más solitarios del Palacio.
Fue directo a la habitación de Ptolomeo Filadelfo, su hermano menor no se encontraba muy bien últimamente y en medio del deductio, mientras se simulaba el secuestro de la novia por parte del novio como parte de los rituales matrimoniales, Ptolomeo se descompensó y fue llevado a su habitación y atendido por el médico. No se había levantado de la cama desde ayer a la tarde y Selene se estaba preocupando.
—¿Cómo está mi hermanito preferido? —dijo con alegría mientras entraba lentamente al lugar.
Su hermano esbozó una sonrisa demasiado cansado, Selene trató de ocultar el temor que la invadió, Ptolomeo realmente se veía mal. Su piel antes bronceada, ahora estaba demasiado pálida casi como si no tuviera sangre y sus labios azules, le daban un aire fantasmal bastante aterrador.
Ptolomeo siempre había tenido una salud un poco delicada desde niño, por eso, los inviernos aquí en Roma siempre eran un problema, pero con debido reposo y los cuidados necesarios, había logrado superar todas sus complicaciones. Pero ahora parecía algo más, estaban en el comienzo de un verano realmente agradable y su hermano tenía una recaída demasiado fuerte.
Por el momento, no había ninguna peste o enfermedad rondando el Imperio y los fuertes fríos se habían alejado hace mucho tiempo, por eso, nadie entendía muy bien que podía tener el sobrino adoptivo del Emperador.
—Te hacía disfrutando del banquete —susurró con bastante esfuerzo el niño que aún no superaba los diez años.
Selene se sentó a su lado y tomó la mano como una muestra de cariño, mientras sonreía y le quitaba un mechón de cabello de la frente al joven.
—Prefiero estar mil veces a tu lado y no fingir ser cordial con todos esos romanos —contestó su hermana mayor.
Ptolomeo intentó reír, pero el esfuerzo provocó que comenzara a toser con fuerza, Selene se alarmó y rápidamente le ofreció agua, eso pareció calmar el ataque y Ptolomeo estaba otra vez respirando con normalidad.
—Gracias —dijo al poder volver a hablar. —Pero no te olvides que se acaba de casar nuestro hermano.
Selene hizo una mueca y negó con la cabeza.
—Adoptivo —agregó la joven. —Que sea hijo de Octavia no lo convierte en nuestro hermano, además tampoco compartimos sangre, ya que Marco Claudio es hijo del anterior matrimonio de Octavia y no de nuestro padre —volvió aclarar la egipcia.
No queriendo estar vinculada con la reciente pareja. Esta vez fue Ptolomeo quién negó.
—Pero Octavia nos adoptó y nos cuida como sus propios hijos, por lo tanto somos familia y sus hijos se convierten en nuestros hermanos —continuó el niño haciéndole ver su punto e intentando que cambie de parecer.
A Selene no le gustó lo que estaba escuchando, su hermanito no podía pensar así, pero también se recordaba que solo era un niño cuando llegaron a Roma. Todavía le dolía cuando escuchó que Ptolomeo llamó "mamá" a Octavia, él había vivido más tiempo en Roma que en Alejandría, se sentía más un romano que un egipcio. Ptolomeo ya no recordaba a sus verdaderos padres, y eso pesaba fuerte en el corazón de Selene.
—Ellos nunca serán mi familia, mis padres son la reina Cleopatra VII y el general Marco Antonio —respondió con firmeza, pero luego intentó suavizar su tono. —Mi única familia y mis únicos hermanos son Alejandro y tú —dijo casi con la voz quebrada, pero conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir.
Ptolomeo volvió a sonreír, pero debido a su palidez y sus ojos opacos, solo parecía un intento de algo que no fue.
—Yo también te quiero mucho —pronunció lo más fuerte que pudo.
Selene sonrió emocionada y se acostó junto a su hermano para abrazarlo.
—Siempre estaré a tu lado —susurró Selene, aún emocionada.
Ptolomeo también la abrazó de vuelta para hacerle saber que él también estaría junto a ella, pero cuando pasó su brazo por detrás de su hermana, notó algo en la palma de su mano, una mancha roja que podía distinguir como sangre, sangre que había expulsado su cuerpo cuando tosió.
Tal vez ninguno pueda cumplir su promesa, tal vez ese "siempre estaré a tu lado", solo se reducía a este momento.
Cleopatra Selene regresó al banquete después de unas horas, cuando Ptolomeo finalmente logró dormirse, solo esperaba que su hermano pequeño pueda despertarse con mejor salud.
Miró a todos los invitados que todavía estaban festejando, pero no encontró a Alejandro. Su hermano gemelo no había asistido a ninguno de los dos días de festejo y en algún punto, ella lo entendía, ya que tampoco quería estar aquí. Pero también sabía que había reglas que cumplir, ahora vivían en Roma y ya no eran los príncipes egipcios, tenían que adaptarse a la sociedad romana para poder sobrevivir.
Por el momento, su hermano cada día estaba más rebelde y por ahora estaba saliendo de las situaciones sin consecuencias, pero no sabía hasta cuándo sería así.
Selene sabía que era su deber protegerlos, su madre siempre se lo había dicho, en su familia las mujeres eran las fuertes. Ellas eran las líder, aunque haya un faraón en el poder, las mujeres movían los hilos para controlarlo todo. Así que, Selene sabía que tenía que cuidarlos, por lo que más tarde hablaría con su hermano.
El Emperador Augusto se puso de pie, la mesa que ocupaba durante el banquete se ubicaba en el centro del salón y era la principal, junto a él estaba el reciente matrimonio conformado por su hija y su sobrino, y también su hermana, Octavia la menor. De repente, todo el lugar quedó en silencio. Los comensales dirigieron su vista a su emperador y esperaron con respeto su discurso.
—Mis queridos amigos, hoy estamos celebrando la unión de mi preciada y única hija, mi bella Julia —sonrió radiante la novia, mientras miraba a su padre. —, con un hombre ejemplar, mi estimado Marco Claudio Marcelo que además de ser una persona muy honrada, también es hijo de mi hermana Octavia y del difunto Cayo Claudio —hizo una pausa para mirar a la nueva pareja y levantó la copa repleta de vino—. Propongo un brindis en su honor —todos los invitados lo imitaron al alzar un vaso—, y les deseo lo mejor y una eterna felicidad.
Los aplausos no se hicieron esperar mientras el Emperador ingería el vino y como buenos ciudadanos, todos lo imitaron.
—Esta celebración ha terminado —continuó Augusto—, pero antes me gustaría hacer un breve anuncio —todos volvieron a guardar silencio—, para esto voy a invitar a Selene para que se acerque a mi lado.
Todos voltearon a ver a la joven egipcia, quién se sintió demasiado observada de repente. El Emperador nunca la había hecho partícipe de las celebraciones, siempre debía asistir como muestra de respeto y obediencia, pero se mantenía alejada. Nunca ocupó un lugar de privilegio a pesar de ser la hija adoptiva de Octavia y por lo tanto, sobrina adoptiva del Emperador. Todo lo contrario, ocupaba un lugar como cualquier otro invitado, como si no la quisieran ahí pero debía estar para mantener las apariencias.
Este cambió no le gustó, miró a todos lados pero su hermano Alejandro aún no estaba presente. Se puso de pie y lentamente se dirigió a Augusto, sentía como un nudo se le formaba en el estómago y le costaba mantener la calma.
—Ven aquí niña y quita esa cara de susto que no es nada malo —bromeó Augusto y algunos invitados rieron. Ella trató de sonreír, pero solo le salió una mueca. —Como todos ya deben saber, ella es Selene, la hija adoptiva de mi hermana Octavia —dijo el Emperador mientras la agarraba del brazo y la situaba a su lado para que estuviera de frente a los presentes. —Y por lo tanto, sería su tío y también cumplo el rol de una figura paterna, ya que su padre solo era una desgracia que es mejor perderla que encontrarla —apretó lo puños y se tragó la rabia, no debía mostrar el desagrado que sentía por este hombre que la sostenía del brazo, pero odiaba como insultaba y se burlaba de sus padres. —Por eso, en este momento de celebración quiero comunicarles que pronto estaremos festejando otra vez, pero en esa ocasión será el matrimonio de mi sobrina Selene —dijo con alegría.
Todos volvieron a aplaudir y la princesa egipcia sintió que todo se detenía, no podía ser cierto. Miró al hombre que la convirtió en una esclava y acabó con sus padres, y que ahora, planeaba quitarle la poca libertad que le quedaba.
Su vista se dirigió por todo el salón, los comensales aún aplaudían y brindaban por ella y su pronto matrimonio, seguramente especulando quién podría esposarla y ardiendo planes para que sus parientes ocupen ese lugar y entrar a la familia del Emperador.
Ella silenció a todos en su cabeza y vio el odio en los ojos de su hermano Alejandro Helios, quien estaba parado bajo el marco de una puerta lateral. Había llegado a tiempo para escuchar la nueva noticia.
Todos los invitados ya se habían ido, solo quedaba uno que otro que pasaría la noche y emprendería el viaje mañana temprano, ya que no era aconsejable partir en medio de la noche si el viaje era demasiado largo.
Selene caminaba por los tranquilos pasillos del Palacio, antes de irse a su habitación quería visitar a Ptolomeo para ver cómo seguía.
—No pensabas decirme nada sobre tu casamiento —la voz que sonó a su costado izquierdo la asustó. Detrás de una columna salió Marco Claudio Marcelo, el reciente esposo y su hermano por adopción, aunque ella no lo considerase así.
—No sabía nada, pero tampoco tengo la obligación de informarte de todo lo que hago —Selene se repuso rápidamente del sobresalto que le había provocado la repentina aparición.
Marco Claudio nunca le había caído bien, a pesar que habían compartido los últimos cinco años como parte de un intento de familia. El joven dos años mayor que ella, siempre le había transmitido un sentimiento de inquietud y prefería mantener las distancias, a pesar de que él seguía apareciendo.
—Tienes que informarme, no me gusta compartir y ya he posado mis ojos sobre ti —dijo con calma y un tono oscuro, mientras se acercó a ella e intentó tocar su rostro, pero Selene dio un paso atrás.
—Será mejor que vaya con su esposa, hermano mío —terminó agregando lo último apresuradamente, para recordarle el lazo que compartían, a pesar de que ella siempre renegaba de eso.
Él intentó acercarse otra vez y pronunciar nuevas palabras, pero una nueva voz los interrumpió, abortando sus planes.
—Sí, será mejor que vaya con su esposa —el tono autoritario y seguro de Alejandro, hizo retroceder al otro hombre.
No podía ganar en este momento, conocía el temperamento del ex príncipe y sabía cuándo retirarse. Abordaría a Selene en otro momento, cuando este sola.
—Tienen razón, debo disfrutar de la noche de bodas —dijo con una sonrisa—. Buenas noches —terminó y luego se perdió por los pasillos.
Ninguno de los dos hermanos lo saludó, no tenía el aprecio de ninguno, pero cuando estuvieron solos otra vez, Alejandro se dirigió a su hermana.
—No me gusta que estés cerca de ese hombre, mantente alejada de él —dijo serio y Selene lo fulminó con la mirada.
—Eso es lo que más quiero, pero él sigue volviendo —respondió sin dejarse intimidar.
—Entonces, seré yo quien se encargue de dejárselo en claro —amagó para marcharse, pero su hermana lo retuvo del brazo.
—Tú no irás a ningún lado, no permitiré que te metas en problemas.
—Pero se acerca a ti con malas intenciones —expresó con rabia.
—Tengo todo controlado, Marco Claudio nunca hará un movimiento porque sabe que perderá todo, solo está jugando porque quiere ocasionar justo esto, que tú te enojes para tener una razón para matarte. Y yo no pienso permitir eso —recuperó su control y trató de transmitirle esa seguridad a su hermano.
Pero este soltó una risa sin humor.
—Tienes todo controlado, igual que tu futuro matrimonio, ¿no? —soltó irónico y Selene hizo una mueca.
No tenía una respuesta para eso, pero no dejaría que su hermano lo sepa, era su deber mantenerlos a salvo y sabía que la debilidad de Alejandro eran los problemas.
—Eso no es importante ahora, sino que debemos velar por la salud de Ptolomeo —desvió la conversación rápidamente—. ¿Has bebido otra vez? —preguntó disgustada al sentir el olor a alcohol.
Alejandro se soltó del agarre de su hermana y la miró con rabia.
—Siempre cambias de tema y tratas de hacerme ver como el problema, pero te diré algo —su tono se volvió oscuro—, tú no te casarás con un romano porque antes tendrán que pasar sobre mi cadáver.
No esperó una respuesta, solo se marchó.
Selene suspiró intentando liberar todo el estrés que sentía, el día había sido demasiado largo y con muchos frentes de batalla que se le habían abierto en cuestión de segundos. Pero hoy ya estaba cansada, mañana lidiaría con ellos cuando haya tenido un sueño reparador.
Siguió su camino hasta la habitación de su pequeño hermano. Tocó pero no recibió respuesta, supuso que debido a la hora ya estaría dormido, así que ingresó lentamente y se acercó para darle un pequeño beso.
Sus labios tocaron su frente fría, al menos ya le había bajado la fiebre y eso la alegró.
—Duerme tranquilo, la magnánima Isis está cuidando tu salud y madre está intercediendo por ti —dijo en un susurro mientras lo miraba dulcemente. —Todo mejorará.
Pasó su mano por su blanco y frío rostro, pero su hermano ni siquiera se movió o mostró signos de molestia. Selene lo miró más detenidamente, luego tocó rápidamente su brazo, el cual también estaba frío.
—Ptolomeo, hermanito mío despierta —dijo un poco alarmada, sentía como un miedo comenzaba a desplazarse dentro de ella. —¡Vamos, mi niño! Despierta por favor... —comenzó a suplicar desesperada.
Pero no obtuvo respuesta.
Ptolomeo estaba demasiado frío y pálido, sus labios azules y ya no respiraba.
—¡No! —gritó entre sollozos —¡No, por favor! No me dejes, no lo hagas, te lo suplico —comenzó a llorar mientras caía de rodillas al suelo y sostenía la mano de su hermanito.
Pero Ptolomeo no respondió a sus ruegos, como tampoco lo hizo la diosa Isis. La noche siguió avanzando y la quietud se hizo evidente en la habitación, donde Selene seguía llorando y rogando que no la abandonara, pero el otro cuerpo permaneció frío y sin ningún soplo de vida.
Selene no pudo cumplirle la promesa a su madre, había vuelto a fallarle. Ptolomeo XVI Filadelfo Antonio, quien a la temprana edad de dos años ya era rey de Siria, Fenicia y Cilicia; y había obtenido su nombre en honor del segundo faraón de la dinastía ptolemaica, como una forma de recrear el antiguo reino Ptolemaico; estaba muerto.
Y la dinastía, antes tan magnífica, estaba al borde de la extinción.
Aclaraciones:
*Augusto: "A causa de los varios nombres que ostentó, es común llamarlo «Octavio» al referirse a los sucesos acontecidos entre 63 y 44 a. C., «Octaviano» de 44 hasta 27 a. C. y «Augusto» después de 27 a. C.". Por lo tanto, como mi historia inicia en año 30 a.C., desde el primer capítulo hasta el cuarto, lo llamo Octaviano, pero aquí ya estamos en el año 25 a.C., y su nombre a cambiado a Augusto, el primer Emperador de Roma.
-Otro punto que quiero aclarar, la fecha de la boda es inventada, pero no el año. Luego de investigar descubrí que para la sociedad romana, el matrimonio debía realizarse en fechas consideradas favorables y que el período más adecuado era la segunda mitad del mes de junio, porque estaba relacionado con el solsticio de verano, donde la naturaleza brillaba en su esplendor. Por eso, elegí el 24 de junio.
PROHIBO LA COPIA PARCIAL O TOTAL DE ESTA OBRA, ASÍ COMO TAMBIÉN LAS ADAPTACIONES.
TANTO LA HISTORIA COMO LOS PERSONAJES SON MÍOS, NO AL PLAGIO.
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