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IV



—Oh, si quiero hablar contigo —respondió Bárbara en tono delicado, aunque un poco distraída por su reciente encuentro.

Una sensación un tanto peculiar se había apoderado de ella, como cuando estás a punto de dar un discurso importante y justo frente al público, las ideas se van y quedas en blanco.

Sol la observó un momento, sus ojos denotaban un asombro increíble. Una dulce sonrisa se dibujó en sus labios mostrando la simpatía que la caracterizaba.

— ¿Gusta pasar? —preguntó la chica.

Bárbara la miró un momento, aún resonaban las palabras de la anciana en su cabeza con gesto pensativo, asintió.

—Es por aquí —guio a través de la humilde vecindad, que, si bien no estaba sucia, si le urgía una buena manita de gato.

Sol se detuvo frente una descolorida puerta de metal, la cual, hizo un ruido horrible cuando metió la llave y cedió tras un empujón.

—Pase por favor.

Bárbara se paró en el umbral, jamás, ni en sus más remotos pensamientos se imaginó que su linda asistente viviera en esas condiciones. Reduciendo dimensiones, toda la sala, comedor y cocina, cabían con facilidad en el garaje de la rubia, sin contar que no tenía más que un par de sillas de madera y una mesa bastante vieja. La vivienda carecía de enjarre, los ladrillos se asomaban por las paredes, tampoco tenía piso, por lo cual era demasiado fría y húmeda.

— ¿Gusta sentarse? —preguntó Sol jalando una de las sillas.

Bárbara asintió y fue a sentarse con timidez, colocando su bolso Channel en sus piernas.

—Sol, viene hablar contigo sobre el trabajo que te quiero o...

—Lo siento mucho, no puedo aceptarlo —interrumpió tomando asiento frente a su ex jefa en la única silla libre del lugar.

—Te pido que lo pienses, ya no serías mi asistente. Quiero que trabajes en la gerencia de relaciones públicas —propuso conociendo sus capacidades para el puesto—. El sueldo sería mejor, las prestaciones...

—Agradezco mucho las molestias que se toma por mí, pero no es el momento ... Yo...

— ¿Tú qué? —interrumpió en tono exigente.

De inmediato Sol dejó caer su espalda en el duro respaldo, al igual que sus hombros, bajó la mirada con tristeza y un agudo sollozo salió de su garganta.

Solo entonces la rubia notó la vestimenta negra que llevaba, las marcadas orejas y la tristeza que ensombrecían su linda mirada.

—Sé lo que está pensando. Con seguridad se pregunta, ¿por qué vivo en estas condiciones? —Respondió señalando la humilde vivienda—. Bien, le ahorraré las suposiciones. Nací en un pequeño pueblo al norte de Jalisco, mi familia era muy pobrey con mucho sacrificio pagaron mi secundaria. No había muchas esperanzas para una mujer, casarse o irse de mojada alNorte, esas eran las opciones. Un día mi papá llegó a casa con la noticia de que una hacienda muy importante de Monterrey lo quería de capataz, uno de los hermanos del patrón era eldueño, conocía bien a mi padre y por el cariño y confianza que le guardaba le ofrecieron el puesto. Pero eso no era lo mejor, la hacienda estaba a solo hora y media de la ciudad y mi padre tendría dinero suficiente para pagar mis estudios. Yo estaba feliz, ¡Podría estudiar, porque, si señora ese era mi sueño! Y así fue, terminé mi carrera y el mismo día de mi graduación, mi padre murió. Un infarto fulminante atacó contra su vida y ganó. Tuve que venirme sola a buscar trabajo a la ciudad y a los tres meses regresé por mi mamá a la hacienda. Para ese entonces ya había entrado a Society y conseguimos un lindo departamento donde vivir. Pero mi madre enfermó de depresión, las píldoras eran demasiado caras y las citas con el psiquiatra me obligaron a buscar un nuevo hogar, algo que si pudiera pagar. Poco a poco se fueron los muebles, los electrodomésticos, ¡vamos hasta mi auto y la ropa buena! Y hace una semana, se me fue ella.

Bárbara bajó la vista, por primera vez veía a Sol como un ser humano, con problemas y dolor. Sentía el corazón apachurrado y una fina lágrima corrió por su mejilla.

—Cuanto lo siento Sol, yo no... No tenía idea —dijo la mujer sintiéndose la persona más miserable del mundo.

—Se dejó morir. Eso fue lo que dijo el psiquiatra. Solo, ya no quiso seguir luchando —respondió entre sollozos.

La rubia bajó la mirada apenada, respiró hondo y tomó la fría mano de su acompañante.

—Sol, de verdad siento mucho todo lo que has tenido que vivir —dijo viéndola luchar con su cuerpo para detener las lágrimas sin ningún éxito—. Pero no te puedes dejar caer ahora, no después de todo lo que luchaste por conseguir tus sueños. Te prometo que todomejorará.

Sol negó con la cabeza.

—Sé que no he sido la mejor jefa —continuó hablando—. Es más, lo admito, fuiuna... total y maldita hija del mal, una perra si gustas decirlo así. Pero Sol, no estaría yo aquí pidiéndote que trabajaras para mí si no fueras excelente en lo que haces, no sé cómo lo logras, pero las personas te adoran.

La chica la miró a los ojos, se dio cuenta de que ella tampoco la había visto como un ser humano, con sentimientos y problemas.

Sonrió un poco y entre un chillantehipeo asintió.

¿Qué otra opción tenía? Sin padres, sin hogar, sin trabajo, sola en una ciudad enorme donde no contaba con amigos reales por dedicarle su vida a sucarreray a la enfermedad de su madre.

La rubia le dio un fuerte abrazo.

—No te vas a arrepentir. Lo prometo.

Hora y media mástarde, Bárbara llego a su casa acompañada por Sol y una pequeña maleta vieja, que contenía todas sus pertenecías. La idea era darle asilo mientras conseguía un departamento decente. Una nota pegada en el refrigerador, le avisó que Naomi y Mateo habían salido al supermercado, después del asalto que sufrió la alacena la noche anterior necesitaba ser rellenada.

La mujer se dedicó por un momento a mostrarle la casa a Sol. Mientras le explicaba un poco lo que sería su nuevo empleo, pronto se dio cuenta de que su celular se había descargado, casi al mismo tiempo que sonaba el timbre y una punzada en su dedo anular le hizo recordar de golpe el anillo, que sí, para su mala suerte, seguía ahí.

—Ay Dios —murmuró sintiendo el ardor de la gastritis.

El timbre volvió a sonar, seguido de una tercera vez. Bárbara parecía estar pegada al piso mientras Sol observaba la escena sin saber qué hacer.

— ¿Abro? —preguntó la joven indecisa.

La mujer la miró unos segundos, un cuarto sonido le hizo dar un brinco. Con rapidez guardó su mano en el bolsillo del saco.

—Gracias Sol, tú ve a instalarte no te preocupes yo atiendo.

La rubia esperó a que Sol se perdiera en el pasillo para retirarse las zapatillas y caminar despacio hasta la puerta principal. Primero miró por el ojillo de la puerta y al no ver a nadie respiró con calma. Quizá solo era un vendedor insistente.

— ¡Barbaraaaa!

Oh, no, la inconfundible voz deAarón resonó por la puerta trasera.

Un segundo bastó para que el estómago de la mujer se instalara en su garganta y sus piernas se volvieran de flan. Otro grito la hizo correr directo a las escaleras, pero para su mala suerte, el primer escalón se cruzó en su camino y tropezó, dándose justo en el dedo pequeño del pie.

— ¿Bárbara? —preguntó el hombre al encontrarla brincado en un pie y con la cara roja del dolor—, ¿estás bien?

—Sí, solo estoy practicando un nuevo baile exótico, ya sabes, esos de perreo intenso que tanto me encantan —dijo con total ironía.

Aarón cruzó los brazos, confundido, nunca había sido bueno con las ironías y sarcasmos de su exmujer, digamos que la inteligencia no le daba para tanto.

— ¿Qué haces aquí? —indagó recuperando de a poco su dignidad.

— ¿Eh?Oh, sí, vengo por el anillo —respondió viendo con atención la elegante casa de su ex—. Sigues teniendo un gusto excelente.

—Gracias,verás Aarón, no he tenidomucho tiempo de buscar el anillo, el trabajo...

— ¿El trabajo? —interrogó.

—Aja, muchotrabajo, toneladas —provocó, sabía que él tenía todo que ver con su despido.

— ¿Y para cuándo crees tenerlo?

Bárbara apretó su mano dentro del saco, fingió una gran sonrisa y con malicia respondió.

—Una semana, quizádos... —dijo disfrutando en exceso el falo.

Aarón paseó una mano por su sedoso cabello frustrado y un tanto molesto.

—Barbie, necesito el anillo hoy —puntualizó—. No puedo esperar más.

Bárbara abrió la boca para responder, pero el sonido de las escandalosas llaves de Naomi la interrumpió, seguido por su inconfundible grito.

— ¡Ya lleguéamor's!, ni te imagines lo que te traje; un aceite de coco para desatascarelani...

La frase quedó suspendida en el aire.

Congelada, miró a Aarón.

El hombre torció una sonrisa, Bárbara quiso acabar con la existencia de su prima, Naomi escondió el aceite y Mateo corrió como loco a los brazos de su papá.

—Naomi, ¿puedes llevar a Mati a bañar? Por favor —preguntó la mujer, entre una mirada asesina y una sonrisa artificial.

—Claro primita hermosa. Por cierto, Aarón, que bien te veías en ese comercial de comida para perro...

— ¡Naomi! —interrumpió perdiendo un tanto la calma.

—Está bien, me voy. Vente Mati.

Y sin más se perdieron en la escalera.

El hombre se acercó lento y pausado, extendió su mano. Bárbara por su parte suspiró sintiendo el rostro arder debido a la humillación, finalmentesacó su mano del saco para ponerla sobre la de él.

— ¿Así que no lo encontrabas? —reprochó—. Eres patética.

Esas palabras le cayeron como balde de agua fría. Tomó impulso con su mano decidida a estamparla contra la mejilla de ese maldito, pero él la detuvo en el aire, apretándola con excesiva fuerza para después soltarla con desprecio.

—Quiero ese anillo —ordenó el hombre.

—Pues te chingas. Ahora vete de mi casa —repeló sin dejarse amedrentar ni un segundo.

Aarón la miró con desprecio, desafiante y amenazador. Bárbara le sostuvo la mirada retándolo de igual manera.

—Lo necesito, me voy a casar en unmes...

—Lo sé, dime, ¿tan poco vale tu nueva mujer que se conforma con mis sobras? Ah, sí, siempre lo ha hecho.

Había cruzado la línea y ya estaba en el punto de no pensar con claridad sus palabras, ese hombre tenía el don de desquiciarla.

—Vale más que cualquier mujer en el mundo. —Con saña se agachó hasta su oído—. Y sí, más que tú.

Sin más quedecir, el hombre salió de la casa azotando la puerta principal. Dos segundos después, Naomi bajó las escaleras a toda velocidad.

—Lo siento, cuanto lo siento Barbie —dijo abrazadora con fuerza, mientras Bárbara intentaba sin éxito detener las lágrimas de rabia e impotencia—. Ese idiota se cree la última cerveza del desierto.

La noche cayó en silencio, Bárbara se encerró en su habitación después de un ataque de frustración contra su hinchado dedo, lloró un poco y al no ceder prefirió trabajar. Con los ojos hinchados comenzó a revisar el proyecto, necesitaba mantener la mente ocupada.

— ¿Se puede? —preguntó Sol asomándose a la habitación.

Bárbara compuso una sonrisa, asintió haciendo a un lado el montón de papeles para darle un espacio en la cama.

—Encontré el lugar perfecto para grabar el comercial.

Bárbara la miró con toda atención, recibiendo un sobre amarillo lleno de fotos.

—Es la hacienda donde solía trabajar mi padre, se llama: El Manantial —comentó señalando las fotos de un verdadero paraíso—. Hablaré con el dueño, si responde y usted los autoriza, mañana mismo puede ir a verla.

—Está preciosa, de verdad me encanta ¿Tienes más información? —indagó perdida en las fotos caseras que Sol le había entregado, la belleza del lugar era sorprendente.

Sol sonrió, asintiendo, se puso de pie. Dijo algo como que iría por el celular y salió de la habitación.

El manantial,repitiómentalmentesin dejar de ver las fotos. 

Imagen de Sol 👆




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