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9 | Dudas


Yoon Gi se sintió pletórico. Eufórico. Emocionado. Entusiasmado. Y todos los sinónimos de felicidad que se le pudieran ocurrir al mismo tiempo. Las puertas de cielo se le habían abierto de par en par gracias a la húmeda calidez de los besos que pudo intercambiar con la persona que le gustaba. Sin embargo, no contó con que Jimin fuera a huir como lo hizo en cuanto se separó de sus labios.

Porque sí, literalmente, el joven dio un salto hacia atrás y, con la tez roja como un tomate, se escabulló a toda carrera por entre los matorrales. Y Yoon Gi se quedó tan bloqueado, tan en shock por la reacción que, cuando quiso darle alcance, ya había desaparecido.

Y bien que desapareció. No solo no volvió a saber nada él el resto del día sino que al siguiente tampoco se presentó a trabajar. ¿Era por timidez? ¿Inseguridad? ¿Vergüenza quizás? Yoon Gi no tenía ni idea pero su ausencia le escocía. Le incomodaba. Le lastimaba. ¿Acaso lo había hecho mal de nuevo?

—Es un rechazo. —Seok Jin se permitió volver a meter la nariz en donde nadie le había llamado—. Te dije que era mejor que te buscaras otra cafetería pero, en vez de hacerme caso, que de otra cosa no pero la de la vida sé mucho, escuchaste a Nam Joon, que de música entiende pero que no tiene ni idea de nada más. Te has tirado por un precipicio sin paracaídas.

—Eh, un poco de respeto, que sí tengo idea. —El aludido esbozó un mohín y le propinó un codazo al manager—. Yoon Gi fue valiente y el chico le aceptó.

—No le dijo nada —rebatió—. Además, si ese fuera el caso, ahora mismo estaría aquí con una gran sonrisa.

—Quizás le dé reparo.

—Qué va.

—Callaos ya. —Yoon Gi levantó la cabeza de la libreta en donde seguía hilando el esbozo de la canción de amor para Jimin—. Estoy trabajando. —Regresó sobre las líneas—. La verdad, no sé para qué os cuento nada si luego vais a estar incordiándome con tonterías.

—Si le estás componiendo algo al chico, te recomiendo que te lo replantees —insistió Seok Jin—. Recuerda que no le gusta tu música.

El rapero volvió a levantar la cabeza, esta vez con una mirada iracunda que desencadenó que el aludido se incorporara a toda prisa de la mesa.

—¡Uy, qué cabeza! —Recogió sus maletín y su chaqueta de paño—. ¡Si tengo una reunión! —mintió—. ¡Y es una importante! ¡Muy importante!

—Haces bien en largarte. —Yoon Gi respondió con hosquedad—. Estaba a punto de darte una patada en el culo.

—Ya me lo imagino, ya.

El manager voló fuera del reservado. Fue entonces cuando sus ojos se toparon con Jimin, justo en el instante en el que se metía tras barra para ponerse el delantal.

—¡Yoon Gi! —Por supuesto, no lo pudo evitar y regresó sobre sus pasos—. ¡Yoon Gi, atento, que está aquí!

—¿Qué? —El artista dejó caer el bolígrafo—. ¿Y ahora qué dices?

—¡Tu "tilín tolón"! —explicó—. ¡Sí que ha venido!

Por descontado, la noticia provocó en el rapero un estado de nervios tremendo. Pidió a Nam Joon que se fuera con Seok Jin y trató de regresar a su composición, sin éxito. Los minutos fueron pasando pero Jimin no se acercaba. ¿Por qué no se acercaba? Decidió ordenar el desastre de papeles que tenía extendidos. Luego se levantó al baño, se lavó la cara y se peinó lo mejor que pudo. Regresó a la mesa y a la canción. El joven seguía sin aparecer. Rayos y truenos. O truenos y rayos. No tenía buena pinta, no. Jugueteó con el bolígrafo, que se le cayó tres veces y, a la cuarta, rodó por el suelo. No pudo evitar soltar la maldición de turno.

Qué mal. De verdad, otra vez todo mal.

—¿Estás componiendo algo? —La dulce voz que había estado esperando le sacudió con tanta fuerza que a punto estuvo de caerse al recoger la pluma—. ¿Puedo verlo?

¿Verlo? ¡No!

Se incorporó y le dio un carpetazo al cuarderno.

—Es... —Buscó una excusa rápida. Si lo leía, notaría el tono romántico y no podía saber que era para él. No, aún no—. Se trata de... —Jimin arrugó la nariz—. Violencia —decidió—. Es un tema árido con muchas palabrotas. No te va a gustar.

—Ayer escuché con más detenimiento tus letras y no me parecieron mal.

¿Ah? ¿Eh?

—A lo mejor porque te conozco mejor. —Sonrió—. Ya no las veo con los mismos ojos de antes.

—¿Y ahora cómo las ves?

Yoon Gi acortó distancia. Deseaba volver a besarle, tocarle y estrecharle contra él pero Jimin se apartó con rapidez y, como si huyera de algo, se sentó y se refugió tras la seguridad de la mesa.

—Tenemos que hablar —cambió de tema.

—De acuerdo. —El rapero regresó a su silla, colocó los codos sobre el tablero y dejó caer el mentón sobre las manos—. Soy todo tuyo.

—Pues... —Las pupilas del joven rastrearon los papeles amontonados—. Verás... Yo quería... —titubeó—. Quería que me dijeras qué tipo de relación pretendes que tengamos.

—Creía que eso ya lo sabías.

—No lo tengo tan claro —respondió—. Es decir, no sé si estás buscando un ligue ocasional, un compañero para divertirte y liberarte del estrés o...

—A ver, frena, que me estás empezando a ofender. —Yoon Gi se revolvió—. ¿Me estás diciendo que todavía desconfías de mis intenciones?

—No... O... —El joven alzó la vista—. Bueno... Sí... Un poco.

El artista resopló.

—Jimin, lo que yo quiero es poder poner mi bonsái al lado de tus gladiolos, ¿entiendes? —recalcó—. Los dos juntos. En la misma ventana.

—¿Y qué hay de tu trabajo? —La réplica no se hizo esperar—. ¿Cómo esperas tener las dos plantas en la misma ventana si, entre viajes, eventos, conciertos y promociones al final voy a cuidarlas yo solo?

Yoon Gi abrió la boca, con la intención de replicar, pero no pudo hacerlo. Entendía lo que ocurría. Jimin tenía miedo de embarcarse en un relación que lo dejara solo y esperando continuamente, oculto de los ojos de la prensa y, en general, de todo el mundo.

—Voy a estar muy pendiente de ti —dijo, tras unos minutos de incómodo silencio—. Cuando tenga que irme fuera, te llamaré todos los días y aquí me escaparé siempre que pueda para verte. No voy a dedicarme a lo mío. Trabajaré a conciencia para que tengamos una relación normal.

Los ojos del camarero, medio acuosos, no parecieron muy convencidos.

—De verdad. —Yoon Gi acortó distancia y apoyó la mano sobre la del joven—. Te lo prometo. Dame una oportunidad.

—Me encantaría hacerlo. —Los dedos de Jimin juguetearon entre los del artista—. Pero me sería más fácil si no hubiera vivido yo mismo en ese mundo —argumentó—. Sé cómo funciona y lo absorbente que es. Y también sé que, por buenas que sean tus intenciones, eres un idol con mucho trabajo y demasiados compromisos así que tengo miedo y muchas dudas, Yoon Gi.

—Yo no tengo ninguna. —El rapero se mostró rotundo—. Estoy seguro de que nos va a ir bien.

—No lo creo.

Yoon Gi sintió que aquella frase le atizaba como un látigo y se ofuscó. Se ofuscó tanto que apartó la mano de la de Jimin de golpe, se irguió, sacó pecho, como si de un pavo se tratara, y luego desvió la vista al techo, con desaire.

—Muy bien. —El ego le burbujeó en el estómago como un volcán a punto de erupcionar—. Tu te lo pierdes.

—Yoon Gi, solo quería tratar de aclarar...

—Y aclarado está —le cortó—. Yo soy genial. No tengo por qué andar convenciéndote de ello y, ni mucho menos, suplicándote.

Jimin se incorporó, visiblemente enfadado y con los ojos convertidos en dos rayitas despectivas.

—Ya, claro. —Le dio la espalda—. Quien dudaría de su magnificencia, señor Min.

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