2 | Egocentrismo
Tras el desastroso encuentro, Yoon Gi concluyó que necesitaría exhibir un poco de su maestría y demostrarle a Jimin hasta qué punto era bueno en lo que hacía. No tenía ninguna necesidad, pues cientos de premios y fans avalaban su talento, pero aquel chico le había herido el orgullo. Le había despreciado y poco más o menos que humillado con sus palabras. Eso era imperdonable.
Por eso al día siguiente se presentó en la cafetería rodeado de su equipo de trabajo, vestido como si fuera a una sesión de fotos, con ropa de firma, pulseras, aretes en las orejas y gruesas cadenas al cuello que valían una fortuna. Y allí, en la mesa del desayuno, pretendió adoptar la postura de concentración que le salía cuando trabajaba y se dedicó a discutir sobre las posibles mejoras en la partitura del nuevo sencillo con sus empleados. En voz bien alta. Para que aquel camarero pretencioso no se perdiera ni una sola palabra.
—Es impresionante. —Jung Kook, otro de los aprendices del señor Choi, un joven de cabello castaño y talante alegre que acostumbraba a andar canturreando cada dos por tres por el local, se pegó al oído de Jimin—. Qué suerte tenemos. Estamos viendo en acción al más grande de entre los grandes. Estoy súper emocionado.
—En mi opinión está armando un escándalo innecesario, sobretodo si considero que tendrá un estudio enorme en donde discutir de trabajo a gusto.
—Ay, no seas así —objetó Jung Kook—. Quizás lo hace aquí porque que ama nuestra cafetería.
—No lo creo.
—Viene todos los días —insistió su interlocutor—. Es fan del local.
—Min Yoon Gi es fan de Min Yoon Gi. —Jimin acomodó las tazas humeantes en la bandeja, suspiró y se dispuso a desempeñar su labor diaria asignada—. No te engañes. Todos los famosos se bañan en ego a diario, solo que algunos se esfuerzan más que otros por disimularlo.
Egocentrismo.
Por supuesto, Yoon Gi tenía de eso para dar y tomar aunque, viviendo en el mundo de la continua adulación, ni él mismo era consciente de que lo tenía.
—¿Has visto? —Se pavoneó en cuanto Jimin se acercó—. Todos esta gente es experta en música y trabaja para mí. —Los abarcó con un gesto de los brazos—. Nos esforzamos día y noche en cuidar hasta el más mínimo detalle de unas canciones que, sin embargo, tu desprecias alegremente como si fueran excrementos de vaca.
—No recuerdo haber hablado de tal forma. —Jimin hizo un mohín—. Me limité a decir que no me gustaban.
—¿Sabes que soy reconocido por la calidad de mis pistas en toda Asia?
—Enhorabuena. —El camarero, lejos de dejarse impresionar, incluso sonrió con cierta ironía—. Pero no porque te reconozca la industria significa que a mí me tengas que apasionar.
—También me valoran en América. —Yoon Gi arrugó la nariz; aquel chico le estaba sacando de quicio—. Y en Europa estoy haciéndome ya hueco.
—Otra enhorabuena.
Jimin depositó el pedido en la mesa, esta vez con algo de más cuidado debido a que llevaba varias bebidas, le dio la espalda y regresó a su tarea diaria de secar tazas, dejando a Yoon Gi sumido en una máxima consternación.
¿Qué acababa de pasar? ¿Le estaba echando un pulso un simple camarero? ¿A él, el ídolo de ídolos?
—Yoon Gi, te recomiendo que bajes un par de escalones tu ego. —Las palabras de Seok Jin, su manager, le sentaron peor que una patada en el estómago—. Te estás mostrando como un pavo en un cortejo y estás quedando muy mal.
—¡No me da la gana! —El rapero se molestó aún más—. ¡Que no le gusto, dice! ¡No le gusto! —exclamó—. ¿Pero cómo no le voy a gustar? —Se llevó la mano al pecho—. ¡Yo escribo con el corazón! ¡Dedico meses a cada frase y a cada nota! ¡Me desvivo por trasmitir mensajes útiles a la sociedad!
—Lo sé pero existen preferencias diversas y no a todos...
—No, no, no —le cortó—. Es impensable. Inadmisible. Im... —Se interrumpió; el enfado le había bloqueado—. Im...
—¿Intolerable? —completó Seok Jin.
—¡Eso! —continuó Yoon Gi, con una fuerte indignación en la voz—. No lo voy a dejar pasar. —El equipo se limitó a observarle, en silencio—. No, ni hablar. Le voy a demostrar a ese niñato lo excepcional que soy. Y, cuando lo logre, no le va a quedar más remedio que idolatrarme y besar el suelo por donde piso.
—Pues yo no entiendo por qué tienes que ponerte así. Te lo estás tomando demasiado personal.
Nam Joon, la mano derecha de Seok Jin y, además, otro compositor de la empresa que solía tener la costumbre de tener aún menos pelos en la lengua que Yoon Gi a la hora de hablar aunque, eso sí, bastante más modestia, le metió un enorme trago a su café.
—Es decir, tienes miles de seguidores —le hizo ver—. ¿Que más te da que un camarero no te preste atención? Pasa de él y ya está.
Fue entonces cuando Seok Jin se echó a reír.
—No, Nam, no es eso —expuso, divertido—. Mírale bien.
El aludido se acomodó las gafas, que usaba exclusivamente para trabajar, y oteó con atención a Yoon Gi, que le devolvió una mirada desdeñosa.
—¡A él no! —El manager puso los ojos en blanco—. ¡Al camarero, bobo! —Movió la cabeza con disimulo hacia la barra—. ¿No te parece que el chaval tiene una presencia deslumbrante? —sugirió—. Observa su rostro. Es guapo y estiloso. No me extraña que nuestro Yoon Gi esté tan consternado por el rechazo.
—Eh, alto ahí, Jin, que yo no estoy consternado —corrigió el rapero—. Lo que estoy es ofendido, que es diferente.
—Lo estarías menos si la parte contraria no te hubiera hecho "tilín tilín".
—No digas estupideces.
—Oye pues sí. —Nam Joon se centró en Jimin, ajeno al intercambio entre su jefe y el idol—. Hay que admitir que el chico es bastante lindo.
Yoon Gi gruñó un par de improperios, se cruzó de brazos y dejó que sus ojos se perdieran unos instantes en la figura del camarero. Era cierto que lucía encantador pero el aspecto que tuviera le resultaba irrelevante y, por descontado, no le hacía "tilín", "tolón" ni "tulán", no. Lo único que le daba era coraje. Mucho coraje.
—¡Hay fiesta en casa de Hobi esta noche! —El ayudante Jung Kook agitó el móvil con aspavientos, dejó la mesa que estaba acomodando a medias, corrió hasta Jimin y le saltó encima—. ¡Tienes que venir! ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven! ¡Nunca te apuntas! ¡Te va a venir muy bien!
Éste se echó a reír y empezó a juguetear con su compañero, tratando de liberarse de su agarre. Y en ese momento Yoon Gi sintió un extraño revoltijo en el pecho. ¿Era posible que Seok Jin no andara tan desencaminado? No, qué locura. ¿Él fijándose en un simple empleado que servía cafés y que encima le despreciaba?
Imposible.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro