1 | La estrella de Corea
Yoon Gi nunca se describió a sí mismo como un tipo normal. Desde la más tierna infancia recibió una exigente educación en una escuela orientada a las artes, en donde destacó por su dotes a la hora de aprender a tocar instrumentos como, por ejemplo, el piano y la guitarra. Tras lograr la máxima acreditación en las materias, el profesorado le condecoró en su graduación con honores y le animó a postular para una empresa de entretenimiento. Fue así como el joven ingresó en el complicado mundo de los trainners, los aspirantes a artistas en el difícil mundo del K Pop.
Pasó una época dura. Tenía que comer poco, dormir menos y entrenar de más pero al final terminó destacando por encima de todos con un talento que se salía del mero intérprete y que nadie, ni siquiera él mismo, imaginaba que tendría: una asombrosa capacidad para componer melodías. Tanto fue así que su compañía decidió soltarle las alas del grupo con el que en un principio debía debutar y le otorgó un espacio propio como rapero solista que le convirtió, literalmente, en el rey de Asia.
Llenó estadios con su letras. Agotó los ejemplares de las revistas a las que accedió a posar en cuestión de minutos. Sus álbumes adquirieron preventas de meses de anticipación. Y eso que el joven, de treinta años, un cabello oscuro que se había dejado largo hasta el cuello y piel blanca como la nieve, solía actuar de forma sencilla en el escenario, sin coreografías magistrales.
Sí, Yoon Gi era el artista influyente de gran carisma y ego desarrollado a golpe de éxito al que todos adoraban.
¿Todos?
No, no todos.
Faltaba el aprendiz de camarero de la cafetería que reservaba cada mañana para desayunar, un lugar cotidiano carente de lujo pero con fantásticas vistas a un parque que admiraba por su tranquilidad y en donde los empleados le trataban como si fuera un emperador. Menos el susodicho ayudante, claro. Ese chico, de cabello rubio, ojos miel y sonrisa risueña le ponía mala cara en cuanto le veía entrar.
Le miraba mal.
A él.
A la estrella de Corea.
Y no le hablaba.
¿Cómo era posible?
Cada vez que le tocaba llevarle el desayuno, se lo soltaba en la mesa, sin cuidado ni decoro alguno, y después abandonaba el lugar a toda carrera sin mirarle. Y las veces en las que le llamaba para comentarle que algo estaba frío o mal servido le dedicaba una mueca medio desdeñosa y se llevaba el plato sin más. Sin un "lo siento", un "perdón", ni un "buenos días" ni tampoco un "adiós". Y eso a Yoon Gi le desconcertaba.
Al principio pensó que el empleado era mudo. Obvio. No dirigirse a una personalidad tan importante como él era ilógico y poco más o menos que imperdonable. Sin embargo, descartó la hipótesis en cuanto empezó a prestarle atención y comprobó cómo se reía y parloteaba con sus compañeros cuando estaba lejos de su reservado.
No era mudo, ni sordo y ni mucho menos antipático. Entonces, ¿qué ocurría?
—Ese de ahí.
Una mañana aprovechó que el dueño del local se acercaba a saludarle con todo tipo de ceremonias para señalar al joven, al que distinguió en la barra secando tazas.
—¿Qué le sucede? —inquirió—. ¿Tiene algún tipo de problema o enfermedad mental?
—¿Quién? ¿Park Jimin? —El aludido, un hombre de embergadura oronda se giró, con una evidente sorpresa en la tez—. ¡No, no, en absoluto! Es uno de nuestros mejores aprendices.
—¿Ah, sí? —La información dejó a Yoon Gi en un estado incredulidad—. Entonces no debe saber quién soy.
—¡Oh, no, válgame Dios! ¡Cómo no lo va a saber! —El dueño teatralizó—. ¡Aquí para recoger siempre ponemos sus canciones! —Se inclinó, con aire confidencial—. Además, he visto que tiene sus álbumes en el móvil.
Aquella conversación duplicó el interés de Yoon Gi por el muchacho. Supuso que se trataría de un fan y que los nervios de tener a su ídolo ahí eran los responsables de que se comportara de esa forma esquiva. Después de todo, Jimin tenía una sonrisa amplia y contagiosa y una actitud bastante agradable en general. Quizás solo necesitara ganar confianza. Por ello pensó que, si solicitaba que él le atendiera en exclusiva, se suavizaría y conseguiría que esos hermosos ojos almedrados le miraran con un poco de admiración.
—Dice el señor Choi que escuchas mis canciones. —Fue lo primero que le dijo al día siguiente, cuando, como siempre, Jimin le dejó el café en la mesa de cualquier modo—. ¿Cuál es el tema que más te gusta?
—No conozco los nombres.
—¿No? —se extrañó—. ¿No te sabes ninguno?
—Ninguno. —Jimin negó con la cabeza—. No me gusta demasiado el rap.
A Yoon Gi se le quedaron los ojos como platos.
—¿Y mi trabajo tampoco?
—No mucho —reconoció—. Mi hermana me descargó algún álbum para que lo escuchara por si cambiaba de opinión.
—Espera un segundo, que creo que no lo estoy entendiendo. —Yoon Gi se inclinó sobre la mesa, anonadado por completo—. ¿Me estás diciendo que mis composiciones no te agradan?
—Sí.
—¿Y qué te has descargado mi trabajo sin pagarlo? —continuó, sin dar crédito—. ¿Dónde? ¿En una página de esas ilegales?
—Soy aprendiz de hostelería, no es que tenga un gran sueldo. —Jimin esbozó una mueca de desagrado—. No me voy a gastar mi preciados wones en algo que no sé si me va a gustar.
—¿Cómo?
—Disfrute de su desayuno, señor Min.
Jimin se inclinó con una reverencia formal y se apresuró a desaparecer, y Yoon Gi, el grandioso rey del rap coreano, quedó casi inerte en la silla, presa de un estado de shock y de un mal sabor de boca que hasta ese momento jamás había experimentado.
Park Jimin.
¿Pero qué clase de persona era ese tipo?
N/A: 24/01/2025
Hoy arranco la corrección y mejora de esta historia. No sabía si me limitaría a la ortografía pero al leer he empezado a corregir de paso la expresión. También he decidido titular los capítulos en vez dejar solo números. Todo con mucho amor para ustedes. Espero que les guste mucho 💕 Mil gracias por echar el ojito por acá 😉
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