4 | Gladiolos
—Así que le explicaste por encima lo que tus padres hicieron y el motivo que te lleva a superarte.
Seok Jin acarició los bordes del contrato de eventos que le habían enviado de Valentino, la importantísima firma de moda en la cual Yoon Gi ejercía de embajador, con los ojos puestos en las cláusulas del contrato.
—No solo eso. —El artista suspiró, con claro hastío—. Antes dejé la mesa para ir detrás de él—. Señaló los bancos vacíos de la barra—. Me senté ahí. ¿Te lo puedes creer?
—Me creo más la parte en la que te hace un cumplido amable y te conviertes en el amo y señor de la inteligencia.
—¡Te he dicho que no fue así! —Yoon Gi cogió la taza, observó su contenido y, sin probarla, la volvió a soltar—. ¡No pretendía sonar pretencioso! Solo quería que supiera que tenía un buen motivo para hacerme valer, uno importante y no el simple afán vacuo de presumir como otras personas de la industria.
—No dudo de tu intención. —Seok Jin levantó la vista de las letras—. Sin embargo, expresarte con modestia nunca ha sido lo tuyo.
—¡Lo sé pero me esforcé! ¡Tampoco era como para que me llevara ese desprecio por su parte! —bufó el rapero, indignado—. ¡Me dejó hablando solo y se largó! ¿Tu te crees que eso se hace? ¿Te parece que está bien? ¿Piensas que es normal?
El manager abrió la boca pero no tuvo opción a responder.
—¡Pues claro que no es normal! —completó por él—. ¡Y encima hoy ni siquiera me ha traído el desayuno! Ha venido un tal Jung Kook, con una sonrisa radiante y unos modales exquisitos, me ha servido todo y luego me ha pedido un autógrafo.
—Eso es genial. —Seok Jin alzó el pulgar hacia arriba—. Deberías estar contento.
—¡No lo entiendes! —Yoon Gi siguió rezumando enojo por los cuatro costados—. ¡Tenía que ser Jimin el que me sonriera así y me pidiera la maldita firma! ¡Jimin y no él! —Se dirigió a Nam Joon quien, a su otro lado, se mantenía absorto en el móvil—. ¿Por qué no me la pide, Nam?
Al escuchar su nombre, éste se irguió.
—¿Qué le pasa? ¿No le agrado? ¿Parezco tonto o algo así?
El implicado negó con la cabeza.
—¿Entonces soy feo? —Yoon Gi siguió preguntando—. Soy feo, ¿verdad? Tiene que ser eso.
—¿Se te ha ido la cabeza? ¿Pero cómo vas a ser feo? —Seok Jin agitó el contrato y retomó las riendas de la conversación—. Eres la cara de una de la firmas de moda más importantes del mundo. Por el amor de Dios, deja ya de decir tonterías.
El rapero se dejó caer sobre el respaldo del sillón.
—Mira, lo único que ocurre es que Jimin te hizo "tilín" pero tu a él no le hiciste "tolón", ¿me explico? —continuó el manager, muy serio—. Estas cosas a veces ocurren.
—A mí no. —Yoon Gi entrecerró los ojos.
—Okey, tu mismo entonces. —Seok Jin se encogió de hombros antes de regresar al documento—. Sigue con tu propósito y estréllate contra la pared.
—¡Pue sí! ¡Eso haré! —El artista sacó a pasear su terquedad y le devolvió una mueca desdeñosa—. Muchas gracias por tu invaluable ayuda, gran manager.
Fue en ese momento cuando la conversación al otro lado de la sala, en la zona de la barra, captó la atención del rapero. El cabello castaño de Jung Kook asomaba por la puerta de la cocina colgado al teléfono y no hablando bajo precisamente.
—Qué va, colega —le oyó decir—. Al final no fue a la fiesta de Hobi.
Yoon Gi afinó la oreja todo lo que pudo. Hablaba de Jimin.
—La verdad es que no sé cómo ayudarle. —El joven camarero echó un spray en el poyete para a continuación pasar un paño por encima—. Finge estar bien pero creo que, aunque el tiempo vaya pasando, sigue dolido. De lo contrario no habría ido al parque un día como hoy.
Yoon Gi atisbó por el ventanal. Desde su asiento, divisaba el inicio de arboleda, algunos rosales de tonos rojos y arbustos frondosos pero el camino se perdía entre la maleza ocultado lo demás.
Por eso no se lo pensó dos veces a la hora de quitarle al manager el contrato, firmarlo sin leer, ignorar las protestas que eso le conllevó y volar, literalmente, hacia los árboles, ataviado con un gorro negro y una mascarilla oscura que le cubría medio rostro.
—¡Yoon Gi! —No se detuvo ni al escuchar la voz alarmada de Nam Joon—. ¡Espera! ¡No puedes irte solo! ¡Tienes que llevar guardaespaldas!
No, para eso no. Acaba de descubrir que Jimin podría estar sufriendo algún tipo de problema o dolencia y necesitaba comprender lo que ocurría. Era importante para su autoestima y, de paso, también para su corazón. Había sobrellevado un desayuno espantoso solo porque no le había visto; no era tan tonto como para no darse cuenta de que el "tilín" de Seok Jin era mucho más real de lo que le hubiera gustado.
Avanzó por la senda, sin detenerse demasiado pero al mismo tiempo revisando en todas direcciones. El parque lucía medio vacío y las pocas personas con las que se cruzó no le reconocieron. Dejó atrás cerezos, varios naranjos y montones de margaritas hasta que llegó a una fuerte y, por fin, distinguió la silueta de Jimin al otro lado. Vestía una sudadera blanca, ocultaba las manos en los bolsillos y observaba extasiado un arbusto de flores blancas.
—¿Jimin?
El aludido se volvió, sobresaltado.
—Yoon Gi... —le reconoció al instante—. ¿Qué haces aquí?
—Pues yo...
El cerebro del rapero empezó a trabajar a cámara rápida. "He venido a ver cómo estabas". No, demasiado directo. "Me he enterado de que te encuentras mal". Aún más directo. "¿Necesitas ayuda?" Sonaba a entrometido. "¿Quieres hablar?" ¡Bah!
—Le dije bien claro a tu encargado que quería que fueras tu el me sirviera el desayuno —le soltó, al final—. Sin embargo, hoy no estabas así que me ha atendido un tal Jung Kook. Y no me ha hecho ninguna gracia.
—¿Has venido hasta aquí solo para reclamarme un desayuno? —Jimin abrió la boca hasta el suelo.
—Por supuesto. —A Yoon Gi no se le escapó que aquellos hermosos ojos almendrados estaban plagados de restos de lágrimas de modo que siguió diciendo tonterías con toda conciencia—. Es tu trabajo, ¿no?
—¿Mi trabajo?
—¡Sí, tu trabajo! —repitió, en una molestia fingida—. Deberías estar preparándome un café pero estás aquí mirando... —Señaló el matorral—. ¿Qué es eso? ¿Florecitas silvestres?
—Son gladiolos. —El tono de Jimin se tornó hosco—. Y, sí, los estaba mirando porque resulta que me he tomado el día libre y me gustan mucho. —Y añadió—: Siempre he querido tener gladiolos.
Yoon Gi se aproximó al arbusto con la intención de olisquear los pétalos.
—No están mal pero se ven flojos —dictaminó—. Prefiero los bonsais.
—Ah, pues qué bien por ti. —Jimin se cruzó de brazos—. Te felicito por ello.
—No, es en serio, tu no has visto lo hermosos que pueden llegar a ese esos arbolitos diminutos —expuso, abstraído en las hojas verdes—. Mi madre me regaló uno cuando estaba en secundaria, con la intención de que me desestresara de los estudios cuidándolo y, aunque al principio pensé que sería una losa, resultó genial. Todos los días lo miraba, le quitaba o acomodaba alguna rama, le mesaba las hojas y le vi crecer mucho. Se puso precioso.
—Hablas en pasado. —A pesar de la reticencia inicial, Jimin no pudo evitar implicarse en la conversación—. ¿Ya no lo tienes?
—El manager del equipo de trainners lo tiró a la basura. Dijo que era un objeto inservible que me distraía de aprender.
—Es una lástima. Lo siento.
—Yo también. —Las pupilas de Yoon Gi se retiraron de la planta y se posaron sobre Jimin—. ¿Y qué hay de ti? ¿Te sucede algo con los gladiolos?
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