Después de varias partidas, las cuales perdí todas, Fran regresó, nos dijo que estaba todo normal en su casa, y que tal vez se mudaría a la ciudad con su madre para alejarse del padre y poder seguir viéndome a mí y yendo al colegio, a mi me pareció una buena idea, pero él sabía que no era ninguna molestia que se quede en casa.

Contó que como de costumbre su hermano estaba muy borracho y con su típica cara de matón y su voz de fumador peleando con su padre con sus personalidades tan fuertes e irritantes. Esa descripción me dio más miedo del que ya tenía, ya que no es lo mismo hablar con alguien en esas condiciones y con ese carácter en una situación de peligro.

Cuando pasó aproximadamente una media hora Fran se percató de que se había olvidado el celular en su casa, así que agarró la bici de mi hermano y en quince minutos ya estaba de regreso, nos dijo que Stefano lo había mirado de una forma muy curiosa, con una cara de despecho y de victoria, pero al mismo tiempo de maldad. Eso me dejó pensando.

El tiempo avanzaba y los días pasaban lentamente, bastante aburridos a decir verdad, pero Max se encargaba de darles ese toque para que cada nuevo día sea perfecto. Aún faltaba una semana para el nuevo inicio de clases, entonces estábamos a tiempo de hacer varias juntadas más y de perfeccionar la casita rodante.

Pero yo no quería, yo tenía miedo, ya no salía al bosque con los chicos, cabalgábamos con Max dentro de mi finca lejos del alambrado y de la tranquera, me sentía totalmente perseguida y observada en todo momento, cuando lo hablé con mi madre me dijo que debía calmarme, que nada iba a pasarme, yo tomé confianza pero aun así no quería salir. Mi madre era ese tipo de persona que pase lo que pase siempre está para apoyarme, mi madre es mi pilar y lo que siempre me da esas fuerzas y esperanzas para siempre seguir, su espíritu de lucha es lo que tanto me gusta de ella.

Fran me dijo que iba a afectarme permanecer tanto tiempo encerrada y me insistió muchísimo para que vaya a caminar con él y mi hermano, yo acepté.