Archivo 11: Sangre por sangre
Una nueva ráfaga de disparos proveniente de la posición de Charly, le avisó a Jean que sus camaradas aún seguían con vida. Nuevamente intentó establecer comunicación con ellos mediante el radio.
―Equipo Charly, defiendan sus posición, el enemigo va a su encuentro. Intentaré crear una distracción para que busquen refugio...
Rápidamente Jean hizo señas a su equipo para indicarles cómo proceder. Sus cuatro escoltas ingresaron en las instalaciones y de inmediato se ubicaron al lado de la pared. Avanzaron lo mejor que pudieron a baja altura, utilizando los muebles, dispensadoras, y todo obstáculo que tapaba la visual, a su favor. Jean buscó rápidamente entre sus ropas, y se detuvo en la granada de fósforo blanco. Sabía que vendrían a un combate sin cuartel, y donde las tácticas convencionales no servirían de nada. Necesitaba explorar con rapidez nuevas posibilidades.
Cargó la granada en su gran fusil MSG-30, otro de los muchos prototipos utilizados para ese fin. Abrió la recama y rápidamente la hubo cargado. Los relámpagos mortales resplandecían a través de la densidad del humo, lo que le permitió rápidamente saber la ubicación del enemigo. Los extraterrestres seguían disparando sus ráfagas de luz, lo que le dio una pista importante a Jean: sus disparos no eran tan certeros como se pensaba, ellos estaban afectos a las condiciones del clima como cualquier otro ser vivo. Si eso ocurría, aquellos seres debían tener algún método para identificarlos. Ojos, sensores, lo que fuera. Si existía, podían ser anulados.
―Charly, usen las granadas de fósforo blanco contra el enemigo. Al menos así podrán ganar algo de tiempo mientras ingresamos al interior del edificio.
No hubo respuesta del equipo Charly. Jean sabía que lo que estaba ordenando rompería todo tipo de tratado, pero era la única forma de frenar a esos malditos alíen. El fósforo blanco tendría consecuencias gravísimas para cualquier persona. Confiaba en su instinto al apuntar a los enemigos. Nadie, a menos que se encontrara acorralado, usaría a los rehenes como escudo humano. Esa no era la situación. El enemigo demostraba con creces su superioridad.
Apuntó su rifle en dirección a los relámpagos de luz y disparó.
El retroceso del arma le golpeó con fuerza, y solo pudo percibir el silbido de la munición alejándose. De forma casi instantánea, la granada explotó, cubriendo casi por completo la ya casi nula visibilidad que debía tener el enemigo. El fósforo blanco, un arma química prohibida en muchos países, ardía a una temperatura ridícula, y lo consumía todo a su paso. Existían incluso casos documentados donde el fósforo había llegado hasta el hueso.
Jean no perdió más tiempo en esa posición. Disparó y rápidamente siguió a su equipo que avanzaba a través de un lúgubre pasillo, donde ni la luz del sol tocaba. Los filtros de gases le permitían respirar con cierta seguridad, sin embargo, el humo sí afectaba su visión.
―Equipo Bravo, hemos ingresado al complejo. Estamos avanzando por los pasillos en busca del principal objetivo. Atentos a los movimientos enemigos. Equipo Charly, reporte.
Las luces en el pasillo jugaban como si de fantasmas alargados se tratasen. Los cinco hombres avanzaron sigilosamente por el pasillo, cubriendo cada salida y esquina que encontraban más adelante. El caos vivido al interior de la ESAC dejaba sus huellas y marcas a través de la losa y los muebles destrozados. Varios cuerpos yacían tirados por todos lados. Alfa tres se acercó a uno, y tanteó sus signos vitales, sin resultado positivo.
―En silencio. No queremos entrar en combate en un lugar como este... ―Jean sentía la presión del ambiente. A pesar del duro entrenamiento recibido, el lugar tenía presencia propia.
Una lata estalló al final del pasillo. Entonces lo escucharon con claridad.
Un lastimoso crujir, tan agudo como el hielo que se rompe el mil fragmentos, hendió el aire. Jean hizo señas al resto de su equipo, quienes rápidamente se cubrieron. De pronto, tres seres gigantescos, con cuatro brazos alargados cada uno, emergieron desde la esquina. Sus cuerpos ennegrecidos emitían una fantasmagórica luz azulada, como si los rayos del sol se resbalaran de su contorno y buscaran perderse en el abismo.
El corazón de todos se paralizó. Jean tuvo que luchar contra aquella extraña sensación que lo embargó como un torrente. Una cosa era dispararle a gente a través de la mirilla de un francotirador, incluso torturar personas para obtener información, pero estar allí, en presencia de aquellos seres, lo dejó estupefacto.
Los brazos de los extraterrestres apuntaban en todos los ángulos, esperando encontrar resistencia para abrir fuego con aquellos letales relámpagos. Sin embargo, el equipo Alfa no actuó. Se quedaron en silencio, aguardando por las órdenes de Jean.
Los tres colosales extraterrestres cruzaron el pasillo como si fuera un recreo. No parecía haber prisa en sus largos y exagerados pasos, pero aquella exhibición, les permitió corroborar que ningún humano estaba con ellos.
―Comando, aquí líder alfa. Tenemos contacto con el enemigo, pero no hay rastro del objetivo. Evitaremos el combate directo... ―Jean sintió como su sangre hervía a través del traje. El miedo luchaba por adentrarse bajo su piel, pero él no se lo permitiría. Enfrentarse a lo desconocido era siempre, el mayor de todos los miedos.
Los extraterrestres salieron por la entrada principal. Sus brazos letales, apuntaban en todas las direcciones, cerrando la formación a semejanza de los militares de la tierra. Jean observó cómo se alejaban entre la bruma y el humo. No sabía cómo es que subirían a su nave, pero ellos no estaban ahí para averiguar eso. Su principal misión era rescatar a ese investigador; a menos que ya estuviera muerto.
Cinco extraterrestres más aparecieron de diferentes locaciones del complejo, todos ellos abandonaron el edificio por el mismo lugar. Entonces, un rugido, a semejanza de algún motor de vapor, hendió el aire. Jean pudo divisar como la bruma y el humo se hacía más denso, permitiendo que aquellos extraños seres se perdieran.
Jean hizo la seña para seguir adelante. Necesitaban limpiar el edificio buscando alguna señal del objetivo. Si los extraterrestres se iban, aquello facilitaría su labor.
Líder alfa avanzó hasta llegar a la esquina, apuntando siempre su fusil hacia adelante. Sus compañeros cubrían el resto de posiciones. Giró de inmediato a la izquierda. Un cañón se iluminó, cegándolo en el acto.
Un fuerte zumbido les perforó los tímpanos. Casi de forma inmediata, aquel gigante desarmó a Jean con uno de sus brazos, y con otro, impactó su pecho con un poderoso golpe que lo lanzó a varios metros por detrás.
La vacilación de su equipo solo duró un segundo. Solo un segundo donde todos tuvieron que aceptar la posibilidad de la muerte al entrar en combate. Un segundo donde el enemigo les apuntó con sus brazos largos y negros, como traídos del mismo averno.
―¡Acábenlo!
El rugido de Jean fue largo y profundo.
―¡Equipo bravo, nos enfrentamos a un enemigo al interior del complejo. Solicito asistencia de inmediato! ―aquella orden salió sin filtro desde el interior de su corazón. Algo le decía que solo ellos podrían contra ese enemigo, el cual ni se interesaba en tomar prisioneros.
Jean cogió la pistola y apuntó directamente a la cabeza, o a ese lugar donde debería estar. Aquella criatura terrorífica no tenía ojos, ni siquiera un rostro. Solo un obscuro abismo redondeado donde los seres bípedos mantenían su cabeza. Estaba seguro que a ellos también les afectaban las condiciones del campo de batalla, era imposible que tuvieran puntería perfecta, por lo que debía actuar con rapidez.
Rápidamente levantó su arma y percutó los primeros disparos, los cuales reverberaron a causa del estrecho pasillo. El rugido de los fusiles MSG-30, diseñados para disparar munición explosiva prohibida desde la declaración de San Petersburgo, agudizó los sentidos de la tropa. Rápidamente alfa cuatro y cinco tomaron sus posiciones defensivas, utilizando para ello los gruesos restos de muebles tirados por el suelo. Alfa dos y tres retrocedieron mientras que la poderosa munición explotaba furiosa en el cuerpo enemigo.
Jean corrió de inmediato por su arma, que quedó tirada en el suelo a causa del reflejo del enemigo. Para sorpresa de todos, el invasor trató de cubrirse de los disparos.
Un haz de luz, tan potente como un relámpago, hizo estallar uno de los gruesos pilares del edificio, justo donde Alfa tres decidió refugiarse. El hormigón fue desintegrado de un golpe, incendiándose como si de plasma se tratase. Los fierros que componían el interior del pilar se vaporizaron ante el estallido y ella, Alfa tres, voló por los aires a causa de la explosión.
Alfa dos tomó su distancia, resguardándose tras el muro de la esquina. Sus disparos precisos apuntaron directamente a la cabeza de la criatura. Aquella munición prohibida, tenía el poder de hacer letal la más mínima herida. Desde la retaguardia, Alfa cuatro y cinco abrieron fuego con sus balas fulminantes, ideales para objetivos realmente duros.
Jean estaba convencido de que, sin importar la forma de vida que fuera, no podría resistir por mucho tal poder de fuego. Comando sabía que la munición estándar de la OTAN no surtía efecto sobre ellos, por esa razón decidieron armarlos solo con lo mejor. Ellos eran el equipo de demolición.
Un segundo relámpago de luz irregular chocó contra la esquina donde se refugiaba Alfa dos. De inmediato, una explosión sónica dispersó una lluvia incandescente de arena. Jean se deslizó por el suelo, no prestándole atención a su maltrecho cuerpo después de recibir aquel impacto. La adrenalina bombeaba por su torrente sanguíneo dándole fuerzas, y locura extrema. Eran cinco contra uno, y apenas si parecía que surtían efecto sus armas contra aquella criatura.
Los muchachos intercambiaron sus ráfagas de disparos, dándoles la oportunidad a sus compañeros a reubicarse alrededor del blanco. Todo parecía estar surtiendo efecto, porque el enemigo se cubrió el rostro con sus dos brazos cortos. Los otros dos que sobresalían por sobre los hombros, seguían apuntando sin fallar a donde quiera que estaban sus hombres.
Uno de los relámpagos letales alcanzó a Alfa cinco, ocasionando una fuerte explosión en el lugar cuando el haz de luz desintegró loza, madera y su cuerpo. Jean no tuvo tiempo de dar vuelta la cabeza. Solo escuchó su lamento a través del canal abierto de su equipo. Las respiraciones agitadas y llenas de pavor de sus compañeros formaban un réquiem desesperado y burlesco.
Uno de los brazos alargados del enemigo le apuntó directamente, y Jean supo que estaría muerto. La luz era lo más rápido de su universo.
Un fuerte golpe metálico empujó el cuerpo del extraterrestre desde lo que parecía ser su espalda. Y por primera vez, el relámpago letal falló el tiro. Un volcán de cerámica fundida apareció allí donde la energía golpeó el suelo. Un segundo rugido impactó de lleno al enemigo objetivo, tirándolo al suelo. Por primera vez el enemigo caía ante el poder de la humanidad.
―Líder alfa, aquí bravo cinco. Nosotros cubrimos la retirada.
Jean recogió el fusil MSG-30, con su puño hizo señas a su equipó para que se movieran alrededor del objetivo. No sabía cuánto más podrían resistir, ni tampoco lo que ocurría con los demás extraterrestres. Quizá pronto tuvieran compaña cuando se dieran cuenta de que les faltaba uno de los suyos.
Dos disparos más, provenientes desde el final del pasillo, aquel que daba directamente con la salida oeste, mantuvieron al colosal enemigo pegado al suelo.
Un rugido ensordecedor precedió a la tormenta. De pronto, la piel obscura de aquel individuo, se iluminó, dejando entrever las venas rectas que estaban bajo aquella piel. El sonido los dejó aturdidos. El tiempo suficiente para que el enemigo intentara incorporarse.
Dos potentes disparos llegaron desde el punto ciego del enemigo, sin embargo, como si aquellos extraños brazos no fueran suficientes para causar una destrucción, se giraron en un ángulo imposible para cualquier sistema óseo. Tal como si fueran serpientes endemoniadas, aquellos dos brazos apuntaron al final del pasillo. Un relámpago de luz tortuoso y resplandeciente rasgó las sombras que quedaban en aquel pasillo falto de luz. Jean solo pudo percibir la poderosa explosión al final del pasillo, que convirtió toda la esquina del edificio en un mar de arenas fundidas.
Nada era como se suponía que debía ser. Nada era según los cálculos de comando antes de lanzarlos a la misión. Aquellos seres eran muy superiores a todo cuanto habían imaginado.
―¡Usen el fósforo! ―su alarido reflejó el nerviosismo del capitán. Estaban siendo acorralados, a pesar de tener la superioridad numérica.
Los disparos del equipo Bravo les dieron la oportunidad de levantarse, sobre todo a Jean. Rápidamente se puso de pie, al mismo tiempo que el enemigo se incorporaba. Una nueva lluvia de relámpagos incandescentes terminaron por fundir la estructura del edificio, obligando al equipo bravo a retirarse de aquel pasillo.
Jean observó algo parecido a la sangre en aquel ser. Si podía sangrar, también podía morir. Rápidamente abrió la recámara, buscó la granada y apuntó en retirada. La granada de fósforo blanco estalló, bloqueando completamente la visión al interior del complejo. El resto de su equipo se alejó de inmediato de la explosión, escapando de la incandescencia. Si el químico hacía contacto con su cuerpo, no habría nada que les impidiera derretirse por dentro.
Aquella fue una maniobra desesperada, pero eficaz.
Más disparos se percutaron contra el enemigo, posiblemente provenientes del equipo Bravo. Jean volvió a recargar su recamara. Recordaba la viscosidad de la cual fue testigo. Si sangraba, podía morir.
―Equipo alfa, busquen al objetivo. Yo los cubriré.
Una segunda granada fue disparada, con todo el odio que Jean podía guardar. Aquellas cosas parecían invulnerables, pero quizá, si existía la forma de deshacerse de ellas. Estaba decidido a acabar con uno.
Un relámpago de luz, tal como si de una tormenta se tratase, rasgó la mitad del edificio; estuvo solo a dos pasos de vaporizar completamente a Alfa tres en su carrera hacia los pasillos.
Jean se refugió entre los escombros. Era un milagro que la estructura no les cayera encima después de todo el daño que había soportado.
En el exterior, el infierno mismo se desataba. La luz del día no llegaba a aquel rincón, producto de la humareda tóxica de los combustibles que aun ardían, y las granadas de fósforo blanco desplegadas por Charly. Era lógico pensar que el enemigo se retiraría luego de obtener lo que buscaba, sin embargo, se quedaba uno de ellos atrás. Definitivamente enviarían a alguien por su compañero herido.
―Delta, ¿Cuál es la situación en el espacio aéreo del complejo? ―necesitaba asegurarse de que el enemigo no obtendría más refuerzos―. ¿Delta, me escucháis?
Solo pudo oír la estática en el radio.
El enemigo podría estar alterando las comunicaciones... o quizá, ya estaban muertos.
Los relámpagos al interior del complejo se cruzaron, rasgando las paredes y desintegrando todo lo que podía. El disparo que provenía desde el interior, falló olímpicamente, lo que significaba que la teoría de Jean estaba en lo cierto. El fósforo blanco debía estar interfiriendo con su visión.
"Espero que te cocines hasta los huevos, cabrón". Pensó, mientas volvía a cargar una granada más. No le importaba el daño colateral, estaba seguro que su equipo se juntaría con Bravo, y juntos podrían terminar la misión. Él en cambio, estaba a punto de lograr algo que nadie más en la tierra podría siquiera pensar en esos momentos: ser el verdugo de un alienígena.
Un alarido inhumano hendió el aire. Suficientemente agudo para sangrarle los tímpanos a cualquiera que estuviera cerca. Entonces, el enemigo lanzó una esfera radiante, que al golpear el piso, destelló una onda eléctrica tan potente, que Jean sintió como su cuerpo salía desperdigado por los aires.
Le zumbaron los oídos cuando logró incorporarse, entonces vio lo que ocurría frente a sus ojos. Un campo de energía dispersaba y cortaba las corrientes del aire en su interior. Vio a la criatura esquelética que media más de tres metros de altura moverse, de forma lastimera con sus brazos caídos. Sangraba. O al menos eso parecía, por cada poro de su piel; si es que a eso que lo cubría podía llamarse piel.
―¿A dónde crees que vas? ¡Yo aún no termino contigo! ―vociferó con todas sus ganas. No podía dejar que su trofeo se escapara malherido. Debía darle el golpe final―. ¡Pondré tu cabeza en la pared, y dejare que te metan una sonda por el trasero!
Jean lanzó la última granada de fosforo que tenía.
La granada ingresó en aquel campo de energía, sin embargo, no explotó. Quedó suspendida en el aire, ingrávida. Su enemigo apuntó finalmente a su posición y Jean se lanzó al piso. Un relámpago incandescente vaporizó todo lo que estaba en su perímetro. Jean sintió el hormigón fundido quemándole la piel sobre todo su cuerpo. Un desgarrador grito fue la única forma de seguir adelante.
Sus balas fulminantes trazaron un golpe mortal, sin embargo, al igual que la granada, quedaron suspendidas en el aire a causa de aquel campo energético que el enemigo proyectaba.
Un nuevo relámpago, proveniente desde afuera del edificio, estuvo a punto de matarlo. El paso de la muerte fue suficiente para dejarlo tirado en el suelo, solo unos segundos. El tiempo suficiente para que su presa abandonara las instalaciones de la ESAC. El enemigo estaba en retirada.
―Equipo Charly, aquí líder alfa. Voy en persecución del enemigo malherido por el frontis de la ESAC, hacia el este. Solicito fuego de cobertura. Repito, solicito fuego de cobertura... ―Jean no estaba seguro del estado de sus compañeros, sabía que tenía una misión que cumplir, y también era consciente de que dejarse llevar por esa sed de sangre lo condenaría a la horca. A menos, que ganara.
―Líder alfa, aquí bravo uno. Hemos encontrado a dos sobrevivientes.
―Recibido bravo uno. El nombre del objetivo es Hal Scott Butterfield. Confirme.
Si seguía perdiendo el tiempo, el enemigo huiría. Estaba arriesgando toda la misión por un capricho, pero llegado a ese punto de su vida, considerando que podría morir en cualquier momento, ya nada le importaba. Solo quería ser el primero en matar a esa cosa.
El aire viciado por el combustible y los químicos le recibieron cuando abandonó el alero del edificio. Parecía de noche aquella mañana, ennegrecida por la tragedia. Cuerpos tirados por doquier daban fe de aquellos pensamientos escondidos en su subconsciente. Enfrentar a esos extraterrestres, era danzar con la muerte.
Su enemigo atravesó el capo de energía, entonces quedó vulnerable nuevamente a los disparos de Jean. Entre la niebla tóxica, pudo vislumbrar al segundo extraterrestre, aquel que cubría a su presa.
―Líder alfa, aquí bravo uno. Tenemos al objetivo. Repito, tenemos al objetivo.
―Enterado bravo alfa, diríjanse al punto de extracción de inmediato. No me esperéis.
Allí no había lugar donde esconderse, sabía que aquel extraterrestre que le prestaba apoyo, podría verlo y atacarle en cualquier momento.
―Comando, aquí líder alfa. El equipo bravo ha hecho contacto con el objetivo. En estos momentos lo están evacuando. Solicito un helicóptero de extracción lo más rápido posible. Charly y yo estamos combatiendo al remanente enemigo ―mintió en aquello último. Al menos podrían recordarlos como héroes durante el paso del tiempo.
Jean disparó las últimas municiones fulminantes, y se preparó para correr. Entre los densos vapores de tinieblas, percibió los restos metálicos de los oshkosh, y se abalanzó hacia ellos, esperando que así, de alguna manera, sus relámpagos no lo mataran.
El metal se fundió sobre su brazo. Haciendo que todos sus nervios estallaran hasta el punto de la locura. La tierra misma se evaporó frente a él. Un poderoso rugido, proveniente de un cañón RAM-blackwing le hizo saber que Charly aún vivía. Otro disparo más resonó en el aire, y los enemigos respondieron con sus relámpagos letales.
Jean asomó la cabeza. No podía ver nada desde su posición, esperaba que ellos tampoco pudieran descubrir a su equipo. Necesitaba asegurar la posición de ellos.
Tomó el último cartucho de munición fulminante que le quedaba, rápidamente sacó la recamara y recargó su arma. Tan pronto como pudo, volvió a apuntar su arma contra los dos enemigos que intentaban escapar. Su piel ardía como el infierno, allí donde las metrallas ardientes traspasaron la tela y el kevlar, para incrustarse en su carne. Apuntó y disparó hasta quedarse sin munición.
Los relámpagos centelleantes iluminaron la obscuridad de aquel día. Los disparos del RAM-blackwing seguían causado una explosión sonora en aquel paisaje muerto. Lo único que le quedaba, eran las bengalas. Al menos, quizá así podría asegura la supervivencia del equipo Charly.
Parte del hierro fundido que salpicó su cuerpo, había también afectado a sus comunicaciones. Estaba solo.
Disparó una bengala justo donde estaban los enemigos, esperando así, distraer su atención. Se movió lo más rápido que pudo, cojeando y maldiciendo por tener que levantar su brazo quemado. En ese punto, no sabía si prefería quemarse con hierro o con fósforo.
―¡Por aquí malditos! ―vociferó como un loco. Sin comunicaciones, munición y granadas, estaba a merced de ellos. Solo un arma le quedaba de todo el arsenal con el que disponía primeramente: su cuchillo de combate―. ¡Voy a mataros, cabrones!
Los relámpagos enemigos destrozaron el horizonte en búsqueda de la posición de Charly. Uno de los enemigos se detuvo, y Jean observó como sus brazos apuntaban en su dirección.
―Con que así es como acaba esto... ―una sonrisa sádica se dibujó en su rostro. Jean Escobillana no tenía nada que perder. No existía una esposa que lo esperara en casa. No había una novia preocupada por él. Su vida entera era un carrusel desbordado de libertinaje y entrenamiento. La vida era una sola, y él la disfrutó a concho.
Se sintió como un idiota cuando los relámpagos comenzaron a destellar en los brazos enemigos, él solo podía alzar el cuchillo en su dirección, demostrando que no moriría siendo un cobarde.
¡Kaboom!
La fuerza de la explosión lo arrojó por los aires.
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