Capítulo 9: Tejidos
En un juicio es de vital importancia el orden de los hechos, porque esto puede favorecer como importunar a quienes están en el mismo. Sin embargo, lo fundamental, siempre será fundamental, y ya abierta la sesión, solo se necesitaba que el juez indicara quién iba a comenzar, por lo que, sí... los ángeles no tenían abogados, ya que poseían la inteligencia suficiente como para no necesitarlos, lo cual se aplicaba también para los malhechores que estaban del otro lado. Y hablando de intelecto, Dinariel tanto como Jofiel, estaban realmente estresados por la acusación de ese par de avatares... ¡acaso no entendían que esto podría reavivar las llamas de la guerra! Es así que, por lo mismo, esos dos le dedicaron una mirada disimulada al implicado principal, quien se encontraba con los ojos cerrados como si en realidad le resbalara lo que acababa de oír... ¿Tan desapegado estaba de los hechos o es que ocultaba alguna carta bajo la manga que lo hacía permanecer así de tranquilo? En cuanto a Hangra, éste se veía sonriente y tan relajado como su compañero. Estos hechos despertaban las intensas ansias de saber el porqué de sus conservadoras expresiones, pero deberían abstenerse de saciar su curiosidad porque la sesión dio inicio.
—Cedo la palabra a Solventa, el avatar de tierra —Manfiel tomó asiento, y dejó que la rubia se pusiera elegante de pie, y entonces anunciara:
—Muchas gracias por la oportunidad, juez del alba plateada —Manfiel asintió con respecto a este señalamiento, y entonces Solventa prosiguió—. Así como lo ha advertido el venerable juez, nuestras acusaciones son claras, pero así también nuestras razones, por lo que no hayo mejor forma de redactarlas, que ir paso a paso explicando cada una de ellas —indicó, es así cómo abrió sus brazos para empezar con la introducción de los acontecimientos—. Compañeros, estoy segura que recuerdan cuando aparecieron por primera vez estas poderosas armas demoniacas... —Solventa le indicó a su hermana que le entregara el aparato que estaba envuelto en un fino trozo de tela y entonces, lo desenvolvió una vez estuvo en sus manos para mostrárselo de esta manera a todos, dejando así impresionados a los presentes, e incluso a Manfiel, menos al heredero o a Hangra, quienes no se mosquearon por esta revelación.
—¿Cómo es que tienes eso en tus manos? —indicó Manfiel con el ceño fruncido, pues era sabido lo complejo que era pelear contra los usuarios que poseían ese artefacto.
—Estimado juez, yo le explicaré a su debido tiempo, ya que es de buen saber que este aparato no es fácil de conseguir por métodos normales —a lo cual Manfiel acentúo su expresión para entonces juzgarla mal.
—¿Estás diciendo que llegaste a un acuerdo con el enemigo...? —fue interrumpido.
—No, mi estimado —negó suavemente con la cabeza—, con eso quiero decir que no tengo al testigo en estos momentos como para darle una explicación del cómo este aparato, terminó en mis manos, pero al menos puedo platicarle una parte de la historia —señaló, y de mala gana, Manfiel cedió por el momento. ¿Cómo no hacerlo si esto apenas comenzaba?, después de todo, no es que fuera un desalmado—. Como decía, esta arma, fue encontrada por el nuevo chico que acompaña hoy al avatar de viento, quien se trata de Alaniel, un sobreviviente de la aldea mixta atacada —señaló, cosa que le hizo levantar las cejas a Manfiel con un remarcado interés; él creyó que ella habían tenido suerte a la hora de crear esta obra, de otra forma, estarían en bastante desventaja al tratar de sostener este alegato, por lo que miró a Jofiel mientras escuchaba, queriendo en el fondo, que se presentara el momento en que pudiera atraparlo dentro de este mismo acontecimiento—. Este muchacho, después de haber salido del dominio de Bael junto al avatar de viento y sus demás camaradas, encontró este aparato bien posicionado como a la espera de ser encontrado, lo que me permite tenerlo hoy aquí como muestra —elevó un poco más el objeto con el objetivo de que todos los observaran bien, y entonces volvió a sostenerlo a la altura de su pecho para agregar—. Pero aquí es donde se preguntarán qué es lo que tiene que ver este artilugio con nuestra acusación pues... es simple... —indicó, e hizo una petición al juez de turno—. Si nos lo permite, deseamos que analice este objeto porque creemos que la aldea fue atacada en busca de materiales específicos para su fabricación.
—¿Con qué objeto? Hasta ahora nos has hecho una larga introducción sobre cómo lo obtuviste, la cual no está completa, para colmo, me está exigiendo que analice el aparato con la finalidad de encontrar qué cosa —expresó Manfiel con desconfianza.
—Alaniel puede explicarle —comentó Solventa, cediéndole la palabra a éste, y el pelinegro se sintió un poco abrumado por la presencia del jurado como de los demás implicados cuando fue apuñalado por sus miradas; no es como si estuviera poco consciente de su participación, pero no esperó que fuera tan pronta, por lo que, para mitigar los nervios, hizo un sonido con su garganta, y empezó a hablar.
—Muchas gracias, honorable avatar de tierra —alegó, y entonces, aún inquieto, empezó a explicarse—. Cuando mi aldea fue atacada, fui llevado dentro del bosque por un reducido grupo de demonios que no eran más de seis. Estos sujetos llegaron a acorralarme justo al borde de un acantilado, y antes de atacarme, me ordenaron que me rindiera para ser parte de su armamento; obviamente, intuí que no era un ofrecimiento para unirme a su comunidad, porque justo después desenfundaron sus armas, y de no ser por Kadmiel y Abeliel, yo no estaría hablando aquí justo ahora —al terminar, el rostro de Manfiel cambió, dándoles a entender que llegó a la misma conclusión que estos ángeles.
—En pocas palabras estás diciendo que usan ángeles para crear esas armas... —mencionó con una mano en la barbilla, la cual retiró para enderezarse y levantarse de su asiento—. ¿Es esa tu sospecha? —se dirigió al avatar de tierra.
—Así es, por eso hemos traído una muestra, para que pueda verificar lo que digo —dio a entender Solventa, y entonces Manfiel extendió una mano haciendo aparecer una esfera color musgo sobre su palma, la cual hizo que flotara delante de Alaniel, quien se mostró confundido.
—Antes de cualquier cosa, quiero verificar la veracidad de sus palabras —señaló mientras le ofrecía a Alaniel aquel objeto para que lo tocara, cuestión que ese chico no hizo, pues ya que lo invadía la desconfianza.
—¿Qué es...? —preguntó antes de decidir.
—Es un receptáculo que indica si estuviste mintiendo o no; no te preocupes, su funcionamiento solo se basa en descubrir la verdad de lo que relatas —indicó, así que, luego de cerciorarse de que no podría salir desfavorecido de dicha situación, Alaniel tocó el objeto, el cual demostró una luz blanca.
—Perfecto —es así que Manfiel hizo retroceder la esfera y entonces dio su veredicto—. Dice la verdad.
—Señoría, ¿me permite alegar? —levantó la mano con una gran sonrisa Hangra, quien hasta ahora se había quedado obedientemente callado junto al heredero, el cual se mostraba aburrido ya para estas alturas; ni siquiera iban por la mitad del juicio...
—Primero lo primero —Manfiel levantó una mano, indicándole a Hangra que esperara su turno—. Mandaré a revisar el reloj —declaró, y con un chasquear de dedos, dos damas con vestimentas de sirvienta, tomaron el objeto de Solventa para ser llevado a su correspondiente inspección, de allí, este peliblanco agregó—. Una parte de este juicio dependerá de los resultados que éste suelte —sentenció el juez, y luego de llevarse las manos detrás de su espalda baja, le permitió a Hangra intervenir—. Ahora sí, adelante general.
—Le agradezco mucho, eminencia —señaló y entonces empezó a explayarse mientras se llevaba una mano al pecho—. Recuerdo que acaba de mencionar hace un momento sobre un posible... "pacto" entre la señorita Solventa con algún demonio y... ¡ah!, cómo olvidarlo —se pausó un momento—. Eso me permite agregar que estamos bastante ocupados resolviendo el problema de los rebeldes que están en contra de la unión entre el heredero oscuro y la heredera de luz, por consiguiente, lo que quiero decir es... ¿cómo están tan seguros que ese aparato no fue una muestra de una unión para desfavorecer a mi protegido? —de inmediato Solventa se enfadó.
—¡Cómo osas soltar semejante veneno en mi presencia! —le escupió al demonio con gran desdén.
—¿Acaso no estoy en lo cierto? Has contado solo la mitad de los hechos —él se cruzó de brazos lo suficientemente confiado como para seguir hablando—. Si uno de tus compañeros regresa sin ese supuesto "testigo"... ¿no creen que la falta de pruebas de lo que dicen terminaría por jugarles en contra? —justo aquí, el rostro de Solventa se oscureció, e incluso hizo que el avatar de viento intuyera que podría haber sido una trampa el hecho de encontrarse aquel objeto. ¿Entonces que terminaran en el juego de Baal no fue casualidad? ¿Estuvo, quizás, todo planeado desde el inicio?—. Debieron pensar mejor a la hora de mencionar esto...
—El juicio apenas está comenzando —de repente, Dinariel interceptó la charla, y las miradas se centraron en ella—. Supongamos que tu retraso a la escena del crimen se debió a que has puesto en regla a otros rebeldes antes que estos, por consiguiente, podría considerarse como un desliz de su parte... pero eso no significa que lo sea del todo en el caso de que nuestras sospechas puedan constatarse —indicó mirando al implicado, quien le regresó el gesto; se le notaba en su faz que se sentía algo presionado por el momento al que era sometido. Desde aquí, Dinariel fijó su mirada hacia Solventa y Solvintu, en donde ésta última ya estaba empezando a sudar por los nervios que le producían dichos acontecimientos—. Aún nos quedan otras cartas bajo la manga, ¿no es así, avatar de tierra y agua? —Solventa entre cerró los ojos—. Usted misma dijo que había algo que indicaba que el heredero oscuro estaba dispuesto a atentar contra su propia unión... —Dinariel esperaba que Solventa completara su frase con la esperanza de no tener que revelar lo que había sucedido en su búsqueda junto a Jofiel, y afortunadamente, la cosa se desarrolló como ella esperaba.
—Tienes razón —el avatar de tierra cerró los ojos y cruzada de brazos empezó a hablar—. Lo que nos lleva a nuestro siguiente movimiento —es así que extendió su mano señalando al público y exclamó con fervor—. ¡Llamo a declarar a Taruis! ¡La discípula de Delfos!
—¿La discípula de Delfos? —susurró desconcertado Hangra, y vieron cómo de entre los observadores, se levantaba una chica de dos trenzas castaña.
—Saludos al venerable juez del alba plateada, me presento, soy Taruis, pertenezco a la orden de las manecillas y soy el remplazo del discípulo principal de Delfos, quien es mi maestro —hizo una sutil reverencia para saludar a Manfiel, y luego agregó a su monólogo la siguiente consulta—. ¿Puedo subir al estrado para declarar? —indicó, y dicho juez que debía entregarle el permiso, no podía creer hasta dónde había llegado Solventa con su estrategia con tal de salir ganando, pero... ¿sería suficiente la intervención de uno de estos lacayos de esa tan importante orden como para darle vuelta a la situación?, pues... no era seguro, y dado lo impresionante del encuentro, Dinariel tosió para que Manfiel regresara a sus cabales, cosa que logró, y entonces le respondió a la susodicha por fin:
—¡Oh!, sí, por supuesto, adelante —sugirió el juez, el cual se sintió avergonzado un poco por su tardío proceder; sin dudas... este acontecimiento iba a quedar plasmado en su libro de historia; era digno de ser nombrado entre sus hojas.
—Muchas gracias —volvió a reverenciarse, y es así que salió de entre la gente para acomodarse en el estrado, una vez allí, estuvo lista para responder a lo que sea que quisiera decirle Solventa o cualquiera de los avatares allí presentes.
—¿Esa es la discípula de Delfos? —preguntó por lo bajo Leniel, más Abeliel asintió.
—Sí, señorita. Dicen que pese a su posición es dejada de lado por su maestro... —aseveró el rubio.
—Qué terrible... —le siguió la conversación Alaniel, a lo cual asintió Leniel.
—Mi estimado juez, he aquí nuestra testigo clave —la voz de Solventa interrumpió el descolocado cuchicheo que llevaban a cabo sus demás camaradas, haciendo que el momento se retomara—. A falta de respuestas, mi hermana y yo consultamos con este experto oráculo, y como verá... los vestigios del pasado y futuro no mienten, pero deje que nuestra invitada se tome la molestia de narrar correctamente lo sucedido en su lectura, en la cual explicará el porqué haya culpable al heredero de oscuridad tanto como a su lacayo de lo acusado —después de este alegato, Taruis se puso de pie, y agradeció por la invitación.
—Agradezco estar aquí ahora señorita Solventa, y tal como lo ha señalado el avatar de tierra, procederé a realizar su petición con su debido permiso, juez del alba plateada —comentó la discípula de Delfos haciendo una leve reverencia.
—Procesa —confirmó el dichoso, así que Taruis hizo una leve reverencia y estiró los brazos abriéndolos en su totalidad, dejando así que el manto que usaba para sus predicciones se expandiera sobre el cielo raso de la sala, impresionando con este ademán a los presentes.
—Nosotros, los seres celestiales, demoniacos y neutrales, tenemos la habilidad de conectar nuestros destinos —advirtió ella y entonces señaló unas estrellas que marcaban sus palabras—. En este tejido puedo mostrarles las diferentes conexiones que hay en el caso actual —sin miedo a ser juzgada por su sorprendente habilidad, ella volvió a marcar en el manto la vía estelar que antes les mostró a Solventa como a Solvintu—. Desde aquí hasta aquí, podemos ver que el incidente tiene que ver con el heredero, y no solo eso, esta conexión tan legitima entre ambos, no deja fuera a la estrella de su alteza, la heredera de luz —indicó Taruis, pero en ese preciso instante, se escuchó un golpe, e inapropiadamente, Hangra interrumpió dicho alegato.
—¡Pamplinas! ¡De seguro que estás inventándote esta lectura! —la acusó de mala fe, a lo cual Taruis, ofendida, miró mal a Hangra.
—¿Cómo osas faltarle el respeto a las enseñanzas ancestrales que me ha dado mi maestro? Te recuerdo que esta práctica tan antigua no puede ser aprendida tan a la ligera —le recalcó a ese personaje demoniaco, y para cuando puso la vista delante de ella para retomar su lectura, estaba otra vez esa esfera que tuvo que tocar antes Alaniel para comprobar su veracidad—. Ah... —expresó la chica, quien miró ahora al juez, el cual le hizo una seña para que tocara la esfera, por lo que Taruis no tuvo otra alternativa, e hizo lo pedido, confirmándole de este modo a Manfiel que no mentía, lo que produjo que Hangra chasqueara la lengua en su lugar mientras se cruzaba de brazos.
—Oye, no seas tan arrebatado... —le sugirió el heredero por lo bajo.
—Pero esta predicción podría enjuiciarte —le comentó preocupado.
—Solo confía en mí —le indicó a ojos cerrados.
—Bien... —respondió conteniendo su mal genio, e ignorando esta pequeña charla entre esos dos demonios, Taruis siguió con su demostración.
—Estas conexiones tienen dos significados: uno, hacer daño a la aldea para obtener algo a cambio, pues verán... la estrella del heredero, que es ésta, se encuentran conectada con las estrellas de esos demonios, y a su vez, van ellos con las que representan lo burdo, enseguida hacen conexión, con la de Alaniel, pero la conexión del ángel mixto está desdibujada directamente con la de los demonios... —indicó—. Cosa que significa que él no tiene una conexión directa con los demonios salvo como material.
—Así que eso probaría que realmente atacaron con esa intensión... —susurró Leniel prestando atención a la explicación.
—Mientras que, con su alteza, la heredera de luz, desde aquí podemos ver que sus lazos están desdibujados entre el heredero y ella, pero estando aún conectado con el ataque significa que... —Solventa completó la oración de Taruis.
—Significa que permitieron que esto sucediera para tener una razón por la cual romper el compromiso —comentó el avatar de tierra. De inmediato, la sala se llenó de cuchicheos desalmados, que no hacían más que juzgar la inapropiada actitud del heredero, quien, si bien se quedó en silencio sin oponer resistencia hacia este alegato, Hangra estaba decidido a defender a su amigo, pero fue impedido al ser sujetado del brazo por él. ¿Por qué lo había hecho? Es así que éste lo miró desconcertado y fue testigo de su participación en el juicio.
—Sin dudas su exposición es plausible, avatar de tierra —comentó el heredero poniéndose de pie y soltando a su vez a su camarada, de ahí, se arregló el traje para luego seguir hablando después de acomodar sus manos detrás de la cintura—. Y he de admitir que sí me he aprovechado del hecho de que mis camaradas atacaran aquella inútil población de mestizos.
—¡Su alteza! —lo reprendió Hangra, quien fue entonces observado por éste con una intensidad avasalladora que lo hizo reacomodar en su lugar para guardar silencio con angustia; desde aquí, el heredero se volvió a dirigir al público.
—No me da vergüenza admitir que fue con esta intensión, pero es verdad que tampoco he planeado este ataque y que mis camaradas lo hicieron por rebeldía —un gran nivel de consternación se plantó en la sala, apretando igualmente los corazones de los avatares, y sembrando la semilla de la desesperación en las almas de toda esta gente. ¿Qué sería de la paz que tanto deseaban los ángeles? ¿Entonces esto era sinónimo de nuevas traiciones?, y si era así... ¿qué sucedería con la heredera de luz...?
***
El juicio avanzaba imperioso, mientras que Kadmiel, ese experto guardián, iba de un lado a otro como si estuviese perdido, buscando de alguna forma y sin ninguna pista, algo que le permitiera dar con el elemental que precisaba en esa noche cruzada. La cuestión fue que... había al menos pasado media hora investigando, pero... ¡nada! ¡No había encontrado nada todavía!
—¡Maldición! Si no regreso con él pronto, el juicio podría terminar mal... —bajó la mirada observando el suelo con desespero en lo que volvía ahora sus manos en puños; tal vez este revés lo había abrumado por ahora, aun así, Kadmiel no se vio tan desalentado como quisieran sus enemigos, por lo que decidió continuar—. Debo seguir... —se dijo a sí mismo para darse ánimos—. ¡Mi señorita me espera! —es así que, revitalizado, volvió a correr entre los árboles hasta encontrarse con una escena antinatural—. ¿Qué es esto? —impactado por lo que veía, abrió sobrecogido los ojos, y con desconfianza, poco a poco se acercó a lo que allí yacía en la maleza metálica, lo cual correspondía ser... un elemental desmayado, pero al hincarse a revisarlo, descubrió que en realidad estaba muerto. ¡¿Cómo era posible este hecho?! ¡Kadmiel sabía que los elementales, una vez descendían, sus cuerpos desaparecían con ellos, aun así, éste permanecía! ¡Era una situación descabellada!—. Esto no es posible... ¿será que está maldecido? —se preguntó, y cuando estuvo alejando su mano de él, el cuerpo por su cuenta se movió y lo atrapó desprevenido, dándole un buen susto a Kadmiel cuando fue sujetado de la muñeca—. ¡Por obra del supremo! —cuando estaba apenas recuperándose de este impactante incidente, el elemental sonrió desconcertando a Kadmiel, quien notó, de un segundo a otro, cómo ese cadáver le robaba energía a través de ese agarre, y en reacción agitó la mano con vehemencia hasta zafar, es aquí cuando dio un salto hacia atrás, y entonces exclamó—. ¿Tú eres el elemental que dejó el reloj sobre aquel tronco? —vio como ese ser se reincorporaba lentamente, pero... no le respondía—. ¡Habla! —y ni aun así obtuvo lo que buscaba porque ese tipo se le vino al humo, obligando a Kadmiel a sacar su espada. Es así que, de un rápido como certero movimiento, el muchacho partió en dos al elemental bañándose de su sangre, más luego, agitó su espada limpiando aquellos desagradables fluidos del arma y volvió a envainarla. Es así que al final se giró hacia el cadáver de su atacante—. Esto... sin dudas traerá más consecuencias... —suspiró pesadamente, y entonces, el ángel samurái, abrió un portal que conectaba directamente con los tribunales y sin saberlo, ya lo estaban esperando del otro lado, pero no de la mejor manera.
—¡Atrápenlo! —ordenó Manfiel apenas Kadmiel llegó.
—¡Huye Kadmiel! —se puso de pie Leniel para ordenarle esto.
—¡Señorita Leniel! —le reprochó Abeliel por lo que acababa de decir, pero, aun así, la advertencia vino tarde y entonces Kadmiel fue sujetado e inmovilizado por otras dos entidades celestiales.
—¿Qué es lo que sucede? —replicó Kadmiel sin entender lo que estaba pasando.
—Kadmiel, guardián del avatar del viento, quedas arrestado por manipulación y asesinato —expresó con severidad y frialdad.
—¿Qué...? —Kadmiel, ese ángel de cabello negro muy largo, recién había caído en la cuenta... probablemente lo que había sucedido en aquel lugar con ese elemental, no había sido más que una astuta trampa de parte de los acusados.
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