Capítulo 5: Tierra de nadie
Dentro de innumerables narraciones nos encontramos con situaciones que son: delicadas, desalineadas, y hasta peligrosas. No obstante, aquí en este trozo de tramo, podíamos ver un paisaje de muerte, decorado por algunos pastos resecos y, por supuesto, algunos cadáveres demoniacos deformados gracias a la espada de un valiente ángel llamado: Kadmiel. Justo en este escenario, se planteaba la propuesta que se les había hecho a los guardianes de Leniel, lo que obligaba al avatar de viento a opinar gracias al comentario de Abeliel.
—Desde mi punto de vista, no tiene nada de malo qué se sume a nuestras fuerzas —indicó Leniel, quien cedió fácilmente a este tema sin sorprender al resto de los involucrados.
—¿Está segura de querer permitir esto, mi señorita Leniel? —consultó Kadmiel.
—Sí, no tengo derecho a oponerme, además, es una decisión que debieron tomar desde un comienzo ustedes mismos, pues es a ustedes a quienes se les ha consultado —aclaró poniéndose una mano en la cintura—. Por lo tanto, yo no tengo voz ni voto en esto a pesar de mi posición, pero lo único que puedo decir al respecto, es que tomen responsabilidad de ello. Eso es todo.
—Lo entiendo... —casi en el tono perdido de Kadmiel, podía notarse un pequeño dejo de decepción. ¿Acaso esperaba algo más significativo del asunto?, no realmente, solo creía que podría ver a su allegada en una situación un poco más autoritaria, pero como siempre se daba, ella se mostraba comprensible y justa para con ellos.
—Bien —asintió Abeliel, quien se dirigió después a Alaniel—. ¿Quién quieres que sea tu principal mentor? ¿Kadmiel o yo?
—Tú, Abeliel —anunció el morocho, a lo cual Leniel sonrió.
—Bien hecho Abeliel, sabía que algún día podrías atrapar la mirada de alguien —la muchacha le dio unas palmaditas en el hombro a su guardián, y entonces éste entre cerró los ojos mirándola con reproche sin decirle nada. ¿A qué estaba jugando?
—Por favor, no haga ver esta situación como algo más comprometedor... —rogó nervioso Alaniel, el cual se llevó una mano al pecho un poco incómodo.
—Tranquilo, ya te acostumbrarás a las bromas de mi señorita —aseveró Kadmiel al desestimar el asunto.
—Bien, es hora de seguir adelante —desechando ahora la divertida situación, Leniel puso por fin un pie adelante para investigar a cada cadáver que se encontraban en las cercanías y lo mismo empezaron a hacer sus guardianes incluyendo a Alaniel que, si bien este último se mostraba pudoroso a la hora de revisarlos, lo hacía de todas formas. Sin embargo, su tarea no rindió ningún fruto, porque no encontraron rastros de alguna pista como lo hicieron Solvintu o Solventa, aunque eso no significaba que no le fuera bien a Jofiel y a Dinariel—. Al final sí que tomaron medidas al respecto... —chasqueó la lengua.
—¿Y ahora qué hacemos, mi señorita? —se dirigió a ella Kadmiel.
—Deberemos ir de cacería —explicó.
—¿Atacarlos en estas circunstancias no es riesgoso? —preguntó Abeliel—. No falta mucho para el tratado de paz que se hará —indicó.
—Podemos decir que actuamos en base a represalia por su acción traicionera; no habrá quien se oponga en dado caso —dio a entender el avatar.
—Así que ojo por ojo... —susurró el ángel samurai.
—Esperen un momento, ¿y qué hay de los demonios que atacaron mi pueblo? ¿Ellos no cargaban con alguna de estas armas? —Alaniel estaba sugiriendo ir a buscar entre alguno de esos cadáveres.
—No servirá de nada, y más teniendo en cuenta a Hangra, quien de seguro ya ha limpiado el lugar —advirtió Abeliel, a lo cual se le vio hablar después a Kadmiel.
—Sí, además, los demonios contra los que nos enfrentamos, cayeron demasiado fácil, y créeme... —entre cerró los ojos—, si hubieran sido portadores de armas especiales, nos hubiera costado más derribarlos —aseguró, lo que hizo que Alaniel bajara la mirada preocupado.
—Bien, se terminó el descanso —Leniel se puso de pie y miró a los alrededores—. Si las circunstancias fueran normales, diría que dividiéramos esta tarea, pero como estamos en territorio enemigo, es mejor mantenernos unidos más que nunca —aseveró.
—Como usted mande señorita Leniel —asintió Abeliel, a lo que los demás lo imitaron, y un rato más tarde, se encontraron caminando hacia una dirección incierta en busca de algunas presas.
***
La búsqueda de una esperanza para nuestros protagonistas fue cambiando de tonos con cada pisada, y digo con cada una, porque realmente esto era lo que pasaba. El bosque hecho de papel aluminio, cambió de manera súbita a un rojo abrumante, lo cual los obligó a detenerse.
—¿Qué es lo que está pasando? —indagó Alaniel sintiéndose mareado por la forma en que estaba estirándose ahora los árboles y demás decoraciones.
—¡Hemos entrado a otro plano! —advirtió Leniel—. ¡Todos, tómense de las manos ahora mismo y cierren los ojos! —sin saber qué era lo que les esperaba, acataron la orden del joven avatar, y entonces... cuando el mareo desapareció, Alaniel por fin se atrevió a abrir los ojos.
—¿Ya... pasó? —comentó parpadeando con desconfianza, pero apenas terminó de discernir, se soltó y analizó impresionado el cambio de paradigma. ¿Qué era esto? ¡Cómo era posible!
—Estamos... ¿en un museo? —preguntó confundido Kadmiel quien al fin hizo una comparativa bastante acertada del lugar en el que ahora estaban.
—¿En verdad es eso? —indagó Alaniel, dirigiéndose exclusivamente a Kadmiel.
—No es un museo normal... —expresó Leniel.
—Yo también lo percibo, señorita Leniel. Este lugar tiene una energía similar a la caja de pandora —dio a entender Abeliel.
—¿Quieres decir que estamos atrapado en alguna especie de caja? —preguntó Alaniel preocupado.
—No exactamente; es una pequeña dimensión creada por alguien, y lo de la caja, solo fue una comparativa para darme a entender —explicó.
—Había escuchado rumores de este lugar, pero nunca creía que fuéramos capaces de terminar así —dijo Leniel acercándose a ver una de las tantas obras colgadas en esas paredes de colores grisáceos, las cuales demostraban una claro inclinación al renacimiento.
—¡Oigan, ustedes! —de repente, un hombre se acercó a ellos, pues había notado que no eran gente común—. ¿Ustedes son ángeles enviados del supremo para rescatarnos?
—¿Rescatarlos? —preguntó Alaniel confundido.
¡Sí, sí! ¿Acaso no saben donde se encuentran? ¡Este es el dominio de Bael! —advirtió una mujer que también se encimó a su encuentro, y semejante revelación hizo que Leniel dejara de subestimar la situación, pues solo creía que era solo un universo más, ahora se enteraba de lo grave que era la situación.
—No puede ser... —impactada, le costó reaccionar al comienzo, pero lo hizo, así que inmediatamente empezó a emitir ordenes—. ¡Todos! ¡Qué nadie se acerque a las paredes o entre a algún lado solo por su cuenta! —no obstante, esta petición llegó demasiado tarde, porque de inmediato escucharon unos cuantos gritos provenir del otro extremo de la sala, justo en el cuarto de baño. En el dichoso apartado, había al menos unas tres personas cerca sin contar al que estaba dentro, y que, con muy mala suerte, fue atravesado desde abajo por unos ramajes rosados que lo llevaron a su inminente muerte contra el techo, dejando así desparramada una buena mezcla de agua y sangre que alejó con espantó a todos.
—¡Ah empezado! ¡Todos seremos la comida de Baal! —gritó uno de los allí presentes, y de inmediato, las figuras de piedra cobraron vida junto a otras pinturas que se deformaron para empezar a atacar a los presentes sin miramientos.
—¡Todos en guardia! ¡Defiendan a los que son vulnerables! —ordenó Leniel.
—¡Sí! —respondieron sus guardianes, quienes hicieron aparecer sus armas, y a su vez, provocaron que sus aretes brillaran.
—Espere un segundo, señorita Leniel, ¡yo no tengo arma! —declaró Alaniel, aunque fue absurdo reclamar, porque el avatar de viento dejó entre ver su magnificencia al invocar sus dos espadas divinas, e hizo el ademan de alcanzarle una a su nuevo guardián, el cual la atrapó en el acto—. ¡Ah! —cuando recibió el adminículo, el mestizo admiró el fino acabado y luego a su compañera que le sonrió en el proceso.
—Adelante nuevo guerrero, es hora de lucirte —le señaló orgullosa.
—¡Nosotros te cubriremos los huecos! —informó Abeliel poniendo a raya de unos cuantos flechazos a la criatura hecha de ramas. Esta especie extraña, intentaba alcanzar a otros personajes, quienes, sin quererlo, se dispersaban producto del miedo, lo que les acomplejaba más su tarea heroica.
—¡Bien! —Es así que muy pronto la llamarada de la batalla se encendió, dándole lugar a las habilidades dormidas que tenía este caballero, el cual, al hacer un giro sobre sus talones le hizo frente a una estatua de armadura antigua que intentó darle caza, pero la fuerza de semejante monstruoso lo obligó a hacerse a un lado, sin embargo, aun con todo, logró desviar un poco ese ataque que destruyó el mármol debajo de sus pies—. ¡Qué aterrador! —exclamó.
—No lograrás cortarlo solo con fuerza bruta, Alaniel —indicó Abeliel, quien volteó hacia la criatura y encendió la punta de su flecha que luego lanzó hacia ese ser; ni siquiera se llegó a escuchar su característico silbido cuando ésta surcó el aire, pues enseguida atravesó a la figura de piedra como si fuera una jabalina, y el hecho, aturdió un segundo al objeto sobrenatural—. ¡Adelante Kadmiel, señorita Leniel! —por supuesto que estos dos respondieron, y encendiendo a su vez sus armas, se jugaron con unos buenos movimientos de espada hacia aquel que los importunaba, devolviéndolo así a la tierra a la cual pertenecía éste.
—Increíble... —declaró Alaniel. Si bien pusieron a un par de monstruosas entidades bajo control y repartieron esperanza sobre la comunidad que se encontraba con ellos aún atrapada junto a ellos, lo cierto es que les faltaba aún muchas criaturas por enfrentar, ya que los cuadros también largaban más de esos inmundos seres que no podían contabilizar y, a pesar de que los personajes estaban más animosos por tener semejantes guerreros a su favor, su miedo se vio aumentado cuando esas cosas volvieron a las andadas hacia ellos. No obstante, sus esfuerzos no estaban siendo en vano, ya que de algún modo el espacio en el que desempeñaban, se sentía cambiar de a ratos, como si el equilibrio que hubiera en éste, se alterara con su simple oposición.
—¡Algo está pasando mi señorita! ¡El aire se siente tenso! —advirtió Kadmiel cuando observó que, de alguna forma, los demás prisioneros, después de ellos, empezaban también a defenderse con la esperanza de salir vivos de allí, contagiando así los ideales de estos revolucionarios.
—¡Es nuestra iniciativa! ¡Este lugar está regido por la desesperanza! ¡Y al hacerles frente, ponemos en jaque su dimensión! —señaló Leniel, quien destrozó a otra de esas estatuas por su propia cuenta—. ¡Es lo que lo alimenta y como nosotros nos oponemos, estamos alterando su equilibrio! —advirtió.
"Ustedes cuatro... ¿Quiénes se creen que son?"
—¿Y esa voz? —de inmediato todos se detuvieron buscando su origen; lo mismo pasaba con la gente que estaba ya dando batalla igual que ellos.
—Debe de ser manifestación astral... ¡No puedo localizar su paradero por ninguna parte! —dio a entender Abeliel, y un momento después, las entidades maliciosas se hicieron más fuertes de improvisto, matando así uno tras otro a los individuos que intentaron liberar, cosa que desconcertó a los cuatro, viéndose entonces obligados a ponerse espalda contra espalda formando así un círculo irregular, e instantes después, viéndose rodeados de esos seres espeluznantes.
"Estos son mis dominios, y no dejaré que escapen tan fácil de este nivel, así que... mueran por favor."
—¡Como si fuéramos a hacerlo! —reprochó Alaniel.
—¡Atentos! —les llamó la atención Leniel—. ¡Ni se les ocurra romper la formación!
El avatar de viento sabía (junto a sus compañeros, menos Alaniel) que estaban siendo parte de un juego peligroso de supervivencia, y entendiendo que podían aprovecharse del nuevo compañero que tenían, decidió que lo mejor era mantener la posición, para que, dadas las circunstancias, pudieran asistirlo; si dejaban caer al chico, perderían su única ventaja en el juicio y a un aliado que seguramente sería muy vital más adelante, por lo tanto, no debían permitir semejante baja. De este modo, con una alfombra compuesta de la sangre de sus aliados caídos, empezaron a masacrar con vehemencia las criaturas que iban contra ellos, sin dejar que su valentía se le escapara de las manos; el potencial de la batalla era avasallante, y así como: las espinas, ramas, desechos de roca y entre otros elementos que podrían componer a estos objetos reinventados, volaron por doquier, haciendo temblar con más y más constancia sus alrededores e incluso las baldosas del suelo, las cuales respondían a su hambre de justicia al liberar algunas partículas de luz azulada de algunos de sus orificios. ¿Qué era lo que estaba pasando ahora? ¡Era imposible que perdieran cuando había derribado a la mayor parte de esas cosas! ¿Entonces? ¿Por qué el suelo se estaba desquebrajando ahora?
—¿Qué es lo que sucede? —gritó Alaniel confundido.
—¡Sujétalo Abeliel! —le ordenó a ese ángel rubio, y éste asintió sin miramientos tomando del brazo a Alaniel, pero apenas lo hizo, el suelo debajo de ellos cedió, abriendo una grieta hacia una nada en donde ellos, como así también, unos cuantos de esos seres demoniacos, cayeron volviendo para después convertirse en los objetos inanimados que alguna vez fueron.
¿Qué pasaría ahora con el avatar de viento y sus camaradas? ¡Esa gente estaba descendiendo a una inevitable nada que no podrían subestimar!, en ese caso... ¿habían perdido la batalla y caído en las garras de Baal? No... no podría ser, sin dudas, debería haber esperanza en alguna parte de toda esa oscuridad perpetua.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro