Capítulo 20: Estremecedor encuentro
Por un segundo Abeliel llegó a pensar que el nuevo demonio al cual enfrentaba, no tenía sangre en sus venas, pero... eso estaba lejos de suceder, porque el chico de las cicatrices empezó a sangrar de su palma mientras sostenía la katana de Kadmiel lejos de él, después de todo, estaban haciendo contra fuerza entre él y Abeliel.
—Lo que acabas de escuchar, precioso —Zelgadis sonrió ampliamente, para luego empezarse a acercar a Abeliel con seguridad, y sin darle importancia a la herida que se estaba empezando a forjar en su palma, lo que agudizó la tensión en todo el cuerpo de Abeliel, así que por instinto se hizo hacia atrás comenzando a sudar frío, cosa que la acción produjo que Zelgadis se detuviera y empezara a reír sumamente divertido por su reacción—. ¡Eres increíble! —pero antes de poder entrar en más detalles al respecto, Abeliel y él se sobresaltaron cuando notaron un cambio de presión en el ambiente—. Vaya... ¿tan pronto está pasando esto? —mencionó elevando la vista a la par que Abeliel, y notaron que el cielo sobre sus cabezas empezaba a quemarse como un papel al fuego entre tonos negros, rojos y púrpuras, acompañado así también de destellos estelares que le daban un toque antinatural a la escena.
—El sueño está colapsando —susurró Abeliel, e inmediatamente se acordó de Alaniel y Kadmiel, quienes no podrían salir de ahí por sus propios medios, por lo que con apuro se levantó haciendo a un lado a Zelgadis, quien frunció apenas un poco el ceño e hizo un puchero con descontento, no obstante, vio una oportunidad en esto, así que, sonriendo, se levantó con calma y con la velocidad de un rayo desapareció, cuestión que obviamente notó Abeliel—. ¿Se ha ido así sin más...? —a este rubio le sorprendía la capacidad de este demonio de manifestarse y esfumarse como lo hacía, no obstante, debía poner más de sí en la situación actual, así que recogió a Alaniel en brazos para más tarde ocultar sus alas en un movimiento de hombros, a lo cual le siguió el amague de querer voltearse a buscar a Kadmiel, pero al hacerlo, se encontró con Zelgadis, quien lo observaba con esa incómoda como amplia sonrisa. A todo esto... ¿cuándo había regresado?—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó Abeliel con el ceño fruncido sin siquiera haber analizado lo que estaba cargando ahora. ¿Acaso eso que tenía en su hombro no era... un cuerpo?
—¿Qué es lo que no voy a hacer? —se medio giró y le señaló con su pulgar que al que estaba cargando era a Kadmiel, lo que dejó en pausa la respiración de Abeliel por al menos un segundo, y pese a estar un poco asustado, la molestia que le causó fue más grande, así que le reprochó enseguida:
—¿Por qué lo tienes? ¡Suéltalo! —le exigió.
—Claro, te lo daré —respondió con calma al volverse a girar hacia él, desconcertando a Abeliel, quien aún no confiaba en ese ser por las cosas que lo vio capaz de hacer.
—Entonces... —Abeliel estiró su mano hacia Kadmiel, pero Zelgadis retrocedió un paso alejándose de él, y haciendo que ese rubio precioso se tensara para luego fulminarlo con la mirada al retrotraer su mano por lo mismo—. ¡Qué haces! ¡No es momento para juegos! ¡Este lugar va a desaparecer! —le advirtió de nuevo fastidiado.
—Eso ya lo sé —a lo cual Zelgadis, ni lento ni perezoso extendió su palma hacia él sin borrar esa expresión tan inapropiada de su rostro—. Solo quiero que me des algo a cambio de este chico.
—¿Qué es lo que quieres? —Abeliel, pese a la situación, no le quedó de otra que considerar las circunstancias y claro, las posibilidades de poderle ganar en una confrontación, así que, completamente inconforme, no tuvo de otra que considerar esta negociación como la mejor opción, así que mantuvo su mirada seria observando esa palma abierta que le exigía un intercambio.
—Déjame habitar en tu sombra.
—¡Qué...! —no podía creer lo que le estaba proponiendo, mientras tanto, la corrosión del sueño se volvía más pronunciada, y para agravar el asunto, a lo lejos, se escucharon los llamados de Leniel, quien obviamente ya no tenía que preocuparse por las criaturas que habitaban en esta zona e inmediatamente fue a su encuentro.
—Decide de una vez, ¿o es que prefieres que pelee y le arranque las alas a esa mujer? —esta nueva amenaza hizo estremecer un poco a Abeliel, para más tarde obligarlo a poner una mirada lastimera, expresión que logró hacer brillar los ojos de ese demonio con un interés más pronunciado—. ¿Y bien?
—Muy bien, puedes hacerlo, pero si le haces daño a alguno de mis seres queridos, te las verás conmigo —aseveró remplazando esa mirada por una llena de decisión, cuestión que hizo ruborizar un poco a Zelgadis por la forma en que se expresaba ese chico, así que, lleno de energía le entregó a Kadmiel.
—Así me gusta —a lo cual se llevó una mano a la frente y con dos dedos lo saludó con elocuencia al sacarle la lengua, cosa que hizo que Abeliel enarcara las cejas en señal de desagrado—. ¡Nos veremos luego! —de inmediato, y como si se tratara de los restos de agua sucia, ese demonio se transformó en una especie de brea para más tarde fusionarse en la sombra de Abeliel, quien seguía aún muy descontento con esta resolución, pero por ahora era lo mejor que pudo obtener debido a que ya era hora de abandonar dicho sitio, así que volteó a donde provenía la voz de la señorita Leniel, y dio con ella saliendo de unos arbustos resecos.
—¡Abeliel! ¡Gracias a Dios estás bien! —se acercó apresurada y enseguida sus ojos se dirigieron a sus otros dos guardianes—. ¿Ellos cómo están?
—Kadmiel está mal herido, y me temo que Alaniel no solo ya no podrá hablar, sino que también recibió un fuerte golpe mental con todas las cosas que vio... —anunció el rubio, pero antes de poder darle más explicaciones, la presión en el ambiente les recordó que no era el momento indicado para seguir con la conversación—. Será mejor que nos apresuremos, señorita —le pidió cortes a ella.
—Tienes razón... tendremos tiempo de hablar de eso luego —con un movimiento de manos Leniel logró abrir una fisura entre las dimensiones e incitó a Abeliel a entrar adentro, lo cual hizo, de ahí Leniel le siguió. Es así cómo ese avatar sin tener idea de que tenían un polizón con ellos, se llevó a Abeliel y a los demás a otro lugar para que pudieran ser todos atendidos como correspondía.
***
El otro plano, siendo lo vasto que es, no solo abundan los sitios más raros, sino que también los centros de salud; lugares por los que los ángeles se hacían atender por otros que manejaban una tecnología similar a la que poseían los guardianes de Leniel, la cual les permitía hacer uso de sus capacidades al máximo con sus pendientes, que si bien intensificaban su poder, también podía aplicarse a otras ramas, permitiéndoles mejorar en este ámbito y exprimir el conocimiento adquirido, creando de esta manera desde nuevos tratamientos o antídotos para venenos desconocidos. Sin embargo, en esta ocasión, no necesitaban resolver algún misterio, solo curar heridas graves que habían sido causadas por un demonio realmente poderoso, es así que nos encontramos con Abeliel, quien estaba en mejores condiciones que Kadmiel o Alaniel, aunque con este último, compartía la trágica realidad de haber perdido algo, cuestión que tenía que ver con su ojo derecho.
—Muchas gracias —expresó Abeliel a la enfermera que lo atendía, quien asintió con una agradable sonrisa, y pronto dejó a solas a él con Leniel.
—Me alegra que los tres hayan evitado la peor parte —indicó soltando un suspiro.
—Sí... pero ha sido tan sorpresivo... —explicó él llevándose una mano con suavidad a la venda de su ojo.
—Es cierto... —Leniel se llevó una mano a la barbilla quedándose así pensativa por lo que acababan de vivir—. Aún no me explico cómo es que justo apareció en el momento en que nosotros arribamos al lugar para investigar...
—¿Cree que debemos suspender la investigación por un periodo de tiempo? —preguntó Abeliel.
—En lo personal... —dijo alguien que llegó al umbral de la puerta—. Sin dudas creo que al menos deberán esperar tres días antes de retomar sus actividades —informó un hombre que tenía el cabello largo, blanco, trenzado, y unos cálidos ojos violáceos que podían leer con gentileza a quien sea que se le pusiera en frente.
—Suiban... ¿Lo dices enserio? —Leniel puso una expresión extremadamente preocupada estando de pie al lado de Abeliel, quien se encontraba sentado sobre una camilla.
—Desde luego —reafirmó para su desgracia—. Pues las heridas de Kadmiel son bastante a considerar; no solo son profundas las que tiene en su tórax, sino que también, el golpe que recibió de frente le fracturó algunas costillas que, a su vez, perforó algunos órganos —le mostró sus apuntes a Leniel, quien los tomó lentamente con bastante angustia—. Le llevará al menos tres días recuperarse, y si bien estuvo al borde de la muerte, estará bien.
—Es una buena noticia —suspiró aliviado Abeliel, quien se puso a recordar a ese tipo, quien los había salvado sin proponérselo a cambio de un trato... un tanto extravagante, y esta memoria, hizo que su expresión se barriera dejando una neutra. ¿Qué tenía él de interesante como para que un demonio tan fuerte fuera a seguirlo así como así...? Y mientras Abeliel pensaba, Leniel llegó a la conclusión de que debería ir a ver cómo se encontraban Kadmiel y Alaniel, en especial éste último, porque probablemente debería de estar completamente traumatizado por la experiencia.
—Iré a ver a los demás —le avisó a Abeliel, para entonces hacer el ademán de estarse por retirar.
—Espere un momento —dijo Abeliel, quien comenzó a hurgar en sus bolsillos y así sacó de uno de ellos el pendiente que Leniel había dejado como pista para ellos—. Aquí tiene —le acercó el dichoso objeto—. Si no hubiese sido por su astucia, no los hubiese encontrado señorita.
—Oh... —expresó suavemente, y bastante conmovida por dichas palabras: se acercó para tomar lo que le pertenecía, hacer una pequeña reverencia y, por último, saludarle con una mano mientras se iba corriendo afuera de la habitación, perdiéndola de vista.
—No debería correr por los pasillos —suspiró Suiban, quien también estaba por hacer su retirada, pero Abeliel decidió también interrumpirlo.
—¿Me permites hablar un momento contigo, Suiban? —le consultó.
—Oh... claro —expresó con interés este médico, quien volvió sobre sus pasos para regresar con el enfermo—. ¿Cuál es tu consulta?
—Mira... estoy al tanto de que sabes muchas cosas sobre los rumores que van trasladándose sobre el viento, y que no hay más grande conocedor que tú, por lo que...
—¿...Sí?
—¿No has escuchado acaso... sobre algún poderoso demonio que estuviese invadiendo los sueños de los humanos poseídos y devorando a los mismos para curar sus heridas? —al principio había dudado en decirle esto, pero si no preguntaba, se quedaría con la duda, por lo que tomó el valor que le había faltado de su curiosidad, y entonces, soltó esa bomba, pero... por la expresión que comenzó a poner Suiban sobre la descripción que Abeliel le daba, era evidente lo que iba a contarle.
—Lo siento... —negó con su cabeza, y luego agregó—. No he escuchado nada sobre eso, pero lo único que sé sobre el mundo de los sueños de los mortales, es que ha aumentado el número de formaciones umbrosas.
—¿Qué...? ¿Cómo es posible...? Las formaciones umbrosas se supone que son muy extrañas en el plano —aclaró sin comprender.
—Sí, eso lo sé, pero es lo que está pasando —afirmó—, además... de seguro que tú y el avatar de viento se han dado cuenta ya de la cantidad de ángeles que hay en el hospital ahora mismo; esto es culpa de este nuevo problema, ya que algunos apenas y han escapado de esas trampas.
—Trampas... —se llevó una mano a la barbilla pensando profundamente en esto. ¿De verdad podrían ser una trampa considerando que las formaciones umbrosas se manifestaban sin ningún cálculo previo?, pero alguien le daría una pista a este muchacho, sorprendiéndolo de manera muy grata:
"Parece que alguien me está casando."
Después de escuchar esta voz en su cabeza, Abeliel se enderezó y miró a su alrededor un tanto exaltado, pues no podía encontrar el origen de dicha manifestación.
"¿Qué tanto buscas?, soy yo, ¿recuerdas?, el chico que ahora habita en tu sombra, muñequita."
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