Capítulo 18: Citas
La ceremonia de ascensión había terminado, pero no las preocupaciones para Abeliel, quien antes de que terminaran de dividir caminos Seitán y el heredero, se inmiscuyó justo a unos pocos metros de su separación, dirigiéndose así hacia Seitán, situación que, a su vez, puso atención el heredero oscuro de forma disimulada, e instintivamente disminuyó un segundo el paso.
—¡Seitán! —la llamó sin ningún tipo de honorífico, despertando más el interés de Belial, pero en lugar de regresarse, simplemente siguió con su camino. Por otro lado, y volviendo con Seitán, el primero en responder fue CN.
—Joven Abeliel, ¿le puedo ayudar en algo? —preguntó éste, a lo cual el rubio se frenó sin ningún tipo de extrañeza, pues sabía bien que era lo más inadecuado acercarse a la heredera sin pedir antes una audiencia.
—Mis disculpas, pero necesito hablar con su excelencia —aclaró, a lo cual CN respondió:
—Joven Abeliel... usted mismo conoce las reglas, por lo que me temo que no puedo acatar su petición, antes bien necesitaría que usted pida una audiencia —explicó.
—No es necesario porque Seitán me ha dado esto —CN frunció el ceño al escuchar que su protegida volvía a ser llamada de esa manera tan simplista, pero cuando vio el permiso especial que se le había entregado a aquel rubio, abrió los ojos gratamente sorprendido, y no pudo oponerse más a la petición de ese muchacho.
—No me lo esperaba... —dijo CN, quien luego le echó una mirada a Seitán, la cual le regresó el gesto con una dulce sonrisa, y de este modo, él volvió a hablar con Abeliel—. Parece que no hay inconvenientes con su petición, así que, si no es mucha molestia, por favor, acompáñenos —indicó con ambas manos señalando la dirección a la que iban antes de que Abeliel llegara, es así que entre los tres se trasladaron a un sitio mucho más cómodo: los jardines de los vástagos. En este emblemático sendero, donde un arco hecho de diversos ramajes de plantas, junto a las decoraciones de amplias rosas de todos los colores florecidos posibles, se acomodaron cerca de una fuente grandiosa, la cual se alzaba majestuosa para la ocasión, y en donde su alteza se sentó, mientras que los otros dos quedaron de pie.
—¿Qué te trae por aquí, Abeliel? —comentó por fin la heredera con la misma amabilidad que había presenciado en su primer encuentro.
—Lamento importunarla, su alteza, pero sinceramente, me encontraba bastante... —se detuvo un momento al mirar el broche que ella mantenía en su cabeza, pero luego retomó su habla—, preocupado por su bienestar luego del encuentro que tuvo con el heredero —advirtió.
—Oh... —ella bajó un momento la mirada, y CN entre cerró los ojos como si desaprobara lo que acababa de escuchar.
—Me temo que no hay mucho que hacer si no le agrado, pero... como dije, haré todo lo que pueda para hacer que el volteé a mirarme —informó llevándose una mano al pecho con toda la sinceridad del mundo, lo cual hizo dudar un poco en hablarle sobre otro asunto igual de importante, sin embargo, esperaba que la heredera no lo ignorase y que no se dejara humillar de esta manera.
—Su alteza... ¿me permite hacerle una pregunta? —indicó llevándose una mano al pecho, como si ese gesto indicara la delicadeza con la que quería tratar esta nueva parte en la conversación.
—Dime.
—¿Acaso está al tanto sobre el significado de las rosas azules? —de repente, un incómodo silencio se plantó entre los tres, y si CN ya se veía indignado, ahora su rostro, revelaba que aquel comentario lo había sacado de sus casillas, es más, no aguantó las ganas de inmiscuirse en la conversación, es por ello que soltó lo siguiente:
—Joven Abeliel... ¿acaso está consciente de lo que está diciendo y lo que pueden provocar sus palabras? —lo regañó de forma sutil, pero aun así seguía siendo un regaño, por lo que los labios de ese ángel rubio se entre abrieron para responderle, no obstante, la heredera fue más rápida.
—No seas tan estricto CN, Abeliel solo está preocupado por mí —dijo ella después de posar una mano sobre el brazo de CN, quien no estaba parado para nada lejos de ella; con solo verlos a esa distancia, se notaba lo cercanos que eran, al punto, de que casi parecían ser algo más que líder y subordinado.
—Mis disculpas... —ofreció entre dientes, mientras su mirada ahora se destinaba hacia otro punto en el jardín; era obvio el descontento de este caballero, sin embargo, Seitán volvió a hablar con Abeliel al respecto.
—Abeliel.
—Dígame.
—Sé bien al punto al cual quieres llegar y no te preocupes, no soy ignorante del significado de las rosas, las cuales significan ilusión... no obstante, también guardan un segundo significado —Abeliel no pudo ocultar su asombro por ese dato. ¿Era acaso posible que esta bella dama extendiera sus conocimientos hasta tal punto en tan poco tiempo?; esto... lo dejaba realmente sobrecogido, pues si era cierto, entonces tenía una habilidad formidable, es así que, por lo mismo, este ángel no le respondió y esperó paciente a que continuara, cosa que hizo—. Su otra cara es la esperanza, lo que significa que puede haber un cambio en el proceso, así que, mientras este concepto exista, no creo que haya que ser tan catastrofistas —alivianó el ambiente con una nueva sonrisa, la cual generó en Abeliel un mejor estado de ánimo, y que causó el mismo efecto en CN, quien se mostraba resentido hasta hace un rato atrás.
—Lo comprendo... —cerró los ojos curvando sus labios hacia arriba de manera sutil—. Entonces es un alivio; eh de confesar que estaba preocupado por usted, su alteza.
—Oh, por favor, ya te he dicho que no tienes que dirigirte a mí de esa manera —comentó la heredera echándose a reír por lo formal que era ese ángel, lo cual descolocó tanto a Abeliel como a CN, quienes se miraron mutuamente.
—¿Entonces... está bien que lo haga frente al príncipe también...? —aún con algo de dudas, miró a Seitán de reojo, a lo cual ella asintió sin ningún problema.
—Así es. ¿No te he dicho que CN me recuerda a ti? —le aclaró—. Ambos son parecidos.
—¿Ambos somos parecidos? —repitió el pelinegro, quien se acomodó los lentes en señal de una muy poco perceptible incomodidad. ¿En qué... se parecían exactamente?, pues desde el punto de vista de CN, incluso discrepaban hasta en el color de cabello, y dando un vistazo más agudo, Abeliel lo tenía largo, mientras que, por el contrario, CN corto.
—¡Así es! —afirmó con alegría la heredera, a lo cual Abeliel no pudo evitar reír, no solo por la abierta comparativa, sino que por el desconcierto que invadía a ese ángel tan sobresaliente, pues... ¡quién diría que llegaría a ser parte de este amistoso círculo! Sin embargo... no todo podía ser de forma impecable, puesto que su arete de inmediato empezó a parpadear, así que, llevándose una mano sobre el mismo, dejó de reír repentinamente, pues sabía que el deber lo llamaba.
—Su alteza, lamento decirle esto de forma tan abrupta, pero he de retirarme —indicó llevándose de nueva cuenta esa misma mano al pecho, y olvidándose por completo que estaban en intimidad, por lo que hizo una reverencia—. Debo ir a socorrer a mi protegida, Leniel, así que creo que nuestra reunión llega hasta aquí.
—No te preocupes Abeliel, comprendo bien cuando nuestras responsabilidades son prioridades ante otras situaciones, así que puedes retirarte en paz —le dijo con un gesto de su mano, pero antes de que ese rubio pudiese irse, le dedicó unas últimas palabras que hicieron que él volviera a verla—. Y no olvides relajarte más para la próxima —expresó con diversión, lo que logró que Abeliel volviera a reír bellamente, para lo cual asintió, le hizo una reverencia, y desapareció dentro de un portal.
—Su alteza... no debería... —justo cuando iba a seguir hablando, Seitán extendió la mano para detener a CN otra vez; parecía casi una costumbre, pero en realidad ella sabía lo que este chico iba a decirle, pues desde que despertó, no había dejado de repetirlo ni de encontrar la oportunidad precisa para ello.
—Sé lo que vas a decir CN, pero la mejor manera de crear lazos, es entregar confianza, y el guardián del avatar de viento, es sin dudas alguien de estimar; sé que puedo confiar en él a pesar de que digas que cualquiera puede ser un traidor potencial —ella lo miró y con una gentil caricia en su brazo le susurró para que solo él escuchase—. Estaré bien.
—... entonces confío en su criterio, su alteza —mencionó resignado.
***
Quizás CN tenía buenos motivos para ser tan precavido, es más, con decir que estaban en el otro plano, un mundo donde el sueño más bizarro podría poner en jaque la vida de cualquier ser viviente, era más que sobrado, pero en realidad el que realmente debería ser precavido, era Abeliel, pues al llegar al lugar, se encontró a unos pocos metros de la anomalía, el pendiente de la señorita en el suelo, pues éste era el que le indicaba su posición.
—Así que ella lo dejó caer adrede para que lo localizara... —Abeliel tomó el pendiente, y entonces miró la formación umbrosa entre cerrando la mirada—. Si no lo hubiese hecho, me hubiese sido imposible hallarlos —es así que se puso de pie, y entonces, guardándose el objeto en uno de sus bolsillos, se adentró a ese pozo al igual que sus amigos para al minuto siguiente llegar a un espacio desolador, en donde aterrizó y enseguida se enderezó—. ¿Qué clase de sitio es este? —observando bien a su alrededor, pudo encontrarse con la tierra ennegrecida, la cual se asemejaba a arena de carbón, mientras que el resto de la vegetación marchita, era envuelta por una bruma ceniza, que soltaba un pestilente aroma a muerte—. ¡Ugh! ¡Este olor... es insoportable! —expresó asqueado, y por lo mismo, se llevó la manga de su túnica a la altura de su nariz para sobrellevarlo mejor, más un segundo después, decidió avanzar con la debida atención requerida. Por otra parte, el silencio que solo hacía destacar sus pasos, le hacían dudar si empezar a llamar a voces a Leniel junto a sus demás camaradas, así que, absteniéndose de dar un paso en falso, siguió con su rumbo, hasta que al fin más adentrado en ese decadente sueño, escuchó con precisión el sonido de la batalla entre mezclados con los gritos de una valiente guerrera, por lo que se apresuró hasta llegar al borde de un peñasco que, en cuyo fondo, destacaba Leniel, quien luchaba contra un gran número de deformes criaturas; esas cosas no mostraban compasión en su asedio pese al poder sobrecogedor de ella—. ¡Señorita Leniel!
—¡Ah! —justo cuando Leniel acababa de liquidar a uno de esos feroces seres, sus oídos escucharon la voz de su compañero, así que de inmediato su cabeza giró hacia él, dando con la magnifica escena en donde éste se preparaba para lanzar una gran flecha de luz hacia el cielo—. ¡Por fin llegas Abeliel! —le regresó el "saludo", y después de ello, el terrible ataque de Abeliel fue liberado en un elegante destello, el cual como si se tratara de una véngala, llamó la atención de las criaturas alrededor de la señorita, y de inmediato, al llegar a su punto máximo, explotó liberando una gran cantidad de agujas doradas, las cuales atravesaron velozmente el aire hasta llegar a sus objetivos, y esquivando exitosamente a Leniel, quien observaba impresionada dicho salvataje—. Como siempre tan impresionante... —dijo ella al ver caer a todas las criaturas al mismo tiempo, las cuales apenas fueron derrotadas, empezaron a desvanecerse como si de polvo se tratasen, y al minuto siguiente vio arribar a Abeliel hacia ella; obviamente que el encuentro entre ellos sería de lo más poco formal, puesto que estar bañado de sangre frente a su guardián, no lo encontraba para nada digno, aun así, no podía hacer nada al respecto, pues estaban lidiando con algo realmente inesperado y complejo—. Abeliel...
—Señorita, ¿está bien? No está herida en ninguna parte, ¿no es así? —rápidamente la examinó con la mirada, e inmediatamente Leniel cerró los ojos negando con su cabeza para la tranquilidad de Abeliel.
—No, estas criaturas si bien son numerosas, no son letales —aclaró ella volviendo a abrir aquellos orbes cafés, observando cómo poco a poco en la lejanía volvían a resurgir esas criaturas como si de alguna especie de planta mágica se tratase, por lo que de nuevo se puso en guardia delante de él—. Pero no hay mucho tiempo para explicaciones, así que seré breve, Alaniel cayó en una formación umbrosa en un descuido que tuve; es mi culpa —en un solo movimiento, ya estaba detrás de Abeliel para cubrirlo—. ¡Kadmiel se ha adelantado para buscarlo mientras yo entretenía a estas criaturas! ¡Así que ve con él! ¡Seguro que lo encuentras más adelante! —le ordenó ella.
—¡Muy bien! —aceptando sin rechistar los deseos de su protegida, Abeliel se abrió paso entre las oscas criaturas que llegaban a presentársele pese a la intervención de Leniel, quien era la que se encargaba de la mayoría, hasta que por fin entre los dos se logró abrir un paso que Abeliel aprovechó, y dejó así detrás de sí a la señorita al igual que a las demás criaturas, quienes de inmediato, como si algo tuviese que ver la zona en la que estaban, éstas perdieron el interés en él. Ahora, teniendo en mente como único objetivo a sus compañeros, se adentró cada vez más en ese profundo sueño, encontrándose con rastros de sangre fresca, la cual lo obligó a detenerse un segundo para poder analizarla mejor—. Esta sangre... —por los rasgos que la caracterizaban, entendía que pertenecía a uno de su misma especie, y entonces las alarmas se despertaron en él, produciendo que su necesidad por encontrarlos lo más pronto posible, se disparara, así que, como si se tratara de una flecha, su velocidad aumentó gracias al apoyo de los aretes, como así también los rastros de carmín que se presentaban, hasta que al fin tuvo que detenerse frente al origen de ésta—. ¡No puede ser! —siendo el guerrero experimentado que era, no se dejó influenciar por el pánico que le generó la escena, y se inclinó sobre la persona que estaba gravemente herida para tomarla desde los hombros, lo que le permitió discernir mejor la situación, dando con una feroz cortadura en el pecho de éste—. ¡Kadmiel! ¡Kadmiel! ¡Resiste amigo! —le gritó el otro, y el implicado logró reaccionar abriendo con dificultad los ojos; afortunadamente solo estaba descansando de su terrible estado—. ¿Cómo es que acabaste así...? Casi nadie puede lograr herirte de esta forma...
—Este sueño... es una pesadilla —habló con esfuerzo; su voz temblaba y se escuchaba baja pero clara—. El humano que estamos buscando yo y mi señorita... está acompañado de un demonio... así que debes de tener cuidado... Abeliel... no te... —tosió un par de veces antes de retomar el hilo de la conversación—. No te confíes... —le pidió con la voz inestable, y mientras el mareo lo invadía por la pérdida de sangre, agregó—. Alaniel... él está con esa cosa... más... adelante —esta última declaración tensó de una peor forma a Abeliel, y entonces, sin pensarlo mucho, dejó a su compañero suavemente contra el suelo.
—Iré a buscarlo, y en cuanto me libre de él, podremos atenderte Kadmiel —explicó con un tono solemne, a lo cual Kadmiel abrió los ojos con admiración, pues sabía que Abeliel era tan fuerte como digno, pero... ¿podría hacerlo por su cuenta sin él? Tal vez las posibilidades eran infinitas, pero lo cierto es que solo podía decirle una cosa:
—Ten cuidado —le rogó suavemente, y Abeliel asintió antes de desaparecer de su vista como una ágil brisa.
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