Capítulo 14: El florecimiento marchito
Como si ambos se conocieran de toda la vida, se adentraron al bosque con un paso tranquilo; un paso a la vez; vez por vez que hacía crujir suavemente las hojas secas que volvían rápidamente a combinarse con la tierra, e instintivamente, renacían sin preguntas arriba de las copas que les tocaba abandonar a los minutos, dejando que la sabiduría del tiempo las llevara sin remordimiento; remordimiento que no existía dentro de ese paraje porque esas preciosas decoraciones naturales, no poseían consciencia, por lo tanto, su destino iba a ser siempre el florecer y marchitarse permanentemente, pero... ¿acaso sería así para siempre?, pues se podía contar con eso, en especial porque la gente que habitaba la zona, era la que se permitía decorarla con sueños complejos como el que estaban presenciando. Es así que, gracias a que fue bendecida con compañía, Seitán se vio inspirada a aferrarse de este tema para conversar.
—Abeliel... —lo llamó Seitán frenándose justo delante de un campo floral que demostraba el mismo comportamiento que el resto de la flora.
—¿Sí...? —preguntó él deteniéndose a su lado.
—¿Sabes por qué este lugar es así?
—... —al comienzo, esta consulta le impresionó bastante, pero logró disimularlo, pues creía que ella siendo quien era, sabría esta respuesta más que nadie, entonces... ¿por qué intentaría probar del cáliz de su conocimiento?—. Yo... —después de pensarlo un segundo, se reflejó sin quererlo la duda en sus esmeraldinos ojos en conjunto con su voz, lo que hizo que Seitán fijara su vista en él en lugar del paisaje, y se atreviera a estirar la mano para palmear su hombro con amabilidad, obligando a Abeliel a prestarle atención.
—No necesitas fingir de ninguna manera conmigo o permanecer en guardia; confía en mí —en ese momento apretó suavemente su hombro, y retiró la mano, esta vez, entrelazándola con la otra que tenía desocupada, y apenas terminó de hacerlo, sonrió con suavidad, cuestión que logró contagiar a Abeliel, llenando una vez más de calidez su corazón.
—Tiene razón... —comentó cerrando un momento los ojos y luego volvió a ver el campo floral—. De hecho, sí lo sé, pero antes de contarle, quisiera saber si usted cuenta con la respuesta ya que hablamos de sinceridad.
—Por supuesto, soy la líder de la luz, mi deber es saberlo todo —indicó.
—Muy bien, entonces de todas formas le contaré ya que me lo pregunta —le expresó y comenzó con la historia—. En el periférico del albor, las creaciones que hay a nuestro alcance, son el reflejo de las almas que aquí habitan —cuando pareció que Abeliel había terminado de hablar, Seitán entre abrió la comisura de sus labios para hacer un aporte; aporte que no llegó a ser, porque enseguida él retomó su monólogo—. Pero si quiere una respuesta más compleja, creo que más allá de esta idea base con la que fue creada en general todos los planos y no solo éste, tiene un significado sentimental, pues los que llegan aquí suelen ser personas que están perdidas en su camino de vida y se le deben dar una pista como guía para que puedan retomar el rumbo —levantó la mirada del campo y observó ahora el cielo, restándole importancia a la escena que representaba—. El ir y venir de las estrellas, de los días, y de todo lo que tenga que ver con esto de la superación del hombre, significa, por lo menos para mí, el renacimiento. Tal vez para otros tendrá una mirada mucho más desagradable, pero al menos eso creo que significa —indicó llevándose una mano al pecho y, esta vez, volviendo con sus gemas verdes hacia ella.
—Qué impresionante —las facciones de esa albina, eran suaves; muy bellas a simple vista, y demostraba que la respuesta de Abeliel había sido de su agrado, así que, ella que estaba levemente inclinada hacia delante, se enderezó, se llevó las manos a la cintura, y extendió su respuesta—. Eres el segundo ángel que conozco que cuyos pensamientos concuerdan con los míos —dio a entender.
—Si me lo permite... ¿el primero fue CN? —supuso.
—¡Exactamente!, ¿entonces lo conoces? —expresó emocionada.
—Sí —indicó él retirando la mano que se había colocado en el pecho—. Su reputación le precede —indicó.
—Sorprendente, entonces es alguien realmente de confianza —ante esta afirmación, Abeliel asintió en silencio, pues no vio necesario extender más el tema, pero sin saberlo, llevó a la incomodidad a Seitán, creyendo por un segundo que estaba disgustando a ese muchacho—. ¿Te estoy... aburriendo? —se atrevió a preguntar con timidez, actitud que hizo que se rescatara de su relajado estado y enseguida se tensara buscando salvar la situación.
—¡Oh, no! ¡Para nada su alteza! ¡No ha sido mi intensión que interpretara mi escueta respuesta de esa manera! —indicó levantando ambas manos para demostrar que se negaba fervientemente a aceptar esas primeras impresiones sobre él—. Simplemente todos conocemos al príncipe CN, y como es alguien tan admirado por sus logros como grandes habilidades, entonces no nos encontramos en necesidad de hablar mucho respecto a él —admitió con algo de vergüenza—. Lo lamento, no era mi intensión hacerla sentir de esta manera...
—¡Oh, no, disculpa, es solo que yo lo mal interpreté, fue mi culpa! —aclaró ella para salir del apuro en el que había metido a su camarada, quien se llevó una mano detrás de la nuca ahora siendo él el que estaba incómodo, cuestión que no duró mucho por suerte pues para desvincular rápidamente el tema anterior, Abeliel decidió ser ahora él el que preguntaba.
—Lo entiendo, así que no se preocupe, por lo que me gustaría pasar a otro tema más importante —le dijo, cuestión que borró el mal ambiente, así que sacó su mano de detrás de su cabeza para hacer un ademán mientras hablaba—. ¿Cómo es que me conoce su alteza?
—Es mi deber... —indicó ella ahora más calmada—. Como la heredera de luz, necesito aprender todo sobre los miles y millones de planos; se podría decir que sigo aprendiendo aun antes de asumir el trono, y quizás siga así hasta el fin de los tiempos —informó, dato que hizo preocupar a Abeliel.
—El mundo celestial es realmente vasto por lo que veo... —indicó Abeliel.
—Pero no más complejo que la guerra —explicó—. Necesito hacer que todo el compromiso vaya muy bien, de otra manera... tal vez no podremos tener paz jamás —aclaró con cierto peso en su voz, sin embargo, apenas terminó la frase, se revitalizó y le habló nuevamente—. Abeliel, estoy consciente de que las circunstancias en las que nos encontramos no son las mejores, aunque pese a eso puedo decir, que creo que este ha sido un encuentro realmente afortunado —indicó, sorprendiendo así a Abeliel—. Estoy al tanto de tu épica actitud, al igual que la de tus compañeros; tienen un alma valiente y digna, tal como a mí me satisface, así que puedo asegurar que este encuentro es una bendición para mí; quizás... es algo que el supremo de luz estaba esperando a que sucediera —se sinceró con él, y esta pequeña reflexión, hizo que algo en Abeliel actuara por él, así que un segundo después ella vio cómo éste se reverenciaba ante ella en una segunda ocasión, impactando a Seitán, quien dio un paso hacia atrás por lo mismo mientras se llevaba una mano al pecho—. ¿Qué estás haciendo Abeliel...?
—En ese caso —la interrumpió con la cabeza baja a ojos cerrados—, si usted cree que este encuentro la favorece de tal manera, entonces me veo en obligación a hacer lo siguiente —este elegante ángel rubio tomó la mano de Seitán y elevó su mirada esmeraldina hacia ella—. Juro solemnemente hacia la heredera de luz, que nunca la traicionaré sean cuales sean las circunstancias, lo juro por mi vida —inesperadamente, los eventos hicieron que este guerrero celestial se comprometiera ante ella; un compromiso de honor y sangre, que sería llevado hasta incluso su siguiente vida, la cual solo Dios sabría cuál sería la que le concerniese, es por eso, y sabiendo este significado, Seitán, con los ojos bien abiertos, iba a reprenderlo por un segundo, pero enseguida la voz de un tercero los interceptó, haciendo que ambos giraran la cabeza hacia la dirección de donde provenía dicha voz.
—¡Abeliel! ¡Abeliel, dónde es que estás! —no era otra persona que Leniel; ella lo buscaba junto a Kadmiel y Alaniel que estaban a sus espaldas, por lo que, dado este inevitable hecho, Seitán se liberó de la mano de Abeliel con gentileza, y entonces volvió a dirigirse a él, esta vez, con una idea diferente; había cambiado de opinión gracias a la llegada de Leniel.
—El avatar de viento ha venido en el momento preciso, lo cual me dice que esto estaba también en los planes de nuestro padre —obvió dando un paso hacia atrás mientras ese rubio la miraba algo confundido—. Ya debo marcharme, y aunque nuestro encuentro haya sido leve, me ha parecido de lo más agradable —ella se giró, y antes de desaparecer envuelta en una neblina, lo observó por sobre su hombro y le comentó—. Espero poder verte en mi ceremonia de asunción, y que la gloría del supremo siempre te guíe.... —y es aquí que se desvaneció en el aire, más un minuto después llegaron sus camaradas para con él.
—... y que su poder bendiga su camino —bajó su cabeza en señal de respeto mientras susurraba aquello.
—¡Abeliel! ¡Por fin te encontramos! —indicó Alaniel apenas llegaron.
—Señorita, Alaniel, Kadmiel —los llamó a todos y cada uno de ellos, pero en especial a Leniel, a quien la observó principalmente para analizar su estado—. Veo que se encuentra mejor.
—No hay tiempo para dejarse arrastrar por las pérdidas... —indicó Leniel con una voz mezclada entre la seriedad y la angustia, las cuales abandonó especialmente por la preocupación que le entregó este muchacho a la hora de irse a investigar por su cuenta—. Pero ahora hay cosas más importantes que atender, pues los muertos pueden estar por su cuenta. Ahora bien, ¿tú... estás bien?, Alaniel me comentó que fuiste a buscar a alguien sospechoso.
—Sí, ¿qué pasó con esa persona? ¿No te hizo nada? —indagó el mencionado por el avatar de viento.
—Estoy bien; al final no había nada de lo cual preocuparse —indicó con la calma que lo caracterizaba.
—¿Qué quieres decir con eso? —esta vez fue Kadmiel el que preguntó.
—Tuve un encuentro con la heredera de la luz —explicó, lo cual le quitó el aliento a todos, pues... no entendían cómo es que esto era posible.
—Ella... ¿estuvo aquí? —expresó Leniel, y entonces lo vio asentir a Abeliel—. ¿Cómo...? No, ¿por qué...?
—Ella me explicó que su libertad se vería afectada después de la asunción, así que decidió que era mejor explorar algunos territorios que quería conocer antes de verse con esa tarea titánica —les explicó, a lo cual Kadmiel bajó la mirada viéndose serio.
—Es comprensible... con todo lo que tendrá que afrontar después de eso, no podrá gozar ni de una gota de libertad —dio a entender.
—No me imaginé que el puesto de líder sería tan abrumador... —indicó Alaniel preocupado.
—No es algo que pueda al final tomárselo a la ligera, pero también me resulta aún impresionante de creer... ¿estás seguro de que fue la líder de la luz y no alguna otra cosa? —al comienzo de esta frase, Leniel se llevó una mano a la barbilla como si dudara de la versión de Abeliel, pues... aunque éste no fuera capaz de mentirle respecto a esto, era demasiado increíble que la heredera de luz fuera a parar al periférico del albor, no obstante, mientras estaba meditando sus próximas palabras, Kadmiel divisó algo en el suelo, y dio con un pequeño botín, ahí es cuando le llamó la atención a los tres estando agachado como estaba e inmediatamente les mostró su hallazgo.
—Miren esto —apenas los orbes de todos se posaron en el objeto, dieron con un medallón peculiar, el cual tenía bordes dorados y que en cuyo centro, había un mechón blanco cerrado por una cúpula clara de agua de lluvia, la cual se movía poseída por la magia blanca que la envolvía, de hecho, la energía era tan poderosa, que casi podría considerarse de origen divino—. ¿No es acaso un pase celestial? —un segundo después de escuchar esto, Leniel lo tomó para revisarlo, y ella asintió para luego mirar a Abeliel.
—Sí... lo es —indicó, y sin ninguna duda, se lo ofreció al rubio luego de analizarlo.
—¿Señorita? —preguntó al verla ofrecérselo.
—Es tuyo —indicó.
—Pero... —Abeliel se veía impactado.
—Estoy segura que es una excusa de parte de la líder para que puedan verse de nuevo, así que acéptalo y tenlo; seguro que será útil en algún momento, además, quién sabe, pero puede que nos sirva para resolver el caso de Solventa —le dijo, así que, convencido por estas últimas palabras, Abeliel aceptó el medallón, y mirándolo fijamente, se comprometió guardarlo para la ocasión anhelada.
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