Capítulo 13: Encuentros y desencuentros
El viento que acariciaba las hojas de los árboles ocultos por la niebla, que incluso se abría camino entre las cuatro torres, atrajo con él a los primeros nubarrones que oscureció más ese panorama en el que se encontraban, pues justo después de que Leniel sujetara la punta de la carta, las primeras gotas cayeron, liberando así una ligera llovizna que traía un mal presagio.
—Para mi querida hermana: Leniel... —fue lo que leyó cuando apenas sus ojos dieron con el reverso del sobre, por consiguiente el avatar de viento lo abrió sin apuro, aunque con una rara inquietud en su corazón, mientras tanto, Abeliel hizo uso de su capa para cubrir a la señorita de las gotas de agua y, por último, Alaniel, Kadmiel e incluso Abeliel, la escucharon atentamente, hasta que su voz temblorosa llegó hasta el último párrafo, en consecuencia los sonidos de la lluvia, junto a una tenue como triste melodía de piano fue lo que remplazó a las voces como cualquier otro sonido que perteneciera al ambiente, para un instante después, ser perseguidos por esta desgarradora melodía al trasladarse con prisas dentro de un portal. Si bien, ya era mucho el peso en su alma, éste no parecía ser suficiente, por eso es que su mente les jugaba la mala pasada y relataba de nuevo la carta usando la voz de Astenia:
"Para mi querida hermana: Leniel. Sé que el tiempo del cambio ha llegado, y que deberás afrontarlo desde el primer minuto al que arribes a la memoria nebulosa, sin embargo, a mí aún me cuesta aceptar que has crecido mucho más rápido que yo..."
De pronto, varias pisadas rápidas magullaron el pasto, cubriendo parte del relato.
"... lo cual me duele, por eso no he podido despedirme de ti apropiadamente, y eso me hace arrepentirme mucho de mi inadecuada actitud hacia ti, pues sé que debería estar feliz por tus logros, aun así... quiero que sepas que no es lo único que siento por ti..."
Las hojas secas del hogar de Leniel acariciaron el rastro de agua que había quedado sobre sus mejillas y, mientras tanto, subían las interminables escaleras en busca del mismo objetivo.
"... más allá del rencor que pudiste apreciar antes de partir, mi corazón te aprecia como lo hacen las cuatro estaciones, las cuales no pueden vivir la una sin la otra, pues ambas compartimos sangre y carne a pesar de ser de diferentes fechas de nacimiento, por lo tanto, creo que poseemos ese lazo inquebrantable que lo hace llamar a esto... hermandad..."
La agitada respiración de Leniel se volvió más sonora con cada esfuerzo que ponía en su carrera, incluso las gotas que mancharon su rostro antes, ahora adquirían una calidez quebrada con un toque salado.
"... Sin embargo, yo creo que he pecado al faltar a este pacto tan especial, así que, siendo consciente de esto, sé que no puedo aspirar a mejorar, y solo me queda dejarte volar, por eso he decidido despedirme de ti como del resto del mundo que conocemos esperando que en otra vida... los paisajes esta vez sean de matices más brillantes que solo grises..."
Después de mucho esfuerzo, al fin traspasaron los pasillos y llegaron a la habitación en que se encontraba un féretro de madera, donde Astenia "dormía".
"...Así que recuerda que te amo hermana, sé más brillante que el sol, y más libre que el viento; deseo que lo que te espera a futuro, sea solo felicidad. Mis más sinceras bendiciones para el nuevo avatar de viento. Atte: Astenia."
Cuando apenas terminó de rememorar la carta, las rodillas de Leniel perdieron fuerzas de inmediato, y se cayó a unos pocos metros del frío cajón de madera, en consecuencia, Abeliel y Kadmiel tuvieron el reflejo de tomarla de los brazos para que no fuese a hacerse daño, pero el primer golpe sin saberlo ya había sido dado, ya que cuando fue despedida por ella a través de la carta, ésta cumplió la función de convertirse en una semilla de intenso malestar, el cual ahora seguía ramificando dentro suyo aun después de encontrarse con la conclusión sospechada, e incluso, sin que su dignidad como el avatar de viento se lo impidiera, se atrevió a arrastrarse de forma vergonzosa hasta el ataúd, en donde observó el cadavérico rostro de su familiar, e inmediatamente, la cascada de lágrimas que liberaba se intensificó, y una cadena de lamentos descorazonados rebotó entre las paredes ante la mirada atónita de ciertos sirvientes como de los tres guardianes que la estimaban. Si bien lo más digno de hacer en ese momento era acompañar a Leniel en su pérdida, hubo uno de sus guardianes que no pudo soportar la escena, así que éste salió a tomar aire en la entrada principal de la vivienda, pues por un segundo sintió que rememoraba lo sucedido en su pueblo natal.
—Esto... es realmente cruel —se dijo a sí mismo mientras apretaba los puños en soledad, pues... siendo alguien que apoyaba la buena voluntad, era de entender que no podía reconocer las malas acciones como algo que tuviera su propio origen, pero sí... todo en este mundo tiene un porqué.
—Así que saliste... —la voz de Abeliel surgió desde detrás de Alaniel, quien apenas se medio giró para verlo.
—Viniste... —susurró él.
—Sí —asintió parándose a su lado cruzándose de brazos.
—¿Y la señorita...? ¿Cómo está? —indagó con sutileza.
—Está con Kadmiel; no te preocupes por ella, pronto superará esta pérdida —le aseguró ese rubio, a lo cual Alaniel no estaba tan seguro por cómo la vio, y por eso mismo bajó la mirada hacia las escalinatas que antes tuvieron que subir corriendo; ahora que se daba cuenta, éstas rebozaban de hojas secas.
—¿Por qué su hermana decidió sacarse la vida? ¿Tú lo sabes... Abeliel? —le preguntó sin pena, a lo cual Abeliel también miró a la misma dirección que Alaniel, y decidió contarle los hechos ocurridos hasta ahora.
—Tengo mis sospechas —admitió—. Todo se resume a que la señorita Astenia, quien era aspirante al puesto de avatar de viento, falló ante su hermana menor; Leniel probó tener más vigor y talento que su hermana mayor, lo que la llevó a ser seleccionada; si bien sus edades no son demasiado diferentes, fue un golpe duro para el orgullo de Astenia, lo que probablemente la llevó a deprimirse profundamente.
—¿Se deprimió solo por no poder obtener el puesto? —dijo sorprendido, pues veía eso como algo inaceptable, por lo que miró con cierto reproche a Abeliel.
—No, no fue solo por eso, sino que se trató también de un exceso de preocupación —explicó él haciendo un ademán con su mano mientras hablaba con él volviendo a mirarlo también—. Astenia sabía los riesgos que debes confrontar con semejante posición, por eso quería el puesto, así que no fue tanto por orgullo...
—Entonces... fue porque quería proteger a la señorita Leniel... —expresó completamente angustiado.
—Sí, así es —luego volvió su mirada al paisaje y se llevó sus manos detrás de la espalda—. Astenia hacia tiempo que se veía muy mal; no comía adecuadamente, pero tampoco descansaba —cerró los ojos—. Supongo que llegó a su cúlmine cuando escuchó que la señorita debería enfrentar en su primer día al heredero oscuro; es lo único que se me viene a la mente —esa especulación hizo sentir realmente colapsado el corazón de Alaniel, por lo que soltó la siguiente opinión:
—Si la señorita se enterara de semejante cosa... ella nunca se lo perdonaría; creería que fue su culpa —dio a entender.
—Por eso es mejor no decir nada; afortunadamente Leniel es muy resiliente, y eso la hace perfecta para el puesto que tiene —informó Abeliel volviendo a abrir sus ojos.
—Ya veo... —el corazón de Alaniel se sintió más liviano con ese dato, y entonces, pensando en unas cuantas cosas, trajo a colación otra idea—. Veo que conoces mucho a Leniel, Abeliel, ¿hace mucho que estás con ella?
—Bueno... Kadmiel la conoce más; él ha estado con ella entrenando desde pequeños, así que él ha sido su guardián desde antes, yo fui criado dentro del templo del renacimiento hasta cumplir la mayoría de edad, y luego designado como un segundo guía para la señorita, así que hemos estado entrenando desde ese momento los tres juntos; eso nos ha abierto a conocernos en muchos aspectos —le explicó.
—Oh, debe ser agradable tener unos vínculos tan fuertes —mencionó realmente conmovido por los lazos que compartían en conjunto estos ángeles tan puros, en cambio él...
—Sí, pero ahora somos cuatro, así que serás parte de nuestros buenos recuerdos también —le aclaró Abeliel para que no se sintiera excluido, a lo cual Alaniel se llevó una mano al pecho de la impresión, pues sintió por un segundo que este hombre le había leído la mente, pero a sabiendas de que eso era imposible, se sintió avergonzado, y asintió un par de veces.
—Sí... Muchas gracias —y de inmediato Abeliel sonrió al respecto. Sin embargo, se vio distraído por un segundo debido a una silueta albina que divisó a lo lejos, cuestión que inspiró a su compañero para virar a la misma dirección—. ¿Qué es eso? —preguntó de inmediato.
—Iré a investigar —y justo cuando Alaniel iba a hacer el ademán de ir también, Abeliel lo frenó poniéndole el brazo en medio—. No, tú quédate aquí por si Kadmiel necesita ayuda en algún momento; enseguida regreso —cuando ese rubio dejó atrás a su compañero, logró que Alaniel se sintiera contrariado, pero al final éste aceptó su resolución mientras veía que se alejaba de él para internarse más allá, y es por esto que le gritó desde lejos:
—¡Bien, pero ten mucho cuidado! —y en respuesta lo vio girarse un segundo para saludarlo con su mano, e instantes después, desapareció de su vista.
***
En los planos el clima varía según qué región se visite, por lo tanto, el periférico del albor (hogar de Leniel) no era la excepción. En ese territorio las hojas de otoño eran una variante que duraba todo el año, pues éstas nacían y envejecían constantemente a un ritmo acelerado, volviendo así de la misma manera, a fundirse con el suelo para entonces repetir infinitamente el ciclo; un espectáculo realmente entretenido, aunque algo desesperante y aburrido para los que ya estaban acostumbrados a verlo. No obstante, Abeliel, quien no había crecido en dicho espacio, le era imposible pensar así, ya que encontraba en esta acción de alguna forma, la reconfortante idea del renacimiento; era la perfecta representación de entrega de oportunidades, por lo que cuando se le daba la ocasión, se dedicaba a mirar la repetición del ciclo, pero hoy se vería privado de ello, porque se debió internar en el bosque para encontrarse con ese ser curioso que fisgoneaba a los alrededores. Es así cómo su impecable silueta se disipó al igual que esa figura que había antes visto, acto que lo impresionó por un segundo, pero no dejaría que nadie lo sobrepasara, en especial con su experiencia, así que aumentó su velocidad, esta vez, trepando por las ramas de los árboles, es así que regresó esa forma fantasmal a su punto de visión, de este modo la vio a más detalle, dando con un camisón blanco y notando que... ¿andaba descalzo? ¡Eso era!, pues gracias a ello casi no soltaba ningún tipo de sonido a sus alrededores.
—¡Detente ahí mismo! —ordenó el rubio, quien para su sorpresa, el individuo le terminó haciendo caso, así que también debió detenerse repentinamente; ahora que ese invitado indeseado se había frenado, logró ver a más detalle su composición: era una mujer, aunque poco común...
—¿Quién va? —preguntó en voz alta la femenina, exaltando así a Abeliel, pues éste se enteró que se había ensimismado en él en un intento por dibujar la clase de persona que era con los pocos datos que tenía. No obstante, ahora consciente, bajó del árbol, y se presentó luego de enderezarse.
—Mi nombre es Abeliel, uno de los tres guardianes del avatar de viento —advirtió fijando nuevamente su mirada en ella; ahora que estaba cerca, logró apreciar que tenía una larga cabellera astral que rosaba el piso, mientras que esa prenda que traía, apenas le cubría las rodillas, además, como nunca antes había dado con un ser que poseyera esa clase de color en el pelo, eso la convertía en un espécimen muy singular.
—Así que eres ese ángel... —ella habló suavemente; su voz era tan cálida al oído que, al escucharla, era como si se estuviera recibiendo una caricia de su parte, aunque lo que más maravillaba a Abeliel, era la paz que le estaba causando esta muchacha, que peor aún... lo conocía, aunque antes de que pudiese indagar al respecto, esta mujer se giró hacia su dirección, revelando un delicado rostro con dos perlas azules como ojos; era una belleza inigualable—. Mi nombre es Seitán, la nueva líder de la luz; lamento haber entrado a sus dominios sin avisar, pero es que... deseaba aprovechar mis últimos momentos de libertad, así que terminé en este plano de casualidad —cuando Abeliel escuchó que se trataba de la nueva líder de la luz, entendió el porqué se sentía tan relajado en su presencia, a lo que le recordó el profundo respeto que le guardaba e inmediatamente se inclinó ante ella.
—¡Mis respetos a su alteza de luz! —con una mano en el pecho, cerró los ojos, dejando que esos preciosos cabellos dorados se deslizaran cubriendo el atractivo rostro que Abeliel portaba—. No debe disculparse, yo soy el que ha cometido una falta a la hora de juzgarla como un intruso; ha sido mi inoperancia la que ha hecho que pase por un mal momento, así que le pido mil perdones alteza —ante la desesperante petición de Abeliel, los ojos de Seitán se entre cerraron un poco, y lentamente, sin decir una sola palabra: se acercó a él, se agachó a su altura y posó una mano sobre el hombro ajeno.
—Un buen líder debe asumir sus errores, así que no debes forzarte a cargar con esta situación por tu cuenta —le dio un par de palmadas y esos suaves labios se curvaron en una amable sonrisa para entonces hacerle la siguiente petición—. Vamos, levántate —después de decir esto, él se puso de nuevo de pie.
—Gracias... su alteza —dio como respuesta a su amabilidad, pero en la mirada de ese ángel, como en su voz, se daba a conocer la incertidumbre que lo embargaba por no saber qué otra cosa hacer en tal situación, y por supuesto, Seitán se dio cuenta de esto, así que le hizo el siguiente ofrecimiento:
—Abandonemos por el momento las formalidades, ya que aún no se ha producido la ceremonia de asunción, por lo tanto, de momento, puedes relajarte y acompañarme a pasear un momento, ¿no? —ella extendió su mano hacia el interior del bosque renaciente, y Abeliel, sorprendido, se quedó sin palabras por unos segundos hasta que al fin se animó a contestar llevándose una mano al pecho.
—Por supuesto, señorita Seitán, será un placer acompañarla —y con una elegante reverencia, pactaron comenzar a conocerse.
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