✪Sêdecim✟
JungKook de alguna forma tenía algo que siempre lograba cierto encanto en la gran mayoría de las personas, sin importar la edad y sin importar si eran de sexo femenino o masculino. Algunas veces era por su atractivo, otras por su amabilidad y carisma, otras por las tres juntas.
Sin embargo el encanto que estaba creando en YoonGi era un tanto diferente. El menor no sabía por qué, pero desde que dejó que JungKook se acercara un poco más a él, algo había iniciado a cambiar. YoonGi iniciaba a sentirse extraño cuando Luzbel estaba cerca suyo o con tan solo pensar en él, pero de alguna forma era una sensación que le gustaba.
Tal vez era más que extraño, pero quería seguir sintiéndose así.
Parpadeó un par de veces cuando un sobre blanco entró en su campo de visión. Subió la mirada hacia la persona que se lo extendía, y tragó saliva al ver que era JungKook.
—¿Qué es eso?
—Tómalo.
YoonGi dejó de colocar las bolsas de frituras en el estante para tomar el sobre que el pelinegro le ofrecía.
—¿No me dirás qué es? —preguntó, prefiriendo escucharlo por las palabras del contrario en lugar de solo abrirlo para saber.
—Es mi paga de los días que trabajé aquí.
—¿Qué? —sonrió un poco ante su confusión—. ¿Por qué me lo das? —su expresión se volvió más seria cuando cayó en cuenta de algo—. Espera, no se supone que deban pagarte esto ahora.
—He renunciado.
—¿Qué? ¿Por qué? —abrió los ojos, sorprendido.
—No iba a estar aquí por siempre, YoonGi —hizo un intento por elevar las comisuras de sus labios en una sonrisa–. Regresaré al lugar donde debo estar.
—¿Volverás... al infierno? —JungKook no respondió, pero YoonGi pudo ver la respuesta a través de sus ojos. Y la idea de que se fuera le causó algo extraño en el pecho—. Quédate —pidió en voz baja y sin haberlo pensado mucho—. Quédate al menos un poco más.
—Fuiste tú quien me mandó al infierno, ¿lo olvidas? —sonrió divertido.
—Vamos, eso fue antes cuando creía que eras un psicópata —insistió, con el ceño ligeramente fruncido.
JungKook suspiró suavemente para luego relamer sus labios y acercarse un poco más hacia el menor, negando con la cabeza.
—No puedo, YoonGi... en verdad no puedo.
Luzbel se rehusó por un momento a decirle la verdad. Pensó que tal vez sería más fácil si solo se iba y YoonGi continuaba su vida como un humano cualquiera, como siempre creyó que lo era. No quería dificultarle más las cosas.
YoonGi por su parte, asintió levemente, bajando su mirada hacia el sobre.
—¿Por qué me das esto a mí?
—El dinero no sirve en el infierno —volvió a sonreír—. Te diría que me llamaras pero la verdad es que también dudo que haya señal hasta allá —borró su sonrisa cuando YoonGi le vio con esos ojos oscuros que le decían que se dejara de malditas bromas y hablara de una vez, por lo que Luzbel carraspeó—. Creí que tú le darías un mejor uso que llevármelo o guardarlo en una cuenta bancaria que nadie utilizaría.
Tal vez no era como debía reaccionar, pero eso de alguna forma ofendió al menor. Se sintió molesto desde antes, cuando Luzbel le dijo que se iría, pero ni siquiera quiso dar señales de ello porque no podía hacerlo, no era nadie para decirle a JungKook que se quedara a pesar de que quería que lo hiciera. Se sintió molesto porque JungKook no podía acercarse a él, insistir tanto para adentrarse a su vida, hacer que iniciara a confiar en él, que iniciara a significar algo para él, y luego irse como si nada. ¿Y en verdad creía que el maldito dinero de unos pocos días de trabajar ahí, lo resolvería todo?
YoonGi estaba por responder cuando la puerta de cristal se abrió debido a un cliente. Sin embargo, al verlo mucho mejor, YoonGi supo que era más que un cliente: se trataba de JongIn.
El maldito no estaba allí para comprar algo precisamente, ¿cómo no notarlo? Sabía perfectamente dónde trabajaba YoonGi y su molesta sonrisa se lo decía todo. El tipo abrió la puerta de uno de los mantenedores para sacar una lata de soda, y después caminó tranquilamente hasta la caja, esperando a que alguien lo atendiera.
Aunque YoonGi se sintió un poco nervioso por su presencia, intentó disimularlo. Regresó a JungKook, chocando el sobre contra su pecho, importándole poco si lo había tomado o no.
—No quiero tu caridad.
Luzbel suspiró, tomando el sobre de vuelta.
—YoonGi...
Intentó detenerlo pero el menor no le prestó atención, lo dejó en el pasillo solo, para dirigirse hacia la caja registradora.
Tal como YoonGi pudo imaginárselo, al llegar a la caja la fastidiosa sonrisa de JongIn se hizo más grande.
—No te bastó con ir a mi casa, ¿ahora tienes que venir a mi trabajo?
—¿De qué hablas? Solo vine a comprar un refresco para el camino —el dichoso refresco le fue arrebatado de su mano para poder cobrarlo. El rostro de YoonGi estaba inexpresivo, y era evidente que no iba a tragarse una sola de sus palabras—. Veo que eres de los que les gusta ir al punto. Bien, eso me gusta —se cruzó de brazos—. ¿Recuerdas la mágica noche que tuvimos? —escuchó al menor resoplar—. Me gustaría repetirlo.
—¿Disculpa? —soltó incrédulo.
—Me gustó —se alzó de hombros—. Ni siquiera estoy muy seguro del porqué —bufó, sacando el dinero con el que iba a pagar el refresco—. No te mueves en la cama, pero al parecer compensa que tengas un buen culo.
—No estoy escuchando esto —murmuró para sí mismo, intentando sacar algo de paciencia. Quiso tomar los billetes que el chico le extendía, pero cuando lo hizo JongIn lo tomó de la muñeca con su otra mano.
—9 de la noche.
—Dijiste que sería solo por esa vez —le reclamó, frunciendo el ceño.
—Te estás equivocando. Esa tal vez fue la primera vez, pero nunca dije que sería la última —lo acercó más a él—. Ahora dime —habló en voz baja—. ¿Recuerdas qué hotel y qué habitación?
YoonGi le respondió en un susurro, sintiéndose, por mucho, más pequeño que JongIn.
JongIn nunca notó la presencia de JungKook, y aunque YoonGi sí estuvo al tanto de ella, nunca imaginó que a pesar de los metros de distancia, Luzbel había escuchado su conversación.
JiMin fue despertando poco a poco. Odiaba el hecho de que nunca podía descansar bien cuando estaba en casa ajena, y aunque aún era muy temprano, él se sentía verdaderamente agotado. Ese día prácticamente WheeIn y EunWoo acabaron con él.
Cuando se acomodó sobre su otro costado, el rubio se dio cuenta de que en lugar de haber tres personas sobre esa cama King Size, solo habían dos.
Se levantó de a poco, teniendo el cuidado de no despertar a WheeIn, y una vez que estuvo fuera de la cama se dirigió hacia afuera de la habitación, donde se encontró a EunWoo sentado sobre uno de los sofás.
Caminó hasta él, notándolo con la mirada perdida y un vaso con agua en su mano derecha.
—¿Está todo bien? —preguntó en voz baja.
EunWoo volteó hacia él, sonriéndole a los pocos segundos.
—No te escuché venir.
—¿Hace cuánto estás aquí?
—No lo sé —se alzó de hombros—. Una o dos horas tal vez.
—¿Qué es lo que sucede? —tomó asiento al lado suyo—. Te noté distraído incluso cuando me estabas follando.
EunWoo suspiró pesado, desviando la mirada hacia su vaso con agua, el cual terminó llevando a su boca para tomar un poco del líquido.
—Es WheeIn.
—¿Qué hay con ella?
—Sus padres la llamaron de Estados Unidos. Ella los extraña, ¿sabes? —subió la mirada hacia él—. Pensó que independizarse no sería tan complicado, pero lo es, y el hecho de no tener familia aquí lo vuelve más complicado para ella, le hace sentir más sola—volvió a suspirar—. Sus padres le ofrecieron irse con ellos, le dijeron que allá le ayudarían a tener su propio salón de belleza y a obtener la ciudadanía estadounidense.
—Y ella... —le vio, expectante.
—Ella aceptó.
A JiMin le costó decir algo por unos minutos. Esa información lo había tomado por sorpresa.
—¿Cuándo te dijo esto?
—Hace tres días.
—¿Por qué a mí no me dijo nada?
—Porque el novio soy yo, JiMin —dijo con seriedad.
El rubio mordió sutilmente su labio inferior. No le gustaba la manera en la que de alguna forma siempre se recalcaba que él era el extra en la relación, que a pesar de que era verdad, en algún momento tuvo la loca idea de que llegaría a ser más para ellos que solo un chico que meterían a su cama de vez en cuando. Pero, por alguna razón, menos le gustaba que fuera EunWoo quien le recalcara todo eso.
—Me ofreció ir con ella —prosiguió el de cabellos azabaches, muy metido en su dilema como para notar la expresión anonadada del contrario.
—Y... —JiMin tragó saliva, sintiendo una presión en el pecho por una razón que no podía identificar muy bien—. ¿Qué decidiste?
—Ella me ama, yo lo sé —soltó una sonrisa que contenía pura lástima—. Y yo la amo a ella, en verdad lo hago... pero creo que no lo suficiente como para irme con ella.
El rubio se sintió molesto consigo mismo, porque esa respuesta de alguna forma lo había aliviado, y se sentía como un mal amigo por ello.
JongIn pidió las llaves de la misma habitación en la que había estado la primera vez que lo hizo con YoonGi. Quería estar ahí para antes de que el menor llegara, justo como lo había hecho la vez anterior.
Insertó la llave y abrió la puerta tranquilamente mientras silbaba una canción.
Una vez que estuvo adentro, puso el pasador de la puerta, y tomó con más fuerza la bolsa que cargaba en su mano izquierda. Esa noche en específico se sentía de muy bien humor, pues tenía planeado algo divertido.
—Bienvenido.
JongIn se sobresaltó y se volteó de inmediato casi con el corazón en la garganta. Llevó su mano a su pecho al ver al mismo pelinegro con el que había iniciado a chantajear a YoonGi, sentado en uno de los dos sillones individuales.
El chico no dijo nada, en cambio tuvo las intenciones de volver a abrir la puerta para asegurarse de que estaba en la habitación correcta.
—No te preocupes —volvió a hablar JungKook—. No te has equivocado.
JongIn frunció el ceño, dando tres pasos hacia adelante.
—¿Quién mierda eres? ¿Qué haces aquí? Esta habitación está reservada.
—Tranquilo —se puso de pie, acomodando su camisa negra de bonotes—. Solo vengo a conversar un poco.
Luzbel emprendió camino hacia el otro chico, en el corto trayecto sus ojos cambiaron a unos completamente negros, que no podían indicar más que peligro.
JungKook estaba decidido en que de alguna forma u otra, iba a ayudar a YoonGi antes de irse.
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