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✪Quadrâgintâ quînque✟

YoonGi rápidamente soltó las bolsas que cargaba, se acercó a sus amigos desde atrás y tapó sus ojos con las manos.

—¿Quieres hacerme sentir mejor? —dijo JiMin a HoSeok, dándole un pequeño codazo—. Dime dónde conseguir uno de esos —señaló al frente, donde sabía por su memoria que ahí estaba JungKook.

—Creo que hasta yo me hice gay —murmuró el pelinaranja.

JungKook sonrió nervioso, tomando las cajas de preservativos y los lubricantes entre sus brazos. Maldecía el momento que decidió botar la bolsa de compras, ya que no podía sujetar todos los productos a la vez.

YoonGi quitó sus manos lentamente del rostro de sus amigos y se colocó frente a ellos.

—Si alguno de ustedes abre los ojos, juro que se los sacaré con mis propias manos —advirtió antes de caminar hacia su pareja—. Cariño, ¿en qué estabas pensando? —le regañó en un susurro. Se quitó la chaqueta de mezclilla para cubrir los genitales del pelinegro.

—Creí que venías solo —se defendió—. Planeamos hacer el amor cuando regresaras, así que quería sorprenderte.

—Oh —JiMin levantó la mano para llamar la atención—. Si están interesados en un trío, suelo ser la persona para eso.

—No si terminas enamorándote de alguno de los dos —señaló HoSeok.

—Sí, gracias por hacer que el dolor regresara.

YoonGi negó con la cabeza e ignoró a sus amigos que seguían discutiendo sin sentido aún con los ojos cerrados.

—Lamento no haberte avisado que traería compañía —para cubrirle el trasero, caminó detrás del pelinegro mientras se dirigían a la habitación.

—Ah, he pasado por cosas peores... aunque no deja de sentirse incómodo —confesó, haciendo un pequeño mohín.

—Prometo que te lo compensaré cuando se vayan —susurró en un tono sugestivo.

—Oh, me gusta cómo suena eso —sonrió más alegre.

—Claro —le copió el gesto—. Ahora ponte algo de ropa, ¿sí? No quieras seguir tentando a todos los presentes allá afuera —le dio una pequeña nalgada en cuanto estuvieron en la entrada de la habitación.

—Según algunos humanos, tentar es uno de mis pasatiempos favoritos —dejó todos los productos sobre la cama antes de girarse hacia el menor—. Aunque si soy honesto, solo me gusta hacerlo contigo.

—¿Ah, sí? —intentó mantener su mirada fija en la del pelinegro cuando este último se quitó la chaqueta que cubría sus partes más íntimas e iniciaba a caminar lentamente hacia él.

—Sí.

Tan solo un segundo después de que YoonGi cerrara la puerta, JungKook lo estampó contra esta, sujetándolo de las mejillas para adueñarse de sus labios con todas las ganas que había estado acumulando en el transcurso del día. El menor le respondió al beso sin ningún ápice de duda mientras que sus manos se posaban en las caderas del pelinegro.

—Ya me quiero ir —dijo JiMin en voz baja, mientras seguía de pie en la sala al lado de HoSeok.

—¿Por qué? Venimos llegando.

—Me trajiste al peor lugar para aborrecer el maldito amor —señaló hacia el pasillo por donde se había ido la pareja—. ¡Lo estaba esperando desnudo! —recalcó—. Ellos apenas están iniciando una relación, ¿entiendes lo que te digo?

—Por la mirada que pones, algo me dice que no.

—Hablo de que se traen muchas ganas. No quiero quejarme en un lugar donde la tensión sexual se siente por todas partes.

—¿Qué dices? —soltó una risa baja—. ¿Estamos hablando del mismo YoonGi? Porque el que yo conozco no es precisamente un algodón de azúcar. No es del tipo de persona que se expresa de manera afectuosa.

—Claro, eso es porque su anterior novio era una mierda.

—Vamos, te aseguro que en unos minutos ni recordarás que ellos dos se traen algo.

...

—Pareciera que llevas mucho tiempo esperándome —YoonGi comentó burlón, y casi sin aliento, sobre los labios contrarios.

—Solo desde que te fuiste.

—No sabes cuánto me encantaría seguir con esto, pero nuestros amigos están en la sala y no podemos hacerlos esperar mucho tiempo.

—De acuerdo —asintió antes de besarlo fugazmente—. Pero lo haremos luego, ¿no?

—Sería un pecado decirte que no —respondió entre risas.

JungKook besó su frente antes de alejarse para buscar algo de la ropa que había traído de su apartamento y había acomodado en un pequeño espacio dentro del ropero del menor. YoonGi observó su espalda mientras se alejaba, y el recuerdo de su sueño no pudo evitar invadirlo en ese momento, ocasionando que su sonrisa se esfumara.

—JungKook —carraspeó. Dudó un poco en seguir hablando, pero luego de unos segundos terminó haciéndolo—. Tus alas son... eran —se corrigió, con algo de pesar—. Eran similares a las de tus hermanos, ¿no?

—Sí —respondió mientras se colocaba los bóxers—. Lo único diferente era el color. Las alas de mis hermanos son blancas, mientras que las mías eran... ya sabes, negras.

—Bueno... si sirve de algo, desde que te conozco he notado que el negro te queda muy bien.

JungKook sonrió a duras penas. Reconocía que en gran parte solo trataba de hacerlo sentir mejor.

—Y... —prosiguió el menor—. ¿Solo esas existen? ¿Jamás has visto a alguien con alas diferentes?

—No, jamás. Los ángeles somos los únicos que tenemos alas y no existen diferentes a las que viste en mí —se volteó hacia él tras ponerse el pantalón—. ¿Por qué lo preguntas?

YoonGi consideró decirle lo que había soñado. Sin embargo, iba a sonar demasiado ridículo porque ya que sabía la verdad, nada de eso era real. Solo había sido un sueño sin sentido quizá un poco combinado con lo que había vivido con JungKook. Porque eso pasaba, las cosas solían mezclarse en los sueños, fantasía con deseos o miedos. Era normal, ¿no?

—Solo era curiosidad.

—Y por curiosidad... —peinó un poco su cabello con sus dedos luego de acomodarse la camisa—. ¿Me dirás por qué JiMin y HoSeok están aquí?

—JiMin no se siente muy bien y los invité a que vinieran para hacerles algo de compañía —se alzó de hombros—. Eso no arreglará sus problemas, pero al menos podremos hacer que se olvide de ellos por un par de horas.

—Piensas en tus amigos antes que en ti, tienes un lindo corazón.

—No tanto.

—Lo tienes —se acercó a él para tomar sus manos—. Sé que no puedes verlo bien, pero tu corazón es cálido y de buenos sentimientos. Lo sé. Y es por eso que yo te a... —guardó silencio tan pronto fue consciente de lo que estaba a punto de decir—. Te ayudaré a preparar la cena —sonrió nervioso.

YoonGi frunció el ceño, extrañado por la elección de palabras del pelinegro.
JungKook le dio un toquecito con el dedo índice en la punta de su nariz, y sin esperar a que su pareja dijera algo, salió de la habitación lo más rápido que pudo.

Fue una actitud poco común en Luzbel, mas YoonGi no le prestó atención por mucho tiempo, así que solo lo dejó pasar.


—SeokJin, ¿puedo entrar?

El mencionado no se inmutó al escuchar la voz de su novio. Se mantuvo en la misma posición, acostado boca abajo sobre la cama, ya incluso listo para irse a dormir.

—Es tu casa también, puedes entrar cuando quieras.

—Bueno... en primer lugar, la casa está a tu nombre —sonrió a duras penas a pesar de que sabía que SeokJin no podía verlo—. Y en segundo lugar —inició a hablar con más seriedad—. Eres tú quien está molesto conmigo. Si no quieres verme, no voy a entrar... aunque realmente me gustaría que me escucharas.

Pasaron probablemente dos minutos que TaeHyung sintió como dos horas, hasta que finalmente escuchó la voz de su pareja.

—Entra.

El castaño exhaló, aliviado. Abrió la puerta lentamente y, tomándose casi todo el tiempo del mundo, la cerró tras de sí antes de caminar hacia donde estaba SeokJin. Se sentó a la orilla de la cama, frotando disimuladamente las palmas de sus manos sobre la tela del pantalón que cubría sus muslos, intentando secar el sudor provocado por los nervios.

TaeHyung tardó un poco en iniciar a hablar, y aunque una parte dentro de él le decía que no lo hiciera para no afrontar lo que vendría después, lo terminó haciendo porque lo estuvo pensando todo el tiempo que SeokJin estuvo en la habitación y ya había tomado una decisión. No iba a hacerse para atrás. No esta vez.

—Tienes razón —habló con serenidad y viendo hacia el frente—. Soy un cobarde. No quise aceptar mi castigo cuando me desterraron del cielo y preferí esconderme en la Tierra, te oculté mi identidad por varios años porque tenía miedo de tu reacción, y quise sacrificar a YoonGi para salvarnos el pellejo y evitar sentir la culpa de que te fueras al infierno por mí —se alzó de hombros, esbozando una sutil sonrisa desalentada—. Este soy yo. Semyazza —exhaló y aguardó unos segundos antes de proseguir—. Creé una personalidad para TaeHyung, para que pudiera acoplarse a este lugar. Repetí lo mismo por tanto tiempo que creo que al final me lo terminé creyendo. Me inventaba excusas en la cabeza, diciendo que no te decía la verdad porque era para protegerte, que todo lo que hacía era para protegerte... pero creo que al final solo intentaba protegerme a mí mismo. Y la persona que pensaba estaba protegiendo, solo la estaba lastimando aún más —volteó a ver a SeokJin.

El rubio cenizo se fue incorporando poco a poco sobre el colchón, algo perplejo por las palabras que estaba escuchando del contrario.

—Te hice formar parte de algo sin esperar a que tú estuvieras de acuerdo con ello. Sé que hiciste tu esfuerzo para aceptarme a mí y a mi mundo, pero no es algo que estés obligado a hacer.

—¿Qué estás diciendo?

—Aún hay mucho de lo que tú no sabes... como del por qué llegué a este país en primer lugar... del por qué dije que te encontré... o del por qué me quedé a tu lado hasta que realmente me enamoré de ti.

Y mientras más pensaba en ello, más se convencía de que incluso eso lo había hecho por egoísmo. No supo en qué momento sus lágrimas iniciaron a resbalarse por sus mejillas, pero sí supo y le dolió como el infierno mismo, cuando vio las lágrimas de SeokJin salir de sus ojos mientras le contaba la verdad.

SeokJin estaba sintiendo tantas cosas en ese momento. Podía soportar el que TaeHyung le ocultara que era un ángel caído, pero no podía soportar el hecho de que había visto a su tía morir cuando pudo haber hecho algo al respecto, pero en lugar de eso, para liberarse de su culpa había ido a Corea del Sur para encontrarlo y fingir ser su amigo y su amante.

Sus padres biológicos lo habían abandonado, sus padres adoptivos lo habían abandonado, su mejor amigo lo había abandonado. La única persona que había estado con él en su vida había sido su tía adoptiva. Ella había sido su única y verdadera familia. Y la había perdido.

¿Cómo se suponía que debía reaccionar cuando el hombre del que se había enamorado y le había ayudado a superar eso y toda la demás mierda que vino después, le dice que no detuvo la muerte de su única familia porque un ángel no podía interferir con el destino de un humano? Lo cuál era hipócrita de su parte, considerando que tenían un vida juntos, cosa que ahora sabía que en un inicio había sido solo un teatro.

Sintió tanto enojo, tanta impotencia, tanto odio, tanta rabia, tanto dolor y traición. Por un tiempo incluso se había culpado a sí mismo por la muerte de su tía, por no haberla detenido de hacer ese estúpido viaje. La culpó a ella por haberse ido y haberlo dejado. Se volvió adicto a los fármacos para intentar olvidarse de todo ese dolor, empezó a tener tantos problemas en su cabeza gracias a eso, tantos demonios a causa de tantas heridas. Y ahora se daba cuenta de que el verdadero culpable de todo eso era la misma persona que había estado consolándolo durante todo ese tiempo.

Su mente se había nublado y ahora no veía nada más que eso, mentira y traición.

A Semyazza no le extrañó que SeokJin hubiese perdido el control. Podía entenderlo. Así que no hizo nada cuando de la rabia se puso de pie y empezó a tirar cualquier cosa que estuviera en su camino. No hizo nada cuando lo alzó de la camisa en inició a empujarlo bruscamente, diciéndole que todo había sido su culpa junto con mil y un cosas más. Cosas que a Semyazza le dolía escuchar, pero estaba dispuesto a hacerlo porque era lo menos que podía hacer después de haberle ocultado la verdad por tanto tiempo, eso y acatar su orden cuando le gritó entre lágrimas y sollozos que se largara de su casa y no se atreviera a regresar.

Mikhael entró a otro club, siguiendo el rastro de otra persona que parecía tener parte demoníaca en él. Intentó no perderlo de vista, mas la poca luz y la aglomeración de personas no le ayudaban de mucho.

Cuando menos se esperó, entre tantos empujones de personas bailando y entre cada cambio de luces, esa persona que estaba siguiendo ya no estaba dentro de su campo de visión y tampoco podía sentirla.

Revisó incluso cada cubículo de los baños, pero no había nadie. Se había esfumado y Lilith le había visto la cara una vez más.

Se sintió molesto consigo mismo por haber vuelto a caer en ese jueguito, y sin tener más que hacer en ese lugar, decidió salir de una vez por todas.

Cada vez se sentía más agotado de todo eso. Sin embargo, estaba dispuesto a cumplir con su trabajo, por lo que debía encontrar una solución.

Realmente estaba pensando en hacerle una visita sorpresa a Lilith para deshacerse de su obstáculo más grande, cuando de pronto una voz lo distrajo de todo aquello.

Detuvo su caminar y volteó hacia varios lados hasta que logró encontrar a la dueña de esa voz. Una mujer de cabello rubio y lacio, de complexión delgada y estatura promedio.

Estaba apoyada en una pared cercana que conducía a los pasillos de los baños, un hombre un poco más alto que ella estaba al frente suyo, casi como si estuviera acorralándola y no parecían tener una conversación muy amigable.

Mikhael soltó un bufido. A él qué rayos le interesaba eso, debía concentrarse en sus propios asuntos, que eran por mucho, más importantes que cualquier discusión entre un par de humanos.

Hizo ademán de caminar hacia la salida. No obstante, no dio ni siquiera el primer paso cuando había volteado nuevamente hacia la pareja.

—Oh, vamos —insistió el hombre, tomando el mentón de la chica.

—Ya te dije que no —giró su rostro hacia su costado derecho, apartando la mano del contrario.

—No te entiendo —respondió, ahora un poco más molesto—. Tú fuiste quien me invitó a este lugar, me coqueteas toda la noche, ¿y ahora te haces la difícil?

—¿Coquetear? —sonrió con burla—. Que alguien te sonría no significa que quiera coquetearte, imbécil. Te invité como amigo, nada más.

—¿En serio? —alzó una ceja—. Porque eso no es lo que dicen en la oficina. ¿Quieres saber qué es lo que dicen? Que eres tan zorra que incluso te acuestas con el jefe para mantener tu puesto de trabajo. Así que no me vengas con el papel de difícil porque no te queda.

—Me largo.

—Oye, no me dejes así —la tomó del brazo para evitar que se fuera.

—Suéltame —ordenó.

—Aún no hemos terminado.

—Yo creo que sí —respondió Mikhael, recibiendo la atención de los otros dos—. Ten algo de dignidad y déjala ir.

—Amigo, no te metas en esto, ¿sí?

—No me llames así, que alguien como tú lo haga me repugna.

Inesperadamente para los dos, la chica le dio un fuerte rodillazo en la entrepierna a su compañero de trabajo, logrando que este la soltara y se encogiera del dolor entre maldiciones y quejidos que ella ignoró. Pasó del tipo y sólo continuó con su camino.

—Agradezco que hayas querido ayudar —dijo una vez que se detuvo al lado de Mikhael—. Pero puedo cuidarme sola.

Tras esas palabras la rubia se retiró, dejando a Mikhael un poco asombrado. ¿De qué? No estaba muy seguro. Solo supo que sus pies se movieron por su cuenta para ir detrás de la chica hasta las afueras del establecimiento.

—Oye.

La chica se detuvo un par de pasos más adelante. Y aunque en un inicio Mikhael pensó que había sido por su llamado, se dio cuenta de que no fue así cuando la rubia puso su mano sobre una pared cercana para poder apoyarse en ella. La otra mano la llevó a su boca, intentando contenerse, mas no pudo hacerlo por mucho tiempo y terminó vomitando en la acera, sintiéndose fatal en todos los sentidos.

—¿Aún crees que no necesitas mi ayuda? —preguntó el ángel al llegar donde ella.

YoonGi llegó al lado de JungKook, quien estaba frente a la estufa y parecía estar mezclando algo en una sartén.

—¿Puedo ayudarte en algo?

Estaba consciente de que le había dicho que le ayudaría a cocinar. Sin embargo, la realidad de la situación era que JungKook estaba haciendo prácticamente todo, por lo que el menor quería insistir en ayudar en algo.

Lo que YoonGi no sabía era que JungKook lo hacía para tratar de despejar su mente. Estaba actuando como un tonto, era el primer día que se daba cuenta de que amaba a YoonGi y era el mismo día en que casi lo gritaba a los cuatros vientos cuando se había prometido no hacerlo. Realmente lucía como un principiante en todo eso.

Le gustaba que YoonGi le hiciera sentir tantas cosas nuevas y maravillosas, pero quería tener algo de control con sus sentimientos.

—Puedes ayudarme en probar la salsa y decirme qué tal está.

—Muy bien —sonrió, a gusto con esa respuesta.

JungKook tomó una cuchara más pequeña. Con ella tomó algo de la salsa del sartén, sopló un poco para que YoonGi no se quemara, y luego la llevó hasta su boca. El menor se dejó alimentar.

—Wow, está delicioso.

—¿Sí? Eso es bueno —sonrió, sintiéndose orgulloso de su trabajo.

—Oh, mira. Creo que te has manchado el dedo con la salsa —tomó la mano del pelinegro—. ¿Quieres que te limpie?

Sin embargo, cuando el pelinegro asintió no esperaba que YoonGi metiera el dedo índice a su boca para chupar el resto de la salsa, y menos que lo hiciera con un gesto tan sugerente, que le hizo sonreír esta vez con un poco más de picardía. No era tan torpe como para no captar el doble sentido.

—¿Puedes ayúdame a seguir mezclando?

El menor asintió con la cabeza cuando dejó de jugar con la mano de su pareja. Se colocó frente a la estufa y JungKook tomó lugar justo detrás de él.

—Hazlo así —tomó la mano de YoonGi , que sujetaba la cuchara de madera, y lo ayudó a moverla dentro de la sartén. Y mientras hacía eso, su otra mano se sujetaba a la cintura del menor, a la vez que su entrepierna hacía algo de fricción contra su trasero.

YoonGi mordió su labio inferior, intentando reprimir su sonrisa y lo bien que se sentía tener ese tipo de juegos que solo aumentaban más el deseo por el otro.

JiMin volteó a ver a HoSeok con cara de "te lo dije".

—Ya, no es para tanto —se defendió el pelinaranja en voz baja.

Pero vaya que sí fue para tanto. Terminó dándole la razón al rubio cuando perdió la cuenta de todas las veces que JungKook y YoonGi se dedicaban miradas con cierto trasfondo de por medio, las veces en que rozaban disimuladamente algunas partes de su cuerpo y las veces en que hacían juegos de palabras que fácilmente podían tener doble sentido. Aunque debía admitir que no todo tenía una connotación sexual, la manera en la que YoonGi sonreía era la más pura y sincera que HoSeok alguna vez había visto en él. Era la primera vez que de verdad era consciente de lo feliz, relajado y cómodo que YoonGi lucía, pues antes siempre parecía ir tenso y era muy precavido hasta con la acción más mínima, sin mencionar que se había acercado más a ellos y ya no parecía querer apartarlos de sus asuntos como antes hacía.

JiMin también lo notó, y aunque en parte se sentía un poco incómodo por su propio dolor de un amor no correspondido, se sentía muy feliz por YoonGi. Finalmente estaba obteniendo lo que en realidad merecía.

El tiempo fue transcurriendo entre tanta plática, hasta que se hizo demasiado tarde para los chicos y decidieron que ya era hora de irse. JungKook fue quien los acompañó a la puerta.

—Siento que YoonGi no pueda despedirse —se disculpó el pelinegro—. Se sentía muy cansado y terminó durmiéndose en la habitación.

—Está bien —JiMin le restó importancia—. Hazlo de nuestra parte.

Cuando el pelinegro asintió, JiMin le dedicó una pequeña sonrisa afable antes de alejarse un par de metros, dejando a HoSeok a solas con JungKook.

—Es la primera vez que miro a YoonGi tan feliz —comentó el pelinaranja—. Has sido una buena influencia para él. Lo has ayudado más de lo que todos nosotros pudimos desde que lo conocimos. Y aunque me decepciona un poco el no poder haber hecho más, me alegra que tú sí —suspiró—. Por favor, cuida de él y jamás lo lastimes.

—Él lo es todo para mí. Puedes estar tranquilo, HoSeok. Nunca podría lastimarlo.

—Bien. Porque si lo haces, no podré perdonártelo.

El pelinaranja se retiró luego de esas palabras. Luzbel suspiró mientras cerraba la puerta. No temía a la amenaza de HoSeok, no porque no le importara, sino por el simple hecho de que estaba seguro que jamás podría hacer algo como eso. Durante toda su existencia YoonGi había sido la única persona que lo aceptó tal cual era, y él aceptaba a YoonGi de la misma forma. No estaba dispuesto a lastimarlo por nada del mundo, y tampoco iba a permitir que alguien más lo hiciera.

Llegó a la habitación después de limpiar todo lo que se había ensuciado durante la visita de sus amigos. Dejó un corto beso en la frente de su pareja antes de apartarse para ponerse su pijama.

Al parecer lo que tanto habían estado planeando durante el día, iba a quedar para otro momento. A JungKook no le importó realmente, prefería que YoonGi descansara un poco.

No obstante, estaba terminando de ponerse el pantalón para dormir cuando YoonGi se incorporó abruptamente sobre el colchón, respirando con dificultad.

—¿YoonGi? —preguntó JungKook, preocupado.

El mencionado no respondió, parecía desorientado. Su mirada se paseó por varios lados de la habitación, hasta que se detuvo en la mirada del pelinegro. Las lágrimas empezaron a escaparse de sus ojos y eso fue suficiente para que JungKook caminara a paso apresurado hacia él y lo envolviera entre sus brazos.

—Tranquilo —susurró, acariciando su cabello—. Cariño, solo fue una pesadilla. Todo está bien.

YoonGi lo abrazó con fuerza. Si era sincero consigo mismo, no sabía por qué estaba llorando, pero por alguna razón tenía la fuerte necesidad de estar aferrado a JungKook.

—Estoy contigo —el pelinegro plantó un beso sobre los cabellos del menor—. Estoy contigo y estás a salvo.

YoonGi lo sabía. Sabía que JungKook estaba con él. Pero por alguna razón no se sentía precisamente a salvo.

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