I. "Cuentos En Samhain".
Cuando la puerta principal de la casa se abrió, Fionn Whitehead, quien ahora —gracias a su mejor amigo— era una Parca, se adentró a la sala con una mansa sonrisa en sus labios, sosteniendo con ambas manos a los dos gemelos de cinco años, quienes, a pesar de ocultar sus cuerpos bajo largas mantas blancas, reían de pura felicidad.
Víktor, el de carácter más determinado, era considerado el mayor de los mellizos, por haber nacido unos segundos antes que su hermano Dean, de espíritu más tierno y calmado. Ambos niños llevaban canastas con forma de calabaza y repletas de dulces. Algunas golosinas caían sobre la alfombra, pero tanto Víktor como Dean Cox, le restaban importancia. Estaban ocupados haciendo sonidos "terroríficos", moviendo sus brazos sus brazos y girando sobre sí mismos.
Harry, quien le pidió a Louis que calentase nuevamente la leche —ahora fría— de las tazas, llegó a la sala rápidamente. Al ver a sus niños fingió un susto dando un salto y cubriendo sus labios con ambas manos.
—¡Ah! ¡Dos fantasmas! —. Se tapó los ojos, oyendo las carcajadas de sus hijos, sin poder evitar sonreír acercándose a ellos—. ¡Ah, son ustedes! —Pretendió estar aliviado cuando los niños se quitaron las mantas de encima.
—¿No te recuerdan a nosotros? —comentó Fionn, satisfecho por su trabajo.
Él había sido el de la idea de llevarlos en busca de dulces y de los disfraces. Anteriormente, se lo había comentado a Harry, quien le brindó apoyo. Pero, para mala suerte de la Parca, parecía estar volviendo a repetir una situación de la cual, tarde o temprano, se arrepentiría.
Como la última vez.
UN PAR DE HORAS ATRÁS
—Lucen aterradores, Harry —comentó Fionn, de brazos cruzados, con su cuerpo apoyado en el marco de la puerta de la cocina, mientras observaba a sus sobrinos caminando por la sala con las largas mantas blancas, sin tropezar e intentando ver algo—. ¿Verdad que lucen como verdaderos fantasmas?
Muerte, quien mantenía su mirada en sus hijos, corriendo apenas los muebles cuando uno de estos se acercaba lo suficiente como para hacerse daño, tan solo hizo un pequeño gesto de afirmación. Por supuesto que no lucían como verdaderos fantasmas, sino a los que pasaban en las caricaturas.
—Van a traer muchos dulces hoy —comentó la Parca, orgulloso de su trabajo.
—¿Pusiste agujeros en las mantas?
Fionn frunció su ceño, algo confundido ante aquella pregunta, llevando su mirada hacia la de su mejor amigo
—¿Por qué le haría eso a las mantas?
—Porque si no lo haces, me los va a atropellar un coche.
—¡Harry, no digas eso!
—Te estoy diciendo la verdad, Fi —Harry llevó su mirada hacia la de su mejor amigo, expresando culpabilidad por sus palabras con su mirada—. Debes tener cuidado, son mundanos.
—Nosotros también lo éramos.
—Sí, pero teníamos dieciocho años. Si nos pisaba un coche por llevar mantas, muy probablemente nos reiríamos en el funeral del otro. —A pesar de sus palabras, mantenía un tono suave en su voz. La Parca chasqueó su lengua, regresando su mirada hacia los niños—. ¿No recuerdas lo que me dijiste cuando llegamos a la fiesta, aquel día que lucíamos como ellos?
—Te pregunté por qué no me golpeaste cuando te dije que nos veíamos aterradores —murmuró, todavía luciendo algo gruñón, sin poder evitar sonreír un poco cuando Harry le pellizcó suavemente la mejilla—. ¿Ese es tu gran golpe?
—No me provoques, ahora puedo mover objetos con la mente —advirtió, y ambos se sonrieron cálidamente, con cariño y nostalgia antes de, nuevamente, llevar la mirada a los pequeños mundanos, quienes reían cuando se chocaban entre sí—. Son unos disfraces geniales, les gustan. Solo te pido que les hagas agujeros para que puedan ver por donde caminan, ¿está bien?
—Está bien —Fionn asintió con lentitud, mordiendo su labio inferior—. Que recuerdos, ¿verdad? A veces desearía volver a aquellos días.
Repentinamente, el semblante de Muerte cambió, luciendo tenso y ¿decepcionado? De algún pensamiento que rondaba por su mente.
—Vivamos en el presente, Fionn —murmuró—. Por algo estamos aquí, ¿no? —Y, aunque las palabras podrían sonar alentadoras, parecía como si Harry estuviese usando un poco de sarcasmo.
La conversación finalizó allí, cuando el rizado se apartó de su mejor amigo, caminando hacia sus hijos para ayudarlos a tomar todas las cosas que necesitaban.
Tal vez Fionn no estaba del todo centrado en lo que Muerte pudiese sentir, pero incluso si éste último se había propuesto el dejar de culparse por cosas que ya habían sucedido, parecía no estar lográndolo.
Harry continuaba creyendo que todo era su culpa... como siempre.
El suspiro profundo de la Parca hizo que Harry regresara de su ensoñación al tiempo presente, a la realidad en la cual, ahora, debía estar más que enfocado.
—Mmm... creo que ellos lucen mejor —simplemente respondió a las palabras de su mejor amigo, quien estuvo muy de acuerdo. Olvidando el asunto, repartió pequeños besos por los rostros de sus niños, quienes intentaban apartarse por las cosquillas, pero Harry no lo permitía, sosteniendo los cuerpos de ambos en un abrazo—. Se ven aterradores.
—¡Papi, nos dieron muchas cosas! ¡Mira! —exclamó Víktor, alzando su pequeña canasta repleta de dulces—. ¡Muchas gosolinas!
—¡Golosinas, sí! —corrigió el rizado, observando a ambos niños con una dulce sonrisa—. ¡Guao!, tienen dulces para rato. Con papá les hemos preparado leche tibia, y galletitas —comentó, ayudando a Dean a quitarse mejor la manta de encima, recolectando los dulces que cayeron de su canasta—. Dean, ¿qué sucede?
—Dientitos —murmuró.
—¡Aquí está! —. Apareció el Diablo repentinamente, en un rincón de la sala, provocando que todos se voltearan hacia aquella dirección. Fionn disimuló un pequeño salto por su abrupta aparición y Louis sonrió un poco ante aquello, satisfecho, antes de observar fijamente los ojos de su esposo—. La leche y las galletas ya están listas.
Harry lo miró, embobado. No había nada más precioso que ver a su amado con sus hijos, interactuando y haciendo cosas por ellos.
—¡Papi, mira todo lo que trajimos! — Exclamó Víktor alzando su canasta haciendo caer gran parte de los dulces—. ¡Ou! ¡Se caen!
—No te preocupes, papi los recoge. Esos son muchos dulces —murmuró el Diablo, mientras recogía los caramelos. Luego se puso de pie para entregarle el conejo de felpa a Dean. Éste lo aceptó, pero, inmediatamente, se aferró al cuerpo de su padre, quien lo envolvió en un amoroso abrazo, acariciando la pequeña espalda de su hijo—. Pero les hemos hecho galletas.
—¿Galletitas con leche tibia? Eso suena navideño —comentó Fionn, dirigiéndose a la cocina en busca de las cosas, pero su acción fue interrumpida abruptamente por el cuerpo de Louis que se interpuso en su camino, mirándolo fijamente—. ¿Qué...?
—Ordené galleta por galleta en el platillo para que quede presentable, como Harry me dijo.
—¿Sí? ¡Qué...qué bueno, Louis! —. Respondió la Parca con una vocecilla que de pronto se había vuelto algo aguda y retrocediendo un poco—. Eso debió tomarte mucho trabajo.
—Y calenté la leche dos veces.
—¡¿Dos veces?! ... ¡Harry..., Harry! —Fionn observó a su mejor amigo, quien continuaba conversando con sus hijos, ignorando aquella situación. Siempre sucedía—. ¡Calentó la leche dos veces!
—Yo no creo que sea navideño. Odio la navidad.
—No es navideño, Louis. ¡Era una broma! —Fionn expresó su desesperación al final, cuando volteó y notó cómo los ojos del arcángel eran de color bordó—. ¡Tienes que aprender a reír cuando alguien te hace un chiste!
—Mmm —Louis alzó su mentón, demostrando superioridad—. Yo solo me río de los chistes de Harry.
—Está perfecto. Ríe, la vida es corta y... no sé, Louis. No sé qué decirte, lo siento. —Ya estaba harto de lidiar con la particular ingenuidad del Diablo que hacía que se tomara todo de forma literal. Fionn regresó hacia donde estaba Harry—. Ve tú por la leche, tu esposo está enfadado.
—A este punto, parecen ustedes el matrimonio —murmuró el rizado, sin poder evitar reír un poco—. Y yo el que intenta aterrorizar a sus hijos.
—Papá, ¿y el susto? —Repentinamente, Víktor pareció recordarlo, observando a su padre fijamente y Dean hizo exactamente lo mismo.
¡Oh, no! Lo había olvidado, por completo.
Harry parpadeó rápidamente, luciendo como si lo hubiesen paralizado mientras observaba fijamente los ojos de ambos niños
—Lo siento, lo olvidé.
—Pero papá, estábamos esperando tu susto —Víktor hizo un pequeño puchero con sus labios, decepcionado.
—Papá Louis no me dejó hacerlo. —Reveló Harry, sintiéndose acorralado.
—¿Eh? —Fionn frunció su ceño, confundido mientras llevaba su mirada hacia Louis.
Víktor dejó su canasta con dulces en el suelo, sobre la alfombra, poniéndose de pie con cuidado para poder alcanzar a ver a su otro padre, quien regresaba de la cocina con el platillo repleto de galletas, y dos tazas de leche tibia.
—Papá, ¿por qué no al susto? —preguntó, manteniendo su tono de voz triste.
Louis se tomó el tiempo de acomodar las cosas sobre la mesa ratona frente al sofá, con mucho cuidado de que nada estuviese fuera de lugar, antes de enderezarse, llevar la mirada hacia sus hijos y responder:
—Porque su padre llora.
Inmediatamente, Harry llevó su mirada hacia la de su esposo, indignado al haberlo expuesto de aquella manera frente a los dos pequeños, quienes, en aquel momento, lo observaban fijamente con preocupación.
Dean, quien se encontraba con un tembloroso puchero en su labio inferior, se aproximó a Muerte, tomándolo de la manga de su camisa negra.
—Papi, ¿lloras? —preguntó con calma.
—¡¿Lloras?! —casi gritó Víktor, luciendo desesperado, con sus ojos llenos de lágrimas que no tardarían en caer—. ¡¿Cómo nosotros?! —Intentó comprender, pensando en voz alta, antes de sollozar silenciosamente—. ¡No llores, papi...!
—¡No, no! ¡Yo no llo...! —Harry detuvo sus palabras cuando su voz se entrecortó. ¡Por supuesto que lo haría! ¡Por supuesto que lloraría! Muy pocas veces le sucedía cuando observaba a sus hijos llorar, pero este era otro asunto. Tragó con fuerza el nudo en su garganta, envolviendo los pequeños cuerpos que lo abrazaban y alzando la mirada hacia Louis—. Di...diles que no lloro.
—Pero estás llorando —respondió el Diablo con parsimonia.
—Chicos, papá no está llorando —intentó ayudar Fionn, acercándose, poniéndose de cuclillas a un lado de su mejor amigo, y regañándolo con la mirada mientras hablaba—. A veces, las personas lloran de felic...
—¡Papá está triste, Dean! —dramatizó Víktor, quien comenzó a sollozar con fuerza, acompañado por su hermanito, quien asentía de acuerdo.
—Víktor —llamó Louis, pero el niño negó, aferrándose a Muerte, quien presionaba sus labios y observaba fijamente a Fionn, intentando seguir sus regaños entre pequeños asentimientos—. Dean...de acuerdo, no. —Sin que los pequeños siquiera supiesen cómo, ahora se encontraban en brazos del Diablo, quien los observaba con un semblante indescifrable, intentando ser paciente—. Hoy es...un día de susto, no tienen que llorar.
—Pe... pero papi está llorando, y que... queríamos... —repentinamente, el niño tragó saliva, deteniendo las lágrimas que fluían desde sus ojos, y frunciendo su ceño con total confusión—. Tú no lloras. ¡Oh, no! ¡¿No eres normal, papi?!
—Mocoso —Louis suspiró, harto de la situación mientras oía como Fionn intentaba contener una carcajada—. Para tener cinco años, eres muy inteligente y piensas mucho. ¿Por qué mejor...? —se inclinó, dejando a ambos niños en el suelo, con mucho cuidado—. ¿Por qué mejor no se acomodan mientras yo les cuento una historia de terror?
Sus hijos, dejando el llanto de lado, como si hubiese sido completamente actuado, se observaron entre sí
—¿Historia de terror? —preguntaron los pequeños al unísono.
—Esta noche es la noche... —El Diablo, con cuidado, pasó entre la mesa ratona hasta sentarse en el sofá, acomodándose como si estuviese en su trono de oro, dentro de su despacho. Un líder, un rey, un ser superior al mando— que no volverá a repetirse hasta el próximo año, donde papá Louis les contará una terrible, muy muy terrible historia de terror.
Mientras los pequeños se acomodaban mejor en la alfombra, soltando exclamaciones de pura emoción, Fionn sonrió. Definitivamente, el arcángel sabía manejar aquel tipo de situaciones.
—Mira, lo ha solucionado en tan solo un segundo. —La Parca admiró al rey del inframundo antes de voltear a ver a su mejor amigo, poniéndose repentinamente serio por los sollozos silenciosos que éste soltaba—. ¿Y ahora qué te sucede? —susurró, abriendo sus ojos de más.
—Es que... —Harry sorbió su nariz, cerrando sus ojos con fuerza—. Louis es tan lindo —murmuró con su voz entrecortada, limpiando las lágrimas que fluían de sus enormes ojos verdes—. Lo amo.
—Harry... —Fionn, quien lucía preocupado, poco a poco frunció su ceño—. ¡Qué asco!
—¡Déjame! —se quejó, poniéndose de pie con la ayuda de la Parca, quien también lo hizo—. Hagamos silencio, ¿sí? Porque Lou...Louis... —respiró profundo, intentando controlar sus sollozos—. Él va a contar una historia de terror para nu... nuestros hijos.
—Dios mío, ayúdalo —profirió Fionn con sarcasmo.
Louis ignoró la mención de aquel ser celestial, poniendo sus ojos en blanco por unos segundos mientras llevaba su mirada hacia Harry, quien no dudó en acercarse, sentándose a un lado del arcángel y siendo rodeado por uno de sus cálidos brazos.
—¡Qué asco!, ¿no, niños? —Comentó la Parca ante la escena romántica, mientras se sentaba en la alfombra junto a sus sobrinos. Los pequeños asentían divertidos, la afirmación de su tío.
—De acuerdo. ¿Quieren oír la historia, o no? —exclamó Louis.
—¿Qué historia vas a contarnos, papá? —Preguntó Víktor, emocionado, tomando la taza de leche tibia con ayuda de la Parca, mientras Dean daba saltos en su propio sitio abrazando a su conejito de felpa.
—Esta historia se llama... —las llamas de la fogata bajaron levemente, dejando el ambiente más oscuro, las luces de las otras habitaciones se apagaron inmediatamente. Los niños, quienes se encontraban muy emocionados, comenzaron a reír por lo bajo, permaneciendo serios cuando los ojos del Diablo cambiaron a un color bordó— paternidad.
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