55. Radiante sonrisa.
Último capítulo. Enjoy.
Esto es aburrido.
La gente va y viene por mi casa. ¿Yo? Yo solo tengo ganas de correrlos a patadas a todos. De vez en cuando, en momentos donde no hacen sociales, paran y me dedican un «lamento tu pérdida» y hablan sobre que tan grandiosa era mi madre.
Por supuesto que era grandiosa, no hace falta que un idiota me lo vuelva a repetir.
Theresa, quien recien ha salido de la habitación de mamá, se acerca a mi con sus ojos rojos.
Se sienta a mi lado en el sofá y pasa una cariñosa mano por mi espalda. Si en este día podría recibir un verdadero pésame, era el de Theresa.
—Juntas saldremos de esta, Julie —intenta mantener su postura fuerte para mi.
—Lo sé —tomo una profunda respiración y paso mis manos por mi cara en un intento de despejarme—. No logro entender porque me mintió acerca de su enfermedad.
Theresa suspira.
—Lo hizo porque el doctor, le dijo que tenía posibilidades de vivir —comienza a explicar—. Ese día, cuando recibió la noticia, su corazón se llenó de esperanzas y de alegría. Era una persona totalmente diferente, solo que en la siguiente cita le confirmaron que no, solo se extendía un mes lo inevitable —pasa una mano por debajo de sus ojos—. Quiso entregarles esa misma felicidad a ustedes.
—A base de mentiras —farfullo.
Theresa asiente, dándome la razón en esta. Me disculpo y me levanto de el sofá. ¿Quieren que les cuente algo irónico? Mi mamá murió hace doce horas y aun no me he acercado al ataud.
Subo las escaleras hacia la planta alta, mas espeficicamente, la habitación de Acacia. Toco dos veces antes de entrar, ha bajado a saludar y se ha quedado todo el tiempo ahí encerrada. Me preocupa horrores, desde un principio nos advirtieron que mi hermana se encuentra en un estado muy sensible y delicado, no había que provocar cambios muy bruscos en su vida y este era el mas.
Empujo la puerta y una vez adentro, la cierro.
Cas esta sentada en el borde de su cama, observando el suelo de manera perdida. Me acerco en silencio y me dejo caer a su lado.
—¿Te encuentras bien? —hago la pregunta mas tonta del universo en estas ocaciones pero de verdad necesitaba saber.
Me da una mirada irónica antes de responder.
—No —deja escapar aire—. Cameron esta llegando a Santa Monica. Y esto... Es simplemente mucho, no creo poder lidiar con todo.
Sollozos abandonan su boca y sus ojos marrones se llenan de lagrimas. Mi acto reflejo, es rodearla con mis brazos en un reconfortante abrazo. Por primera vez en tiempo, me acepta el abrazo posando su cabeza en mi hombro.
Deja un rastro de lagrimas en mi vestido negro.
—Eres mas fuerte de lo que piensas, Cas —le recuerdo en el oido a medida que acaricio su cabellera rubia en busca de que se tranquilice.
—No Julie, no lo soy.
—Sí lo eres —afirmo con seguridad en mi voz—. Eres una chica maravillosa, Cassie.
Sus llantos no se apaciguan, al contrario, se hacen mas fuertes y provoca que yo termine llorando también.
Mamá se ha ido.
No volverá.
Nos mantenemos así por unos minutos hasta que dejo de oír sus quebradores sollozos. Se separa lento de mi.
—Iré abajo —habla con determinación.
Abro mis ojos con sorpresa, pero asiento. Ella me dedica una sonrisa temblorosa y abandona la habitación.
¿Quién lo diría? Mi hermana menor termino siendo mas fuerte que yo.
Mi mente, ahora que por fin se encuentra en silencio comienza a pensar. Pensar en como sería mi vida a partir de ahora, todo lo que cambiaria.
Me recuesto en la cama y cierro mis ojos. Esto va a ser difícil.
Tengo un nudo en mi garganta desde ayer. Mi cuerpo esta repleto de miedo, tengo muchísimo miedo. Temo decir que estoy aterrada. Aterrada de cómo saldrán las cosas después de esto. Tengo una constante voz diciéndome que nada saldrá bien, que no soy lo suficientemente fuerte para esto.
Las lágrimas vuelven a salir, en poco me veo inundada de sollozos silenciosos que suenan mas como de ayuda que de tristeza.
Llega un momento en el que cierro mis ojos y me dejo caer dormida, donde todo duele menos.
Cuando abro mis ojos estoy confundida. Muy confundida, parpadeo unas cuantas veces al darme cuenta que mi mirada esta puesta en la luz artificial que irradia el foco en el techo. Me acostumbro a la luz y me siento con esfuerzo.
No sé que hora es, ni siquiera si sigue siendo de día. Mierda, el entierro.
Me levanto de golpe y salgo de la habitación sintiéndome desorientada y mareada. Observo como afuera, el sol esta fuerte. No creo que hayan sido capaces de irme sin despertarme. Me apresuro a bajar las escaleras y me encuentro a Theresa en el pie de estas.
—Estaba yendo a despertarte —parpadea con sorpresa al verme.
—¿Ya? —mi corazón se encoje un poco con la idea de el entierro.
Asiente.
—¿Vino Hunter? —pregunto con algo de timidez. No pregunté por él día porque intenté jugar a ser fuerte pero la realidad es que ya no aguanto mas. ¿Qué si doy mi brazo a torcer? No me molesta admitirlo a este punto, lo necesito tanto que se siente un vació en mi corazón. Ese vació inexplicable que solo él sabe llenar. Desde que llegamos al hospital no lo he visto, estuve tan abrumada, tan cargada de sentimientos como para darme cuenta cuando se fue.
—No lo he visto en todo el día —pone una mueca—. No puedo contactarlo, tampoco.
Asiento, afligida y enojada al mismo tiempo. Enserio lo necesito a mi lado y mas que nada ahora. ¿Es que es muy idiota como para no captar la indirecta? Y luego esta mi otro sector de sentimientos, que esta preocupado por si es que esta bien o no.
—Vamos —tomo la iniciativa si camino junto a Theresa, que no para de mirarme con preocupación.
(...)
El padre habla sobre los muertos y un lugar mejor. Y una sarta de cosas que ni siquiera escucho. Mi vista esta fija en el cajón en donde descansa el inerte cuerpo de Grace Levin aka, mi mamá. No me he atrevido a mirarla aun y creo que es mejor que se mantenga así, no sé cuan capaz sería de verla así. Prefiero recordarla como la última vez que la vida me dejó oírla hablar, suspirar y reír. Me gusta mas recordarla llena de vida y alegría, no de esta manera.
Papá, quien esta a mi lado, aprieta mi mano intentando darme una muestra de afecto. No es lo mismo, no es nada que ver. Por mas que lo ame, Malcom nunca ha estado presente. Se encargo de separarse de mamá cuando tenía seis años pero al hacerlo, no se percató del efecto colateral. Cas y yo, quienes hemos pasado por la ausencia de un padre quien estaba demasiado ocupado consiguiéndose una novia.
Aprieto mis labios y dejo que las lagrimas se deslicen por mis mejillas. No me atrevo a subir la mirada, porque la vista que tengo es horrible. Aliso mi vestido negro con mis manos y juego con nerviosismo con mis dedos.
Al parecer, el religioso deja de hablar. No debe ser un trabajo agradable ponerse a hablar frente a un grupo de gente que lo único que parece saber hacer es llorar. Las personas, quienes son bastantes ante mi sorpresa, comienzan a ponerse de pie y dejar flores encima de el ataúd.
Papá incluido. Abandona su mano en mi pierna y deja caer margaritas, las flores favoritas de mamá. Acacia llora sin control a un par de sillas de donde yo estoy sentada. Estoy a un segundo de ir a consolarla —algo irónico ya que ni yo cuento con consolación— cuando Cameron me gana el lugar. Es ahí cuando puedo verlo bien. Su aspecto físico ha cambiado en estos meses, tiene mas fibra muscular, se ha dejado crecer el cabello y la barba un poco. Aunque sus ojos azules siguen siendo tan potentes como siempre. Me pregunto si por dentro abra cambiado igualmente, si el aire francés le cambió un poco la actitud.
Poco a poco, el lugar comienza a vaciarse. Las personas se limpian las lagrimas y siguen con sus vidas, se retocan el maquillaje y abandonan este horrible lugar que hace llamarse por cementerio. Yo no parezco poder seguir adelante.
La sonrisa de mamá sigue apareciendo en mi cabeza como un constante recordatorio de la persona que era. Es totalmente increíble como puedes estar hablando con una persona, pensar que todo va de maravillas y horas mas tarde recibir la noticia que nadie nunca quiere recibir.
¿Cómo podré seguir adelante ahora? ¿Cómo las protagonistas de mis series tienen ese final feliz? Siento como si mi vida se terminara ahora mismo.
—Julie —Theresa se sienta al lado mio.
Elevo la mirada con sorpresa, pensé que se había ido.
—Ya voy —digo. Seguro vino para apurarme.
—No, no —dice inmediatamente—. Puedes quedarte lo que necesites. Simplemente vengo a dejarte esto.
Me extiende un sobre blanco. Frunzo el ceño y lo tomo con manos temblorosas mientras lo observo con detenimiento. Es completamente blanco y no posee ninguna firma. Simplemente tiene escrito "Julie" en cursiva. ¿Cómo olvidar esa letra?
—Tú mamá me dejó esto —explica—. Uno para ti, uno para Acacia y otro para mi. No quería esperar mucho para entregártelo. Quizás te ayude a procesar todo mejor.
No dice nada mas, se levanta y me deja de nuevo, sola pero con un sobre de contenido no identificado en mis manos.
Mi corazón late con mas rapidez, me siento nerviosa. Y al mismo tiempo mi cuerpo esta lleno de ansias. Quito el contenido con rapidez y manos temblorosas. Me encuentro con dos hojas, completamente escritas con la hermosa cursiva que mamá tien... Solía tener.
Julie,
Si estas leyendo esto, es porque probablemente todo salió como lo esperaba.
Mi hermosa y delicada, Julie. Quiero empezar por pedirte disculpas por haber jugado con tus sentimientos, ojalá sepas perdonarme.
¿No te has dado cuenta de la preciosa sonrisa que tienes? Hablo de tu sonrisa natural provocada de los momentos felices que has creado en tu vida. Es digna de una reina, Julie. Verte sonreír con esa felicidad es sentir que mi universo se llena de vida, no hay nada que se compare.
¿Pero verte sin esa sonrisa sabiendo que soy yo quien la ha quitado? Es lo peor que puede existir. Conociéndote a ti y a tu personalidad que siempre quiere hacer el bien para los demás, me negaras que soy quien te quita la sonrisa. Sin embargo, lo sé de sobra.
La mala suerte le cae a cualquiera, el cualquier momento, a ciegas. Puedes negarte, enfadarte lo más que quieras pero ya es tarde, ya te ha tocado. O hacer como hice yo, aceptarlo. Aceptar que una enfermedad terminal ha decidido terminar con mi vida y por ende robar la felicidad de mi familia. Estar enferma le nos a traído complicaciones a todas, tanto que después de pensarlo bastante, decidí ponerle una sonrisa a esta familia.
Luego de todo lo que sucedió con Acacia y Hunter, era demasiado para ti. Yo siendo una carga emocional mas, temía que no pudieras soportarlo. Demostrarte ser fuerte, pero no creo que siempre haya sido así. Lamento tanto haber creado una felicidad a base de mentiras, pero deberías haberte visto. Llena de alegría, feliz, como si mágicamente la felicidad hubiese vuelto a tu corazón. Ame cada segundo en el que bromeabas y reías, era simplemente perfecto.
Discúlpame por haber tenido ese deseo egoísta, pero tal como suena «tu felicidad es mi felicidad».
Te amo Juliette, te amo con todo mi corazón. Tanto que duele. Eres una persona maravillosa y en estos dieciocho años en los que hemos estado juntas... Nunca había sido tan feliz. Desde pequeña con tus travesuras sabías como sacarme eternas carcajadas, hasta ahora. Incluso cuando me haces regañarte trescientas veces y querer sacar los palos, eres la única que sabía como sacar mi cabeza de mi trabajo y ponerla en donde debe ser, en casa, contigo y Cas.
Y hablando de amar. Creo que esta bastante claro a quien amas. Él tiene una gran parte de tu corazón y viceversa. No la ha pasado bien pero al fin y al cabo, somos humanos. Necesitamos heridas y tiempo para curarlas. Sigue a tu corazón Julie, siempre serás feliz así.
Recuerda, siempre estaré en busca de tu radiante sonrisa.
Te ama con todo su corazón,
Mamá.
Cierro la carta entre lagrimas y dejo hasta que los sollozos salgan. Este será el último recuerdo que tengo de ella. Abrazo la carta como si fuese mamá y me dedico a llorar. Mi vista se nubla y paso una mano por mis ojos. Intento regular mi respiración en vano.
Me levanto de la silla y camino lento hasta el ataúd, el cual descansaba cerrado a unos metros de donde yo me encontraba. Observo la carta nuevamente y releo saltándome lineas. Una inevitable sonrisa se escapa de mis labios.
—Siempre sabes que decir —suspiro mordiéndome el labio.
«Sigue a tu corazón» mi corazón es complicado y quiere cosas que no siempre se cumplirán. Seguirlo sería como cubrirme los ojos y comenzar a correr cerca de un precipicio.
Elevo la mirada y me paralizo. Hunter esta parado a mi frente. Lleva un traje negro, corbata del mismo color y camisa blanca. Tiene sus manos en sus bolsillos y me observa sin expresión alguna. Siempre fue bueno al esconderlas.
Mis ojos llenos de lagrimas lo miran a los ojos. Se acerca en silencio.
—Lamento no haber estado antes —es lo único que dice.
Asiento, como restándole importancia y vuelvo mi vista al cajón de madera lustrada.
—¿Cómo te encuentras? Sé que es ilógico preguntar, pero dentro de todo, ¿cómo estas?
—Mal —respondo sin hesitar—. ¿Donde estuviste?
—Pensando —contesta con simplicidad.
Aprieto mis labios. Yo solo quería besarlo, ahora mismo ya. Sin mas complicaciones pero que me consolé y me haga reír como sabe hacer.
—¿Sobre?
—Sobre ti —lo larga sin pudor. Elevo mi mirada algo sorprendida, no esperaba esa respuesta—. No he parado de pensar en ti.
—Te necesitaba —digo casi en un murmuro, dejando de lado mi orgullo—. Hoy mas que nunca.
—Lo sé —baja la cabeza—. Pero no estuve haciendo nada.
Elevo una ceja.
—¿Qué estuviste haciendo?
Se alza de hombros creando un aire de misterio que tenia ganas de resolver.
—Supongo que ya lo verás.
—Supongo que sí —niego con la cabeza. Un silencio nos reina de repente y solo puedo oir el choque de hojas entre si de los arboles que le dan sombra a las lapidas. Ese viento de invierno no tardaba en hacerse presente—. ¿Sabes que me dijo mamá en nuestra última conversación? Me dijo algo muy irónico. Que la vida es corta.
—Y tiene razón —Hunter asiente observando el panorama—. Pasa volando.
—Fueron exactamente sus palabras —asiento dándole una mirada a el ataúd.
—¿Qué más te dijo? —interroga con curiosidad.
—Muchas cosas —generalizo a la vez que me alzo de hombros—. Pero de lo que realmente me quedó, me dijo "Si te hace feliz, te aferras a eso. Si te pone triste, lo dejas ir".
—¿Y tú que piensas sobre eso? —me pregunta y es cuando nuestras miradas se interceptan y puedo llegar a ver el aire de profundidad que tienen sus ojos color café.
—Me hacía feliz y lo deje ir —pongo una mueca sin deshacer el contacto visual—. Me ponía feliz y no luché por él.
Niega con la cabeza y da un paso hacia adelante. Mi respiración se corta por breves momentos. Pone sus manos en mi cintura y me declaro nerviosa.
—No te culpes —dice—. Yo fui el que no lucho por ti. No lo que te merecías.
—¿Sabes que otra cosa me dijo? Que siga a mi corazón —termino la frase en un hilo de voz.
—¿Y qué te dice tu corazón ahora? —sus ojos marrones me hacen una invitación que queda en el aire. Mis ojos bajan por su rostro hasta fijar mi vista en sus labios. Esos labios que habían tenido el placer de conocer los míos. Mi corazón late mas rápido y fuerte de lo normal. Olvido todo, donde estoy, porqué, todo. Es solo Hunter y yo, mirándonos como si nada mas existiera en el mundo.
Sus ojos buscan los míos. Quiere una respuesta.
Hago esto y no hay marcha atrás.
Pues que no haya. Si te hace feliz, te aferras.
Me inclino lo suficiente para que nuestros labios choquen. Es como corrientes de electricidad me recorrieran el cuerpo a medida que nuestros labios se reencuentran y se mueven como beso de dos almas gemelas que han estado separadas por mucho tiempo, navegando aguas pesadas y peligrosas, al borde de perderse para siempre.
Y así, séllanos nuestra historia de amor. Con un beso que logró marcar un antes y un después. Un te odio de un te amo. Una tregua perfecta.
FIN.
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