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12. ¿Qué significa "tregua"?




Me ahogo con el agua y termino tosiendo casi medio pulmón al aire. Hunter me mira y pone una mueca, pero no es capaz de ayudarme. En vez de eso, se queda en su lugar, esperando paciente a que termine de ahogarme.

Cuando logro respirar, dejo la botella sobre la encimera y pongo mis manos sobre ella.

—¿Tregua? —inquiero sintiendo que la palabra me suena hasta extraña cuando sale de mi boca.

Hunter se humedece los labios y resopla. Entiendo que logro exasperarlo. Él tiene que entender que este tipo de noticias no se escuchan todos los días.

—Estaba pensando en que si no queremos que Acacia y Cameron terminen haciéndose daño, es mejor unirnos para intentar separarlos.

Entrecierro mis ojos, esperando el chiste. No viene nunca. Trago saliva y asiento.

—Y cuando lo logremos, todo vuelve a la normalidad —sentencio.

—Ese es el plan... pero si te enamoras de mi... —empieza con un tono burlón que me hace querer sacarme el cabello. Niego con frustración y Hunter se ríe, porque aparentemente, disfruta verme a punto de golpearle el rostro—. Hablando en serio, vamos a necesitar un plan.

—¿Crees que un simple plan lograremos que se separen? —inquiero molesta.

—Williams, si tienes una mejor idea, soy todo oídos —se cruza de brazos y me mira expectante. Sin embargo, no soy capaz de contradecirle por más que quiera. No tengo ideas—. Lo sabía.

—¿Y cual es el plan maestro, Hunter?

—No habrá uno. Sino varios hasta que consigamos darle en el clavo —explica alzándose de hombros—. Pero no tendremos que seguir esta conversación más tarde. Tengo que ir a la sesión o voy a llegar tarde.

Proceso sus palabras. Intento convencerme de la mala idea que es lo que acaba de cruzarse por mi cabeza. Mhm. No es una mala idea. Todo lo contrario, es una muy buena idea.

—¿Puedo ir contigo?

Hunter se gira y me ve como si me hubiese salido un tercer ojo. Frunce el ceño.

—¿Qué dices?

—Que si puedo acompañarte a la sesión.

—¿Qué planeas? —me pregunta. No me da tiempo de responder. Se echa a caminar, dirigiéndose a la puerta que conecta la cocina con el patio trasero. Lo sigo.

—Nada —respondo. Técnicamente, nada. No planeo nada. Es una idea que me cayó del cielo—. Tenemos que aprender a tolerarnos si queremos una tregua, ¿no?

Hunter se gira a mirarme dos segundos antes de abrir la puerta que separa nuestros jardines, porque así de unidas son nuestras madres. La usábamos mucho cuando éramos niños, para correr de aquí para allá. Ahora creo que puedo oír el metal de las bisagras chillar de la antigüedad.

—Esta bien —sentencia luego de un momento de silencio cuando ya estamos en su casa—. Esta sesión es importante. Haces algo fuera de lugar y juro que voy a dejarte sin respirar. Y no será a besos, Galletita.

Este chico imana ternura.

—Deja de hablar idioteces, porque te cortaré la lengua. Y adivina qué... No será a besos —respondo. Hunter me devuelve una mirada y creo que puedo detectar un poco de diversión en ella.

Esta tregua podría funcionar.

***

—¡Hunter! ¿¡dónde estabas?! Llevo quince minutos esperándote —le regaña una mujer pelirroja en una voz increíblemente aguda.

Me suena conocida. Ronda los veinticinco años y tiene pecas esparcidas por todo el rostro. Grandes ojos marrones y cabello rojizo rizado. Observo que tiene puesto una falda tubo pegada al cuerpo que le llegaba hasta las rodillas y una blusa celeste. Tengo que apretar mis labios para no soltar que esa es moda de hace cinco años.

Sostiene una agenda contra su pecho. No me sorprendería encontrar sus uñas postizas color turquesa clavadas en la portada, la cual no tiene la culpa de la crisis de nerviosa de esta mujer.

—Lo siento, Emily —dice Hunter acortando la distancia entre los dos. Pone una mano en su cintura y le planta un beso en la mejilla. Ella se relaja un poco.

No puedo evitar alzar mis cejas. ¿Así la saluda normalmente? Hunter es tan predecible que ya ni gracia da.

—¿Por qué llegas tarde? —pregunta.

Hunter, sin girarse, me apunta a mi. Despego un poco mi mirada del gran edificio que se alza frente mis narices No especifica ningún nombre pero por lo que el idiota me dijo, es una sesión para una marca de vaqueros.

Frunzo el ceño.

—Yo no tengo la culpa.

—¿Nueva novia? —interroga Emily con aburrimiento.

Me río.

—Es la hija de Grace —le explica y ella parece entenderlo todo. Uniendo los puntos en mi cabeza, creo que esta chica trabaja para la agencia de modelos con la que Hunter firmó hace unos años.

Subimos al quinto piso. Emily y Hunter están hablando de algo de la agencia, pero la verdad, no me presto mucha atención. Mi cabeza está muy ocupada planeando otras cosas.

Tome una decisión muy apresurada al venir, cuando podría estar tranquilamente durmiendo para juntarme con mis amigos más tarde. Sin embargo, estoy acá. Mi excusa es la siguiente: Hace mucho tiempo que no le hago una buena broma a Hunter.

Llegamos al quinto piso y las puertas del ascensor se abren, dejándome ver un estudio gigantesco. Noto que la pantalla blanca y las iluminaciones se encuentran en el centro, dejando todo el espacio alrededor para estaciones de maquillaje. El ambiente me resulta extremadamente familiar. Percheros con toneladas de ropa, sillas plegables y espejos enormes. La gente yendo y viniendo, el fotógrafo dando indicaciones, los flashes.

Hunter está por girarse para decirme algo, seguro advertirme que no haga nada extraño. No le doy la chance. Me separo de ellos apenas salimos de elevador. Emily se lleva a Hunter hacia otro lado, dejándolo con las palabras en la boca.

Mi plan es bastante improvisado. Tanto que es casi inexistente, pero no voy a desperdiciar una oportunidad para hacerle una broma a Hunter.

No puedo incluir nada con pintura, ni loca pago toda esta ropa costosa que hay por todos lados si llego a dañarla. No podía hacerle algo a su auto, el estacionamiento es un puto laberinto y demoraría horas en encontrar el deportivo negro de Hunter ya que todos son iguales.

Suspiro.

Me siento en una de las sillas negras plegables que se encuentra algo alejada del resto del mundo. Cruzo mis piernas y me pongo a revisar mi celular. Algo se me va a ocurrir. Cuando se tratan de Hunter, las ideas me caen como regalos.

Tanner: Hay una fiesta esta noche, quieres venir? Puedo pasarte a buscar.

Sonrío un poco luego de leer el mensaje unas tres veces. Le contesto que sí, quiero ir a esa fiesta.

El resto de mis mensajes sin leer son del grupo que tenemos con el resto. Summer salió de este hace unas horas. Aparentemente, ellos están hablando de la misma fiesta que Tanner. Veo que ya tengo planes asegurados.

Guardo mi celular en mi bolsillo trasero.

—¿Quién eres? ¿Una de las modelos? —una voz me sorprende a mis espaldas.Volteo asustada. Me encuentro a un hombre calvo que debe rondar los cuarenta años. Viste una camisa blanca y vaqueros. Está claro que trabaja aquí.

—¿Quién eres tú? —inquiero.

Se cruza de brazos y me mira con una cara de pocos amigos.

—Estas en mi establecimiento, supongo que tengo derecho a saber.

Touché, señor. Touché.

—UhM, lo siento. Soy Juliette Williams —le extiendo mi mano y él la acepta—. Estoy acompañando a Hunter Thompson.

—Me sonabas conocida. ¿Eres hija de Grace Levin? —me pregunta. Asiento sin sorprenderme porque la conozca—. Conozco a tu madre y a Theresa hace años.

Vuelvo a asentir. Se queda observándome un rato como si estuviera estudiando mi rostro. Me pone incómoda e intento evitar sus ojos. Miro hacia el techo.

—¿Te interesaría ser modelo?

Ya conozco ese camino.

—No —respondo con franqueza e intento no sonar tan mal educada. Se alza de hombros y asiente.

—¿Pero ya has modelado para unas cuantas marcas, verdad? —inquiere con curiosidad y asiento—. Si cambias de opinión, ya sabes donde encontrarnos.

No, no voy a cambiar de opinión.

—Un gusto conocerle —le sonrió con educación. Se despide de mí y se aleja, no sin antes decirme que si quiero servirme algo de comida del catering, no hay problema.

Esa es una propuesta que me gusta.

Salto de la silla, de repente iluminada con la broma. Empiezo a caminar hacia la zona donde los estilistas están arreglando a muchos modelos a la vez.

Voy a pegar a Hunter en su silla. Con pegamento industrial. Lo agarré antes de dejar la cocina. Estaba en uno de los cajones, muy a la vista y apenas puse mis ojos sobre el pegamento, le pregunté a Hunter si podía acompañarlo.

Sigue en el vestuario. Probablemente le estén volviendo loco con toda la ropa. Pero en un determinado momento, tiene que salir y sentarse en su silla para que le retoquen el rostro y el cabello.

Leo un cartel impreso pegado en la parte superior del espejo del tocador. Dice "Hunter Thompson". Su silla negra está perfectamente acomodada en frente de la mesa. Procurando que nadie me vea, pongo en pegamento en el medio. Puse poco ya que de veras funciona. Esta mierda es capaz de arreglar hasta la relación de mis padres.

Desde que Hunter pego mi brazo un árbol con este producto cuando teníamos once y tuve que pasar una tarde de verano en la sala de urgencias del hospital, comprendí lo importante que era poseer uno de estos.

Me alejo de la silla, porque lo mejor siempre es tirar la piedra y esconder muy bien la mano.

Doy vueltas por el lugar, revisando a cada rato la puerta ya que Hunter debe salir por ahí. Y lo hará en cualquier momento. Espero ansiosa. En eso que me giro para ver, choco con alguien. Mi hombro casi se sale de lugar. Dios. ¿Quién me chocó? ¿Dwayne Johnson?

—¡Fíjate por donde vas! —una voz chillona perfora mis oídos. Debo llevarme una mano a uno de ellos para asegurarme de que estén bien.

Ahg, Diena Ross. Su nombre también rima com hiena, y eso es decir mucho.

—No hace falta que grites —mascullo.

—Pero si es Juliette Williams —dice cuando decide que no soy un mosquito al que quiere aplastar y me mira como si quisiera matarme. Estoy muy segura de que me chocó a propósito.

Diena Ross era algo así como mi amiga. Es un año mayor, hija de un diseñador muy importante en California y es modelo. Cuando entré al mundo del modelaje hace unos años gracias a mi madre, Diena ya llevaba muchos años en este circo. Nos hicimos amigas instantáneamente. Solíamos llevarnos bien. Hasta que me confesó que sentía cosas por Hunter y todo se fue a la mierda ya que en ese momento en el que Hunter y yo "éramos algo". Igualmente, él nunca la aceptó. Y sí, está enamorado de Becky. ¿Qué esperaba? No era ni ella, ni yo.

—Tanto tiempo —hablo sintiendo el sarcasmo caer como cascada de mi boca.

—Lo mismo digo. ¿Qué haces aquí?

—No es tu asunto.

Diena entrecierra sus ojos en mi dirección. Bufa y voltea, golpeándome el rostro con su larga coleta de caballo. Estoy a punto de arrastrarla de los pelos cuando oigo el grito de Hunter.

—¡Juliette! —oigo el grito de Hunter. Ahg, maldita Diena por distraerme y no dejarme ver el momento.

Me doy vuelta para ver mi obra maestra. Hunter me perfora con la mirada cargada de odio, mientras intenta despegarse de su silla, en vano. Me acerco de lo más relajada.

—¿Me buscas? —le pregunto al idiota. Emily está a punto de colapsar de los nervios mientras intenta despegar a Hunter de la silla sin comprender mucho.

—Dios. Voy a matarte. Te dije que no hicieras nada. —masculla. Sus ojos están ardiendo en ira.

—¿Yo, qué hice? ¿Por qué no te levantas de la jodida silla?

–¡No te hagas la desentendida! —exclama—. Tú me hiciste esto. Me las vas a pagar. ¿Acaso no entiendes lo que significa tregua?

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