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11. La tregua perfecta.


Ya pasó una semana desde mi cita con Tanner. Volvimos a salir ayer. Fuimos al cine ya que había una película que tenía muchas ganas de ver. La película resultó no ser muy buena pero al menos pase un buen tiempo.

Hoy es un viernes soleado y me falta una hora para poder salir de la escuela. El tiempo me juega en contra ya los minutos parecen horas.

Apenas pestañeo en clase, porque lo último que quiero es darle al profesor de sociología una razón por la cual darme horas de detención.

En esta clase, Tanner se sentó junto a mi. Hunter, el cual se tuvo que sentar en una de las primeras filas ya que su mejor amigo me ofreció su lugar, cada tanto se gira y me fulmina con la mirada. Sé que no esta para nada de acuerdo que esté saliendo con su mejor amigo, pero debo decir que me encanta verlo enojado por eso.

Pasan algunos minutos y el profesor termina la clase. El timbre suena y me levanto de un salto emocionado.

—¿Quieres que te lleve a casa? —me pregunta Tanner.

—Sí no te molesta... —murmuro en respuesta. No vine en auto porque Cara me pasó a buscar. Esta mañana tuvimos un tiempo para nosotras al tener el primer periodo libre y lo aprovechamos para ir a desayunar.

Nos demoramos en salir porque tengo que acompañar a Tanner a buscar unas cosas de su casillero. Cuando finalmente salimos al estacionamiento, puedo escuchar los gritos fuertes y claros.

Intercambio miradas con Tanner. Ambos sabemos de sobra que esa es la voz de Hunter.

Me apresuro a abrirme lugar entre los chismosos que forman un círculo. Logro observar quienes están involucrados en la pelea.

Los hermanos Thompson.

Hunter tiene a Cameron arrinconado contra un auto. ¿Y ahora qué mierda? De reojo logro ver a Acacia al borde de las lágrimas a un costado.

Me quedo quieta en mi lugar. Tanner se acerca a grandes pasos. Toma a su mejor amigo de los hombros y lo echa atrás para separarlo de Cameron.

—¿¡Qué están viendo?! —vocifera Tanner mirando a la multitud—. ¡Es viernes! ¡¿No tienen nada más interesante para hacer?!

Los gritos parecen despabilar a nuestro público chismoso y todos empiezan a dispersarse. Cada uno a su casa, mucho mejor.

Sin embargo, noto que Peter y Summer se acercan a mi con expresiones preocupadas en sus rostros. Niego ligeramente con la cabeza, dándoles a entender de que no hay nada de qué preocuparse. Se quedan cerca.

—Hunter, ¿qué mierda es todo esto? —le pregunto echándole una mirada a Cameron. Tiene una expresión asesina en el rostro.

—¿Esto? —bufa sarcástico—. Lo mismo de siempre. La parejita feliz y sus problemas.

—No tienes ni un derecho a meterte en mi vida —espeta Cameron. Intenta abalanzarse a su hermano pero Acacia es rápida y se coloca a su frente para impedirle el paso.

—Tengo todo el derecho —responde Hunter.

—No, no lo tienes. No eres papá y no puedes decidir sobre mi. Empieza meterte la idea en la cabeza.

—Exacto. No soy tu papá. Él no está, Cameron. Así que si alguien tiene que cuidar de ti y tus estupideces, soy yo.

Trago saliva. Otro tema del que nunca hablamos: el padre de Hunter. Solo sé que desapareció de sus vidas hace mucho tiempo.

—¿Mis estupideces? —interroga indignado. Su mano busca la de mi hermana y entrelaza sus dedos con los de ella—. Esto no es una estupidez.

—Honestamente no los entiendo —se mete Acacia a la disputa entre hermanos—. ¿Por qué a ustedes no les salió bien cuando intentaron salir significa que nosotros no podemos intentarlo? ¿Se dan cuenta lo egoísta que suenan?

—No es eso —intervengo. Tomo una profunda respiración.

—¿Entonces qué es? —espeta como si no hubiese estado repitiéndole desde que empezó a salir con Cameron qué es.

Tengo la respuesta en la punta de la lengua cuando alguien empieza a hablar. Summer da un paso hacia adelante para meterse a la conversación.

—Dios, déjenlos ser —suspira.

Hunter y yo nos giramos al mismo tiempo a verla. ¿Quién demonios se cree que es?

—¿Y tú quién mierda eres? —le pregunta Hunter. No me sorprende que no la recuerde.

—Déjenlos los en paz. Julie, te lo he explicado miles de veces. Deja que cometa sus propios errores —Summer se cruza de brazos.

Sigo intentando averiguar quién demonios la llamó a la conversación.

—No te metas en esto —respondo empezando a perder la poca paciencia que me queda con Summer.

—No puedo creer lo hipócrita que eres —me dice sin hacerme caso—. Solo piensas en ti. Al igual que tú, Thompson. ¿No se cansan de ser siempre el pupo del universo? No pueden negarles algo como la felicidad. Esta bien, pueden ser sus hermanos pero no les da el derecho a controlar sus vidas.

Me quedo en silencio. Summer está cruzando un límite.  No entiende la situación y habla como si lo hiciera. Como si fuese el superhéroe de la historia.

Quiero contestarle y acomodarle todas esas ideas de mierda que tiene. Hunter se me adelanta. Camina hacia Summer y la noto ponerse nerviosa.

—No sé quién mierda eres y exactamente por eso no eres nadie para decirme cómo sí y cómo no manejar mi vida. No sabes la historia. No sabes nada. ¿Crees que por ver una pelea de cinco minutos ya lo haces? Si yo fuera tú, me iría antes de perder una amiga.

Se muerde el labio furiosa y voltea a mi en busca de que la ayude. Debe suponer que voy a defenderla de Hunter. Está equivocada. Por primera vez en mucho tiempo, él y yo estamos en la misma página.

—No tiene sentido —masculla finalmente. Lleva su mirada a Cameron y Acacia como si les tuviera pena—. Suerte con estos dos.

Gira sobre sus talones y se aleja de nosotros rápido. La veo irse. Mi corazón se rompe un poquito. Creo que acabo de perder a una amiga.

Hunter es el siguiente en irse. Cameron y Acacia lo hacen poco después, dejándome con Peter y Tanner, quienes se habían mantenido al margen de la discusión.

Resoplo y miro a mi mejor amigo. Sabe que por más que Summer haya sido una total perra, me duele que se haya ido así.

—Uhm, Peter... él es Tanner —digo al sentir que se ha colocado a mi lado y pone su mano en mi espalda.

Se saludan con un apretón.

—Estás en el equipo de futbol, ¿verdad? —inquiere Tanner. Peter asiente.

—Así que Tanner... —dice luego de mirarme rápidamente—. Es mejor que nos saquemos las advertencias de encima ahora. Traes loquito a mi mejor amiga. Le haces algo y seré el primero en buscarte.

Jesús, Peter.

Bajo la mirada y oigo las risas de Tanner.

—No te preocupes, voy a cuidarla.

Mi mejor amigo asiente. Lleva su atención a mi.

—¿Viniste en auto? —pregunta a lo que niego—. ¿Quieres que te lleve?

—Yo la llevo —se apresura a decir Tanner. Peter simplemente asiente.

—Nos vemos más tarde, Jules —me guiña un ojo y se va hacia otra dirección.

Finalmente cuando estamos solos, Tanner desliza su mano de mi espalda baja hacia mi mano y me lleva hasta su auto.

—Peter y tú son mejores amigo, ¿verdad?

—Sip.

—Lo sé, pero... ¿Son de esos "mejores amigos" que se gustan en secreto? No me sorprendería que Peter sienta algo por ti.

Me río ante el planteo. Subo al auto y cierro la puerta.

—Somos como hermanos —respondo cuando Tanner cierra su puerta.

Asiente.

Como todos nuestros viajes, ponemos música. Está vez es de la playlist de Tanner pero no me quejo, tiene buen gusto.

Llegamos a casa y me bajo, agradeciéndole a Tanner por el aventón. Me sonríe mostrándome sus hoyuelos y me dice que no tenga nada planeado para el sábado a la tarde porque «me robaría» esa tarde. Por mi, que me robe todos los días.

Estiro una sonrisa y hago mi camino hacia la casa. Una vez que estoy adentro, no tengo ni siquiera dos segundos de paz.

—¡Galletitaaaa! —canturrea una voz burlona desde la cocina.

—¿Cómo entraste, Hunter? —le pregunto. La sonrisa que me dejó Tanner se me borra del rostro.

—¿De verdad te sigues preguntando eso?

Está sentado sobre uno de los taburetes de la cocina. Lo ignoro y voy hacia el refrigerador para buscar agua.

—¿Qué haces aquí?

—Necesito hablar contigo y no tengo mucho tiempo. Tengo una sesión en media hora.

—Entonces no hables y vete a la sesión —respondo antes de llevar la botella a mis labios.

—Chistosa.

—Sea lo que tengas que decir, dilo ahora.

—Cuanta amabilidad —bufa. Me acerco a la isla y me apoyo para que estemos cerca.

—Hunter, ¿qué pasa?

Guarda silencio por unos segundos y luego me mira directo a los ojos.

—Vengo a ofrecerte tregua.

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