El más pútrido aroma a sal, algas, percebes y pescado atacaba mi nariz de forma persistente. Los dedos de mis manos se pegaban entre sí a causa de la brea y las puntas de mis botas de cuero nuevas no se encontraban en mejores condiciones. Suspiré, ¿qué idiota obligaba a la futura heredera a caminar por un muelle tan pegajoso como resbaloso? Mi piel hervía, la vergüenza, la desazón y el desprestigio, formaban una amalgama tan hedionda como mi futuro próximo.

No sé qué hago en este lugar, ni por qué mis madres insisten que este ridículo viaje me convertirá en una mejor reina.

Levanté la mirada y me encontré con un barco que parecía mantenerse en una pieza por gracia de la Gran Madre, de seguro había visto mejores días. Observé como crujía y se balanceaba con las olas que impactaban a babor. El palo mayor se movía tanto que de tan sólo observarlo, me estaban dando náuseas.

Mi mirada recorrió la hilera de cañones que se repartía a estribor, cinco cañones. ¿No era acaso un barco comercial? ¿Una fragata que ya no era apta para el combate? Temblé dentro de mis botas, apenas había culminado mi entrenamiento obligatorio en la Palestra. Quizás no había sido tan buena idea el hacer un berrinche a los doce años para dejar de lado el entrenamiento de esgrima en el palacio.

—Son para los piratas, Su Majestad —una voz profunda y femenina a mi derecha interrumpió mis frenéticos pensamientos—. Capitana Vivian a sus órdenes. —Inclinó la cabeza es un gesto de respeto. Bufé, al menos podía esperar algo de reconocimiento de parte de la tripulación.

Giré la vista y me encontré con nada más y nada menos que la máxima autoridad del barco. Era una mujer alta, con un cuerpo atlético que resaltaba gracias a su uniforme de oficial: pantalones blancos que terminaban embutidos en botas altas de color negro, me atrevería a decir que eran de cuero, pero su prístino brillo era casi imposible para tan recio material; completaba su atuendo con un chaleco negro terminado en punta, una camisa blanca sencilla un corbatín del mismo color y por encima de toda aquella parafernalia, una chaqueta de color azul con dos hileras de botones dorados. En las mangas se encontraban tres cintas que indicaban su rango.

Tragué el miedo que sentí ante la palabra «piratas» y traté de cuadrar mis hombros y lucir mucho más segura de mí misma. Después de todo, mis madres me habían enviado con un objetivo, sí, uno inútil, pero que según ellas me ayudaría a ser una mejor reina en el futuro.

«Un buen viaje de tres meses en altamar es lo que necesitas», rumié las palabras de mi madre mientras le tendía un pergamino sellado a la capitana. Tenía que lucir regia y en control, si lo hacía, todo estaría bien porque se haría a mi manera. Nada saldría mal, regresaría del viaje como si nada y mis madres deberían tragarse sus palabras:

«Necesitas un contacto con la realidad, hija, y un viaje al Nuevo Mundo te ayudará a crecer».

En mi ignorancia, subestimé el contenido de aquel estúpido pergamino. Era mi pase al terror, a no ser reconocida más como una princesa. Sería tan solo una pasajera más.

Disfruten del hermoso Booktrailer que Belen_escritora hizo para esta historia:

https://youtu.be/CnRK1FZ6utc

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