—¡Ey, viniste!

Le regalo una sonrisa forzada y cierro la puerta detrás mío. Él se acerca para saludarme, pero yo me alejo y mantengo una distancia importante entre ambos. No lo quiero cerca.

Miro a mi alrededor y... suspiro. La verdad que ya me estoy arrepintiendo de haber venido. Esto no es para nada mi onda y ni siquiera sé qué fue lo que me hizo cambiar de opinión —estaba convencida de que no iba a poner un pie en este lugar. Bueno... sí sé qué o, mejor dicho, quien me hizo cambiar de opinión... ella.

Me alejo de él y con mis ojos rastreo la habitación en busca de su cabello rubio, lo cual es una tarea difícil, ya que hay por lo menos unas ciento cincuenta personas en esta casa. Este es el «¿dónde está Wally?» más difícil que jugué.

Luego de un tiempo, sigo sin suerte —no logro ubicarla entre tanta gente. Pero, en ese momento, tropiezo con una persona que derrama —lo que parece ser alcohol— sobre mi vestido negro.

«Mierda». Quien quiera que sea me las va a...

Y ahí es cuando la veo. Ahí es cuando nuestros ojos se encuentran. Su cara muestra sorpresa al igual que la mía. Sus labios están semiabiertos al igual que los míos y nuestros ojos, abiertos de par en par. Es evidente que ninguna de las dos esperaba volver a estar así —la una frente a la otra... después de tanto tiempo. Después de tantos meses, días, semanas y horas sin... la compañía de la otra.

Ambas permanecemos calladas. Ninguna de las dos sabe bien qué decir y es que, ¿qué es lo primero que le decís a una persona con la que pasaste tanto, pero a la vez tan poco?

Su expresión de sorpresa cambia, y su rostro ahora muestra preocupación y enojo. Frunzo el ceño y ladeo la cabeza, confundida. ¿Qué es lo que le pasa?

—¿Qué mierda hacés acá? —pregunta para mi sorpresa, elevando la voz. Su tono, teñido de enojo.

Mi ceño se profundiza y mi confusión crece. ¿Qué es lo que está pasando? No entiendo absolutamente nada. Creí que iba a estar feliz de verme después de tanto tiempo, pero me doy cuenta que no es así. Actúa de la misma forma que lo hizo la última vez que nos dirigimos la palabra. Aún sigue siendo una estúpida de mierda a la que no le importan los sentimientos de los demás. No entiendo cómo volví a ser tan ingenua para siquiera pensar que esta vez podía cambiar.

—¿Cómo qué hago acá? ¿No es obvio? —pregunto, molesta por lo que acaba de decir.

Y tras decir aquello último, mi visión se nubla y todo se pone negro. Cómo si alguien hubiera apagado la luz o esta se hubiera cortado. No logro ver nada y tampoco recordar nada. Lo único que puedo recordar son unas manos tocando mi cuerpo, pero después de eso todo es un recuerdo inexistente. Y es que, aún, doce horas después del hecho no puedo entender qué fue lo que pasó. Ni siquiera sé dónde estoy o qué me pasa. Mi miedo crece y con cada minuto que pasa me desespero más. ¿Qué mierda pasó anoche? ¿Dónde carajos estoy?