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Capítulo 6

Me gustaría decir que la comida transcurrió con tranquilidad, pero no fue así. Las dos horas que llevamos acá se me hacen cuatro y me siento como un bicho raro fuera de lugar con los nervios a flor de piel.

Cuando nos acercamos a Dilara, Valentina y Leo, ya estaba más que nerviosa. Casy me presentó como una amiga, aunque estaba muy ocupada con mis nervios para detenerme a pensar en ese detalle, por el cual una parte de mí se alegró. Luego dijo mi nombre y que soy nueva. Nada raro, lo normal. Me saludaron —las dos zorras con cara de pocos amigos— y Leo con una sonrisa.

Luego empezamos a caminar. Me tropecé un par de veces por mirar a Leo como una tonta. De todos modos, parece ser que nadie se dio cuenta, al menos Casy y Leo, ya que las otras dos no dejaban de mirarme y cuchichear algo entre ellas, como lo habían hecho otros chicos durante toda la mañana. Ya me resultaba agotador, pero no estaba en posición de decirles nada. Al menos, por ahora.

Sin embargo, eso no fue lo que más me molestó. Lo que en verdad me molestó fue la forma en la que ese tal Leonardo me miraba —cuando yo no estaba ocupada tropezándome, claro. Me hacía sentir pequeña e insignificante; como si no perteneciera a ese grupo. Su mirada tan intensa y penetrante me recordaba que no encajaba en su grupo, pero decidí patear esos pensamientos al fondo de mi mente.

Luego de que los cuatro discutieran acerca de dónde íbamos a comer, decidieron ir al restaurante que tenía pensado Casy desde el principio, y que, según habían dicho, había abierto hace poco. Creo que se llama Jagger, según escuché. No me gustaba demasiado la ambientación, pero la comida estaba buenísima así que me concentré en eso.

Todos ordenaron hamburguesas con queso y papas, excepto yo. Yo me conformé con una ensalada. Mi miedo a volver a ser la gordita de la clase sigue presente y haber empezado en nueva escuela no es una buena oportunidad para ganar unos kilitos de más.

Durante estas dos últimas horas todos hablaron entre sí y yo no podía aportar mucho. No me incluían en sus conversaciones y tampoco me preguntaban nada personal. Solo Casy me preguntaba algunas cosas y me miraba con cierta tristeza cuando terminaba de responder, pero eso fue todo.

Hasta ahora, este almuerzo lo único que hizo fue agravar ese sentimiento de soledad y depresión en mi corazón. Todo seguía igual que hace unas semanas en la vieja escuela. Pero no dejé que eso me hiciera sentir mal. Así que decidí comer en paz y dedicarme a escuchar la voz de Casy—aunque todavía no supiera de dónde viene ese acento—que me resultaba familiar y me transmitía seguridad.

Ahora ya todos terminamos de comer y en la mesa solo estamos Casy y yo. Los otros tres se fueron al baño hace ya unos cuantos minutos atrás. ¿Por qué será que tardan tanto?

—¿Estás bien? No hablaste en todo el almuerzo. Me tenés preocupada —dice Casy mientras pone una mano sobre la mía, la cual tengo apoyada sobre mi regazo.

El tacto de su mano sobre la mía hace que sienta algo en mi interior. No sé qué exactamente, pero podría describirlo como un... ¿escalofrío? Algo que pocas veces sentí. Y es que, muy pocas veces alguien tiene algún tipo de contacto físico conmigo. Incluso mi madre y yo dejamos de abrazarnos hace tiempo.

Levanto la vista y nuestras miradas se encuentran. Su expresión es triste e intranquila. Se nota que en serio está preocupada por mí, y eso me alegra, aunque sé que no debería. Sin embargo, lo cierto es que Casy debe ser la primera persona —después de mi mamá, claro, aunque ya no a menudo— que se muestra preocupada por mí, y eso es importante, para mi.

—Sí, obvio, estoy... bien —miento. No quiero que sepa la verdad. Habría mucho por contar y no es el lugar ni el momento para hacerlo. Ni siquiera la persona a quien contárselo porque, aunque parezca ser sincera y una buena chica, solo la conozco hace un par de horas. No sé si es de confianza o no.

—No, no lo estás —dice sin ninguna duda mientras suelta mi mano y su expresión pasa de triste a seria.

Odio ser tan transparente con mis emociones. No quiero mentirle, pero no puedo decirle que me siento excluida y que me gustaría pasar tiempo a solas con ella. Quedaría grosero y sonaría mal, así que lo mejor es cambiar de tema y obviar su comentario.

—Sí, sí lo estoy. Pero no hablemos de eso. ¿Por qué no me contás de dónde sos? Tu acento no es argentino, estoy segura.

–¿Se nota? —dice mientras hace una pequeña risita— Soy de Edimburgo. Vivo acá hace cinco años con mi tía. Mi papá nació acá así que siempre tuve familia que viviera aquí —dice mientras deja de mirarme y agacha la cabeza.

«Así que Edimburgo...» Increíble. Debe ser precioso. Jamás me lo hubiera imaginado. Pero ahora todo tiene sentido. Su acento tenía un cierto parecido al inglés, pero el inglés escoses es diferente al americano o británico, por eso no llegaba a reconocerlo.

Al escuchar su respuesta noto que su expresión se torna triste otra vez, como si estuviera recordando algo que la pone así. ¿Será por el hecho de estar viviendo acá? No creo, no parece descontenta viviendo en este pueblo. Sin embargo, otras preguntas se disparan en mi cabeza en segundos. ¿Qué hace viviendo con la tía? ¿Y sus padres? ¿Su expresión triste tendrá que ver con eso? Estoy segura que todo tiene una relación, pero prefiero no preguntar y dejarlo pasar. Siento que no es el momento de preguntarle algo tan personal como eso.

Vuelve a mirarme y veo sus ojos un poco vidriosos. Ya no me quedan dudas que saqué un tema delicado en la conversación.

«Soy muy estúpida».

Asiento un par de veces y le vuelvo a tomar la mano—es lo único que me sale hacer. Ella me sonríe tímidamente y ambas permanecemos calladas durante unos segundos. Le devuelvo la sonrisa y poco a poco veo como su expresión normal vuelve a su rostro.

Ambas seguimos sonriendo y nos quedamos en silencio, sin saber qué decir. Es un silencio incómodo, y ambas estamos inquietas en nuestros asientos intentando buscar un nuevo tema de conversación. Casy es la primera en hablar:

—Escuchá, sé que no te sentiste cómoda en la comida. Se notó y por más que me lo hayas negado antes, yo me doy cuenta. Siento que mis amigos no te hayan hecho sentir bienvenida, pero de mi parte sos más que bienvenida a nuestro grupo. Pareces una muy buena chica y me gustaría conocerte más. Quiero que te sientas bien cerca de mí—me dice al tiempo que me regala una sonrisa y me acaricia un poco la mano.

Miro hacia abajo. Mi cerebro está en blanco, no sabe qué decir o hacer. No puedo darle la razón porque seguro la haría sentir mal. Sería desconsiderado de mi parte decirle que sus amigos se la pasaron hablando de mi a mis espaldas entre ellos, riéndose de mí y que apenas se preocuparon en integrarme. Sin embargo, eso no es lo que más me interesa de todo lo que dijo. Mi mente está enfocada en la última frase: «Quiero que te sientas bien cerca de mí...» ¿A qué se refiere con eso? ¿Qué me sienta cercana a ella? ¿Qué sea una amiga cercana? Lo que sea que signifique sé que es algo bueno. Pero debo dejar de darle vueltas a todo, y pensar las cosas miles de veces. No todo es complicado —yo lo hago complicado.

—Hannah, ¿Qué pensás? —pregunta Casy, interrumpiendo mis pensamientos.

Quiero contestarle, pero de repente un dolor punzante en la cabeza y la espalda me lo impiden.

«El golpe...» Estuve tan ocupada con esto del almuerzo que apenas pensé en el golpe que me di esta mañana. Me molestó un par de veces durante el día, pero casi ni le presté atención. Pero ahora los dolores son tan intensos que no los puedo dejar pasar. Claramente se me está pasando el efecto de los calmantes. Además, no me puse hielo las veinticuatro horas seguidas como me recomendó el doctor.

«Soy un desastre».

Seguramente, las consecuencias que voy a pagar por estos errores van a ser caras.

—¿Hannah? Hannah decime algo, estás pálida —me dice Casy, muy preocupada mientras me mueve el hombro despacio.

Tardo unos minutos en reaccionar. Intento mirar a Casy, pero el dolor en la cabeza es tan fuerte que apenas puedo mantener los ojos abiertos. El dolor en la espalda apenas me deja mover y cualquier movimiento en falso que haga seguro traerá peores consecuencias. Sí, no es mi mejor momento, pero así, con todos estos dolores a la vez, logro articular palabra, a pesar del esfuerzo gigante que esto significa:

—Estoy bien... solo... necesito más calmantes... el golpe...

Casy se levanta asustada y agarra mi mochila para buscar calmantes. Saca uno y le pide rápidamente un vaso de agua al mesero. Este se lo trae enseguida. Casy lo agarra y me lo ofrece, junto con la pastilla. Me trago la pastilla y tomo un sorbo de agua, mientras Casy me acaricia dulcemente.

—¿Estás mejor? —pregunta, esbozando una pequeña sonrisa.

De nuevo me veo interrumpida al contestarle por una voz que llega a mis espaldas:

—Bueno, bueno, bueno. No sabía que eras lesbiana Castille —dice Leo que está parado al lado de nuestra mesa sujetando de la mano tanto a Dilara como a Valentina, el cual es un gesto que no se me pasa, pero me duele mucho la cabeza y el cuerpo como para detenerme a pensar en eso.

Casy deja de acariciarme y mira a Leonardo con ojos amenazantes. Parece bastante afectada por las palabras del chico, y tiene razones para estar así. Aunque a la vez me resulta estúpido que una chica acaricie a otra y ya por eso automáticamente todos piensen que son lesbianas. No tiene sentido—las caricias también pueden ser gestos de amistad.

—No soy lesbiana. Se sentía mal y la ayudé, eso fue todo—responde rotundamente Casy.

—¿Y las caricias? Si no se tratara de vos, que sé que todos los viernes tenés una pija metida en tu boca, dudaría de lo que me estás diciendo—dice Leo, con una risa que me resulta detestable.

Intento disimular mi sorpresa ante las palabras de este chico. ¿Casy? ¿Con un chico todas las semanas? ¿Con una...? No entiendo. No parecía ese tipo de chica. Parecía una chica... diferente. Pero no puedo juzgarla tan rápido. Seguro hay una explicación para esto y ni siquiera sé si Leonardo está diciendo la verdad o solo dijo eso para molestar a Casy.

Casy le lanza una mirada asesina. Parece que no se llevan muy bien después de todo.

—Calláte, no quiero hablar de esto. Mejor me voy—responde Casy mientras toma su bolso y sale del bar sin siquiera mirarme.

—Sí, vamos. Me duelen los pies de tanto estar parada—se queja Dilara mientras se hace viento con un abanico que saca de su bolso.

«Ridícula.» Apenas estuvo cinco minutos de pie y se queja. Y además, ¿quién lleva un abanico en el bolso en esta época? En el siglo XXI nadie usa abanico; por lo menos, no la mayoría.

—Yo también, diez minutos parada... no es para cualquiera—se queja la otra inútil.

—Tranquilas hermosas mías, Leo se encarga —les dice mientras le da un beso a cada una en las mejillas y las carga a cada una en sus brazos.

Al principio finge ser fuerte y soportar el peso como el campeón que se cree que es, pero esto solo sucede por unos pocos minutos. Sus brazos comienzan a debilitarse y las dos chicas caen al suelo, junto con Leo. Las demás personas comiendo en el bar observan la escena con preocupación. Algunos incluso se levantan de sus asientos y corren a ayudar a los chicos. Yo, en cambio, miro la escena y no puedo evitar reírme, a pesar de mis dolores.

—¿Y vos que miras? Andáte de acá estúpida —me grita Dilara fuera de sí.

Hago caso porque no quiero iniciar una pelea y salgo del bar—ahora que me empiezo a sentir mejor—, con una sonrisa en la cara, pero que se desvanece enseguida. Todo esto fue muy extraño. Primero veo a Dilara, Valentina y Casy juntas y parecen ser las mejores amigas del mundo. Luego aparece este tal Leonardo que, sí, es hermoso, pero detestable. Pienso que los cuatro son amigos—aunque no termino de entender porque alguien tan dulce como lo aparenta ser Casy sale con ellos—pero parece ser que se pelean bastante. Incluso puede que Casy no sea la chica dulce y buena que creí que era, pero no estoy segura. No estoy segura de nada, todo es confuso. Casy es una chica muy interesante, pero parece ser que tiene muchas personalidades a la vez. Ya no se en que creer o como se supone que deba tratarla—todo es muy raro. De todos modos, supongo que el tiempo mismo me dirá quién es ella en verdad...

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