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Variables

Pov: Im Nayeon.

Había transcurrido una semana, exactamente siento sesenta y ocho horas desde que observé como mi esposa había tomado la decisión de marcharse yendo directamente a la guerra sin siquiera molestarse en tratar de darme un vistazo. Tan arrogante e indiferente como siempre lo había sido desde el primer día en que nos habíamos conocido, Mina simplemente decidió caminar hacia donde el caballo que tranquilamente le esperaba, lo acarició en un completo silencio como si se estuviese asegurando de que este estuviese en las mejores condiciones para dar comienzo a su viaje. La verdad es que aun puedo sentir esas emociones; esa sensación sofocante, ese malestar emocional que golpeaba sin parar en la base de mi cabeza, como si los recuerdos de mi vida anterior estuviesen dando vueltas en mi interior, advirtiéndome que las cosas podrían salir mal, igual a como lo había sido en el pasado. Recuerdo negarme el parpadear, no quería perderme ni un solo segundo de lo que estaba sucediendo frente a mí. La observé subiendo hacia el lomo del animal, desde mi posición podía notar lo grande que se veía ante la gruesa capa que caía desde sus anchos hombros hacia el trasero del caballo. Instintivamente di un paso hacia adelante tras percatarme de como había comenzado a moverse. A pesar de que me moría de gana de gritarle que por favor se devolviera, de exigirle que tan solo permaneciera a mi lado, que fuésemos felices en lo más profundo del norte, las palabras jamás se atrevieron a brotar de mi garganta, y no es que tuviese algún problema que me impidiese el expresarme con plena libertad, sino más bien, mi propio cuerpo decidió rechazar la idea de pedirle que se quedase, tal vez porque sabia que ella solo estaba haciendo su mejor esfuerzo por tratar de mantenernos a salvado, quizás porque era consciente de que lo que podría llegar a suceder si se quedaba.

Me aterraba que mi egoísmo la pudiese llevar a la perdición.

Al final, manteniendo esa desgarradora sensación complemente fija en el centro de mi pecho, pude observar cómo Mina tranquilamente se marchaba llevándose consigo gran parte de mi corazón.

Debo confesar que por un segundo realmente tuve la tonta creencia de que sería capaz de sobrellevarlo, pero la realidad me golpeó de frente, con una brutal violencia. Fue agobiante el simple hecho de entender que, con el pasar de los días más notorio se volvía su ausencia, empeorando a cada segundo mis complicadas emociones. Quise creer que se debía a los terribles años que había vivido bajo su ausencia, me aferré a la idea de pensar que tan solo estaba recordando aquellas sensaciones que tuve en mi vida anterior cuando ella estuvo lejos de mi, como había tratado de rellanar tontamente su atención con la atención de alguien más. Obviamente no había repetido mi mismo actuar, claramente no sería capaz de engañar nuevamente a mi esposa, no porque tuviese miedo a las represalias, sino más bien porque ya sabía que nadie podría llenar el lugar que ella cruelmente había dejado disponible.

Francamente hice mi mejor esfuerzo por tratar de ocultar como realmente me estaba sintiendo, como seguía estando a cargo del cuidado de Seungwoo no debía por nada del mundo permitir que él notase lo mal que lo estaba pasando, porque sabía que no tardaría en preocuparse; era demasiado pequeño para estar lleno de preocupaciones, sobre todo preocupado por mi estabilidad emocional.

Él solo debía crecer como un niño fuerte y lleno de amor, como cualquier otro niño más.

—Duquesa.

Bruscamente parpadee notando lo que estaba sosteniendo a través de mis dedos. Confundida decidí alzar mi mirada notando como la Santa estaba apoyada en el marco de la puerta con sus ojos castaños completamente enfocados en mi aturdida expresión.

—¿Estas bien? —rápidamente rellenó el silencio que yo había causado, consiguiendo que instintivamente asintiera con mi cabeza—¿Esa es una carta de la capital? —cuestionó tratando de hacerme hablar provocando que yo tan solo agachase mi mirada enfocando nuevamente mi atención hacia el papel que tenía en mi disposición.

—... Es un comunicado sobre el fallecimiento de los integrantes de la casa Marquesa—decidí responder ignorando por completo el hecho mi vinculación con los Marqueses—...—en silencio leí nuevamente el papel tratando de aceptar lo que claramente estaba escrito—... dice que van a enviar a alguien a averiguar si fue un incendio provocado o un terrible accidente.

Regresé a ese cómodo silencio con mis ojos completamente enfocados en el papel, mismo que estaba dando a conocer en una extensa carta el fallecimiento de cada uno de los integrantes del Marqués Im, ¿Qué fue lo que realmente ocurrió?, me cuestioné sintiendo el sudor envuelto alrededor de las yemas de mis dedos, esto no ocurrió en mi vida anterior, y por alguna razón me sentía ansiosa, porque las cosas seguían lentamente cambiando.

—... ¿Estas bien? —ella volvió a preguntar consiguiendo que nuevamente mi atención recayera sobre su rostro.

Oh, pensé tras notar como, a diferencia de cualquier otra persona que se hubiese enterado de mi perdida, no me estaba observando como si sintiese pena del fallecimiento de mi padre, más bien, mantuvo una expresión neutra, como si estuviese preparada para romper en una carcajada o tan solo acompañarme con las lágrimas, que persona más extraña, no pude evitar el pensar tras notar la manera en que continuaba viendo, como si realmente se hubiese negado a quitarme los ojos de encima.

Suspiré dejando la carta sobre la mesa.

—Estoy bien—respondí manteniendo en todo momento la tranquilidad—... él no era una buena persona—admitió con mis ojos perdidos sobre el papel—en realidad, ninguno de los integrantes de su familia era realmente una buena persona—decidí cambiar de respuesta regresando otra vez mi atención hacia su cuerpo notando como se había cruzado de brazos, sin cambiar de expresión—... murieron con el mismo dolor que yo había recibido a lo largo de mi vida, así que solo obtuvieron lo que merecían.

—Si realmente estas bien... Entonces, ¿Por qué estas llorando?

Su pregunta me tomó por sorpresa, así que rápidamente llevé mi mano contra mi rostro sintiendo los dedos húmedos ante el contacto con mi piel, ¿Eh?, exclamé en el interior de mis pensamientos sin poder creer que realmente estuviese reaccionando de esta forma, ¿Por qué?, me cuestioné tratando de entender a que se debía este repentino comportamiento por mi parte, no siento pena, entonces... ¿Por qué no puedo dejar de llorar?, y quería entenderlo, estaba desesperada por comprender la razón que me llevaba a estar actuando de esta forma. La Santa mientras tanto simplemente continuó en su sitio, como si estuviese esperando con paciencia a que yo volviese a recomponerme, pero no podía, realmente era incapaz de detener el recorrido de mis lágrimas así que simplemente llevé mi otra mano contra mis facciones tratando de esconderme en mis delgadas palmas.

—Estás aliviada, ¿No? —su pregunté me tomo nuevamente por sorpresa, así que simplemente la observé a través de mis falanges notando su visible tranquilidad—... Ellos son los responsables de tus cicatrices, ¿Verdad?

No esperaba que fuese consciente de las marcas que poseía mi piel, ¿Acaso...?, ni siquiera terminé mi pregunta sabiendo a la perfección que Mina jamás hablaría de ese tema, o por lo menos no con tanta libertad, así que ella debió de verlo en algún momento de mis curaciones.

—¿C~Cómo lo sabes? —decidí simplemente preguntar manteniendo mi atención fija en como suspiraba.

—Bueno... la verdad es que solo fue una suposición—confesó al mismo tiempo en que se encogía suavemente de sus hombros en un intento por retarle importancia a la manera en que se enteró—posees marcas alrededor de tu espalda, en el interior de tus muslos y en ambas pantorrillas, como si alguien te hubiese dado varillazos cada vez que cometías un error... —respondió sin siquiera modificar su expresión—en un principio pensé que había sido Mina, pero en el tiempo que llevas en el Ducado es imposible el generar ese tipo de cicatrices, así que es imposible que ella te hubiese lastimado a menos que se hubiesen conocido desde tu juventud—agregó permitiendo dejar la duda en las acciones de mi esposa, ¿Qué tanto lo has pensado?, me cuestioné con mi atención fija en ella—por como se han camuflado con el color de tu piel, me atrevería a decir que fueron creadas cuando eras pequeña, quizás entre los siete y quince años, así que las únicas personas capaces de ejercer ese tipo de heridas y salir libres de impunidad, solo sería alguien directamente relacionado contigo, como un padre o madre, o quizás un hermano.

Me quedé en un completo silencio.

—¿He acertado? —cuestionó con cierta rudeza tras notar como yo miraba hacia la pared.

—Fue hace mucho tiempo—respondí tratando de restarle importancia a la situación.

Esto era incomodo, no quería continuar con esta conversación.

—... Tuvieron una muerte demasiado simple—ella replicó provocando que yo tan solo me quedase en mi sitio sorprendida de sus palabras—si alguien me hubiese hecho lo que a ti te hicieron, créeme, ahora mismo estarían confinados en el interior un calabozo sufriendo día y noche distintos tipos de torturas, hasta que el pensamiento de querer morir comenzase a ser un lujo para ellos.

—... Has pasado demasiado tiempo con mi esposa—respondí al volver a enfocar mi vista en ella notando como sonreía.

—Digamos que nos criamos juntas—contestó sin siquiera molestarse en ocultar su lado más retorcido.

—... De todas formas, estoy segura de que no murieron en paz—respondí tratando de finalizar de una buena vez con esta conversación mientras que continuaba deslizando mis palmas sobre mi piel sintiendo como la humedad lentamente se iba perdiendo—quién sea que lo hizo debió tenerles el suficiente rencor para impedir que tuviesen una muerte digna y sencilla.

—Pero... ¿No deseabas vengarte? La persona que acabó con ello te impidió el castigarlos—se atrevió a seguir dando su punto de vista provocando que yo impulsivamente sacudiese mi cabeza en negación—¿Eh? ¿Por qué no? —cuestionó sin poder entender la razón que me llevaba para no querer venganza.

—Simplemente estoy cansada—respondí.

La verdad es que en mi primera vida si quise realizar mi venganza, y de cierta manera realmente lo logré tras acabar con la vida de mi padre, permitiendo que Eric, el mayor de la familia obtuviese el anhelado puesto de Marqués que por tanto tiempo había tratado de conseguir, pero después de realizar aquella acción y salir libre de impunidad, no me sentí mejor, en realidad, todo lo contrario, me sentía miserable porque había acabado con mis propias manos con el hombre que tanto daño había causado en mi vida y en la de mi madre, pero por más que lo lastimé, por más que escuché sus suplicas, no tardé en comprender que nada realmente me traería a mi madre de regreso, por esa misma razón, sé que no me llenaría el acabar con ellos.

—Solo quiero ser feliz al lado de Mina y mi hijo—agregué notando lo desconcertada que se veía—tan solo quiero permanecer a su lado y ser amada de esa forma tan alocada que ella tiene para expresar sus emociones, no pido nada más, ni siquiera riquezas, solo a ella, netamente a ella.

—... ¿Cómo puedes amarla tanto? —cuestionó incapaz de poder entenderme—¿Qué tiene de especial?

—Bueno... Aun cuando no lo aparenta, es una persona muy amable—respondí esperando una mala reacción por su parte—es alguien que hace su mejor esfuerzo para escuchar y entender, a pesar de que no fue criada para expresar sus propias emociones hace todo lo posible por tratar de expresarse de la mejor manera—continué hablando conociéndola a la perfección—es alguien que se arrepiente con facilidad, alguien que trata de cargar con toda la responsabilidad, en silencio sufre cuando las personas a su cuidado salen lastimada, es la clase de persona que no duda en castigarse cuando las cosas no salen como estaban planeada... una persona extremadamente sola.

La Santa se quedó en un completo silencio.

Por un segundo realmente creí que la conversación terminaría hasta ahí, de verdad que pensé que simplemente se giraría y me dejaría en plena soledad, pero para mi grata sorpresa ella no dudó en inclinarse haciendo una perfecta reverencia, ¿Ah?, me cuestioné sin poder entender el por qué ahora mismo estaba viendo su espalda, con su coronilla dando directamente hacia mi dirección, con su largo cabello castaño cayendo tranquilamente por sus hombros.

—Por favor... nunca deje de amar a la Gran Duquesa.

No supe que decir tras oírla, jamás pasó por mi cabeza la posibilidad de que ella me pidiese eso.

—Te lo suplico... yo sé todo por lo que pasó, lo doloroso que fue el simple hecho de permanecer con vida, así que se lo pido Duquesa, demuéstrele lo maravillo que es la vida... permítale disfrutar el placer del amor que nadie más fue capaz de darle, ni siquiera el anterior Duque.

Me mantuve con los labios completamente sellados notando como ella no dudaba en quedarse en silencio con su cuerpo aun inclinado hacia mi dirección como si estuviese esperando que yo dijese algo.

De manera instintiva entreabrí mis labios dispuesta en responder, en confesar que no había nada de que preocuparse que yo la amaría hasta el final de nuestras vidas, pero antes de siquiera poder alzar la voz, suavemente la puerta se abrió logrando llamar tanto mi atención como la suya, de forma impulsiva ambas enfocamos nuestras orbes hacia la dirección del sonido notando como una melena negra sobresalía por debajo del pomo de la puerta revelando las infantiles facciones por parte de Seungwoo.

—¿Cariño? —cuestioné con suavidad logrando que sus ojos inquietos rápidamente fueran a parar hacia mi dirección—¿Sucede algo? —pregunté sin poder evitar el preocuparme mientras que mi cuerpo instintivamente se inclinaba tratando de quedar hacia la misma altura que su mirada. Él tras notar mi preocupación simplemente sacudió su cabeza en negación—ven... acércate—pedí consiguiendo que rápidamente se acercarse.

Seungwoo acortó la distancia permitiendo que el cuerpo de Hirai Momo hiciese acto de presencia. Yo sabía que algo había ocurrido entre ella y la Santa, dejando de lado que en mi vida anterior ambas habían fallecido en el mismo tiempo y lugar, era completamente consciente por la forma en que se rehusaban a mirarse que algo de historia había entre ambas, que curioso, pensé al mismo tiempo en que estiraba mis manos agarrando por debajo de las axilas de Seungwoo, para así elevarlo hasta dejarlo cómodamente posado en mis antebrazos. Él, en un completo silencio envolvió uno de sus brazos por detrás de mi cuello, su mirada parecía confusa y preocupada, insisto, seguía siendo demasiado pequeño para estar lleno de preocupaciones, así que rápidamente elevé una de mis manos presionando mi dedo indice contra su entrecejo tratando de disipar sus cejas juntas.

—No juntes tus cejas, tu cara de bebé se perderá—aclaré tras notar su expresión de sorpresa. Él tras escucharme no dudó en volver a intentarlo como si a fuerzas estuviese tratando de crecer—Seungwoo—me quejé sin poder evitar el sonreír logrando que él elevara sus comisuras.

Realmente es muy parecido a Mina, pensé tras notar como poseían demasiadas similitudes para no tener un parentesco directo, aunque claro, si lo veían a pleno detalles era evidente que también era parte del linaje Real. Por esa razón, no debía permitir que el Rey lo viese ya que no tardaría en reconocerlo como de su propia sangre.

—Lo siento...—se disculpó mientras que yo regresaba mi atención hacia las chicas notando lo evidentemente incomodas que se veían—... ¿Puedo entrenar con Eunha? —cuestionó provocando que yo simplemente me quedase en silencio.

¿Esta hablando de la niña que cuida Sir Jeongin?, me cuestioné recordando esa melena naranja completamente indomable siendo acompañada por la profundidad de sus ojos azul grisáceo que tan peculiares eran para ser parte del Norte. Era una niña llamativa, dejando de lado su apariencia infantil, poseía una actitud tan impropia para su edad que era más que evidente que había sufrido gran parte de su niñez. Eso me hacía sentir triste, porque al igual que la gran mayoría de los trabajadores del Ducado, habían comenzado demasiado jóvenes a causada de las decisiones de los demás nobles, pero a pesar de que yo traté de darle a cada uno la mejor enseñanza que el dinero puede pagar, sé que no podría llenar el amor que tanto necesitaban. Continué estando en un completo silencio, recordando como Eunha siempre estaba tratando de dar lo mejor de sí, no tengo ni la menor idea de que era lo que realmente la motivaba a actuar de esa manera, pero sí que era evidente su deseo de querer ser la mejor. Tal vez le haga bien el continuar socializando con niños de su edad, pensé regresando mi atención hacia Seungwoo notando como él parecía interesado por mi respuesta, oh... pensé tras notar la punta de sus orejas completamente enrojecidas, ¿Ella te interesa?, me atreví a cuestionar sonriendo con cierta suavidad logrando que él simplemente se avergonzara aun cuando claramente no era consciente de lo que yo estaba pensando: al parecer había acertado.

—Esta bien—respondí sabiendo que el estar con compañía femenina lo haría ser más amable—solo no se lastimen—ordené al mismo tiempo en que lo bajaba—Sir Hirai—le llamé logrando que ella bruscamente tensase sus hombros—¿Podría acompañar a la Santa? —pedí como sugerencia aun cuando en el fondo era más que evidente que estaba dando una orden. Rápidamente pude notar la sorpresa en sus facciones. No les di tiempo de quejarse—me gustaría que vieran el entrenamiento de mi hijo.

—Duques...—la Santa trató de excusarse, pero tras notar como había sonreído ocultando mi verdosa mirada a través de mis pestañas, no tuvo más opción que suspirar—... me aseguraré de protegerlo.

—Eso me hace sentir más tranquila—respondí siendo consciente de que las estaba metiendo en un aprieto.

A pesar de que sabía perfectamente que podría llegar a empeorar lo que sea que había entre las dos, mis ojos no fallaban, ahí realmente existía algo, no sé aun el qué, pero por la manera en que ambas trataban tontamente de no prestarse atención, era más que evidente que sus intentos no estaban siendo del todo un éxito, así que las ayudaría, aunque sea con algo tan sutil como esto.

Yo solo quería que ellas pudieran ser felices de la misma forma en que yo lo estaba siendo.

En el momento que ambas abandonaron la habitación no dudé en tomar el grueso abrigo que descansaba sobre una de las sillas, en silencio me cubrí la espalda con esta tratando de resguardarme del frío invierno que aun seguía estando presente en el interior del Norte. Nunca le di mucha importancia, pero el Norte era el único lugar en todo el Reino que era capaz de mantener por más tiempo el invierno que cualquier otra parte, tal parece que se debía a las piedras mágicas que se escondían en las montañas que ayudaban a que el clima se mantuviese gélido durante todo el año, aunque tal vez el hecho de que el sol no llegase de frente también era un factor que impedía el aumento de la temperatura, pero realmente era un problema, ya que las cosechas siempre se veían afectadas.

Decidí salir del despacho para ir directamente hacia el jardín del Ducado sin siquiera molestarme en buscar alguna escolta que me hiciese compañía. Francamente no era muy fan del frío, pero me gustaba ver las flores verdes que sobresalían de la espesa capa de nieve mientras que las rosas rojas que permanecían al invernadero me saludaban con confianza. Me gustaban el intenso color rojizo de las flores ya que me recordaba la ferviente mirada de mi esposa e hijo, también me gustaba el intenso tono verdoso que sobresalía por sobre la blanca capa del suelo ya que daba la impresión de estar luchando por sobrevivir, me hacía sentir nostalgia porque yo también había luchado para sobrevivir; éramos muy parecidas.

Debo confesar que nunca me gustó el color de mis ojos, los odiaba porque eran lo único que me amarraba a la familia Marquesa; me hubiese encantado el haber obtenido la mirada de mi madre, para tener, aunque sea eso como recuerdo, pero gracias a Mina, supe amar el color propio de mi mirada, ya que fue la primera y única persona que me veía como si fuese lo más preciado de su mundo, como si no quisiese que por nada del mundo me rompiese aun cuando había sido ensuciada por otras personas.

Tras salir de la mansión, rápidamente pude sentir el frescor de la tarde dando de lleno contra mi cuerpo, así que instintivamente me cubrí con el abrigo tratando de tapar cualquier rastro de piel que pudiese estar recibiendo directamente el frío del día. En un completo y sepulcral silencio caminé directamente hacia el amplio jardín escuchando atentamente como mis pies se hundían ante la gruesa capa de nieve que había bajo mi cuerpo. Me mantuve completamente atenta hacia donde estaba pisando, por nada del mundo deseaba resbalar, porque quedaría empapada.

La verdad es que había estado tan sumergida en mis pensamientos que ni siquiera me percaté del hecho de que me había alejado de las instalaciones principales del Ducado, aunque aun permanecía en el interior del territorio de mi esposa, estaba lo suficientemente lejos para que ningún sirviente pudiese ser capaz de visibilizarme desde la mansión. Tengo que regresar, pensé aferrando mis dedos contra mi abrigo sintiendo como el frescor revolvía mi melena castaña, debí salir con un guardia, y comenzaba a arrepentirme de mis propias acciones.

—¿Va al Ducado?

Mi cuerpo por completo se paralizó tras oír una voz masculina sonando detrás de mí. Confundida giré mi rostro notando como un chico completamente abrigado aparecía desde los blanquecinos arbustos como si desde un principio hubiese estado escondido, ¿Cómo has ingresado? El Ducado posee un gran poder militar, nadie puede ingresar con tanta facilidad sin ser descubierto, y el mal instinto no tardó en hacer sonar cada una de las alarmas de mi cabeza, así que impulsivamente di un paso hacia atrás logrando que el contrario tan solo sonriera con diversión.

—El pergamino me teletransportó mal—aclaró mientras que se llevaba una de sus manos hacia a su cabeza revelando ese intenso cabello blanco que tan peculiar era para los ciudadanos del Reino Karts—el resto de mis caballeros debieron llegar directamente al interior de las instalaciones de la Gran Duquesa, así que estoy algo perdido—murmuró permitiendo que mi mirada se centrase en sus intensos orbes moradas.

Lo reconocí.

Me mantuve en un completo silencio tras entender lo que estaba ocurriendo. Él debía ser un príncipe reconocido, quizás el heredero o tal vez uno de los hijos mayores del Rey. Estaba completamente segura de que estaba frente a la realeza ya que solo los hijos directos del Rey y la Reina poseían esas definidas características: ojos morados y el cabello blanco, mientras que los ilegítimos generalmente poseían el cabello negro o los ojos morados ambos proporcionado por el linaje del Rey. Esa era la única manera que existía para poder diferenciar entre los legítimos y los que no, obviamente también ayudaba a permitir quienes serían los que lucharían directamente por la corana y quienes serían usados como moneda de cambio.

Cruel, pero así era el poder del Imperio.

—... Por cierto... no le había prestado gran atención, pero ahora que la veo a mayor detalle usted es muy bonita—me sorprendió el repentino comportamiento que adoptó mientras que, de forma instintiva daba un paso directamente hacia mi dirección—¿Es una sirvienta del Ducado? —cuestionó estirando su mano para agarrar de mi muñeca tratando de mantenerme cerca de su cuerpo—soy el segundo príncipe Jihwa, y el candidato más fuerte para heredar la corona—se presentó sin soltar de mi extremidad—¿Te gustaría salir de este lugar?, si gustas puedes considerarme como tu salvador.

¿Salvarme?, pensé mientras que contraía mi brazo logrando liberarme, ¿Qué se cree?, me cuestioné haciendo mi mejor esfuerzo por no tratar de golpearlo. Él me observó con sorpresa, no parecía estar acostumbrado a recibir el rechazo femenino.

—Me gusta tu actitud—comentó al mismo tiempo en que se llevaba una de sus manos contra su mentón—generalmente las mujeres suelen ser dóciles tras oír que soy un príncipe, pero tu no pareces querer darme en el gusto—parecía haber juzgado la situación sin abandonar su expresión juguetona—... ¡Ya se! —exclamó bajando su mano para poder golpear directamente el centro de su palma con su puño cerrado—te convertiré en mi concubina, no todas las mujeres tienen ese privilegio, pero tu has sido la mujer más bella que he podido apreciar, así que no te dejaré ir.

Él ni siquiera se estaba molestando en ocultar sus verdaderos intereses, me generaba nauseas.

—Joven príncipe, no debería estar haciendo esas declaraciones—comenté logrando desconcertarlo—menos frente a la esposa de la Gran Duquesa—aclaré observando como él me veía con sorpresa, para luego simplemente dar un paso hacia atrás—fingiré que no he oído nada—agregué dándole la espalda para comenzar a caminar directamente hacia mi hogar siendo consciente que, si permanencia más tiempo a solas con él, no tardaría en especularse historias que por nada del mundo deseaba que llegasen a oídos de mi esposa.

—... Todos los nobles saben que mi hermana será la gran Duquesa—él llenó el silencio que yo había causado provocando que instintivamente mis piernas se detuvieran. Ni siquiera lo miré, sentía que él no tardaría en darse cuenta de las ganas que tenía por asesinarlo—así que cuando ese día llegué, te haré mi concubina.

—Si desea enemistarse con el Ducado... puede intentarlo—respondí dejando bastante claro el hecho de que Mina lo mataría si se llegaba a enterar de la clase de estupideces que estaba soltando sin parar.

Esperaba de todo corazón que mantuviese su boca cerrada, porque estaba segura de que si Mina o el propio Seungwoo lo llegaba a escuchar, su cabeza tarde o temprano abandonaría su cuello. Por nada del mundo debía permitir que mi familia quedase en peligro por culpa de este idiota.

Debía lidiar con este problema por cuenta propia. 

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