Toda acción tiene su consecuencia
Pov: Myoui Mina.
Luego de ducharme y quitarme todo rastro de sangre que pudiese aún tener mi cuerpo decidí ingresar en mi habitación con solo una pequeña toalla cubriendo mi cintura. En silencio arrastré mis pies desnudos hacia el espejo que colgaba en medio de la habitación notando las cicatrices que cubrían gran parte de mis muslos: la mayoría de estas habían sido causadas netamente por mis propias manos. Francamente no recuerdo el momento exacto en que había comenzado a lastimarme, no sé si esto comenzó por el deseo propio de mi padre o mi propia desesperación no encontró otra salida más que disminuir el daño emocional por el físico. Solo sé que llevaba años haciéndolo; lo realizaba cada vez que las cosas salían mal, cada vez que alguien moría por mis manos o por mi culpa, cada vez que las cosas se salían de control yo huía a mi habitación creando un pequeño hechizo para quemar la piel de mis muslos. Las primeras veces fueron terriblemente dolorosas, ni siquiera usaba magia para curar el daño, así que podía pasar semanas con un dolor agonizante que jamás expresaba abiertamente.
Por impulso creer un hechizo presionando mi dedo sobre mi muslo. El olor a carne quemada y el humo que desprendía mi piel rápidamente se hizo de notar, pero a diferencia de las primeras veces, esta vez no sentí ningún tipo de dolor. Cuando me sentí satisfecha del daño que me había causado proseguí a vestirme notando como la expresión de mi rostro no había cambiado ni siquiera cuando era evidente del daño que me había hecho. Luego de alistarme salí de mi habitación notando como Chan me estaba esperando frente a la puerta. Él no hizo comentarios, pero por la manera en que me observó sé que era plenamente consciente de que algo malo me había hecho. Decidí ignorarlo. Ante la tensión en el ambiente él velozmente me indicó donde debía dirigirme así que lo seguí. Podía sentir su mirada en mi perfil mientras que yo presionaba impulsivamente mi palma contra el mango de mi espada. Estaba molesta, las cosas no había salido cómo lo tenía planeado, se suponía que los monstruos jamás debían llegar a las murallas que dividían mis tierras de la Capital, por esa razón estaba dando grandes sumas de dinero, para mantener a la gente y las paredes segura, así que como... ¿Cómo demonios las cosas terminaron así? me cuestioné dándole un vistazo a Chan notando como él mantenía sus dos manos detrás de su espalda, ¿Acaso tengo ratas? pensé a la vez que presionaba mis dientes entre sí.
Al ingresar en el despacho pude notar rápidamente a mi herrero sentado en uno de los largos sofá con las manos puestas sobre sus muslos y los hombros encorvados en señal de sumisión. A simple vista parecía estar asustado, y eso se hizo más evidente en el momento que alzó su mentón permitiendo que su expresión aterrada quedase expuesta para mis fríos ojos. Con calma miré por sobre mi hombro izquierdo notando como Chan estaba detrás de mi, ni siquiera me tuve que tomar la molestia de alzar la voz para que él comprendiera que él no tenía permitido de ingresar en la habitación. Por la manera en que me observó no parecía estar realmente de acuerdo con la decisión que yo había tomado, creo que no le gustaba la idea de que me quedara a solas con mi empleado, pero él no tenía el poder suficiente para ir en contra de mis palabras sin sufrir las consecuencias, así que de forma obediente hizo una suave reverencias para luego simplemente dar un paso hacía atrás cerrando la puerta, dejándonos de esa forma a solas.
Sintiendo la mirada fija del herrero sobre mi cuerpo comencé a caminar hacia uno de los sofá. A pesar de que tenía la costumbre de siempre sentarme frente a mi escritorio para dejar en claro quién tenía el dominio de la habitación, esta vez decidí simplemente tomar asiento en el sofá que estaba frente a él notando como la incomodidad se desbordaba de su robusto cuerpo. Por instinto saqué mi espada y la recosté al lado de mi muslo, para luego cruzarme de brazos. Mis ojos los mantuve fijos en la manera en que su rostro había palidecido al notar el arma que dejé expuesta. No hice comentarios los primeros minutos notando como el pasar de los segundos acompañados por el tictac del reloj resonando en la silenciosa habitación causaba que empeorase las emociones que él estaba dejando expuestas. Mis ojos no me engañaban, él parecía realmente arrepentido, así que supe que no había sido causalidad que la armadura de Jooheon hubiese causado su muerte.
—¿Vas a excusarte?—cuestioné ante su silencio. Rápidamente él se puso de pie, así que alcé mi mirada notando como se llevaba las manos a la cabeza para luego simplemente comenzar a caminar en el interior del lugar—¿De verdad me estas haciendo alzar el mentón?—pregunté logrando que se detuviera de golpe al comprender mis palabras—siéntate—ordené a la vez que apoyaba mi codo contra el reposabrazos permitiendo que mi mejilla descansara sobre mis nudillos—tienes tres segundos para hacerlo antes de que mi espada haga el trabajo por mi—amenacé viendo como su cuerpo se tensaba ante la posibilidad de que perdiera alguna extremidad bajo el ataque de mi arma.
—L~Lo siento—murmuró arrepentido mientras que no dudaba, ni siquiera por un segundo el acercarse donde yo me encontraba para colocarse de rodillas frente a mi—l~lo siento mucho Gran Duquesa—sus disculpas parecían ser genuinas, pero eso solo me causaba más irritación—h~he fallado.
—¿Fallado?—cuestioné manteniendo mis ojos fríos en su nuca—¿Crees que la muerte de alguien es un simple fallo?—y no tenía piedad en mis toscas palabras. Rápidamente pude observar como el cuerpo del chico tembló sobre el suelo, pero yo no sentía ni una pisca de lastima por el estado en que se encontraba—hoy una familia se quedó sin un padre, los caballeros se quedaron sin un amigo y yo me quedé sin un perro...—aclaré a la vez que me inclinaba estirando mi mano para agarrar su cabello. De un solo jalón le hice alzar su mentón notando sus ojos cristalizados— ¿Acaso no sabes que me gustan mucho los animales?—cuestioné viendo fijamente como había comenzado a llorar—mi mascota ahora esta muerta, y es por tu culpa.
—L~Lo siento...
Me quedé en silencio a la vez que soltaba su cabello notando como él volvía a presionar su frente contra el suelo como si con eso fuese suficiente para aliviar la ira que me carcomía.
—¿Qué hiciste con el material real que te di?—inquirí mientras que dejaba mi mano libre posada sobre mi muslo. Por inercia comencé a tamborear las yemas de mis dedos sobre mi pantalón causando que el suave sonido que provocaba el golpe empeorara los nervios del herrero—¿En serio no dirás nada?—cuestioné manteniendo mis ojos aún en su cuerpo viendo como él realmente no parecía estar dispuesto en siquiera dar un excusa para lo que había hecho—...—en silencio me puse de pie provocando que él se estremeciera ante el sonido de fricción de mi cuerpo y el sofá. Rápidamente alzó su mirada mientras que yo me inclinaba agarrando entre mis dedos sus mejillas haciendo que la misma fuerza de mi agarre abultara sus finos labios. La expresión en su mirada indicaba pavor genuino. Notar aquello me enfureció aún más—si no vas a usar tu lengua, entonces no la necesitas—aclaré sacando la pequeña navaja que siempre llevaba en mi bolsillo para apuntarla hacia su boca.
Él al comprender que yo no dudaría en cortarle la lengua trató de retorcerse como un pez fuera del agua, pero yo lo tenía bien agarrado así que no importó realmente cuanto esfuerzo pusiese para huir, no tenía escapatoria; era muy tarde para él, ya que yo ya estaba molesta. De un solo movimiento, limpio y hasta elegante logré rebanar la mitad de su lengua cuando esta quedó por unos segundos expuesta. Al soltar sus mejillas él se echó hacia atrás llevándose ambas manos a la boca mientras que la sangre empapaba tanto su mentón como parte de su ropa. Comenzó a gritar en alto, pero ante la falta de lengua no era capaz de modular, así que eso solo estaba haciendo que me irritara aún más. Con calma me enderecé comenzando a caminar hacia su dirección viendo como él retrocedía haciendo todo lo posible por mantener su miserable vida.
—¡Aish!—me quejé molesta mientras que me llevaba la mano contra la nuca al notar lo patético que era—...—guardé silencio en el momento que posee toda mi atención en mi armadura que Chan había dejado sobre mi escritorio—probaré mi armadura... si mi espada le causa un solo rasguño te cortaré un dedo—aclaré deteniéndome en mi sitio viendo como él solo expandía sus párpados ante la sorpresa—si la perforo te corte una extremidad—seguí hablando a la vez que le daba la espalda caminando hacia el sofá en busca de mi espada—y si la destruyó, te mataré de la forma más lenta y dolorosa que puedas imaginar—finalicé agarrando mi arma para mirar por sobre mi hombro la forma en que él aun tenia sus manos sobre su boca mientras que las lágrimas caían suavemente por sus pálidas mejillas—reza para que no pase nada malo.
Al llegar a estar frente a mi armadura no dudé en balancear mi espada causando que, de un solo movimiento la armadura se partiera en dos. Ni siquiera usé maná, pensé notando el pesado de metal que caía sobre la mesa como si fuese un pedazo de papel. No dije nada, me quedé en silencio sintiéndome estúpida al creer que él realmente haría un buen trabajo, ¿Por qué fui tan dócil con él? me cuestioné sabiendo perfectamente que solo intimidando podría hacer que ellos mantuvieran una lealtad genuina como lo había hecho mi padre durante sus años como Duque. Por impulso apreté mis puños mientras que arrugaba el puente de mi nariz sintiendo el sabor de la sangre en el interior de mi boca ante la fuerza con la que había mordido el interior de mi mejilla en un vano intento por controlar mi furia. Sabía que aun no era momento de perder el control, así que tomé una buena bocanada de aire dejando mi espada sobre la mesa. Ni siquiera me iba a tomar la molestia de matarlo con mi arma. Aún sin pronunciar palabra me giré viendo como él estaba ya de rodillas presionando sus manos contra sus muslos y la cabeza agachada en señal de sumisión. Notarlo actuar de forma tan patética revolvió mi estómago porque no podía simplemente aceptar que, por culpa de este idiota había perdido un buen caballero. Patético de mierda, pensé a la vez que me acercaba moviendo mi pierna para estampar la punta de mi zapato contra su nariz. Él rápidamente cayó hacia atrás llevándose ambas manos hacia la zona que yo había atacado.
Aún manteniendo una sorprendente calma di un par de pasos hacia su dirección para poder agarrarlo del cuello de la camiseta. Ni siquiera me tomé la molestía de explicar el por qué de mi acción. Con fuerza elevé mi puño encajando mis nudillos contra su labio sintiendo el calor de su sangre envuelta en mi piel. El jadeó como pudo sintiéndose incapaz de poder respirar ante su nariz destruida y su boca lastimada, pero no me importó, rápidamente volvió a contraer mi brazo para poder estampar esta vez mi puño contra su mejilla notando como esta se abría ante la fricción del ataque. Mi cuerpo ardía en rabia, y cada puñetazo que impactaba sobre su rostro aumentaba aún más mi furia. Juju... ¿Usted está pensando en su esposa? y la pregunta de Jooheon resonó en el interior de mi cabeza. Francamente no sé por qué me molestaba tanto, no sé por qué sentía esta rabia, debía ya estar acostumbrada a perder a las personas, pero por qué... ¿Por qué ahora era distinto?. Bruscamente volví a hundir mis nudillos sobre su rostro sintiendo como esta vez la sangre caliente salpicaba contra mi mejilla. ¡Qué tiempos! aun puedo recordar como me ruborizaba cuando estaba frente a mi amada, y las palabras de mi caballero continuaban resonando en mi interior así que traté de callarlo escuchando los gemidos y jadeos por parte del herrero que a duras penas podía sostener su cabeza en alto.
Solté el cuello de su camiseta haciendo que su espalda chocara en seco contra el suelo quitándole momentáneamente el aliento. En silencio me llevé la mano contra mi mentón limpiando con la palma abierta la sangre que salpicó sobre mi piel. Me mantuve en mi sitio viendo como él trataba de colocarse de pie con su rostro aumentando rapidamente de tamaño ante la fuerza con la que le había lastimado.
Francamente seguí furiosa, así que me incliné sosteniendo su camiseta solo para ver como él temblaba ante el pánico que le producida la simple idea de imaginarse el recibir nuevamente una paliza.
—No te mataré—admití causando que él se las arreglara para mirarme—pero para que te mantengas con vida tendrás que escribir donde carajos llevaste mi metal y los nombres de las personas que estén involucradas contigo—aclaré mientras que me limpiaba las manos con su propia ropa. Con calma volví a soltarlo notando su cuerpo temblando—y espero tu cooperación porque si tu no me das las respuestas...—confesé a la vez que me inclinaba notando la piel de su cuello se erizaba—las conseguiré por otro medio—murmuré a la vez que me elevaba—...—en silencio vi como estaba de rodilla. Francamente no había necesidad de que siguiera lastimándolo, pero aún así envolví mi mano con maná lanzando un hechizo que hizo reventar su rodilla—te dije que te quitaría una extremidad.
Lo escuché gritar llevándose su mano contra su extremidad faltante. Si debo ser sincera, sabía que no podía lastimar sus manos, básicamente él era un herrero gracias al don que tenía en sus manos, pero el hecho de que no pudiese tocar sus extremidades superiores no significaba que no pudiese hacer algo con sus extremidades inferiores. Me quedé en silencio disfrutando su sufrimiento.
Rápidamente la puerta se abrió provocando que yo, de forma impulsiva alzase la mirada notando como mi esposa había hecho acto de presencia viendo con sorpresa el estado en que yo había dejado al herrero. Por instinto agaché mi mirada notando mi camiseta manchada en sangre al igual que mis pantalones lo que dejaba en evidencia que había sido yo quién torturó al bastardo.
—Largo—ordené viendo como ella en vez de acatar mis palabras simplemente decidía acercarse. Por impulso di un paso hacía atrás notando la manera en que me estaba viendo. A simple vista no parecía tenerme miedo o quizá odio, en realidad todo lo contrario... ella parecía estar realmente preocupada por mi—vete—volví a ordenar que se marchara sintiendo mi cuerpo pequeño ante su presencia—¡Vete a acá!—alcé más la voz tratando de hacerle entender que no debía estar en esta habitación, pero ella parecía decidida, así que simplemente acortó la distancia a estar parada al lado del herrero causando que este, en un movimiento desesperado agarrase la navaja que yo estúpidamente había dejado en el suelo luego de cortarle la lengua.
En el momento que noté como él trataba de abalanzarse contra mi esposa, aun con la falta de una de sus piernas, yo rápidamente reaccioné abrazando a la castaña desde los hombros mientras que utilizaba mi antebrazo como escudo recibiendo de lleno el ataque. Ni siquiera me importó el dolor, mucho menos la sangre que se deslizaba en grandes cantidades por la nueva herida. Francamente, estaba más furiosa que otra cosa, así que no dudé en elevar mi pierna inundada en maná para patear su estómago mandándolo a volar hasta que su espalda chocó contra la pared. Iba a matarlo, quería acabar con su miserable existencia, pero Nayeon no dudó en agarrar mi camiseta deteniendo mi instinto asesino. Ante el disturbio que había causado velozmente Chan hizo acto de presencia en compañía de un par de guardias, este al ver como estaba sosteniendo a mi esposa y la manera en que el herrero estaba en el suelo supo de inmediato que si no lo sacaba de la habitación yo me encargaría de terminar de matarlo.
—Llévalo al calabozo y torturarlo sin parar—ordené mientras que presionaba mi palma contra el hombro de mi esposa en señal de que ya podía dejarme ir, pero ella simplemente se aferró a mi prenda como si temiese que fuera tras el herrero para terminar el trabajo—...—me quedé en silencio ignorando su presencia, con mis ojos fijos en la manera en que Chan asentía con su cabeza—mantenlo con maná curativo y sigue torturándolo hasta que se vuelva loco.
—Min...
—Cierra la boca—ordené en el instante que escuché como ella trataba de llamar mi atención, posiblemente al querer que yo no lastimara al herrero. Francamente esperaba que no quisiese detenerme, porque ella pudo haber salido lastimada y yo jamás fallo en mis contratos—no opines, en estos momentos no quiero escucharte—confesé a la vez que me alejaba de ella viendo como los guardias sostenían al moribundo hombre—...—me quedé en silencio notando cómo lo arrastraban—has que se arrepienta de estar vivo—hablé con frialdad mientras que posaba mis ojos en Chan—asegúrate de que nunca más vuelva a ver la luz del día.
—Sí, Gran Duquesa—aceptó mi orden haciendo una suave reverencia para luego simplemente salir detrás del herrero.
En silencio me llevé mi mano contra mi rostro soltando un pesado suspiro. Maldición... eso pudo haber salido muy mal, pensé recordando la rapidez con la que había actuado. Francamente, si me hubiese demorado aún que sea un segundo más en reaccionar, el cuchillo pudo perfectamente haber llegado al cuerpo de mi esposa. Mi piel velozmente se erizó ante la posibilidad de haberla visto lastimada; no quiero eso, pensé mientras que bajaba mi mano presionado mis dedos sobre mis labios, ¿Por qué no quiero eso? me cuestioné sintiéndome confusa. ¡Hugh!, apreté mis labios ante la frustración, fui una idiota. Sinceramente, estaba molesta ante mi propia negligencia, si tan solo me hubiese asegurado de guardar el arma donde correspondía, entonces ella jamás hubiese estado expuesta al peligro.
Había cometido un error, no podía volver a cometer un descuido de ese calibre. Rápidamente mis hombros se tensaron al sentir un extraño calor envuelto alrededor de mi antebrazo. Por impulso elevé mi extremidad mientras que giraba mi rostro viendo con sorpresa como mi silenciosa esposa estaba a mi lado, ¿Uh? no note su acercamiento, pensé viendo como ella mantenía sus manos estiradas con el pañuelo envuelto entre sus dedos.
A simple vista parecía querer agarrar mi antebrazo así que yo di un paso hacia atrás.
—¿Qué haces?—cuestioné notando como ella volvía a ella volvía acercarse colocándose de puntillas para llegar a mi extremidad—...—la observé sin decir nada. Francamente estaba sorprendida ante su insistencia por querer cubrir la herida—oye...—le llamé viendo la forma en que ella no parecía estar prestándome atención, así que me incliné sosteniendo entre mis dedos su muñeca. Ella ante el repentino contacto solo atiné a alzar su mirada para encontrarse con mi dura expresión—¿Por que no te fuiste?—pregunté observando la forma en que ella simplemente miró hacia otra dirección—¿Acaso eres tonta? ¿No entiendes mis palabras?—cuestioné irritada por su silencio.
Francamente, no era capaz de entenderla.
—Estas lastimada—cambió bruscamente el tema de conversación tratando nuevamente de agarrar mi brazo, pero yo simplemente mantuve mi extremidad en alto. En silencio vi como inflaba sus mejillas. Eso me sorprendió así que impulsivamente tiré de su muñeca obligándola a tener que enfocarse en mi serio rostro—uh...—se quedó en silencio viéndome con sorpresa mientras que yo notaba como sus orejas y mejillas por alguna extraña razón se sonrojaban.
—Esa no fue la pregunta que realicé—aclaré sintiendo el aroma que su cabello desprendía adentrándose en el interior de mis fosas nasales, llegando al punto que comenzaba a sofocarme, pero aún así no hice nada por alejarla de mi—no me importa estar lastimada, estoy acostumbrada a eso—admití manteniendo su cuerpo prácticamente adherido al mío—lo que me interesa es que tu estés a salvo—confesé viendo la forma en que ella sacudió su cabeza en negación.
—No es jus...
—Silencio—ordené provocando que ella simplemente apretara sus labios mientras que juntaba sus cejas. No hagas ese tipo de expresión, supliqué mientras que daba un paso hacía atrás recuperando de esa manera un poco de espacio personal—...—me quedé en silencio sintiendo que algo estaba mal conmigo. Rápidamente pude sentir cierta presión en mis pantalones lo que me hizo recordar que yo no era normal. Bruscamente me giré notando el problema en que me encontraba—hay un contrato de por medio—aclaré caminando hacia el sofá para esconder mi cintura tras el respaldo del asiento. Maldición, ¿Por qué ahora?, pensé notando como mi esposa simplemente se me acercaba sin ser consciente de lo que me estaba sucediendo en realidad—mi deber es proteger, pero para que yo haga eso tu no te expongas a lo estúpido—pedí viendo como ella volvía a estirar su mano, y esta vez, como el sofá nos separaba simplemente la dejé envolver su pañuelo sobre mi antebrazo.
—Yo tampoco quiero que te lastimes—admitió completamente concentrada en proteger la herida de mi antebrazo mientras que yo sentía como el dolor en mi entrepierna simplemente empeoraba con el pasar de los segundos. Francamente, no había sido mi intención el mirar, pero cuando se inclinó para curar mejor de mi herida pude ver su llamativo escote que no había notado en un principio, oh mierda, pensé alzando el mentón sintiendo como el calor rápidamente subía hacia mi cabeza—...—ella se quedó en silencio envolviendo cálidamente mi antebrazo mientras que yo trataba de pensar en otra cosa. Cuando sentí que dejaba mi extremidad en paz decidí agachar la mirada notando la forma en que ella me veía—Mina...—me llamó a la vez que se inclinaba.
Sinceramente no tengo ni la más menor idea del por qué lo hice, pero al comprender que estaba tratando de besarme no pude evitar el entrar en pánico, así que bruscamente la empujé haciendo que perdiera el equilibrio. Sorprendida por lo que acababa de hacer simplemente me quedé en mi sitio notando como ella no tardaba en hacer una mueca ante el dolor que debía estar sintiendo. Me mantuve en mi sitio viendo atentamente la manera en que ella se llevaba una de sus manos hacia su trasero, haciendo todo lo posible por aliviar el daño que yo había causado. Obviamente sabía que había sido mi culpa, pero aún cuando era consciente de eso, no fui capaz de disculparme como era debido.
Avergonzada de ser consciente de que ella quería besarme y de que yo no estaba dispuesta a eso, decidí mirar hacia otra dirección sin saber que mis acciones fácilmente podrían ser malinterpretadas.
—Vete—pedí a la vez que llevaba una de mis manos contra mi nuca sintiendo el calor abrasador que emanaba mi piel contra mis delgados dedos—tengo cosas que hacer—aclaré mientras que me giraba comenzando a caminar hacia mi escritorio solo para poder tomar asiento y así ocultar con mayor comodidad el desastre que traía en los pantalones.
Al momento de llegar me senté lo más rápido que pude solo para que ella no notara nada extraño en mi. Con calma presioné mis manos contra la mesa sin siquiera tomarme la molestia de alzar la mirada. Debo admitir que había sido mi equivocación, si tan solo hubiese alzado la mirada me hubiese dado cuenta de inmediato de que ella se me había acercado. Cuando me di cuenta de que ella estaba frente al escritorio ya era demasiado tarde para mi. Sorprendida por su repentina cercanía ni siquiera tuve tiempo de poder reaccionar cuando mi esposa ya había estirado una de sus manos agarrando con brusquedad del cuello de mi camiseta para obligarme el tener que inclinarme, ¿Eh? pensé al notar como se había acercado presionando sus suaves labios contra mi rostro; ella prácticamente había besado en la misma zona donde los labios de la Condesa habían estado posados anteriormente. Me bloquee. Ni siquiera supe que decir. Aturdida en mi puesto simplemente sentí como ella soltaba de mi camiseta para luego enderezarse. Sus ojos estuvieron fijos en mi, parecía estar disfrutando en un completo silencio la manera en que mi rostro había explotado en aquel rojo vivo. A pesar de que ya había estado en situaciones parecidas, esta era la primera vez que me avergonzaba de esta manera.
Por impulso rápidamente llevé una de mis manos hacia mi rostro tratando en vano el poder ocultar el fuerte sonrojo en mi, pero no había forma de poder esconder la expresión que había hecho.
—Soy tu esposa...—me recordó, a la vez que se volvía a inclinar presionando una de sus manos contra la mesa mientras que la otra no dudaba en dejarla recostada sobre mi caliente mejilla—debes acostumbrarte a este tipo de situaciones—admitió causando que yo simplemente mirara hacia otra dirección sintiendo que no solo mi rostro era lo que estaba reaccionando a su repentino coqueteo—...—en silencio soltó mi mejilla para luego simplemente volver a reincorporarse—¿Puedo pedir un favor?—cuestionó haciendo que yo tuviese que colocar mis manos bajo la mesa para ocultar el temblor de esta. En silencio simplemente la miré indicando con eso que siguiera hablando—no lastimes al herrero.
Francamente agradecía que hubiese sacado nuevamente el tema ya que eso hizo que cualquier vergüenza que pudiese estar haciendo estragos en mi cuerpo bruscamente muriera. Aún en un completo silencio regresé mi atención a su rostro viendo lo que estaba sucediendo. ¿Acaso ella... sinceramente no fui capaz de terminar mi pregunta, no quería pensar en la posibilidad de que ella hubiese tratado de besarme solo para conseguir que yo no lastimara al herrero.
—... ¿Acaso estas interesada en ese hombre?—cuestioné con mis ojos fijos en su expresión. Ella, al escucharme simplemente elevó sus cejas, como si no fuese capaz de creer que yo realmente hubiese hecha esa pregunta—no me gusta compartir, así que si ese idiota te gusta, será mejor que lo olvides—aclaré sintiendo como la incomodidad en mi pecho se propagaba ante la idea de imaginarla con alguien más.
Tengo que confesar que odiaba la idea de que alguien más tuviese la intención de ponerle las manos encima.
—¿De que estas hablando?—cuestionó ella sin poder evitar el sonar confundida.
Escucharla confundida, me hizo sentir aún más molesta, pero el problema es que no tenía ni la más menor idea del por qué el imaginarla estando con otra persona me molestaba tanto, ¿Por qué razón lo odio tanto? me pregunté manteniendo aún toda mi atención puesta en su seria expresión.
—Solo te aviso que odio la idea de compartir—aclaré encogiéndome de hombros, tratando de que el tema quedase hasta acá—a pesar de que no tengo deseos de tocarte, tampoco puedes estar buscando atención en otra parte—admití sin darle mayor importancia al asunto notando como ella apretaba sus labios mientras que me veía de una forma extraña. Francamente no sé que tipo de expresión era esa, ya que era la primera vez que me veía de aquella manera—... si no tienes nada más que decir, puedes marcharte—comenté mirando hacia otra dirección. Esta vez ella no dijo nada, parecía tener mucho en su cabeza así que simplemente dio media vuelta y se marchó—...—en silencio regresé mi atención a su cuerpo notando como ni siquiera se dignaba en mirarme—si ves a Chan dile que venga—pedí notando como ella se giraba haciendo una suave reverencia para luego simplemente terminar por salir.
¿Uh? pensé al darme cuenta que me había molestado su silencio. Ha... ¿Qué me sucede? pensé llevando nuevamente mi mano contra mi rostro deslizando con brusquedad mis dedos sobre mi piel para luego simplemente recostar mi antebrazo sobre la mesa. En silencio observé lo que había hecho. Maldición, ¿Por qué me estoy comportando como una idiota? me cuestioné deseando tener una respuesta mientras que veía atentamente el pañuelo que había sido puesto delicadamente sobre mi extremidad lastimada.
No pude continuar con mis pensamientos ya que los suaves toques llamaron mi atención. Sin mucho interés le deje ingresar notando como Chan asomaba la cabeza, como si temiera causar una reacción negativa por mi parte.
—Gran Duquesa... ¿Me buscaba?—cuestionó mientras que ingresaba en el lugar.
—Sí... tienes cinco días para encontrar un nuevo herrero—pedí notando como él me veía con sorpresa—cuando lo encuentres mata al bastardo que esta en el calabazo—ordené notando la forma en que él me estaba viendo, pero como siempre, simplemente aceptó mis palabras haciendo una reverencia—... y...—guardé silencio al pensar que estaba siendo una imbécil, pero cuando el chico alzó su mirada no pude evitar el decirlo en voz alta—mantén a mi esposa lejos de los calabozos.
—¿Eh?—cuestionó confundido mientras que yo presionaba mi codo contra la mesa para poder ocultar mi rostro sobre mi amplia palma.
—Solo... asegúrate de que ella no vaya a visitar a nadie.
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