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Seré todo lo que tu quieras que sea

Narrador omnisciente.

Mina se quedó en un completo silencio sentada frente a su amplio escritorio en el interior de aquella desolada habitación en la que se había transformado su despacho, no hizo movimientos innecesarios, como de costumbre recostó su espalda sobre el respaldo de la silla mientras que, entre sus delgados pero firmes dedos sostenía un pequeño vaso de cristal con su contenido aún a medio beber. Durante las dos últimas horas se mantuvo con sus ojos fijos en las hojas que Chan amablemente le había entregado sin siquiera tomarse la molestia de verle a los ojos, a pesar de que no le hizo frente, su cuerpo desprendía preocupación y ansiedad, jamás fue bueno para esconder sus emociones, pero esta fue la primera vez en que ella se tomó la molestia de cuestionarse que demonios le ocurría. Mina mantuvo una expresión indiferente fingiendo en todo momento no tener ni la más menor idea de lo que le sucedía, aun cuando sabía a la perfección que sus preocupaciones, aquellas que se desbordaban de su menudo cuerpo masculino se debían netamente por lo que él había visto en la habitación de la nueva Duquesa.  

La luna continuó danzando por sobre el gran ventanal iluminando la oscura habitación, ya era de madrugada, ella ya debería estar recostada, pero no podía conciliar el sueño cuando aun ni siquiera era capaz de olvidar lo que había vivido, su mente no la dejaba tranquila, una y otra vez le repetía la escena que había hecho cuando vio a su esposa estando con otro hombre, específicamente cuando él sostenía de su mano. Francamente no entendía el por qué le molestaba tanto su manera de actuar, en sí, estaba acostumbrada a resolver las cosas de esa manera ya que esa era su naturaleza, fue criada de esa forma; durante los últimos veintisiete años realmente creyó de todo corazón que lo normal sería sacar su espada o simplemente torturarlos al punto que ni siquiera fuesen capaces de hablar sin tener el recuerdo de lo que ella les hacía, pero entonces, si lo normal para ella era lastimar, ¿Por qué ahora me siento tan culpable? se preguntó a la vez que se llevaba el vaso contra los labios para darle un pequeño trago a su amargo contenido, sinceramente, jamás fue buena para tomar alcohol, mucho menos el que se vendía en el Norte, era muy raro las veces en que lo probaba ya que le generaba malos recuerdos, aquellos donde usualmente su padre era el personaje principal. Su piel se erizó mientras que bajaba el vaso, no le gustaba el alcohol porque le recordaba los días donde su padre, ya borracho decidía ser aun más indiferente de lo que ya en sí, lo era cuando estaba sobrio, así que lo detestaba. 

Sus acciones comenzaron a dejar de ser acorde con lo que comúnmente pensaba, en esta ocasión se debía a su odio justificado por el alcohol, siempre dejó en claro cuanto lo detestaba, pero ahora lo estaba consumiendo como si no fuese la gran cosa para ella, sucedía lo mismo con respecto a su esposa, se encargó de hacerle saber que jamás la amaría, que jamás cumpliría con su papel como esposa, y que mucho menos mostraría interés si ella decidía tener un amante, pero ahora de verla interactuar con otra persona la volvía loca, como si estuviese nuevamente experimentando esas extrañas emociones que tuvo en su adolescencia, pero que su padre como no, se encargó de pisotear antes de que ella pudiese comprender lo que le ocurría. Los sentimientos para Mina era un completo fastidio, comenzaba a ser un dolor de cabeza, ni siquiera sabia que era lo que realmente quería de su esposa, ¿Amor? ¿Odio? ¿Cariño? ¿Comprensión? se cuestionó a la vez que volvía a llevar el vaso contra sus labios bebiendo bruscamente de lo poco que le quedaba. Soltó un jadeo en alto a la vez que se limpiaba sus comisuras, sus ojos se mantuvieron fijos esta vez en el vaso notando que tenía que nuevamente rellenarlo. ¿Acaso la veía como un reemplazo de lo que alguna vez soñé? ¿O deseaba otra cosa de ella? Mina no lo sabía, porque nadie se tomó la molestia de enseñarle las emociones que ahora mismo estaba experimentando y de la cuales no podía huir aún cuando lo había intentando; fue criada a base de un odio tan intenso que calaba hasta los huesos, de una tristeza tan dolorosa que ni siquiera olvidando se podría calmar, una ira tan abrumadora que hasta le causaba dolor de estómago y una indiferencia tan grande que en su momento la hizo llorar sin ningún tipo de control, pero todas esas emociones no la ayudaban a entender que era el amor, así que... ¿Cómo se suponía que podría ofrecer algo más si solo tenía eso?

Suspiró a la vez que se colocaba de pie con el pequeño vaso colgando de entre sus dedos. Con calma decidió comenzar a caminar en dirección del mueble que estaba prácticamente pegado a la pared donde había sacado la botella que a simple vista parecía estar aún completa. Al llegar lo primero que notó fue la botella y un par de hielos que aun no se derretían gracias a la magia conservadora que Chan se había encargado de colocar para preservarlos. En silencio dejó el vaso sobre la mesa y le dedicó un par de segundos de su vida para pensar con seriedad si realmente valía la pena el volver a rellenarlo; no encontró una respuesta satisfactoria aun cuando la buscó, así que simplemente estiró su mano agarrando el cuello de la botella, en sí, estaba pesada, pero no tanto para ser un impedimento de traslado. Sin mayores complicaciones caminó de regreso a su asiento, al momento de llegar tomó asiento sintiendo como este le daba la bienvenida al igual que la luna que seguía danzando detrás de ella. Mina observó atentamente el interior de su habitación, el silencio en el lugar era sepulcral, tanto que llegaba a abrumarla, pero no es como si no estuviese acostumbrada a ello. Con tranquilidad dejó la botella sobre la mesa para poder llevarse la palma abierta en dirección de su cabeza, hundió sus dedos sobre su cabello oscuro tratando de esa forma poder ordenar sus ideas; no obtuvo buenos resultados. Suspiró para luego simplemente bajar de su mano observando sin mucho interés como la poción que utilizó había hecho correctamente su trabajo dejando su piel libre de heridas o cicatrices visibles. 

—Ha...—suspiró en alto recordando frescamente la forma en que Nayeon le había observado mientras que sus palabras resonaban con fuerza en el interior de su cabeza—maldición—se quejó irritada por la situación que ella misma había provocado. Por instinto mordió su labio inferior a la vez que estiraba una de sus manos para agarrar del cuello de la botella—simplemente olvídalo... no seas patética—gruñó a la vez que se llevaba el objeto a la boca dándole un gran trago al punto que podía sentir como el líquido se deslizaba por la comisura de sus labios—¡Agh!—se quejó con fuerza a la vez que dejaba la botella contra uno de sus muslos, la garganta no tardó en comenzar a quemar, sentía como si hubiese estado bebiendo el fuego ardiente y este se deslizaba maliciosamente desde su garganta hasta la boca de su estómago, en sí, era doloroso, pero nada que ella no pudiese soportar—sácala de tus pensamientos—se ordenó a la vez que elevaba su mano libre para golpear sin ningún tipo de cuidado directo en la sien, queriendo el poder sacarse de la mente la forma en que su esposa le había mirado—no la mereces así que olvídala. 

Al final, simplemente decidió elevar nuevamente de la botella para darle otro de esos largos tragos que quemaban su estómago. Al terminar sacudió con fuerza de su cabeza sintiendo como el dolor que sintió la primera vez simplemente empeoraba como si se estuviese burlando de ella. Mina no lo tenía del todo claro porque aun no lo descubría, pero tenía la ligera sospecha de que tal vez por esta vez, debió preguntar antes de actuar, quizás de esa forma Nayeon no la hubiese observado como si fuese un monstruo y mucho menos hubiese ignorado su presencia como si no fuese la gran cosa para ella. No pudo evitar el gruñir en alto, el ser consciente de que había cometido un error le molestaba, así que por impulso azotó con fuerza la botella contra la mesa sin llegar a destruirla. La cabeza no tardó en darle vueltas, podía sentir como el rostro lentamente comenzaba a calentarse al igual que todo su cuerpo; era invierno, pero ella sentía que estaba en pleno verano bajo a los intensos rayos del sol. En silencio se llevó los dedos contra su camiseta, no tardó nada en desabotonar los primeros dos botones dejando tanto su clavícula como el esternón completamente expuestos. 

Aún no estaba del todo ebria y eso era lo que más le irritaba ya que ni así podía dejar de pensar en su esposa. 

—Bruja..—murmuró mirando con irritación la botella, notando como había bajado considerablemente desde la ultima vez que la vio—ella debió haber hecho brujería en mi—susurró a la vez que se colocaba de pie sintiendo como el cuerpo se le iba hacia adelante—necesito explicaciones—se aclaró mientras que daba un paso hacia el lado teniendo que presionar sus dedos contra el borde de la mesa para no perder el equilibrio—¿Tan poco aguante tengo?—se cuestionó sin recordar el hecho de que por si misma se había acabado la mitad de una botella.

Dejó de hablar en alto para comenzar a caminar en dirección de la salida sintiendo como su rodilla chocaba contra el borde de la mesa de centro. En cualquier otro momento no hubiese dudo en patear el objeto hasta destruirlo, pero en esta ocasión simplemente rodeó el material sin antes claro está de insultarlo por su existencia. No ha pensando en ello con tanta determinación, pero si que es verdad que existía la posibilidad de que el hecho de haber visto de primera mano una reacción negativa por parte de su esposa estuviese afectando de alguna manera en su comportamiento habitual, no iba a negar el hecho evidente de que ella estaba influenciando para bien o para mal en sus actitudes, no podía negar lo innegable, a pesar de que no era normal en ella, no podía evitar el prestarle más atención de la que admitía, como si algo en su interior le estuviese ordenando que no la dejase de lado. Se las arregló para abandonar su despacho, cerró la puerta con cierta brusquedad mientras que apoyaba sus escapulas contra la madera intentando mantener el equilibrio. Se quedó durante unos segundos apoyada con sus ojos fijos en sus zapatos, ¿A donde quiero ir? se cuestionó con genuino interés a la vez que se enderezaba para comenzar a caminar a quién sabe donde por el largo pasillo. 

Como ya eran altas horas de la noche no se encontró con nadie en particular, gracias al brillo de la luna que ingresaba de los grandes ventanales Mina se las arreglaba para tener algo de luz en su caminar, sino fuese por esto realmente estaría rodeada de una abrumadora oscuridad. Siguió caminando sin detenerse en ningún momento aun cuando perdía ligeramente el equilibrio, por instinto presionó sus palmas contra sus caderas tratando de mantenerse recta mientras que el calor envolvía tanto su cabeza como su pecho. Recorrió el largo pasillo teniendo la sensación de que llevaba horas caminando aun cuando en realidad solo habían pasado uno que otro minuto, sus piernas no dieron más, por primera vez en años se había agotado, pero por lo menos había conseguido llegar a la habitación de su esposa. A diferencia de la ultima vez, en esta ocasión se tomó la molestia de tocar la puerta, con ayuda de sus falanges tocó la madera brindándole unos suaves golpes que definitivamente nadie despierto lograría oír. Mareada inclinó su cuerpo hacia adelante presionando su frente contra la madera mientras que el sonido de su yema chocando contra la puerta continuaba resonando en el lugar, ¿Qué estoy esperando? se cuestionó queriendo entender sus propias acciones, ¿Acaso estaré enferma? y le preocupaba que lo que le estuviese ocurriendo fuese mortal, no porque le tuviese miedo a la muerte, sino porque su esposa tendría que cargar con ciertas situaciones que Mina realizaba para mantener la paz en sus tierras; ella no quería que Nayeon fuese un monstruo. 

De repente, cuando creyó que simplemente estaba siendo una molestia para su esposa, la puerta del cuarto ajeno la sorprendió al abrirse de golpe, a pesar de que ella había dejado su frente apoyada contra la madera se las arregló para conseguir el mantener el equilibrio impidiendo de esa forma el caer sobre el pequeño y delgado cuerpo que le veía como si fuese un ser patético. Mina, incapaz de poder decir algo ya sea por culpa de la sorpresa o el mismo alcohol que comenzaba a hacer estragos en su cuerpo, tomó la decisión de simplemente dedicarse a mirar a la mujer que tenía a escasos centímetros de su cuerpo notando fácilmente el blanco camisón que cubría su piel lechosa mientras que su sedoso y largo cabello castaño caía suavemente por sus redondos hombros expuestos. Ni siquiera le importó lo que ella pudiese llegar a pensar ante lo que estaba sucediendo, por impulso se llevó una de sus manos en dirección de su boca, agarrando tanto mentón como nariz para poder cubrir de esa forma el visible sonrojo en sus aún calientes mejillas, sin saber que sus orejas estaban reaccionando de igual o peor manera. 

—¿Qué haces acá?—a pesar de que Nayeon realmente estaba sorprendida de tenerla frente a su habitación y sobre todo de notarla tan abiertamente avergonzada como si no le importase que ella fuese testigo de las reacciones que podría llegar a tener su cuerpo, seguía estando lo suficientemente molesta como para tomarse la molestia de disfrutar lo que ella estaba dejando en exposición—regresa a tu habitación—pidió a la vez que miraba hacia otra dirección siendo consciente del poder que tenía Mina sobre sus decisiones—no quiero verte... no por hoy—admitió mientras que le daba la espalda dispuesta en regresar nuevamente a su cama, sabiendo a la perfección que Mina podría ser de todo, pero no era una persona que rogara, así que sabía que la dejaría en paz, lo que no contaba era que la mujer que alguna vez conoció, no era la misma que ahora estaba de pie frente a su cuerpo, así que no esperaba realmente que la chica hubiese tomado la decisión de inclinarse para agarrar de esa manera de su muñeca sin llegar a lastimarla, pero dejándole en claro que no tenía ninguna intención de dejarla marcharse—¿Qué?—fue todo lo que pudo decir a la vez que giraba su rostro notando como la pelinegra aun no era capaz de hacerle frente. 

—... Es tu culpa—confesó Mina con suavidad manteniendo sus ojos fijos en el suelo, demostrando esa forma lo incapaz que era de hacerle frente, mientras que su esposa simplemente atinó a fruncir el ceño molesta de estar escuchando como la culpaba en vez de aceptar el hecho de que había cometido un error. 

—¿Disculpa?—cuestionó visiblemente irritada tratando de esa forma el dejar en evidencia cuan molesta se encontraba ante lo que había oído. Por impulso contrajo su brazo consiguiendo de esa manera el poder perder el contacto que había estado manteniendo con la contraria alrededor de unos segundos, pero siendo el tiempo suficiente para dejarla con la sensación aun de sus dedos tocando sobre su blanquecina piel—tu perdiste el control sin ninguna justificación—aclaró dando un paso hacia atrás viendo como la mandíbula ajena se marcaba ante la fuerza con la que había apretado sus dientes—y lo peor, es que ni siquiera eres capaz de disculparte aun cuando sabes que estas equivocada—atacó de frente, sin saber de donde estaba viniendo esa repentina confianza en su persona. 

—Tu causaste eso—replicó Mina mientras que alzaba su mirada permitiendo que Nayeon guardara abruptamente silencio al darse cuenta de la forma en que ella le estaba observando; esta era la primera vez en sus dos vidas que veía a la contraría realizando una expresión tan triste y desolada—... no sé que hiciste—confesó a la vez que deslizaba su mano por su rostro tratando de poder pensar con claridad—pero mientras más tiempo paso contigo más doloroso se vuelve—confesó llevando esta vez su mano de forma tosca en dirección de su pecho, presionando sus dedos sobre su piel expuesta simplemente para dejar en claro cuanto le estaba doliendo—si estas cerca se siente caliente hasta el punto de quemar, pero si te alejas se siente tan frío que ni siquiera puedo respirar—trató de explicar lo que estaba sucediendo con su corazón, pero Nayeon simplemente no era capaz de entenderlo—n~no sé como lo lograste, pero es tu culpa... esto es tu culpa. 

Nayeon no pudo evitar el sentir una genuina lastimada por el estado deplorable que su esposa estaba dejando en exposición. Debía admitir que se había centrado por completo en recuperar lo que había perdido en su momento, sin tomarse la molestia de pensar en la posibilidad de que las emociones que su esposa poseía y de las cuales había callado en su vida anterior ahora la estuviesen de alguna manera recordando, al punto de comenzar a brotar con una intensidad y fuerza que la llegaba fácilmente a desconcertar, pero el simple hecho de pensar que las emociones de Mina la estaban recordando era ilógico, en sí, una completa locura, pero claro, el hecho de haber regresado diez años al pasado también se podría considerar como una locura, así que... ¿Por qué razón olvidó la posibilidad de que el corazón de su esposa la estuviese recordando? fácil, porque significaba que en algún momento Mina pudiese volverse loca al recordar cosas que no ha vivido y de situaciones que en esta vida no llegó a experimentar; le aterraba el simple hecho de pensar que Mina fuese capaces de recordar el dolor que tuvo que haber sentido cuando ella le fue infiel en incontables veces y situaciones. 

La castaña dio otro paso hacia atrás a la vez que arrugaba el puente de su nariz en el momento que logró sentir como el aroma a alcohol que desprendía el cuerpo ajeno lograba llegar a sus fosas nasales, no puede ser posible, pensó sorprendida de comprender que Mina había hecho que normalmente no haría. 

—Estas ebria...—no hubo ni una pisca de duda en el tono de su voz a la vez que veía de forma atenta la manera en que aquellos fríos ojos color escarlata seguían estando fijos en su intranquila expresión—¿Cuánto haz bebido?—preguntó observando como la contraría simplemente decidía comenzar a caminar hacia su dirección, logrando el acercarse lo suficiente para poder cerrar con calma la puerta detrás suya, demostrando de esa forma que no tenía ninguna intención de abandonar la habitación sin antes haber logrado el conseguir las respuestas que tanto estaban anhelando sus pensamientos—...—decidió guardar silencio a la vez que giraba su rostro dándole un rápido vistazo a lo que tenía detrás suyo tratando de verificar si tenía el espacio suficiente como para continuar retrocediendo—tu no consumes alcohol, mucho menos a estas horas—aclaró en el momento que regresó su atención a su esposa notando como la pelinegra se la arreglaba para acortar la distancia sosteniendo nuevamente de su delgada muñeca—... ¿Por qué tomaste?—cuestionó ignorando por un de segundo el hecho que podía sentir su caliente respiración chocando contra su rostro. 

—¿Cómo sabes que no consumo alcohol?—preguntó Mina demostrando que, a pesar de que tenía un par de copas encima seguía estando lo suficientemente consciente para saber lo que estaba sucediendo a su alrededor, sobre todo para entender las palabras que su esposa soltaba sin pensar mucho en ellas. Como no, Nayeon se sorprendió ante la pregunta que había escuchado, y ese sentimiento simplemente empeoró al percatarse de que como la contraria se las arreglaba para continuar acortando la distancia de sus cuerpos—...—guardó silencio notando como la castaña tomaba la decisión de simplemente volver a retroceder haciendo todo lo que estuviese a su alcance para tener algo de espacio personal—¿Quién eres?—repitió la pregunta que, en su momento había realizado cuando ambas estaban a solas, y de la cual había conseguido obtener una respuesta, pero sinceramente esta no la había convencido, por algún extraño motivo sentía que Nayeon simplemente continuaba ocultando cosas y situaciones. Eso le molestaba, porque no sabía el por qué ella lo estaba haciendo—¿Por qué me conoces tanto?—cuestionó consiguiendo que el trasero de Nayeon lograra tocar el colchón al verse incapaz de continuar retrocediendo.

Mina consiguió acorralarla. Nayeon amplió sus párpados ante la sorpresa mientras que estiraba sus manos presionando sus palmas sobre el duro abdomen ajeno haciendo lo posible por empujarla, pero el cuerpo ajeno no se movió ni un centímetro. Los dedos de Mina continuaron sosteniendo la muñeca ajena mientras que veía en un completo silencio la desesperación reflejada en las facciones de la castaña. 

—¿M~Mina?—cuestionó la muchacha al sentir como su esposa tomaba la decisión de sentarse sobre sus muslos agarrando con cierta tosquedad gran parte de su quijada para obligarla a mantener sus ojos fijos en la tranquila expresión que la contraría estaba dejando en exhibición—...—se quedó en silencio, prácticamente sin aliento a la vez que sentía como Mina tiraba de su muñeca obligando que sus dedos llegasen a tocar su corto cabello negro mientras que la distancia de su rostro y el ajeno eran apenas unos escasos centímetros de diferencia. 

—¿Por qué siento que te conozco tanto aun cuando no sé nada de ti?—hizo la pregunta que había estado rondando por su cabeza desde la primera vez que sus fríos ojos lograron encontrarse con aquellos bonitos verde esmeralda, lo preguntó en alto aun cuando sabía que existía una gran posibilidad de que la contraría no hubiese sido capaz de entender la pregunta ya que ni ella misma había logrado comprenderlo—...—decidió guardar silencio, como si estuviese tratando de ordenar sus propias ideas. Nayeon en cambio mantuvo toda su atención en la expresión que había estado realizando; seguía estando bastante sorprendida por cómo la cosas se habían volteado, francamente, no esperaba tener a Mina sobre su cuerpo o no por lo menos antes de ir a la iglesia—¿Por qué me pasa esto? cada vez que te veo tengo unas ganas inexplicables de simplemente echarme a llorar como si te hubiese echado demasiado de menos—estaba realizando preguntas que, Nayeon creía que jamás oiría salir de su boca; esta era la primera vez que la escuchaba siendo tan sincera, la primera ocasión en que no trataba de alejarla. Francamente, se sentía extraño casi como si todo esto estuviera fuera de lugar.

Nayeon estaba en presencia de una Mina que, sinceramente no conocía y de la cual no estaba del todo segura si deseaba el conocer. 

—...—se quedó en silencio abrumada de notar el escaso espacio personal que le quedaba por culpa de su esposa—... s~soy tu mujer—fue todo lo que pudo responder siendo consciente de que Mina jamás podría llegar a entender si es que ella tomaba la decisión de confesar que esta era la segunda vez que se conocían. Sinceramente, no estaba mentalmente preparada para recibir un rotundo rechazo de su parte, mucho menos para ser tachada como una lunática aun cuando habían dias donde realmente pensaba que se había vuelto loca, así que prefería mentir aun sabiendo que eso estaba lastimando a la pelinegra—... yo simplemente soy tu esposa. 

Mina tomó la decisión de quedarse en un completo silencio con sus ojos fijos en la expresión que ella había realizado. A simple vista parecía estar juzgando la situación con aquellas orbes escarlatas las cuales habían sido lo único que logró heredar de su difunta madre. Tras unos segundos de completa silencio la pelinegra tomó la decisión de alejar su mano del rostro ajeno para contraer su brazo que aún estaba sosteniendo la muñeca de su esposa. Fue el turno de Nayeon de guardar silencio observando de manera atenta la forma en que Mina había llevado sus dedos en dirección de su boca. El cuerpo de la joven Duquesa se tensó por instinto, el simple hecho de notar a Mina sobre ella con sus ojos escarlatas viéndola desde la oscuridad de la habitación mientras que su pequeña cintura femenina estaba siendo cubierta por su apretado pantalón negro al igual que su camiseta, la volví loca. Nayeon tragó saliva deslizando su mirada de la expresión que había realizado el rostro ajeno, tomó la decisión de enfocarse en su pecho notando los botones desabrochados que dejaban en evidencia sus blancas clavículas; notar su piel expuesta comenzaba a hacer estragos en el interior de su cabeza, y el hecho de ser capaz de sentir su caliente respiración chocando contra el dorso de sus delgados dedos no calmaba para nada la situación. 

Si debía ser sincera, Nayeon no sabía si sería capaz de poder controlarse, no estaba siendo una tarea fácil, y menos cuando llevaba más de siete años esperando repetir lo que sucedió la noche de su boda. El notar como Mina la estaba seduciendo de forma consciente o no, la hizo tomar la decisión de cerrar sus párpados deseando el poder calmarse de esa forma, pero Mina no tardó en encajar suavemente sus dientes sobre su piel como si le estuviese diciendo de esa manera que no tratara de huir. 

—Mientes—respondió Mina luego de pensar bien la respuesta que la castaña le había brindado. Nayeon amplió su párpados observando atentamente la forma en que la pelinegra mantenía sus dedos presionados contra su boca. La miró en silencio, sus ojos parecían estar a punto de devorarla como si fuese alguna especie de felino hambriento—no soy tonta—confesó a la vez que subía la mano ajena encajando esta vez sus dientes sobre su amplia abierta—...—guardó silencio dedicándose a simplemente marcarla mientras que Nayeon podía sentir como su piel latía en las zonas donde ella había encajado sus dientes—he cambiado de parecer.

—¿A~A que te refieres?—cuestionó Nayeon observando como ella se inclinaba presionando esta vez su mano libre contra su hombro para obligarla de esa forma a recostarse sobre el colchón. Su cabello castaño se esparció por la cama mientras que la luz de la luna iluminaba el torso de la más alta permitiendo que Nayeon observara cómo sus ojos brillaban—Mina... ¿Qué vas hacerme?—preguntó sintiendo como su corazón estaba latiendo; era capaz de sentir su cuerpo en llamas, francamente, había pasado muchos años desde la última vez que logró sentirse de esa forma. 

—No te alejes de mí—pidió presionando la mano de Nayeon contra su propia mejilla, manteniendo sus dedos completamente aferrados a su delgada muñeca como si tuviese temor de soltarla y que ella tomase la decisión de marcharse—mantén tus ojos fijos en mi cuerpo—continuó hablando mientras que alejaba su mano del hombro ajeno para agarrar de su otra muñeca manteniendo esta adherida contra el colchón, atrapandola de esa forma entre su cuerpo y la cama—seré todo lo que tu quieras que sea, así que no busques a otra persona—suplicó dejando en evidencia sus mejillas sonrojadas. Nayeon era consciente de que la única razón por la que Mina estaba siendo sincera se debía al alcohol que tenía en su interior, pero eso no significaba que la hacía sentirse más tranquila.

—M~Min...

—Si lo deseas me convertiré en tu espada para cortar todo lo que tu quieras que corta—murmuró interrumpiendo a la castaña consiguiendo de esa forma erizar los vellos de sus brazos mientras que su pecho subía y bajaba con brusquedad ante lo excitada que estaba por toda esta situación—si me lo pides seré tu escudo y protegeré todo lo que tu quieras que proteja—continuó hablando a la vez que se inclinaba encajando suavemente sus dientes sobre el hombro ajeno, consiguiendo que Nayeon retuviera el aliento—usame a tu antojo, no me importa... tan solo no hagas que esto duela—fue lo único que pidió a la vez que llevaba la mano de la chica contra su pecho dejando que su fría palma tocara su piel caliente—te lo daré todo, así que no me hagas echarte de menos.

—Y~Yo...—murmuró Nayeon a la vez que veía como Mina soltaba de sus manos para presionar sus palmas contra el colchón estando lo suficientemente cerca para sentir su caliente respiración—l~lo prometo—aceptó consiguiendo que por fin la pelinegra le brindara una sonrisa genuina.

Nayeon ya lo sabía, pero no pudo evitar el pensar que realmente estaba enamorada de Mina. 

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