Quédate
Pov: Myoui Mina.
Tras haber confesado lo que había vivido en el interior del palacio las cosas entre mi esposa y yo habían mejorado a gran escala, llegando a un punto en que no podía evitar el continuar sorprendiéndome de notar como ella lo había aceptado sin más, como si en el fondo no estuviese creyendo que realmente yo hubiese estado con alguien más. Francamente, me preocupada el como se estuviese sintiendo, sobre todo temía que no se hubiese dado el tiempo o yo no le hubiese el dado el tiempo suficiente para asimilar lo ocurrido, pero a la vez sentía que no tenía el valor suficiente como para preguntarle abiertamente como estaba, me causaba pavor la simple idea de gatillar un conflicto entre las dos, así que no estaba haciendo nada. Me sentía patética, y sinceramente, no ayudaba para nada el ser incapaz de poder tocarla, sin sentir asco por los vividos recuerdos que más de una ocasión atacaban mis noches en vela, o repulsión con mi propio cuerpo. A pesar de que mi esposa estuvo continuamente diciendo que no le importaba el recibir tan poco afecto por mi parte, era evidente su deseo por querer agrandar lo más pronto posible de la familia, como si tuviese una extraña necesidad por tener algo en entre las dos, pero no podía; el simple hecho de imaginar mis manos sobre su bonito cuerpo, ensuciando algo tan precioso con mis propias palmas... no quería, no quería que ella fuese manchada de esa manera. Era un sentimiento extraño y abrumador el que me envolvía cada vez que Nayeon me permitía el tratar de llegar a más allá.
Solté un suave suspiro sintiéndome irritada por mis propios pensamientos mientras que me levantaba de mi silla ignorando por completo como Jihyo estaba recostada sobre el sofá de mi despacho con un par de papeles que había tomado sin siquiera preguntar desde mi escritorio. En un completo silencio me giré observando a través del gran ventanal como mi esposa estaba en el jardín en compañía del pequeño Seungwoo, gracias a Chan me había enterado de que el mocoso ahora era capaz de hablar ante su lengua regenerada, aunque de momento aun no podía formular ninguna frase coherente sin terminar con su lengua atrapada entre sus dientes, claramente, tampoco era capaz de decir su propio nombre, pero al parecer, lo estaba intentando al asistir a sus clases privadas con el mismísimo Chan. Me quedé quieta observando la interacción entre mi esposa y el mocoso, ¿Qué tipo de expresión habrías hecho al notar su lengua?, me cuestioné viendo atentamente como ella se colocaba de cuclillas estirando su mano para quitar el resto de nieve que caía sobre el oscuro cabello del menor mientras que su sonrisa se ensanchaba ante la manera en que el mocoso simplemente daba un paso hacia atrás tratando de huir patéticamente de su cálido tacto, parece estar disfrutando del paseo, y el simple hecho de notar que estaba bien, emocionaba vergonzosamente mi abrumado corazón.
—¿Tienes frío? —escuchar a Jihyo hablar detrás de mí, me hizo tensar los hombros como si un vale de agua fría hubiese caído sobre mi cuerpo; había olvidado su presencia. Con calma giré mi rostro observando como ella lentamente bajaba de los papeles que tenía en su poder para mirar directamente a mis ojos—pregunto porque tienes las orejas enrojecidas—comentó sin siquiera tomarse la molestia de ocultar su diversión.
Tras escucharla impulsivamente me llevé los dedos contra el contorno de mi oreja escuchando como ella se reía con suavidad.
—¿No has tenido noticia de la iglesia? —cuestioné cambiando completamente del tema logrando que ella revolviera sus ojos fastidiada de oír mi pregunta.
—Ese gusto de joder de mi día—se quejó manteniéndose aún recostada en el sofá mientras que yo simplemente me giraba dándole la espalda a la ventana—la iglesia no ha hecho ningún comentario o movimiento desde que mandé la carta de estar bien—confesó logrando que yo asintiera con mi cabeza—sorprendentemente se han mantenido bastante tranquilos.
—¿Sigues enviando cartas?
—Lo dices como si no hubieses interceptado cada carta que he enviado—respondió con tranquilidad, demostrando ser completamente consciente de que yo me había encargado personalmente de tumbar cada una de las aves que había ingresado y salido del Norte con tal de saber qué tipo de información estaba recibiendo y brindando a la iglesia—esa desconfianza tuya te hará perder subordinados.
No es que no confié en ella, pero realmente no me gustaba las cosas a medias.
—Quiero que me respondas—respondí notando como ella bufaba dejando mis papeles sobre la pequeña mesa de centro.
—Estoy enviando una carta a la semana—aclaró como si estuviese ofendida por estar obligada a confesar lo que hacía en su tiempo libre—y ninguna de ella he tenido una respuesta que no sea preguntando cuando regresaré—agregó logrando que yo me cruzara de brazos.
—Eso es extraño.
—Ya lo sé—se quejó al mismo tiempo en que se sentaba bien en mi sofá; no parecía tener interés en volver a recostarse—y no lo entiendo, ¿Bien?, la iglesia siempre ha demostrado una actitud sobreprotectora y dominante contra mi persona, quieren que sea perfecta y este a su completa disposición, así que realmente no tiene sentido que me estén dando esta repentina libertad.
—Quizás quieren que baje la guardia—comenté llevando mis dedos contra mi mentón tratando de comprender la extraña actitud de la iglesia—tal vez están esperando que encuentres mis debilidades para atacar el Norte—agregué como hipótesis consiguiendo que ella me viese con clara sorpresa—... sabes lo que te ocurrirá, ¿Verdad? —cuestioné logrando que ella tensara sus hombros tras notar la seriedad en mis facciones—si filtras algo de mi esposa o hijo, tú cabeza será la primera en rodar en este maldito lugar.
—Y yo que pensaba que comenzábamos a llevarnos mejor—se quejó con suavidad en un vano intento por relajar el ambiente—...—se quedó en silencio mirando hacia otra dirección, aunque sus ojos no tardaron más de un minuto en volver a mis orbes—relaja esa expresión... no tengo ningún interés de querer ayudar a la iglesia.
—¿Por qué? —pregunté queriendo comprender la razón por la cual no ayudaría—¿Por qué no lo harías? Gracias a ello, has obtenido un puesto prácticamente de completa inmunidad en este imperio.
—Yo solo quería salir del aburrido y frío Norte—comentó mirando distraídamente sus manos—quería experimentar el mundo y ayudar a todo aquel que necesitase ser salvado sin importar su estatus social—agregó fingiendo tranquilidad mientras que yo veía aquellos indiferentes ojos carentes de emoción—pero no cumplieron mis expectativas, y en vez de ver el mundo me terminé transformando en un pájaro encerrado en una pequeña jaula recibiendo migajas como alimento y tratando a tan solo poderosos que pudiesen costear los caros tratamientos.
—¿Y por qué estas tan segura de que acá no te encerraré? —pregunté queriendo comprender el por qué daba la impresión de creer tanto en mí.
—No lo estoy—admitió sonriendo con suavidad, pero yo conocía esa sonrisa, fue la misma que me brindó el día en que su madre falleció a causa de una extraña enfermedad que ni siquiera su poder divino había sido capaz de curar—pero prefiero ser encerrada en este lugar, donde sé cuáles son tus verdaderas intenciones que estar rodeada de hombres que juran ser devotos a mi poder, pero no son precisamente sinceros.
No parecía estar preocupada en ocultar sus verdaderas intenciones, y si debía confesar el que pensaba, prefería mil veces esa actitud cruel pero sincera, que su mascara de falsa bondadosa.
—Tú no eres fiel a nadie ni a nada, ¿Verdad? —cuestioné logrando que me viera con sorpresa para luego simplemente sonreír—no confió en ti.
—... Jamás seré fiel a una identidad que no es sincera consigo misma—confesó sin importarle el haber escuchado mi poca confianza hacia su persona—pero si quieres algún tipo de juramente, no me molestaría el hacerlo.
—¿Por qué?
—Estas llena de preguntas—comentó con cierta ironía mientras que sus dedos se enredaban cuidadosamente sobre su sedoso cabello castaño—...—se quedó en silencio manteniendo sus ojos fijos en mi dura expresión—digamos que siento que acá no moriré... o por lo menos, no con tanta facilidad.
Fue mi turno de sorprenderme ante sus crudas palabras, sinceramente, no había esperado que ella me diese ese tipo de respuesta, mucho menos que lo dijera como si no temiese el perder la vida. En un completo silencio me llevé una de mis manos contra mi rostro tratando de calmar mis propios pensamientos, pero no podía dejar de cuestionarme el por qué dijo específicamente esas palabras, ¿Acaso fue amenazada?, me cuestioné sin entender la razón por la cual la llevó a decir precisamente eso, ¿Tal vez ha visto algo que no debió ver?, y seguí haciéndome preguntas, buscando una respuesta que claramente no obtendría por mucho que me esforzara por ella.
—¿Te ha dado frío? —cuestionó tras notar que yo no respondía.
—Regresa los papeles donde corresponden—ordené ignorando por completo su pregunta mientras que introducía mis manos en el interior de mi gruesa chaqueta, tratando de esa manera fingir completa tranquilidad.
Era más que consciente de que sería entrar directamente en su juego si decidía responder a su burlona pregunta, y al parecer, por la forma en que ella había alzado de sus cejas asumí que también se dio cuenta de ese pequeño detalle.
—¿Por qué no vas al jardín? —cambió por completo de tema consiguiendo que yo la viese con genuina sorpresa. Francamente, no esperaba que ella hiciese ese tipo de sugerencia—das la impresión de ser un animal enjaulado—aclaró mientras que se encogía de hombros restándole importancia si yo me ofendía o no—además, llevas más de dos horas sentada sin revisar ninguno de los documentos que se supone que deberías mirar, así que mejor ve a dar una vuelta.
—¿Me estas dando una orden? —cuestioné elevando una de mis cejas mientras que ella simplemente me respondía con una sonrisa.
No me gustaba esa actitud en ella, porque daba la impresión de sonreír con falsedad.
—Es una simple e inofensiva sugerencia—replicó consiguiendo que tan solo yo le sostuviera la mirada en un vano intento por encontrar cualquier señal de mentira en sus palabras, ¿Por qué esta huyendo de la conversación principal?, me cuestioné sin saber muy el bien el por qué estaba tan interesada—no me mires de esa forma... eres demasiado obvia—aclaró al mismo tiempo que miraba hacia otra dirección.
—¿Demasiado obvia?
—Aja... tu rostro grita que quieres pasar tiempo con tu esposa—acusó logrando que mis mejillas se sonrojaran mientras que sus ojos nuevamente recaían en mis facciones—¿Sigues con frío? —cuestionó consiguiendo que yo simplemente empujara de mi silla apegándola contra mi escritorio.
—Levántate, no puedes quedarte a solas en mi despacho—sin necesidad de tener que aclarar, estaba dejando en evidencia que tomaría su sugerencia.
En un completo silencio le di un último vistazo hacia la ventana notando como mi esposa simplemente elevaba un poco de su pesado vestido corriendo hacia el interior del campo de flores nevado mientras que Seungwoo corría delante de ella: ninguno de los dos parecía estar interesado por ver a su alrededor. Mi corazón se aceleró, no es que desconfiase de la seguridad del Ducado, pero notar que los perdía de vista comenzaba a colocarme de los nervios. Ansiosa de mis propios pensamientos me alejé de la ventana para comenzar a caminar hacia la salida notando por el rabillo de mis ojos como Jihyo simplemente elevaba nuevamente de sus comisuras tras notar mis orejas calientes.
—Te arrancaré esa sonrisa—amenacé tras pasar por su lado notando la manera en que había elevado sus comisuras como si estuviese disfrutando de mi forma de actuar.
—Siempre tan agresiva—comentó en un suave canturreo—deberías controlar tu ira—agregó al mismo tiempo en que se colocaba de pie para seguirme pasivamente el paso.
—Y tu debería controlar tu lengua venenosa—repliqué viendo por el rabillo de mis ojos la manera en que sus sonrisa se ensanchaba al punto en que sus ojos marrones se perdían en sus cortas pestañas—te quedarás soltera, si sigues teniendo esa actitud.
—Por favor... Soy una de las mujeres más codiciada de este Reino—comentó con aires de grandeza mientras que yo abría la puerta tratando de ignorar lo más que podía de su presencia—la única razón por la que nadie me ha tocado es por qué yo no lo he permitido—confesó provocando que yo la mirase durante unos segundos solo para asegurarme de que estuviese hablando en serio—no me mires de esa forma... eres guapa, pero no soy fan de conquistar mujeres casada.
—Tú no eres precisamente de mi gusto—respondí siendo consciente que, muy en el fondo ella solo quería aligerar el ambiente—me gustan más de ojos verde, cabello castaño, y de preferencia, que se llamen Myoui Nayeon.
—Tú tienes una seria obsesión por tu esposa—acusó a la vez que yo me encogía de hombros—pobre el idiota que se enamore de ella—murmuró logrando que mi cuerpo se paralizase en mi sitio—oh... ¿Acaso? ¡Pff! —y comenzó a reírse en medio del pasillo mientras que yo simplemente apretaba mi quijada—¿Realmente crees que eres la única enamorada de tu esposa?
—Mi esposa es una buena persona, es alguien interesante, maravillosa, además, es la mujer más hermosa que alguna vez he tenido el placer de admirar, pero por sobre todas esas cualidades, es un ser dulce y amable... sería extraño que nadie la amara—confesé haciendo todo lo posible por control mis celos irracionales.
—Vaya... eso ha sido lo más coherente y maduro que he oído de tu parte—admitió sonando bastante sorprendida por mi manera de actuar.
—Pero que sea consciente de que más de alguno podría caer ante el encanto propio de mi esposa, no significa que tendrán oportunidad de logarlo... los mataré antes de que lleguen a conocerla—agregué logrando escuchar como ella suspiraba.
—Y pensar que casi me haces pensar que cambiaste—murmuró mientras que yo comenzaba a caminar hacia la salida sin tomarme la molestia de esperarla siquiera—¿Mina? ¡Hey! ¡Estas caminando muy rápido!.
Podía escuchar sus pasos sonando en un vano intento por alcanzarme mientras que yo continuaba con mi camino ignorando por completo de su llamado: no tenía ninguna intención de llevarla conmigo, mucho menos que tuviese interacción con mi esposa más allá de su seguimiento médico. De un momento a otro dejé de escuchar sus paso, pero aun cuando la curiosidad me ganaba, continué con mi mirada hacia el frente, negándome por completo a darle un vistazo por simple temor de que ella creyese que tenía oportunidad de ir donde mi esposa. Al momento de salir hacía el exterior el frío invierno azotó mi rostro revolviendo mi corto cabello, ¿Nayeon estará bien abrigada?, fue lo primero que pasó por mi mente mientras que comenzaba a caminar notando como el sol no calentaba lo suficiente. Sinceramente, mientras más conozco a mi esposa, más me doy cuenta de lo muy impredecible que es, siempre se las arregla para sorprenderme, como el día que vino con ese absurdo y desventajoso contrato, o la manera en que quería dormir conmigo aun teniendo en cuenta de la clase de rumores que circulaban a mi alrededor. Aún puedo recordar frescamente el día en que la conocí, estoy casi segura de que es el único ser humano que no ha demostrado codicia, por lo tanto, no comprendo cuál es su verdadera intención para haberse enamorado de mí.
Sin siquiera darme cuenta, con el pasar del tiempo, había permitido que ella me tocase aun cuando antes había hecho todo lo posible por tenerla lejos de mí; no temía por lo que ella pudiese hacerme, sino más bien, me aterraba lo que yo podría llegar a causarle. Aun así, teniendo en cuenta de todo lo que hemos vivido y lo mucho que la he daño, me sigo cuestionando, ¿En verdad es ella todo lo que necesito?, me cuestioné mientras que mis piernas seguían moviéndose hacia donde la había visto con anterioridad. Francamente, antes había estado completamente segura de que, si Nayeon se llegaba a marchar del Ducado y de mi vida, las cosas volverían a ser como antes, sin problemas en el trabajo mucho menos en mi vida personal, podría luchar por el Norte con la misma eficacia de siempre y no sentiría esa extraña necesidad abrumadora de querer verla, pero la verdadera pregunta aquí es... ¿Realmente quiero regresar a esos momentos?.
De repente, mis piernas se paralizaron en el momento que vi como Nayeon se reía limpiándose la nieve de su cabello mientras que Seungwoo se colocaba de puntillas en un vano intento por querer ayudarla; era una imagen digna de ser retratada.
Ahora lo entiendo completamente, yo no debía ser codiciosa, no cuando era algo que no necesitaba, o eso es lo que siempre había pensado ante las carentes enseñanza de mi padre, lo cual explicaría mi nulo interés por mantener cualquier tipo de relación que no fuese un beneficio para mí. Podía entenderlo, había sido una tonta arrogante que creyó que, si no había un objetivo fijo más allá de protegerla, no existía motivo real por la cual ella merecía permanecer a mi lado: no la necesitaba, me engañé tan cruelmente con aquella palabras que por un momento, realmente pensé que ella era la que me necesitaba y no al revés, pero ahora... ahora que la veía con esa sonrisa infantil, sin ninguna preocupación real porque sabía que yo la cuidaría, pude entender el por qué no había sido capaz de dejar de amarla.
—¿Mina? —Nayeon me llamó al notar mi presencia mientras que se colocaba de pie para acercarse a mi, pero yo no podía hablar, sentía las palabras atrapadas en mi garganta—¿Te sientes bien? —preguntó en el momento que quedó frente a mi permitiendo que yo notase los pequeños copos de nieve cayendo sobre su tersa piel—vas a resfriarte si sigues así... mira la cantidad de nieve que tienes encima—comentó estirando su mano para limpiar mi traje.
En silencio estiré mi mano, presionando suavemente de mi palma sobre su fría piel.
—No vuelvas a lastimarte—murmuré logrando que ella me viese con sorpresa.
—¿A~A que ha venido eso? —cuestionó sonriendo con nerviosismo; era evidente que ella simplemente quería huir de mi lado, pero no había manera que yo desaprovechara esta oportunidad.
—Quédate a mi lado—supliqué sintiendo como ella agarraba de mi muñeca tratando de esconderse de su evidente vergüenza—aunque ya no me necesites más... quédate—pedí al mismo tiempo en que me inclinaba viendo atentamente la forma en que ella expandía sus orbes sin poder creer que yo estuviese diciendo todo esto—aun si no soy la mejor esposa, quédate, aun si te hago enojar, no te vayas, quédate y déjame amarte... por favor, permíteme demostrar todo lo que siento por ti.
—T~Tú... ¿Q~Qué te sucede? no digas esas cosas frente a Seungwoo—se quejó intentando contraer su brazo en un vano intento por marcharse, mientras que yo podía ver sus mejillas ardiendo ante la vergüenza a la vez que su mirada huía hacia cualquier dirección que no fuese mis orbes.
—Te amo, Nayeon—solté sonriendo con suavidad logrando que ella presionara bruscamente su palma libre contra mi boca impidiendo cualquier intento por mi parte de llegar a robarle un beso.
Decidí mantener la calma viendo atentamente como su ansiedad corría violentamente a través de sus atractivas orbes verdosas; era evidente que no estaba comprendiendo la razón por la cual yo me estaba comportando de esta manera, pero francamente, no me importaba, quería demostrar todo el amor que podía desbordar, era lo mínimo que se merecía tras convivir con mi existencia y aceptarme aun cuando he sido una terrible compañera de vida. Para mi desgracia, el contacto visual no se mantuvo durante mucho tiempo ya que su rostro bruscamente se giró buscando desesperadamente el ver que tipo de expresión estaba realizando el pequeño Seungwoo. A pesar de que aun no podía aceptar que mis manos tocasen el cuerpo desnudo de mi esposa, si que es verdad que podía hacer un esfuerzo por tocar por sobre la ropa, así que no lo dudé. Con rapidez solté de su muñeca envolviendo mis brazos sobre su pequeña cintura logrando que ella se tensara por completo.
—¿T~Tú...?—murmuró en tono de pregunta mientras que yo sonreía por debajo de su palma—¿Qué bicho te picó?.
Me gustaría poder responder esa pregunta, pensé al mismo tiempo en que la soltaba siendo consciente que podría llegar a molestarse si no la dejaba en paz, aunque no le di tiempo a reaccionar cuando ya me había colocado de cuclillas casi al mismo porte de un evidentemente incómodo Seungwoo quién no parecía estar acostumbrado de notar mi presencia, pero obviamente eso no era su culpa, ya que fui yo quién decidió arbitrariamente el ignorar su existencia.
Merecía ese tipo de reacción por su parte.
—Me enteré de que has estado estudiando—comenté al mismo tiempo en que estiraba mi mano dejando caer toscamente mi palma sobre su corto cabello negro notando lo sorprendido que se veía—debió ser difícil... lo hiciste bien, buen trabajo.
—¿Me puedes explicar que te ocurre? —pidió Nayeon a mi lado.
—No quiero volver a vivir el sentimiento de perderlos sin poder confesar todo lo que siento—confesé con suavidad—lamento que esto te sorprenda, pero tendrás que acostumbrarte—admití alzando mi mentón para ver como ella me veía.
—¿Vas a cambiar? —cuestionó sin poder creer lo que estaba escuchando mientras que yo asentía torpemente con mi cabeza—... entonces... juega con nuestro hijo.
—¿Eh?
—Sin espada, ni violencia, solo un juego entre madre e hijo—comentó a la vez que yo solo fruncía el ceño—...—se quedó en silencio tras notar que yo me mantenía en mi sitio al igual que Seungwoo—ha... de esta forma... ven Seungwoo—pidió logrando que el mocoso rápidamente se le acercara—¿Quieres hacer un muñeco de nieve? —cuestionó logrando que él asintiera con su cabeza.
—¿Por qué harías algo que congelaría tus manos? —pregunté mientras que veía como tanto mi esposa como mi hijo comenzaban a agarrar pedazos de nieve para hacer una pelota, sin importarles como sus palmas comenzaban a enrojecerse por culpa de la fría nieve—¿No sería mejor mandar a alguien a que lo haga por ti?
—¿Y donde esta lo divertido de hacer eso? —replicó Nayeon al mismo tiempo en que estiraba de su mano agarrando de mi chaqueta para tirar de mi cuerpo—vamos, comienza a hacer bolas de nieve—ordenó consiguiendo de alguna manera que tanto yo como el mocoso obedientemente comenzáramos a hacer lo que nos pidió.
No entendía la finalidad de esta actividad, pero si con esto conseguía pasar tiempo con mi familia y, además, hacer feliz a mi esposa, entonces lo haría todas las veces que fuesen necesario. De repente, mi cuerpo bruscamente se tensó en el momento en que Nayeon, aprovechó que tanto yo como el pequeño mocoso estuviésemos completamente distraídos armando pequeñas bolas de nieve para inclinarse presionando sus fríos labios sobre mi mejilla logrando enrojecer mis orejas mientras que mi corazón alocadamente comenzaba a bombear. Yo simplemente atiné a mirarla, notando la suavidad con la que me había sonreído, como si estuviese ocultando lo que acababa de hacer.
Nayeon era peligrosa... para mi corazón.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro