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No volveré a marcharme

Narrador omnisciente. 

Sehun estaba cabalgando lo más rápido que podía, sintiendo en todo momento la forma en que el gélido clima lastimaba sin parar tanto sus mejillas como su cuello expuesto dejando en evidencia uno que otro pequeño hilo de sangre deslizándose suavemente por su sonrojada piel. Desde su ancha espalda se podía apreciar una pequeña melena negra sobresaliendo de uno de sus hombros, se trataba del cuerpo practicamente inerte de su capitana quién estaba firmemente amarrada contra su anatomía; gracias al hecho de que él era mucho más grande que ella, el cuerpo de la Duquesa estaba siendo bien protegido de aquel tormentoso invierno. La tarde lentamente caía sobre los ojos asustados del caballero quién seguía en todo momento agitando las riendas de su caballo para aumentar aún más la velocidad que llevaba desde que partió en dirección del Ducado. Sehun no se vio en la necesidad de dar un vistazo a su lado, podía escuchar la pesada respiración proveniente del animal de su ama; este había estado corriendo a su lado desde que subió a la Duquesa sobre el lomo de su mascota. Francamente, esta era la primera vez que el caballo de la Gran Duquesa se tomaba la molestia de acercarse a uno de los caballeros, y quizás gracias a eso, supo de inmediato que algo no estaba yendo del todo bien. Salvaste la vida de tu amo, pensó dándole tan solo un rápido vistazo viendo atentamente como el vaho se desprendía tanto de su hocico como de su nariz indicando con esa simple acción que estaba aguantando muy bien el frío de la tarde. 

El cuerpo de Sehun se tensó en el momento que sintió unas fuertes manos agarrando específicamente su delgada cintura masculina, instintivamente el chico miró hacia atrás notando aquellos fríos ojos rojizos por parte de la Gran Duquesa mirando fijamente su aturdida expresión; notar el repentino contacto visual casi lo hizo perder el equilibrio, así que debió regresar su atención hacia el frente mientras que sostenía con fuerza las riendas alrededor de sus palmas. Tuvo la intención de preguntar si se encontraba mejor, pero para su sorpresa no tardó nada en sentir como ella presionaba su frente contra su hombro izquierdo indicando con esa simple acción que era completamente incapaz de poder mantenerse consciente, por favor siga luchando, suplicó en el interior de sus pensamientos a la vez que sentía como la ansiedad acariciaba maliciosamente tras su nuca. Sehun no podía dejar de pensar en el hecho de que a pesar que le había brindado una poción curativa, la cual, cerró gran parte de sus heridas, el maná seguía sin recuperarse, por ende, en estos momentos el cuerpo de la Gran Duquesa estaba básicamente luchando contra su propio núcleo para impedir que este la devorase viva. 

Mientras que Sehun estaba haciendo todo lo que estaba en sus manos para trasladar a su capitán de la manera más segura posible, en el Ducado ya habían hecho acto de presencia los caballeros de la Gran Duquesa. En un completo silencio los chicos descendieron de sus imponentes caballos negros mientras que el frío invierno abrazaba sus enormes anatomías. Sus presencias fácilmente hacían temblar a los empleados del lugar, y ellos eran conscientes de ese pequeño detalle, así que no dudaron en caminar hacia el interior de la mansión notando el desastre que estaba siendo el lugar. 

—La capitana matará a mucha gente esta noche—comentó Changbin mientras que mantenía su espada en una de sus manos en señal de usarla si es que lo veía estrictamente necesario—... esto es un maldito desastre—confesó observando como los muebles estaban esparcido en el lugar; todo indicaba que habían tratado de tomarse el Ducado—malditos idiotas... ¿Realmente desean morir?—cuestionó con los dientes apretados mientras que el más alto del grupo, o sea, Chanyeol simplemente pasaba por su lado observando sin mucho interés el oscuro lugar. 

—Si no encontramos a la Gran Duquesa antes de la llegada del capitán, los empleados no serán los únicos que morirán esta noche—aclaró Jackson mientras que caminaba rápidamente por el pasillo en busca de aquella mujer de ojos verde que había visto rondando por el Ducado en el último mes—será mejor que nos dividamos, traigan pociones con ustedes, ella no puede salir herida—ordenó notando cómo los chicos sin siquiera dudar de sus palabras decidían asentir con su cabeza para comenzar a dividirse en el interior del enorme lugar—¡Quién la encuentre primero llevenla hacía el salón principal, ahí será nuestra zona de seguridad!—optó el papel que le correspondía a su capitán, pero los chicos confiaban en sus palabras, así que simplemente acataron la orden. 

Para la sorpresa de todos, fue Jeongin quien encontró a la Joven Duquesa con un pequeño niño que aparentaba no superar los 5 años estando sobre sus brazos. A simple vista ella parecía estar verdaderamente sorprendida de notar uno de los caballeros de su esposa en el interior de la habitación, mientras que él no podía dejar de mirar al pequeño infante que cargaba con tanta seguridad; ¿Cuándo sucedió? ¿Acaso por esa razón el matrimonio se está llevando con tanta rapidez? Se cuestionó al notar el evidente parecido que el menor poseía con su capitán. Francamente, eran iguales, desde el oscuro tono de su carbonizado cabello hasta esos penetrantes ojos idénticos a dos gemas de rubí, así que no había forma de poder negar el hecho de que el niño definitivamente era parte del linaje de la anterior Duquesa. 

—Gran Duquesa—Jeongin instintivamente hizo una suave reverencia sintiendo la fuerza con la que estaba latiendo su corazón; él no podía ignorar el hecho de que su cuerpo reaccionaba ante aquella hermosa mujer, pero sabía que debía dar un paso hacia atrás—...—en silencio alzó su mirada notando como la castaña le estaba viendo; no hay manera de que suceda, pensó sabiendo que nadie podía tocar lo que tanto su capitán estaba tratando de proteger—¿Se encuentra bien? ¿Esta herida en alguna parte?—cuestionó realmente preocupado por el estado en que se encontrase la mujer, pero esta simplemente negó con la cabeza mientras que sus ojos verde esmeralda lo veían con suma atención—... permítame trasladarla a una zona segura.

—Mina...—no dijo nada más, tan solo nombró a la Duquesa provocando que el chico simplemente frunciera el ceño al olvidar el hecho de que su capitán poseía ese nombre— ¿Dónde está mi esposa?—no se podía negar el hecho de que Jeongin se había sorprendido de escuchar como aquella hermosa mujer en vez de preguntar quién la protegería, parecía estar completamente interesada por su capitán, ¿Qué tan fuerte es el amor que le tiene? se cuestionó sin poder evitar el sentir envidia por la Gran Duquesa—... ¿Dónde está mi Minari? ¿Por qué no está acá?—preguntó con dureza consiguiendo que el contrario tan solo la mirará sin poder creer que ella hubiese utilizado un apodo tan cariñoso para referirse a la conocida Tirana del Norte, ¿Qué hizo la capitana para ganarse tu corazón? Se preguntó manteniendo toda su atención en su preocupada expresión—habla.

—La capitana se encuentra bien... nos pidió que cuidemos de usted hasta que ella haga acto de presencia—aclaró consiguiendo que ella por fin fuese capaz de respirar con tranquilidad—...—se quedó uno segundos en un completo silencio notando como el niño envolvía uno de sus brazos sobre el delgado cuello de la mayor tratando de esa forma de protegerla—... Gran Duquesa... necesito que me acompañe, mis compañeros la protegerán. 

Tan solo cuando el chico comentó en que estado se encontraba su intimidante capitán, ahí, recién la Gran Duquesa decidió comenzar a moverse llevando en todo momento al pequeño niño entre sus delgados brazos como si estuviese tratando de protegerlo de cualquier mal que pudiese llegar a tocarlo. Jeongin caminó a su lado notando la ausencia de personal, sobre todo de Chan. Francamente, tenía curiosidad, ¿Por qué razón la gran Duquesa estaba sin escoltas? Se cuestionó mientras que continuaba viendo a su alrededor, ¿Dónde está el mayordomo? y habían cosas que simplemente no tenía sentido; algo parecía estar yendo extremadamente mal, así que sacó su espada manteniendo en todo momento sus sentidos en alerta. Instintivamente dio un paso hacia adelante al notar como alguien rápidamente se acercaba en dirección de la Gran Duquesa. Dispuesto en matar el chico apuntó su espada en dirección del cuerpo ajeno, estuvo a punto de mover su arma, hasta que reconoció aquellos hombros anchos, ¿Chan? Se cuestionó notando como el chico terminaba de acercarse visiblemente cansado.

—¿Por qué dejaste a la Duquesa sola? ¿Acaso quieres morir?—cuestionó Jeongin sin poder contener su evidente irritación mientras que el resto de los guardias comenzaban a llegar; uno tras otro. 

—Estaba encerrando a los sirvientes desleales en el calabazo... asumí que la Gran Duquesa querría encargarse personalmente de este desastre—comentó el chico mientras que se limpiaba el sudor con sus guantes indicando con esa simple acción lo mucho que se había esforzado por mantener lo más estable las emociones en el lugar—¿Donde se encuentra la Gran Duquesa?—preguntó viendo como Jeongin simplemente apretaba sus labios—¿Está por llegar?—cuestionó sabiendo perfectamente cuál era la respuesta ante la forma en que el chico asintió con su cabeza—ha... bien—fue todo lo que dijo llevándose esta vez su mano contra su cuello—Gran Duquesa, ¿Se encuentra bien?.

—Estoy bien... solo quiero saber donde esta mi esposa—Nayeon no escondía su evidente preocupación, a pesar de que estaba molesta por no recibir respuesta por parte de su esposa, seguía estando lo suficientemente preocupada como para dejar que su molestia le ganase. 

De regreso a Sehun. El chico había logrado llegar al Ducado, pero la noche había caído y consigo una espesa lluvia que los empapó por completo, por ende, el lugar parecía verse más terrorífico de lo que ya era ante la ausencia de luces. Para su tranquilidad Mina había conseguido restaurar una pequeña parte de su maná, francamente, no era lo suficiente para que ella luchara, pero por lo menos podía mantenerse en pie sin colapsar de inmediato. Preocupado, el chico trató de brindarle otra poción curativa, deseaba que la herida que ahora cubría tan solo frente, y mejilla desapareciera por completo, pero ella simplemente rechazó la oferta indicando que sería una marca de recordatorio para su debilidad. 

—Capitán—le llamó al notar como había bajado de su caballo—aún no se recupera del todo... por favor, dejeme encargarme—pidió notando como ella tan solo alzaba su mirada permitiendo que la sangre que ya se había secado nuevamente comenzará deslizarse por su humedo rostro dandole un aspecto agresivo y agotado.

—Lo haré yo sola—fue todo lo que dijo mientras que sacaba su espada de su cintura.

—Pero... ¡Capitán!—.

—He dicho que lo haré sola—aclaró con frialdad provocando que Sehun no le quedara de otra más que bajarse de su caballo para seguirla en silencio. Estaba realmente preocupado por el estado en que se encontraba la Duquesa; ella no estaba bien, y el hecho de que su caminata no dejase de tambalear era una clara advertencia de que debía descansar—reúne a todos los sirvientes en el patio central, y diles a los demás guardias que arrastres a los bastardos que se atrevieron a mirar en menos a mi mujer—ordenó demostrando de esa forma que ella no quería ser seguida por él. 

Aún cuando realmente no era su intención. Sehun no tenía el poder suficiente como para poder ir en contra de sus órdenes. 

—... Sí capitán—.

Mina en un completo silencio continuó caminando manteniendo en todo momento su espada firmemente envuelta alrededor de su palma derecha, era evidente el hecho de que se estaba manteniendo en pie por tan solo su arrogancia ya que por primera vez en su vida no estaba siendo capaz de poder mantener alzada su arma, permitiendo que la punta de su afilada hoja se deslizara por el suelo. La pelinegra tragó saliva sintiéndose incapaz de poder alzar más de la mitad de su mirada, pero aún así, hizo su mejor esfuerzo para poder enfocarse en su alrededor notando fácilmente como la oscuridad se mezclaba con la propia soledad caracterizada en aquellos largos pasillos, ¿Dónde carajos se encuentran los sirvientes? se cuestionó llevándose su mano libre contra su mentón en un vano intento por limpiar las gotas que cubrían sus delgadas facciones, logrando sentir la fuerza con la que estaba temblando su quijada; no se había dado cuenta de forma inmediata, pero el frío realmente estaba calando sus huesos. 

Mina no quería aceptarlo, pero el hecho de que hubiese quedado atrapada bajo la lluvia lentamente había comenzado a hacer estragos en su cuerpo, pero ella se negaba por completo a descansar; no podía dejar de caminar cuando aún no había sido capaz de ver el rostro de su joven esposa, ¿Ella estará bien? instintivamente se cuestionó en que condiciones se encontraba la castaña mientras que la sorpresa de entender que se preocupaba por la castaña golpeaba violentamente sus pensamientos. Por mero impulso atrapó entre sus dientes su labio inferior consiguiendo abrirse ligeramente la piel; quería de esa manera poder dejar de pensar en ella, pero aún cuando el dolor en su nueva herida escocía, ella no había sido capaz de quitarse de la cabeza los pensamientos relacionado con su esposa. Es suficiente, se ordenó mientras que agitaba con fuerza su cabeza, deja de pensar en ella, se ordenó siendo consciente que no podía pensar con claridad cuando Nayeon se deslizaba en el interior de su mente. 

Sus piernas bruscamente se detuvieron como si los pies hubiesen sido envueltos en plomo. En silencio logró observar como Nayeon estaba siendo acompañada por Jeongin, Chan y el resto de los guardias quienes daban la impresión de querer asegurar el bienestar de tanto la castaña como del pequeño niño que sostenía entre sus delgados brazos. A la pelinegra ni siquiera le importó que el resto de los hombres estuviesen alrededor de su esposa, mucho menos que Jeongin estuviese tan cerca de ella, no podía preocuparse por aquellas moscas cuando sus ojos estaban completamente enfocados en aquellos verde esmeralda que no parecían haber notado de momento su imponente presencia. Ella... realmente se encuentra bien, pensó sintiendo como su corazón le daba un doloroso latigazo que la hizo regresar a su realidad. De repente, para su sorpresa un hombre apareció desde la oscuridad del pasillo, instintivamente sus cejas se fruncieron al reconocer sus facciones, es uno de los malditos representantes del Rey, pensó recordando vagamente las ganas que había tenido de matarlo cuando lo conoció por primera vez. Al parecer, ella no fue la única que fue sorprendida por la presencia del hombre, ya que rápidamente los guardias sacaron sus armas dispuestos en usarlas si es que la situación se lo ameritaba, pero aún cuando Mina sabía que ellos estaban capacitados para cuidar de su mujer, no le importó, porque sería ella misma quién acabaría con todo esto. 

En un completo silencio comenzó a caminar en dirección de donde se encontraba su esposa. Esta rápidamente notó su presencia, pero a pesar de que hicieron contacto visual, ni siquiera se tomó la molestia de saludar, con una sorprendente tranquilidad se acercó notando como el sirviente del Rey tomaba la mala decisión de estirar una de sus manos en dirección del cuerpo de la castaña queriendo tocar su brazo. Él cometió un terrible error. Mina, sin siquiera dudarlo se inclinó agarrando con fuerza de su muñeca consiguiendo que él bruscamente girara su rostro dispuesto en pelear, pero se paralizó al encontrarse con aquellos intimidantes ojos escarlatas brillando bajo la oscuridad.

—¿Qué tenías pensado tocar?—cuestionó con suavidad mientras que, sin siquiera darle tiempo de responder decidió mover su otro brazo deslizando su afilada espada sobre su muñeca cortando limpiamente aquella sucia extremidad—...—se quedó en silencio notando como Nayeon había conseguido tapar con su palma los ojos del pequeño niño que cargaba mientras que los demás guardias trataban de cubrir con sus cuerpos la anatomía de la castaña para que ella no viera la mano en el suelo. Como era de esperarse el hombre comenzó a gritar mientras que caía de rodillas al suelo en un vano intento por tomar su mano perdida—maldito e insignificante insecto...—lo insultó manteniendo aún la calma mientras que veía como él miraba en dirección de Nayeon—¿Cómo te atreves?—cuestionó sin ocultar su rabia—te arrancaré los ojos—amenazó consiguiendo que él volviera enfocarse en su rostro—no te bastó con tratar de tocar a mi mujer...—murmuró sintiendo los celos burbujeando en el interior de su cuerpo— ¿Sabes lo que le sucede a las personas que se atreven siquiera a tocar mis cosas?—preguntó mientras que una sonrisa comenzaba lentamente a deslizarse por sus afilados labios—generalmente los hago volverse locos.

Lentamente su instinto asesino estaba brotando de su cansado cuerpo consiguiendo que el hombre realmente se asustara. 

—Y~Yo soy el vocero del Rey—comentó en un patético tartamudeo mientras que Mina con fuerza presionaba su zapato contra su nariz—¡UGH!—se quejó en alto llevándose su única mano contra el tabique de su nariz notando lo fracturada que estaba—¡Ha...!—jadeo en alto sintiendo la sangre deslizándose por ambas fosas nasales.

Mina, aún manteniendo una sorprendente calma decidió el inclinarse para así poder agarrar con fuerza del cuello de su camiseta. 

—¿Y?—cuestionó logrando que él la viera con sorpresa—tu Rey no tiene ningún tipo de valor en mis tierras—aclaró mirándolo con tranquilidad mientras que los guardias simplemente veían el aún visible corte que se deslizaba de su frente hasta la mitad de su mejilla; ellos estaban silenciosamente preocupados por el estado de su capitán—en el Ducado su título es tan malditamente insignificante que hasta el mismo es consciente de ello—aclaró divirtiéndose de notar la confusión brotando de sus ojos—o acaso... ¿Creíste que te pidió este favor porque te considera importante?—preguntó con un deje de burla en su rasposa voz—¿Eres idiota?—y esta vez no trató de ocultar su diversión mientras que mantenía el fuerte agarre en su cuello—pobre bastardo... déjame decirte que la única razón por la que te ordenó venir es porque sabe que sus voceros suelen morir al llegar al Ducado... —confesó notando como él no parecía creerle—idiota, él solo quiere que la noticia me llegue, no le importa si regresas con vida. 

—¿Q~Qué?—.

Eso fue todo lo que pudo decir mientras que Mina lo observaba en un completo silencio, notando como él había agachado su cabeza permitiendo que sus rodillas cedieran por completo en el suelo lo que indicaba que se había rendido por completo. La pelinegra regresó a ese conocido silencio que tanto la caracterizaba con tan solo su atención fija en la corta melena del imbécil que tenía enfrente, durante unos segundos se quedó pensando con cierta frialdad en simplemente acabar con su existencia, no es como que fuese una decisión muy complicada, tan solo debía alzar su espada y perfectamente podría perforar su nuca, pero rápidamente descartó esa idea al recordar la existencia de Nayeon y del pequeño mocoso que seguían estando en aquel desolado pasillo; Mina simplemente no podía darse el lujo de asustarlos. Para la sorpresa de los caballeros la pelinegra aún sin pronunciar palabras soltó la camiseta del contrario notando como este seguía estando en la misma posición de derrota. 

—Arrástralo al patio central y asegúrate de que no se muera—ordenó la gran Duquesa provocando que fuese Chanyeol quien, rápidamente tomó la decisión de acercarse agarrando toscamente del cuello del hombre, para luego simplemente levantar su anatomía como si estuviese levantando una hoja de papel—...—regresó a su conocido silencio observando atentamente cómo los guardias con tan solo recibir una mirada de su parte rápidamente comenzaban a alejarse permitiendo que tan solo quedase Chan, Nayeon y el pequeño niño en el interior del frío pasillo—Chan... largo—ordenó a la vez que giraba su rostro enfocando sus fríos ojos en aquella aturdida expresión. 

Era evidente que él no quería marcharse, al parecer, tenía muchas dudas que querían ser respondidas, pero no tenía autoridad, o por lo menos no tan poderosa como la Gran Duquesa que le permitiría quedarse. Aún así, se armó de valor manteniéndose en su sitio, indicándole a la pelinegra con tan solo la mirada que había perdido gran parte del miedo que poseía hacia su persona. En cualquier otro momento Mina no hubiese dudado en balancear su espada contra su garganta, pero por alguna extraña razón, el pensar siquiera en esa posibilidad la inquietaba lo suficiente para cuestionarse internamente que era lo que le estaba sucediendo. 

—Duquesa... usted debe descansar—aclaró Chan con cierta timidez, tratando de omitir la preocupación que le había causado el no ser capaz de sentir el desbordante maná que generalmente su cuerpo demostraba poseer—Du...—.

—Déjame a solas con mi esposa—replicó la pelinegra consiguiendo con tan solo esas palabras que el chico no le quedase más remedio que apretar sus labios para luego simplemente hacer una pequeña reverencia en señal de aceptar la orden emitida—...—volvió nuevamente a su conocido silencio manteniendo sus ojos fijos en la forma en que Nayeon le sostenía la mirada: ninguna de las dos parecía estar realmente interesada por la existencia del mayordomo. Con calma su mirada se posó en el menor, él parecía estar alerta, realmente no confiaba en ella, y no era para menos si antes de marcharse hasta lo había llegado a amenazar.

Mina, aún demostrándose incapaz de expresar sus ideas, simplemente tomó la decisión de estirar su mano consiguiendo que el menor instintivamente encogiera sus hombros en un vano intento por protegerse de cualquier acción maliciosa que pudiese tener la más alta, pero dejando aún su cabeza expuesta permitiendo que la palma ajena se posara toscamente sobre su pequeña cabellera. El silencio reinó bruscamente en aquel frío pasillo, los ojos curiosos de Nayeon estaban fijos en la delgada pero firme mano de su esposa notando como esta toscamente comenzaba a revolver el cabello de su hijo de una forma que ninguno de los dos pelinegros estaban precisamente acostumbrados de hacer y recibir, pero simplemente ella no era capaz de expresar a viva voz que estaba orgullosa por lo que él había hecho para proteger a la castaña.

—¿Por qué tardaste tanto?—la decepción en el tono de voz de su esposa la aturdió. Con cierta incomodidad contrajo su brazo mientras que veía como ella soltaba al niño dejándolo cuidadosamente puesto en el suelo para así poder erguirse cruzándose de brazos—¿Sabes lo difícil que fue?—cuestionó haciendo un gran esfuerzo por no romperse al comprender que ahora que la pelinegra estaba en casa ya no había nada que temer. 

Mina mantuvo toda su atención en su expresión. Ella era consciente que podía simplemente dar media vuelta y dejarla sola, no sería la primera vez que dejaba a una persona visiblemente destruida en completa soledad, pero pensar en la idea de ver a Nayeon llorar, y que esas lágrimas fuesen causadas por su persona la angustiaban lo suficiente para dar un paso hacia su dirección permitiendo que la luz de la luna que ingresaba por la humeda ventana reflejara el corte en su rostro lo que dejó en completo silencio a su acompañante. 

—Lo lamento—se disculpó con una completa sinceridad que obviamente logró aturdir a la más baja. La castaña simplemente no supo que decir, estaba presenciando por primera vez en sus dos vidas una disculpa genuina por parte de su esposa quién, era conocida por jamás pedir perdón, aún cuando hubiese cometido un error—si hubiese leído las cartas en el momento que las recibí tu no hubieses pasado por todo esto... así que me disculpo—confesó a la vez que agachaba su cabeza permitiendo que Nayeon impulsivamente diera un paso hacia atrás abrumada de notar que estaba haciendo una reverencia. 

—Estás herida—confesó Nayeon a la vez que estiraba su mano presionando cuidadosamente sus dedos contra su quijada. Con calma Mina alzó su mirada permitiendo que sus fríos ojos se encontraran nuevamente con lo de su mujer, pero aquel par rojizo que fácilmente intimidaba a su enemigo curiosamente no causaba ningún tipo de rechazo en aquellos verde esmeralda, parecían a simple vista estar acostumbrados a sostenerle la mirada, como si de alguna manera sus ojos estuviesen destinados a parar sobre los suyos—¿Por qué no has acudido a un médico?.

—Tu seguridad es mi prioridad—y ella decía ese tipo de cosas sin medir en las consecuencias que podría traer al corazón de la castaña—esta herida no me matará—confesó estirando su mano para agarrar la muñeca de la más baja sosteniendo posesivamente su pálida extremidad. Nayeon se sonrojó al notar que Mina había presionando su boca contra su palma como si estuviese tratando de esa forma marcarla—no volveré a marcharme—prometió sin tener que verse en la necesidad de usar aquella palabra—no volverás a pasar por esto—comentó completamente confiada en sus palabras mientras que su acompañante simplemente continuaba mirándola. 

Mina amplió sus párpados al notar como el mentón de la más baja comenzaba a sacudirse. La castaña bruscamente giró su rostro llevando su mano libre contra su rostro mientras que ambos pelinegros veían en silencio como las lágrimas comenzaban a desprender de sus bonitos ojos verde agua, ¿Huh? pensó la Duquesa siendo completamente incapaz de comprender a que se debía aquella explosión de lágrimas mientras que el menor parecía estar igual o más confundido que ella. Simplemente el dúo pelinegro no eran capaces de comprender la actitud de la castaña. 

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