Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

No te vayas

Pov: Myoui Mina.

A lo largo de mi vida, he sido conocida por diversos nombres, cada uno más temido y despreciado que el anterior. Ninguno de ellos me ha llenado de orgullo, así que nunca existió una razón por la cual pronunciarlos en voz alta, ni siquiera en un susurro. Sin embargo, en todos los rincones del Imperio se murmuraba sobre mí, siempre con un matiz de terror en la voz, como si mencionarme fuera suficiente para convocar las peores pesadillas. Sabían que no era una persona común, pero pocos podían precisar por qué. Algunos decían que mi frialdad provenía de una crianza excesivamente rigurosa, mientras otros sostenían que mi verdadero origen, en el inhóspito y despiadado Norte, era la raíz de mi comportamiento distante y cruel. Tal vez tenían razón. Sobrevivir en el Norte no es un logro pequeño; es un lugar que no perdona la debilidad, y aquellos que no se adaptan rápidamente sucumben a su implacable naturaleza.

La gente del Imperio, que vivía cómodamente en sus tierras más cálidas, no podía entender lo que significaba enfrentarse al invierno más feroz o cazar para sobrevivir en un entorno donde cada día era una batalla. Y así, las historias sobre mí comenzaron a multiplicarse, creciendo como sombras al caer la noche, distorsionadas por el miedo y la ignorancia. Nunca me molesté en desmentir esas historias. ¿Para qué hacerlo? En el fondo, no eran del todo falsas, aunque muchas estaban decoradas con exageraciones. Se decía que era cruel, despiadada, insensible a la piedad. Y en gran parte, esas descripciones eran ciertas. Había cosas que había hecho, decisiones que había tomado, que sólo podían interpretarse como actos de un ser sin corazón. Pero también había mitos, leyendas que la gente inventaba para darle sentido a lo que no podían comprender, historias que hablaban de cómo podía masacrar ejércitos enteros de monstruos y de hombres sin titubear, cómo mi sangre corría más fría que el mismo hielo que cubría mis tierras natales.

Los títulos que me otorgaron a lo largo de los años reflejan esa visión distorsionada: "La Tirana del Norte", "El Monstruo Cruel del Invierno", "La Sádica Duquesa". Incluso en la Capital, donde la realidad y la fantasía a menudo se mezclan en una maraña de intrigas, circulaban rumores de que poseía la sangre de una bestia, ni siquiera un monstruo, una bestia, una criatura tan antigua y salvaje que me permitía aniquilar a cualquier ser vivo sin esfuerzo. La gente buscaba una explicación para lo que, desde su perspectiva, era imposible. Y así nacían estas fantasías, algunas tan absurdas que no podía evitar sonreír al escucharlas.

Pero lo que realmente me desconcertaba -y aún lo hace- era la lealtad inquebrantable de Nayeon. A pesar de todo lo que se decía de mí, a pesar de las verdades y las mentiras hasta la manera en que le había llegado a tratar, ella permanecía a mi lado, día tras día, sin vacilar ni una sola vez. No entendía el por qué. No soy alguien que inspire afecto o devoción, y, sin embargo, allí estaba, sin apartarse ni un centímetro de mi sombra.

Perdón, me estoy desviando, quizá porque no quiero enfrentar lo que tengo justo frente a mí. Lo que quiero decir es que, a pesar de todo lo que se dice sobre mí, sigo siendo humana. Puede que no sea una humana común ni corriente, pero eso no cambia el hecho de que, al final, soy una persona con limitaciones. A veces olvido que esos límites existen, pero siguen estando ahí, como una verdad inmutable. Sé muy bien que hace tiempo que los había sobrepasado, el primer indicio de esto fue la manera patética en la que no podía controlar mi núcleo, o como ya mi cuerpo no era capaz de soportar mi propia magia, ni siquiera para llevar el maná a una parte en especifica de mi anatomía. Siempre lo supe, solo no quería verlo, pero ahora me encuentro en un territorio donde la fatiga y el dolor se han vuelto demasiado palpables como para poder ignorarlos.

—¿Ya estas cansada?

La pregunta estaba cargada de desdén, como si mi cansancio fuera una molestia insignificante. Su voz logró que regresase a la realidad, así que eso hice, con brusquedad alcé mi vista y ahí lo vi, aun sentado en el asiento que anteriormente había estado su padre. Parecía genuinamente aburrido, con rastros de sangre seca en distintas partes de su rostro y cabello, evidenciando de esa manera el tiempo que llevaba ya luchando.

El contraste entre su calma casi indiferente y mi agotamiento era palpable. Apenas tenía fuerzas para responderle, así que opté por guardar silencio. En lugar de palabras, todo lo que pude hacer fue aferrarme al mango de mi espada, sintiendo el calor que aún emanaba desde lo más profundo de mi cuerpo como una advertencia de que algo no andaba bien. Estaba herida, y aunque no me atreví a mirar el daño que me habían causado, podía intuirlo. La sensación de vergüenza, más fuerte que el dolor físico, me impidió siquiera intentar evaluar la magnitud de las lesiones. Sabía que estaba en mal estado, pero admitirlo era un lujo que no podía permitirme en ese momento.

Tuve que apretar los dientes con tanta fuerza que sentí que podría partirme los molares, para evitar que un grito de dolor escapara de mi garganta. La espada de uno de los caballeros se había deslizado con una precisión mortal, encontrando el punto vulnerable entre la armadura de mi hombro y la de mi pecho. Sentí cómo la afilada hoja reventaba mi cota de malla y se hundía, inexorablemente, en mis costillas; entro y salió con la suficiente rapidez para impedir que yo pudiese hacer algo al respecto. Cada movimiento me resultaba más agonizante que el anterior, y la caliente sangre que brotaba de la herida amenazaba con asfixiarme. Hice todo lo posible por reprimir el impulso de vomitar, mientras el dolor se intensificaba y la sangre se filtraba a través de mi torso, empapando mi ropa y chorreando hacia el suelo.

La situación era desastrosa. El dolor era intenso y constante, y cada inhalación era una lucha contra la agonía que se extendía por mi cuerpo. Pero lo que más me preocupaba era que debía mantener la calma y la compostura; no podía permitir que ellos, mucho menos Chaewon percibieran la gravedad de mi condición. Si ellos se dieran cuenta de cuán debilitada estaba, se lanzarían sobre mí con una ferocidad renovada. Así que, con un esfuerzo sobrehumano, retrocedí un paso, ignorando el estallido de dolor que me recorrió al hacerlo, y traté de enfocar mi mente en la tarea que tenía por delante.

A pesar de mi estado lamentable, había logrado derribar a siete de los once caballeros que me habían atacado. Cada uno de ellos había caído bajo mi espada con un estrépito de acero y gritos apagados, pero el precio que había pagado por cada victoria era evidente en la forma en que mi cuerpo se tambaleaba.

—Ya deja de luchar—Chaewon ordenó mientras que yo movía mi espada evitando que el arma enemiga tocase mi cuello—ni siquiera puedes luchar bien... es patético de ver—aclaró, pero yo no me detuve, simplemente no podía escucharlo.

Yo debía vivir, no por mí, sino por ella. Yo debía vivir por y para Nayeon.

Logré atravesar el paladar de uno de los guardias con mi espada, que emergió por la parte superior de su cabeza, provocando que el hombre se desplomara frente a mis pies. Su cuerpo se retorció violentamente, como un pez fuera del agua, antes de quedar inmóvil, inerte. Mi respiración era pesada, y mi corazón latía con una furia que solo se experimenta en el ruido del combate mientras que mi cabeza una y otra vez me decía que iba a morir, que no iba a sobrevivir. Hice mi mejor esfuerzo por callar esas voces. Aturdida por el rápido giro de los acontecimientos, volví a elevar la vista para encontrarme con los otros tres guardias, que ahora se habían reagrupado en una formación defensiva. Aún conservaban energía, pensé mientras preparaba mi espada para el siguiente asalto. Pero lo que nunca había anticipado ocurrió con una rapidez devastadora.

En un movimiento inesperado, el caballero que estaba frente a mí ejecutó un golpe tan certero y devastador que mi espada se fracturó en pedazos. El impacto fue tan brutal que fragmentos de metal volaron en todas direcciones, reflejando la luz en destellos de plateado y rojo. La violenta explosión de mi arma y el sonido de la hoja rompiéndose resonaron en mis oídos, ahogando momentáneamente el resto del caos que nos rodeaba. Mi mente quedó atrapada en un estado de sorpresa y confusión, incapaz de procesar de inmediato lo que había sucedido. Antes de poder asimilar lo ocurrido, sentí un dolor agudo en el ojo derecho. Sin soltar el mango de mi espada llevé mi mano libre contra mis mejillas sintiendo el sudor envuelto en mi piel. Sinceramente, estoy casi segura de que no era precisamente sudor lo que estaba palpando en ese instante. Traté de parpadear repetidamente, esperando que el ardor se disipara. Sin embargo, lo que percibía no era una visión borrosa o nublada, sino más bien una completa ausencia de claridad. La vista que antes estaba nítida y enfocada se había convertido en un velo opaco, desdibujando el mundo a mi alrededor. Mi percepción se distorsionaba, y el repentino campo de batalla, que antes era un escenario de lucha y movimiento, ahora se transformaba en una masa indistinta de sombras y formas vagas.

Tuve que hacer uso del resto de mis sentidos para continuar con la lucha, aunque eso no evitó que unos de los guardias perforase la parte baja de mi abdomen con su espada, pude sentir la hoja afilada traspasando mi ombligo hasta llegar a una de las esquinas de mi cintura, ni siquiera pude contener el jadeo de sorpresa que desprendió mi garganta, mucho menos la manera en que mi cuerpo perdía el equilibrio cayendo de rodillas al suelo mientras que el sonido de la sangre chorreando por debajo de mi armadura llenaba por completo mi audición.

—¡Suficiente! —Chaewon dio la orden, posiblemente evitando que su perro terminase por asesinarme—... quiero ver desde cerca—confesó mientras que yo podía escuchar la manera en que la silla era arrastrada para luego ser cambiada por sus pesados pasos—Mina... Mina... debiste prestar atención a las ratas que había en el Ducado—canturreó muy cerca de mi—no debiste simplemente torturar a tu herrero... debiste sacarle la mayor información posible, de esa forma hubieses sabido que cada una de las armas del Ducado estaban arruinadas.

¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?... espera... ¿Tu fuiste? ¿Tu fuiste el responsable de la muerte de Jooheon? pensé mientras que sentía sus dedos en mi cuero cabelludo. Tú dejaste a un niño sin un padre... a una esposa sin su hombre... tu... mierda Chaewon, tu realmente vas a morir.

—Aunque... me sorprende que tu armadura este aguantando tanto... si hubieses usado las que yo mandé tus órganos estarían ahora haciendo un gran espectáculo en el suelo de mi palacio—siguió hablando. No quería escucharlo—no debiste confiar en mi—admitió sin cambiar el tono tranquilo de su voz—aunque no mentí en el contrato, omití detalles y tu debiste pensar en eso, pero eres tonta y arrogante—disfrutaba de mi sufrimiento—... ¿Duele? —preguntó mientras que yo sentía su mano sobre mi mentón—vamos... mírame—pidió tirando de mi cabeza hacia arriba hasta que mi rostro quedó expuesto—bueno... no esta tan mal—comentó, pero yo no podía verlo bien—¿Quieres que te lo quite?

—Dej... ¡Buagh! —exclamé vomitando la sangre que subió violentamente hacia mi garganta. No tengo ni la menor idea si lo manché, pero ante el sonido de asco que su boca solté estoy segura de que le di.

—Mierda, que asco—y bruscamente soltó de mi mentón—te iba hacer un maldito favor—gruñó mientras que podía sentirlo cerca de mí, lo suficientemente cerca para poder defenderme—ha... realmente me has ensuciado.

Él parecía distraído.

—Lastima que no pueda tocar a la zorra que tienes por esposa—prosiguió tras unos segundos de pleno silencio muy cerca de mí. Mierda... solo cállate, pedí sintiendo cada fibra de mi cuerpo lastimado—... ¿Tu crees que si le doy un par de monedas de oro me deje tocarle las tetas? —cuestionó disfrutando por completo del hecho de que yo no podía defenderme. Él no mentía al decir que era sorprendente que siguiese consciente—¿Me permitirá ir al siguiente nivel? Debería hacerlo si es hija de una mera prostituta—continuó con su desagradable parloteo sin prestarme gran atención—tal vez si le llevo tu cabeza pierda su espíritu de pelea, no me malinterpretes, sigo odiando a los bastardos, pero el saber que puedo ensuciarla y eso va a dolerte me es bastante placentero—no se callaba, no podía simplemente cerrar la boca.

—C~Cállate... voy a matarte... voy a matarte—mi voz sonaba tan débil y baja que a duras penas me podía escuchar.

—¿Huh? ¿Qué fue lo que dijiste? —Chaewon cuestionó mientras que yo movía mi mano sobre el suelo—no te puedo escuchar, ladra con más fuerza—pidió, pero no hubo necesidad de que yo ladrase como él deseaba, ya que con la poca fuerza que aun me quedaba agarré un pedazo de metal y lo empuñé llevándolo directamente contra su garganta—¿Aah? —se quedó sin aliento tras sentir la hoja atravesando su piel, de derecha a izquierda.

El brazo que sostenía por completo mi cuerpo perdió la fuerza, así que caía tumbada sobre la fría y húmeda cerámica mientras que escuchaba la desesperación y gorgoteo de Chaewon en un patético intento por pedir ayuda. Sus guardias se movieron con rapidez, tratando de salvarlo, pero no había manera de que pudiese hacerlo, yo prácticamente lo había degollado.

—¡Pff... jajaj! —empecé a reír con una intensidad descontrolada, sintiendo cómo la sangre fluía de las heridas abiertas en mi cuerpo. La risa se convirtió en una carcajada salvaje— ¡Jajaj! —mi garganta vibraba con cada explosión de risa mientras el sabor metálico de la sangre se mezclaba con el aire.

La escena que se desplegaba ante mí, el dolor agudo y la situación en la que me encontraba me parecía un cruel final para mi historia.

Ni siquiera sabía dónde se encontraban el tercer príncipe Byunje ni el hijo del Ducado del Sur. Podrían estar organizando una revolución en algún rincón del Imperio o huyendo a tierras lejanas. La verdad es que no me importaba en absoluto. En ese momento, mientras la vida se deslizaba lentamente de mi cuerpo, nada tenía importancia. Me encontraba al borde de la muerte, y muy lejos de las manos de mi mujer. Quizás, en algún rincón de mi mente, eso me ofrecía un extraño consuelo. Ella no tendría que presenciar mi estado deplorable, y yo no tendría que ver su angustia. Si es que lograba mantener mi ojo bueno abierto, claro está, no tendría que oírla llorar ni maldecirme por haberme dejado herir de esta manera. No tendría que sentir el suave roce de sus manos acariciando mi rostro, ni escuchar el tono dulce y amoroso con el que pronunciaba mi nombre. La visión de nuestros hijos creciendo sin mí, la preocupación por el impacto que la maldición Myoui podría tener en ellos, ya no serían mi carga. Yo podría ser libre, pero... ¿Merecía serlo?

Mi risa se detuvo, no porque yo quisiese sino más bien porque ya no había de que reírse, así que me quedé en el suelo, observando las sombras que danzaban frenéticamente de un lado a otro, buscando desesperadamente alguna solución frente al cuerpo inerte de Chaewon. Bastardo... hasta muerto sigues causando problemas, pensé con un dejo de amargura mientras escuchaba el estrépito de las puertas abriéndose de golpe. Aunque los guardias habían llegado, su intervención era inútil; ya era demasiado tarde para ellos. Para todos nosotros en realidad.

A medida que los pasos apresurados se acercaban, mi mente divagaba, desconectada del caos que se desarrollaba a mi alrededor. Me merecía este anhelado descanso.

—¿M~Mina?

Oír la voz angustiada y sorprendida de Momo fue una grata sorpresa, no lo voy a negar, aunque ni siquiera hice el intento de tratar de girarme, mucho menos de entablar un tema de conversación. Lamentablemente para ella no tenía las fuerzas suficientes como para malgastar mi poco aliento en tratar de preguntar la razón por la cual estaba aquí. Francamente me podía hacer una idea de su motivo.

—L~Lo siento... he tardado más de la cuenta—la oí susurrar mientras que sus frías manos tocaban mi rostro—t~te pondrás bien... te pondrás bien te lo juro—y seguía hablando, en realidad no se callaba, yo solo quería que se callase, ¿Por qué no se callan? —estaba buscando a Jihyo—confesó posiblemente en un desesperado intento por explicar su tardanza. Lo siento, eso es mi culpa, pensé siendo consciente que le había trasladado al Ducado junto a Chan.

No debería ser cruel, debería decirle la verdad.

—D~Duc... ¡Cough! J~Jihy... D~Duca... ¡Buagh! —y traté de decirlo, juro por Dios que lo traté, pero la sangre que expulsaba de mi garganta simplemente no me dejaba expresarme con libertad.

—N~No hables... maldición, no hables—suplicó presa del pánico—vas a estar bien, yo como Reina haré que estes bien.

¿De que estupidez estás hablando ahora? Sus manos dejaron de tocar mi rostro, así que asumí que se había alejado de mí.

—Vengo a exigir mi legítimo derecho al Trono—comentó, quizás que tipo de expresión realizaron los caballeros ante esa repentina confesión—no se atrevan a ir en contra de mi voluntad, aquí tengo los restos del ultimo príncipe—agregó mientras que yo escuchaba el viscoso sonido de algo cayendo lejos de mi—el Ducado del Sur está a favor de mi coronación, así que obedezcan o mueran.

Me hubiera encantado tener la oportunidad de verla desempeñarse como la heredera que siempre debió ser. Imaginaba cómo sería observarla asumiendo su papel con la majestuosidad que le correspondía, tomando el lugar que le había sido destinado como nueva reina de este Imperio. La visión de su coronación, de su ascenso al trono, habría sido un espectáculo digno de presenciar. Sobre todo, habría disfrutado ver el pánico reflejado en los ojos de aquellos que se habían creído superiores, aquellos bastardos que se habían hecho con el poder de la nobleza sin merecerlo. No obstante, esa visión se me escapaba, ya que el tiempo se me estaba agotando de manera alarmante.

El sonido del metal chocando con el suelo me trajo de vuelta a la realidad. Las armaduras resonaban con un estruendo incesante en el lugar antes tranquilo. Los cascos y las placas de acero caían al suelo, haciendo eco en cada rincón, llenando el espacio con un retumbar casi insoportable.

—¡Juramos lealtad a la nueva Reina! —exclamaron los tres caballeros que aún se mantenían en pie, su voz resonando con una mezcla de desesperación y determinación.

Me habría gustado poder hacer lo mismo. Pero en el estado en el que me encontraba, apenas podía mantenerme consciente.

—¡Traigan las pociones! ¡Si la Duquesa mueren ustedes morirán con ella! —Momo exclamó en alto mientras que yo podía sentir sus manos agarrando mi torso—Mierda... Mina, ¿De donde viene toda esta sangre? —preguntó, su voz temblorosa y desesperada por una respuesta. Aunque podía ver el estado deplorable de mi armadura, claramente no se atrevía a quitármela para observar el daño en su totalidad—e~estarás bien—repitió, no sé si para consolarme o consolarse a sí misma—te estabilizaré e iremos directamente al Ducado.

Lo dudaba.

—... No hay pociones—dijo uno de los desconocidos, su voz rompiendo el silencio opresivo que había llenado la sala.

—¿Qué? ¿Cómo el palacio no tendrá posiciones? ¡Mierda! ¡Busquen a un Santo! ¡Tráiganme a la iglesia si es necesaria! —Momo gritó, su voz cargada de desesperación. El pánico estaba claramente apoderándose de ella.

—Los santos que estaban en el palacio fueron asesinados... por usted—su voz se me hacía conocida, pero no sabía de donde, ni por qué.

—Pergamino, tráiganme un pergamino—Momo cambió de parecer.

—Morirá si es traslada en ese estado—otra voz resonó por detrás. Estoy casi segura de que lo oía llorar.

—¡Morirá de cualquier forma! —Momo bramó presa del terror.

Está perdiendo la cabeza. No debería hacer eso.

—Él posee magia curativa—alguien se atrevió a alzar la voz lejos de mi cuerpo.

—¡Tráiganlo de inmediato! —Momo ordenó sonando tan extraña que ni siquiera podía imaginarme que tipo de expresión estaba realizando.

—... S~Su Majestad... y~yo solo puedo curar heridas menores—el muchacho murmuró preso del pánico.

Niño tonto... eso no será un impedimento para ella, pensé escuchando el disturbio que había en la habitación. Tal parece que ni siquiera Momo se molestó en responder, ya que de repente sentí como alguien caía a mi lado para posterior presionar sus manos en mi cuerpo. No podía sentir sus manos, en realidad, no podía sentir casi nada, pero asumí que él estaba haciendo algo.

¿Por qué se esfuerzan tanto?, me pregunté mientras que oía a alguien llorar, yo no he sido buena con nadie, y trataba de comprender la situación, pero no había forma de que mi cabeza pudiese entender el por qué.

—N~No puedo hacer más—y el mismo chico que anteriormente había dicho que curaba pequeñas lesiones, ahora lloraba sin parar.

—Mierda... mierda... mierda—Momo sonaba desesperada—vamos Mina sobrevive, por lo que más quieras sobrevive—suplicó nuevamente cerca de mí.

—Ha caballo—alguien se animó a opinar tras el caos que había a su alrededor—podemos amarrarla a un caballo y trasladarla en montura—aunque la idea parecía una mezcla de sensatez y desesperación, no pude evitar pensar que era absurda. La imagen de ser arrastrada a través del campo, sujetada a una montura en mi estado actual, no era para nada reconfortante, más bien, era patético y humillante—...Si no puede recibir tratamiento, ni usar el pergamino de trasladación, llevarla a caballo es la mejor opción, ¿No? —cuestionó sonando completamente serio.

Sería lo mejor si no estuviese en el estado en que estaba. Sinceramente dudaba estar viva en el momento en que me subieran al animal.

—Jackson... traslada a la Duquesa en el caballo...—Momo decidió alzar la voz. Ah... así que era Jackson, ni siquiera recordaba que siguiese con vida—yo ordenaré todo este desastre... asegúrate de mantenerla con vida—suplicó casi sin aliento.

Eso fue lo último que recuerdo con claridad; fue la última frase que escuché mientras aún estaba plenamente consciente. Después de eso, los eventos se volvieron una amalgama confusa y lenta que no podría explicar aun si lo intentaba. Cada instante parecía alargarse eternamente, hice mi mejor esfuerzo por permanecer despierta, aunque el dolor y el daño en mi cuerpo hacían que fuera casi imposible. El viaje en caballo no ayudaba en absoluto. El animal galopaba a toda velocidad, cada zancada que daba sacudía mis órganos y mi cabeza con una violencia constante. El ritmo frenético del trote, combinado con el dolor punzante en cada movimiento, probablemente fue lo que me llevó a perder el conocimiento en primer lugar. Aunque claro seguía siendo un completo milagro el que aun estuviese con vida; cualquier otro guerrero en mi situación probablemente ya habría cruzado al más allá, si es que tal lugar existía.

Me preguntaba si mi propia arrogancia era la que me mantenía aferrada a la vida, o si era la culpa de haber dejado a mi familia atrás lo que me obligaba a seguir luchando, a pesar de que en mi interior deseaba rendirme y descansar para siempre.

—¿Duquesa...? —Oí una voz que parecía venir de una distancia interminable, difusa y vacilante— ¡La Duquesa se ha caído! ¡Levántela! ¡Llévenla al interior del Ducado!

El alboroto a mi alrededor crecía en intensidad, pero todo parecía lejano, como si estuviera sumida en un sueño nebuloso. Oh, ¿Acaso me había caído del caballo? Me parecía una situación tan patética que no podía creerlo.

—¡No me toquen! ¡No se atrevan a tocarme! ¡Es mi esposa! ¡Es mi mujer! —La voz de Nayeon, apagada y temblorosa, resonaba a lo lejos, ahogada por el caos que me rodeaba—¡Mina! ¡Maldición Mina! ¡Tu lo prometiste! ¡Dijiste que estarías bien! ¡Mina! —y se escuchaba desesperada, podía sentir sus suaves y temblorosas manos tocándome mientras que algo húmedo caía sobre mi rostro—¡Mina! ¡Te odiare! ¡Te juro que te odiare! ¡No puedo repetirlo! ¡No puedo volver a pasar por esto! ¡No de nuevo! ¡No quiero esa pesadilla de nuevo! ¡Por favor! ¡Por favor! —Mi corazón se rompía al escuchar su desesperación, pero la sensación era casi abstracta, como si mi propio dolor estuviera enterrado en una niebla opaca.

—¡Duquesa, por favor, aléjese! ¡Priorice su salud y la del bebé! —Las voces a mi alrededor se mezclaban con la voz rota de mi esposa, suplicando que ella regresara a la habitación— ¡Le pedimos, regrese a descansar!

Ellos realmente querían que se apartara, que se cuidara. La preocupación por ella y el bebé era evidente, pero la angustia en su voz no se calmaba.

—¡No te vayas! ¡Por favor no me dejes! ¡Seungwoo y nuestro bebé no lo entenderán! ¡Son pequeños no lo entenderán! —exclamaba en alto, con su voz desgarrada— ¡Yo no lo entenderé! ¡Así que no te vayas! ¡No nos dejes! —suplicaba aferrándose a mi cuerpo mientras que sus palabras se volvían cada vez más incoherentes, chocando entre sí en un torbellino de emociones—¡Mina! ¡Mina! ¡Esperen! ¡Por favor esperen! —el dolor en su voz era tan profundo que casi podía sentirlo atravesándome—¡Aun me faltan cosas por decirle! ¡Solo esperen un poco más!

Sus palabras comenzaron a desvanecerse, y ya no podía sentir el calor de su presencia. La realidad se estaba desdibujando, y con ella, el dolor y el miedo se volvían cada vez más lejano. Ya no sentía nada, como si todo el mundo se hubiera desvanecido, llevándose consigo la última chispa de mi percepción.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro