Nayeon... Nayeon...
Pov: Myoui Mina.
Las palabras de Jihyo resonaban en mi mente con una vaga lejanía, como si provinieran de un lugar inalcanzable, más allá de la fina línea que separa la realidad de lo imaginario. La sentía tan distante, tan fuera de mi alcance, que incluso llegué a dudar si realmente estaba a mi lado en el momento en que decidió utilizar mis celos como fuente vital. No puedo negar que fue un movimiento astuto, uno que logró lo que parecía imposible: sacarme de la cama donde mi cuerpo yacía atrapado entre el dolor y la resignación. Con un grito sofocado, me giré en el colchón, sintiendo cómo las heridas que marcaban mi piel tironeaban dolorosamente contra las telas sucias y endurecidas. Mi cuerpo, débil y maltratado, imploraba por un merecido descanso, pero ¿Cómo podría permitirme permanecer inmóvil cuando sabía que mi esposa estaba sufriendo en soledad? Fue mi culpa que ella hubiese quedado embarazada, si yo no hubiese nacido de esta manera ella no tendría porque sufrir, así que tenía que cumplirle.
Sin importar qué, yo tenía que cumplirle, debía por lo menos una vez en la vida, cumplir con mi promesa.
A pesar del pronóstico desfavorable, conseguí sentarme en el colchón sintiendo el hedor de la sangre filtrándose por mis fosas nasales. Mis músculos protestaron, pero me obligué a mantenerme en esa posición por un par de segundos más, en un intento por lograr que mi único ojo sano se adaptara a la escasa luz que se filtraba por la habitación. Todo parecía envuelto en sombras, como si el tiempo mismo hubiera perdido su curso. ¿Qué hora es? ¿Qué día es? Esas preguntas se desvanecían en la neblina de mi mente, carentes de importancia. Incluso no podía estar completamente segura de sí las palabras de Jihyo habían sido reales, o si su visita había sido solo una alucinación más, un espejismo creado por mi mente agotada. Pero eso no importaba; lo que importaba era que tenía que levantarme, aunque solo fuera para calmar mis sospechas, para asegurarme de que no estaba sucumbiendo a esa aterradora locura.
Me cuestioné la razón por la cual no me estaba recuperando, a pesar de que no poseía maná curativo, sabía que mi núcleo podía ayudar a mejorar mis heridas, pero no estaba pasando, en realidad creo que estoy igual o peor a como estaba el día en que fui herida. Con calma presioné mi palma contra la parte baja de mis costillas, justo en medio de mi estómago, por encima de donde debería estar mi ombligo, sintiendo como mi núcleo prácticamente ya no existía, así que este es el motivo por el que no me estoy recuperando, pensé tratando de comprender en qué momento lo había destruido. Va, que más da, pensé siendo consciente que no debería perder mi tiempo buscando respuestas que no obtendría porque mi mente no estaba en condiciones como para tomarse la molestia en rebuscar entre los tantos recuerdos que poseía.
Con un silencio que parecía envolverlo todo, me obligué a levantarme, sintiendo de inmediato el peso inesperado y opresivo de mi propio cuerpo. ¿Huh?, me sorprendí al notar que nunca antes había sido tan consciente de todo lo que mis rodillas habían soportado a lo largo de mi vida. Debería ser más amable con ellas, pensé con un humor sombrío, mientras me dirigía lentamente hacia la silla. Con movimientos deliberados, tomé la camiseta negra que descansaba sobre el respaldo de esta, ni siquiera me molesté en verla, como pude me las arreglé para deslizarla por encima de mi cuerpo sintiendo mis hombros y costillas chillar ante el dolor producido por mis repentinos movimientos. Vestida, aunque muy lejos de estar presentable, decidí que no podía permanecer en esa habitación por más tiempo, así que caminé hacia la salida.
La realidad golpeó mi ego con tanta violencia que pude sentir las orejas calientes al notar como mi mano instintivamente se iba hacia la pared tratando de sostener mi propio cuerpo para así evitar el perder el equilibrio, nunca en mi vida creí que tendría la necesidad de apoyarme, como si fuese un pobre desvalido, pero si realmente quería llegar donde mi esposa, por lo menos utilizando mis dos pies, tendría que hacer uso de todo lo que estuviese a mi disposición. Mi único ojo sano apenas podía enfocar las sombras que me rodeaban, lo que hacía que el camino fuera aún más incierto. Las velas, colocadas estratégicamente en el pasillo para guiar el camino, apenas lograban cumplir su propósito, dejando que la penumbra se tragara el poco ánimo que me quedaba.
Sinceramente, ni siquiera tuve que pensar hacia donde debía comenzar a buscar cuando el desgarrador grito de mi esposa resonó en el desolado pasillo, Nayeon... pensé sintiendo la violencia con la que mi garganta se había cerrado ante la angustia que me generó el simple hecho de pensar que ella lo estaba pasando mal.
Nayeon, Nayeon, Nayeon... y mi mente solo se resumía en su nombre. Cada paso que daba se sentía torpe, descoordinado, como si mi cuerpo ya no respondiera a mis órdenes. Apoyé mi hombro contra la fría pared, buscando algún tipo de soporte que me mantuviera en pie. Mis piernas temblaban, y el brazo que normalmente habría sido mi punto de apoyo, ahora colgaba inerte a un costado de mi cuerpo, como un peso muerto, Nayeon... debo llegar donde Nayeon, y mi cabeza daba vuelta mientras que el sudor comenzaba a apoderarse de mi piel. Sentía como si estuviese caminando directamente hacia el infierno. Nayeon, Nayeon, continué caminando, utilizando su nombre como un mantra para no dejarme caer. Podía escuchar mi propia respiración agitada, aunque los gritos de mi esposa comenzaron a sobreponerse a todo, un sonido desgarrador que perforaba la neblina de mi mente. No podía soportar escucharla en ese estado, sin embargo, no podía dejar de oírla. Me sentía impotente, como si estuviera siendo arrastrada por una corriente de la que no podía escapar.
No esperaba que el recuerdo de Jooheon apareciera en ese momento, pero apareció de golpe, como un puñetazo directo en la boca de mi estómago, aquellos que te dejan sin aliento. Ese idiota estaba más preocupado por como estaría su esposa que por él mismo, pensé sintiendo las lágrimas resbalar por el único ojo que me ayuda a observar el camino, él no le temía a la muerte... él temía que ella lo odiara, y ahora recién podía entenderlo, por fin podía comprender el por qué había pensado en ella. Él la amaba, al igual como yo amaba a mi mujer.
Mis piernas, ya incapaces de sostenerme, cedieron ante el peso de mi propio cuerpo así que me desplomé sin resistencia. El suelo se convirtió en mi única compañía, fría y dura, pero no tuve siquiera la fuerza para interponer mis manos. Fue mi torso el que absorbió el impacto, golpeando con un dolor sordo que se extendió como un incendio por todo mi ser. Allí permanecí, tendida con mi hombro y cabeza apoyada sobre el suelo como una marioneta con los hilos cortados. No era por elección, no era un deseo de rendición, sino la realidad implacable de la derrota física y emocional. Mis músculos, agotados y temblorosos, se negaban a responder a las súplicas de mi mente, que imploraba levantarme, así que no tuve más opción que permitir que las lágrimas comenzaran a brotar, fluyendo en un torrente que parecía no tener fin, lloré como un niño lloraría al perder algo valioso, lloré hasta que sentía mis heridas reabriéndose ante la fuerza con la que mi pecho subía y bajaba.
No tenía consuelo. Miento. No quería consuelo.
Llevé una de mis temblorosas manos hacia mi rostro, sintiendo cómo la suavidad de las telas ocultaba la mitad de mis facciones, por un segundo deseé darme por vencida, pero solo bastó con escuchar el grito desgarrador de Nayeon retumbando en el desolado pasillo, para cambiar de idea. Levántate, me ordené a mí misma, tratando de aferrarme a las pocas fuerzas que aún quedaban en mi cuerpo. Pero cada intento de moverme se encontraba con la resistencia de la humedad que impregnaba las baldosas, haciendo que mi piel resbalara y dificultara cualquier esfuerzo por ponerme de pie. Levántate, repetí con más insistencia. Y como pude logré presionar mi mano contra la cerámica, volteando el resto de mi cuerpo para si poder presionar mi otra palma. Sentí cómo la humedad se mezclaba con el calor de mi sangre, una sensación tan vívida que casi podía ver el rojo oscuro manchando las baldosas a pesar de mi visión borrosa. ¡Levántate!, y con dureza me obligué a impulsarme hacia arriba, ni siquiera sé como logré colocarme de pie, pero ahí estaba, apoyándome nuevamente en la pared para continuar con mi camino.
No vuelvas a caer, no te atrevas.
Nuevamente emprendí camino hacia la habitación de mi esposa sintiendo los gritos cada vez más cerca.
A pesar de que en mi mente siempre estuvo la intención de entrar de golpe en la habitación tal parece que mis piernas no estuvieron de acuerdo con ese plan ya que bruscamente se detuvieron tras notar una pequeña figura sentada a un costado de la enorme puerta de madera, ni siquiera tuve que molestarme en cuestionar de quién se podría tratar aun cuando ni siquiera podía verlo bien- muy en el fondo sabía quién era-. Seungwoo... pensé con mi atención fija en la manera en que se había acurrucado aun lado de la entrada con sus pequeñas manos envueltas sobre sus orejas mientras que su frente se hundía dolorosamente sobre sus rodillas como si estuviese tratando de castigarse. Mis pestañas se aletearon tras oír el lamentable sonido que desprendía su garganta: sollozaba en alto, como si tratase de opacar el doloroso sonido que Nayeon desprendía a cada pocos minutos.
Mocoso... pensé al mismo tiempo en que comenzaba a caminar-arrastrarme- hacia su dirección.
Yo no pude hablar, no porque no quisiese, sino porque sentía que si lo hacía perdería las fuerzas para seguir luchando.
Tal parece que se percató de mi presencia ya que rápidamente pude notar como él bruscamente alzaba su pequeño mentón permitiendo de esa manera que yo pudiese observar a través de la amplia oscuridad el intenso color de sus mejillas sonrojadas. Él me observó con genuina sorpresa, parecía no creer lo que claramente estaba frente a él, aunque aquel sentimiento no perduró por demasiado tiempo ya que bruscamente se inclinó agarrando desesperadamente de mi sucio pantalón.
—... M~Madre... Madre...—susurró como si estuviese viendo un fantasma—madre... madre... —y lloraba repitiendo mi llamado—p~por favor... p~por favor haz que no siga sufriendo... se lo imploro—suplicó mientras que yo veía como los mocos se mezclaban con su llanto.
Se veía aún más pequeño que de costumbre.
A pesar de que no debía arrodillarme, mis piernas de todas formas cedieron permitiendo estar a la misma altura que él. En silencio observé la manera en que su mentón comenzó lentamente a sacudirse advirtiendo que prontamente volvería a llorar, espera... pensé mientras que movía torpemente mis manos hacia su rostro. Solo bastó con tocar sus mejillas para romperlo, con fuerza comenzó a llorar, las lágrimas resbalaban violentamente por sus mejillas junto con el lamentable sonido de su dolor, ¿Cuánto tiempo estuviste aguantándolo?, me pregunté al mismo tiempo en que presionaba mis pulgares por debajo de sus pestañas tratando inútilmente de poder calmarlo. La impotencia de comprender que era incapaz de poder detener su llanto me obligó a deslizar mi palma agarrando toscamente su pequeña nuca para así tirar sin ningún tipo de dificultad su cuerpo contra mi pecho. No pude sentir el calor que desprendía su anatomía, pero no quise pensar mucho en ello.
Con los labios apretados hundía mis dedos sobre revoltosa y suave melena, ha pasado demasiado tiempo, pensé tras percatarme de cómo había cambiado. Lo acaricié unos segundos más, para luego simplemente soltarlo. Él rápidamente se restregó sus pequeñas manos contra sus mejillas, parecía que había recuperado la compostura ya que enderezó sus hombros.
—... Estas viva...—confirmó lo evidente, así que yo solo le sonreí con suavidad. Se quedó quieto, como si no pudiese creer que yo hubiese hecho eso—pero sangras—susurró genuinamente asustado. Tuve que agachar mi mirada para notar como mi camiseta se había adherido a mi torso, vaya... lo esperaba, pero aun así me sorprendo—madre—me obligó a tener que volver a mirarlo—¿Estas bien?
Se atrevió a preguntar aun cuando ya conocía la respuesta. No tuve el valor de responder, así que decidí presionar mi mano contra la pared, utilizando el concreto para darme estabilidad. A duras penas logré colocarme de pie, sinceramente, no sé si tendré la fuerza para volver a pararme si es que llegaba nuevamente a derrumbarme, así que esperaba por lo menos llegar a la cama de mi esposa.
—N~No mires— pedí mientras que abría la puerta escuchando como los gritos se hacían aún más fuerte.
Me paralicé en mi sitio con mi mano aferrándose a la madera para sostener mi cuerpo y así evitar que Seungwoo viese lo que realmente estaba pasando. Me quedé en silencio viendo atentamente la manera en que Jihyo estaba sosteniendo el cuerpo de mi esposa mientras que ésta empapada en sudor y sangre trataba de hacer lo que la mujer entre sus piernas le indicaba que hiciese, ¿Qué es esto?, me cuestioné viendo a duras penas como Jackson corría hacia la cama dejando un cuenco de agua al lado de la mujer que ya hacía escondida entre las sábanas empapadas en sangre que estaba sobre el colchón, ¿Por qué hay tanta sangre?, me cuestioné notando como nadie parecía estar realmente prestándome atención, ¿Dónde está el resto de caballeros?, y traté de pensar en otra cosa fingiendo que mi esposa no estaba luchando por expulsar lo que sea que tenía en su interior.
—¡Mina! —Jihyo bramó tras notar mi presencia como si verme lo odiase, aunque rápidamente cambió de expresión como si hubiese recordado algo—¿Qué haces aquí? —y sonaba genuinamente sorprendida, pero mis ojos solo se posaron en Jeongin quién estaba arrodillado aun lado de mi mujer con su mano tocando su bonito cabello castaño.
Que descarado, pensé con toda la intención de querer golpearlo, pero a quién iba a engañar, yo no tenía siquiera la fuerza suficiente como para poder decir algo en voz alta. Rápidamente el grito ensordecedor de Nayeon me hizo volver a mis sentidos, bruscamente giré mi rostro mirando directamente a mi esposa notando como ella se erguía agarrando violentamente de las telas de las sábanas mientras que su rostro que en un principio siempre había sido blanco ahora estaba completamente enrojecido ante el esfuerzo sobrehumano que estaba realizando. Ni siquiera tuve que esperar a ser nuevamente llamada cuando mi cuerpo por mera inercia había comenzado a moverse hacia su dirección, no pude evitar el tropezar a medio camino, pero logré mantener el equilibrio, Nayeon... Nayeon, pensé nuevamente en ella mientras que obligaba a mi ojo bueno mantener su atención sobre ella, Nayeon... Nayeon, y al llegar no dudé en agarrar el hombro de Jeongin utilizándolo como medio de apoyo. Este me miró, pero no sé que tipo de expresión tenía mi rostro que impulsivamente se alejó de mi esposa colocándose de pie para darnos nuestro espacio, Nayeon..., y yo solo la miraba ella notando como las lágrimas resbalaban por el costado de sus bonitos ojos, Nayeon... oh... Nayeon, repetí dejando que mis rodillas colisionaran con fuerza contra el suelo.
Nayeon, Nayeon, siempre estaba llena de ti.
—... Haz tu trabajo—oí la voz de Jihyo a un costado de la cama al parecer le hablaba a la mujer que se estaba encargando de la labor de parto, pero yo solo veía a mi esposa.
Ella visiblemente agotada no dudó en girar su rostro viéndome con esos bonitas orbes verde agua completamente cristalizadas ante las lágrimas que rodaban sin parar.
—¿M~Mina? —ella preguntó mientras que yo solo trataba de inclinarme para poder afirmarme del colchón. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no desmayarme—¿P~Por qué? —cuestionó con un hilo de voz.
No dudó en aflojar el agarre que tenía sobre las sábanas para poder sostener suavemente de mi palma como si estuviese tratando de reconfortarme aun cuando evidentemente quién lo necesitaba más era ella.
Eres muy amable Nayeon... Nayeon... Nayeon, cuanto te amo, Nayeon.
—... Estas helada—comentó al mismo tiempo en que fruncía sus cejas tratando de contener su propio dolor—debes entrar en calor—y parecía querer buscar una solución, como si su propio dolor no fuese realmente gran cosa—ha...—jadeó al mismo tiempo en que cerraba sus ojos.
Me mantuve en silencio con mi atención fija en la manera en que las venas de su cuello comenzaban a sobresalir ante el esfuerzo que estaba realizando.
—¿S~Seungwoo está bien? —susurró cuando su atención volvió a estar sobre mi rostro.
No lo puedo creer... aun con todo el dolor, ¿Sigues preocupada por el mocoso?
—Se asustó mucho cuando me vio adolorida—admitió mientras que apretaba sus dientes y fruncía el ceño—ha...—jadeó casi sin aliento—l~lamento haberlo asustado.
Yo no podía responder, así que solo lloré llevándome mi mano contra su mejilla sintiendo mis heridas chillar ante el dolor. Hice mi mejor esfuerzo por no pensar en el hecho de que no estaba sintiendo el calor de sus sonrojadas mejillas aun cuando mis yemas y palma estaban presionadas sobre sus bonitas facciones.
—N~No puedo más...—confesó en un desgarrador sollozo mientras que sacudía su cabeza en negación. Mi corazón se estrujó tras notar la manera en que inclinaba su cabeza para poder sentir mis dedos sobre su mejilla buscando desesperadamente mi contacto—... d~duele... d~duele demasiado~...—continuó hablando con un hilo de voz para luego simplemente acallar todas sus quejas con un quejido ahogado.
Entreabrí los labios dispuesta en hablarle aun cuando sabía que podía morir.
—¡Puje Duquesa! ¡Por favor Puje! —la mujer que estaba perdida entre sus piernas le dio la orden provocando que Nayeon simplemente se encorvara hacia adelante gritando hasta más no poder.
Yo me mantuve en silencio observando toda la situación como si no fuese mi culpa que estuviese pasando por esto. Rápidamente mi piel se erizó tras oír el sonido de un líquido derramando contra el suelo, me negué por completo a mirar, traté inútilmente de hacerle creer a mi cerebro que el intenso aroma a sangre fresca no provenía de mi lastimada esposa, que probablemente venia de mi propias prendas, de mi propio cuerpo, pero escuchar lo agitada que estaba la partera mientras que la voz opacada de Jackson preguntando en que más podía ayudar me demostraba que realmente las cosas no estaban yendo de la mejor manera o por lo menos no como ellas lo habían tenido planeado. Me aterré, el miedo irracional de volverla a perder nuevamente hizo estragos sobre mi cuerpo así que posesivamente presioné mi mejilla sobre su mano tratando de contener mis propias emociones a la vez que veía la expresión que Jihyo había realizado al colocar sus manos sobre el vientre de Nayeon.
Creí que todo mejoraría cuando escuchase el primer llanto del niño, realmente pensé que todo acabaría en ese instante, pero el niño salió y sus llantos llenaron por completo la habitación.
Nadie parecía realmente alegre por eso, y yo no entendí el por qué.
—Duquesa sostenga a su hija—y su orden me sorprendió así que solo la miré notando como ella tenía sobre sus ensangrentadas manos un pequeño cuerpo manchado por los fluidos de su madre.
—E~Espera yo puedo hacerme cargo—como era de esperarse rápidamente Jackson trató de interferir, quizás preocupado de que yo pudiese aplastarla con mi cuerpo si es que perdía el conocimiento.
Ni siquiera reaccioné al respecto.
—M~Mina... es tu hija.
La voz de mi esposa llenó la comodidad en el ambiente así que instintivamente me alejé de ella levantando la mirada para ver como la mujer se agachaba tratando de entregarme al bebé. De forma instintiva acepté el pequeño cuerpo sobre mis temblorosas y amplias palmas, ¿Y si se rompe? ¿Y si la dejo caer?, me cuestioné preocupada de cometer un error. Con las palabras atascadas en mi garganta decidí agachar mi mirada notando su cuerpo empapado por la sangre ajena, ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, pero aun así decidí contraer mis antebrazos adhiriendo el torso ajeno contra mi propio pecho logrando de esa manera que la contraria dejase de llorar, se parece a Nayeon, pensé al mismo tiempo en que tomaba la pequeña tela empapada en sangre para comenzar a limpiarla, me alegro de que no hayas obtenido la maldición, continué ida en mis pensamientos con mi atención completamente enfocada en la manera en que la niña trataba de entreabrir sus párpados pero fallando tiernamente en el proceso, ¿Así se siente tener un hijo con el amor de tu vida?, me cuestioné absorta en la figura contraria.
—... ¡Duquesa puje! —y con esas crudas palabras volví a la realidad.
¿Qué?
De forma agresiva alcé mi mentón viendo atentamente la manera en que Jackson había traído unas nuevas compresas dejándolas en el interior del limpio cuenco. La partera misma que se encargó de entregarme a la niña no dudó en volver a esconderse entre las piernas de mi esposa tras notar que había un niño en camino, ¿Realmente viene otro?, me cuestioné sintiendo que algo malo estaba a punto de ocurrir, ¿Acaso se debe porque la niña no obtuvo la maldición?, me pregunté tratando de entender el por qué mi esposa había sido nuevamente castigada con el mismo proceso que vivió minutos atrás. Tragué saliva sintiendo la ansiedad acariciando maliciosamente mis hombros mientras que podía oír los gritos ensordecedores de Nayeon llenando la habitación, ¿Realmente no hay nada que yo pueda hacer?, me cuestioné mirando atentamente la manera en que ella agarraba violentamente de las sábanas inclinando su propio cuerpo para expulsar aquel engendro.
¿Acaso este es mi castigo?, ¿Pagaré mis pecados viéndola sufrir?
¿Huh? Pensé tras ver como Jackson sin siquiera avisar decidía arrebatarme a la niña para poder envolverla con unas mantas más gruesas. No está de más el aclarar que no volví a sostenerla.
Hice mi mejor esfuerzo por no pensar en el hecho de que mi esposa de un momento a otro había dejado de gritar, asustada la observé notando como ella visiblemente agotada decidía recostarse sobre el colchón con la capa de sudor cubriendo en gran medida sus bonitas facciones. Ni siquiera tuve el valor de estirar mis manos para tocarla, tan solo me mantuve en mi sitio con mis ojos fijos en la expresión que Jihyo había realizado: ella notó que algo iba mal.
El problema es que ella no estaba mirando precisamente a Nayeon.
—¿Mina?
Sabía que había dicho mi nombre, pero no podía escucharla. En realidad, hace mucho tiempo ya había dejado de oír lo que pasaba a mi alrededor.
—¿D~Duquesa? ¡Duquesa reaccioné! —uno de los guardias bramó agarrando bruscamente de mis hombros.
Yo me quedé en mi sitio sintiendo la sangre goteando de mis manos. No pude moverme, estaba congelada, paralizada en mi sitio. Porque mi cabeza no era capaz de comprender que yo me estaba viendo a mi misma.
Los segundos se sintieron eternos.
—¿Min...—y la voz de Nayeon se perdió en el aire en el instante que escuché al bebé llorar.
Mis oídos se taparon, en el interior de mi cabeza su llanto hacia ecos. Tuve que mirarlo aun cuando sabía que iba arrepentirme.
Mis peores pesadillas se hicieron realidad en el instante que noté ese intenso tono carbón que cubría su corto cabello empapado por la sangre de su madre, no puede ser... pensé sintiendo mis ojos arder tras comprender que Dios o quién sea que se encargaba de mover mi vida se había atrevido a joderme de esta manera. No dije nada, en realidad no fui capaz de alzar mi voz, mis labios se mantuvieron apretados, no podía hablar, no podía quejarme, ni siquiera podía respirar, sentía que cualquier movimiento en falso por mi parte me haría aceptar que esto realmente estaba ocurriendo.
—¡Mina reacciona!
Giré mi rostro viendo como Jihyo estaba presionando sus palmas sobre mi propio esternón. El sudor caía de su frente mientras que su castaño cabello se adherida a sus facciones.
¿Esto es una pesadilla?, me cuestioné con mi atención fija en la manera en que las lágrimas rodaban del desesperado rostro de la Santa, ¿Realmente me morí de una manera tan estúpida?, me pregunté mientras que desviaba mi atención hacia los pies de la cama tras oír el crujido de la puerta. Rápidamente pude notar como Jeongin había ingresado, su expresión me hizo tener sentimientos encontrados, parecía genuinamente angustiado mientras que sostenía el pequeño cuerpo de mi hija como si fuese lo más preciado que tuviese, ¿Por qué él está haciendo lo que yo debería hacer?, me cuestioné al mismo tiempo en que desviaba mi atención para ver como Jackson envolvía de forma cuidadosa el pequeño cuerpo del nuevo integrante de la familia.
Él también lloraba tan tristemente que parecía estar haciéndole competencia al niño que cargaba.
Yo me mantuve en mi puesto observando como Nayeon salía disparada de la cama aun cuando el interior de sus muslos seguía sangrando y se arrodillaba agarrando mi cabeza para poder presionarme contra su pecho. Lloraba y lloraba. Tan dolorosamente que desee poder estar viva para poder calmarla.
—Es un varón—la partera susurró rompiendo el silencio ensordecedor.
No... probablemente no lo era, pensé al mismo tiempo en que veía como Jihyo trataba de alejar mi cuerpo de Nayeon para poder llenar sus palmas de maná curativo, pero no parecía estar haciendo efecto.
La vi intentarlo un par de veces más, pero las cosas simplemente no parecían cambiar.
El final seguía siendo el mismo.
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