Madame Im
Pov: Myoui Mina.
A la mañana siguiente desperté como de costumbre; antes de que el sol me diera la bienvenida. En silencio tomé asiento en el borde del colchón con las sábanas enredadas alrededor de mis caderas, me moví lo justo y necesario llevando mi mano derecha hacia mi cabeza para quitar los desordenados mechones de cabello que obstruían mi visión. Rápidamente posé mis ojos en mis pies descalzos pensando seriamente el por qué me había tomado la molestía de sentarme. Estaba cansada, el cuerpo me pesaba y el sueño acariciaba maliciosamente mis hombros como el cariño de una madre, pero simplemente no podía dormir, en sí, después de que sacaba los pies de mi cama era prácticamente imposible para mi el tratar de conciliar nuevamente el sueño. No dije nada, con calma apoyé mis codos contra mis mulsos a la vez que me llevaba la misma mano que estuvo en mi cabeza hacia mis facciones. De forma perezosa me restregué las palmas sobre mi piel tratando desesperadamente de disipar mi sueño. De fondo era capaz de escuchar el suave murmullo de la lluvia, al parecer no tenía intenciones de parar o por lo menos no por esta semana. Sinceramente, era normal para mi que en el Norte las lluvias se intensificaran por semanas, por esta misma razón tuve que arreglármelas para crear canales antes de que el pueblo quedara inundado. Fue una tarea complicada que conllevó perder muchas horas de sueño, pero por lo menos había logrado tener a mi pueblo a salvo de inundaciones. Ha... puedo sentir el aroma de la tierra mojada, pensé mientras que enderezaba mis hombros. Me quedé en mi sitio observando la puerta frente a mi.
Mantuve mis pensamientos en blancos, realmente no había estado pensando en nada con mis ojos fijos en lo que tenía frente a mi, hasta que logré recordar a la muchacha que había estado de pie a las puerta de mi casa. No es posible, pensé a la vez que, con cierta brusquedad me colocaba de pie, alejando las sábanas de mi cuerpo, mientras que podía sentir el frío propio del Norte penetrando mi piel. Con cierta curiosidad arrastré mis pies en dirección de la ventana. Al llegar simplemente estiré mi mano deslizando suavemente la cortina para ver lo que tenía frente a mi. Rápidamente amplié mis párpados, sorprendida de lo que estaba observando.
Bien... debía darle un punto por su determinación, ya que sabía que nadie se tomaría realmente la molestia en estar por más de doce horas de pie, esperando en ser recibida por mi parte, mucho menos para hablar precisamente conmigo, así que la chica tenía valor, un extraño valor que en verdad, no sabría explicar de donde venía. Durante unos segundos no me moví, en silencio mantuve toda mi atención en la muchacha notando como a pesar de que estaba completamente empapada, aun así no parecía querer darse por vencida. No iba a negar el hecho de que estaba sorprendida, era la primera vez que veía a alguien tratando con tantas fuerzas el llamar mi atención. Es extraña, pensé mientras que notaba como uno de los guardias se le acercaba diciéndole algo, para luego notar cómo ella sacudía su cabeza en negación. Obviamente, desde esta distancia es imposible para mi el poder oír la conversación entre ellos dos, pero asumiré que él le estaba aconsejando que regresara a su casa. No se va a devolver luego de estar esperando por tanto tiempo, pensé sabiendo que no valdría la pena el hacerlo ante el tiempo que ya había invertido. Mi cuerpo se tensó en el momento que noté a Chan saliendo desde la entrada con un paraguas entre sus manos. ¿Es estúpido? la chica ya está empapada, pensé recordando con irritación como él también habia hecho lo mismo conmigo el día que me conoció. Un tonto paraguas no arreglará las cosas, pensé a la vez que notaba como él la guiaba hacia el interior de mi hogar sin estar muy preocupado por las consecuencias que pudiesen tener sus actos. Tsk... simplemente es una chica tonta, la espantaré rápido, pensé alejándome de la ventana para ir hacia mi armario.
Si debo ser sincera, no tengo ni la menor idea si esta chica en sí era estúpida por naturaleza o realmente tenía demasiadas ganas de verme como para tomarse la molestia de pasar por esa fría lluvia. Francamente, esperaba que solo se tratase de una niña tonta que no había escuchado los rumores de mi persona, quería creer que solo tenía la idea equivocada de mi, para poder espantarla sin mayor esfuerzo. Suspiré llevando nuevamente una de mis manos hacia mi cabello, para luego, de forma tranquila comenzar a desnudarme notando el bulto entre mis piernas. Maldición, pensé mientras que agarraba mis cosas huyendo hacia el baño en un desesperado intento por que nadie notara lo que me estaba ocurriendo. Siempre me ocurría esto por las mañanas y no tenía ni la más menor idea de que tenía que hacer para dejar de sufrir estas incomodas y dolorosas situaciones. Avergonzada ingresé lo más rápido que pude en el interior del baño sintiendo mi entrepierna palpitar. Suficiente, tienes que calmarte, pedí llevando mi mano contra esa zona mientras que caminaba hacia la bañera. Ni siquiera me esperé a que se llenara, de un solo movimiento me introduje en ella sintiendo el frío golpeando mi piel expuesta. Vamos... solo relájate, pedí cerrando mis párpados mientras que sentía mi entrepierna aún palpitante. Como de costumbre, solo tuve que estar un par de minutos bajo el agua para poder calmar el desastre que tenía entre mis piernas. Al asegurarme de que todo estuviese bien, no pude evitar el suspirar de alivio a la vez que dejaba mi cabeza recostada contra el borde de la bañera, con los talones presionando contra el borde del otro extremo. La bañera no era la suficientemente grande como para cubrir por completo mi cuerpo, así que solo alcanzaba para sumergir desde mis rodillas hasta los hombros.
A pesar de que, en sí, esta situación era incomoda y vergonzosa para mi, por lo menos había disminuido significativamente a comparación de como era cuando estaba en plena adolescencia, en esos momentos, realmente odiaba el hecho de que reaccionara al mínimo estimulo. Llegó un punto en que no salía de mi habitación por el simple temor que me causaba el pensar que podría reaccionar en los momentos menos oportunos. Padre tampoco me aclaró el por qué había nacido con esto, tardé años en saber que se trataba de un maldición puesta en la familia Myoui, en sí, todos los que poseían la sangre Myoui tendrían la maldición, pero al parecer, solo eran afectados los primeros hijos, como si la persona que hubiese puesto esta maldición solo sintiera un odio casi irracional por el primer hijo. Francamente, no tenía sentido para mi, pero a pesar de que busqué información en la biblioteca del Ducado, con la esperanza de poder encontrar algo más, no había respuesta para las dudas que tenía alojada en el interior de mi cabeza, así que al final, simplemente decidí vivir fingiendo que no tenía esto, porque eso era mucho más llevadero que el pensar en las preguntas que claramente jamás serían respondidas.
Solo cuando estuve completamente segura de que el problema no volvería a presentarse, tomé la decisión de salir de la bañera estirando una de mis manos para tomar la toalla. Con calma me sequé el cuerpo notando por el rabillo de mi ojos izquierdo la ropa que había llevado conmigo. Al estar completamente seca, me comencé a vestir agarrando primero mi ropa interior, la cual estaba haciendo juego con la parte de arriba, para luego continuar con el resto de prendas que estaban a mi alcance. Cuando estuve lista me acerqué al espejo que estaba a un par de pasos de distancia desde mi posición inicial, logrando ver fácilmente mi reflejo. Si debo ser sincera al respecto, me tomó alrededor de cinco años el poder volver a colocar los espejos en el Ducado. Tras la muerte de mi padre, no fui capaz de ver mi propio reflejo sin sentir los brutales recuerdos lo que había ocurrido aquella fatídica tarde, azotando una y otra vez mi cabeza. Llegó al punto de que me estaba volviendo loca, así que antes de que hubiese pensado seriamente en acabar con mi vida, decidí simplemente quitar todos los espejos en el Ducado.
No dije nada, solo me quedé ahí, observando mi corto cabello negro que caía hasta el comienzo de mis hombros. Pude notar como la humedad ondulaba mi cabello, así que me veía más pequeña de la edad que realmente tenía. Antes de que el Duque del Sur hubiese tenido la tonta intención de tomar mis tierras, la gente del pueblo no creía en mi, pensaban que, como poseía un rostro joven, era una niña inmadura, y no es que no tuvieran razón al respecto, ya que si que era una niña pequeña, pero jamás fui inmadura, y probablemente esa era la única razón del por qué aun no acababa con mi existencia. Volví a suspirar llevando mis dedos contra la punta de mi cabello. Después de la guerra jamás había intentando tener mi cabello largo, a veces, días como estos llegaba a extrañar la larga melena que tuve, pero sabía que, en mi situación actual, donde no sabía cuando se necesitaría de mi presencia para subyugar a las bestias, no era conveniente tener el cabello largo.
Salí de la habitación luego de asegurarme de que todo estuviese en su lugar. Sin muchas complicaciones comencé a caminar hacia el salón principal sabiendo perfectamente que Chan había llevado a mi nueva invitada hacia aquel lugar. Como era de esperarse, antes de que yo tuviese que tomarme la molestia de ingresar, ya tenía a un sirviente haciéndolo por mi. Lo miré sin decir nada, notando como él me hacía una suave reverencia para luego simplemente avisar a las personas que ya estaba en el lugar. Al entrar en el lugar lo primero que pude notar fue aquella larga cabellera castaña que caía suavemente por unos delicados hombros que me daban la espalda como si no temiera que yo la apuñalara. Ante el sonido de mis pasos la desconocida se giró mientras que el sirviente cerraba la puerta detrás de mi. Por un segundo, solo por un segundo no pude evitar el quedarme quieta notando aquellos penetrantes ojos verde agua posándose en mi serio rostro.
Pude notar fácilmente la sorpresa en sus facciones junto a la forma en que sus manos no dejaban de temblar. Ni siquiera me tomé la molestia de molestarme, estaba acostumbrada a ver este tipo de reacción, si hasta con los mismos nobles que se suponían que estaban a mi favor, temblaban de pánico cada vez que posaba mis ojos en ellos, así que notar su reacción no fue particularmente una sorpresa para mi.
—Chan—le llamé desviando mi mirada hacia el mencionado, notando lo incómodo que él se veía. Velozmente el chico se me acercó haciendo una suave reverencia mientras que mis ojos volvían a enfocarse en la invitada logrando percatarme del hecho de que no tenía aquel mojado vestido que había notado hace una hora atrás. No pude evitar el sorprenderme al reconocer la prenda como uno de los incontables vestidos que mi difunta madre había dejado ante su muerte. De forma impulsiva apreté mis puños sintiendo las venas de mi cuello a punto de explotar—... déjanos a solas—ordené sabiendo que sería estúpido de mi parte el molestarme frente a la chica, cuando la culpa era claramente de Chan por permitir que usara algo que yo había dejado estrictamente prohibido de tocar.
—...—el chico se quedó en silencio. Ante su acción no dudé en volver a centrarme en él, sin siquiera tomarme la molestia de responder el saludo de la desconocida—sí, Gran Duquesa—aceptó mi orden al notar como le había visto.
Rápidamente y sin esperar a que yo dijera algo más, él decidió abandonar la habitación sin antes darle un veloz vistazo a nuestra invitada, como si se estuviese asegurando de que realmente estaría bien a mi cuidado. Sinceramente, ni siquiera me tomé la molestia de ofenderme al notar lo preocupado que estaba por la muchacha, sabía perfectamente el por qué se estaba comportando de esa manera; no era un misterio de que no sabía controlar mi ira y frustración, era natural que en las batallas perdiera el control cuando las cosas no salían como yo las había planeado, así que era normal que él estuviese asustado. Con calma regresé mi atención a la muchacha de largo cabello castaño notando la forma en que sus manos continuaban temblando. Impulsivamente apreté mis labios, si debo ser sincera, el notarla actuar igual que un animal asustado me irritaba muchísimo.
Odiaba a la gente débil.
En silencio me acerqué donde el sofá tomando asiento justo apegada al reposabrazos. Era capaz de sentir sus ojos fijos en cada movimiento que estaba realizando, en cambio yo, simplemente la ignoraba dejando apoyado uno de mis codos sobre el reposabrazos para luego presionar mi mejilla sobre mi puño cerrado. Por inercia me crucé de piernas a la vez que elevaba mi mirada permitiendo que aquellos fríos ojos idénticos a los de mi madre, pero a la vez tan distintos a ella, se centraran plenamente en el rostro incómodo de mi nueva invitada.
—Ams... y~yo... yo soy Im Nayeon, hija menor del Marqués Im—rápidamente se presentó ante el silencio que yo estaba manteniendo. Me mantuve en mi sitio viendo la manera en que agarró el borde de su vestido tratando de hacer una suave reverencia. Se inclinó tanto que fui capaz de notar la blanquecina piel de su nuca. No le devolví el saludo, simplemente me mantuve quieta observando como sus manos trataban inútilmente de esconderse en el voluminoso vestido, pero no había forma de que yo no notara el temblor de su cuerpo—y he venido acá... a hacerle una propuesta—aclaró alzando su mirada para encontrarse con mi mirada curiosa. Sus ojos no van acorde a su comportamiento, pensé intrigada por su cambio de actitud—... por favor, cásese conmigo—pidió causando que yo impulsivamente moviera mi mejilla de mi puño, sorprendida de sus palabras.
A pesar de como actué, velozmente me compuse regresando mi mejilla a mis nudillos mientras que la miraba sin decir absolutamente ninguna palabra. Me mantuve sentada viendo como se había enderezado llevando sus temblorosas manos hacia su espalda en un vano intento por ocultar el evidente temor que estaba haciendo estragos en su cuerpo. Francamente, me parecía curiosa su manera de actuar. A pesar de que era evidente el miedo que afloraba de su delgado cuerpo, sus ojos y palabras se mostraban de una manera diferencia; en sí, ella estaba determinada en oír una aceptación por mi parte, y eso no tenía ningún tipo de sentido para mi. A simple vista parecía estar realmente decidida, como si no le importara el estar pidiéndole matrimonio a la mismísima Tirana del Norte, pero a pesar de que su actitud firme y decidida era digna de admirar, realmente yo no era capaz de dejar de pensar que en estos momentos estaba siendo simplemente una molestia.
Suspiré notando como sus hombros se tensaban.
—...No me interesa—respondí sin siquiera importarme el estar lastimando sus sentimientos. Ella sorprendida simplemente dio un paso hacia mi dirección mientras que yo, por mera inercia me colocaba de pie notando la diferencia de estatura entre su cuerpo y el mío. De lejos se veía más alta, pensé a la vez que posaba momentáneamente mis ojos en sus pies—no tengo planes de casarme... mucho menos con una desconocida—aclaré a la vez que daba un paso hacia al lado dispuesta en ir hacia mi despacho—si es todo lo que tienes que decir, entonces marcharte—aclaré notando la manera en que me estaba viendo. Francamente, me incómoda ver la desesperación en sus ojos—... uno de mis guardias te escoltará hacia la salida.
Sin más que decir, y sin esperar una respuesta por su parte, decidí dar media vuelta dispuesta en abandonar de una buena vez aquella sofocante habitación mientras que era capaz de sentir una extraña incomodidad devorando lentamente mi cuerpo. Es una chica extraña, pensé a la vez que veía por el rabillo de mis ojos como ella velozmente pasaba por mi lado, confundida llevé mis manos contra mi cintura dispuesta en sacar mi espada, pero grande fue la sorpresa que me dio al sentir la falta de arma, ¿Eh? pensé girando mi rostro para ver que, en efecto, no había llevado mi espada conmigo. Que error más estúpido, pensé regresando mi atención hacia el frente notando como la chica había presionado su espalda contra la puerta tratando de esa forma dejar en claro que no tenía ningún tipo de interés de darse por vencida o no por lo menos con tanta facilidad.
—Escucha por lo menos lo que puedo ofrecer—pidió como si realmente no estuviese asustada por causar una mala reacción por mi parte. Me detuve antes de estar lo suficientemente cerca para crear un malentendido.
Mantuve mis ojos durante unos segundos fijos en su rostro. No me fue difícil notar sus mejillas sonrojadas. Ella era muy extraña, su lenguaje corporal no era acorde con el que salía de su boca. Por inercia me crucé de brazos, a pesar de que era evidente que estaba realmente muy asustada por mi presencia, no parecía que estuviese dispuesta en alejarse de la puerta, aun, si yo tomaba la decisión de amenazarla con acabar con su vida.
—No me interesa—respondí dando otro paso hacia su dirección, acortando lentamente la distancia de nuestros cuerpos, pero no lo suficiente como para invadir mi propio espacio personal.
—Un minuto. Solo dame un minuto—pidió manteniendo su cabeza agachada mientras que sus manos las mantuvo atrás, aferrando sus dedos contra la puerta.
Me quedé en mi sitio, sin saber realmente el por qué no estaba tratando con acabar con su vida. Sabía perfectamente que, en otra situación, quizás con otro noble con más estatus que el suyo, no hubiese dudado en simplemente estirar mis manos para acabar con su existencia en el instante en que se atrevió a cruzar camino conmigo. Si hubiese sido en otras circunstancia la hubiese matado sin darle oportunidad de siquiera tratar de dialogar conmigo, pero con esta chica eso no estaba ocurriendo, y en verdad, no tengo ni la más menor idea del por qué me estaba conteniendo. ¿Será por qué aun es muy temprano? me cuestioné escuchando la lluvia chocando contra los ventanales de la habitación, ¿Acaso el clima esta afectando mi juicio? no lo sabía, y en verdad, comenzaba a preocuparme.
Los segundos pasaron y la chica no volvió a hablar, así que al notar su desesperación simplemente decidí soltar un suave suspiro llevando mis dedos contra mi nuca.
—... El tiempo está corriendo, ahora te queda menos de un minuto—aclaré provocando que ella velozmente alzara su mirada para verme con aquel par verde agua. Mis hombros se tensaron en el instante que pude notar como aquel par había comenzado a brillar, casi como si estuviesen ilusionado. Sinceramente, el solo hecho de pensar que ella estaba teniendo esa reacción me incomodó, así que bruscamente miré hacia otra dirección.
—Eres la Gran Duquesa del Norte, la noble de mayor estatus en esta zona, y la única que tiene veintisiete años y sigue estando soltera—no entendía el por qué me estaba diciendo todo esto, pero sentía un mal presentimiento que acariciaba maliciosamente mi nuca—a pesar de que posees estas tierras, siguen siendo propiedad del Rey, por ende, si él quiere puede quitarte todo lo que tienes solo rigiéndose con las leyes del Imperio Karts—no dije nada, en verdad, no esperaba que ella supiese tanto de mi—...—se quedó en silencio al notar la forma en que me le había quedado viendo—por esta razón, si no quieres perder tus tierras, debes casarte antes de cumplir los treinta años, y comenzar a tener hereder...
—No necesito alguien conmigo, mucho menos herederos...—aclaré sin mayores complicaciones provocando que ella se viera frustrada por la manera en que estaba respondiendo—...—me quedé en silencio durante unos segundos disfrutando de ver la frustración emanando de sus ojos—no sé si no lo notaste, pero soy egoísta, así que si por algún motivo llegase a venir algún idiota con intenciones de quitarme lo que es mío, entonces solo debo matarlo—agregué encogiéndome de hombros, notando como ella sacudía su cabeza en negación.
—Eres fuerte, pero no puedes contra el imperio.
—¿Quién lo dice?—cuestioné dando un paso hacia dirección. Ahora estaba curiosa, ¿Por qué ella parecía hablar con tanta confianza? me cuestioné manteniendo toda mi atención en sus facciones, ¿De donde viene tu confianza? pensé aun con mis ojos fijos en los suyos—tu no me conoces, no sabes que tanto puedo o no hacer—le acusé provocando que ella por fin hiciera otra expresión que no fuese la de miedo.
—Te conozco.
—Cada palabra que sueltas es más sospechosa que la anterior—aclaré dando otro paso hacia su dirección, llegando al punto en que logré hacer que su cuerpo quedase atrapado entre el mío y la pared. No le di tiempo de poder huir, con facilidad presioné mi mano contra la madera notando sus ojos inquietos—¿Quién me asegura de que no eres una espía? quizás estas tratando de seducirme para luego matarme cuando baje la guardia—cuestioné en tono sugerente.
Me paralicé en mi sitio en el momento que noté su rostro. Francamente, el notar aquella expresión me hizo desconcertarme. Sus ojos... aquellos ojos verde agua me veían como si realmente estuviese muerta en vida, lo sabía bien, porque había visto ese tipo de mirada en los ojos de mi padre. A simple vista, parecía dolida por mis palabras, pero eso no tendría sentido, no la conozco y estoy segura que ella tampoco a mi, entonces... ¿Por qué? pensé a la vez que, de forma instintiva alejaba mi mano de la puerta, incómoda de comprender que estaba demasiado cerca de ella.
—... Gran Duquesa... sé perfectamente que es extraño que alguien venga a pedirle matrimonio sin una orden oficial, mucho menos en presencia del cabecilla de mi familia, pero realmente no tengo intenciones de lastimarla—aclaró mientras que yo me cruzaba de brazos. Lo sé, pensé sintiéndome incómoda de comprender que hasta yo tenía esa peculiar sensación de que esta extraña chica no tenía ningún tipo de malicia hacia mi persona. Puedo sentirla, ella realmente no quiere herirme... pero, ¿Por qué no quiere hacerlo?—te ayudaré a solidificar tu poder en el Norte, aunque no lo parezca, fui la mejor de mi clase en la Academia—eso también lo sé, pensé al recordar el nombre de Im Nayeon como posible candidata para ser la nueva Duquesa—así que estoy más que capacitada para hacer que consigas unificar al Norte.
Jamás le di importancia al Marqués Im sobre su hija, mucho menos le di importancia a la manera directa en que me entregaba a su hija, como si la opinión de su descendencia realmente no fuese algo que le importase. Ahora que lo pienso, es posible que él mismo la hubiese obligado a venir para conseguir atraparme en sus redes, si... es una posibilidad, pensé manteniendo aun mis ojos fijos en su rostro, veamos hasta donde piensas llegar.
—Tu plan es que el matrimonio apacigüe cualquier tipo de ataque por parte de los demás nobles—ni siquiera lo pregunté, simplemente di por hecho algo que era evidente. No tiene sentido, pensé llevando mi mano contra mi mentón mientras que mis ojos seguían estando fijos en su determinante expresión, no tiene sentido que haya venido por voluntad propia, esto esta ideado por el Marqués... fue un zorro bastante astuto—... esto no tiene sentido—finalmente lo dije en alto al darme cuenta que no podía quedarme con la duda. Ella sorprendida por mis palabras simplemente se mantuvo en su sitio en espera de oír mi posible pregunta—eres inteligente... bueno, debes serlo para estar en el primer lugar, pero, si realmente eres capaz de mantener el Norte protegido... ¿Por qué estas acá? ¿Por qué no estas en la capital tratando de conseguir un renombre?—cuestioné sabiendo que, por lo general los chicos que salen de la Academia como los primeros lugares, siempre, eran llevados a la capital para buscar una pareja acode a sus conocimientos.
O sea, en palabras simples, mientras más inteligente seas, más probabilidades tienes de casarte con un noble, pero esto solo es valido si que estas en un estatus parecido, por ende, un plebeyo jamás podrá casarse con un noble, a menos de que fuese reconocido por el mismísimo Rey.
Mis ojos se mantuvieron en su aturdida expresión. No quería ser tan directa en preguntar si estaba acá por ordenes de su padre, pero me encargaría de desmoronar cualquier invento que ambos hubiesen preparado para mi.
—No confió en los nobles de la Capital—respondió a la vez que miraba hacia otra dirección, ¿Pero si confías en la rumoreada Tirana del Norte? pensé viendo la forma en que trataba de fingir que estaba bien—... pero sé que con mis palabras no es suficiente para que me creas, así que te daré la mina de diamantes que tengo a mi nombre.
Mis hombros se tensaron, ¿Realmente el Marqués estaba llegando tan lejos? pensé a la vez que miraba hacia los lados en busca de alguna señal que me indicara que habían personas escuchando nuestra conversación. De forma impulsiva me incliné sintiendo como ella jadeaba ante la sorpresa. Ignorando su reacción traté de agudizar mi odio percatándome de que realmente estábamos a solas. Cuando me aseguré de que no hubiesen ratas, regresé a mi puesto manteniendo toda mi atención en sus mejillas sonrojadas.
—... ¿Qué quieres a cambio?—cuestioné sabiendo que no podía simplemente rechazar una mina de diamantes por mero capricho. Francamente, seguía pensando que ella era muy sospechosa, pero si me daría un sustento tan bueno, para mantener al pueblo a flote, entonces me casaría con esta sospechosa enemiga, y fingiría no saber nada hasta que el Marqués sacara sus garras—...—me quedé en silencio notando como ella trataba de calmarse. Es una chica noble, lo más seguro es que querrá lujos e ir a fiestas con las demás nobles, odio esto, pero se lo daré con tal de que me deje en paz—debes querer algo a cambio, y si no lo tienes, entonces piensa en algo, porque si llego aceptar tu propuesta, el hecho de que te cases conmigo no es un seguro para que yo no te termine asesinando—aclaré observando como ella en vez de asustarse por mis palabras simplemente asintió con su cabeza, como si ya hubiese contemplado la posibilidad de que realmente yo la lastimase.
¿Realmente el Marqués cree que no sería capaz de matar a su hija? pensé ante la confianza que ella tenía hacia mi persona. ¿Acaso he estado malcriando a los perros? me cuestioné preocupada de que los demás nobles estuviesen planeando una revolución contra mi poder.
—Solo quiero que me protejas—pidió provocando que yo frunciera el ceño, ¿Solo eso? pensé manteniendo toda mi atención en la manera en que ella, con calma alzaba su mirada permitiendo que sus ojos nuevamente se encontraran con los míos—te daré todo lo que tengo en mi poder, pero a cambio debes dejarme quedarme acá, como tu esposa y no permitir que nadie me lastime... mucho menos el Marqués.
Impulsivamente fruncí el ceño al oírla, ¿Qué? pensé notando como ella se veía decidida.
—... ¿No crees que estas perdiendo en este trato?—la interrogué intentando hacer que comprenda que yo estaba ganando por mucho.
Ella velozmente sacudió su cabeza en negación.
—No me importa los diamantes, solo me importa que tu me protejas—aclaró manteniendo toda su atención en mi persona, ¿Por qué quiere ser protegida del Marqués? no podía sacarme de la cabeza aquella pregunta, pero sentía que si la hacía no iba a recibir una respuesta, quizás no por hoy.
—...—a pesar de que realmente estaba curiosa, mi interés por ella era prácticamente nulo, así que seguiría con esto, ya que de momento era la persona que estaba teniendo más ganancias—Chan—lo llamé escuchando como la puerta se abría rapidamente. Ni siquiera me tomé la molestia de ver quién había sido la persona que ingresó, con el solo sonido de sus zapatos rebotando contra el suelo de madera, supe de quién se trataba—busca al notario, y prepara una habitación para la nueva Duquesa—aclaré notando como ella me veía con sorpresa—hazla sentir como en casa.
—...Sí, Gran Duquesa—respondió el chico mientras que se acercaba a la señorita Im—por favor, permítame acompañarla hacia su nueva habitación—pidió notando como ella seguía estando lo suficientemente aturdida como para poder quitar sus ojos de mi tranquila expresión—¿Madame?—cuestionó causando que ella por fin reaccionara.
—Chan—le llamé en el momento que noté como ambos habían comenzado a caminar, sin antes hacer una reverencia hacia mi persona. Velozmente el chico se giró posando su atención en mi calmada expresión—dale todo lo que quiera—pedí viendo como él parecía sorprendido, para rapidamente se compuso.
—Sí, Gran Duquesa.
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