Las tierras del Barón Choi
Pov: Myoui Mina.
Con bastante tranquilidad me subí sobre el lomo de mi agresivo y tosco caballo notando fácilmente la manera en que él elevó su hocico acompañado por la forma en que agachó las orejas en señal de molestia. Sin siquiera verificar quién se trataba el animal inclinó su cuello tratando de hacerme perder el equilibrio. Francamente, estaba acostumbrada a ver ese comportamiento por su parte, sabía que no le gustaba que se le montaran, pero en verdad, no me importaba lo que él quisiese; si él quería comer debía trabajar por su comida, así que en un completo silencio le di un vistazo directo a sus ojos causando que él comprendiera con quién se estaba metiendo. Como era de esperarse, al percatarse de que era yo quién lo había montado su comportamiento velozmente cambió demostrándose tan dócil que no pude evitar el elevar mis comisuras divertida de observar lo inteligente que podía llegar a ser si es que realmente se lo proponía. Por instinto estiré mi mano dándole toscas palmadas detrás de sus orejas sintiendo las miradas puestas en mi nuca, a pesar de que ni siquiera me estaba tomando la molestia de ver a mis caballeros, sabía que estos se estaban mirando entre sí, sorprendidos de notar la manera sencilla con la que yo podía domar a la bestia, aún cuando esta no era la primera vez que me veían tratar con el animal. No dije nada, en sí, no había motivos reales como para que yo malgastara mi tiempo con ellos, así que simplemente tomé las riendas del animal escuchando de fondo una agitada respiración haciendo ecos en el silencio del lugar. Antes de siquiera cuestionar en alto quién era la persona que estaba haciendo tanto ruido, logré oír mi nombre brotando de un agitado cuerpo a metros de donde yo me encontraba. No lo voy a negar, me sorprendió escuchar mi nombre brotando de los labios de mi esposa, pero aún cuando la curiosidad en mí estaba más que presente, ni siquiera me tomé la molestia de girar mi rostro para hacerle frente, aún cuando era más que consciente de que me llamaba para asegurarse de lo que estaba por ocurrir era real.
Me mantuve en silencio agarrando con fuerzas de las riendas mientras que podía sentir los ojos sorprendidos de mis acompañantes fijos en mi nuca y perfil, ah... es verdad, ellos no saben que estoy casada, pensé recordando el hecho de que ni siquiera me había tomado la molestia de presentar a Nayeon como era realmente debido. Debo confesar que simplemente asumí que los guardias que habían estado presente durante mi entrenamiento se habían encargado de esparcir el rumor de que había alguien ocupando el puesto como mi legítima esposa.
Tiré de las correas de cuero de mi corpulento caballo negro sintiendo como él agitaba su cabeza tratando de librarse de la presión que yo estaba ejerciendo en mi agarre, aún cuando segundo atrás se había mostrado lo suficientemente manso para sorprender al resto del personal. Por ineceria enterré mis talones sobre su duro vientre provocando que él, agitado simplemente soltara un gruñido, para luego emprender camino tomando la delantera de sus demás compañeros. Podía sentir los ojos de mis caballeros fijos en mi nuca, sabía perfectamente lo que debía estar circulando en sus huecas cabezas, pero no tenía interés en aclarar una obviedad.
Antes de marcharme y de que mi esposa hiciese acto de presencia, Chan se me acercó, como de costumbre el caballo reaccionó dispuesto en lastimarlo, pero solo bastó con un tirón en mi agarre para que él volviera a su estado dócil. A pesar de que l había demostrado el evidente control que tenía sobre mi animal, mi mayordomo seguía sintiendo temor por él, aún cuando él mismo era consciente de que yo no permitiría que saliera lastimado. Francamente no le di importancia a la forma en que él miró a mi mascota, en silencio me centré en sus facciones notando lo cansado que se veía. Escuché atentamente lo que su boca estaba soltando sin siquiera tomarse la molestia de medir las consecuencias que podría llegar a traerle su comportamiento. En resumen de todo lo que había vomitado, él estaba preocupado, en sí, no lo dijo de forma textual, pero se podía deducir fácilmente el hecho de que no se sentía cómodo con la idea de que Nayon se estuviese haciendo cargo de mis tierras, al parecer temía que las cosas en el Ducado pudiesen arruinarse ahora que una extraña estaba tomando el cargo que me correspondía. Francamente, no me importaba lo que Nayeon pudiese realizar, si por algún motivo ella llegaba a cometer un error, entonces simplemente lo solucionaría como lo llevaba haciendo desde que el poder recayó en mis manos. Aunque claro, el hecho de que no me importase, no significaba que no lo entendiera, comprendía perfectamente su preocupación, sabía los riesgo que conllevaba el ceder temporalmente el poder, pero si estaba aceptando a Nayeon como mi esposa y me lo estaba tomando en serio, entonces debía darle este tipo de responsabilidades para que se convirtiera en alguien que nadie pudiese lastimar, ni siquiera el emperador.
—Capitana—uno de los chicos me llamó desde atrás mientras que podía escuchar el sonido de las fuertes pisadas de los caballos hundiéndose en la espesa nieve de aquel duro invierno.
—No—respondí sin siquiera darle la oportunidad de poder volver a alzar la voz.
Como era de esperarse rápidamente sus compañeros comenzaron a reir por lo bajo divertidos de oír el duro rechazo que yo le brindé al valiente que se atrevió alzar la voz. A pesar de que no lo dijeron abiertamente, sabía que ellos habían esperado aquella reacción por mi parte ya que eso era lo usual en mi persona, lo que en sí, no era usual era el hecho de que alguien hubiese conseguido satisfactoriamente el haber llamado mi atención llegando al punto de lograr comprometerse conmigo.
Francamente era consciente de que el simple hecho de ellos ser conscientes de que había una mujer adentrándose en mi monótona vida era motivo suficiente para arriesgar sus cuellos, con tal de saber más de mi privacidad, así que sabía que no dejarían ir tan fácilmente aquel tema. En sí, mis caballeros se caracterizaban por ser unos tontos curiosos que no dudaban en meter sus narices en lugares altamente peligrosos. El problema de esto, es que no sabían cuando esa curiosidad podría llegar a matarlos.
Por el rabillo de mis ojos pude notar fácilmente como uno de los chicos, el más valiente o quizás el más estúpido de todos tomaba la decisión de acercarse hacia donde yo estaba hasta que su caballo consiguió estar a la par de mi agresivo animal. En silencio le di un rápido vistazo notando su cabello rojo cobrizo meciéndose sobre su piel lechosa cubierta por la gran cicatriz que comenzaba de su mentón hasta el puente de su perfilada nariz. Sus puros y penetrantes ojos dorados no dudaron en enfocarse por completo en mi indiferente expresión tratando de asegurarse de esa forma si es que era o no un buen momento para indagar en mi vida amorosa. Debo confesar que sus ojos me recordaban a mi padre, quizás esa era la verdadera razón del por qué, en primer lugar me tomé la molestia de aceptarlo en mi grupo aún cuando yo misma había dicho en su momento no tener interés por agrandar mas mi arsenal humano, tal vez necesitaba a alguien que me recordara constantemente al hombre que me mantuvo con vida, solo para comprender de esa forma que debía seguir trabajando y no permitir que el dolor y la soledad propia que adquirí con los años me terminará finalmente por devorar. A pesar de que sentía su mirada ni siquiera me tomé la molestia de alzar mi voz, simplemente mantuve mi atención en lo que mi caballo estaba haciendo notando el vaho que brotaba tanto de su nariz como de su boca ante la baja temperatura, mientras que el frío invierno trataba desesperadamente de ingresar por los pequeños espacios de mi pesada armadura oscura.
—... ¿Quién era la dama que le llamaba?—el chico realmente era valiente o lo suficientemente estúpido como para no temer las posibles represalias que podría llegar a tener ante sus descuidadas palabras. En sí, él no parecía ser ni siquiera consciente de lo que el mal humor en mi podría llegar a causar en su cuerpo.
—...—lo miré en silencio, pensando francamente si debía tomarme la molestia en confesar o simplemente ignorar su presencia hasta llegar a nuestro destino. Suspiré por inercia a la vez que regresaba mi atención hacia el frente. Era consciente de que sería una estupidez de mi parte omitir una obviedad, así que decidí acabar con esto de una buena vez—es mi esposa—respondí con tranquilidad logrando escuchar el jadeo de sorpresa brotando de los demás chicos.
A pesar de que había dicho una obviedad, no pensé en el hecho de que acababa de dar el paso para que preguntaran abiertamente sobre aquella mujer que logró "conquistar" el gélido corazón de la Tirana del Norte.
—¿Cuando se casó?—cuestionó un chico espaldas a mi.
—¿Cómo la conoció?—otro preguntó desde mi lado derecho.
—¿Cuando se enamoró de ella?—su pregunta me puso de los nervios, pero logré mantener la calma aún cuando no esperaba ese comentario de su parte.
—¿Harán una boda?—solo escuchando el tono de su voz por sobre las demás voces supuse que era quién más emocionado estaba por mi repentino matrimonio.
—¿Podemos ir?—y como no, los más valientes querían ser parte de esto aún cuando sabían que la posibilidad de que yo les invitara era prácticamente nula ante mi poco interés por ese tipo de festivales.
—Esta semana—respondí continuando con mi viaje escuchando de fondo la emoción en sus robustos cuerpos masculinos—se presentó en mi despacho—seguí respondiendo notando como mi caballo comenzaba a aumentar su velocidad sin importarle como el invierno penetraba su gruesa piel oscura—...—guardé silencio sabiendo que podía simplemente decir la verdad, pero los conocía, y sabía que el rumor no tardaría en extenderse por fuera de mis tierras así que debía hacerlo aunque fuese algo más creíble para no tener problema con los demás nobles—... fue amor a primera vista—finalmente respondí recordando el cuento que la niñera me contaba con respecto al amor que había tenido mi difunto padre con mi madre. A pesar de que yo era consciente de que jamás tendría algo como ellos, sabía que era una historia ampliamente conocida, así que daba por hecho de que sería fácilmente creíble—sí habrá boda—cambié el tema sintiendo las orejas calientes al oír la sorpresa en ello—y no, no están invitados—aclaré escuchando la forma en que ellos simplemente no dudaban en dejar en claro lo descontento que estaban por la falta de invitación.
Ellos tuvieron la intención de insistir el tema solo para saber más de Nayeon, pero solo bastó con mirar por sobre mi hombro derecho para que comprendieran que el tema había llegado hasta acá.
Luego del evidente alboroto que se había formado en el ambiente ante mi sorpresivo e inesperado matrimonio, una repentina vergüenza invadió mi cuerpo así que enterré mis talones sobre el grueso abdomen de mi animal aumentando la velocidad de nuestro viaje mientras que el calor no parecía abandonar las puntas de mis delgadas orejas. Francamente, el frío era doloroso a pesar de que llevaba más de veinte años conviviendo con él, en sí, este penetraba nuestra piel a pesar de que llevábamos una gruesa capa sobre nuestros cuerpos sin contar el hecho de que sobre estas se mantenía las robustas armaduras. Con el pasar de los años el clima cada vez se volvía más insoportable, como si la misma naturaleza nos estuviera advirtiendo que estaba cansada de mantenernos con vida. Ante ese suceso, la comida y los árboles comenzaron lentamente a escasear ya que el mismo frío se encargaba de no permitir que la vida surgiera sobre mis tierras. Para mi suerte este hecho ún no era evidente para todo el mundo, pero se estaba transformando en un problema del que nadie más que yo debía ser consciente de ello, ya que, como gran Duquesa, como la propietaria de estas gélidas tierras debía encargarme de mantener a mi gente con vida, aún si eso significaba sacrificar parte de mi vida para lograr ese ambicioso objetivo.
Como había aumentado la velocidad de nuestro viaje conseguí llegar antes de que se oscureciera por completo a las tierras que el Barón Choi se estaba encargando de cuidar. En silencio observé las grandes murallas que dividían mi zona y la del imperio manchadas en sangre seca y los monstruos siendo arrastrados por los humanos para despejar el camino. Esto estaba siendo un completo desastre, era mucho peor de lo que había esperado. Ansiosa apreté la rienda de cuero a la vez que veía como las puertas se abrían de par en par dandome una silenciosa bienvenida. Ante mis ojos se pudo notar cómo la gente trataba de esconderse aún cuando no había lugar a donde pudiesen huir, la ropa sucia y la delgadez en sus cuerpos indicaban que llevaban más tiempo de lo que el Barón Choi había referido en su informe. ¿Qué sucedió realmente acá? pensé notando cómo los ciudadanos en vez de acercarse para darnos la bienvenida simplemente huían de nuestra presencia, como si temieran que los matara. A pesar de que percatarme de sus acciones me hicieron sentirme incómoda, de todas formas continué adentrandome en el interior de la ciudad notando los niños muertos tirados en las orillas de las sucias calles y sus padres igual o más delgados que ellos aferrándose desesperadamente a sus desnutridos cuerpos. Francamente era una imagen que erizaba la piel hasta el guerrero más fuerte del mundo, así que impulsivamente miré hacia otra dirección. Mierda... he llegado tarde, pensé en el momento que mis ojos se encontraron con los de una delgada niña que no dudó en pararse frente a mi caballo aún cuando debía ser más que consciente de lo peligroso que era colocarse frente a mi. Por impulso tiré de la rienda haciendo que mi animal se detuviera mientras que veía con sorpresa como la pequeña infante me veía con odio.
Sinceramente, entendía el por qué me odiaba.
—¡¿POR QUÉ TARDASTE TANTO?!—bramó con todas sus fuerzas haciendo ecos en el lugar mientras que yo solo la veía apretando sus puños, tratando desesperadamente que sus lágrimas no resbalaran de sus ojos acaramelados—¡DIJISTE QUE NOS MANTENDRÍAS A SALVO! ¡LO PROMETISTE!—ahora que le veía podía notar lo pequeña y delgada que era, no debía tener más de cinco años, quizás seis si es que estaba mal alimentada... solo es una niña, ¿Por qué se veía tan madura? pensé notando que a pesar de su altura, su forma de expresarse no era acorde a la edad que debía poseer.
¡¿Qué hice para que me odiaras?! amplié mis párpados con fuerza ante el amargo recuerdo que me trajó el escucharla, recordando frescamente como yo había perdido el control frente a mi padre, el mismo día que él decidió abandonarme. Maldita sea, pensé comenzando nuevamente mi camino en busca del Barón Choi sin importarme el lastimar a la niña que desesperadamente trataba de culparme. Mierda, ¿Por qué ahora?, me cuestioné a la vez que ignoraba por completo como uno de mis caballeros no dudaba en descender de su caballo para tomar a la niña entre sus brazos mientras que esta no dudaba en continuar gritando que, por mi culpa, su hermano le había abandonado. Debes acostumbrarte a perder lo que más amas, pensé sabiendo que, el frío no sería lo único que nos lastimaría.
Con fuerza apreté las riendas mientras que continuaba andando notando como los muertos no tardaban en verse con mayor facilidad, muchos niños, pensé al contar que, de diez muertos nueve eran cuerpos de niños que no sobrepasaban los diez años, ¿Por qué? ¿Acaso sus cuerpos no aguantaron el frío o fue el hambre quién los mató? pensé a la vez que veía a lo lejos como el Barón Choi me hacía una seña para que me acercara. Por impulso miré hacia atrás notando como, uno de mis caballeros no había dudado en quedarse junto a la niña dándole un cálido abrazo, cosa que yo jamás me hubiese atrevido a realizar. Esta en buenas manos, pensé al mismo tiempo que regresaba mi atención hacia el frente notando como el hombre no tardaba en sonreirme: por un segundo realmente pasó por mi mente patear su rostro solo para borrar su sonrisa ya que no entendía cómo podía mostrarse tan alegre cuando el territorio que le brindé para que cuidase ahora era un completo desastre.
—Gran Duquesa—me saludó haciendo una reverencia mientras que yo descendía de mi caballo amarrando al animal en el poste de madera sin tomarme la molestia de aceptar su saludo—...—se quedó en silencio al notar como yo, practicamente solo lo ignoraba notando el resto de mi personal descendiendo también de sus animales para hacer lo mismo que yo estaba realizando—por favor, venga mi despacho, debe tener hambr...
—No tengo interés de convivir contigo, solo dime que demonios ocurrió—como no, rapidamente dejé en claro mi verdadero interés notando lo incómodo que se veía ante el hecho de no haber logrado llamar mi interés—... muevete, quiero saber por que hay tanto niño muerto—seguí hablando mientras que ingresaba en el amplio edificio observando cómo, a diferencia del estado en que se encontraba la ciudad el interior de este lugar se veía lo suficientemente lujoso como para ser comparado con mi propia mansión—bonito lugar—comenté con ironía sintiendo la rabia subiendo hacia mi cabeza.
¿Acaso los niños morían de hambre mientras que él adornaba este lugar? pensé notando como él no dudaba en parlotear sobre que tan caro había sido los pilares de oro que había traído desde la capital. Lo escuché atentamente sin agregar comentario a la vez que ingresaba en una de las habitaciones percatándome fácilmente que, esta era mucho más lujoso que el primer piso, ¿Qué demonios hizo con mi dinero? ¿Por qué nadie me informó sobre esto? me cuestioné sintiendo las cortas uñas hundiéndose sobre mis manos enguantadas.
—... Es el mejor material que pude conseguir, si usted gusta yo podría..—guardó abruptamente silencio al notar la manera en que le veía—... bueno...—murmuró llevándose una de sus manos contra su nuca mientras que miraba hacia los lados tratando de apaciguar su evidente incomodidad—los niños no soportaron el invierno—comentó encogiéndose de hombros mientras que se tomaba la molestia de sentarse frente a mi sin siquiera invitarme a hacer lo mismo.
¿Qué tan grande es su arrogancia? me cuestioné viendo como él no parecía estar realmente interesado por su propia vida.
—¿Los niños no soportaron el invierno?—repetí sus palabras en tono de pregunta observando como él tensaba los músculos de sus hombros. Por fin me mostró su nerviosismo, así que por impulso di un paso hacia su dirección viendo la manera en que trató de colocarse de pie, pero solo bastó una mirada de mi parte para hacer que su trasero quedase pegado a su asiento—¿Realmente los niños no soportaron el invierno?.
—... No...—confesó a la vez que jugueteaba con sus dedos mientras que yo simplemente me inclinaba—la verdad es que como había pocos guerreros me vi en la obligación de usarlos como carna...¡Agh!—se quedó en silencio ante la forma en que yo había hundido mis dedos sobre su hombros—y~yo... no tuve más opción... gran Duquesa... ¡Se lo juro! ¡No quería hacerlo!—aclaró a la vez que se soltaba de mi agarre para arrodillarse en el suelo hasta que su frente tocó la alfombra—perdone a este humilde sirviente por su pecado...—suplicada mientras que yo sentía la cabeza ardiendo ante la rabia.
El hijo de puta los usó como carnada, y no podía dejar de pensar en eso. Él usó a niños..., pensé a la vez que daba un paso hacia su dirección presionando mi zapato sobre su cuero cabelludo sintiendo como él comenzaba a retorcerse ante la presión que yo estaba ejerciendo, voy a matarte.
—¿Tienes un hijo, verdad?—cuestioné manteniendo la calma mientras que era capaz de sentir como él no dudaba en comenzar a temblar bajo mi pie demostrando de esa forma cuan desesperado se sentía ante la posibilidad que había de que yo matara a su sangre—...—guardé silencio sintiendo el miedo que desprendía su patético cuerpo—te he hecho una pregunta.
—S~SÍ... su nombre es Yeonjun—aclaró provocando que yo asintiera con mi cabeza—solo tiene diecisiete años... por favor Gran Duquesa... por favor no le haga daño—suplicó causando que yo simplemente mirará por sobre uno de mis hombros para observar como mis guardias se veía en un completo silencio.
—Traelo—ordené causando que rápidamente ellos asintiera para abandonar la habitación—¿No quieres que lo lastime?—cuestioné llevando mi mano contra mi cabeza para así sacarme el casco, por impulso lo lancé justo al lado de su cabeza sintiendo como él se estremecía ante el simple pensamiento de que aquel pesado objeto cayera sobre su cuerpo—¿Tu único hijo? aquellos niños que usaste como objeto también eran los únicos hijos de alguien más... ¿Acaso no pensaste en ellos?—seguía haciendo preguntas sintiendo la rabia burbujeando en el interior de mi estómago—ha...—suspiré revolviendo mi corto cabello negro—creo que no te has tomado realmente en serio mis palabras—aclaré ejerciendo nuevamente presión sobre mi pie escuchando como su nariz no tardaba en fracturarse contra el suelo—¿Recuerdas siquiera mis palabras?.
—P~Por favor...
—Tsk, esas no eran mis palabras—aclaré aflojando la presión para dejarlo acomodarse, pero sin darle el tiempo suficiente como para poder hacer realmente algo con su nariz. Como era de esperarse esta volvió a crujir ante la presión que ejercía mi pie sobre su cráneo—eres mi perro, ¿Por qué no acatas las órdenes de tu amo?.
—L~Lo siento...
—¡Sueltenme!.
—¡Yeonjun huye!—ordenó el barón Choi mientras que yo simplemente veía como el chico era arrastrado hacia el interior de la habitación.
Rápidamente el chico dejó de forcejear al encontrarse con mis ojos. A diferencia de su padre, él era mucho más inteligente en captar lo que estaba ocurriendo ya que velozmente presionó sus rodillas contra el suelo haciendo una reverencia completa mientras que mis caballeros simplemente le veían sorprendidos por su cambio de actitud. Reí sin humor mientras que alejaba mi pie de la cabeza de su padre causando que el Barón a duras penas tratase de colocarse de pie, pero solo bastó con enterrar fuertemente mi puño sobre la boca de su estómago para hacerlo caer.
Al asegurarme de que no se volvería a levantar decidí darle la espalda para hacerme donde el muchachito que seguía estando en el suelo.
—Tu padre no hizo bien el único trabajo que tenía que hacer—aclaré mientras que me colocaba de cuclilla presionando mis dedos sobre el perfilado mentón del menor—¿Tienes diecisiete verdad?—cuestioné viendo como él asentía con su cabeza.
—Sí... los cumplí hace poco—agregó información que francamente no me interesaba, así que solo asentí con mi cabeza, demostrando de esa forma lo poco que me importaba su vida.
—Eso es bueno...—aclaré sonriendo sin emoción causando que él solo se estremeciera ante el miedo que yo le causaba—tras la muerte de tu padre, tú asumirás el cargo de Barón—confesé observando la sorpresa en sus ojos. Por impulso me incliné quedando lo suficientemente cerca de su rostro para notar como se colocaba de los nervios—te daré una advertencia y espero que tu por lo menos seas más inteligente que tu padre—aclaré deslizando mi dedo de su mentón hacia el cuello de su camiseta para así poder tirar con fuerza de él obligando que sus ojos tuviesen que estar enfocados en los míos—hasta el final de tu vida vive como un maldito perro...—fue mi primera advertencia mientras que el silencio en el lugar caía sobre mis hombros— ¿Sabes la diferencia entre un buen perro y uno malo?—inquirí notando como él no dejaba de temblar—el buen perro escucha a su dueño, no cuestiona las decisiones de su dueño, así que mucho menos se atreven a actuar por cuenta propia—hablaba con calma disfrutando de ver el miedo en sus ojos—un buen perro conduce a las ovejas correctamente... por ende, si haces algo estúpido te romperé las piernas—avisé sintiendo como su cuerpo seguía temblando—y si te atreves a ladrar no dudaré en coserte la boca—sonreí por impulso notando como se le erizaba la piel de su cuello—ve a donde te diga que vayas, detente si te digo que te detengas y ladra cuando te diga que lo hagas—lo escuché tragar saliva, así que solté su camiseta para poder colocarme de pie—a menos que quieras ver todo lo que tu padre ha construido siendo reducido a cenizas, haz lo que te digo... ¿Te ha quedado claro?.
—S~Sí... gran Duquesa.
—Arrastren al Barón dónde están luchando los guerreros y lleva tambien mi casco—ordené notando como el chico trataba de decir algo, pero rapidamente comprendió lo que le ocurriría si decidía interferir en la orden que yo había dado—buen perro—fue todo lo que dije mientras que caminaba hacia la salida escuchando como el Barón desesperadamente llamaba a su hijo tratando de que él le salvara, pero no había forma de que el chico cediera, él no era tan estúpido como su padre.
Al salir del edificio pude notar como la niña seguía estando en los brazos del joven Jeongin. En silencio el chico hizo una reverencia mientras que yo me acercaba notando la forma en que la infante me veía a los ojos sin parecer temerosa por los fríos escarlatas que me cargaba.
—¿Tú hermano está muerto?—cuestioné notando como ella me veía con rabia para luego simplemente asentir con su cabeza—¿Y tus padres?—seguí preguntando sin saber realmente el por qué me estaba deteniendo a hablar con una niña.
—Soy huérfana.
—¿Tienes un nombre?—inquirí viendo la forma en que ella parecía realmente querer matarme—...—me quedé en silencio al notar la forma en que la muchacha no decía nada. A simple vista parecía realmente estar furiosa, me daba la impresión que no era capaz de controlar su ira. Es muy pequeña, pensé sabiendo que nada bueno le traería el crecer con ira—¿Quieres lastimarme?.
—Dijiste que nos protegerías.
—Es verdad—ni siquiera traté de crear una excusa. Era verdad, yo había prometido mantenerlos a salvo, y ahora había una niña que había perdido todo lo que amaba. Eso me recordaba a mi yo de pequeña... francamente no quería ver el nacimiento de una nueva Tirana—...—me quedé en silencio a la vez que, por impulso estiraba mi mano dejando caer mi palma sobre su pequeña cabeza notando como la sorpresa quedaba reflejada no solo de su rostro sino también del silencioso Jeongin—no puedo traer a tu hermano de vuelta, mucho menos a tus padres, pero si puedo matar a quién causó todo tu sufrimiento... ¿Eso bastará para calmar tu ira?—cuestioné observando como su mentón comenzaba a temblar.
—No.
—¿Entonces que quieres?—respondí notando por el rabillo de mis ojos como el resto de mis guardias se llevaban al Barón mientras que Jeongin seguía sosteniendo a la niña en sus robustos brazos—haré todo lo que esté a mi alcance para cumplir lo que desees.
Era una niña pequeña, sabía que no pediría la gran cosa.
—Déjeme ser un caballero—pidió mientras que sus ojos seguían estando fijos en mi rostro. Me quedé en silencio, sorprendida de oír su pedido. Francamente no esperaba que alguien tan pequeño me estuviese pidiendo voluntariamente el morir, así que no supe que decir. Mantuve toda mi atención en sus facciones, a pesar de que era evidente las ganas que tenía por llorar, se mantuvo firme, con una convicción que hace mucho tiempo no veía reflejado en los ojos de nadie.
Jeongin rapidamente me miró, posiblemente dispuesto en interferir, pero solo bastó posar mi atención en él para que comprendiera lo que le ocurriría si interfería.
—¿Qué edad tienes?—cuestioné alejando mi mano de su cabeza para poder dar un paso hacia atrás tratando de recuperar mi espacio personal.
—Ocho y medio—respondió ella manteniendo aún sus ojos en mí mientras que sus pequeñas manos rodeaban el grueso cuello de mi caballero demostrando verse aún más pequeña de lo que ya en sí aparentaba, lo que demostraba la poca comida que debía ingerir al día.
—Pareces tener cinco años.
—Aún así soy fuerte—replicó ella sin estar realmente dispuesta en ceder a su verdadero deseo.
—...—me quedé en silencio a la vez que le hacía una señal a Jeongin para que dejara a la niña en el suelo. En silencio el chico acató mi orden provocando que yo tuviese que encorvar mis hombros para ver las facciones de la pequeña—ser un caballero del norte conlleva ver morir a tus compañeros y estar preparado para afrontar la muerte, ¿Estas dispuesta a eso?—cuestioné observando atentamente como ella apretaba sus labios para luego asentir con su cabeza—tendrás que matar, no solo a monstruo, a veces tendrás que asesinar a humanos, ¿Serás capaz?—inquirí notando como ella volvía a asentir con su cabeza—...—volví a guardar silencio durante unos segundos—entonces... si te pido que asesines al Barón, ¿Lo harás?—cuestioné a la vez que dejaba caer una pequeña navajas frente a sus pies.
—¡Capitán!.
—Cierra la boca Jeongin—ordené mientras que mi atención estaba fija en el pálido rostro de la niña—si no tienes la convicción de asesinar a alguien, entonces no sueñes en ser un caballero.
—Lo haré—murmuró a la vez que se inclinaba tomando la navaja entre sus pequeñas manos—¡Mataré al monstruo que mató a mi hermano!—bramó mientras que yo podía ver como había comenzado a llorar—¡LO HARÉ!.
En silencio me incliné presionando mi palma nuevamente sobre su cabeza a la vez que le quitaba el arma de sus manos.
—Estas dentro, pro no matarás al Barón... no por ahora—aclaré dándole toscas palmadas—de momento estarás al cuidado de Jeongin... y tu primera tarea es comer y dormir bien—ordené notando la sorpresa en sus facciones—si no haces bien esa tarea, entonces te mataré.
Se quedó momentáneamente en silencio hasta que Jeongin le dio palmadas en su espalda.
—¡Sí capitán!.
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