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El amor de la Tirana

Pov: Im Nayeon. 

Desperté sobresaltada, con el llanto de uno de mis hijos perforando el silencio pesado de la noche como un cuchillo afilado. El sonido resonó en mis oídos, haciendo eco en la habitación oscura y solitaria. Sentí una punzada de pánico recorrer mi cuerpo, un instinto maternal primitivo que me sacudió el letargo y me arrancó de un sueño profundo, tan profundo que casi sentía como si hubiera sido arrastrada por una corriente oscura y violenta. Casi me quedé sin aliento. Mis párpados se abrieron lentamente, y como esperaba mis ojos se encontraron con la penumbra que llenaba la habitación. La primera impresión fue de desconcierto; había una extrañeza en todo esto, como si estuviera en un lugar ajeno, como si no estuviese precisamente en mi hogar.

Parpadeé varias veces, tratando de despejar la niebla del sueño, pero la sensación de extrañeza persistía. Fue entonces cuando me di cuenta de que me encontraba en una posición inusual, encorvada en una silla lejos de la cama principal. La incomodidad en mi espalda y cuello me golpeó con una oleada de dolor sordo. ¿Cómo había llegado allí? No podía recordarlo. Me resultaba difícil asimilar que me había quedado dormida en una silla, sobre todo que me hubiese dormido sin ningún tipo de guardia a mi alrededor, tan solo con la presencia casi ausente de mi esposa.

El llanto insistente de Dohyun rápidamente me hizo comprender lo que estaba sucediendo: algo andaba mal. Algo malo estaba ocurriendo. Lo sabía ya que, en cualquier otro momento, un ruido así habría despertado de inmediato a los guardias que velaban por la seguridad de nuestra casa o hubiese atraído mínimo a Jihyo hacia la recamara, pero no pasó. Ahora, el silencio seguía siendo tan denso como antes, roto solo por los sollozos de mi pequeño. 

No se escuchaban pasos apresurados en el pasillo, ni el suave murmullo de voces comunicándose en la oscuridad. Estaba completamente sola.

Traté de levantarme con toda la intención de ir tras su rescate, quería calmarlo para evitar que su hermana también despertarse, pero para mi sorpresa alguien más hizo acto de presencia acercándose hacia la cuna. En ese preciso instante el tiempo pareció que se detenía, como si el mundo entero se hubiese paralizado. Sentí un escalofrío que recorría lentamente por mi espalda, como si alguien intencionalmente hubiese abierto la ventana en pleno invierno. No pude moverme. Ni siquiera pude parpadear. Lentamente, dirigí mi mirada hacia la misma dirección donde estaba caminando mientras que sentía la fuerza con la que mi corazón había comenzado a latir. La observé. Allí, en la penumbra, se delineaba una figura que reconocería en cualquier lugar, incluso en la más profunda oscuridad. La silueta de Mina, mi esposa, se alzaba junto a la cuna, su sombra proyectada en la pared detrás de ella, alargándose y distorsionándose hasta convertirse en una forma grotesca, casi monstruosa o eso creí haber visto.

El rostro de Mina estaba oculto por la poca iluminación del cuarto, pero su presencia era innegable, tan real como el aire que luchaba por respirar. Sin embargo, había algo profundamente inquietante en su figura, algo que no lograba comprender del todo, pero que me llenaba de un miedo irracional. La conocía mejor que a nadie, aun así, en ese momento, no podía evitar sentir que lo que estaba viendo no era realmente ella. Dohyun continuó con su llanto, era un llanto desgarrador, tan desgarrador que dolía los oídos. Cada sollozo por su parte parecía aumentar la tensión en el aire, haciéndolo casi insoportable, pero mis ojos continuaron puestos sobre el cuerpo de mi esposa, ella no se movía, ni siquiera parecía que estuviese respirando, simplemente se mantuvo en su puesto con sus fríos ojos mirando intensamente a nuestro hijo.

Mina, pensé sintiendo como mi garganta se cerraba tras notar como ella estiraba sus manos yendo directamente hacia el cuerpo de mi niño. No, espera. Y no podía gritar, no podía siquiera moverme, me sentía atrapada en una cruel pesadilla mientras que observaba como mi esposa seguía moviéndose.

¿Lo va a matar? ¿Realmente Jihyo tenía razón? Y me negaba a creer en esa posibilidad. No había manera de que Mina pudiese ser tan cruel.

De repente, y ante todo pronóstico, Mina alzó la voz por sobre los llantos de Dohyun. Su voz era suave y tranquila, contrastando en gran medida a como se veía o la manera en que había visto al niño.

—Mocoso, guarda silencio—ordenó mientras que sus manos se perdían sobre las telas de la cuna—mamá podría despertar por tu culpa—agregó sin cambiar el tono de su voz.

La observé alzando cuidadosamente el cuerpo de Dohyun. Aturdida parpadee mientras que mis ojos seguían cada uno de sus movimientos notando como inclinaba su espalda hacia atrás tratando de presionar el pequeño cuerpo de nuestro hijo contra su pecho, pero la postura no le duró mucho tiempo, quizás ambos se incomodaron, ya que rápidamente lo recargó contra su antebrazo presionando el resto de su pequeña anatomía sobre su torso. Nunca pensé que la vería siendo torpe, en realidad, ni siquiera pensé en la posibilidad de formar una familia con ella, a pesar de que había regresado con toda la intención de mantenerla con vida.

—... ¿No pudiste heredar el cabello de tu mamá o el de tu abuela? —su voz era suave, casi un murmullo dirigido más a sí misma que a nuestro hijo, como si temiera que cualquier palabra más alta pudiera quebrar la tranquilidad del momento—debía ser este maldito negro—susurró con un tono que mezclaba resignación y amargura.

Permanecí en mi sitio sin poder creer lo que estaba viendo. Mina en cambio ni siquiera se había percatado de que yo ya estaba despierta, sumergida en sus propios pensamientos simplemente presionó su amplia mano sobre la pequeña cabeza de Dohyun y como pudo comenzó a acariciar su corto cabello mientras que sus ojos veían fijamente como el contrario se quejaba y gimoteaba como si estuviese desesperado por tener más atención.

Sinceramente si no fuese porque estaba cargando a nuestro hijo, estaba segura que me abalanzaría sobre su cuerpo solo para asegurarme de que realmente había despertado.

—... Será una vida difícil, la gente no te comprenderá... creerán que eres un monstruo, te tendrán miedo, y no dudarán en juzgarte—prosiguió al mismo tiempo en que encorvaba ligeramente sus hombros para poder estar aun más cerca del cuerpo del menor.

Guardó silencio por unos instantes, como si estuviese pensando que palabras usar para poder continuar.

—Es probable que me odies, y eso está bien, porque yo puedo hacerme cargo de ese sentimiento así que por favor no te lo guardes para ti... eso sería muy doloroso—rompió nuevamente el silencio sin dejar de acariciarlo—solo...—murmuró casi sin aliento—no odies a mamá, ¿Bien?, ella solo cometió el error de enamorarse de mí.

Sus palabras, la forma en que aceptaba sin resistencia alguna a que Dohyun la odiase me rompió por completo.

—...Amarte no es un error—alcé la voz consiguiendo que Mina bruscamente alzase su mentón apuntando su rostro hacia mi dirección.

Se veía sorprendida. No, en realidad, parecía más avergonzada que sorprendida.

—¿Te desperté? —cuestionó como si no hubiese estado al borde de la muerte, como si yo no hubiese sido testigo de la manera en que se desangraba o la forma en que su cuerpo había colapsado cayendo del caballo.

Me quedé mirándola, sin poder comprender cómo podía preocuparse por algo tan trivial en un momento como este. La imagen de Mina, su piel pálida y fría, los cortes profundos que había visto y la desesperación que me había invadido al creer que la había perdido para siempre, todo eso seguía demasiado fresco en mi mente. Y, sin embargo, aquí estaba ella, de pie frente a la cuna, preguntándome con una voz casi infantil si me había despertado.

—Lo siento... el niño no dejaba de llorar—agregó, su voz apenas un susurro.

—... Se llama Dohyun—respondí mientras que me levantaba. Fue toda una sorpresa sentir la manta deslizándose por mis hombros. Ni siquiera me había percatado de que alguien me había resguardado del frío—tuve que darle un nombre... lamento no haberte consultado—me disculpé sintiendo sus ojos sobre mi figura.

Me vi en la obligación de envolver mis palmas sobre mis antebrazos para poder resguardarme de sus ojos; había olvidado la intensidad con la que solía mirarme, sobre todo la facilidad que poseía para hacerme sentir inquieta y desprotegida.

—Está bien, has elegido un buen nombre—admitió al mismo tiempo en que despegaba su atención de mi cuerpo para mirar en el interior de la cuna—... ¿Y ella? —cuestionó con su atención fija en la forma en que Sharon dormía, sin estar muy interesada por su alrededor.

Con calma me detuve a su lado sintiendo por primera vez en días el calor que desprendía su anatomía. Tuve que hundir mis dedos sobre mi piel para contener mis emociones mientras que mis ojos iban a parar hacia lo que ella estaba mirando. Impulsivamente me incline a la vez que suavizaba el agarre de mis dedos para poder llevar mi mano derecha hacia el cuerpo de nuestra pequeña. Suavemente presioné mis dedos sobre su frente rozando su piel con mis yemas, ese inocente movimiento por mi parte fue más que suficiente para causar una reacción en mi pequeña. Rápidamente ella movió su cabeza como si estuviese molesta, lo siento, me disculpé con una suave sonrisa mientras que alejaba mis dedos de su cuerpo.

—Sharon... su nombre es Sharon—respondí con suavidad sin despegar mi atención de ella.

—¿Sharon?... pensé que la llamarías como tu madre—confesó mientras que mi mirada volvía hacia su rostro. Como era de esperarse ella ya me estaba mirando: parecía querer saber la razón por la que nuestra hija llevaba un nombre distinto—Ahn Sohee—susurró el nombre de mi madre.

No podía creer que aún recordase ese nombre, un nombre que yo misma había arrinconado en los rincones más oscuros de mi memoria, como una vieja pintura que uno evita mirar porque duele demasiado.

Entreabrí los labios.

—... Cuando la vi, yo solo pude pensar en ti—decidí ser sincera notando como fruncía su ceño sin entender muy bien a que me refería—así que creí que Sharon seria un nombre acorde para ella.

No respondió. Tan solo asintió con su cabeza como si no entendiera muy bien el por qué, pero aun así no tuviese el valor de cuestionarme. Por suerte, antes de que la incomodidad se transformara en un abismo insalvable, un llanto agudo rompió el silencio. Dohyun comenzó a llorar, su pequeño rostro arrugado por la necesidad mientras que sus puños y piernas se agitaban sobre los brazos de mi esposa. Continué observando la forma en que Mina trataba de calmarlo. Sin embargo, era evidente que sus esfuerzos serían en vano. La intensidad del llanto y la manera en que Dohyun buscaba con desesperación mi pecho dejaban claro de que estaba hambriento.

—Debe tener hambre—aclaré mientras que estiraba mis manos. Con cuidado presioné mis palmas sobre el dorso de su mano notando como ella simplemente me veía—vamos, entrégamelo—pedí sin despegar mi mirada de sus ojos preocupados.

—¿Y si se me cae? —cuestionó sin dejar de aferrarse al cuerpo ajeno—es mejor que lo deje en la cuna y tú lo tomas—sugirió dispuesta en recostar nuevamente a Dohyun sin tener en cuenta que eso podría despertar a Sharon.

Definitivamente no quería tener dos bebes con hambre.

—No se te caerá—repliqué mientras que deslizaba mis manos hacia el cuerpo de Dohyun—tú jamás permitirías que algo malo le sucediese—aclaré con confianza.

Ella me observó como si me estuviese ocultando algo, pero lo dejé pasar ya que rápidamente me entregó al niño. A pesar de que había practicado utilizando bolsas de harina, definitivamente sostener a un niño real era extraño y aterrador, pero no podía permitir que Mina notase mis preocupaciones, así que fingiendo tranquilidad acomodé a Dohyun sobre mi antebrazo agarrando con esa misma mano su muslo. Lo tenía anclado a mi torso, así que pude mover con mayor facilidad mi mano libre para liberar mi seno, como era de esperarse, rápidamente Dohyun movió su cabeza buscando desesperadamente el alimentarse mientras que podía sentir los ojos de Mina sobre mi pecho. Aunque ya había alimentado a los niños en presencia de otras personas, sentir la atención de mi esposa sobre mi me hizo sentir extrañamente cohibida.

Mis orejas no tardaron en arder tras sentir su tibia mano sobre mi mejilla para luego deslizarse hacia mi cuello.

—... ¿Qué te ocurrió aquí? —preguntó preocupada mientras que yo mantenía mis ojos fijos en como Dohyun seguía succionando—esposa.

Había echado de menos oírla llamándome de esa forma.

—Creí que esta vez realmente te perdería—desvié la pregunta siendo consciente que ella no debería por qué saber hasta donde había llegado con tal de tenerla nuevamente con vida—... fue aterrador—confesé alzando mi mirada para notar su rostro.

A pesar de que Jihyo había realizado un excelente trabajo en su recuperación, no pude evitar notar una leve diferencia en su ojo herido. Aunque para la mayoría podría fácilmente pasar desapercibido, para mí, que la conocía tan bien, la sutil diferencia era innegable. Su ojo derecho, que siempre había brillado con un intenso tono escarlata, ahora exhibía un matiz más profundo, un rojo vino oscuro que contrastaba apenas con su ojo izquierdo. No era un cambio drástico, y probablemente nadie más lo llegaría a notar, pero yo, que había memorizado cada detalle de su ser, percibí esa mínima variación.

No pude evitar querer saber quién había sido el responsable.

—... ¿Quién se atrevió a lastimarte? —cuestioné ante su silencio notando por fin su sorpresa—¿Quién te daño de esa manera? Dímelo Mina—ordené sin despegar mi atención de sus facciones.

Rápidamente su expresión se suavizó, como si hubiese comprendido lo que yo estaba preguntando.

—No sabía que tu también podías hacer esa mirada—comentó con cierta diversión mientras que su mano se deslizaba esta vez hacia mi coronilla, como si estuviese tocando a nuestro hijo en vez de su esposa—vamos, cariño—susurró sin siquiera molestarse en ocultar su sonrisa—ellos ya están muertos, así que no te preocupes.

—Ellos te lastimaron—no quería dejar el tema, pero Mina no parecía muy interesada.

—Y yo los maté—replicó mientras que se inclinaba presionando sus labios sobre mi mejilla—por cierto, olvidé decirlo, pero ya estoy en casa—avisó como si todo lo vivido no hubiese sido gran cosa para ella.

Solo porqué se lo merecía enterré mis dedos sobre su costilla.

—¡Hugh! —se quejó casi sin aliento—... ¿Por qué?

—¿Y te atreves a preguntar? —cuestioné mirándola fijamente—agradece que tengo a Dohyun en brazo, sino te golpearía con más ganas—aclaré notando como ella se masajeaba la zona lastimada mientras que sus hombros comenzaban a enderezarte. Fruncí mi ceño—deja de crecer—ordené tras notar que se veía más alta de lo normal.

¿O acaso yo me hice más pequeña?

—¿Quieres que me rompa las rodillas para estar a tu altura? —preguntó con tranquilidad.

¿Qué?

—No—rápidamente repliqué notando como ella sonreía con suavidad—no puedes decir algo como eso con esa cara, mucho menos delante de los niños—aclaré con mi atención fija en la forma en que encogía sus hombros. Ella realmente no valoraba para nada su vida—... en serio, no te lastimes más, te lo ruego—pedí esta vez con mayor suavidad logrando por fin ver su rostro serio.

—Ya no me lastimaré más porque no volverá a la guerra.... Ni siquiera sostendré una espada que no sea de madera—confesó mientras que se volvía a inclinar presionando sus labios esta vez contra mi quijada depositando un suave y corto beso. Luego, se retiró apenas un poco, lo suficiente para mirarme a los ojos—me dedicaré plenamente a ti como un fiel sirviente dedica su vida a su amo—admitió sin cambiar su rostro tranquilo.

Odiaba que pudiese decir tantas tonterías sin siquiera avergonzarse por ello.

—Te has sonrojado—agregó tras ver que no le respondía.

—No es verdad—repliqué mirando esta vez hacia otra dirección.

Podía sentir las mejillas hirviendo.

—Estoy segura de que vi bien—ella continuó mientras que notaba por el rabillo de mis ojos como se inclinaba tratando de ver mis facciones—te has sonrojado por completo—afirmó provocando que mi rostro nuevamente estuviese apuntando hacia su dirección—¿Ves? he visto bien.

Ni siquiera me molesté en responder, simplemente entrecerré mis párpados para luego agachar mi mirada notando como Dohyun había dejado mi pecho en paz. Con cuidado lo tomé llevándolo hacia mi hombro.

—Después de que come debes darle suaves golpes en la espalda—decidí explicarle solamente para que dejara el tema de mi sonrojo atrás—con suavidad, de esta forma—comenté golpeando suavemente la espalda de Dohyun para luego deslizar mi palma de su columna hasta su nuca—sino lo haces puede quedar con gases y lo pasará mal... nadie quiere que un bebé lo pase mal.

Mina no respondió. Ella solo me veía como si hubiese recordado algo.

—¿Minari? —cuestioné notando como esta vez era ella quién huía de mi mirada.

—Momo se ha convertido en nueva Reina del Imperio Karts—cambió por completo el tema de conversación como si no quisiese saber más con respecto a los cuidados de nuestros hijos.

—Lo sé... llegó una carta hace unos días informando sobre su coronación—respondí mientras que continuaba masajeando la espalda de nuestro hijo—la Capital era un caos... pero ella pudo solucionarlo con bastante facilidad—comenté siendo consciente que debía estar preocupada por como había quedado el Reino tras su llegada al Norte—también sé que fue ella quien ordenó amarrarte al caballo.

—¿Ah sí? —cuestionó sin sonar realmente sorprendida.

La observé detenidamente.

—¿Sucede algo? —pregunté aun siendo consciente que la respuesta podría lastimarme.

Mina me devolvió la mirada.

—...Temías que yo lastimara a Dohyun, ¿Cierto? —dijo finalmente, su voz apenas un susurro, pero cada palabra penetró en mí como una daga afilada.

Sentí como mis hombros se tensaban al mismo tiempo en que mis manos, antes firmes, ahora comenzaban ligeramente a temblar mientras que aun sostenía el cuerpo de nuestro hijo. Rápidamente evité su mirada, incapaz de poder enfrentar la realidad que sus palabras habían revelado. Con una fingida calma, me incliné sobre la cuna recostando suavemente a Dohyun al lado de su hermana. Podía sentir los ojos de Mina clavados en mí, pero me obligué a mantener la vista en los niños, observando cómo sus pequeños cuerpos descansaban en un sueño tranquilo que contrastaba con el torbellino de emociones que me atormentaba.

Tras enderezarme no dudé en presionar mis manos contra el borde de la cuna, buscando algo de estabilidad.

—Sí—admití con una sinceridad dolorosa, consciente de que cualquier excusa solo empeoraría la situación. Giré lentamente el rostro para enfrentarla. Mina no mostraba el dolor que esperaba ver en sus ojos; en su lugar, había una calma inquietante —... yo siempre he pensado que jamás lastimarías a nuestros hijos, pero cuando te vi de pie frente a ellos...—me quedé casi sin aliento, ¿Cómo le podía decir que había pensado lo peor? —no pude evitarlo... —murmuré avergonzada de mis propias ideas.

Ella me miró durante un largo momento, su expresión impenetrable. Finalmente, dejó escapar un suspiro al mismo tiempo en que deslizaba sus manos detrás de su espalda.

—Está bien—respondió, su voz tan suave que apenas la oí. Hubo un pequeño silencio que me hizo creer que todo terminaría ahí, pero entonces, con un tono frío y cargado de una verdad que jamás hubiera imaginado, añadió—porque si pensé en lastimarlo.

Me paralicé.

—... ¿P~Por qué?

Me atreví a cuestionar aun cuando sabía que simplemente lo podía dejar pasar. Podía vivir sin saberlo, realmente podía seguir con nuestra vida fingiendo que nada había ocurrido y que ella no había pensado de esa manera, pero si existía una mínima posibilidad de que Jihyo tuviese razón, y de que mi hijo pueda terminar muerto en el Ducado, yo tenía que saberlo.

—Porque está maldito—respondió provocando que yo la empujara lejos de la cuna. Otra vez con esa mierda de la maldición—lleva el color de la muerte.

—Nuestro hijo no está maldito—aclaré usando mi cuerpo como escudo—no vuelvas a decir algo como eso—ordené mientras que la apuntaba con mi dedo índice—no te atrevas.

Mina simplemente me observó.

—Ni siquiera sabes si es niño, lo más seguro es que sea como yo—replicó sin cambiar de expresión—le saldrán pechos cuando comience su adolescencia—acusó como si eso fuese un verdadero problema—se convertirá en un monstruo de la misma forma en la que yo me convertí.

—No es verdad—contesté agitando mi cabeza con negación.

Quería que se callara. Que dejara de decir todas esas dolorosas palabras.

—Lleva la sangre Myoui, siempre hay un descendiente que termina con algo que no es acorde a su género—confesó como si estuviese sentenciando una trágica vida para nuestro bebé—esa es su maldición.

Santo cielos Dohyun solo tiene semanas de nacido.

—... ¿Esa es tu forma de demostrarme que serás devota a mí? —cuestioné de repente logrando por fin una reacción distinta a la indiferencia.

Se quedó quieta, parpadeando con rapidez, como si hubiese comprendido las estupideces que estuvo soltando sin pararse siquiera a pensar si lo que decía podía o no lastimarme.

—Mis hijos no están malditos, ninguno de los tres—aclaré sin despegar mi atención de ella—el color de sus cabellos no determina el tipo de vida que van a tener ni cuánto van a sufrir—continué hablando sin esperar una respuesta de su parte—ni siquiera su linaje determina lo que va a pasar con ellos, ¿O acaso crees que por qué mi madre era prostituta yo también tengo que serlo? o ¿Por qué tu padre era un Tirano tu terminaste siendo una? Fueron tus decisiones, tu decidiste hacer eso y yo decidí ser esto, nuestras acciones son lo que nos convierten las personas que somos hoy en día, no lo que llevemos en la sangre o entre las piernas.

Bramé con mi pecho subiendo y bajando con fuerza ante la rabia que había sentido por sus tontas justificaciones. Mina en cambio continuó estando en un completo silencio sin despegar su atención de mi rostro.

—... Así que no te atrevas siquiera a pensar que tienes el poder de lastimar a mis hijos solo porque tú crees que pueden estar cargando con una maldición—terminé sin esperar siquiera una disculpa por su parte.

Pero Mina siempre había tenido la habilidad de hacer cosas que desafiaban cualquier expectativa que tuviera con respecto a sus acciones, así que debí haber imaginado que haría algo tan inesperado como arrodillarse frente a mí.

—Perdón —murmuró, su voz temblorosa y rota mientras mantenía la mirada fija en el suelo—lo siento... perdóname—suplicó, sus manos crispadas contra sus propios muslos. Podía ver su nuca cada vez más expuesta ante sus hombros encorvados—lo siento, no sé que estaba pensando... perdóname, por favor, perdóname.

Continué viéndola durante unos minutos mientras que la escuchaba disculparse una y otra vez. Ha... ¿Qué haré contigo?, me pregunté al mismo tiempo en que me colocaba de cuclillas para poder estar a su misma altura. Con calma estire mi mano para así agarrar de su mentón, obligándola a tener que alzar su mirada. Ver las lágrimas resbalar por sus mejillas me hicieron sentir culpable.

—Voy a necesitar mucha ayuda para poder criar a tus hijos, así que necesito que siempre mantengas tus ojos sobre mi para que puedas aprender a como amar correctamente a los niños—comencé a hablar sin soltar de su mentón—deberás leerles, bañarlos, vestirlos y jugar con ellos... no juegos violentos Myoui, nada de entrenamientos tortuosos ni exponerlos al peligro—proseguí siendo consciente lo que podía estar pasando por su cabeza—ellos tienen que ser tu prioridad, porque son pequeños y no saben defenderse—seguí hablando mientras que deslizaba mis pulgares sobre sus mejillas—no quiero volver a oírte hablar sobre maldiciones, ni el color de su cabello, mucho menos quiero verte mirándolos con odio porque te juro Myoui que yo misma te castraré, ¿Te ha quedado claro?

Ella simplemente parpadeo.

—... Sí—respondió tras notar que yo me mantenía en silencio—completamente claro.

Impulsivamente le sonreí.

—También no olvides que tienes un deber como mi esposa—agregué antes de finalizar la conversación—tienes absolutamente prohibido lastimarte, ni siquiera te permitiré tener un rasguño, por muy pequeño que sea—proseguí con mi atención fija en su expresión—y cuando termines de cuidar de los niños tendrás que venir a nuestra cama y amarme de la manera en que solo tu sabes amarme—agregué notando por fin sus mejillas sonrojadas tras comprender mi pedido—no puedes decirme que no.

—¿Cómo me atrevería? Si tu eres quién domo a la Tirana del Norte—ella respondió.

—Es bueno que lo tengas claro—murmuré mientras que me inclinaba presionando mi boca sobre ella.

Y así sin más nos besamos. Bajo la luz de las pocas velas encendidas y las calmadas respiraciones de nuestros niños. Nos besamos con ganas, con deseo de no perder el contacto de la una con la otra. Porque así de intenso era nuestro amor.

Así de fuerte yo amaba a la Tirana.







Fin.


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Hola, por fin terminó esta historia, espero haber sido capaz de llenar aunque sea las expectativas que tenían con respecto al contenido y la trama. No tengo mucho que decir más que gracias por el tiempo que esperaron y los ánimos que me dieron, estoy muy agradecida por el apoyo que le dieron a la historia y los comentarios que hicieron. Fue muy divertido de leer.

Evidentemente aun falta el epilogo y quién sabe, quizás saque un par de extras enfocadas en la nueva vida familiar de los Myoui. 

Sin nada más que decir me despido hasta una próxima novela. 

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