Duras palabras
Narrador omnisciente.
Mina tras asegurarse de que su esposa ingresó en el interior de la mansión del Ducado, no dudó en comenzar a caminar hacia el pequeño mocoso notando como este se encontraba cargando a duras penas dos espadas de maderas, solo te he pedido una, pensó la chica a la vez que se detenía observando sin mucho interés como el menor evidentemente cansado le hacía entrega de una de las armas que tenía en su poder. Mina pudo perfectamente haberlo rechazado al no cumplir con la orden emitida, pero sabía que el hacer eso podría llegar a considerarse como un acto infantil por su parte, así que simplemente se inclinó aceptando el arma. Aun sin pronunciar palabras le dio un vistazo a lo que tenía sobre su palma, no le dio mucha importancia el estar usando material de los caballeros, pero si que le pareció curioso que el menor hubiese elegido un arma acorde con su porte como si aquel instrumento hubiese sido escogido cuidadosamente, ¿Acaso solo fue suerte? Pensó sintiendo como la curiosidad lentamente comenzaba a deslizarse por sus poros. Rápidamente deslizó su mirada hacia la dirección que el más bajo se encontraba. Francamente no esperaba que él, sin siquiera tomarse la molestia de preguntar ya se había quitado gran parte de su ropa, quizás para mayor comodidad a la hora de moverse, a Mina le pareció una decisión astuta, algo que ella misma hubiese hecho sin dudar si hubiese estado con la misma cantidad de ropa, aunque claro, el único problema es que sus mejillas, mentón y nariz estaban completamente sonrojadas ante el frío del invierno, te estas muriendo de frío, pensó a la vez que elevaba una de sus comisuras viendo como el cuerpo del contrario no dejaba de sacudirse.
Mina decidió omitir comentarios mientras que sentía las miradas de los demás caballeros fijos en su cuerpo, con calma la pelinegra presionó su arma contra el suelo consiguiendo que el menor la mirase confundido.
—¿Qué sucede? ¿Acaso creíste que pelearía contigo? —preguntó la más alta al ver el desconcierto en los ojos del más bajo. Este rápidamente amplió sus largas pestañas mientras que el sonrojo en su rostro simplemente empeoraba, pero esta vez debido a la vergüenza. Mina hizo un esfuerzo por no reírse de él al notar como miraba hacia otra dirección intentando huir de la repentina humillación que invadía su mente—mocoso... ni siquiera sabes tomar correctamente una espada y ya quieres luchar contra mi—acusó a la vez que se le acercaba, con calma dejó caer su palma sobre uno de sus delgados hombros—eres tan pequeño y delgado que ni siquiera tengo que usar una espada para llegar derrotarte—lo molestaba sin más, teniendo toda la intención de crearle una motivación aún si esta fuese a base de odio y resentimiento—sigues sin ser digno—admitió alejando su mano de su cuerpo para poder girarse dándole la espalda—has esto—ordenó mientras que le quitaba su espada. Con calma y estando más que acostumbrada se colocó en posición balanceando violentamente su espada—...—en silencio se enderezó notando como Seungwoo le veía—haz lo mismo—comentó entregando su arma—pero quinientas veces y no te detengas hasta terminar, aun si eso significa terminar colapsado o con las manos ensangrentadas—ordenó para luego simplemente finalizar con la conversación comenzando a caminar lejos de su cuerpo, sin siquiera tomarse la molestia de oír una respuesta por parte del pelinegro.
Bajo la atenta mirada de los sorprendidos caballeros Mina simplemente se alejó siendo consciente de que el mocoso cumpliría con su orden aun si eso conllevara acabar con gran parte de su salud mental. En silencio continuó su camino siendo consciente de que los presentes aun conociendo su actitud, no debían estar a favor por la repentina decisión que había tomado, pero realmente a Mina no le importaba la opinión de sus guardias, como la Gran Duquesa que era simplemente se estaba asegurando mediante la fuerza de que Seungwoo no fuese tratado descuidadamente o menospreciado por su desconocido linaje. Aun recibiendo el odio de todo el mundo, Mina se iba a encargar de hacer de Seungwoo el ser humano más fuerte del Norte, si era necesario mucho más poderoso de lo que en sí, ella era en estos momentos, porque esa era la única forma de que su esposa estuviese a salvo en caso de que a ella le pasara algo yendo a la guerra. Se detuvo en el momento que llegó a la entrada de su mansión, con calma decidió girar su rostro dándole un rápido vistazo al cuerpo del menor notando como este, completamente enfocado en la orden recibida balanceaba torpemente de su arma, llegando a trastabillar en más de una ocasión, pero sin perder el ritmo de su movimiento, si lo consigues... sabré que eres el indicado, pensó regresando su atención hacia el frente.
Mientras tanto el pequeño Seungwoo continuó en medio del campo de entrenamiento jadeando en alto ante el sobreesfuerzo que estaba recibiendo todo su cuerpo. En todo momento era capaz de sentir las miradas fijas sobre su nuca, los caballeros a su alrededor parecían estar sintiendo genuina lastima por la orden que la gran Duquesa le había brindado, francamente, le irritaba el ser observado de esa manera; no le gustaba que la gente sintiera eso por él. Molesto instintivamente apretó sus pequeños dientes a la vez que elevaba la espada por sobre su cabeza para luego dejarla caer, haciendo el mismo movimiento que estuvo haciendo en los últimos quince minuto. Seungwoo jadeó en alto sintiendo sus hombros y piernas quemando como si un repentino fuego estuviese envuelto en ellos, mientras que sus dedos y palmas parecían estar adheridos al mango de su espada impidiéndole de esa forma poder soltar el instrumento. El muchacho se mantuvo contando hasta diez ya que era incapaz de reconocer el siguiente numero a la vez que su espada seguía balanceándose sin parar, creyendo estar haciendo las cosas bien, pero no tardó en comprender que había un pequeño problema; él no tenía ni la más remota idea de cuantas veces había estado contando hasta diez.
Seungwoo trató de no ponerse ansioso, fingiendo tranquilidad continuó balanceando su arma manteniendo en mente terminar antes de que el sol volviese a salir.
Mina iba ir directamente a la habitación de su esposa teniendo toda la intención de pasar tiempo a solas con ella, cuando fue abruptamente interrumpida por la existencia de Chan. Lo supo de inmediato, no tenía necesidades de tener que escucharlo para saber que su tiempo de calidad había sido desplazo. En silencio comenzó a seguir su caminar mientras que fingía no escuchar la forma en que él trataba de explicar la llegada de los nobles. Otra vez esos idiotas, pensó a la vez que giraba por el pasillo notando como las sirvientas traían una nueva chaqueta, a regañadientes se la colocó notando como otro de los guardias traía su espada. Chan se puso nervioso al notar el arma que estaba siendo envuelta en la cintura de su ama, realmente su miedo no era para menos teniendo en cuenta la personalidad de la pelinegra, pero no tenía suficiente poder como para poder exigirle que no ingresara con el arma, por ende, simplemente rezó que todo saliera bien. Mina le dio tan solo vistazo notando como el temeroso Chan la estaba guiando, sin saber que dentro del salón principal ya hacía la presencia del Conde Minatozaki, el Vizconde Son, el Barón Kim y la razón por la que el chico estaba tan ansioso, el Marqués Im en reemplazo del Marqués Park.
Con cierta indiferencia la chica ingresó en la habitación, al principio simplemente caminó en el interior de lugar ignorando por completo a todos los presentes que no dudaban en colocarse de pie junto con sus respectivas hijas queriendo hacerlas resaltar, estos hijos de perra, no pudo evitar el insultarnos en su mente manteniendo una expresión neutra. Gran parte de ella estaba tentada en asesinar a todos los presentes, quería acabar de una buena vez con las moscas que revoloteaban cerca de su Ducado, pero sabía que el hacerlo le traería problemas innecesarios, así que simplemente tomó asiento. Sin siquiera ocultar su irritación presionó uno de sus codos contra la mesa dejando caer su mejilla sobre sus nudillos cerrados, el odio por estar siendo sometida a esta estupidez era evidente, ya que ni siquiera se estaba tomando la molestia de ocultarlo. El resto de los presentes simplemente se quedaron de pie en espera a que ella les diera la orden de poder tomar asiento. Chan en cambio no dudó en colocarse a su lado, se sentía inquieto, tanto así, que en cualquier momento vomitaría.
—Tomen asiento—ordenó permitiendo que cada uno de los nobles lo hiciese—...—regresó a ese conocido silencio observando sin mucho interés el rostro de cada uno de los presentes hasta que sus ojos se toparon con unos verdes tan desconocidos para ella, pero con cierto destello que le recordaba a alguien más—¿Te conozco? —preguntó en alto sin saber como Chan había tensado sus hombros.
El chico de cabello castaño durante unos segundos simplemente se dedicó a mirarla, sin emitir comentarios, como si estuviese tratando de acomodar las próximas palabras que saldrían de su boca. A pesar de que el desconocía poseía unos ojos verde agua que daban la impresión de ser traicioneros y maliciosos, la suave sonrisa que brotó de sus finos labios rosados daban la impresión de ser una persona amable y compasiva. Mina no pudo evitar desconfiar de él.
—Me presento... mi nombre es Max Im—el cuerpo de Mina se paralizó en el instante que escuchó el nombre brotando de su boca—un gusto conocerla... vengo en representación de mi padre—aclaró haciendo una pequeña reverencia para luego simplemente enderezarse. El cuerpo de la contraría burbujeaba como la espuma.
—Acabas de decir que tu nombre es... ¿Max? —preguntó Mina sintiendo la sangre caliente fluyendo violentamente por sus venas y arterias. Chan rápidamente dio un paso hacia el frente tratando de llamar la atención de los presentes mientras que su ama tan solo tomaba grandes bocanas de aire echando su espalda hacia atrás con su fría mirada enfocada completamente en el rostro sereno del contrario—¿Cómo esta tu padre? —cuestionó tras unos segundos de silencio, consiguiendo que el contrario simplemente la viera con sorpresa—¿Le sigue doliendo la mano? —fue una pregunta maliciosa, indicando entre palabras si ya había aceptado la falta de mano que ella personalmente le había cortado.
Al parecer el chico fue capaz de percatarse de la insinuación en su tono de voz ya que, por un segundo, tan solo por una milésima de segundo Mina fue capaz de notar el odio rebosando de su verdosa mirada. La pelinegra no pudo evitar el apretar su mandíbula al comprender que estaba frente a una persona acostumbrada de ocultar sus verdaderas intenciones, es un bastardo peligroso, pensó mientras que veía como el contrario tan solo volvía a sonreír indicándole a los demás presentes que estaba emocionado por haber recibido algo de atención por parte de la Gran e indiferente Duquesa.
—Se encuentra mejor... gracias por su preocupación—comentó a la vez que se volvía a inclinar logrando incomodar a la contraría—...—en silencio alzó su mirada encontrándose rápidamente con aquellos indiferentes e intimidantes ojos color rubí—¿Puedo realizar una petición? —cuestionó consiguiendo de esa forma que Mina tan solo le sostuviera la mirada sintiendo cierto rechazo por su mera presencia, una parte de ella estuvo tentada en simplemente decir que no, realmente no estaba interesada en continuar escuchando su irritante voz, en sí, ya estaba haciendo un gran esfuerzo por no rebanar su garganta tras recordar que, él había sido uno de los responsable de lastimar a su esposa, pero la otra parte no podía evitar el compara sus ojos con los de la castaña, eran tan parecidos que en un momento de confusión terminó aceptando con un suave movimiento de su cabeza—me gustaría ver a mi herman...
—Petición denegada—Mina ni siquiera le dio tiempo de poder terminar su frase cuando ya había decidido negarla—...— en un completo silencio se acomodó en su asiento presionando sus antebrazos sobre la mesa mientras que cruzaba sus dedos entre sí, no lo mates... contrólate, se ordenó a la vez que agradecía en el interior de su mente el hecho de que estuviese sentada, ya que no era capaz de controlar la fuerza con la que sus piernas se estaban sacudiendo.
—Gran Duquesa... ella tiene que ver a su familia—aclaró el chico negándose rotundamente a ceder a las palabras de la contraria mientras que esta tan solo decidía soltar un suave suspiro echando su cuerpo hacia atrás, permitiendo que sus omóplatos tocaran directamente el respaldo de su asiento—no puede impedirle eso, por mucho que sea la Gran Duquesa—parecía hablar con confianza, cosa que irritaba a la pelinegra.
Los demás presentes tan solo se quedaron en su sitio, paralizados del miedo que les causaba que Mina tomara la decisión de desbordar su ira contra ellos, pero siendo incapaces de poder levantarse de sus puestos, demostrando de esa manera cuan grande era el poder que ella poseía.
—Creo que hay algo que no estas comprendiendo—aclaró llevándose uno de sus dedos contra su mentón, dándole una aspecto relajado aunque aquellos ojos filosos llenos de odio demostraban todo lo contrario—ella ya no es parte de la familia Im—admitió observando como el chico estaba haciendo todo lo posible por mantenerse calmado—ahora es una Myoui, por ende, yo soy su única familia—habló con orgullo a la vez que, con cierta diversión elevaba sus comisuras—ella perdió todo su derecho de ser considerada hija del Marqués en el momento que aceptó mi propuesta, por ende, si en algún momento llegase a necesitar algo, me tiene a mí; su esposa, para darle todo lo que necesite—Mina realmente estaba orgullosa de llamar a Nayeon su esposa, así que ni siquiera se estaba midiendo en sus palabras—por esa misma razón, espero que le hubiese quedado claro joven Max, que mi esposa no necesita nada de usted... básicamente porque no hay nada que yo no pueda darle—se encogió de hombros manteniendo toda su atención en como él apretaba sus dientes—¿He sido clara?.
—... Sí, gran Duquesa—fue todo lo que dijo mientras que miraba hacia otra dirección.
—Bien... teniendo eso claro, comencemos—comentó fingiendo interés a la vez que posaba su atención directamente en los demás nobles. Por un segundo estos realmente creyeron que podrían tener una conversación decente con la tirana del Norte al notar lo dócil que se había convertido tras su matrimonio: grave error el suponer—¿Qué carajo quieren? —preguntó de golpe, dejando en claro que no tenía ningún interés genuino por querer escucharlo—espero que sea lo que tengan en mente no esté relacionado con tratar de buscar un compromiso conmigo, porque no estoy interesada en sus hijas—respondió antes de que alguien se animara a alzar la voz.
—Gran Duquesa—el Conde Minatozaki alzó la voz consiguiendo que toda la atención se centrara en su cuerpo—por mucho que ame a su esposa, su majestad el Rey jamás aceptará su matrimonio—aclaró consiguiendo que Mina no le quedase de otra más que posar sus manos en los reposabrazos de su asiento sabiendo que si las dejaba sobre la mesa terminaría por romperla—por esa razón, debería escuchar mis palabras y casarse con alguna de nuestras hijas... hágalo por el bien del heredero del Ducado—trató de persuadirla mientras que Chan simplemente se sentía inquieto con sus ojos fijos en su ama—usted lo sabe perfectamente... nadie aceptará el hijo de una mujer ilegitima.
—¿Has terminado? —preguntó Mina mientras que veía como él tras escuchar la tranquilidad en el tono de su voz no dudaba en simplemente apretar sus dientes, dejando en evidencia lo frustrado que estaba. Por un segundo la pelinegra creyó que él diría algo más, quizás queriendo ofrecer a su hija como nueva Duquesa, pero al parecer, comprendió que su vida estaba en juego ya que tan solo asintió con su cabeza—...—en silencio ella deslizó su fría mirada en cada uno de los presentes queriendo ver si alguno de ellos se animaba en alzar la voz—¿Alguien más tiene algo que opinar? —hizo hincapié en si alguien se atrevía a cuestionar su decisión, pero como era de esperarse estos mantuvieron la mirada agachada siendo incapaces de poder admitir a viva voz lo que estaba rondando sobre sus vacías mentes—si no es así, entonces déjenme decirles que sus preocupaciones son innecesarias ya que ya tengo un heredero completamente capacitado—aclaró consiguiendo que los demás nobles la observaran con sorpresa—se llama Seungwoo, tiene cinco años y es mi hijo—deliberadamente decidió cambiarle la edad ante la sensación de incomodidad que envolvió su cuerpo; por algún motivo sentía que revelar su edad real sería algo perjudicial.
—¡¿Qué?! ¿Un heredero? —cuestionó sorprendentemente Max demostrando cuando aturdido estaba por la repentina información.
—No necesitan saber quién es la madre, solo importa que lo he aceptado como hijo—aclaró ignorando por completo la reacción del castaño—y si algún estúpido bastardo cree que tiene el suficiente poder como para llegar a menospreciar a mi mocos... a mi hijo entonces solo debo acabar con su miserable existencia—aclaró arreglando el hecho de que casi llamaba al mocoso por ese apodo. El resto de los presentes simplemente no parecían ser capaces de comprender lo que estaba ocurriendo, y no era para menos, de repente, la Tirana del Norte había formado una familia y hasta había cambiado su personalidad, era una situación completamente surrealista—espero que esto los haya tranquiliz...
—¡MYOUI MINA! —la fuerte voz de Nayeon resonó violentamente a través del pasillo lo que indicaba su evidente molestia. Instintivamente la pelinegra se puso de pie; no debía dejar por nada del mundo que su esposa se encontrase con su hermano mayor. Rápidamente comenzó a caminar hacia la entrada, pero no tuvo tiempo de poder llegar a la puerta cuando esta fue abierta, con cierta sorpresa observó como la castaña ingresaba acompañada de un par de guardias que venían tras de ella evidentemente preocupados de que Mina se molestase por su repentino actuar—¡TÚ! —bramó con una actitud que la más alta jamás había visto en ella. Con cierta fuerza dio un paso hacia su dirección presionando su dedo contra el pecho ajeno—¿Cómo te atreves a hacerle eso a nuestr...?—su ira rápidamente se silenció al notar a los demás nobles sentados.
—La reunión ha finalizado—Mina no dudó en dar por finalizada la reunión mientras que estiraba su mano presionando su palma sobre la cintura de su esposa escuchando de fondo como una de las sillas se deslizaba—esposa... creo que debemos conversar en la habitación—comentó con tranquilidad mientras que utilizaba su espalda para impedir que ella viera a los demás nobles.
—¿Nayeon? —la voz del hijo del Marqués resonó en la habitación provocando que la mencionada simplemente se paralizara en su sitio.
Mina sintió que su corazón caía en un pozo sin fondo al ver por primera vez la expresión de pánico en su esposa, francamente, esta era la primera vez que veía esa mirada en ella como si estuviese en presencia de una de sus mayores pesadillas, ¿Qué? No fue capaz de formular la verdadera pregunta que rondaba por su mente, no se atrevía hacerlo porque le temía a la respuesta que podría llegar a tener, así que simplemente decidió elevar el cuerpo de su joven esposa escuchando como esta jadeaba ante la sorpresa. Ni siquiera le dio tiempo de ver a su alrededor cuando ya había presionado su amplia palma sobre su nuca obligándola a tener que adherir su frente contra uno de sus hombros, para así no tener que hacerle frente al hombre que causó la gran mayoría de sus pesadillas.
—Mi esposa esta indispuesta, así que me retiro, espero que con lo que hemos hablado quede claro que no cambiaré a mi esposa—aclaró la pelinegra mientras que le daba un rápido vistazo a cada uno de los presentes notando como estos simplemente no podían creer lo que claramente estaban viendo—...—sus fríos ojos no tardaron en hacer contacto con el joven hijo del Marqués notando como este ya estaba de pie con un rostro prácticamente desconcertado—joven Max... no vuelva a decir el nombre de mi esposa con tanta confianza, puede que se le caiga la lengua como se le cayó la mano a su padre sino tiene más cuidado—indirectamente le estaba dejando en claro que no dudaría en cortarle la lengua.
Mina salió de la habitación tras sentirse satisfecha de sus palabras, entre sus brazos continuó sosteniendo a su joven esposa quién no podía dejar de pensar que el único hermano que aun estaba con vida había decidido pisar las tierras de la gran Duquesa, las dudas y el temor por no saber a que se debía su repentino acto de presencia la hizo sentirse ansiosa, pero sentir el calor que desprendía el cuerpo de su silenciosa esposa la hizo mantenerse más calmada. Chan y los caballeros que habían estado junto a la castaña no dudaron en seguir el paso del joven matrimonio, ninguno de los presentes se tomó la molestia de realizar algún tipo de comentario con respecto a lo que había ocurrido, estaban demasiado sorprendidos de notar que la Gran Duquesa abandonó el salón principal con su espada completamente limpia; era una situación sin precedentes, así que no se atrevían a alzar la voz.
—Bájame—ordenó Nayeon tras llegar a la habitación de la pelinegra. Con calma la chica acató su orden inclinándose suavemente para que ella pisara nuevamente el suelo—Myoui—le llamó viendo como ella simplemente cerraba la puerta sin antes darle un vistazo a Chan y los guardias para que se alejaran de la puerta.
—Esposa—.
—¿Por qué le has hecho eso a nuestro pequeño hijo? —pregunta demostrando que ya era consciente de la orden que ella le había dejado antes de encontrarse con los tontos nobles.
Durante los primeros segundos Mina simplemente se mantuvo en un completo silencio tratando de buscar la mejor respuesta que pudiese satisfacer los deseos de su amante, con su mirada completamente enfocada en como la castaña parecía estar aun ansiosa ante la presencia del hijo del Marqués, era evidente el hecho de que no lo estaba pasando bien, pero su preocupación por el estado en que se encontraba Seungwoo era mucho más importante que sus propios pensamientos. Mina suspiró llevándose una de sus manos contra su nuca.
—Todos los herederos hemos tenido que pasar por ese tipo de entrenamientos—aclaró viendo como la castaña simplemente apretaba sus puños—es algo por lo que debe pasar, nos guste o no, así que no interfieras en esto—pidió dando un paso hacia su dirección. Con calma estiró su mano dispuesta en tocar su cuerpo recibiendo con cierta sorpresa el manotazo en seco que recibió el dorso de su palma—¿Huh?.
—No me toques—ordenó Nayeon provocando que Mina la viese con cierta sorpresa—nuestro hijo puede morir con este frío y tu no pareces preocupada por ello—le acusó consiguiendo que la contraría tan solo volviese a suspirar como si la conversación le irritase.
—Si no es capaz de aguantar el frío, entonces no merece el puesto de heredero—aclaró sintiéndose incomoda por la forma en que la más baja se le había quedado viendo; ella parecía verdaderamente adolorida por la tosquedad en sus palabras—... no lo dejaré morir—cambió de respuesta sabiendo que solo iba a empeorar las cosas si continuaba con esa indiferencia—es por su propio bien—confesó intentando nuevamente tocar el cuerpo de su amante, pero esta simplemente rechazó su tacto.
—He dicho que no me toques—y parecía realmente empecinada con la idea de mantenerse fuera de su tacto mientras que se cruzaba de brazos dándole un aspecto autoritario. A pesar que era evidente su molestia, Mina no pudo evitar el pensar que seguía siendo adorable ante sus ojos; el simple hecho de tener eso en mente la avergonzó, así que hizo su mejor esfuerzo por ocultar sus verdaderas intenciones—ordena a Seungwoo que se detenga... yo lo intenté, pero él no me hace caso—aclaró dando un paso hacia su dirección presionando su dedo toscamente contra su pecho—si no lo haces no volverás a tocarme.
—Estas jugando sucio—aclaró Mina mientras que agarraba la mano de su esposa sintiendo como esta tiraba de su extremidad dispuesta en huir de su contacto, pero era demasiado débil como para impedir que su palma tocase los labios de su amante—ahora que te he probado... no puedes simplemente prohibirme que me aleje—confesó encajando suavemente sus dientes sobre el contorno de su dedo indice. Nayeon se sonrojó ante la forma en que su amante le veía; Mina simplemente parecía estar devorándola—...—se quedó en silencio disfrutando de notar su vergüenza—ha...—suspiró mientras que soltaba su mano—no puedo decirle que pare... ese mocoso creará que estoy sintiendo lastima por él.
—No estoy diciendo esto por lastima—.
—Ya lo sé... pero el niño creerá eso—aclaró Mina mientras que se cruzaba de brazos—en estos momentos el mocoso quiere ser lo suficientemente fuerte como para poder protegerte—admitió una realidad que Nayeon ya sabía, pero que tontamente había tratado de ignorar—hará todo lo posible por conseguirlo, así que yo les di las herramientas para hacerlo—confesó con cierta tranquilidad—de todas formas los caballeros están cerca de él, y siempre tienen sus pociones a mano, así que si llega a colapsar ellos lo cuidarán.
—No quiero que un caballero cuide de mi hijo—aclaró Nayeon molesta de notarla tan tranquila—yo soy su madre, yo debo hacerme cargo, y esto realmente no me esta gustando—estaba hablando con sinceridad, pero no había forma de que Mina fuese capaz de entenderla.
—No voy a disminuir su entrenamiento por mucho que te quejes—replicó mientras que le daba la espalda, indicando con esa simple acción que la conversación había terminado.
—¡Solo tiene siete años, Myoui! —se quejó en alto consiguiendo que la pelinegra simplemente se detuviera—¡Estas haciendo que un niño actúe como un adulto! —realmente Mina no era capaz de entender a que se debía su molestia—¡Él debería estar jugando! ¡No estar sosteniendo una espada y haciendo el mismo movimiento hasta colapsar! —su ira era evidente, estaba haciendo ecos en la habitación, pero aún así, su acompañante no podía entenderlo—¡No dejaré que él u otro de mis hijos vivan bajo tus reglas!.
—Suficiente—pidió Mina ignorando por completo el hecho de que su amante estaba afirmando la posibilidad de otro heredero—estoy haciéndolo por su bien, así que no cambiaré de parecer.
—¡Bien! —exclamó mientras que caminaba hacia su dirección pasando por su lado para salir de la habitación—¡No me busques esta noche!—y con fuerza cerró la puerta detrás de sí, dejándola sola en el interior de esas cuatro paredes.
Mina rápidamente le siguió notando como Chan estaba parado viendo como la Gran Duquesa se alejaba por el pasillo siendo seguida por los caballeros que estuvieron anteriormente con ella.
—No dejes que se encuentre con el hijo del Marqués—fue lo único que Mina dijo mientras que caminaba en dirección contraria hacia donde se había ido su esposa.
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