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Cruel plan

Pov: Myoui Mina. 

Cabalgué en la oscuridad, el manto de la noche me envolvía casi por completo, ni siquiera podía ver bien hacia donde me dirigía aun cuando mis ojos se habían acostumbrado a la falta de luz. Decidí salir en plena madrugada después de que mi esposa se hubiese quedado dormida, no pude evitar observarla mientras que los recuerdos me atormentaban sin parar: no podía sacarme de la cabeza la manera en que sus ojos me veían cada vez que me marchaba, su dolor, su miedo y desesperación seguía estando frescamente grabado en mis pensamientos, así que me escapé, como tantas veces me había escapado en el pasado, huyendo de su expresión, huyendo de todo aquel me hiciese replantearme lo que estaba a punto de realizar.

El bosque se extendía ante mí, una masa oscura y densa que parecía absorber la luz de la luna. Las copas de los árboles secos alzaban como gigantes silenciosos, sus ramas entrelazadas formando una pared de madera que apenas dejaba pasar destellos plateados. A medida que avanzábamos, el suave crujir de las hojas secas y el chasquido de las ramas bajo las pezuñas de mi caballo rompían el silencio sepulcral. El aire estaba impregnado de humedad y el aroma terroso del musgo con la madera podrida producida por el cruel invierno. La bruma se arremolinaba en torno a nosotros, creando figuras fantasmales que se desvanecían tan pronto como aparecían. Los ojos de las criaturas nocturnas brillaban ocasionalmente en la penumbra, observándonos pasar. Sentía el frío de la noche calándome hasta los huesos, mientras el viento susurraba secretos antiguos entre los árboles.

Cada sombra parecía tener vida propia; el bosque entero respiraba con una quietud inquietante.

El metal de mi armadura rozaba con el mango de mi nueva espada, emitiendo un sonido constante y familiar. El hedor de mi sucio traje envolvía mis fosas nasales, recordándome la lucha que había mantenido horas atrás. Había decidido usar las mismas prendas con las que había llegado, manteniendo la esperanza de que el Rey no fuese capaz de notar que había realizado una visita inesperada en el Ducado, aun cuando era más que consciente de que los príncipes sabrían hacia donde me había dirigido, pero no importaba que ellos lo supiesen, no les permitiría tener el tiempo suficiente como para informarle al Rey, así que cuando este fuese consciente su cabeza ya estaría rodando por el suelo de su tan amado palacio.

El camino era bastante solitario, y el peso de mis decisiones se hacía más palpable con cada kilómetro recorrido. Pensé en Nayeon, en su fortaleza y en la vida que habíamos construido juntas. Cada sacrificio, cada momento de felicidad compartida, ahora pendía de un hilo. Pero sabía que no podía dar marcha atrás.

Esta era la única manera de poder tener nuestra tan anhelada felicidad.

No debería tardar demasiado en llegar a la zona donde el Norte se conecta con el Sur. Si algo sabía del príncipe Chaewon, era que no se apresuraría a salir de inmediato hacia la Capital, era una persona meticulosa y bastante cuidadosa con lo que hacía, aunque si por algún motivo decidiese marcharse, confiaba con que Chan se aseguraría de evitarlo a toda costa.

Estimé que tenía más o menos unas quince horas de ventaja, pero no podía permitirme ser complaciente. Cada minuto contaba.

El paisaje cambiaba sutilmente a medida que avanzaba, con el terreno volviéndose más escarpado y las sombras más profundas. Sentía el peso de mi armadura y el cansancio empezaba a instalarse en mis músculos, pero no podía permitirme detenerme. Cada tanto, el ulular de un búho o el crujido de una rama rota me ponían en alerta, recordándome que el peligro acechaba en cada rincón. Pero mi determinación era más fuerte que el miedo. Sabía que debía mantener el ritmo y aprovechar cada segundo de ventaja que tenía.

Finalmente, después de lo que parecieron horas interminables, pude divisar la primera señal de la intersección entre el Norte y el Sur. El relieve del terreno cambiaba, y la vegetación se hacía más densa mientras que el sol a punto de esconderse danzaba entre las montañas. La conexión entre ambas regiones estaba cerca, y con ella, la posibilidad de poder encontrarme con el resto de los caballeros. Me preparé mentalmente para lo que venía, sabiendo que cada decisión que tomara en los próximos momentos podría determinar un mal destino para el Norte.

Con determinación, insté a mi caballo a avanzar, aunque no alcanzó a recorrer una gran distancia cuando divisé la gran bandera del Reino Karts, siendo acompañada por las banderas de los Duques- o sea la mía y la del Sur-. Bruscamente tiré de las riendas obligando al animal a que se detuviese. Con calma observé como el resto de los guardias seguían con su camino sin notar realmente mi presencia.

—¿Duquesa?

No tardé demasiado en ser notada.

—¿Dónde está el príncipe Chaewon? —pregunté ignorando descaradamente su pregunta. Como era de esperarse estos se miraron entre sí, para luego simplemente tirar de las riendas de sus caballos abriéndose paso, para que yo pudiese ver a quién buscaba—príncipe—le llamé tras notarlo en medio de todos los guardias.

Ahí estaba él con una apariencia desaliñada. Su cabello blanco, normalmente un símbolo de pureza y nobleza ahora estaba enmarañado y sucio, cayendo en mechones sobre su frente y el resto de su cabeza. Su rostro, cubierto de polvo y manchas, apenas dejaba entrever su linaje real. Sin embargo, su porte y su aire de autoridad eran inconfundibles, irradiando una presencia que demandaba respeto y obediencia. A pesar de su aspecto descuidado, Chaewon mantenía una dignidad innata, una elegancia que no podía ser ocultada por mucha suciedad que tuviese. Sus ojos morados tan incapaces de mostrar calidez no tardaron en encontrarse con los míos por un breve momento, provocando en mí una sensación de incomodidad: a pesar de que lo conocía hace bastante tiempo ya, no podía quitarme esa incomoda sensación que él me generaba sin ningún tipo de esfuerzo.

—Hey, pero si es la Duquesa—me saludó sin más, tan tranquilo y relajado que no pude evitar sentir irritación—¿Fuiste capaz de hacer mi pedido? —preguntó aun cuando claramente no había realizado ninguna solicitud.

¿Acaso está tratando de crear una cuartada?, me pregunté con mi atención fija en sus ojos juguetones.

—Sí—respondí notando como él sonreía con suavidad.

Le sostuve la mirada durante unos segundos más, luego tiré de las riendas de mi caballo y comencé a moverme entre los guardias. Deslicé la mirada de un lado a otro, buscando a Chan, pero no lo vi en la línea principal. Quizás estaba siendo protegido, pensé mientras mis ojos se dirigían hacia la zona de seguridad. Para mi alivio, no tardé en encontrar a Chan entre los sucios y agotados guardias, daba la impresión de que trataba de ayudarlos, ¿En qué?, no tengo idea, sinceramente tampoco me importaba. En cuanto nuestros ojos se encontraron, él no dudó en alejarse de los caballeros. Con paso rápido y decidido, se abrió camino hacia mí, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y urgencia.

—¿Todo bien? —pregunté con mi atención fija en la manera en que él expandía sus párpados para luego simplemente tomar una buena bocanada de aire.

Por un segundo creí que respondería con negación, pero en vez de eso simplemente asintió con su cabeza.

—Sí, sobre el caballo llevó todos lo que usted preparó —comentó con un dejé de firmeza en el tono de su voz mientras que su dedo se estiraba para apuntar al animal que estaba cerca de los guardias.

Deslicé mi mirada de su dedo hacia su rostro, intercalando de esa manera lo que veía, para luego simplemente soltar un pesado suspiro, él parece demasiado cansado, ¿Acaso no trató de dormir?, me cuestioné genuinamente preocupada de las ojeras que había por debajo de sus castañas orbes. De todas formas, lo has hecho bien, pensé sin despegar mi atención de su demacrada expresión.

—¡Se está haciendo de noche! ¡Desplieguen las tiendas de campañas, vamos a descansar en este lugar! —la fuerte voz de Chaewon llenó el silencio del lugar.

Mi mirada se deslizó inmediatamente en dirección del sonido. Como era de esperarse, rápidamente distinguí a Chaewon descendiendo tranquilamente de su caballo, mientras el metal de su sucia armadura resonaba con cada movimiento. Observé con calma su figura; parecía que no se había molestado en limpiar los evidentes rastros de sangre de monstruo que cubrían gran parte del metal que cargaba. Tal vez no tuvo tiempo para hacerlo adecuadamente, o simplemente no le importó. De cualquier manera, el porqué de sus acciones no era lo crucial en este momento. Lo que realmente importaba era que nos estábamos retrasando. Estuve a punto de abrir los labios para replicar, pero un vistazo al resto de los caballeros, visiblemente agotados, me hizo reconsiderar. Sus rostros reflejaban el cansancio de la batalla, y entendí que necesitaban ese breve descanso más de lo que yo había anticipado.

Para mi propia sorpresa Chaewon comenzó a caminar hacia mi dirección, así que yo tranquilamente descendí de mi animal.

—Cerca de aquí hay un rio, vamos a ir a bañarnos—comentó tras detenerse a mi lado. Lo miré sin mucho interés notando como él descaradamente se inclinaba. Su cercanía me producía genuina repulsión—no te preocupes... no dejaré que nadie te vea—susurró con un claro deje de burla en el tono de su voz.

—¿Quieres que tu cabeza ruede por el suelo? —pregunté al mismo tiempo que escuchaba las espadas siendo desenvainadas—...—en silencio deslicé mi mirada por mi alrededor notando como la gran mayoría de los guardias me estaban apuntando. Era más que evidente sus deseos de asesinarme—¿Realmente quieren morir? —cuestioné dándole un pequeño vistazo a cada uno, notando como sus orbes temblaban ante el pánico.

—¡Pff! ¡Oh vamos chicos! ¡Ella solo está bromeando! —exclamó Chaewon con voz animada.

No, no lo estoy, pensé mientras lo escuchaba. De repente, sentí su brazo pasar toscamente sobre mis hombros, evidentemente su repentino movimiento provocó que el metal de nuestras armaduras chocase entre sí, emitiendo un sonido desagradable que lastimó tanto mis oídos como los suyos.

—Por favor Duquesa... no haga esa expresión—me pidió al mismo tiempo en presionaba su palma sobre mi hombro, pude sentir la manera tosca con la que me tocaba, como si me estuviese obligando a aceptar lo que sea que tuviese en mente—vamos a limpiar esa sucia armadura—agregó mientras que tiraba de mi en dirección de alta vegetación—el resto sigan construyendo las tiendas, cuando tengan todo listo, pueden ir al rio a bañarse.

A pesar de que poseía la suficiente fuerza para poder zafarme de su tacto, decidí seguirle la corriente aceptando el ser arrastrada a quién sabe dónde. Rápidamente el continuó del bosque se extendió ante mis ojos como un océano verde, una maraña de árboles altos y frondosos que se entrelazaban en un techo natural apenas dejando pasar los tímidos rayos de sol que ya comenzaban a teñirse de naranja y rosa. La luz del atardecer pintaba el paisaje con pinceladas doradas, creando un juego de sombras y colores que danzaban sobre el suelo cubierto de hojas caídas y musgo esponjoso. Mis pasos resonaban sobre el suelo, creando un murmullo que se mezclaba con el susurro del viento.

Era evidente que el Sur llevaba años sin sentir el cruel frío del Norte.

Caminamos sin ningún tipo de rumbo en específico hasta que, de repente, el sonido del bosque cambió, eso me puso en alerta así que bruscamente me zafé del agarre ajeno permitiéndome el dar un paso hacia adelante.

—¿Qué suce...

—Cállate—le interrumpí mientras que agudizaba mis oídos.

De manera sutil, pude percibir el cambio en el ambiente. El susurro de las hojas fue sustituido de forma abrupta por un murmullo constante y profundo. El aire se volvió más fresco y húmedo. Al parecer, habíamos llegado a una zona abierta. Antes de moverme decidí darle un vistazo a Chaewon, él parecía calmado, como si hubiese recorrido infinitas veces este lugar.

—Solo es el río—comentó mientras que pasaba por delante.

Yo lo observé en silencio notando como desenvainaba su espada comenzando a cortar la alta maleza.

Decidí seguirle el paso, hasta que el bosque se abrió ante nuestros ojos, revelando un paisaje que jamás pensé que podría existir entre tanta maleza. Con los labios sellados, desenvainé mi espada cortando la vegetación que se interponía entre nosotros, podía sentir perfectamente el aroma distintivo del agua, mientras que continuábamos caminando.

Bruscamente mis piernas dejaron de caminar ante lo que estaba siendo testigo; frente a mi había un extenso rio de agua cristalina: parecían estar serpenteando entre los árboles, sus aguas reflejaban el cielo teñido por el crepúsculo. La corriente era suave, pero constante, era tan transparente que podía notar claramente las piedras lisas y los peces nadando en su lecho mientras que, a lo lejos, el río se perdía entre las sombras de los árboles, creando una ilusión de infinitud.

—¡Hemos llegado! —exclamó animado. Yo simplemente observé la manera en que había comenzado a quitarse su armadura—vamos Mina—me llamó tras girarse notando como yo seguía estando de pie a una distancia considerable del río— tienes que limpiar tu armadura, mi padre se molestará si ve esa suciedad—comentó al mismo tiempo en que se quitaba la sucia camiseta que en algún momento habías sido tan blanca como el papel.

Notarlo animado me irritaba.

Lo observé durante unos segundos más, hasta que finalmente solté un pesado suspiro, resignándome a lo inevitable. Solo lo haré por el contrato, me dije en silencio, mientras mis dedos recorrían la superficie fría y familiar de mi armadura. Con movimientos mecánicos y sin mucho interés, comencé a soltar las correas y hebillas, sintiendo cada pieza del pesado traje caer al suelo con un estruendo metálico que resonaba en la quietud de nuestro entorno. A pesar de la necesidad de cumplir con el acuerdo, me negaba rotundamente a permitir que él fuera testigo de las marcas en mi piel. Esas cicatrices eran un testimonio mudo de las batallas libradas, de las peleas interminables, simplemente eran secretos que prefería mantener ocultos.

De hecho, me negaba a que él viera siquiera un atisbo de mi piel.

Mientras el último trozo de armadura caía al suelo, levanté la mirada y lo observé una vez más. Sus ojos parecían buscar algo en los míos, como si estuviese desesperado por oír una respuesta. Pero yo mantenía mi expresión impasible, determinada a no revelar nada más de lo necesario. En ese preciso momento, sentí el frío del aire en mi piel, una sensación que me recordaba que el invierno aun no nos había abandonado.

—En fin.

Decidió alzar la voz mientras que yo permanecía en mi posición, mis ojos fijos en cada uno de sus movimientos hasta que logré notar como había comenzado a caminar hacia la orilla del río. Sus palabras resonaban con una mezcla de determinación y anhelo.

—Cuando me convierta en Rey... —habló con fuerza, como si estuviera compartiendo sus pensamientos más íntimos.

Mi mirada seguía atenta cada paso que daba, viendo cómo sus pantalones se mojaban al entrar en el agua.

—Voy a deshacerme de todos los hijos bastardos de mi reino... —continuó, su voz firme pero cargada de un peso emocional mientras que sus dedos suavemente comenzaban a tocar la fina capa de agua— haré una prohibición contra la infidelidad para que ningún bastardo tenga que morir en vano.

La intensidad de sus palabras contrastaba con la serenidad del entorno. Mis ojos continuaron fijos en su cuerpo notando como él, mientras más avanzaba, la corriente más rodeaba sus piernas, creando unas pequeñas ondulaciones en el agua cristalina. Sus pensamientos, aunque oscuros, estaban impregnados de una especie de esperanza para un futuro que él consideraba más justo, un futuro donde claramente ni mi esposa e hijo serían parte. Bruscamente apreté mi quijada, ¿Realmente perdió toda la cordura?, me cuestioné sintiendo la sangre caliente burbujeando en mi interior. ¿Debería simplemente ahorrarme las molestias y matarlo? Podría hacer pasar su muerte como ahogamiento, me pregunté al mismo tiempo en que, de forma impulsiva mi mano buscó a mi arma, pero esta había caído al suelo junto con el resto de mi armadura, así que decidí contenerme.

—... ¿Has olvidado que mi esposa e hijo son considerados hijos ilegítimos? —decidí alzar la voz antes de que sus propios ideales lo nublaran por completo. Tal parece que él realmente había olvidado ese pequeño detalle ya que bruscamente sus hombros se tensaron.

Rápidamente se giró, nuestros ojos hicieron contacto visual, parecía estar rebosando en diversión o quizás solo era demasiado bueno escondiendo sus verdaderas emociones.

—En teoría... dejaron de ser ilegítimos en el momento en que tu esposa fue reconocida por el Marqués Im—comentó como si estuviese tratando de restarle importancia a la situación, aunque claramente no había manera de que yo pudiese ignorar lo que acababa de suceder—y con respecto a tu hijo, ¿No lo reconociste como heredero? —cuestionó sin sonar realmente preocupado.

Ya... pero en tu mente retorcida, ellos siguen siendo unos simples ilegítimos, ¿Verdad?, me pregunté, con una certeza inquietante sobre la verdadera naturaleza de su carácter. Sabía muy bien que su lado oscuro y obsesivo jamás podría ignorar a mi familia. Su odio era como una llama inextinguible, especialmente dirigido hacia aquellos que nacían fuera del matrimonio. Para él, esos niños eran una mancha imborrable en el lienzo de su moral distorsionada.

Podía excusarse con el contrato todo lo que quisiera, pero eso no cambiaría lo que era en el fondo.

Conozco su mente perturbada, su capacidad para maquinar en silencio, siempre al acecho de una oportunidad para hacer daño. Era solo cuestión de tiempo antes de que actuara. Lo he visto antes, esa chispa de malicia en sus ojos cuando hablaba de ellos, como si cada palabra fuera un filo de navaja. Sé que no podrá contenerse, que su odio encontrará una forma de manifestarse.

La pregunta no es si lo hará, sino cuándo y cómo.

—No te preocupes demasiado—agregó tras notar como yo había decidido permanecer en un completo silencio—el contrato me impide el lastimarlos, así que solo sufrirán el resto de los ilegítimos—comentó mientras que decidía hundirse en el interior de esa fría agua.

Decidí no preguntar más y simplemente tomé mi armadura y la llevé al rio, con calma me arrodillé en la orilla sintiendo como el agua comenzaba a tocar tenuemente mis rodillas, empapando lentamente mis pantalones, yo no debería estar en este lugar, pensé mientras que dejaba los grandes pedazos de metal sumergidos en el agua, yo debería estar con mi esposa, cuidando sus últimos días de embarazo. Me mantuve perdida en mis pensamientos mientras que mis manos limpiaban sin parar. Ya ni siquiera quedaba rastro de la brillante armadura que había sido en su momento, ahora era un simple pedazo de metal.

—¿Sabes? He tomado una gran decisión—su voz nuevamente se hizo notar por sobre el silencio del bosque. Con calma decidí alzar mi mirada observando desde mi posición como él flotaba sobre el agua con sus brazos extendidos y la mirada perdida en la tenue oscuridad del cielo—me voy a casar.

¿Por qué estas soltando todas estas estupideces?, me cuestioné internamente, sin apartar la mirada de su cuerpo. Con una calma perturbadora, dejó de flotar y se enderezó, manteniéndose a un par de metros de distancia. Sus manos se movían en círculos sobre el agua, manteniendo de esa manera su cabeza a flote. El resplandor de sus ojos morados pronto se fijó en los míos, y pude ver una chispa de emoción genuina en su mirada mientras se preparaba para compartir su nueva idea. Parecía increíblemente concentrado, como si cada palabra que estaba a punto de pronunciar fuera de una importancia crucial.

La manera en que sus labios se curvaban en una leve sonrisa, y el brillo en sus ojos, revelaban una emoción contenida que apenas podía controlar. Esto me va a generar dolor de cabeza.

—Quiero aclarar que no es algo que pensé de forma apresurada—rápidamente trató de excusarse. Yo no dije nada, simplemente lo seguí observando—digamos que llevo años con la misma idea, pero ahora es el momento preciso para llevarlo a cabo—confesó mientras que dejaba de mover sus manos para poder alzarlas en señal de aceptación—¿Quieres saber quién será la bendecida?

—No—respondí con toda intención de desligarme del tema mientras que regresaba mi atención hacia mi armadura.

—¡Pff! ¡Jajaj! —la escuché reír. Ese sonido era desagradable de escuchar—... he elegido a Jihyo.

Bruscamente alcé mi mirada.

¿Qué?

—Park Jihyo—respondió tras hacer nuevamente contacto con mis ojos. Rápidamente apreté mi quijada al notar como ni siquiera se había molestado en ocultar el brillo malicioso en su mirada, este bastardo... ¿Por qué ahora? —¿Qué sucede? Creí que no querías saber—comentó disfrutando por completo de la forma en la que yo lo estaba observando.

¿Por qué ella?, y me negaba por completo a alzar la pregunta aun cuando me moría de ganas por hacerla. Sabía que si lo hacía le daría en el gusto.

—Bueno... responderé ya que te mueres de ganas por saber—agregó llenando por completo el silencio que yo estaba brindando—en pocas palabras es mi mejor opción, quizás no sea las bonita de todas las posibles candidatas, pero el simple hecho de que posea el título de Santa la convierte en la pieza más importante para mí dominio—comenzó a hablar como si ni siquiera me considerase como un posible peligro. ¿Por cuánto tiempo planeaste esto?, me pregunté sintiéndome incomoda de todo lo que estaba escuchando—tendría el poder del reino y a la iglesia en la palma de mi mano, podría hacer todo lo que anhelo sin ningún tipo de inconveniente.

Yo realmente no quería preguntar. Juro por Dios que no quería alzar la voz.

—¿Por qué hiciste que Chan se comprometiera con Jihyo si tu intención siempre ha sido utilizar el poder de la Santa? —alce la voz en tono de pregunta aun cuando genuinamente quería permanecer en silencio.

Chaewon suspiró, y sus cejas se fruncieron, como si sintiera lástima por mi aparente incompetencia para comprender la situación. Su mirada, cargada de una mezcla de desdén y condescendencia, me hizo sentir inquieta.

—Porque Chan era fácil de usar—respondió provocando que yo tuviese que hundir mis manos en el agua para así evitar que él notase la fuerza con la que había apretado mis puños—si él se hubiese mantenido a mi lado, entonces tendría el poder del Marqués Chan y el de la Santa—nuevamente parecía estar divagando en sus propias ideas— aunque no lo parezca, ellos son piezas fundamentales para la estabilidad del Reino.

—Pero ahora Chan es mi perro.

—... Todo perro que no es bien cuidado suele revelarse, ¿No crees? —preguntó consiguiendo que yo tensase mi expresión—¡Pff! Tranquila, no pienso llevarme a tu mascota—comentó mientras que comenzaba a nadar hacia mi dirección—tener a Jihyo como mi esposa me es más que suficiente—confesó sin dejar de acercarse—pienso comenzar de inmediato con los herederos, quién sabe, puede que obtenga un hijo con un alto indice de maná curativo.

—Jihyo no es una máquina para tener bebés—repliqué con mi atención fija en la manera en que él parecía indiferente a mis palabras.

—Las mujeres no tienen otro uso que no sea ese—contestó con bastante seriedad. Yo me quedé quieta, no es que me sorprendiera sus palabras, solo que no creí que fuese tan estúpido para decirlo a viva voz. Tal parece que comprendió con quién realmente estaba hablando ya que rápidamente alivió su tensa expresión—... ¡Jajaj! Solo bromeo—comentó, pero yo estaba segura de que él no mentía.

No era de extrañar que tuviera esos pensamientos, considerando que el Rey era su padre.

—Como sea... ¿Qué harás si Jihyo te rechaza? —pregunté notando como él simplemente sonreía—Como Santa tiene el poder suficiente para ir en contra de tu palabra—le recordé el hecho de que la iglesia tenía casi el mismo poder que la corona.

Al parecer mis palabras no le agradaron.

—Ya hay un carruaje esperando fuera de tu palacio—admitió mientras que yo me mordía la lengua—a pesar de que es una Santa, no puede ir en contra de la ley Imperial, los guardias no dudaran en matarla si es que se atreve a poner resistencia—agregó con su voz cargada de una autoridad que logró que mis hombros se tensaran. ¿Piensas llevártela cuando mi esposa aún no ha dado a luz? me pregunté mientras me levantaba, dejando en evidencia mi rabia—relájate, le daré permiso para ir a ver a tu esposa cuando ella de a luz—respondió con una calma irritante, ignorando mi furia.

Eso no es suficiente.

—Estás pasándote de la raya —le advertí al mismo tiempo en que podía ver la manera en que había comenzado a salir del río.

Verlo tan seguro realmente comenzaba a volverme loca.

—Solo estoy ejerciendo mi poder como príncipe heredero —contestó, deteniéndose frente a mí.

Momo jamás dejará que Jihyo se vaya... o no por lo menos con tanta facilidad, pensé, consciente de que su extraña relación aún no había terminado. Mantuve en todo momento mi atención sobre su tranquila expresión.

—No hagas nada estúpido —advirtió, su voz bajando a un tono amenazante—a pesar de que tenemos un contrato, tengo muchas maneras de joderte, así que oculta tu intención asesina—ordenó consiguiendo que yo solo suspirara.

Su mano se posó pesadamente sobre mi hombro, dándome golpecitos suaves pero inquietantes que solo aumentaron mi tensión. Luego se alejó, moviéndose con determinación hacia donde descansaba su armadura, como si cada paso fuera una afirmación de su poder y autoridad.

—El matrimonio se llevará a cabo después de mi coronación. Espero que estés presente—agregó con una frialdad que dejó claro que no había espacio para negociaciones o desobediencia.

Yo no dije nada. Simplemente no podía alzar la voz sin poder contener mi ira. 

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