Compórtate como lo que eres
El sábado no podré actualizar, así que actualizo ahora.
POV: Myoui Mina.
Estoy jodida, ese fue el primer pensamiento que pasó por mi cabeza tras la forma en que me había tocado y sobre todo en quién había estado pensando para conseguir mi cometido. Avergonzada por mi propio comportamiento decidí terminar de ducharme para luego regresar a mi habitación agradeciendo desde lo más interno de mis pensamientos el notar el desolado pasillo. Francamente, no sé que hubiese hecho si me llegaba a topar con alguien. Tras llegar a mi cuarto me percató del frío ambiente que lo envolvía, antes, no me había importado ese tipo de detalles, pero por alguna razón ahora no podía dejar de fijarme en ellos. Aquella noche no fui capaz de poder conciliar el sueño, como de costumbre me deslicé bajo las frías sábanas de mi cama teniendo toda la intención de poder descansar, pero las frescas imágenes no tardaron en inundar cruelmente el interior de mi cabeza impidiendo de esa forma poder cerrar los párpados sin tener su retrato impreso frente a mi. Bruscamente me giré sobre el colchón llevando mis manos contra mi rostro, no podía dejar de pensar en la forma en que ella me había tocado, podía sentir sus delgadas y pequeñas manos envueltas alrededor de mi muñeca, jadeé sintiendo el calor que desprendía su menudo cuerpo contra el mío, me estaba volviendo loca.
Nayeon fácilmente había conseguido hacer que perdiera la cordura.
A la mañana siguiente me levanté más temprano de lo usual simplemente para no toparme directamente con mi esposa, tras cambiarme de ropa y asegurarme de que todo estuviese donde corresponde decidí salir de mi habitación notando a mis sirvientas esperando como de costumbre aun costado de la puerta de que yo comenzara a caminar. Ni siquiera me tomé la molestia de mirarlas, aun cuando sabía que ellas habían hecho una reverencia decidí ignorarlas continuando con mi caminar mientras que ellas me seguían obedientemente tras de mi.
—¿Dónde está Chan?—cuestioné en alto mientras que me llevaba una de mis manos contra mi antebrazo contrario comenzando a recoger mis mangas, para luego simplemente hacer lo mismo con la otra extremidad.
—El señor Chan se encuentra en su despacho—confesó una de las chicas con aquella característica monotonía que fácilmente me podría llegar a irritar, pero que, por alguna extraña razón, en esta ocasión no me importó.
Tras escucharla simplemente asentí con mi cabeza mientras que decidí dirigirme directamente en dirección de mi despacho.
—No se molesten en seguirme y no traten de molestarme a menos que yo las llame—ordené dándoles por fin un vistazo a mis acompañantes. Me detuve de forma brusca al notar lo inesperadamente jóvenes que eran, ¿Eh? pensé visiblemente sorprendida al percatarme de que tan solo eran unas simples niñas que a penas habían llegado a los veinte años, ¿Por qué son tan jóvenes? me cuestioné a la vez que fruncía el ceño sin poder evitar el demostrar mi disgusto—¿Siempre fuiste así de joven?—no pude evitar el preguntar observando como ella parecía realmente sorprendida de escuchar mi repentino interés. La muchacha rápidamente giró su rostro tratando de ver a su acompañante, quizás en busca de algún tipo de ayuda, pero esta simplemente apretó sus labios, como si fuese consciente de lo que le ocurriría si trataba de interferir—¿Qué edad tienes?.
Ella no parecía estar dispuesta en responder, pero realmente no le quedaba de otra si era precisamente yo quién estaba haciendo la pregunta.
—Dieciséis... señora—confesó la chica con evidente terror mientras que su cuerpo rápidamente se movió tratando de cubrir a su acompañante—y ella acaba de cumplir los quinces... pero aún así estamos dispuestas.
No pude evitar el ampliar mis párpados ante la sorpresa genuina que me había causado el escuchar la sugerencia en el tono de su voz, ¿Por qué tienen eso en mente? me cuestioné manteniendo toda mi atención en el evidente temor que escurría por sus delgados cuerpos aún inmaduros; era obvio el hecho de que ellas me temían, y si debía ser sincera al respecto, ni siquiera me importaba que tuviesen ese sentimiento, ya que era lo normal. Por impulso solté un suave suspiro a la vez que daba un paso hacia atrás queriendo por alguna razón tener mi espacio. Francamente no estaba entendiendo lo que estaba ocurriendo frente a mis ojos, ni siquiera era capaz de comprender la razón del por qué unas niñas habían estado ocupando el papel de servirme cuando deberían estar haciendo cosas que correspondía con su edad, ¿Por qué no lo noté antes? me pregunté irritada de mi propio desinterés en mi personal; como jamás miraba sus rostros no tenía ni la menor idea de que quienes me estaban sirviendo, me eran tan indiferente que, lo más seguro es que ellas ni siquiera deberían ser las jóvenes lo que me hacía molestar aún más. Ha... esto es un desastre, pensé mientras que mantenía toda mi intención en el miedo evidente que desbordaban de sus cuerpos.
Era consciente de que debía solucionarlo, pero antes de eso tenía que saber quién fue el idiota que se creyó con el poder suficiente para elegir quienes debían servirme.
—¿Quién las contrató?—cuestioné manteniendo aún mi distancia. La mayor rápidamente alzó su mirada, a pesar del evidente miedo que le causaba de todas formas se las arregló para sostener mi mirada.
—El Conde Lee—confesó haciendo que yo simplemente me llevara mi mano contra mi nuca, así que fue ese pequeño bastardo pensé manteniendo toda mi atención en la forma en que ella seguía sosteniendo mi fría mirada, veo que uno de los perros no pudo seguir mis órdenes, y a pesar de que aún no veía al bastardo, no pude evitar el disfrutar de todo lo que le haría al tomarse atribuciones que no le correspondía.
Hice lo mejor que pude por ocultar mi diversión centrándome por completo en la joven muchacha. ¿Oh? vaya... a pesar de su corta edad ya posee ese tipo de valentía... que curioso, pensé manteniendo unos segundos más mi atención en su joven rostro para luego simplemente elevar la mirada al notar un movimiento desde la lejanía. Curiosa observé por sobre su cabeza notando fácilmente aquella pequeña y delgada figura que podría reconocer en cualquier lugar; se trataba de mi esposa quién veía con cierta tranquilidad a un par de pasos de distancia lo que estaba sucediendo, como si estuviese esperando con paciencia que yo terminara la conversación. Bruscamente mis hombros se tensaron a la vez que los vellos de mi nuca y brazos se erizaban ante el contacto directo que habían tenido nuestros ojos. A pesar de que a simple vista parecía estar realmente tranquila, por alguna extraña razón sentía que aquel sentimiento simplemente era una fachada de lo que realmente estaba ocurriendo en el interior de su cuerpo. Instintivamente traté de mirar hacia otra dirección, los recuerdos de la noche anterior no tardaron en golpear violentamente mi cabeza así que solo fue cuestión de segundos en que yo lograra sentir el calor instalándose lentamente en mis mejillas.
—Regresen a realizar sus tareas diarias ya no las necesito—confesé consiguiendo que ellas se vieran entre sí, para luego simplemente hacer una reverencia comenzando rápidamente a caminar intentando huir lo más lejos posible de donde yo me encontraba—...—decidí guardar silencio manteniendo todo mi interés en la forma en que mi esposa había comenzado a caminar hacia mi dirección. Lo primero que pude percatarme era del hecho de que continuaba estando con su ropa de dormir, como si hubiese despertado y directamente hubiese ido tras de mi, pero claro, sabía que el pensar en eso sería arrogante de mi parte, pero todo indicaba que estaba en lo correcto. Por impulso tragué saliva al percatarme que, ahora que había luz fácilmente se podía notar la seda blanquecina que cubría su bonito cuerpo lechoso, dejando de esa forma sus redondos hombros completamente expuestos para cualquier ojo lujurioso. Francamente, para mi parecer, era una ropa peligrosa... una que fácilmente se podría llegar a rasgar. Instintivamente llevé mis manos contra mi espalda queriendo mantenerlas completamente lejos de su menudo cuerpo—¿Qué haces levantada tan temprano?—cuestioné en el momento que ella se las arregló para quedar a mi lado. Mantuve toda mi atención en la manera en que ella se había llevado una de sus manos contra su rostro para tomar uno de sus sedosos mechones de cabello para dejarlo detrás de su oreja haciendo que mi corazón se acelerara—¿Por qué no te has cambiado?—pregunté mirando hacia otra dirección.
—Buenos días—me saludó haciendo que yo regresara mi atención a su rostro notando que ella se había tomado el atrevimiento de burlarse de mí—¿No cree que es muy temprano para hacer tantas preguntas?—cuestionó mientras que se inclinaba colocando sus manos sobre mis hombros para poder colocarse de cuclillas consiguiendo de esa forma presionar vagamente sus labios contra los míos, por impulso retrocedí llevándome el dorso de mi mano contra mis labios sintiendo las orejas calientes ante su osado movimiento—... tienes que acostumbrarte—aclaró observando atentamente como yo simplemente apretaba mis dientes sintiéndome frustrada por estar reaccionando de esta manera—la gente pensará que no estamos casadas si te comportas de esta forma.
—No me importa lo que el resto piense—confesé de manera automática a la vez que bajaba de mi mano para poder fingir tranquilidad—...—guardé silencio observando como Nayeon en cambio simplemente se me quedó viendo, a simple vista ella parecía frustrada, probablemente toda esta situación la hacía sentirse de esa forma, pero ella estaba pidiendo demasiado de mi en muy poco tiempo... aunque gran parte de mi lo deseaba, simplemente no podía seguirle el ritmo—ve a tu cuarto y cámbiate de ropa antes de que alguien te vea—ordené dispuesta en dar un paso hacía atrás sintiendo como ella no dudaba en agarrar de mi muñeca consiguiendo que mi pecho se calentara.
—Creí que no te importaba lo que la gente piense—ella no tardó en replicar mis palabras. La miré sin decir nada, no sé realmente el por qué lo había hecho, pero al notar como ella aun sabiendo de lo que estaba haciendo decidía deslizar aún más la pequeña manta que cubría tanto su espalda como sus antebrazos, como si estuviese deliberadamente queriendo mostrar sus hombros desnudos—...—se quedó en un completo silencio al sentir como yo agarraba de la tela y con brusquedad la subía cubriendo con fuerza hasta su cuello.
—El hecho de que no me importe lo que la gente diga, eso no quiere decir que acepté tan fácilmente que cualquier idiota te mire—aclaré sintiéndome sorprendentemente irritada ante la simple idea de imaginarme a alguien queriendo observar su bonito cuerpo. Por impulso decidí estirar mi otra mano para agarrar entre mis dedos el resto de la manta. Sin siquiera preguntar si ella estaba bien envolví por completo el material sobre sus hombros y cuello impidiendo de esa forma que cualquier persona tuviese la oportunidad de mirar su piel expuesta—... lo odio, así que no lo hagas—pedí sintiendo la forma en que ella continuaba mirándome, como si fuese alguna especie de bicho extraño—¿Que tanto me ves?—cuestioné a la defensiva mientras que soltaba de sus prendas, pero sin llegar a alejarme tanto de ella.
—¿Puedo besarte?.
—No—ni siquiera lo pensé en el momento que, de forma automática había rechazado su pregunta. Al comprender que ella fácilmente podría tratar nuevamente de atacarme, decidí simplemente dar un paso hacia atrás sintiéndome avergonzada de entender cuál había sido su pregunta—será mejor que regreses a tu habitación—aclaré mientras que le daba la espalda tratando de esa forma el poder ocultar el evidente sonrojo que cubría mis mejillas. Ella... ¿Acaso no tiene pudor? me cuestioné sintiéndome realmente avergonzada ante la facilidad que mi acompañante tenía para pedir ese tipo de cosas.
—Entonces... ¿Puedo hacerme cargos de los niños del Ducado?—su pregunta me desconcertó así que impulsivamente giré mi rostro viendo con cierta confusión la forma en que ella se rascaba su antebrazo, como si estuviese tratando de esa forma poder quitarse la vergüenza que cargaba sobre sus hombros—he notado que son muy jóvenes para tener este tipo de labores, así que me gustaría darle mayores oportunidades—aclaró como si estuviese tratando de explicar el por qué de su repentino interés.
—¿Por qué harías algo tan molesto?—cuestioné manteniendo toda mi atención en sus facciones. Realmente quería entender la razón que tenía para tratar de ayudar a gente que no conocía, ¿Cuál sería su beneficio? me pregunté con mis ojos completamente fijos en la forma en que ella simplemente se relamía los labios como si estuviese tratando de tranquilizarse—¿Por qué tratarías de ayudarlos? no hay beneficios en educar a los huérfanos, simplemente mientras tengan comida y un techo donde cubrirse, el niño debería estar más que satisfecho—aclaré encogiéndome de hombros sin saber realmente si con eso era suficiente.
—Si yo tuve la oportunidad de salir donde tenía comida y techo gracias a tu ayuda... ¿Por qué yo ellos no pueden surgir gracias a mi ayuda?—su pregunta me sorprendió ya que había entendido perfectamente que sus palabras tenían más peso de lo que a simple vista parecía, así que simplemente mantuve silencio—no quiero que dejen de ser sirvientes... lo que quiero es que por lo menos no piensen que no tuvieron una oportunidad de cambiar sus vidas—confesó con tanta determinación que yo simplemente suspiré—... además... el hecho de tener servidumbre con mayor inteligente y siendo criados de pequeños impedirá que se sientan en la necesidad de traicionarla.
—No me importa ser traicionada—admití notando como ella apretaba sus labios ante la evidente frustración que le estaba causando el escuchar y ver el poco interés en mi parte—si deciden cometer esa estupidez entonces solo debo matarlos—confesé mientras que me cruzaba de brazos—aunque no lo admitan, el miedo a morir es mucho más alto que el deseo de tener un poco más de dinero—aclaré completamente confiada en mis palabras mientras que veía la manera en que ella hacía todo lo posible por no juntar sus cejas, posiblemente molesta de escuchar mis respuestas—...—decidí guardar silencio al comprender que, lo más seguro es que ellas jamás pueda entenderme ya que debería vivir lo que yo viví para comprender el por qué hablaba tan confiada, por ende, simplemente suspiré—haz lo que quieras.
Ella amplió sus párpados ante la sorpresa que le causó mis palabras.
—¿Disculpa?—cuestionó sin poder ocultar el como se sentía ante lo que había escuchado.
Con una visible tranquilidad mantuve toda mi atención en sus delicadas facciones. Adorable, pensé por impulso a la vez que, con cierta brusquedad decidía volver a presionar mis manos detrás de mi espalda, pero esta vez sosteniendo con violencia mis propias muñecas con ayuda de mis firmes dedos. Si debía ser sincera al respecto, tuve que hacer un gran esfuerzo para no estirar mis manos ante ese incontrolable deseo de querer tocar sus mejillas que invadió mi cuerpo. A pesar de que era consciente de que no tendría nada de malo el hecho de llegar a tocarla, mi cuerpo simplemente rechazaba el hacerlo, así que di un paso hacia atrás queriendo mantener aun una distancia prudente entre su anatomía y la mía.
—He dicho que hagas lo que quieras...—repetí manteniendo toda mi atención en la forma en que ella era incapaz de poder ocultar su felicidad—...—me quedé uno segundos en silencio. Francamente me incomodaba un poco el notar que una simple aceptación de mi parte podría hacerla sentirse tan feliz—¡Cough!—tosí con falsedad manteniendo en todo momento mis ojos fijos en su rostro—no hay necesidad de que me preguntes... cualquier decisión que tomes que te haga feliz yo inmediatamente aceptaré, así que si realmente quieres ayudarlos, entonces no dudes en hacerlo—la incomodidad que antes sentía simplemente empeoró con el pasar de los segundos al escuchar lo que había soltado mi propia boca, sin poder creer que realmente era yo quién había tratado patéticamente de animarla.
Para mi propia sorpresa ella no dudó en agarrar desde el cuello de mi camiseta y sin siquiera tomarse la molestia de preguntar simplemente decidió plantar sus suaves labios contra los míos obligándome a prácticamente a tener que retener el aliento, siendo completamente incapaz de hacer algo al respecto, así que simplemente me quedé en mi sitio con mis ojos fijos en la forma en que ella cerraba sus párpados como si realmente estuviese disfrutando el contacto entre ambas, ¿Por qué está haciendo esto? no podía entender que le veía de bueno el tener que besarnos, pero para mi suerte no tuve que seguir cuestionando las cosas ya que ella velozmente se alejó demostrando que solo necesitaba sentir el contacto por uno que otro segundo para sentirse satisfecha. A pesar de que yo no me moví, al parecer el simple hecho de sentir mi boca fue más que suficiente para hacerla sonreír como si se tratase de una pequeña niña traviesa.
—Dijiste que no tenía que preguntar si eso me haría feliz—aclaró utilizando mis palabras a su propio favor, chica lista, pensé mientras que soltaba otro pesado suspiro aceptando que esta vez había perdido—...—ella no dudó en quedarse en silencio colocando una de sus manos detrás de su espalda mientras que la otra la llevaba contra su boca consiguiendo fácilmente acelerar mi ya nervioso corazón—esto...—comentó presionando sus dedos contra sus labios—me ha hecho muy feliz.
—Vete de una buena vez—ordené mientras que, con cierta brusquedad decidía girar mi rostro hacia otra dirección manteniendo toda la intención de tratar de ocultar el calor que envolvía mi ya sonrojado rostro—... si no te vas... no dudaré en cambiar de opinión—amenacé sin ser realmente una amenaza. Como era de esperarse, rápidamente logré escuchar como sus pasos comenzaban alejarse, como si fuese completamente consciente de cuál era el límite en el que yo podría soportar sus coqueteos—...—me quedé en un completo silencio a la vez que giraba mi rostro notando como ella lentamente se alejaba caminando directamente a su habitación—ha...—por impulso me llevé una de mis manos contra mi rostro—ella es peligrosa... si sigue así no podre controlarme.
Tras decir aquella en un suave susurro, no dudé en comenzar a caminar nuevamente en dirección de mi despacho para poder encontrarme directamente con Chan. En esta ocasión no hubo mayores inconvenientes, nadie me detuvo ni hizo preguntas del por qué seguía sonrojada, a pesar de que me tope con un par de sirvientes ninguno parecía tener el valor suficiente como para mirar mi rostro, así que no tardé nada en llegar a mi destino. En un completo silencio ingresé en la amplia habitación notando como Chan estaba parado al lado de mi despacho con sus manos puestas delante de su cuerpo en señal de llevar mucho tiempo en la misma posición.
—Gran Duquesa—me saludó haciendo una suave reverencia mientras que yo simplemente decidía cerrar la puerta detrás de mi sin estar muy interesada en su presencia. A pesar que era evidente como lo estaba ignorando él no parecía ofendido, así que comencé a caminar en dirección de mi escritorio solo para sentir con mayor intensidad sus ojos sobre mi cabeza—el Vizconde Son ha dejado un reporte con respecto al descontrol que ha tenido con las bestias durante las ultimas dos semanas—aclaró observando como yo simplemente me sentaba estirando mis manos para tomar uno que otro papel tratando de ver que tan grave estaba siendo la situación en las tierras que cuidaba el Vizconde Son—el Marqués Park ha dejado una carta al igual que el Barón Kim... ellos han sido bastante insistentes—comentó tratando de dejar en claro que no era algo relacionado principalmente con las tierras que estaban cuidando.
—Quema las dos últimas—pedí mientras que lanzaba las cartas cerca de su dirección al notar que se trataban de propuestas relacionadas con una que otra concubina; al parecer ellos querían que el Ducado tuviese lo más rápido un heredero—desecha todas las cartas que tengan relación con interferir en mi matrimonio—ordené a la vez que seguía leyendo los papeles—por cierto...—al recordar lo que había ocurrido en el pasillo decidí elevar mi mirada notando como el muchacho leía cada una de las cartas para luego separarlas, dejando en evidencia que, a pesar de que realmente había comenzado recién ya habían un par de cartas que indicaban querer interferir en mi relación ante la presencia de un tercero—¿Por qué no me dijiste que el Conde Lee había dejado que niñas me sirvieran?—cuestionó con seriedad notando como él fruncía el ceño, pero en vez de estar confundido, él parecía realmente molesto.
—Se lo dije—aclaró el chico mientras que sonreía con falsedad, permitiendo que yo pudiese notar como las venas sobresalían de su cuello en señal de estar realmente furioso, ¿Me lo dije? me pregunté tratando de recordar aquella conversación—hasta le hice un reporte con respecto a como el Conde había comenzado a ingresar sirvientas de entre unos diez a diecisiete años en este último año—siguió hablando mientras que yo solo lo miraba sin poder ocultar mi sorpresa—y usted ni siquiera se tomó la molestia de leerlo... simplemente dijo que no le importaba y que dejara de molestarla con cosas estúpidas.
—Oh bueno... eso sería algo que perfectamente yo diría—confesé mientras que me llevaba mi mano contra mi nuca sintiéndome ligeramente avergonzada por el comportamiento que había estado manteniendo desde antes de conocer a Nayeon—bueno...—traté de restarle importancia al asunto, notando como Chan ni siquiera parecía estar dispuesto en ocultar su evidente frustración— junta a todos los sirvientes que sean menores de diecisiete años en una habitación—pedí a la vez que trataba de mirar uno que otro papel para parecer distraída—mi esposa se hará cargo de ellos, así que no interfieras en su decisión—comenté fingiendo no estar muy interesada al respecto mientras que sentía sus ojos fijos en mi nuca—de paso, mándale un comunicado al Conde Lee, dile que traiga su trasero a mi despacho.
—El Conde Lee se encuentra en estos momentos en el salón de visita—aclaró haciendo que yo lo mirara con sorpresa—y ha traído a su hijo—agregó provocando que la irritación en mi no tardara en quedar visible. Por impulso me puse de pie dejando las hojas sobre la mesa—Duquesa—me llamó mientras que yo simplemente rodeaba el escritorio—... por favor no los mate—pidió consiguiendo que yo le diera un rápido vistazo.
—Yo nos los mato... ellos voluntariamente ponen sus cuellos bajo mi espada—aclaré encogiéndome de hombros mientras que comenzaba a caminar hacia la salida sin esperar realmente una respuesta por parte del muchacho—regresaré rápidamente así que déjame un papel y tinta sobre la mesa, tengo que responder al Vizconde Son con respecto a lo que haré con la situación de mis tierras—agregué para luego simplemente salir de la habitación.
Me tomé mi tiempo al caminar por el largo y silencioso pasillo mientras que mis delgados pero firmes dedos no dejaban de tocar distraídamente el contorno del mango de mi espada como si tuviesen el deseo de simplemente desenvainar el arma y acabar de una buena vez con todas las molestias. ¿Debería matarlos? pensé siendo consciente que, con eso tendría el día libre además de un muy buen humor, pero quedaría con el olor de la sangre impregnada, rápidamente me respondí mi propia pregunta así que solté otro de esos conocidos suspiros de mi parte. Sinceramente, el hecho de saber que estaría con ese asqueroso hedor a muerte me hizo alejar bruscamente mis manos de mi arma, no creo que a ella le gusta eso, aclaré pensando vagamente en cómo reaccionaría Nayeon si llegaba a sentir esa pestilencia emanando de mi cuerpo.
Aún no sé la razón, pero me preocupaba que el temor que le causaba empeorase con eso.
Al llegar a mi destino simplemente abrí la puerta de un solo golpe consiguiendo ver un pequeño niño de rodillas en el suelo mientras que el Conde sin preocupación veía como su hijo le pisaba la cabeza; era evidente el hecho de que el chico estaba disfrutando de humillar a su adversario.
—¿Me puedo unir?—pregunté sintiendo sus ojos fijos en mi cuerpo. Con calma decidí cerrar la puerta detrás de mi para luego simplemente alzar mi mirada notando como ambos adultos se veían entre sí, como si no hubiesen esperado mi inesperada entrada—lo tomaré como un no—aclaré ante su silencio. Rápidamente el chico que lastimaba al más pequeño no dudó en simplemente alejar su pierna de la cabeza ajena, para luego con una arrogancia que fácilmente logró sacarme de quicio tomó la decisión de comenzar a caminar hacia mi dirección. En el momento que llegó hizo una pequeña reverencia de la cual, yo sin siquiera dudar decidía ignorar—levántate—ordené en el momento que me detuve frente al menor, este al elevar su cabeza la sangre no tardó en chorrear sobre mi alfombra haciendo que yo apretara mis dientes—ha... ¿Sabes lo caro que es esto?—pregunté a la vez que me colocaba de cuclillas notando el miedo y la determinación en esos ojos escarlatas que hacían contraste con sus facciones lastimadas—...—me quedé abruptamente en silencio al verme reflejada en ellos—nombre.
—Gran Du...
—Cierra la boca antes de que yo lo haga por ti—amenacé sin siquiera tomarme la molestia de mirarlo—¿Cuál es tu nombre?—cuestioné notando como el chico me veía para luego simplemente sacudir su cabeza en negación—¿Acaso no tienes nombre?—indagué a la vez que sentía como el corazón se me paralizaba por medio segundo al ver que el niño abría la boca permitiendo que yo notara la ausencia de su lengua en su interior—... ¿Quién fue?—pregunté sintiendo la ira brujeando en mi interior. Francamente no sé el por qué me molestaba tanto, quizás se debía por que sus ojos eran idénticos a los de mi madre, o tal vez lo veía siendo tan miserable que sentía lastimada por él, en fin, cualquiera que fuese la respuesta seguía estando molesta—... ¿Fueron ustedes?—cuestioné mientras que me levantaba presionando mi palma sobre su pequeña y sucia cabeza negra—¿Ustedes lo lastimaron de esta forma?.
—¿Por qué debería responder?—el chico parecía ser valiente mientras que su padre al oírlo no dudaba en colocarse de pie plantando su puño directamente contra su rostro consiguiendo que no tardara nada en caer contra el suelo—¡P~Papá!—exclamó adolorido por el golpe recibido.
—Tienes razón... los muertos no tienen porqué responder—aclaré mientras que no dudaba en desenvainar mi espada con toda la intención de asesinarlo, pero antes de siquiera poder acercarme, decidí deslizar mi mano hacia los ojos ajenos ejerciendo cierta presión sobre sus párpados al comprender que él no tenía que ver esto—no mires mocoso—ordené sintiendo como su piel temblaba bajo mis yemas—me encargaré de las ratas.
—E~Espera... Gran Duquesa espere—suplicó el Conde mientras que se arrodillaba tratando de buscar misericordia—nosotros no lastimamos al chico... él ya estaba así cuando lo compré—confesó haciendo que me mantuviera en mi sitio.
No parecía que estuviese mintiendo así que simplemente solté un suspiro mientras que guardaba mi espada. Con calma me giré sosteniendo al muchacho de las axilas, para luego simplemente dejarlo sentado sobre el sillón como si fuese alguna especie de saco de arena. Él, visiblemente confundido simplemente se me quedó viendo mientras que yo sacaba de mi pantalón un pequeño pañuelo.
—Usted lo sabe... ¿Verdad Conde?—cuestioné mientras que me sentaba al lado del pequeño notando como sus pies ni siquiera llegaban a tocar el suelo—mantente de rodillas, animal—ordené en el momento que me percaté de sus claras intenciones por querer levantarse—¿Acaso olvidó lo que le ocurre a los animales salvajes que invaden mi territorio?—pregunté presionando mi codo contra el reposabrazos. Con cierta irritación observé como él no había dejado de temblar—¿No lo sabes?—inquirí al notar su silencio—bueno... déjame explicarte... los animales de ese tipo no tardan en convertirse en simples presas, o sino son comidos por sus depredadores—confesé mientras que mis ojos se deslizaban de su cuerpo al de su hijo—así que dime... ¿Quieres convertirte en una presa o que te devoren los depredadores?—pregunté notando como él seguía en silencio.
—L~Lo siento.
—¿Te disculpas por haberme dejado niñas?—cuestioné notando como ampliaba sus párpados— esto me da curiosidad ¿Qué esperabas que le hiciera?—no dejaba de realizar preguntas sintiéndome por alguna extraña razón irritada—...—guardé silencio al notar que ni siquiera se atrevía a negarlo. Francamente sentía que perdía el tiempo así que simplemente traté de cambiar la conversación—¿Quién es este niño?.
—Es de mi propiedad.
—¿De verdad?—cuestioné presionando nuevamente mi mano sobre su pequeña cabeza sintiendo por alguna extraña razón la necesidad de protegerlo—ahora es mío—aclaré viendo cómo el joven hijo del Conde no dudaba en apretar sus labios ante la irritación—oh si... no te estoy preguntando, es un aviso—comenté sonriendo con diversión. Rápidamente me quedé en un completo silencio manteniendo toda mi atención en el rostro del adulto esperando que el contrario hiciera un mal movimiento para yo tener la excusa razonable de acabar con su vida—quiero matarte—confesé logrando ver como él temblaba preso del pánico—... oye niño—le llamé haciendo que él por fin me mirara, pero sus ojos no fueron capaces de hacer contacto conmigo por mucho tiempo, así que simplemente agachó la mirada—¿Te gustaría escucharlos ladrar como los perros que son?—pregunté provocando que él, sorprendido por mi pregunta simplemente me mirara para luego asentir con su cabeza—bien... ya lo escucharon.
—¿D~Disculpe?—cuestionó el Conde con sus ojos prácticamente desorbitados ante lo que había oído.
—Ya lo oíste...—aclaré con suavidad—comienza a ladrar o tu cuello estará en peligro—canturrie llevando nuevamente mi palma libre contra el mango de mi espada viendo con diversión como él se retorcía de la rabia.
—...¡Guauf!...
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