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Compensación.

Pov: Myoui Mina.

Me mantuve en un completo silencio con uno de mis codos presionado directamente sobre el borde de la mesa de madera permitiendo que mis nudillos sostuvieran la mitad de mi mejilla mientras que mis ojos rojizos veían sin mucho interés como el príncipe Chaewon se sentaba frente a mi manteniendo esa seriedad tan propia de su naturaleza. Tan solo se cruzó de brazos mientras que una de sus piernas se posaba sobre su muslo como si estuviese haciendo su mejor intento por mostrar una actitud intimidante: cosa que claramente no fue capaz de lograr con total éxito, netamente porque era yo con quién estaba tratando, francamente, estaba segura de que cualquier otra persona en mí misma posición no hubiese tolerado la intensidad con la que él me seguía observando. A diferencia de su hermano menor quién perdía fácilmente la cabeza ante la mínima provocación, conseguir que él se quebrase era mucho más difícil por no decir imposible, tal vez, por esa misma razón había sido presentado como el mejor candidato hacia la corona, aunque claro, tampoco es como hubiese poseído suficientes rivales que lograsen sacudir su posición como heredero. En términos de herederos, la princesa había sido automáticamente desligada por el simple hecho de ser mujer, el tercer príncipe era un idiota con mal temperamento así que ni siquiera fue considerado como jugador, el segundo príncipe prácticamente no le interesaba el poder, él con tal de poder tener una mujer distinta en el interior de su habitación era más que suficiente, y el resto de los hijos ilegítimos jamás iban a tener la posibilidad de siquiera poder luchar por un lugar al lado del Rey, así que era evidente, que entre todo Chaewon era la mejor opción. Decidí no entablar conversación con él, sentía que sería una perdida de tiempo el siquiera pensar en preguntar la razón de su repentina visita: muy dentro de mi tenía varias ideas del por qué ahora mismo estaba frente a mí, así que me mantuve con los labios sellados en señal de que rompiese la incomodidad del ambiente, cosa que claramente no realizó.

Como era de esperarse, tantos sus guardias como el propio Chan hicieron un esfuerzo por no mostrar la incomodidad que claramente debían estar sintiendo ante el silencio ensordecedor que nos envolvía. Los caballeros del príncipe se mantuvieron en su sitio justo en la entrada de mi tienda de campaña verificando de esa manera quién ingresaba o salía del lugar mientras que Chan obedientemente se quedó a aun lado de mí, de pie, sin mover absolutamente ningún musculo mientras que sus ojos castaños se enfocaban en mis hombros, como si estuviese preocupado de observar una mala reacción por mi parte.

Tras unos minutos de absoluto silencio, el príncipe decidió soltar un pesado suspiro para luego simplemente llevar uno de sus dedos en dirección de su abrigo deslizando las yemas por debajo de su prenda hacia uno de los bolsillos que cubría su vestimenta, sin dar mayores explicaciones sacó un pequeño sobre y lo lanzó directamente hacia mi mesa en señal de que lo leyese. Tras oír la hoja deslizándose sobre la madera lo primero que hice fue mantener mi atención en el rostro ajeno, evidentemente lo que acababa de realizar había sido digno de una provocación, por ende, había dos maneras de lidiar con este tipo de situación: la primera era tomar mi espada y cortar directamente su cuello, la segunda, un poco más humana sería simplemente ignorar lo que acababa de ocurrir y fingir que él no había hecho semejante estupidez. Me mantuve en un completo silencio meditando las dos opciones, claramente, la Mina del pasado, la solterona y sin preocupaciones no hubiese dudado en realizar la primera opción, debía demostrar que ni siquiera el Rey poseía poder suficiente como para poder domarla, pero el problema es que ya no era la solterona y sin preocupaciones, ahora debía velar por la seguridad de su familia, suficientes errores habían cometido, no podía permitirse el seguir lastimando a los que amaba. Suspiró, cansada de toda esta situación. Definitivamente el acabar con él traerá mas problemas que soluciones, pensé aun cuando ya había decidido que alternativa tomar, esto es aburrido, agregué al mismo tiempo en que agachaba mi mirada notando el sello real impreso en medio del sobre.

—¿Por qué la carta de su Majestad el Rey ha llegado a tus manos y no a las mías? —pregunté al mismo tiempo en que volvía a enfocar mi vista en su rostro tratando de poder descifrar lo que sea que estaba sucediendo en el interior de su cabeza.

—Padre ya se ha enterado de lo que le has hecho al Marqués Corella y al Conde Marth... y a quienes les ha llegado los pequeños obsequios que has enviado—respondió ignorando por completo mi pregunta—has tocado a dos nobles que estaban completamente a favor del Imperio—enfatizó sin cambiar de expresión—a pesar de que continuaba hablando de manera neutral era evidente por su mirada que estaba bastante enojado—devuelve los ingresos del Conde y Marques—ordenó como si realmente tuviese poder sobre mis decisiones—esa es la única manera en la que serás perdonada.

—No—respondí sin siquiera molestarme en abrir el sobre.

Muy en el fondo era consciente de que lo que escribió el Rey sería prácticamente lo mismo que estaba siendo escuchado por la boca del arrogante príncipe, así que sabía que perdería el tiempo en leerle. Como era de esperarse, rápidamente el príncipe apretó su quijada haciendo su mejor esfuerzo por tratar de ocultar los insultos que deseaban desbordarse a través de su garganta, ante la actitud que yo había decidido tomar.

El chico se inclinó, aunque continuó manteniendo la indiferencia estresada en sus facciones.

—La noticia está en boca de todos—aclaró con sus moradas orbes fijos en mi tranquila expresión: su cuerpo daba la impresión de que en cualquier momento pediría su espada para atravesar mi garganta. Francamente, sería divertido el verlo intentarlo— las esposas del Marques y el Conde debieron ser trasladadas de sus hogares ante el estado en que tus regalos la han dejado—siguió acusándome, tratando de hacerme cambiar de opinión, pero no había manera en que yo lo hiciese—como Duquesa debe hacerse responsable.

¿Acaso por esa razón Nayeon no me ha escrito?, me cuestioné preocupada de que mis impulsivas acciones hubiesen sido tomadas de mala manera por mi mujer.

—Ellas tocaron algo que no debieron siquiera mirar—respondí presionando mi otro codo sobre la mesa, dejando de esa manera mis manos entrelazadas entre si—no me importa si no lo entiendes—agregué antes de que él tuviese tiempo de responder. El príncipe se quedó en silencio sosteniendo la intensidad de mis fríos ojos—ellas fueron quienes se tomaron el atrevimiento de humillar al Ducado, así que consideré como Duquesa que mi deber era el duplicar el daño que ellas habían realizado.

—Les envió las extremidades que usted misma corto de sus esposos—aclaró en un desesperado intento por conseguir un cambio en mí.

¿Y?, pensé siendo consciente de que no había forma en que yo cambiase de idea porque sabía que, si por algún motivo decidía regresar los ingresos al Conde y al Marqués dejaría en evidencia que había perdonado las osadas acciones realizadas por las esposas de estos idiotas, y no había manera que yo, Myoui Mina, minimizase el daño que mi esposa había recibido a manos de esas mujerzuelas.

—¿Por qué suena tan sorprendido? —cuestioné sin poder entender muy bien su comportamiento. Tal parece que mis palabras lo tomaron por sorpresa, ya que rápidamente tensó sus hombros—no es como si usted no hubiese realizado una acción parecida—le recordé demostrando de esa simple manera que yo también manejaba información con respecto a sus peculiares caprichos.

—Yo nunca he hecho nada que pueda ser contraproducente para la Corona—aclaró tratando de justificar sus actos viles y retorcidos—usted esta traicionando al Imperio con esta acción así que dígame, ¿Cómo piensa arreglar la equivocación que acaba de cometer? —cuestionó mientras que yo simplemente seguía perdida en mis pensamientos.

No consideraba estar equivocada.

Me mantuve perdida en mis pensamientos, ni siquiera me parecía importante el hecho de tener que responderle. La verdad, es que pensé que había dejado bastante en claro que no cambiaría las acciones que había cometido, porque no existía nada en este mundo que pudiese hacerme cambiar de opinión.

—Duquesa, el príncipe le ha hecho una pregunta, debe respon...—se quedó abruptamente silenciado tras toparse con mi fría mirada—...lo siento—e instintivamente se disculpó dando un paso hacia atrás, como si estuviese buscando desesperadamente una forma de poder ocultarse de mis ojos.

—... Príncipe—le llamé mientras que mi mirada nuevamente recaía en su rostro—¿Alguna vez se ha cuestionado el por qué sigo siendo fiel al Imperio? —cuestioné notando como él solo me veía con sorpresa, como si realmente no hubiese esperado que cambiase por completo el tema de conversación—sé que no eres estúpido—agregué al mismo tiempo en que bajaba una de mis manos para poder presionarla sobre la madera mientras que mis nudillos nuevamente cerrados se adherían contra mi mentón tratando de sostener mi cabeza con ayuda de esa pura extremidad—sé también que no eres la clase de persona que fácilmente puede ser manipulado, menos por un par de palabras banales... así que se lo pregunto nuevamente—comenté enterrando mis cortas uñas sobre la madera, para luego regresar mi atención hacia su cuerpo— ¿Por qué razón sigo siendo fiel al Imperio?

Él se quedó en silencio durante los primeros segundos, tan solo enfocando toda su atención en mi tranquila expresión.

—Salgan todos—finalmente habló provocando que sus guardias rápidamente se miraran entre sí, probablemente dudoso de la orden recién emitida, pero ante su falta de poder no dudaron en marcharse—... también tu sirviente—indicó mientras que yo seguía sosteniendo su mirada queriendo ver algún brillo distinto al odio que me estaba brindando desde que comenzó la conversación.

Me mantuve en un completo silencio disfrutando de la incomodidad de mi acompañante.

—Chan, espera afuera—ordené tras unos minutos de completo silencio.

Rápidamente mi perro me observó, parecía preocupado, pero solo bastó con elevar mi mano en señal de que no cuestione, para lograr que él comenzase a caminar hacia la salida.

No le tomó demasiado tiempo el abandonar mi tienda de campaña dejándonos en completa sola.

—Tu padre siempre ha tenido un complejo de inferioridad con mi apellido—confesé rompiendo el silencio que nos envolvía—él es consciente que el Ducado posee un poder mucho más fuerte que superpone su propia autoridad lo que le causa que el poder de la corona se veía inferior—seguí hablando sin molestarme en ofenderlo—tanto yo como mi padre nunca nos ha importado el poder de la corona, por esa misma razón mi padre realizó un tratado de paz con el Reino, pero eso no significa que ustedes tienen poder sobre mí.

El príncipe mantuvo la calma, era sorprendente notar la tranquilidad con la que me veía.

—Eres fuerte—decidió comenzar a hablar provocando que yo tan solo me mantuviese en silencio con mis ojos fijos en su incomoda expresión—probablemente el ser humano más fuerte que existe en este continente—no dudó en ser sincero, probablemente siendo consciente de que el mentirme no nos llevaría a ninguna solución—pero eres débil cuando se trata de Im Nayeon.

Mi cuerpo instintivamente se tensó.

—No te vayas por ese camino—repliqué notando como él sonreía con suavidad mientras que recargaba su espalda contra el respaldo de su asiento.

—A pesar de que poseemos un tratado de paz, en estos momentos el poder del Ducado esta temblando a causa del embarazo de mi hermana—aclaró confiado en lo que estaba diciendo mientras que yo echaba mi espalda contra el respaldo de mi asiento presionando mis manos contra cada uno de los reposabrazos hundiendo mis dedos sobre la madera en un desesperado intento por mantener la calma—si ese niño llega a nacer Naye...

—No digas su nombre—ordené sintiendo como las venas resaltaban de mi quijada a causa de la rabia—no hables de mi esposa con tanta naturalidad, no me obligues a matarte.

—Eres demasiado temperamental cuando se trata de esa mujer—aclaró mientras que se llevaba sus dedos contra el cuello de su camisa sintiéndose ansioso ante la manera en que yo le había mirado—... ¡Cough!, retomando el tema... ella será desplazada y no podrás hacer nada para impedirlo, así que te propongo un trato.

—... Ha...—suspiré apoyando mi cabeza sobre el respaldo de mi asiento, deslizando mi mirada directamente contra el techo de tela—¿Por qué los animales piensan que pueden conseguir algo hablando directamente de mi esposa? —cuestioné sin importarme el ofenderlo. Con tranquilidad volví a suspirar mientras que enfocaba nuevamente mi mirada en su rostro notando como la vena de su frente había resaltado ante la rabia—nunca va a ver un trato si es que hablas de mi mujer, ¿Comprendes? —aclaré al mismo tiempo en que me levantaba presionando mis manos sobre la mesa, ya hice un trato con el Rey y solo conseguí lastimar más a mi mujer, así que no hay manera de que caiga de nuevo en algo como esto—yo no le tengo miedo a la realeza, en realidad, estoy cansada de ustedes—confesé mientras que veía como él mantenía su espalda adherida contra el respaldo de su asiento—y si siguen jodiendo mi paciencia, sus cabezas van a comenzar a rodar por todo el maldito lugar... ¿He sido lo suficientemente clara?

—... Sé mi mano derecha—su oferta me desconcertó, ¿Acaso él no entendió que estaba dispuesta a matarlo?, me pregunté notando como se desabotonaba los dos primeros botones de su camiseta tratando de disipar el agobio que debió sentir ante mi repentina intención asesina—sé que cometí un error al hablar de tu mujer

¿Por qué sentía tanto asco cuando decía tu mujer?, me cuestioné siendo consciente de que siempre me refería a Nayeon como mi mujer, ¿Será porque no es mía sino yo soy suya?, me pregunté tratando de entender esta repentina ola de malestar.

Me tomó por sorpresa notar como se había inclinado haciendo una reverencia en señal de disculpa, ¿De qué me perdí?, me cuestioné aturdida por no haber estado prestando atención.

—Me he expresado mal, jamás fue mi intención el faltarle el resto, pero si te transformas en mi mano derecha te prometo que me aseguraré de mantenerla a salvo—siguió hablando con su mirada fija en el suelo mientras que yo veía su cabello blanco revuelto ante la inclinación de su cuerpo—sé que no he mostrado mi valía como príncipe, y que no soy de fiar, pero mi hermano menor te odia, y el otro solo quiere poseer la corona para seguir seduciendo a mujeres casadas, así que yo puedo serte de utilidad—aclaró tratando de ganarse mi confianza, provocando que frunciese el ceño sin poder entender a que se debía ese comportamiento, ¿Por qué te ves tan asustado?, y era tan impropio de él el comportarse de esta manera que no podía evitar el pensar que algo definitivamente estaba yendo mal—por favor... piensa en mi propuesta—suplicó al mismo tiempo en que llevaba sus dedos contra su chaqueta sacando un papel de él—... ve a ver a tu esposa, yo te cubriré.

—... Este tipo de actitudes las detesto—aclaré mientras que veía el papel que él había dejado sobre la mesa—no necesito ver a mi esposa—mentí notando como él se enderezaba—ya te lo dije, cualquier cosa que amenaza con su vida, acabaré con ella, así que realmente no veo beneficios en tu propuesta—confesé manteniendo mi atención fija en la manera en que él me seguía viendo.

—Jihwa está ahora mismo en tu palacio—aclaró provocando que yo instintivamente me congelase—mi hermana lo mando a llamar utilizando como excusa la muerte de la familia Im para utilizarlo—confesó mientras que yo podía sentir la sangre hirviendo en el interior de mis venas—él es capaz de viol...

Y con fuerza enterré mi puño contra la mesa partiendo la madera a la mitad.

—Ustedes malditos hijos de perra—aclaré completamente enfurecida—jodiendo mi existencia, jodiendo a mi familia, ¿Realmente tan deseosos están de querer morir? —cuestioné sintiendo la sangre caliente envuelta en mi cabeza mientras que llevaba mis dedos directamente contra mi cadera buscando directamente el mango de mi espada, sin siquiera molestarme en tratar de cubrir la sangre que goteaba de mis nudillos lastimados—simplemente debería matarlos, son un maldito estorbo—confesé con mi mirada completamente enfocada en su asustada expresión.

—¡Duquesa! —rápidamente los guardias del príncipe hicieron acto de presencia—¡Esto es considerado traición!

—¡Salgan! —el príncipe ordenó tras notar como yo le seguía viendo—¡Es una maldita orden! —bramó tras notar como ellos no se habían movido—¡Fuera de este lugar! —fue todo lo que dijo consiguiendo que sus guardias a regañadientes abandonaran en el lugar—... se marcharon Duquesa... si realmente desea matarme, puede hacerlo—comentó sus manos ligeramente alzadas en el aire en señal de sumisión—pero... si me deja con vida, le juro que le traeré la cabeza de Jihwa.

—No—ordené siendo consciente que la muerte del segundo príncipe podría ser perjudicial para mi—tráelo con vida—repliqué logrando notar como sus orbes se sacudían—... si en diez días logras traerlo con vida, pensaré seriamente en tu propuesta—aclaré aun cuando realmente no había manera en que yo apoyase su coronación.

Él me vio con sorpresa.

—¿De verdad?

—Si, así que lárgate y llévate ese pergamino contigo—ordené siendo consciente que no había manera de que me regalase un pergamino con tanta facilidad, menos con lo difícil que era conseguir uno.

Él definitivamente quería obligarme a deberle un enorme favor, favor que claramente yo no quería obtener.

—Duquesa, insisto en que conserve el perg...

—¿No entendiste? —pregunté al mismo tiempo en que me volvía a sentar presionando mis pies sobre la madera recién destrozada—lárgate de mi vista antes de que cambie de opinión y deja que Chan ingrese—agregué consiguiendo que él apretase sus labios siendo consciente de que hacía su mejor esfuerzo por tratar de mantener la calma, para luego simplemente acatar mi orden tomando entre sus manos el pergamino llevando este contra su pecho mientras que se marchaba sin siquiera mirar atrás.

—... Duquesa.

Con calma alcé mi mirada notando como Chan cerraba la tela detrás de él mientras que sus ojos castaños me veían con completa preocupación.

—Fue capaz de mantener la calma—comentó al mismo tiempo que se me acercaba. Rápidamente desvió su mirada hacia mis piernas—... bueno... a medias—cambió de parecer tras notar lo destrozado que había quedado mi mesa—... ¿Qué va a hacer? —preguntó deteniéndose a mi lado—el príncipe no salió contento de la tienda de campaña.

—¿Qué hora es?

Chan rápidamente miró su reloj.

—Casi las diez de la noche—aclaró provocando que yo asintiera con mi cabeza.

Con calma lo observé notando lo incomodo que se veía.

—Tráelo—ordené.

Eso me gustaba de Chan, no necesitaba decir explícitamente las palabras para que entendiera lo que yo realmente creía.

—Solo quedan cuatro—aclaró.

Entendía el por qué se veía tan incomodo, comprendía su inquietud, ya que para ir al Ducado o en cualquier parte en realidad, necesito utilizar si o si dos pergaminos para ir y regresar, por ende, si llegaba a suceder algo malo o peligroso en el Ducado solo tendría una oportunidad para verlos.

En simples palabras, debía utilizarlo con precaución.

—Sé lo que hago—aclaré mientras que veía como él iba hacia la parte baja de mi cama sacando entre las cajas nuestro más preciado tesoro.

—Yo sé que lo sabe—comentó acercándose a donde yo me encontraba—la cubriré—comentó mientras que me entregaba los papeles.

—... ¿Me veo decente? —pregunté notando como él inspeccionaba mi cuerpo, no está más aclarar que estaba completamente sucia ante la falta de agua, el sudor y la sangre de los monstruos se había mezclado tanto en mi ropa como en mi piel, y no había nada que pudiese hacer para cambiar eso, por lo menos no en este maldito lugar—olvídalo—ordené tras notar como me veía—no necesito oír tu respuesta, ya se cual es—y podía sentir mis orejas calientes ante la repentina vergüenza que estaba atacando mi sistema.

—¿La veré por la mañana? —cuestionó cambiando por completo el tema provocando que yo asintiese con mi cabeza.

—Claro si dormirás conmigo—aclaré siendo consciente de que perfectamente alguien podría estar escuchando nuestra conversación.

No podía dejar por nada del mundo que la gente se enterase que me iba a marchar por una noche.

Con calma agaché mi mirada observando el pergamino, solo debo pensar en Nayeon, pensé al mismo tiempo en que dejaba el papel sobre mis muslos para poder llevar mis dedos contra mi cuello, manteniendo la tranquilidad desabotoné mi grueso abrigo siendo consciente lo sucio que estaba ante las semanas que llevaba utilizándolo durante todo el día, de esta manera no me veré tan desaliñada, pensé sintiendo como mi cabello negro comenzaba a estorbar mi mirada, evidentemente este había crecido, y sé que solo porque iba a ver a mi esposa comenzaba a prestarle atención a cosas que generalmente no me preocupaba. Eso me generaba vergüenza, así que rápidamente volví a tomar el pergamino queriendo evaporar mis propias emociones.

—Tenga un buen viaje—Chan murmuró para que solo yo fuese capaz de escucharlo.

Y sin palabras más que agregar rasgué el pergamino.

En un abrir y cerrar de párpados había logrado llegar a la habitación de mi esposa, mi cuerpo instintivamente se tensó tras notar como una pequeña vela estaba iluminando a un costado de la cama la oscuridad propia brindada por estas cuatro paredes. Me quedé en mi sitio tras notar su presencia sentada en el borde de la cama, me estaba dando la espalda con ese bonito camisón blanco cubriendo con totalidad su anatomía, Nayeon... pensé sintiendo el calor envuelto en mi pecho, podía sentir las mejillas enrojecidas, estaba avergonzada ante lo emoción que me generaba verla nuevamente, ¿Siempre has sido así de pequeña?, me cuestioné observando cada uno de los detalles que componía su anatomía, ¿Por qué no lo note antes?, y estaba molesta de mi misma por no haberme percatado de ello.

Bruscamente me congelé en mi sitio tras notar como se había llevado una de sus manos contra su rostro mientras que el sonido de su agitada respiración comenzaba a llenar la habitación, espera... ¿Estas llorando?

—... Nayeon—murmuré su nombre, queriendo no asustarla.

Pude observar como sus hombros se tensaban, para posterior, con cierta agresividad girar su rostro. Rápidamente nuestras miradas se encontraron, ella me veía con sorpresa, sus redondos ojos verde aguados brillaban ante la sorpresa, no pude decir nada, así que solo observé sus facciones notando lo cansada que se veía.

—¿Q~Qué? —cuestionó casi sin aliento al mismo tiempo en que se colocaba de pie.

Mi corazón se congeló al igual que mis piernas tras notar como ella se llevaba su mano contra su barriga permitiendo que esta sobresaliera ligeramente de su bonito camisón, oh... así que así se ve embarazada, pensé al mismo tiempo en que perdía el equilibrio azotando mis rodillas contra el frío suelo. Mis ojos comenzaron a arder mientras que oía como ella acortaba la distancia.

—M~Mina...—me llamó completamente agitada.

Pude sentir su cuerpo lazándose contra el mío, sus brazos se envolvieron alrededor de mi cuello mientras que ese delicioso aroma a flores que desprendía tanto su cuerpo como su sedoso cabello castaño inundaba mis fosas nasales. Ella había comenzado a tocar mi cuerpo como si se estuviese asegurando de que yo era real. Ansiosa llevó sus manos contra mi rostro mientras que yo respiraba con cierta pesadez, podía sentir cada fibra de mi cuerpo en llamas, la había echado de menos de todas las maneras posible que sabía que no era normal. Emocionada aferré mis dedos contra su espalda sintiendo que lo delgada que estaba, ¿No estas comiendo?, pregunté mientras que veía directamente sus ojos inundados ante las lágrimas.

—¿P~Por qué tardaste tanto? —fue lo primero que pregunto mientras que yo me inclinaba presionando ligeramente mis labios sobre los suyos—¿Por qué no llegaste antes? —murmuró sobre mi boca mientras que yo hundía mis dedos por sobre su camisón tratando de adherirla contra mi cuerpo—¿Sabes lo difícil que ha sido todo esto sin ti? —susurró jadeante.

—Perdóname—pedí sintiendo como ella tiraba de mi rostro tratando de arrebatarme el aliento mientras que sentía su cuerpo comenzando a restregarse contra el mío—e~espera... debo bañarme—murmuré mientras que presionaba mis dedos contra su estómago, pero raídamente me alejé tras recordar lo delicado que debía ser.

Nayeon se alejó, pero no lo suficiente como para que no sintiese el hedor que mi propio cuerpo debía estar desprendiendo ante el tiempo que había pasado desde mi ultimo baño decente. En silencio continuó observando mis facciones, para luego simplemente sorprenderme tras llevar sus dedos contra el comienzo de su camisón dejando en evidencia su blanquecina piel, ¿Qué estas...? Ni siquiera pude terminar mi pregunta tras notar lo provocativa que estaba siendo sin siquiera molestarse en emitir palabras.

—Vamos a la bañera—pidió tratando de colocarse de pie. Instintivamente me incliné agarrando de su mano para que se apoyase en mí. Ella me miró, como si hubiese pasado años anhelando de mi tacto—esto no va a compensar tu tiempo de ausencia—aclaró aunque evidentemente aceptó mi contacto—sé que te volverás a ir... pero nuestro bebé sigue creciendo y aun no conoce tu voz, así que debes compensarlo, por lo menos por esta noche.

—¿Qué deseas que haga? —pregunté al mismo tiempo en que me levantaba.

Ella me observó por sobre su hombro mientras que su dedo seguía enganchado con los míos.

—... Piensa en ello—respondió tirando de mi hacia la salida.

—Espera... nadie debe verme—aclaré notando como ella abría la puerta sin prestarme gran atención.

—Entonces... asegúrate de ser silenciosa—pidió sin antes brindarme una sonrisa que fácilmente agitó cada fibra de mi cuerpo.

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