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Autoridad

Pov: Myoui Mina.

Con calma llevé el dorso de mi mano libre directamente contra mi mentón limpiando la viscosidad oscura que goteaba de mi sudoroso rostro mientras que recargaba el resto de mi cuerpo en el mango de mi gruesa espada. Como era de esperarse rápidamente Chan estiró ambas manos directamente hacia mi cuerpo en señal de que sostuviera aquel pedazo de tela negra que tenía en su poder con claras intenciones de que me limpiase, esto es innecesario, pensé al mismo tiempo en que le arrebataba el material llevando la tela directamente contra mis facciones, los días transcurren, y aun así siento que no estoy avanzando, pensé con mi mirada completamente enfocada en la manera en que mis caballeros se sentaban sobre la nieve ya empapada por ese intensa viscosidad oscura propia de la sangre de los monstruos. Los había llevado a su límite así que era normal que ahora estuviesen tan agotados. Lo hicieron bien, pensé deslizando mis orbes en dirección del tercer príncipe, este no se veía para nada a gusto sosteniendo de su espada con gran parte de sus prendas empapadas por la viscosidad propia de los monstruos, ¿Qué tan desesperados estás para querer mantener las apariencias?, me cuestioné sin poder evitar el divertirme tras notar como el chico estaba haciendo su mejor esfuerzo por ocultar lo incómodo que se sentía ante lo estaba realizando.

Simplemente no estaba acostumbrado a trabajar como cualquier otro ser humano.

—¡Nos vamos a tomar un descanso! —rápidamente el príncipe Byunje dio la orden provocando que yo bruscamente enfocara mi atención en su cuerpo.

—Claro que no—repliqué consiguiendo que la atención del resto de los agotados guardias no tardase en caer sobre mi cuerpo—el detenernos solo hará que los monstruos continúen avanzando hacia los pueblos más cercanos—le recordé al mismo tiempo en que alejaba mi espada del suelo para comenzar a caminar hacia su dirección. Rápidamente pude observar cómo su cuerpo reaccionaba rechazando mi cercanía, no seas patético, pensé con mis orbes fijas en su aturdida expresión—hay vidas de por medio, ¿Acaso piensas jugar con ellas solo por tu descanso?

Si debía ser completamente sincera, no me interesaba la vida de los ciudadanos de este Reino, tan solo los estaba utilizando como mera excusa para poder conseguir mi verdadero objetivo; regresar al Ducado. Sé perfectamente que estaba siendo egoísta, pero no me importaba, me era tan indiferente lo que les podría llegar a suceder a las personas si es que los monstruos continuaban avanzando, que el simple hecho de pensar en ellos me parecía una perdida de tiempo, pero eso nadie, ni siquiera este mendigo príncipe debería de saber, él y sobre todo su hermano tenían que regresar al palacio con la idea de que yo había cambiado, de que pensaba en el bienestar de los ciudadanos aun cuando no podrían estar más alejados de la realidad. Mi esposa me espera en casa... ella no debe por nada del mundo volver a experimentar aquel sentimiento de soledad que en algún momento llegó a sentir por culpa de mis propias acciones, pensé manteniendo mis dedos envueltos sobre el mango de mi pesada espada sintiendo la frustración lentamente acariciando mi nuca, Seungwoo y el próximo bebé esperan mi regreso, no sigan interfiriendo en mis asuntos, y aun cuando no quería aceptarlo, el mocoso también había logrado meterse debajo de mi piel de la misma forma en que lo había realizado su madre: ambos capturaron perfectamente mi lastimado corazón.

Decidí detenerme en frente del príncipe, a pesar de que era más que evidente lo incomodo que se sentía ante mi presencia, me sorprendió la facilidad que poseía para poder esconder sus verdaderas emociones; él ocultó perfectamente el miedo que rebalsaba de su mirada a través de ese inexpresivo rostro propio de la familia real.

Me das asco, pensé sin poder evitar el ver a Misuk en sus facciones.

—¡Nuestros guardias morirán! —bramó el Byunje visiblemente furioso por lo que yo estaba realizando—¡Deben descansar!

Él estaba haciendo un gran esfuerzo por ocultar lo que realmente estaba sintiendo.

Mantuve mi mirada sobre su rostro enrojecido ante la rabia y el cansancio mientras que sus guardias rápidamente se colocaban detrás de él tratando de protegerlo de cualquier altercado que pudiese crearse entre los dos. Decidí continuar con mi tranquilidad aceptando que él no sería el responsable de crear mi mal humor: no lo mereces, pensé con mi atención fija en el deplorable estado que su cuerpo había quedado a causa de la intensa lucha que todos habíamos llevado a cabo para lograr despejar gran parte de nuestro caminar, ¿Sientes asco?, y estaba disfrutando la repulsión que emanaba su expresión ante la viscosidad que cubría su anatomía, con el tiempo te acostumbras.

—... Si mueren, entonces significa que nunca debieron ser considerados como caballeros—aclaré encogiéndome de hombros logrando ver la manera en que él juntaba sus cejas aturdido por mi repentina respuesta—la verdad es que no sé que tipo de entrenamiento tuvieron tus caballeros, pero mis perros los crie para ser cazadores... —confesé notando como uno de mis chicos no dudaba en colocarse a mi lado mientras que el resto de mis mejores guardias se posicionaban detrás de mi en señal de estar dispuesto con continuar con la pelea—créeme... ni los huesos fracturados ni la piel desgarrada impedirá que mis perros se detengan... ellos siguen mis ordenes—comenté disfrutando del miedo en el tercer príncipe.

—Que se decida por votación—uno de los hijos del Duque del Sur no tardó en brindar su opinión.

¿De verdad crees que una estúpida votación me detendrá?, me cuestioné girando mi rostro para ver ese alto muchacho de cabello negro ingresando entre la multitud, su cabello ligeramente ondulado caía sobre su pálida frente permitiendo que la intensidad de su grisácea mirada se llevase la atención de cualquier persona que tuviese mínimo conocimiento de la belleza. Era tan estúpidamente atractivo que por alguna razón me hacía sentir enfurecida. Me mantuve en un completo silencio con mi atención fija en su ropa notando lo pulcra que esta estaba en señal de que ni siquiera se había molestado en alzar su arma. Detesto los de tu clase, pensé volviendo a centrar mi mirada en sus facciones viendo como él hacía su mejor esfuerzo por ignorar la intensidad que emanaba de mis orbes. Decidí simplemente ignorarlo comenzando a caminar a la dirección que me correspondía sin importarme si eso lo ofendía o no.

—Duquesa—el muchacho decidió enfocar toda su atención en mí, ni siquiera me molesté en detenerme. Manteniendo la tranquilidad seguí con mi caminar escuchando de fondo como el resto de mis perros no dudaban en seguirme—... estoy siendo bastante tolerante con tus faltas de respeto—aclaró logrando que impulsivamente me detuviese—sigo siendo hijo del gran Duque del Sur, deberías mostrar más respeto.

—... Ya sabes cual es mi respuesta—aclaré mirándolo por sobre mi hombro.

Bruscamente se silenció siendo consciente de que el hacerme enfadar solo lograría que su cuello corriese peligro.

—¡Detente! —bramó el tercer príncipe perdiendo por completo la paciencia—¡Te crees demasiado para ser una simple Duquesa! —siguió alzando la voz mientras que yo deslizaba mi atención hacia su sonrojado rostro perdido en la rabia que lo consumía.

—¡Príncipe Byunje!

Como era de esperarse el hijo del Duque del Sur no dudó en tratar de llamarlo, pero el mocoso parecía perdido en su furia. No tienes temperamento para ser considerado siquiera un posible candidato a la corona, pensé manteniendo mi atención completamente enfocada en como el mas bajo había emprendido camino hacia mi dirección tratando de continuar acortando la distancia que había entre los dos.

—¡Arrodíllate ante mi presencia! —ordenó mientras que, en todo momento de su caminar su dedo indice seguía manteniéndose elevado con su corta uña apuntando directamente contra mi cuerpo, no te atrevas a señalarme con ese asqueroso dedo, pensé al mismo tiempo en que hacía mi mejor esfuerzo por mantener la calma—¡Puede que todo el mundo acepte tu arrogancia, pero yo no!

—¡Byunje detente! ¡Es una orden!

El pelinegro le llamó como si lo conociese lo suficiente mientras que no dudaba en acortar la distancia, pero no pudo ser lo suficientemente rápido como para evitar que el príncipe llegase a quedar frente a mí.

—¡Arrodíllate! —bramó perdido en su locura mientras que su dedo indice se presionaba contra mi frente golpeando una y otra vez contra mi piel en señal de que comprendiera sus palabras—¡Arrodíllate animal, hazlo de la misma manera en que lo hiciese con mi padre! —mi cuerpo se paralizó, ¿Cómo lo sabes?, pensé manteniendo mi mirada fija en su expresión—¡Suplícame de rodillas de la misma manera en que lo hiciste para proteger a esa sucia ramer...

Ni siquiera le permití el terminar la frase cuando ya había movido de mi mano enterrando violentamente el mango de mi espada directamente contra su asquerosa boca, ¿Sucia ramera? Espero que estés hablando de tu hermana, pensé oyendo atentamente como el sonido de sus dientes impactando en seco contra el grueso material de mi arma llenaba nuestro alrededor. Rápidamente él retrocedió en un patético intento por mantener su espacio personal mientras que sus manos no dudaban en posarse sobre su ensangrentada boca en un desesperado intento por detener el sangrado que emanaba de sus encías destrozadas. Me mantuve en un completo silencio sorprendiéndome de lo tranquila que estaba a pesar de que le había escuchado, si lo mato Nayeon se molestará, pensé siendo consciente de que mi esposa no debía por nada del mundo recibir malestares, agradécele a mi esposa por mi misericordia, pensé guardando de mi espada en la funda colgante a un costado de mi cadera, para luego simplemente elevar mi pierna encajando la suela de mi zapato directamente contra su abdomen logrando que perdiera en gran media su equilibrio.

—... No lo mataré, pero no se atrevan a interferir—alcé la voz justo a tiempo para evitar que el pelinegro se interpusiera entre mi cuerpo y el del tercer príncipe.

Él evidentemente más inteligente que el contrario simplemente decidió dar un par de pasos hacía atrás con su atención completamente enfocada en el suelo, daba la impresión de estar avergonzado, aunque estaba segura que, como hijo de un Duque debía estar completamente enfurecido ante la manera en que lo había mandado a callar; la arrogancia propia que conllevaba el titulo tan alto como el suyo, debía estar haciéndolo retorcerse en su interior, pero no me importaba, así que simplemente regresé mi atención hacia el tercer príncipe notando como la sangre seguía filtrándose a través de sus falanges. Esto debe de doler, ¿Verdad?, me cuestioné observando como él miedo y la confusión no tardaba en emanar de aquellos horrendos ojos.

Manteniendo en todo momento la calma me las arreglé para acortar la distancia que existía entre su cuerpo y el mío logrando notar como él, tan patético como siempre lo había sido no dudaba en tratar de obtener nuevamente de su espacio personal, pero yo no se lo permití.

—... Ven acá—ordené estirando una de mis manos para agarrar con fuerza de su cuero cabelludo, ni siquiera me importó si le dolía, con fuerza tiré de su cuerpo contra el mío impidiendo cualquier intento por su parte de poder escapar—¿Quieres saber el por qué nadie de aquí piensa ayudarte aun cuando posees tu titulo de príncipe? —cuestioné con mi atención fija en la forma en que la sangre seguía filtrándose a través de su rojiza boca—porque en estas frías tierras, tu titulo es lo que menos importa a la hora de sobrevivir.

—¡Ugh!

—Sh... no te atrevas a hablar cuando yo estoy hablando—me quejé al mismo tiempo en que agarraba con violencia de sus mejillas notando como sus ojos rápidamente comenzaban a llenarse de lágrimas mientras que sus piernas, patéticamente trataban de huir—hay algunas cosas que nadie tiene permitido hacer, ni siquiera alguien con tanto poder como tu padre... una de ellas es hablar mal de mi esposa—ordené mientras que hundía mis dedos sobre su piel—ni siquiera pienses en su existencia—ni siquiera le había explicado lo que le haría si se atrevía a ir en mi contra, pero ya había sido más que suficiente para ver como cada fibra de su cuerpo comenzaba a sacudirse preso del pánico.

Con cierta tranquilidad decidí soltar el agarre que mantenía aprensado sus mejillas para permitirle el dar un par de pasos hacia atrás visiblemente aturdido por mi repentina decisión. La verdad es que a pesar de que le había destrozado sus dientes frontales, no me era suficiente para satisfacer ese tenue susurro que me exigía que lo matase, así que rápidamente elevé mi mano enterrando mis nudillos blanquecinos directamente sobre su boca: le di en la misma zona donde anteriormente le había lastimado llevándome consigo uno que otro pedazo de diente incrustado entre mis nudillos. Como era de esperarse este trastabilló con el jadeo ahogado en el interior de su boca, me mantuve en todo momento en mi sitio notando como la sangre se filtraba con mayor comodidad por su mentón dándole un aspecto deplorable.

En silencio estiré mi mano agarrando nuevamente de su corto cabello. Con brusquedad tiré de él escuchando nuevamente el jadeo desprendiendo de su destrozada boca.

—Joven príncipe... le recomiendo que tenga más cuidado a la hora de hablar de la mujer de otra persona—me tomé la molestia de aconsejarlo mientras que hundía mis nudillos sobre la boca de su estómago arrancándole violentamente el aliento. Este impulsivamente se inclinó provocando que yo tuviese que tirar con mayor violencia de su cabello para mantenerlo erguido—existen ciertas personas que no poseen un buen temperamento para este tipo de situaciones, así que si quiere conservar la unión de su cuello contra su cabeza absténgase de comentar sin pensar.

Terminé por soltarlo sin antes darle nuevamente otro puñetazo contra su rostro. Como era de esperarse su cuerpo no tardó en caer desplomado sobre el suelo incapaz de poder defenderse, así que yo tranquilamente saqué el mismo paño que Chan me había brindado para limpiar cualquier rastro que pudiese quedarme del cuerpo ajeno mientras que podía sentir como todas las miradas seguían estando fijas en mi serena expresión. Sin perder mi paz mental elevé mis rojizos orbes hacia el cuerpo del pelinegro notando las venas de su cuello y quijada resaltando por sobre su lechosa piel en señal de estar plenamente enfurecido ante lo que había sido testigo, pero a diferencia de mí, él si tenía que seguir manteniendo su fachada de chico bueno frente al resto de los caballeros si es que deseaba obtener el titulo de Duque, ¿Tan desesperado estas por ser reconocido?, me cuestioné con mi atención fija en la manera en que él tomaba una buena bocanada de aire para luego simplemente elevar sus comisuras, como si me estuviese retando a que continuase actuando con arrogancia.

¿Debería de golpearlo?

—Duquesa.

Realmente hubiese estampado mi puño contra la cara del pelinegro sino fuese porque Chan volvió a llamar mi atención, de forma impulsiva rompí el contacto de mirada que mantuve con el mas alto para centrarme por completo en mi fiel mascota. Este a simple vista daba la impresión de estar ansioso, sus orbes se sacudían con violencia en señal de estar incomodo por lo que sea que estaba a punto de decirme, así que yo tan solo fruncí mis cejas en señal de confusión.

—¿Qué ocurre? —murmuré mientras que continuaba limpiando mis manos sintiendo como el silencio seguía envuelto en el basto lugar.

Por nada del mundo debía demostrar que estaba preocupada.

—... Llegó una carta por parte del Ducado.

Mi cuerpo instintivamente se tensó; habían transcurrido exactamente cinco días desde la ultima carta brindada por mi esposa, sentía que no había transcurrido el tiempo suficiente como para que ella nuevamente se hiciese de notar, por ende, la carta no debió haber sido realizada por sus preciosas manos. En un completo silencio me incliné tratando de ver sus manos, lo primero que pude divisar fue el sello rojizo envuelto en medio del oscuro material, debe provenir de Jihyo, pensé siendo consciente que mi esposa por lo general dejaba un pequeño detalle que demostraba que provenía de su procedencia.

—Alisten las tiendas de campañas, vamos a descansar—rápidamente cambié de opinión provocando que el resto de los agotados caballeros soltase un fuerte suspiro mientras que el hijo del Ducado del Sur ayudaba al aturdido tercer príncipe a mantener el equilibrio—ven Chan—ordené caminando lo más lejos que pude siendo consciente que nadie más que él debía conocer el contenido de la carta.

Tras alejarnos lo primero que hice fue dejar que Chan se colocara de espalda frente a mi cubriendo con su cuerpo el material que tenía en mi poder.

—¿Llegó por el mismo pájaro? —pregunté mientras que rasgaba la parte de arriba de la carta.

—No... fue enviado por uno de sus mensajeros exclusivos—él respondió por completo mis sospechas.

No había sido enviado por mi esposa.

Me quedé en un completo silencio mientras que desplegaba la hoja en blanco sobre mis dedos. Lo primero que pude notar fue que había sido escrito de manera torpe, como si la persona encargada de transmitir el mensaje estuviese haciendo su mejor esfuerzo por no dejar ningún detalle de lo que estaba siendo testigo.

Mina.

Pido disculpas si es que mi letra no es del todo legible, pero estoy escribiendo apresuradamente detrás de la puerta que da directamente a la habitación de la Duquesa Nayeon.

La mañana de este Jueves la princesa Misuk ha decidido enviar invitados inesperados al Ducado, como nadie esperaba la visita, la Gran Duquesa Nayeon hizo su mejor esfuerzo por brindar una fiesta de té a la altura de la dignidad del Norte, pero las mujeres nobles (al parecer favorecidas por el mando de la princesa) mostraron una actitud hostil hacia la Duquesa manteniéndose en un completo silencio en señal de humillación. Durante las primeras dos horas cada una de las mujeres hizo su mejor esfuerzo por tratar de lastimar los sentimientos de la Duquesa utilizando aquel frío silencio como único medico de comunicación, a pesar de que la Duquesa les hablaba de manera amable ellas osaron en no responder (Los caballeros intentaron interferir, hasta el propio joven Seungwoo lo intentó, pero la Duquesa se negó a la ayuda externa). Posterior a ese incomodo silencio, la Duquesa logró romper el silencio de lugar hablando con las señoritas Yuna y Lia (únicas personas que no parecían estar a favor de la princesa), ambas provenientes del linaje directo del Barón Shin, gracias a ellas la Duquesa fue capaz de apaciguar la incomodidad del ambiente, salvando la situación de manera majestuosa, aunque las Damas Christine (esposa del Conde Marth) y Freya (esposa del Marqués Corella) insistieron en continuar con el silencio hostil aun cuando el ambiente no las favorecías para nada.

Debo confesar que no estaba del todo segura con mandar esta carta, sé lo que eres capaz, y temía que hiciese una estupidez que costase la tranquilidad que la Duquesa necesita en estos instantes, pero cuando la noche llegó y la Duquesa se encerró en su habitación, solo bastó oír su lastimoso llanto para comprender que la hostilidad brindada por las Damas, realmente le afectó.

Atte: Jihyo.

PD: Asegúrate de que esas mujeres jamás olviden a quién han osado en lastimar... sino lo haces tú, entonces yo lo haré.

Me quedé en un completo silencio releyendo una y otra vez la hoja, haciendo mi mejor esfuerzo por no imaginar el sonido de su llanto, ¿Cómo se atrevieron?, me cuestioné sintiendo la sangre caliente fluyendo violentamente de mis pies hacia mi cabeza, ¿Cómo osaron en lastimarla?, y no podía entenderlo, simplemente era incapaz de poder comprender de donde provenía la arrogancia de aquellos insectos, voy a destruirlas... me encargaré de hacer que todos los malditos días de sus vidas se arrepientan por lo que han hecho. Con eso en mente destrocé la hoja en dos para luego simplemente incinerarla con ayuda de magia de bajo nivel.

Con los labios apretados observé como el papel se consumía sobre mi palma enguantada, las obligaré a suplicar de rodillas por su perdón; estaba genuinamente enfurecida por lo que habían realizado.

—¿Duquesa? —Chan no dudó en alzar la voz tras notar como yo, posterior a incinerar la carta decidía comenzar a caminar directamente hacia la zona donde los nobles se solían reunión.

Por lo general ellos siempre estaban reunidos en la tienda de campaña que más lujosa se veía a simple vista: lo hacían a consciencia, a pesar de que estaban en una situación donde tu título y nivel social era lo que menos importa, parecían cegados con la idea de mostrar cuan diferentes eran al resto de los caballeros.

—Llévame donde el Marques Corella y el Conde Marth—pedí manteniendo una sorprendente tranquilidad.

Chan tan solo trotó hasta mi lado y me observó. Durante unos segundos tan solo admiró mi perfil quizás pensando que cosas, para luego tan solo entreabrir sus labios en señal de estar a punto de responder.

—... Como usted ordene.

A pesar de que era más que evidente que Chan se moría de ganas por saber la razón que me llevó para ir tras esas dos personas en específico, seguía sin poseer el poder suficiente como para poder cuestionar mis acciones, así que simplemente me fue guiando a través del resto de las personas mientras que yo hacía mi mejor esfuerzo por mantener mi rostro inexpresivo.

Después de caminar durante un par de minutos lo primero que hizo Chan tras ingresar fue detenerse en la entrada provocando que yo por instinto también lo hiciese. En un completo silencio presioné mi antebrazo contra la gruesa tela propia de la tienda para poder observar con mayor comodidad lo que estaba sucediendo; en el interior del lugar estaban todos los nobles reunidos, a simple vista parecía que se habían divido por su título de noble, los que parecían Barones y Condes estaban en una de las esquinas, mientras que los demás que daban la apariencia de ser Marqueses y el mismo hijo del Duque conversaban en el otro extremo demostrando que hasta dentro de este maldito lugar se creaba la diferencia de nivel social.

Si me lo preguntan, me parecía una completa estupidez.

—El Marqués Corella es aquel hombre de cabello rubio que esta utilizando una túnica azul a un costado de la tienda y su compañero, el de cabello castaño con la capa verde es el Conde Marth... por lo que sé se hicieron amigos gracias a la amistad que poseen sus esposas—Chan no tardó en darme una pequeña descripción de quienes eran junto con el contexto por el cual ambos parecían llevarse tan bien.

Sus esposas los unieron... y sus esposas los harán separarse, pensé mientras que comenzaba a caminar.

—... No les hará nada, ¿Ver... ¿Huh? ¿Duquesa? —Chan cuestionó genuinamente confundido tras notar como yo había comenzado a caminar directamente hacia la dirección que recién me había indicado mientras que una de mis manos iba directamente hacia el mango de mi espada.

Misma que fue desenvainada.

Si debo ser completamente sincera mi intención principal era simplemente asustarlos, quería que ellos sufrieran de forma económica ante las acciones cometidas por parte de sus esposas, sabía que eso era lo que más les dolería, pero tras notar como habían comenzado a reírse quién sabe el por qué, no pude contener por más tiempo mi rabia, así que tras llegar lo primero que hice fue mover violentamente mi espada hacia el cuerpo del Conde Marth. Su oreja voló por sobre mi hombro tras deslizar mi afilada hoja bajo su lóbulo cortando tan limpiamente aquella zona que no fue para nada una sorpresa que él ni siquiera se hubiese percatado de la nueva zona perdida. Francamente, ni siquiera les di el tiempo suficiente como para que pudiesen reaccionar, el Conde visiblemente aturdido por el repentino ataque solo atinó a llevar una de sus manos hacia la zona lastimada tratando de entender de donde provenía la sangre que empapaba por completo su palma, mientras que su compañero, quién parecía entender de mejor forma lo que estaba ocurriendo impulsivamente dio un paso hacia atrás impidiendo de esa forma que mi espada lograse llevarse consigo su glóbulo ocultar, no debiste moverte, pensé cortando desde el borde de su quijada hasta por sobre de su ceja izquierda llevándome consigo su propio ojo, aunque no da la manera que a mi me hubiese gustado el obtenerlo. En un completo silencio observé como el Marqués caía de rodillas al suelo con sus dos manos posadas sobre su rostro tratando-inútilmente-, de detener la sangre que se filtraba sin parar a través de su extensa herida. Mantuve mi atención fija sobre sus cuerpos, incapaz de sentir siquiera una pisca de lastima por la situación en las que se encontraban, esto no es suficiente, pensé mientras que elevaba mi mano cortando limpiamente los dedos del Marques, mismos que cayeron al suelo muy cerca de sus rodillas, haré un buen uso de sus partes, pensé sin poder evitar el esbozar una tenue sonrisa.

—Chan... recoge sus partes, debo hacer un par de cartas—aclaré mientras que movía distraídamente mi espada del cuerpo del Marqués hacia el Conde—veamos... ¿A quién lastimo primero? —me cuestioné disfrutando por completo del miedo que desbordaban de sus ojos—... Ustedes debieron pensar bien con quién contraían matrimonio... ya saben... deben hacerse responsable de las acciones que ellas cometen.

—¡Duquesa deténganse! —como era de esperarse rápidamente el hijo del Duque hizo acto de presencia tratando de parar lo que yo estaba a punto de cometer—¡No hagas algo de lo que te puedes arrepentir! —exclamó haciendo su mejor esfuerzo por conseguir mi atención— ¡Si no se detiene vo...

—¿Qué vas a hacer? —pregunté dejando la parte sin filo de mi espada recostada sobre mi hombro derecho—si dices algo como eso, deberías estar preparado para actuar de inmediato... así que dime, ¿Qué piensas hacer si no me detengo? —cuestioné mientras que alzaba mi mentón enfocando mis intensos orbes en su aturdido rostro.

—Y~Yo...—murmuró asustado por la atención que le estaba brindado. Por mero impulso retrocedió demostrando de esa simple manera lo incapaz que era para poder hacerme frente—... haré que el Rey se entere de sus acciones.

—Dile—repliqué al mismo tiempo en que regresaba mi atención hacia el Conde—... dile que le arranqué el brazo a este idiota—pedí al mismo tiempo en que me inclinaba agarrando de su brazo para poder encajar mi espada por debajo de su axila—dile que lo torturé por casarse con un animal que no conoce su lugar—seguí hablando sintiendo como mis pies se empapaban de sangre a causa de mi sanguinario acto mientras que, de fondo podía oír los gritos desgarradores del contrario—por favor... dígale a su Majestad las atrocidades que he cometido, no tengo problema en también asesinarte—respondí dejando caer el brazo a un costado de mi cuerpo para volver a enfocar mi atención en su pálido rostro.

El muchacho guardó silencio, incapaz de poder decir algo más.

—¿Q~Qué hice mal? —el Marqués Corella trató de entender mis acciones provocando que mi atención recayera por completo en él. Con calma enterré mi espada en su muslo—¡Ugh! —se quejó en alto mientras que yo, con calma comenzaba a mover mi arma en circulo filtrando de mejor manera su sangre—d~deténgase... p~por favor... d~deténgase...

—¿Tu? La verdad es que no hiciste nada malo—admití al mismo tiempo en que me colocaba en cuclillas notando como su único ojo bueno me veía aterrorizado—solo te casaste con una idiota que cree tener el poder suficiente como para poder despreciar a mi mujer—aclaré mientras que sonreía escondiendo mi mirada en mis largas pestañas.

—¿P~Por qué nos castigas? N~No fuimos nosotros quién lastimó a la Duquesa—aclaró tratando de poder mantener una conversación.

Asentí con mi cabeza dándole la razón.

—Estas en lo correcto, pero verás... estoy completamente enfurecida por lo que le han hecho, así que es correcto que, como su esposa lastime a los esposos de las involucradas—aclaré sin importarme si él lo entendía o no—... pero no te preocupes—comenté al mismo tiempo en que me levantaba sacando la espada de su cuerpo—no voy a matarlos—admití mientras que retrocedía permitiendo que el resto de los nobles trajeran pócimas—oh si... me quedaré con sus partes—aclaré observando como Chan recogía lo que yo había mutilado—les haré saber a sus esposas el daño que causaron—finalicé con una amplia sonrisa.

Sin más que agregar decidí abandonar el lugar escuchando como Chan me seguía a duras penas.

—Chan—le llamé sin importarme como el resto de los caballeros me estaban observando.

—¿Si? —preguntó con un hilo de voz.

—Asegúrate de cortar todos los ingresos económicos del Marqués Corella y el Conde Marth—pedí mientras que me adentraba en mi propia tienda—... ah si, no olvides traerme papel y tinta, voy a enviar estos pequeños regalos al Norte.

Chan parecía inquieto, pero aun así acató obedientemente mis órdenes. 

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