Atrapada
Pov: Im Nayeon.
De forma abrupta mi corazón dejó de latir con la normalidad de siempre siendo acompañado por la fuerza en la que mis pulmones decidieron estrujarse obstruyendo de esa forma el flujo aéreo. A pesar de que la situación me asustó, era consciente de que todas estas reacciones se debidas netamente por la información que mis oídos estaban siendo capaces de captar: no podía aceptarlo, debía tratarse de un error. De forma impulsiva tragué saliva mientras que presionaba mi espalda contra la puerta sintiendo la falta de equilibrio por parte de la perdida de fuerza proveniente de mis piernas. Me sentía genuinamente abrumada ante lo que estaba sucediendo, gran parte de mi simplemente quería huir para no seguir escuchando: tenía la tonta creencia que, si no oía, entonces no sería real, pero no fui capaz de moverme aun cuando mis pensamientos no dejaban de gritarme que lo hiciese. Realmente necesitaba seguir escuchando como mi esposa continuaba hablando con el mensajero del Rey, aceptando sin más, aquella absurda orden brindada por el mismísimo Emperador, sin siquiera cuestión lo que evidentemente estaba mal. Esto... no puede ser real, pensé sintiendo como mis ojos comenzaban a arder ante el repentino deseo de romperme a llorar, no es verdad... no está sucediendo esto... no a ella, y no podía aceptar el hecho de que la estaban enviando directamente a su muerte. De forma impulsiva me llevé mis manos contra mi rostro, no lo permitiré, no la dejaré marcharse, pensé mientras que alejaba mi espalda de la madera para comenzar a caminar directamente al despacho de mi esposa.
A pesar de que era consciente que Mina jamás sería capaz de pedirlo, decidí hacer algo para impedir su salida del Ducado, si debía ser necesario rebuscaría entre los recuerdos de mi vida pasada algún suceso lo suficientemente importante que la obligue a permanecer a mi lado, aun si eso no fuese su deseo. Simplemente no había manera de que aceptara el volver a perderla. Aun cuando no fue genuinamente mi intención, no pude evitar el comenzar a correr a través de los fríos pasillos del Gran Ducado, sintiendo las mejillas hirviendo ante las involuntarias lágrimas de impotencia que resbalaban sobre mi piel, como si fuesen un viviente recordatorio que nuevamente, no sería capaz de salvarla.
Aun cuando la probabilidad era baja, haría todo lo necesario para mantenerla con vida.
Al llegar a mi destino, de un solo movimiento me abrí paso en el interior del despacho de mi esposa observando como este se encontraba complemente ordenado. Con cierta agilidad caminé en su interior yendo directamente a la zona donde se encontraba el escritorio notando la pila de papeles que estaban sobre la mesa en espera de ser revisados. ¿Dónde lo habrá guardado?, me cuestioné al mismo tiempo en que me dirigía hacia los cajones comenzando a abrir uno por uno con la intención de encontrar el contrato que habíamos creado para la unión de nuestro matrimonio. ¿Dónde lo escondiste?, me pregunté siendo más que consciente que Mina no era la clase de persona que dejaría algo tan importante escondido en cualquier lugar. Si lo modifico... si logro conseguir algo más de tiempo entonces ella no morirá... no la volveré a perder, y eso era lo único en lo que yo podía pensar, lo único que podía mantener en mi mente, ese era mi objetivo: lograr que en esta vida ella se quede a mi lado.
—¿Qué estás haciendo?
Escuchar aquella repentina voz femenina proveniente desde la entrada me hizo dar un brinco en mi sitio. Sorprendida giré mi rostro observando desde mi posición como la joven Santa se encontraba de pie, en el umbral de la puerta con sus brazos completamente cruzados bajo sus pechos mientras que esas orbes marrones veían con interés lo que mis manos estaban haciendo, como si quisiese comprender el por qué estaba rebuscando en el despacho de mi mujer.
—Nada—mentí con evidente descaro mientras que, de forma impulsiva cerraba el cajón notando como ella simplemente alzaba una de sus cejas manteniendo toda su atención en el movimiento que yo había realizado.
Se quedó en silencio observando durante unos segundos como yo llevaba ms manos detrás de la espalda. Con una evidente calma simplemente alzó su mirada encontrándose con mis ojos: daba la impresión de que estaba analizando la situación.
—¿Qué tanto escuchaste? —preguntó sin siquiera tomarse la molestia de interrogarme.
Tal parece, ella ya era completamente consciente del hecho de que yo había estado escuchando la conversación que mi esposa había estado manteniendo con el mensajero del Rey, aun cuando ni siquiera me había visto el hacerlo. Me quedé en un completo silencio con mis orbes fijas en como ella mantenía su atención enfocada en mi expresión. Francamente, no lo había notado en un principio, pero a veces, la Santa se comportaba como si fuese consciente de cosas que normalmente la gente no debería el por qué saber... no sé cómo explicarlo, pero había situaciones en las que ella se comportaba como si de una u otra manera ya fuese consciente de lo que estaba por ocurrir.
Era una mujer extraña.
Decidí continuar con mi pleno silencio al comprender su pregunta, francamente, me sentía genuinamente insegura al no saber cuan sincera debía ser con respecto a lo que había escuchado, temía el hecho de que dependiendo de que tipo de respuesta daba pudiese de una u otra manera llegar a afectar a mi esposa. Impulsivamente di un paso hacia atrás notando como la Santa tras notar mi silencio simplemente decidía alzar sus cejas, como si de esa forma estuviese sacando conclusiones que yo claramente aun no le había brindado.
—... Todo—finalmente decidí confesar, sabiendo que ella tarde o temprano iría donde mi esposa para comentarle el hecho de que me había visto hurgando en el interior de los cajones ajenos; no quería causar un conflicto erróneo con mi mujer—no permitiré que ella se vaya—aclaré con plena confianza logrando observar por un par de segundo como sus comisuras se elevaban.
—No es una decisión de la cual puedas simplemente interferir—confesó al mismo tiempo en que daba un par de pasos en el interior del despacho, para así poder cerrar la puerta detrás de si—fue una orden emitida directamente del Palacio Real—aclaró presionando su espalda contra la madera logrando de esa forma impedir una posible huida por mi parte—no tienes el suficiente poder como para luchar contra él... mucho menos el poder ganar.
—Lo sé—acepté la realidad sin más—pero que lo sepa no significa que voy a dejar que se marche sin más—aclaré manteniendo mi atención completamente enfocada en su rostro—...ella morirá si va a esa guerra.
—¿Por qué estas tan segura de que ese será el resultado final? —cuestionó sin cambiar de expresión. A simple vista sus ojos me veían con genuino interés, como si quisiese adentrarse en mis pensamientos para descubrir lo que pasaba en ellos; era inquietante—a pesar de todo, sigue siendo la guerrera más fuerte de este Imperio... realmente no hay ningún monstruo que sea capaz de derribarla—comentó con cierta obviedad en el tono de su voz.
Si esta conversación la hubiese tenido en mi vida pasada no hubiese dudado en aceptar sus palabras sin siquiera tomarme la molestia de tratar de refutarlas, porque también había llegado a tener ese pensamiento al conocer a mi esposa, pero yo sabía cual era la verdad, sabía que en el fondo de todo esos grandes títulos que reafirmaban el poder que obtuvo ante su arduo trabajo y disciplina seguían sin ser suficiente frente a una batalla con un oponente tan abrumador como sería el caso del Imperio o los propios monstruos provenientes del Sur. Yo lo sabía a la perfección, era consciente de que tan fuerte era mi esposa, pero por muy buena que fuese luchando, realmente no sería capaz de ganar contra tantos enemigos, y yo no tenía ninguna interés en revivir aquella pesadilla que más de una noche me había logrado quitar el sueño.
Impediría la guerra y la muerte de mi esposa a toda costa. Ese era mi verdadero objetivo de esta repentina regresión.
—Que sea una buena peleadora, no la hace invencible—aclaré manteniendo mis orbes sobre los suyos, queriendo ver alguna reacción sospechosa—tarde o temprano luchara contra alguien que la hará perder—si Mina me llegase a escuchar, probablemente se ofendería ante mis palabras—así que no la dejaré marcharse, aun si es el mismismo Emperador quién viene a por ella—repetí sin tomarme la molestia en tratar de justificar el por qué estaba tan aferrada a esa idea.
La Santa simplemente me observó.
—... Aun cuando lo sé, me sigue sorprendiendo esa devoción que sientes por Myoui—comentó sin darle mucha importancia al asunto—.... Francamente, asumí que estarías más preocupada por perder tu puesto como Duquesa, que por retener a esa loca guerrera—agregó apuntando distraídamente hacia su espalda—pero al parecer, simplemente no quieres que Mina muera.
—A diferencia de lo que todo el mundo quiere... a mi no me importa el título de Duquesa o cualquier otro título noble—confesé notando su sorpresa—no me importa tenerlo todo si eso significa que voy a perder a mi esposa—agregué sintiendo las orejas calientes—ya una vez perdí todo lo que amaba por mi falta de experiencia y buen juicio... no volveré a cometer ese error—a pesar de que era consciente de que ella no sería capaz de entenderlo, de todas formas, decidí ser sincera.
La Santa simplemente suspiró llevándose los dedos hacia sus labios para ocultar su sonrisa.
—...No esperaba que esto fuese tan divertido—comentó a viva voz provocando que yo frunciese el ceño—no me malinterpretes—pidió bajando su mano para poder posarla sobre su antebrazo—solo me parece divertido que ambas tengan prácticamente el mismo pensamiento—afirmó mientras que yo solo la continuaba observando—... ambas están desesperadas por salvar a la otra... que románico.
Lo soltó con cierta ironía mientras que yo simplemente apretaba mi quijada.
—... En fin, si eso responde tus dudas, ya puedes marcharte—aclaré viendo como ella seguía sin moverse.
—Tengo otra pregunta—respondió consiguiendo que yo soltase un suave suspiro—¿Qué vas a hacer para mantenerla a tu lado? —cuestionó genuinamente interesada mientras que yo podía notar como su mirada se volvía desafiante: daba la impresión de que estaba a punto de juzgar cualquier respuesta que yo pudiese y estuviese dispuesta en soltar.
¿Realmente puedo comentarle sobre el contrato?, me cuestioné sin saber si sería realmente correcto el hablar a viva voz sobre ese tema, sobre todo con la Santa. Al fin y al cabo, ni siquiera sabía a ciencia cierta si ella seguía siendo devota a la iglesia o si había decidido quedarse en el Ducado para brindar su máximo apoyo. Sinceramente, dependiendo a que bando estuviese permaneciendo, sabré realmente si ella merece ese tipo de información. No debía ser una tonta ingenua, a pesar de que ella me salvó la vida, seguía siendo parte del enemigo principal de mi esposa, así que me mantendría en silencio hasta que estuviese completamente segura de que ella no era un peligro para el Ducado.
—¿Por qué estás tan interesada? —repliqué demostrando de esa manera mi desconfianza hacia su persona.
La Santa se quedó en silencio observando con curiosidad mi tranquila expresión.
—¿Sabes? Eres la primera persona en desconfiar de mi presencia—confesó con una actitud relajada, lo que demostraba lo poco que le importaba el estar siendo atacada por mi persona—generalmente la gente suele sincerarse al ver mi presencia, como una especie de obligación.
—Yo no soy como las demás personas... no soy precisamente fanática de la iglesia—confesé recordando como seguía posponiendo mi matrimonio con mi esposa.
—Lo noté—respondió manteniéndose aun completamente tranquila—ha... francamente, lo esperaba de Mina, ya sabes, ese monstruo carente de emoción no hubiese dudado en cortar mi garganta si veía algo extraño en mí, sin siquiera tomarse la molestia de permitirme excusarme—comentó mientras que yo apretaba mis labios irritada por oírla hablando tan despectivamente de mi esposa.
Se quedó en un completo silencio manteniendo su atención fija en mi rostro, mientras que yo simplemente llevaba mis dos manos contra mi espalda tratando de ocultar como estaba apretando los puños.
—... Ha...—suspiró llevándose sus dedos contra su cuello; daba la impresión de sentirse frustrada—dime, ¿En qué bando crees que estoy?
—Espero que estes con el Ducado, pero sigues siendo una Santa, así que la probabilidad de que estes del lado de la iglesia es alta—aun cuando ellos mismos serán los que te llevarán a tu muerte, pensé notando como ella simplemente elevaba sus cejas.
—Buena respuesta—me halagó sin más—pero... lamento comentarle que la Iglesia no me agrada lo suficiente como para estar en contra de la Tirana del Norte—comentó encogiéndose de hombros—por esa razón, me quedaré en el Ducado.
—Ir en contra de la Iglesia podría llevarte a tu muerte.
—Quedarme con ella también podría llevarme a eso—replicó provocando que la viese con sorpresa—oh por favor... todo el mundo sabe que la iglesia se deshace de todo lo que considera un peligro para sus planes—aclaró mientras que yo simplemente le sostenía la mirada—es cuestión de tiempo en que yo me convierta en un estorbo para sus deseos.
—¿Realmente piensas que el Ducado es más seguro que la Iglesia? —no pude evitar el preguntar, siendo consciente que generalmente la gente deseaba huir del Norte por temor a las actitudes de mi esposa.
—Bueno... si debo ser completamente sincero, no hubiese dudado en aferrarme a la Iglesia si es que esa pregunta me la hubieses hecho hace un año atrás—confesó sonriendo con suavidad—no voy a mentirte, la Mina que conoces no es nada en comparación de la Mina que yo conocí.
La Santa hablaba de mi esposa con confianza, como si realmente la hubiese conocido de toda la vida, pero por mucho que estuviese rebuscando en mis recuerdos, no recuerdo ningún momento en que Mina hubiese siquiera hablado de su existencia, más que de su muerte, ¿Qué tipo de expresión hizo en ese entonces?, me cuestioné queriendo tener la imagen de su expresión, ¿Triste? ¿Rabia? ¿Ira? ¿Culpa?, ¿Cómo fue que reaccionó?, realmente no era capaz de recordarlo.
—La Mina que yo conocí... era una mujer que no dudaba en balancear su espada cada vez que estaba molesta—siguió hablando, demostrando cuantos sabía de ella—era tanto su odio por el ser humano, que no hubiese dudado en matar al mismismo Rey en el momento que este hubiese hablado mal de usted—su confianza para hablar de mi esposa me incomodaba, pero no sabría realmente el dar una explicación del por qué de ello.
Nuevamente me quedé en un completo silencio, gran parte de mi era consciente de todos los cambios que Mina había hecho a lo largo de nuestra relación era tan grande su cambio de personalidad que no había comparación con la mujer que yo logré conocer, pero aun cuando sabía que clase de persona había sido llegado a ser en su pasado, no podía evitar el seguir sorprendiéndome de su forma de actuar.
—¿A dónde quieres llegar con todo esto? —pregunté alejándome del escritorio.
—¿Realmente no te das cuenta? —cuestionó inclinando su cabeza en forma de confusión logrando que yo frunciese las cejas—¿No te has percatado de lo débil que se ha vuelto?
—Tú misma dijiste que era una gran guerrera... la mejor del Imperio.
—No estoy hablando precisamente de sus capacidades físicas—aclaró mientras que yo tragaba saliva—hablo de esto—comentó llevándose sus dedos directamente contra su cabeza—la Mina que yo conocí ya no existe—afirmó con tranquilidad—aquella mujer indomable, capaz de matar a diestra y siniestra, sin miedo, sin compasión, ya no existe o por lo menos ya no esta al nivel que yo conocí en su momento.
—Sigue siendo la mi...
—No te mientas con tanto descaro—me interrumpió—la mujer que tu creaste es alguien completamente devota a ti, alguien que pierde la cabeza si es que algo te llega a suceder... simplemente es un ser que solo vive para y por ti—estaba atacando un punto que claramente yo ya sabía, pero que no me atrevía a hablar—ya sabes... fue hasta violada para protegerte.
Me quedé en silencio apretando con fuerza de mi quijada, lo sé, pensé recordando la desesperación en su mirada mientras que apenas era capaz de confesar todo lo que había vivido en la Capital solo para mantenerme a salvo junto a nuestro pequeño hijo. Lo sé, repetí en mi cabeza siendo más que consciente que mis actitudes hicieron un cambio irreparable en mi esposa, tendré que vivir con eso, acepté sin más, sabiendo que, si hubiese sido más precavida, si no me hubiese relajado probablemente Mina no hubiese tenido que pasar por todo lo que pasó.
—Lo sé.
—Sé que lo sabes—repitió ella aun cuando yo lo había aceptado—pero dime... ¿Crees que la Mina de hace un año atrás hubiese permitido que eso sucediera? —cuestionó mientras que yo miraba hacia otra dirección—... aun sabiendo todo esto... ¿Cómo tienes pensado retenerla?
Frustrada apreté mis labios.
—No tienes con que retenerla... esa es la verdad, ¿No es cierto? —cuestionó tras notar que yo no respondía— aunque claro... si realmente se lo suplicas la probabilidad de que se quede es alta... pero... ¿Podrás vivir con el pensamiento de que tu esposa se transformó en una traidora del Imperio? —odiaba que ella hubiese pensado en todo antes de que yo lo hubiese razonado—actuemos como las adultas que somos... ¿Qué crees que pasará si ella se queda?
—El Imperio y la Iglesia tendrán un motivo para atacar el Norte.
—¡Exacto! —exclamó apuntando directamente contra mi cuerpo—mierda, por fin alguien que usa la cabeza—murmuró, aunque claramente la escuché a la perfección—¿Y que crees que ocurrirá si eso sucede?
—Todos moriremos.
—En efecto—y parecía estar disfrutando de la conversación, o quizás solo está disfrutando el hecho de que yo era capaz de razonar—entonces... que se quede realmente no es una opción.
—Pero si se va también esta la opción que muera—rápidamente aclaré mientras que veía como ella sonreía.
—Esa hubiese sido probablemente el resultado si es que yo hubiese regresado con la Iglesia—comentó con aires de grandeza provocando que yo guardase silencio—si le brindo las suficientes botellas de maná curativo, ¿Qué crees que sucederá?
Amplié mis párpados ante la sorpresa.
—Ella podrá sobrevivir—murmuré viendo como asentía con su cabeza.
—Exacto...Ahora bien... el único problema es el que quedará acá en el Norte—cambió el tema de conversación llevándose los dedos directamente contra el mentón—en el Sur Mina estará luchando, esto puede ser durante semanas, meses o quizás años... realmente no sabremos cuanto le tomará—aclaró manteniéndose completamente tranquila mientras que o no podría evitar el inquietarme—así que durante ese tiempo tu estarás desprotegida.
—No soy tan débil—aclaré notando como ella simplemente se encogía de hombros.
—No me refiero específicamente a eso... hablo con respecto al poder que tienes como Duquesa y como este se perderá en el momento en que Mina abandone el Ducado—respondió—no te ofendas... pero sabes como son tratados los hijos ilegítimos... sobre todo si son mujeres.
—¿Crees que vendrá alguien a tratar de sustituirme?
—Bueno... específicamente hablo de la Princesa—confesó viéndose por fin inquieta—ya sabes... ella lleva en su vientre el hijo de Mina—no parecía a gusto con el tema, y no la podía culpar, yo tampoco estaba precisamente cómoda con oír todo esto—es bastante evidente que vendrá a apoderarse del Ducado.
—Seungwoo es el heredero—aclaré aun cuando sabía que realmente el bebé de esa arpía era el legitimo heredero.
—A diferencia de Mina, yo sé que tu puedes pensar con mayor racionalidad—comentó mientras que yo me alejaba de la mesa para tomar asiento en el sofá logrando que ella también se acercará para sentarse frente a mi—¿Realmente crees que ese niño podrá ganarle al poder propio de la Princesa?
Me quedé en silencio solo sosteniéndole la mirada.
—... Si los demás se llegan a enterar de que esa mujer lleva en su vientre un hijo de mi esposa, lo más seguro es que seré desterrada o recluida junto a mi hijo... probablemente no me podrán matar, pero sí podrán hacer que quiera morirme—confesé con tranquilidad notando como ella me veía con cierta sorpresa, como si en el fondo no pudiese creer que yo hubiese llegado a su misma conclusión—seré apartada por sobre todo al ser una hija bastarda.
—Duques...
—Estamos hablando con sinceridad, ¿Verdad? —cuestioné al notar su tono de voz completamente incómodo—soy una hija bastarda, proveniente de una relación entre el Marqués y una prostituta...claramente no soy el mejor perfil para hacerme cargo del Norte—aclaré observando por fin como ella agachaba su mirada—y lo más seguro es que ella atacará directamente sobre ese tema.
—Yo estaré de su lado—afirmó con plena confianza—si es necesario haré un juramento para demostrar mi valía.
—Bueno... francamente el tener tu apoyo realmente sería de gran utilidad, pero si la Iglesia te llega a destituir de tu cargo como Santa estará igual o peor que yo—respondí sonriendo con cierto cansancio mientras que veía como ella simplemente huía de mis orbes ante la vergüenza que sentía por lo que yo había soltado—...—me quedé en silencio mientras que me inclinaba presionando mi codo contra mi rodilla para llevar mis dedos contra mi mentón—lo más factible sería el embarazarme... pero Mina no está capacitada para hacer algo como eso.
—¿Y si consigo un mago capaz de hacer que olvide ese suceso? —cuestionó mientras que yo solo la veía.
—No voy ha hechizar a mi esposa por mi propio bien—aclaré tratando de mantener la calma.
—No estoy hablando de eso... solo digo... ya sabes... si no lo recuerda, probablemente podrás quedar embarazada—aclaró consiguiendo que yo apretara nuevamente de mi quijada—el bebé es lo más seguro para todos, y lo sabes.
—Tambien sé que el hechizarla para acostarme con ella me hace igual o peor que la princesa—repliqué de forma tosca—... no haré nada de ese estilo, así que lo mejor será buscar otra manera de sobrevivir.
—Esta bien... aunque la propuesta del mago siempre la mantendré en pie—aclaró elevando sus palmas en forma de disculpa.
Estuve a punto de responder cuando la puerta se abrió de golpe. Ambas, evidentemente sorprendidas giramos nuestros rostros observando a Mina en el umbral de la puerta con una clara evidencia de molestia expresada en sus facciones mientras que su mano sostenía con cierta fuerza el borde de la puerta.
—Ahora entiendo lo irritante que es... el escuchar como hablan de ti a tus espaldas—aclaró mientras que yo, de forma impulsiva me colocaba de pie—tú, siéntate—y parecía molesta así que instintivamente volví a presionar mi trasero contra el asiento—y tu... ve a cuidar de mi hijo, y que ni se te ocurra pasar por acá por lo menos hasta mañana—ordenó mirando directamente a la Santa.
—Oye... no hemos dicho nada mal... ¡Ugh! —se quejó al sentir como Mina con cierta brusquedad agarraba de su brazo obligándola a tener que colocarse de pie.
—¿Acaso no quieres contratar un maldito mago, idiota? —cuestionó evidentemente molesta por las intenciones de la Santa, ¿Qué tanto escuchó?, pensé mientras que veía como la castaña elevaba sus manos en señal de estar desarmada—maldita descarada que lo único que está pensando en que tenga un bebé.
—Es por un bien mayor.
—Cierra la boca—realmente parecía estar de mal humor—no necesito un maldito mago para llevar a mi esposa a la cama—aclaró irritada mientras que soltaba a la contraria. Esta rápidamente dio un paso hacia atrás—y no te metas en mi vida sexual—agregó al mismo tiempo en que se llevaba su mano contra su nuca—lárgate.
Instintivamente mis ojos se deslizaron en dirección de la Santa notando como ella simplemente elevaba sus pulgares para luego guiñarme uno de sus ojos con cierto descaro, yo, confundida por aquel repentino actuar solo atiné a fruncir mis cejas visiblemente confundida por culpa de su inesperado comportamiento. En silencio observé como ella rápidamente abandonaba la habitación cerrando la puerta detrás suya. Francamente, no me atreví a mirar en dirección de mi esposa, me aterraba verla decepcionada, así que me quedé viendo la madera deseando que alguien llegase para que nos interrumpiera.
—Esposa.
Puede sentir como mi cuerpo se tensaba ante la frialdad con la que me había llamado mientras que mis orbes impulsivamente comenzaban a deslizarse en dirección de su rostro. Francamente, no pude ocultar lo sorprendida que me sentía ante su repentina cercanía.
—¿Realmente crees que necesito un maldito mago para hacerlo contigo?
Tal parece, que el hecho de que la Santa hubiese insinuado la ayuda externa la hizo enfurecer más que el hecho de saber que la estaban obligando a marcharse del Ducado.
—Para nada—respondí netamente por impulso—...—me quedé en silencio viendo como ella se llevaba sus manos contra sus caderas manteniendo sus fríos orbes fijos en mi inquieta expresión—¿Estas molesta? —pregunté algo que claramente era evidente.
Mina no respondió, ella simplemente soltó un suspiro mientras que se llevaba los dedos contra el cuello de su camiseta.
—Quítate la ropa.
—¿Disculpa? —pregunté desconcertada notando con cierta sorpresa como ella comenzaba a desabotonarse su prenda. Ni siquiera parecía estar intimidada, no había ninguna duda de su deseo por poseerme—¿A~Aquí? —murmuré sintiendo como el calor se instalaba en mis mejillas ante las imagines obscenas que pasaban violentamente por mi cabeza.
—¿Prefieres que sea sobre mi escritorio? —cuestionó mientras que yo simplemente atinaba a tragar saliva, ¿Realmente esto está sucediendo?, me pregunté queriendo entender lo que estaba escuchando, ¿Realmente lo haremos acá?, y no podía comprender su repentino comportamiento, así que tan solo continuaba observándola—no te veo desvistiéndote—comentó tras notarme quieta—¿Necesitas que te ayude?
—¿No prefieres hacerlo en la habit...?
—No—fue tan tajante en su respuesta que no sabía que hacer más que seguir sus estrictas ordenes—realmente lo quiero hacer acá.
—Alguien podría verno...
—Le arrancaré los ojos—me interrumpió con tranquilidad mientras que terminaba de desabotonarse su camiseta dejando su torso expuesto—... si no te quitas la ropa, realmente voy a destruir tu bonito vestido.
¿Realmente lo haremos?, no podía creerlo, así que lentamente comencé a quitarme el vestido sintiendo sus ardientes ojos siguiendo mis manos sin ningún tipo de vergüenza. Al parecer ella quería que yo fuese consciente de su deseo, pero realmente no podía comprender el por qué se estaba comportando de esta forma.
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